A pesar de las súplicas de hermano, y de las manos colocadas sobre la herida tratando de reducir la cantidad de sangre que fluye hacia fuera de él, todo era en vano. Los dedos de Taroutachi golpearon suavemente por encima del hombro de Jiroutachi, de esa manera, en su forma estoica de ser, intentaba encontrarle una razón al por qué de toda esa situación. En la cara despreocupada de quién siempre había protegido, sonriendo esta vez sólo con un leve remordimiento y lágrimas, hizo que todo esfuerzo por mantenerle a su lado pareciera tan mal.
—Sonríe, dame una última sonrisa—Taroutachi susurró, tratando de contener la respiración.
—Así que esto se siente cerca de la muerte, ¿eh? Bueno—respondió su hermano, con la voz ronca, casi rasgada por la herida que portaba—. Me estoy riendo de esto, ¿ves? Como siempre.
Honestamente, él terminó por sonreír levemente y con simpleza. ¿Tal vez porque en realidad el más bajo estaba llorando? Jirou no debe llorar así. Todo lo anterior, la guerra en sí, no le conviene en absoluto. “Esto no es donde perteneces". Él, desde el principio, no debería de venir aquí. ¿No es esto dónde, en el medio de la batalla, detrás de capas de defensa alrededor, Taroutachi se siente el más vencido? Jiroutachi no tendría más edad que él, por lo tanto no debería dejar de ocultarse en el refugio que él representaba. Aquel refugio que le protegería por siempre de las cosas horribles del mundo exterior. Si insiste en la participación en la batalla, él debía tener ayuda de Mitsutada y de Mikazuki, pero su hermano no era necesario en ese sitio, la guerra no era su lugar. No, no es el lugar, es el hecho, Taroutachi lo daba por cierto. Pero al final él terminaba por ceder a la sonrisa despreocupada de Jiroutachi. Tal como estaba era lo mejor, le agradaba verlo tan digno y tan feliz mientras era ayudado. Tal vez esa era una oportunidad divina dada a él, la última oportunidad de proteger a su hermano. Quizás Taroutachi le puede detener, detrás de capas de defensa hasta que todos los grupos Kebiishi fuesen destruidos. O ¿este es el último regalo? Nada mejor cuando Jiroutachi le regaló su sonrisa, y fue lo último que vio antes de que la lluvia de fechas cayera sobre su escuadrón.
—Me has hecho un hermoso favor, Jirou, que hermoso es el paisaje— trató de engañar al más bajo pero las lágrimas de su rostro no se detienen. "Dolor. Lealtad. Independencia. No quiero nada de esto" Taroutachi hubiera preferido que su hermano se quedara atrás, como siempre, y protegerlo una vez más.
—¿Es tu forma de elevar mi espíritu? Siempre has sido tan puro, pero no intentes cubrir tus emociones hoy…—Jiroutachi lo regañaba con amor, ese amor que nadie podría entender y que siempre había mantenido oculto a su hermano. Una sonrisa triste que se embellece con un leve tono pícaro. Jirou se preguntaba cómo se sentiría si hiciera la última travesura de su vida. Taroutachi, por su lado, era incomprensible, no es bueno con la mayoría de las cosas ordinarias como las emociones, pero él sabe que su hermano lo ama completamente. Al pensarlo se ruboriza, lo puede sentir en su rostro, algo irónico por la pérdida de sangre, pero por lo menos no se siente tan solitario al ver un ligero carmesí en el otro. Oh, sí, sin duda es un regalo de dios.
—Siempre... te he amado hermano, pero ¿por qué hoy tenías qué...? —Profundamente, inhaló una bocanada de aire que sólo hizo que su pecho le doliera aún más. También no es de extrañar teniendo en cuenta que había recibido el golpe fatal. No, no se refería a ninguna flecha en especial, era su hermano. Porque no había nada más doloroso que ver a su hermano menor herido como estaba por haberlo protegido.—Como sea... pronto llegaremos... Saniwa va a…
—¡Yo-yo sé! Usted sabe… ¡Siempre le he amado también! Siempre ha sido el mejor hermano, yo, soy el ruin y torpe aquí.—Fue interrumpido de un momento a otro, dejandolo sin habla por unos segundos. Honestamente, Tarou nunca había visto a Jiroutachi atragantarse y desesperarse como en ese momento. Él sólo quería que se callara mientras volvían a la ciudadela. Necesitaba volver pronto, debía de hacerlo, pero incluso sus pies les estaban fallando. No tenía nada que hacer, no sabía que decir, posiblemente porque también estaba llorando demasiado. Y él decidió que no le gustaba, no le agradaba llorar, así como tampoco le agradaba ver a Jirou sufriendo. Debía de hacer algo, no llegarían a tiempo.
—Jirou, lo sabes ¿cierto?—la mirada del más bajo dejó de ser desesperada para convertirse en una comprensiva. ¿Le había comprendido? Por supuesto, era porque se trataba de él.
—Bueno, Tarou… quería hacer mi última travesura, pero no tengo las fuerzas—En ese momento lo entendió. Tan sólo al escuchar su débil risa apenada mientras sus ojos se cerraban en ese gesto dulce e inocente que gustaba de ver a cada momento. Aquello que siempre se había negado a ver, aquello que él también sentía y que temía dejar fluir. Porque ambos eran espadas divinas a su manera, y él no deseaba ensuciar al menor. Pero ahora ya no importaba más nada de eso. Las manos de Taroutachi se colocaron detrás del cuello de Jiroutachi y lo elevó suavemente, en ese momento sus labios entreabiertos por la sorpresa se apretaron contra los suyos. Fue el primer beso de dos seres, y que no le importaba, a ninguno de los dos, que fuera el último beso. Trató de amar a su hermano de todas las formas posibles, sin destrozar sus sentimientos por cosas triviales como los deseos mundanos. Pero Taroutachi, en ese instante, se arrepentía de no haber cedido a ese impulso.
A lo lejos, la voz de Saniwa, aterrorizada, se oía a lo lejos. ¿Sería por el pecado, o por lo heridos que estaban ambos? Con un poco de esfuerzo, degustó los últimos restos de calor del menor, besándolo más profundo, pasando el último aliento con la persona que más amaba.
Nunca sintió el fuerte abrazo de Jiroutachi.
No podía oír los gritos de dolor de Jiroutachi.
No podía sentir el amor de Jiroutachi.
Tal vez fue lo mejor para la batalla, para la humanidad.
Pero para él no fue así.
Ya no escuchó a Saniwa. Luego de aquella batalla, ambas Oodachi se quebraron y ya no fue posible restaurarlas.
Saniwa se sintió extremadamente culpable, por lo que las llevó dentro de la ciudadela. Estando en esa situación Taroutachi ya no pondría en riesgo a quién amaba, por lo que fue intercambiado antes de romperse por completo. Estarían juntos a partir de ahora, sin saber quién es quién. Algún día tendrían la felicidad, aun si era en esa vida… o en cualquier otra.