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Mi asesino y Salvador por Dark Toy

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Notas del capitulo: Al poner muerte de un personaje.... Lo puse porque lo maté a GORO!!!!! MWAHAHAHA
Capitulo 1:
Mi asesino



“ Y ahora en las últimas noticias...
¡El asesino de Osaka ha vuelto a atacar!
Su víctima en esta ocasión fue el luchador conocido como Goro Daimon.
La policía esta totalmente confundida ante el modum operandi de este asesino. Lo poco que se sabe, es que ataca a los luchadores más famosos del área sin importar edad o sexo.
Su ataque es rápido y brutal, hasta el momento no se sabe de nadie que haya podido sobrevivir a su ataque. Además, no a habido testigos, por ello es imposible dar un descripción del asesino. La policía, pide cualquier información con respecto a este tema.
Si usted ha visto, o escuchado algo, por favor llame al: 555-5162
¡Así que, peleadores de Osaka, tengan cuidado!”

—Esta ciudad se está yendo por el caño... —comentó un rubio mientras tomaba su café en un bar cerca del centro.
Todos los ocupantes del lugar, comenzaron a cuchichear ante la información de las noticias. Benimaru, puesto que este era el nombre del rubio, terminó su café y salió del lugar sin miramientos. En los últimos tiempos, este asesino era la sensación del momento.
No se sabía nada de él excepto su carácter brutal a la hora de matar, y su predilección por peleadores. No hacía falta ser un genio para saber que este “asesino”, buscaba un especie de rival o digno contrincante. Pero hasta el momento, todo parecía indicar que no lo había conseguido. Y mientras tanto, gente inocente perecía de por medio.
Benimaru suspiró, era pleno invierno y el frío calaba los huesos.
Tenía clases en la universidad, y con paso resignado se dirigió a su destino.
A pesar de su apariencia de sex symbol, él era en realidad un estudiante promedio. Claro que trabajaba medio tiempo cómo el modelo que era. Pero no solo eso, sino que también era uno de los campeones de artes marciales de la zona. Era reconocido por su habilidad, y muy de vez en cuando le llegaba una que otra invitación de combate, por parte de algún idiota que se creía más fuerte que él.
Llegó a la Universidad, y cómo si fuese un presidiario caminando por el pabellón de la muerte, se dirigió con pasos pesados a su curso.
—¡Nikaido-san!— le saludó Shingo Yabuki cerca de la entrada.
Shingo, a pesar de las apariencias, era un chico fuerte y decidido. Era similar a un cachorro desde la perspectiva del rubio.
—Hola Shingo. ¿Cómo haces para estar tan alegre?
—Eh... Bueno... No sé... solo me sale.
—Ya me parecía....
—¿Sabe? Me enteré que hoy llega un estudiante del extranjero.
—¿Del extranjero? Lindo momento para venir, con un asesino dando vueltas.
—No diga eso, además, solo le interesan los peleadores. Dudo que lastime a un inocente.
—Estamos hablando de un psicópata. ¿Qué te hace pensar que no atacará al que se le cruce?
—Bueno...
—Exacto, nada. No podemos saber que es capaz de hacer así que es mejor andar con cuidado.
—¿Y qué sugiere?
—Moverse en grupo y esa clase de cosas.
—Es una buena idea, pero la verdad no estoy seguro de que...
—Shingo...
—¿Qué?
—Deja de soñar. Y por lo que sabemos, tú también podrías ser un blanco.
—¡Por favor no diga eso!
Y la charla siguió hasta que llegaron a su salón. Muchos de los presentes estaban dispersos en grupos aislados, pero casi en todos se hablaba de lo mismo. El gran asesino....
Benimaru, tomó asiento con un gesto cansado. Por el rabillo del ojo, notó a un pelirrojo que se encontraba en un rincón leyendo una novela con aire ausente. Hoy llevaba una camisa color vino y unos pantalones de vestir negros. Lo cual le daba un aire a empresario con sus anteojos de leer. Benimaru sonrió, tenía unas enormes ganas de fastidiar al pelirrojo de Iori Yagami, pero no contaba que la profesora llegase en ese mismo momento.
Vio que la profesora Chizuru Kagura, que además de enseñar literatura era dueña y sacerdotisa en un templo Shinto en las afueras de la ciudad, venía acompañada por un joven de cabellos castaños un poco largos.
Miró con un poco más de atención, y notó que sus ojos eran de color chocolate, y que mostraba una hermosa sonrisa. Supo, sin mirar, que varias de las mujeres en la sala le miraban con la baba en las faldas. Y no era para menos, llevaba unos jeans gastados y un suéter de color negro muy ceñido al cuerpo. Pero este joven se limitó a seguir hablando con la profesora de algo que parecía la crítica a un libro.
—No me parece. El personaje de Roland Deschain, no puede ser catalogado de antihéroe, ese personaje es más similar a un monstruo. No es humano, lo único que lo mueve es su maldita pasión por la torre oscura.
—En eso puede tener razón, joven Kusanagi. Pero no solo se debe estudiar al personaje sino a la narrativa.
—Eso lo tengo bien claro profesora. Stephen King, es un excelente narrador, sobretodo a la hora de crear climas. Y la torre oscura... Bueno, es sin duda su mejor libro, pero es desesperante, a mí me dio rabia al leerlo. Es increíble lo inhumano que puede llegar a ser... Y eso que me falta leer el último tomo.
—Le entiendo. Pero continuaremos con esta discusión después, primero hay que comenzar la clase.
—De acuerdo, con su permiso.
Este joven, que Benimaru llegó a identificar como Kusanagi, se sentó en el fondo al lado del pelirrojo. Resultó gracioso, teniendo en cuenta que esa silla estaba vacía más que nada porque el propio Yagami se encargaba de echar a los que la ocupaban. Pero grande fue su sorpresa al ver que él castaño se sentaba sin problemas y le preguntaba en que tema se encontraban.
Y su impresión fue aún mayor cuando el pelirrojo le contestó con tranquilidad, aunque sin mirarlo.
—Es el fin del mundo...—comentó para sí.
—¿Qué cosa?—preguntó Shingo a su lado.
—El cabeza encendida... esta hablando de manera civilizada... con el nuevo...—dijo el rubio con ojos desorbitados mirando a Shingo.
—Mentira.... No... es cierto... ¿Es una de las señales del Apocalipsis?—contestó el muchacho al mirar en dirección al fondo.
La clase comenzó son problemas, salvo por las miradas furtivas y curiosas que el rubio y su amigo lanzaban al fondo del salón. Benimaru pudo comprobar, que en realidad, el trato entre esos dos era cordial. El pelirrojo solo respondía a las preguntas del castaño. Pero por el resto, se mantenían separados.
Una chica al lado del castaño, comenzó a charlar con este de manera animosa. Kushinada, la llorona manipuladora, le hablaba con fingida inocencia. Y por lo que el rubio pudo percibir, éste se estaba entreteniendo de manera ingenua.
Siguió observando hasta que una regla le pegó en la frente.
—Si el señor Nikaido fuese tan amable de reunirse con nosotros en el mundo de los vivos, se lo agradeceríamos.—dijo la profesora con molestia. Todos los presentes estallaron en carcajadas mientras que Beni de acariciaba la cabeza y se acomodaba el pelo.
—Disculpe profesora...—dijo con voz de nene de primaria. Y las risas aumentaron de volumen—¿Porqué no me avisaste que venía?— le reclamó a Shingo.
—¡Me cansé de hacerle señas! Estaba demasiado concentrado mirando al nuevo.
—Grr....
El resto de las clases pasaron sin mayores problemas. El rubio de Benimaru, por fin pudo conocer al misterioso joven de cabellos castaños.
Kyo Kusanagi, tal era su nombre, era lo que podía llamarse el sueño de toda persona. Alegre, vivaz, orgulloso y al mismo tiempo tierno y jovial. Si Shingo le parecía cachorro, Kyo le parecía un gatito.
—¿Y qué haces en este lugar?
—Mis padres decidieron que era mejor que completase mis estudios en mi tierra natal. No me quejo, ya estaba harto de vivir en extranjero.
—Bueno, elegiste un tiempo muy peculiar para venir.
—¿Por qué lo dices?
—Porque un asesino anda suelto, y tú elegiste el momento perfecto para entrar en escena.
—Vaya... que interesante. ¿ Y se sabe cómo opera? ¿o son asesinatos al azar?
—La verdad es que no sigue patrones específicos. Lo que si se sabe, es que sus blancos son peleadores de prestigio de la zona.
—Suena emocionante.—murmuró el joven mientras sonreía de manera sospechosa.—Me gustaría pelear contra él.
—¿Lo dices en serio? ¿Acaso eres un peleador?
—Mi familia proviene de un clan de guerreros. Es una tradición de que el heredero de la familia aprenda el estilo familiar.
—Sonaste a héroe de películas.
—Bueno, es que suelo ponerme así cuando se me presenta un reto.
—Eres un niño arrogante.
—Y tú parece que metiste los dedos en el enchufe.
—Ouch...
—Touché. ¿Vamos a comer algo a algún puesto de comidas cercano?
—¿Tú pagas?
—Solo si dejas de llamarme héroe, detesto que me digan así.—comentó Kyo con el ceño fruncido.
—Bueno paladín. Vamos, además quiero presentarte a Shingo.
—¿Se puede saber por qué soy un paladín?
—Entras en la categoría. Además, la regla de los paladines es famosa.
—Claro, tanto como su ciclo de vida. Nace, crece, no se reproduce, se corrompe y muere. Paso...
—Por cierto. ¿De qué hablabas con el pelirrojo?
—¿Pelirrojo? ¿Te refieres al sujeto sentado junto a mí en el salón?
—Ese mismo.
—No hablamos en realidad. Le pregunté si me podía sentar allí y le pedí que me dijera en que tema estaban.
—Eso es muy extraño...
—¿Qué cosa?
—Ese sujeto, Iori Yagami, nunca habla con nadie. Es más fácil esperar un respuesta de una pared. Y es más, la pared resulta más cordial.
—A mí no me pareció tan malo. Un poco serio puede ser, pero nada agresivo.
—Te falta un poco para conocerlo bien...
Se encontraron con Shingo en la entrada. El muchacho parecía más emocionado de lo normal. Benimaru, sabía que Shingo se ponía más animoso de lo usual cuando cabía la posibilidad de hacer un nuevo amigo.
El rubio solo pudo reír al ver la cara de desconcierto de Kyo.
—¿Siempre es así, o le dieron exceso de azúcar?—preguntó al rubio. Y Benimaru rió con más fuerza.
Caminaron por las calles de Osaka, comenzaba a nevar. Los tres jóvenes caminaban con tranquilidad riendo por tonterías. Tanto Shingo como Beni, le mostraron a Kyo los mejores lugares para poder divertirse. Y éste, parecía, muy entretenido con su charla.
Llegaron a un MacDonall’s, y cuando estaban por entrar, Kyo se detuvo de golpe.
—¿Escucharon eso?—preguntó con una expresión seria.
—No, ¿Pasa algo?
—Creí que... Allí, lo escuché de nuevo. ¡Vengan!—con una nueva actitud que parecía completamente aguerrida, entró por uno de los callejones laterales a los edificios. Benimaru y Shingo le seguían con cautela y con cierto temor.

En un callejón cercano, pero escondido entre los edificios, una joven de cabello rubios cortos caía de rodillas ante una ráfaga de golpes.
King, como se la conocía, miraba entre un velo de sangre a su atacante.
Era el famoso asesino, de eso no había duda. Completamente vestido de negro y con una máscara de tela que le cubría el rostro. Sus ojos eran lo único visible. Ojos rojos como la sangre.
Se dio cuenta de que tenía varias costillas rotas, un golpe en la cabeza que la dejaba completamente indefensa, y una larga lista de cortes y golpes que parecía no tener fin.
La figura se le acercó con aire amenazante.
—Resultaste ser una pérdida de tiempo...—le dijo el hombre, que se arrodillaba para mirarla de cerca.— No vales nada...
Y con un golpe certero, King ya no supo más nada. Vagamente creyó escuchar que alguien gritaba en la distancia. Pero no podía estar segura, la oscuridad la cobijó. Y ella rogó haber estado soñando.

Kyo, al ver la escena lanzó un grito de ira. No soportaba ver esa clase de cosas. Y cuando estaba por lanzarse de cabeza contra el mal nacido, Benimaru saltó a su lado atacando al sujeto primero.
—¡Llévensela!—gritó el rubio, al tiempo que recibía un patada en el pecho que lo sacaba volando.
—¡Benimaru!—gritó Kyo—¡Shingo, tómala y llama a la policía!—ordenó con seguridad.
El pobre de Shingo apenas tuvo tiempo para asentir.
Mientras tanto, Benimaru intentaba levantarse, solo para ser lanzado al suelo de nuevo. Una ráfaga de puños le sacudió, y comenzó a escupir sangre. No era rival para ese sujeto, lo supo con mortal certeza. Así como sabía que iba a morir.
Vio como una patada se dirigía a su rostro. Y cerrando los ojos, espero a la oscuridad. Pero esta no llegó.
—¡Corre Benimaru!—escuchó que le gritaba la voz de Kyo. Y al abrir los ojos, se encontró que Kyo estaba arrodillado frente a él, con los brazos cruzados mientras detenía la patada descendente del asesino.
—¡Muévete!—volvió a ordenar el castaño, mientras que en un movimiento brusco, repelía la patada del asesino y se ponía de pie.
Y con la fuerzas que pudo reunir, Benimaru salió del lugar. Rogando a todos los santos, que Shingo ya hubiese llamado a la policía.
“Menuda llegada...” pensó con una sombra de gracia, “Apenas llega a Osaka y ya se enfrenta con el asesino de los últimos tiempos”.

En el callejón, Kyo miró con ojo crítico a su rival. Sonrió con confianza y satisfacción.
—Es la primera vez que una patada me obliga a usar toda mi fuerza... Creo que este combate será ilustrativo.—murmuró el joven. Lanzó su mochila a un lado.
Se puso en pose de combate, y vio con extraña satisfacción que el otro le imitaba asumiendo la suya propia. Miró esos ojos color sangre, y lo que vio le dejó confundido pero a la vez avivó su deseo de pelear.
Esos ojos brillaban.
—Al fin te encontré...—creyó escuchar que murmuraba el asesino.
La figura de negro se le acercó corriendo con una velocidad inhumana. Kyo, sonrió con satisfacción. Le agradaba el reto.
Con su brazo derecho, detuvo la patada que amenazaba con tirarlo al suelo. El asesino, claramente sorprendido y a la vez interesado, respondió con un giro y una nueva patada con el otro pie. Kyo, nuevamente le detuvo, y con una inusitada fuerza le lanzó un golpe derecho hacia el pecho del contrincante.
El asesino lo detuvo con la mano desnuda, y lo apresó en un fuerte agarre. Aparentemente, no estaba dispuesto a dejarlo ir. Kyo, en ese momento soltó una patada que conectó con el costado del asesino.
…ste, ante el golpe bien colocado, soltó repentinamente la muñeca de Kyo. Pero nunca llegó a caer, en un movimiento felino se encontraba nuevamente en pose de combate.
El joven de cabellos castaños, no pudo más que admirar el control y al mismo tiempo el salvajismo de su contrincante. Sonrió de nuevo, esta vez más abiertamente.
—Te estás reteniendo. No me insultes, pelea como se debe.—le espetó el castaño. Encontraba difícil que este fuese el verdadero potencial del asesino.
—¿Estás seguro de poder domar a la bestia?—preguntó éste con notada frialdad. Y Kyo solo pudo estremecerse, pero no de miedo, sino de excitación. Esa voz, hablaba de una cacería.
—Pruébame...—convino el castaño, y se puso en guardia.
Notó el leve cambio en la postura del asesino. Parecía más salvaje que en un principio, más animal.
Sin que se diera cuenta cuando sucedió, una mano, más similar a una garra, le había cortado el pecho. Y parecía que seguiría.
Kyo, en ese instante, esquivó el ataque mientras se llevaba una mano al pecho.
El sujeto no tenía garras metálicas ni nada parecido, pero sus dedos eran igual de mortíferos. El asesino se acercó corriendo dispuesto a un nuevo ataque, pero esta vez, fue recibido por un Kyo preparado.
El castaño esquivaba las garras con notada elegancia, y propinaba golpes certeros. Al poco tiempo, ambos rivales estaban tomando aire, jadeantes. La nieve caía pesada, pero Kyo solo sentía el calor de su cuerpo y como su sudor bajaba por su espalda. No estaba seguro de cuanto tiempo había pasado, solo sabía que la adrenalina lo estaba llevando aun estado de frenesí combativo que nunca antes había experimentado.
Se dio cuenta, de que a pesar de que no tenía costillas rotas, los costados le dolían de manera atroz. Un hilillo de sangre se escapaba por la comisura de su labio inferior, y su pecho estaba notablemente expuesto por el suéter desgarrado.
El asesino, a pesar de que su ropa seguía intacta, se notaba claramente cansado y lastimado.
Se miraron nos instantes, y cuando estaban por lanzarse nuevamente al combate, escucharon el sonido de una sirena y de patrullas estacionarse derrapando.
“No saben lo que es el sigilo...”, pensó Kyo distrayéndose momentáneamente. Miró en dirección de dónde provenía el sonido. Y al voltear, notó que el asesino lo atrapaba en un agarre por la espalda.
Lo obligó a arrodillarse. Kyo apresado por el agarre del sujeto, con la espalda en el pecho del tipo, y sus cabellos desparramados en torno a su cabeza y rostro sudado en un aire muy seductor.
—Eres mío...—le susurró el asesino contra su oído.—Solo yo tengo derechos sobre ti... Recuérdalo.
Y antes de que Kyo pudiese protestar, el asesino giró su rostro con su mano libre, y le beso a través de la tela que cubría su rostro. El tiempo se detuvo para Kyo, quien miraba con ojos desorbitados la escena.
Sentía que todo era demasiado surrealista. No era posible que él hombre con el que había estado peleando le estuviese besando. O tal vez, el hecho de que él mismo le contestase a pesar de la tela, era lo que más le confundía.
Se separaron, y en un movimiento demasiado rápido, el sujeto desapareció, dejando a un muy confundido Kyo sentado en el suelo en medio de la nieve.
Los policías le rodearon de pronto, haciéndole miles de preguntas. Y detrás de ellos, se acercaba Shingo con una expresión de pura preocupación.
—¡Kusanagi-san! ¿¡Se encuentra bien!?
—Es... estoy bien—contestó Kyo, todavía un poco aturdido.
Sintió como se lo llevaban, vio que Shingo le llevaba su mochila, y se sintió vagamente agradecido por la atención. Estaba demasiado cansado como para quejarse de cualquier cosa. De manera casi inconsciente miró al lugar por dónde había desaparecido el asesino.
No entendía lo que había sucedido. Todo había sido demasiado precipitado, demasiados eventos en un solo instante.
Pero lo que más le intrigaba era ese beso. ¿Qué había significado?, y por sobre todo, ¿porqué había respondido a este de manera casi desesperada?. Simplemente se le escapaba la respuesta.
Esa noche, Kyo se la pasó prestando declaración en la prefectura de policía. Fue lo más tedioso que había tenido que hacer en mucho tiempo.
La víctima, estaba en fase crítica, y era un milagro que siguiese con vida. Lo que es más, se esperaba que la mujer sufriese como mínimo de amnesia por los golpes en la cabeza.
Cuando les tocó prestar declaración y una descripción del asesino. Ambos dijeron al mismo tiempo con clara tranquilidad.
—Estaba demasiado ocupado tratando de salvar mi vida como para fijarme.
Y por razones obvias, Kyo, convenientemente omitió la parte del beso y las palabras de posesión que el asesino le había dirigido.
Sabía que lo que estaba haciendo era ilegal, estaba reteniendo información sobre un caso de asesinatos. Pero la mera idea de tener a la policía sobre su cuello todo el bendito día con la supuesta intención de cuidarlo, no era demasiado agradarle. Además, deseaba otro combate. Nunca antes se había enfrentado a alguien con esa ferocidad.
Ese asesino, esa persona de mirada sangrienta, se había ganado un rival. Y Kyo, se probaría digno del título.
Después de que le sanaron las heridas, y que le dieron algo de ropa presentable. Sentía una especie de cansancio vigorizante. Después de una larga charla con Shingo y Benimaru, les aseguró que se encontraba bien y que no debían preocuparse por él.
El pobre de Benimaru, tenía el orgullo herido ante la velocidad en la que perdió el combate. Pero al ver un par de reporteros en la entrada de la prefectura, no tardó ni un segundo en contar como él y sus amigos habían arriesgado el cuello para salvar a la víctima. Y cómo él, aunque peleó valientemente, tuvo que retirarse por sus heridas y dejar que Kyo, su mejor amigo se encargase del resto.
Como obvio resultado, Kyo fue asediado por reporteros chupasangre, que hasta interrogaron al pobre de Shingo.
Kyo, en cuanto pudo escabullirse, salió disparado hacia su departamento. Rogó no encontrarse con ningún medio de la farándula en el camino. Lo que más le molestaba, era que sabía que al día siguiente tendría que hacer unos movimientos al estilo James Bond para escapar de los reporteros postrados en su puerta.
Su familia, era adinerada, así que no tuvo problemas en comprarse un departamento para si mismo. Entró y dejó escapar un suspiro. No entendía lo que sucedía.
—Soy... suyo...—se dijo pensativo. Y por un momento, hasta lo creyó.
La verdad era que esa persona, ese guerrero, ese asesino le había cautivado.
Se tiró en el sillón, y miró su televisor con aire ausente. Sabía que las noticias deberían estar ladrando con la noticia de su enfrentamiento. Y sabía a ciencia cierta que el día siguiente en la universidad sería un infierno.
No tenía hambre, así que con movimientos pesados, se dirigió a su habitación.
Así como todo el amueblado del departamento, el cuarto estaba dispuesto de la forma más cómoda para él. Lanzó un suspiro de placer al dejarse caer en su mullida cama de tamaño matrimonial.
En un rincón se encontraba su ordenador, y al lado de este un escritorio. En la pared a un lado de la cama se encontraba un armario de gran envergadura. Y al otro lado de la cama una lámpara de pie. Junto al escritorio, se encontraba un puerta ventana que llevaba al balcón, que se conectaba con la sala de estar.
Kyo, miró a los lados, y por una repentina decisión, sacó un cuaderno, encendió la luz, y se puso a escribir un poema.
“Sentimiento asesino
¿Quién es el dueño de esta emoción?
¿Quién es este ser que me fascina con su salvajismo?
¿Quién es este asesino?

Recuerdo el tacto de sus labios a través de la tela
Y solo puedo pensar que soy un esclavo
¿Qué es esta emoción que despertó en mí?

Su mirada llena de sangre
Esos ojos todavía me persiguen.
¿Porqué me cautiva?”

Miró lo que había escrito con algo de satisfacción. Tendía a escribir palabras de manera aleatoria de acuerdo con su estado de ánimo. Y en esos momentos, ese pequeño poema reflejaba parte de su confusión e interés por su rival. Rió para sí, ya comenzaba a pensar en ese asesino como un rival.
Dejó caer su cuaderno al suelo, apenas pudo sacarse los zapatos. La camiseta que le habían prestado, cayo a los pies de la cama. Kyo se recostó y apagó la luz. Su figura, era levemente iluminada por las luces de la ciudad y de la luna, que había salido momentáneamente en medio del mar de nubes.
Unas vendas cubrían su torso, su expresión corporal era la del cansancio. Se dejó llevar por el sueño, no tardó mucho en dormirse.

Ya avanzada la noche, una figura entró furtivamente por el balcón. Era increíble, si se tiene en cuenta que el chico vivía en el octavo piso, y no había de qué agarrarse para subir.
Esta figura, se movía con cuidado y en total silencio. Abrió la puerta ventana, y se quedó allí unos instantes mientras que la luna se escondía tras un gran nubarrón.
Avanzó con cautela, y se quedó parado al lado de la figura del chico durmiendo. Su mirada del color de la sangre, parecía tener un brillo propio.
Se acercó un poco más, y tomó el cuaderno tirado en el suelo. Leyó lo último que había escrito el joven, y por un instante pareció completamente satisfecho.
Volvió a dejarlo en el suelo, y miró a su presa.
Kyo, en su sueño, se mantenía quieto y tranquilo. Completamente ajeno a la amenaza contra su vida. Su rostro, de forma angelical, y su cabello desordenado sobre la almohada, le daban un aire de inocencia casi palpable.
Una mano atrevida de la figura, se acercó con cuidado. Solo dudó por un momento, al sentir como el chico suspiraba en su ensoñación. Pero pasado el momento de titubeo, los dedos finos de aquella mano que podía llegar a ser una garra despiadada, se perdieron entre los cabellos castaños, acomodándolos de tal forma que dejasen al descubierto el rostro juvenil.
Pero no se detuvo allí, los dedos, casi de manera traviesa, comenzaron a demarcar el rostro. Tocaban los labios, las cejas, los ojos cerrados con extrema delicadeza. Como si estuviesen memorizando. Y luego, continuaron bajando. Rodearon el cuello, y solo por un instante parecía que iba a estrangularlo. Siguió bajando, tocando ese pecho que él mismo había lastimado. Los brazos, las manos, entrelazando sus dedos con los de él.
Y mientras hacía todo esto, su cuerpo casi de manera imperceptible, fue acercándose cada vez más al del joven. Unos pocos centímetros separaba sus rostros. Y cuando sus manos aferraron la carme del joven con un poco más de fuerza, el chico soltó un pequeño gemido similar a un suspiro.
La figura se detuvo en seco, y pareció sonreír debajo de su máscara.
Su mano izquierda, bajó seductoramente por el pecho y cintura del joven, hasta posarse en su lugar entre las piernas. Comenzó a frotarlo levemente, con cuidado de no despertarlo.
Kyo por su parte, totalmente sumido en una irrealidad, se dejó llevar por lo que sentía. Y lanzaba pequeños gemidos de placer. Su cuerpo, respondía al tacto de la mano cálida sobre los jeans. Sus caderas se movían por si solas de manera suave, pero no menos que erótica.
La figura, acercó su rostro al de Kyo, y observó con detenimiento las expresiones de placer del chico durante su sueño.
Seguía frotando, levemente aumentando el ritmo por momentos. Hasta que el joven pareció ya no poder controlarse, temblaba. Las caderas comenzaron a moverse con más fuerza, y la figura encontró que los gemidos del chico iban en aumento. Evidentemente estaba por llegar al clímax.
La figura, pareció poner especial atención en ese momento.
Kyo acabó en algo similar entre gemido-jadeo-suspiro.
El asesino, miró con atención mientras que el chico se sumía nuevamente en la tranquilidad de los sueños.
Con la misma mano que lo había acariciado, entro un poco en la ropa interior de este y cubrió sus dedos con un poco de la esencia del chico.
Se retiró la mascara, y la saboreó con delicadeza, en ningún momento apartando la mirada de la figura del durmiente.
Se acercó más al chico y le beso. Unió sus bocas, y besó con profundidad.
—Eres mío Kyo Kusanagi... Enteramente mío...—dijo al separarse.
Y tan rápido y repentinamente como había llegado, salió.

Kyo despertó con un sobresalto. Por un momento creyó que alguien había entrado en la habitación. Pero al revisar con detenimiento, cayó en cuenta que todo estaba como lo había dejado.
Excepto la puerta ventana. ¿No estaba cerrada?, no recordaba haberla abierto. Pero claro, estaba tan cansado que tal vez si lo había hecho y no se fijó.
Se dio cuenta de su estado, y no pudo evitar maldecir. Había tenido un sueño de lo más extraño. O eso sentía, la verdad era que no recordaba nada de lo que había creado su mente. Tal vez el cansancio finalmente le estaba afectando hasta en sus sueños.
Se llevó un mano a la frente, y con un claro dejo de molestia decidió darse un baño.
“Esto es demasiado para mi primer día en Osaka...”, se dijo con cansancio.
De haber sabido lo que le esperaba en un futuro, tal vez, solo tal vez, se hubiese reído ante las vueltas de la vida.

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