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Ante el brillo de las estrellas HIATUS por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo: Luego de casi un mes, por fn tuve oportunidad de escribir...

¡Espero que les guste!
La mañana llegó, y la acompañaba el cacareo de los gallos madrugadores, avisando así a la familia Saiyan que ya amaneció, cosa que era un poco obvia debido a los dorados rayos de luz solar que entraba por las ventanas de sus respectivas habitaciones, chocando con su rostro y obligándolos a abrir sus ojos, lo cual no les era tan complicado, ya estaban acostumbrados a levantarse muy temprano a pesar de las noches de parranda.

Vegeta, con gran pesadez, tomó una ducha. No estaba cansado, sino que le molestaba tener que ir a ver a dos personas que por nada en el mundo quería pasar tiempo con ellas. Su madre se fue con un hombre de ciudad, algo harta de la vida en el campo; ese señor era adinerado, y le daba todo lo que ella querría, eso y más. Y ese hombre… bueno, a decir verdad no lo conocía, ni mucho menos sabía su nombre (aunque, para ser sinceros, no le interesaba en lo absoluto); pero lo odiaba. Sí, lo odiaba tanto. De no haber sido porque un día llegó a su rancho para pedir indicaciones, en ese trocón del año, su madre no se hubiera quedado sorprendida; y fue peor aun cuando sacó su billetera, la cual casi no tenía billetes, pero tenía una chequera, en la que “podía escribir la cantidad que sea, ya que tenía tanto dinero”, o según fue lo que les dijo.

Luego de bañarse, hizo sus maletas y, escabulléndose para no toparse con su padre, fue al establo para ver a su caballo blanco. Al llegar, le colocó la silla, y se subió arriba de él. Corrió por toda la extensión de sus terrenos. Al estar lo más alejado posible de la casa, se detuvo y bajó del cuadrúpedo. Lo tomó de las riendas y lo vio a los ojos, luego juntó su frente con el rostro del animal.

—Me iré a la ciudad por un año—murmuró con los ojos cerrados, como si estuviera contándole un secreto. —No me verás por un largo tiempo. A pesar de que me iré, quiero hacerte saber que tú siempre serás mi único caballo, al único que querré tanto. Tal vez vea a algunos de tus familiares lejanos corriendo en esos lugares en los que las personas sin nada mejor que hacer se ponen a apostar—dijo con cierta tristeza, mezclado con una pequeña burla. El caballo, como si lo hubiera entendido, relinchó un poco y golpeó el suelo con su pata delantera izquierda. —En la primera oportunidad que tenga, vendré a verte—dijo y comenzó a acariciarlo. —No te pongas triste, sabes que no te olvidaría por nada, ni te cambiaría ni por todo el oro del mundo.

Luego de unos minutos, regresó. Guardó a Snowball en el establo, así podría comer algo y descansar. En cambio, él fue a ver a su padre, quien ya se encontraba con Tarble esperando a que llegaran por ellos. Fue por su maleta a su habitación, además de un pequeño costalito de tela en el que guardaba algo muy especial para él, algo por el que no se sentiría bien si no lo llevara en un largo viaje. Estuvieron un rato esperando afuera, a un lado de la carretera, esa que pavimentaron porque los gobernantes del estado se dieron cuenta de que, pasando por esos lugares, ahorrarían mucho tiempo en caso de que tengan que hacer envíos en transporte como camiones de carga o algo parecido. Al principio les molestó a todos la idea, ya que empezaban a contaminar ese ambiente lleno de aire puro con aquellos gases oscuros que salían por el tubo de escape de los camiones. Pero con el paso del tiempo, no tuvieron nada más que resignarse, no podrían contra el gobierno. El lado positivo de todo eso, era que no pasaban tan seguido, si acaso cada tres o cuatro semanas un solo transporte únicamente.

A lo lejos pudieron ver un auto, el cual estaba pintado de color negro brillante. Cuando éste se estacionó frente a ellos, pudieron observar que era muy lujoso. De él salió un hombre vestido con un traje un poco extraño; tenía un pantalón gris con dos líneas verticales de color negro a los costados, un saco de cuatro botones negros formando un cuadrado del mismo color, y un gorro muy extraño que, no era por molestar, pero se veía ridículo. Además, si lo observaban minuciosamente, llevaba guantes blancos; lo cual casi no se distinguía bien, ya que al bajar se paró frente a ellos, y colocó sus brazos detrás de él, en su espalda.

—El señor Brief me pidió que viniera por los jóvenes, los hijos de su mujer—dijo con gran formalidad ese hombre.

—¿Y ella no vino? ¿o qué?—preguntó algo molesto Vegeta, principalmente por el hecho de que (tomando en cuenta las palabras que usó) los llamaba “los hijos de su mujer”. Lo que más le molestaba y le hacía de rabiar era el “su mujer”.

—La señora Brief no pudo venir, ya que tenía que acompañar a mi jefe a una junta muy importante para la empresa en la cual trabajan. Es un laborioso trabajo, y ella no duda en ayudarlo en lo que le es sencillo—respondió.

—¡Genial!—dijo sarcásticamente. —Primero nos obliga a ir con ella, y luego no tiene la decencia de venir ella misma a vernos primero. ¿Qué vendrá después? ¿Acaso tampoco no estará ahí cuando lleguemos?

—Esas juntas duran horas, así que cabe cierta posibilidad de que puedan hablar con ella hasta media noche. Regularmente, a esa hora se acaban las juntas.

—Lo que me faltaba…—murmuró.

Ambos se despidieron con un abrazo de su padre, quien hacía un esfuerzo sobre-humano por no ponerse a llorar por perder a sus hijos. Bueno, no los estaba perdiendo, pero no verlos durante un largo año era demasiado para él. Ambos chicos subieron al auto, en la parte de atrás, y ese hombre fue a la parte del conductor. Empezó a conducir en dirección a la ciudad en la que él y sus jefes vivían.

—*No me estoy quejando de la vida, por todo lo malo que he pasado. En ella he tenido mil conquistas, mucho dinero joyas y carros. Y aunque estoy sentado en esta silla, cómo olvidar los tiempos pasados…—estaba cantando mientras veía por la ventana.

—Vegeta…—murmuró su hermano sacándolo de sus pensamientos.

—¿Qué necesitas?—preguntó. Al ver que él se veía incómodo, se acercó más, creyendo que todo se debía a que ese hombre que conducía podría escuchar su conversación, la cual podría ser privada.

—¿Recuerdas a Broly?—preguntó en un susurro. Al escuchar ese nombre, no pudo evitar fruncir el ceño.

—Ni me hables de ese maldito bastardo. De no ser porque era tu noviecito, me lo habría agarrado a trancazos. No sabes cuánto lo odio. Siempre me quitó a quienes me gustaban. Si lo aguanté fue porque lo “querías” mucho—dijo en voz baja muy molesto.

—Vegeta, yo…—dijo y suspiró. —Tenías razón. El no me convenía. Es un desgraciado—admitió. Su hermano mayor lo vio mientras alzaba una ceja, en señal de que quería saber qué es lo que pasó como para que se haya dado cuenta (al fin) de eso.



^^^Flash Back^^^

—Pero Vegeta, no creo que sea buena idea—dijo Tarble.

—Bueno, él quiere pasar tiempo con nosotros… además, arruinó nuestra familia.

—Sí, pero puede que sea buena persona…

—No lo creo, todos los de la ciudad son de lo peor—dijo y volteó a ver al cielo. —Lo único que les interesa es la lana, ya verás mañana…

—No lo creo—dijo dudando. A lo lejos vio a alguien que, cuando por fin pudo darse cuenta de su presencia, le hizo señas indicando que fuera a donde estaba él. —Ahorita vuelvo—dijo ocultando sus nervios y con un leve sonrojo en las mejillas.

—Como sea…—dijo su hermano mayor sin despegar la vista del cielo.

El pelinegro menor se fue aminando en dirección a donde estaba Broly, su actual novio. Al llegar frente a él, no pudo ocultar su nerviosismo y pena, cosa que sólo le pasaba estando con él. El mayor lo veía con una leve sonrisa.

—Hola, Tarble—lo saludó con una sonrisa.

—Ho-hola, B-Broly—dijo con nervios.

—Oye, me enteré de que te vas mañana, y de que no te veré durante un año—dijo mientras le acariciaba la mejilla.

—Sí, mamá quiere vernos luego de tanto tiempo de que nos dejó…—dijo con cierta tristeza. Su madre los había abandonado a los tres cuando más la necesitaban.

—Y por eso tenía planeado algo especial… ¡Sígueme!—dijo mientras comenzaba a caminar.

Lo guio hasta llegar al terreno de su propiedad, donde la hierba era un poco larga. Lo llevó por un sendero pequeño, el cual se formó porque cortaron la hierba con ese fin: formar un camino. Mientras pasaban por éste, Tarble no podía estar más ansioso y emocionado por saber qué era esa sorpresa que le tenía lista su novio. Se dio cuenta de que ya estaba ahí cuando llegaron hasta donde el pasto era muy corto, formando un círculo de tres metros de diámetro. Al centro de éste estaba una cobija de lana, y arriba de ésta pétalos de margaritas y un ramo de rosas rojas. Tarble no podía estar más emocionado. Su novio lo cargó en sus brazos y lo colocó sobre la cobija, de modo que quedara sentado. Luego le entregó las rosas.

—Te amo, Tarble. Por eso me dolerá que te vayas—dijo, y el menor lo vio con ternura, esas palabras eran muy dulces. —Por eso quiera hacer esta noche perfecta—dijo provocativamente mientras se acercaba a su cuello para besarlo.

La regó. Simplemente la regó. Todo estaba quedando tan perfecto: bajo las estrellas, una cálida noche, la luz de la luna, rosas rojas… ¡Ah, no! ¡Tenía que salir con una estupidez como esa! Tarble se separó de él bruscamente.

—Espera, ¿qué t-tratas de hacer?—dijo con su voz temblorosa.

—Hacerte el amor—respondió y retomó su cuello con sus labios.

—Pero no quiero—dijo firme.

—Pero mañana te vas, y quiero dejarte un rico dolor para que me recuerdes—le dijo lujuriosamente mientras le mordía el lóbulo de la oreja.

—¡Eres un idiota!—gritó ofendido mientras se ponía de pie.

—Espera, ¿a dónde vas?

—Muy lejos de ti—dijo rápidamente mientras salía de su terreno y regresaba a la fiesta.

—¡Espérame! Si quieres te lo hago suave para que no te duela y…

—¡Aléjate de mí, maldito pervertido!—respondió y dio media vuelta, dándole la espalda. Iba a caminar, pero decidió voltear a verlo para decirle una última cosa. —Y, por si no lo has entendido, ¡TERMINAMOS!—gritó y fue hacia donde estaba su hermano y sus amigos.

^^^Fin del Flash Back^^^


—QUE ESE MALDITO BASTARDO INFELIZ INTENTO ¿QUE?—gritó molesto. —¿Por qué no me lo dijiste? Soy tu hermano, debiste confiar en mí. Así podría haberle partido todo lo que se llama cara y deformársela a golpes…—murmuró molesto, ya que, a pesar de su enojo, no gritaría algo que el chofer podría escuchar y utilizar esa información en su contra.

—Es que… yo puedo cuidarme solo—dijo con cierta tristeza de que siempre lo vean como un niño pequeño e indefenso sólo por su baja estatura.

—Escúchame bien—dijo y lo rodeó con su brazo, para atraerlo hacia sí para abrazarlo. —Eres mi hermano, y te quiero. A pesar de que no te lo demuestre, me importas. Y el día que lo necesites, ahí voy a estar yo. Ya sea un favor o si necesitas ayuda en un jale, no importa qué sea. Siempre estaré ahí… pero para eso debes saber que necesitas decírmelo, sino no podré ayudarte. ¿Entendido?

—Sí—dijo con una sonrisa.

Ya no volvieron a hablar durante el resto del trayecto. Efectivamente, cuando llegaron no estaba María ni ese tal “Trunks Brief”. Un hombre vestido con un atuendo raro les asignó una habitación a cada uno, claro que éstas estaban juntas. Les explicó que él era el mayordomo, y que lo que necesitaran lo pidieran. Luego les mostró toda la mansión. Para finalizar, fueron a la cocina, donde comieron simplemente unos emparedados. No les llamaba la atención lo que él dijo de comida, por ejemplo “Cordon Blue”, “Langosta”, o un aperitivo que lleve “Paté”. Prefirieron algo sencillo, y luego fueron a la habitación asignada para el de cabellera en forma de flama.

—¿Vas a esperar a mamá?—preguntó el menor. Ambos ya llevaban un rato sentados arriba de la cama.

—Tenemos qué esperar a María—dijo con pesadez y fastidio.

—Vegeta, ella es nuestra mamá…

—Una madre de verdad no abandona a sus hijos y se va con un sujeto que tiene lana—respondió. Iba a continuar, pero el mayordomo entró a la habitación.

—Su señora madre y el señor Brief ya llegaron. Si gustan bajar a la sala para verlos…—dijo ese hombre.

Ambos chicos bajaron por las escaleras de madera pintadas con mancha color chocolate, y además barnizadas, lo cual hacía que tuvieran un lindo brillo. Llegaron a donde estaba la “feliz” pareja. ¿Cómo podrían ser felices, si su relación gira en torno al dinero solamente?

—Hijos, no saben cuánto me alegra verlos—dijo la mujer de cabello muy lacio de color negro, el cual estaba atado en una coleta. Ella llevaba un bebé en brazos, el cual tenía cabello bicolor.

—¿Por qué no fuiste a vernos hoy?—soltó la bomba.

—¿Eh? Tuve que arreglar unos asuntos para inscribirlos en un buen colegio para que inicien la próxima semana. Además, tenía que acompañar a Trunks a una junta muy importante—le explicó un poco extrañada por el tono que usó para hablarle, uno que jamás había utilizado con ella.

—Vaya… es bueno saber que este compa es más importante para ti, que tus propios hijos—respondió y se fue denotando su enojo. Entró a su nueva habitación y cerró la puerta. Sacó de entre sus cosas ese objeto tan preciado que tenía: una imagen de él, Tarble y su padre en su rancho, todos muy felices.

Esa imagen fue tomada por María, su madre. Y ahora, él se lo agradecía. Agradecía que no estuviera en esa foto. Esa ocasión fue muy especial, como para tirar ese pequeño recuerdo sólo porque en él estaba una mujer que los dejó así, de la nada, olvidándose de su matrimonio y la familia que había formado sólo por la feria…

Después de todo, el dinero mueve al mundo, ¿no?
Notas finales: ¿Les gustó?

¿Merezco review?

~~~Insectos~~~

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