Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi dulce ángel por Princesa de los Saiyajin

[Reviews - 66]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Perdón por la tardanza, pero me enfermé, tuve muchos compromisos y un bloqueo mental. Pero aquí estoy, lista para mostrarles el capítulo final de esta hermosa (?) historia.

¡Disfrútenlo!

Capítulo final: Decisión para toda la vida

 

—¡Gotenks, por aquí!—pudo visualizar a la mujer peliazul moviendo su brazo de un lado a otro para captar su atención. Sonrió y se encaminó hacia ella.

     Todavía no podía creer lo distanciado que estuvo de Goku. Cuando ellos dos se encontraron, desde el primer momento en esa escuela, tuvieron esa necesidad de estar juntos. Cada noche que dormían abrazados añorando no separarse jamás por miedo a morir de dolor, pero que en estos momentos ambos habían estado bien sin el contacto del contrario.

     De los cuatro meses dentro, sólo fueron un par de semanas que fueron “un equipo”, tal como se lo prometían a cada segundo. Claro que si restaban sus peleas y huidas, el tiempo juntos se reducía a incluso días. Sin embargo el par de meses restantes estuvieron alejados, ni siquiera se saludaban. Muy apenas se volteaban a ver.

     ¿Y todo por qué? Por decisión propia, él no quería estar de nuevo con Goku, quería estar alejado el tiempo suficiente para no necesitarse para vivir. Y vaya que lo había conseguido, y por lo dicho por el mayor el Son también lo logró. Esta vez Goku podría afrontar su partida sin caer en una depresión autodestructiva.

     —Te extrañé demasiado, Gotenks...—abrazó al menor y lo ayudó con la maleta, aprovechando que tenía ruedas.

     —Yo también los extrañé…

     —Ven, el taxi nos espera—ambos se subieron a aquel auto amarillo, cuyo conductor ya sabía a dónde dirigirse.

     Vegeta miró a través de la ventana durante todo el trayecto, se sentía con unas estúpidas náuseas y quería mandar al diablo todo eso. Esos meses alejado del más alto… esos estúpidos meses en los que aclaró su mente y dejó de depender de él. Sin embargo, sabía que para Goku fue más difícil, para el más alto le era más complicada esa separación. 

     Ahí estaba la razón de su llanto aquella tarde en el comedor, Goku lloraba porque lo necesitaba. Y claro que pudo haber sido fácil para él acercarse y calmarlo. Pero ese no era el modo, tenía que alejarse. Por eso sólo había pasado su mano por su cabello, porque si lo abrazaba el de cabellera alborotada no querría dejarlo ir y volvería a luchar por su amor como todas esas veces que pelearon.

     —Te veo muy callado, ¿pasó algo malo?—preguntó la mujer. El menor soltó aire y volteó a ver aquellos hermosos ojos azules.

     —Recordé todo…

     —¿Qué?—se sorprendió—. ¿Pero cuándo…?

     —Hace un par de meses, no lo he hablado con la directora. Preferí hacerlo primero con la señorita Fasha.

     —¿Y cómo te sientes?—acarició su cabello.

     —Se podría decir que mejor que cuando me enteré… En ese momento tuve que afrontarlo solo.

     —Ay, pequeño...—lo abrazó, el menor sólo cerró los ojos. Hace tanto que no recibía un cálido abrazo maternal, y sabía que llegando a su hogar no lo tendría por lo sucedido hace ya más de un año.

     La mujer le permitió que pensara y aclarara su mente en silencio. Sabía que para ese pequeño el descubrir sus orígenes era muy importante, y por la reacción que en esos momentos tenía significaba que descubrió algo que no era muy grato.

     Al llegar se dirigieron a la oficina de la encargada del orfanato, Fasha, quien ansiaba ver nuevamente al joven que ponía en alto el nombre del Orfanatorio Esperanza y el nombre de la escuela La Esfera del Dragón.

     —Gotenks, siéntate—le pidió, el menor acató la indicación—. Déjame felicitarte, tus calificaciones este primer semestre fueron excelentes, estoy orgullosa de ti. Además, lo que hiciste con Kyabe fue excepcional, debo agradecerte lo que hiciste por ese pequeño…

     —No fue nada—sonrió de medio lado—. Fue un gusto para mí cuidar de él…

     —Gotenks, ¿qué ocurre? Te noto algo triste…

      —Yo… recordé todo...—rebuscó en su mochila unas hojas y se las entregó—. Mi nombre es Vegeta Saiyan, vivo al sur de la ciudad con mi padre y hermano. Tuve un accidente hace más de un año, y me inducieron amnesia como parte de un experimento, haciéndole creer a mi familia que había muerto…

 

***

 

—Goku, por aquí—oyó decir a su padre. Suspiró y miró por última vez a su alrededor, buscando entre el grupo de jóvenes a Vegeta para poder despedirse con una última mirada. Sin embargo, el menor ya se había ido.

     Se acercó a su padre, dedicándole una sonrisa sincera. Al estar frente a él no pudo evitarlo y lo abrazó, sintiendo las ganas de llorar acumularse en su interior. En ese tiempo había reflexionado al punto de que se concientizó en la realidad: perdió a su madre para siempre, Bardock había perdido a una esposa y día con día vivía en la incertidumbre de si perdería a su hijo también o no.

     —Papá, te extrañé—sollozó en su pecho, sin importarle si parecía un niño o si los demás se burlarían de él. Amaba a ese hombre, lo amaba por todo lo que hizo por él cuando era niño y por lo que seguía haciendo por él. Sin importar sus decisiones lo apoyó en todo momento.

     —Yo también, hijo—besó su cabeza y cerró los ojos—. ¿Cómo te sientes?

     —Bien, papá—el hombre con sorpresa buscó su mirada—. Ya superé lo sucedido, yo… puedo vivir sin Vegeta…

     —Hijo—volvió a acurrucarlo en su pecho—. No conocí a Vegeta, pero estoy seguro de que eso es lo que él querría…

     —Es justo lo que él quiere...—pensó con decepción—. Papá, fue gracias a Goten que pude ver muchas cosas. Hice buenos amigos estando aquí, ellos me ayudaron a salir adelante…

     —Entonces, ¿no volverás a…?

     —Nunca más, papá. Te lo prometo—el hombre sonrió y palmeó su espalda.

     —Entonces vamos a casa…

     Ambos subieron al auto y el adulto encendió el motor, saliendo rápidamente de donde estaba estacionado. Goku jugó nerviosamente con sus dedos unos segundos, tratando de encontrar las palabras adecuadas para lo que iba a tratar.

     —Padre, si Vegeta no hubiera muerto, ¿cómo crees que se lo tomaría su familia?

     —¿Eh?—ajustó el espejo retrovisor—. Si alguien les dijera que no murió, al principio sería un dolor muy grande. ¿Sabes? Sería como si jugaran con un tema que afecta demasiado a la familia. Sin embargo si se tratara de algo real, si él estuviera con vida, sería un alivio; Vegeta y Tarble han pasado muchas depresiones, la muerte de Judith les dolió, pero lo de Vegeta fue más doloroso—miró a su hijo—. Ambos se culpan demasiado…

     —Papá, ¿podríamos ir mañana a su casa, a eso de las nueve? Necesito hablar con todos de algo importante…

     —¿Algo importante?—repitió.

     —Sí, muy importante, que descubrí hace poco.

     —De acuerdo, Kakarotto. Pero por ahora vamos a comer algo, festejaremos que regresaste con nosotros…

 

***

 

—Esto es… increíble...—apenas pudo decir la mujer tras oír toda la historia, sobre todo por la perfección con la que encajaban los datos. Era imposible que lo estuviera inventando—. Vegeta… ¿Entonces de quién era la identidad de Gotenks?

     —Vegetto, un amigo que estuvo presente durante toda esa revelación, dijo que un chico que falleció hace un par de años. Dijo que es más sencillo tomar una identidad que crear una nueva.

     —Entiendo—miró las hojas otra vez—. Vegeta, ¿quieres que te lleve con un doctor o…?

     —Descuide, fui con el psicólogo de la escuela, claro que sin decirle lo del proyecto. Y me dijo que la reacción que tuve era aceptable. No caí en una clase de shock o algo similar.

     —No me refiero sólo a eso—se acercó y se sentó en la silla cercana al menor, tomando su mano—. ¿Cómo te sientes con respecto a tu pasado? 

     —Dolía por las pesadillas, el recuerdo de ese día—tragó saliva—. De verdad dolió mucho en su momento—sonrió de medio lado—. Pero ahora no duele tanto. Estoy bien, lo que ocurrió en esa ocasión ya no me afecta. Es más, ya quedará en el olvido.

     —Me alegra que estés bien—lo abrazó—. Entonces, ¿piensas volver con tu familia a explicar lo que pasó?

     —Sí, pienso ir mañana a las diez. Quisiera pasar una última noche aquí, si me lo permite.

     —Por supuesto—acarició su cabello—. Promete que volverás a visitarnos…

     —Claro que lo haré, vendré cada vez que pueda.

     —¿Sabes, Vegeta? Te tenemos preparada una cena especial, por tus calificaciones y tu regreso. Tomémoslo como la cena de despedida, para avisarles a los demás que te vas. Aunque los niños no querrán dejarte ir tan pronto, te quieren mucho y estaban emocionados por tu regreso.

     —Yo también los extrañé. Y sí los visitaré…

 

***

 

—Rad, me lastimas—se quejó al sentir el peso del mayor sobre su cuerpo. Estaba sobre él dándole un fuerte abrazo de bienvenida.

     —Te extrañé, cabeza hueca...—se separó, permitiéndole respirar—. ¿Cómo sigues? Espero que bien, porque no quisiera tener que atarte para evitar que te lastimes.

     —Descuida—soltó aire—. Estoy bien, hace casi tres meses que no me corto y… sí he llorado, pero no por depresión, sólo un segundo de malestar y ya…

     —Hermano, estoy orgulloso de ti—lo volvió a abrazar, esta vez con más suavidad—. Te quiero, Kakarotto.

     —Yo también te quiero, Rad.

     Ambos hermanos disfrutaron de una buena sesión de videojuegos, charlas de distintos temas y llenaron ese vacío que la separación les había causado. Ya llegada la hora de dormir se dirigió el menor a su habitación, donde hace mucho tiempo no dormía. Sacó de su maleta la almohada que le pertenecía a Vegeta y la abrazó, aún conservaba su aroma.

     —Te extrañaré demasiado, Vegeta...—se recostó sobre su cama y cubrió su cuerpo únicamente con su sábana—. Espero me perdones…

 

***

 

—Pss, Tarble...—llamó a través de la ventana. El menor tan sólo lo oyó, se acercó a levantar el cristal para que se adentrara a su habitación.

     —Papá está en una cena con su jefe, posiblemente le den un ascenso en su trabajo—sonrió—. Rad, ¿cómo está Goku?

     —Excelente—se sentó en la orilla de la cama—. Al parecer ya dejó atrás sus intentos de suicidio—suspiró tan aliviado—. Llamé a Goten y me dijo que es verdad, el estado de mi hermano ha mejorado mucho en estos meses.

     —Me alegro, ustedes por fin serán una familia feliz...—abrazó al más alto—. Sólo merecen felicidad.

     —Gracias, pequeño…

     —¡No me digas pequeño!—se removió entre sus brazos—. Ya tengo catorce años.

     —Es verdad, perdón. A veces olvido que ya creciste dos centímetros desde que comenzamos a salir…

     —¡Raditz!—se quejó. El mayor sólo lo levantó y lo colocó sobre el colchón, mientras comenzaba a reír.

     —Ya, era broma—lo acurrucó contra su pecho—. Te amo tanto, Tarble. De verdad no quiero separarme de ti nunca.

     —Yo también te amo, Rad…

     —Pequeño—besó sus labios—. Te amo tanto.

     Aquellos besos que se daban encendían cada uno de sus sentidos. Y no era novedad, en su tiempo de noviazgo aquellos besos inocentes habían pasado a ser más intensos e incluso pasionales, donde sus cuerpos reaccionaban con cada roce de sus manos en las espaldas del contrario.

     —Espera—se detuvo, tomó aire y unió su frente con la del menor. Su piel se estaba perlando de sudor, sus mejillas estaban rojas y ni hablar del bulto que comenzaba a marcarse en su pantalón.

     —Rad—llevó una mano a su frente, él también estaba en un estado similar, sus mejillas rojas le daban un toque de inocencia.

     Pero el mayor seguía estático. Él estaba deseoso, no del acto carnal, sino de entregarle su alma al más bajo. Pero, ¿y si lo lastimaba? O peor aún, ¿y si el menor no quería y él estaba al borde de la excitación y del placer?

     —Rad—llamó nuevamente—. Quiero hacerlo.

     —¿Qué dijiste?—tragó saliva, sintiendo los cabellos en su nuca erizarse.

     —Por favor...—sonrió—. En serio quiero entregarme a ti…

     —¿Estás seguro?

     —Raditz, sí…

     —Pequeño—tragó saliva—. Estás consciente de que una vez que empecemos me será más difícil detenerme, ¿verdad?

     —Rad...—lo tomó de su cabellera y lo besó—. Por favor, quiero hacerlo.

     El más alto asintió débilmente. Sintiéndose completamente vulnerable y nervioso. Tomó las piernas del menor, separándolas y colocándose en medio de ellas. Sonrió, y comenzó a formar un sendero de besos en el cuerpo del menor.

     Besos delicados, tiernos, llenos de cariño. Besos que podían encender sus sentidos pero también demostrarle su cariño y amor. En esos momentos, con la simple vista que tenía de él: con sus mejillas sonrojadas, su carita tierna y sus ojitos entrecerrados, su cuerpo ya quemaba de tanta excitación por ese privilegiado panorama que tenía.

     Empezó a desvestirlo, primero quitándole aquella playera del pijama. Besó su cuello, sus pectorales, lamió sus pezones y succionó con delicadeza. En ese momento estaba demostrándole una parte de él que el menor no conocía, en estos momentos los límites serían sobrepasados.

     Dejó un par de mordidas en su pecho, consiguiendo sonoros suspiros por parte del más bajo. Aquellos suspiros con los que decía su nombre. Sonrió al ver la erección del menor, había conseguido excitarlo con aquellas caricias en los lugares exactos. Bajó el elástico de su pijama, hasta los tobillos, junto con la ropa interior, descubriendo su intimidad que aclamaba atención.

     —Tranquilo—dijo y besó sus labios rápidamente. Bajó nuevamente su rostro, esta vez a la altura de su cadera, comenzando a dar lengüetazos en su miembro.

     —Ah, Rad, no…

     —Relájate—dijo antes de meter aquella hombría en su boca.

     Las succiones y el movimiento de cabeza conseguían llegar a lo más alto en la excitación del menor. Tarble se removía entre sus brazos. En momentos como ese deseaba que no hubiera alguna clase de interrupción, de verdad necesitaba estar a solas con él esa noche, ya no podía resistir.

     —¡Ah!—gimió sonoramente mientras se corría en la boca del mayor. Raditz bebió aquella esencia gustoso y buscó la mirada del menor. ¿Acaso aquel orgasmo había sido lo suficientemente intenso como para que ahora estuviera casi llorando, sufriendo espasmos en todo su cuerpo?

     —Pequeño...—se recostó a su lado y llevó su mano a su boca, humedeció sus dígitos y los llevó a su entrada, comenzando a prepararlo.

     A pesar de su mayoría de edad era inexperto en el tema. Siempre fue vigilado por Bardock, por lo que las estupideces de adolescente con las hormonas alborotadas jamás sucedieron. Además, cuando conoció a Tarble sintió esa extraña conexión, por lo que si bien se sintió interesado en alguien esa atracción desaparecía rápidamente. Su corazón se había reservado para estar con el menor.

     —Creo que ya está bien...—dijo sacando sus dedos de su interior. Con cuidado se posicionó y desabrochó su pantalón, lo bajó un poco junto con la ropa interior, sólo hasta los muslos y empezó a penetrarlo.

     —Raditz, te amo...—murmuró. El más alto se detuvo, miró los ojos del menor y sonrió con una dicha inexplicable.

     —Yo también te amo pequeño—besó sus labios—. Te amo tanto…

     Continuó avanzando, adentrándose centímetro a centímetro, estando cada vez más cerca. Su pelvis chocó con el trasero del menor, se quedó quieto e inclinó su torso hacia adelante para volver a besarlo. Ese pequeño era su persona favorita, a quien cada día quería más, era como un angelito con una sonrisa preciosa que podía aliviar en él todos sus malestares.

     Ese chico con el que seguía soñando todos los días, y ahora lo veía estremeciéndose entre sus brazos por el placer del que era causante. Ese pequeño que conoció por su amistad con su hermano, y que ahora se había convertido en amor.

     —Comenzaré a moverme—avisó con un susurro en su oído.

     El vaivén dio inicio, y junto con él en la habitación resonaron los gemidos de placer del menor. Con cadaestocada se podía oír un gran suspiro o gemido ahogado. La velocidad de sus movimientos aumentó, llegando al compás perfecto que enloquecía al menor.

     El mayor también estaba agitado, se sentía en el paraíso al estar en su interior cálido y apretado. Cerró sus ojos y se sostuvo firmemente del colchón, para poder incrementar un poco más la velocidad. Se sentía tan bien poder entregarse así a la persona que amaba.

     Con Tarble las cosas habían fluido de maravilla, en ese tiempo, poco más de un año, no habían tenido problemas. Y las inseguridades que tenía por el miedo a ser abandonado por el menor ahora eran aliviadas por la forma en que sus cuerpos se estaban entregando. Ahora, después de tanto tiempo juntos, sabían con seguridad que eran el uno para el otro.

     —Ah, Rad… No… no puedo más...—su pecho subía y bajaba, no podía resistirlo, todo el placer en su cuerpo era demasiado. Ni siquiera fue capaz de acercarse para poder besarlo nuevamente, se sentía tan agotado.

     —Pequeño, te amo…

     —¡Ah!—gimió al sentir la mano del mayor acariciando su entrepierna—. ¡Ahhh!

     Aquel sonoro gemido resonó en la habitación, el menor había llegado a su límite, manchando la mano de Raditz con su esencia. El de cabellera larga sonrió y besó su mejilla, para continuar moviéndose un par de veces más, consiguiendo así también su propio orgasmo.

     —¡Ah! Rad...—se estremeció por aquel líquido caliente llenando su interior.

     —Tranquilo—con cuidado salió de él, observando pícaramente cómo salía su semen de su entrada.

     —Te amo, Rad—soltó una risita mientras cerraba los ojos—. Te amo mucho…

     —¿Tarble?—lo removió un poco, pero ya no estaba consciente, había caído dormido tras aquella intensa experiencia.

     —Resistió demasiado—sonrió con ternura que las últimas palabras que le había dicho habían sido para decirle lo mucho que lo quería—. Yo también te amo, pequeño—susurró. Se acurrucó a su lado, se cubrió con las sábanas y lo abrazó con cariño. Un cariño tan fuerte que no podía ser descrito.

 

***

 

—Goku, ¿no me dirás todavía por qué quieres que hablemos con la familia de Vegeta?—preguntó Bardock mientras se estacionaba en la calle, frente a la residencia Saiyan.

     —Es algo que debo hablarlo con todos juntos, algo delicado...—apretó contra su pecho la mochila que llevaba—. Sólo quiero que confíes en mí, papá—volteó a ver al hombre—, todo lo que les diré es verdad… ¿Prometes creerme?

     —Te creeré, hijo—acarició su cabello—. Sea lo que sea que dirás, creeré en ti.

     —Bien—soltó aire—. Es hora, no tarda en llegar…

     Sin dejarle oportunidad a su padre para preguntar quién era aquella persona bajó del auto. Se sentía inseguro, tenía la papelería que confirmaba lo que revelaría, pero de todos modos sentía que no era suficiente. Se trataba de un tema demasiado delicado que, a pesar de que sería un gran alivio para todos, el no poder explicarlo con claridad se tornaría en contra, haciéndolo parecer una broma de mal gusto.

     —Goku, hola—abrió la puerta y lo dejó pasar, metros atrás venía también Bardock—. ¿Por qué dijiste que era importante que estuviéramos todos?

     —Tenía que hablar algo con ustedes—caminó hacia la sala y se sentó en el sofá individual, que estaba frente al sillón donde todos se sentaron, incluido Raditz “quien había llegado tan temprano esa mañana que ni el señor Saiyan se había dado cuenta”.

     —¿Hablar de qué, chiquillo? No puedo faltar de esta manera al trabajo, espero tengas una buena razón para desperdiciar mi tiempo.

     —Sí, la hay, señor—soltó aire y volvió a abrazar la mochila, tratando de encontrar la fuerza y el valor—. Verán, hace un par de meses yo intente suicidarme saltando del puente Wiss y…

     —¡¿Qué tú qué, Kakarotto?!—reclamó su padre, al parecer no enterado de lo que había tratado de hacer.

     —Un chico lo evitó—tragó saliva, intentando ignorar la mirada furiosa de su papá—. Regresé demasiado feliz porque creí que ese chico era Vegeta, su parecido era demasiado. No lo volví a ver sino hasta que entré en la preparatoria. Fue mi compañero de cuarto.

     —Niño, no sé a dónde quieres llegar con esto. No me importa si es alguien que se parece a mi hijo, deja de…

     —¡Se trata de Vegeta!—sus ojos se llenaron de lágrimas, veía con desesperación al hombre—. Por favor, escúcheme. No le miento, se trata de él. Tiene su voz, su rostro, su cabello…

     —Hijo.

     —¡Prometiste creerme, papá!—miró a su padre, después volvió a ver al hombre de barba—. Señor, yo no hago esto para abrir nuevamente la herida. De verdad, no miento—sacó de su mochila un folder con hojas, los papeles originales del proyecto, así como también las fotografías de su viaje al cementerio.

     —¿Esta es… la tumba de mi hijo?—miró con casi terror al menor de los Son—. ¿Acaso… acaso profanaste su tumba?

     —Mire bien las fotos, por favor—bajó la mirada y tomó aire, apretó entre sus dedos la tela de su mochila—. Me fugué de la escuela, estaba desesperado por saber si era o no Vegeta. Ese chico tenía pesadillas en las que nombraba a Tarble y le pedía que huyera, y en sus sueños él era...—omitió aquella palabra, pero fue fácilmente entendido por todos—. Para descartar esa posibilidad fui a su tumba y yo mismo verifiqué si Vegeta estaba ahí—sonrió de medio lado—. Era obvio que tanta coincidencia no era posible, Vegeta no estaba ahí. Vegeta era el chico con el que había estado compartiendo habitación, sólo que con un caso de amnesia.

     —Goku, tú… ¿de verdad no estaba ahí?—el pequeño Saiyan miró las fotos impresas, la caja se veía vacía a pesar de la oscuridad.

     —No, Vegeta no estaba ahí—mordió su labio inferior—. Conocí a Trunks Brief, el heredero de la Corporación Cápsula. Él es muy inteligente y me estuvo asesorando desde que había conocido a “Gotenks”, o la identidad que Vegeta se había formado. Dijo que la amnesia era disosciativa, o sea que seleccionó qué recuerdos permanecían y cuáles no, como modo de salvarse de sí mismo en su depresión—miró de reojo al hombre, todavía atónito de lo que estaba diciendo—. Eso incluía todo lo relacionado a la violación, por ende a su familia también.

     —¿Qué? ¿Pero por qué si…?

     —Fueron parte de su depresión, él… olvidó su vida para comenzar una nueva. Es por eso que conocía muchos lugares de la ciudad, pero no cómo los conoció—suspiró—. Estas hojas hablan del Proyecto Mariposa, experimentaron con Vegeta. Por eso no nos dejaron verlo en el hospital cuando dijeron que murió, se lo llevaron y lo hicieron olvidar todo—sus ojos se llenaron de lágrimas—. Curaron sus heridas, curaron sus cicatrices, le dieron una nueva vida…  Y a nosotros nos hicieron creer que ya nunca más lo veríamos.

     —Mocoso, ¿por qué vienes a…?—las lágrimas se acumularon en el rostro del adulto—. ¿Por qué vienes a decirnos esto?

     —Señor, entiendo que no quiera creerme. Pero Vegeta está con vida. Hace un par de meses yo le dije todo y pudo recordar, pero él—tomó su cabello—, él me dijo que quería tiempo, y dejamos de hablar.

     —Kakarotto…

     —Y ayer, al ser el último día que nos veríamos en la escuela, me dijo que vendría hoy a las diez de la mañana para volver con ustedes y explicarles todo lo que pasó—empezó a sollozar—. De verdad va a volver….

     —¿A las diez, dices?—el hombre se veía alterado, el oír cosas así acerca de su hijo al parecer le afectaba demasiado, como si una última desilusión más le pudiera romper el corazón—. Bien. Entonces, si mi hijo fallecido aparece mágicamente aquí a esa hora, te creeré. Si no, no quiero verte de nuevo aquí, mocoso—decretó.

     Y era comprensible. El hecho de que perdió a su esposa, y viviera engañado creyendo que su hijo falleció, le había dolido en lo más profundo de su ser. Y el darle una esperanza de que estaba con vida y que volvería, si no se cumplía, sólo lo dañaría más.

     Ahora todos estaban sentados, en un silencio profundo, esperando que llegara la ansiada hora. Goku simplemente deseaba que Vegeta no se arrepintiera en el último momento, de lo contrario su familia no lo resistiría.

 

***

 

—Vegeta, ¿no piensas empacar?—preguntó la mujer peliazul asomándose por la puerta.

     —Es sólo que… todas mis cosas me las dieron aquí, y posiblemente tengan un chico de mi edad a futuro, que le servirá esta ropa.

     —¿Es por eso que te pusiste el conjunto que traías cuando llegaste por primera vez?—se sentó a su lado en la orilla de la cama.

     —Sí. Sólo me llevaré los libros. Los cuadernos los dejaré, arranqué las hojas que usé, no fueron muchas. En casa recuerdo haber escondido dinero debajo de un cajón, de ahí compraré útiles nuevos—miró a la peliazul—. Bueno, supongo que es hora.

     —Vegeta, no te noto muy convencido. ¿Qué ocurre?

     —La última vez que mi padre y yo nos vimos, habíamos discutido—soltó un largo suspiro—. Yo al menos lo olvidé, pero él creyó por mucho que morí y no pudo disculparse. Lo conozco, sé que se ha sentido culpable todo este tiempo.

     —Ya, ya...—lo abrazó—. Vegeta, todo se arreglará. Sé que te será difícil reintegrarte después de mucho, pero recuerda que ellos te aman y tú también a ellos—besó su cabeza—. Vegeta, todo estará bien.

     —Gracias—cerró los ojos—. En serio, les agradezco por todo.

     Luego de ese abrazo ambos bajaron a la planta principal, salieron al estacionamiento y tomaron uno de los coches, así la mujer pudo llevar al menor hacia su destino: su hogar. 

     O, como prefería verlo Vegeta: su casa. Aquella vivienda había dejado de ser un hogar desde lo ocurrido, la calidez del espacio se había consumido y ahora era un lugar frío, sin felicidad. O al menos así la recordaba, era un lugar en el que no quería estar, era un refugio inseguro, donde no se sentía bien. Aquel amor que se sentía en el aire había desaparecido y se convirtió en un lugar más dónde estar.

     Y su madre se había esforzado mucho por volverlo cálido de nuevo, pero simplemente le era imposible a ella sola: la tragedia había manchado a la familia y ella se sentía cada vez más incapaz de conseguirlo, hasta que dejó de insistir y la calidez se esfumó por completo.

     —Debí apoyarla…

     —¿Dijiste algo, Vegeta?—preguntó al oír murmurar al joven.

     —No, nada. Sólo pensaba en voz alta—miró a su alrededor—. Mi casa es la de color verde grisáceo.

     —Bien—frenó el auto—. Me imagino que quieres ir solo.

     —Por ahora es lo mejor...—sonrió y miró a la mujer con ternura—. Muchas gracias, señorita Bulma. Gracias por todo.

     —Ya...—tomó sus manos, la mujer tenía un brillo en los ojos, como si fuera a llorar en cualquier momento—. Mucha suerte, Vegeta. Sé feliz con tu familia…

 

***

 

Se sentía demasiado incómodo, con su padre y el señor Saiyan hablando en la cocina a solas, y con Raditz y Tarble en la sala abrazados con cariño. Estaba inmóvil en su lugar, completamente nervioso. Ya habían pasado diecinueve minutos y Vegeta no llegaba, por lo que la discusión de aquellos hombres en la cocina se debía, seguramente, a él.

     Vegeta tal vez desistió en el último minuto.

     O tal vez no.

     El Vegeta que conoció hace casi un año y medio tal vez lo haría, tal vez tendría miedo de comenzar en el mismo lugar donde sucedieron sus peores momentos, donde fue levemente rechazado pero que le dolía más que por parte de cualquier otra persona. Ese Vegeta que había buscado refugio en él por ser la persona que más insistió y que apoyó con sinceridad. Ese Vegeta tal vez no volvería, tal vez empezaría de cero en cualquier otro lugar.

     Pero el Vegeta de ahora, podría decirse que el auténtico, aquel que no sufría estragos por la violación porque por fin la había superado, ese Vegeta que tenía la actitud original, esa que tendría si no hubiera ocurrido la tragedia… Ese Vegeta era firme en decisiones, era fuerte y aceptaría iniciar donde había dejado las cosas, retomaría su vida pero esta vez con más valor que antes.

     Sonrió de medio lado al pensar que ese mes que estuvieron juntos cuando se conocieron, eso era lo que deseó: que Vegeta pudiera estar bien y perdiera todos sus temores. Escuchó el sonido de la puerta ser golpeada, así que se puso de pie velozmente y fue a abrir.

     Ahí estaba, el chico que tanto amaba. Vegeta, tan apuesto como siempre, con esa mirada que lo cautivaba y con esa expresión que lo hacía suspirar, vistiendo de blanco y resaltando sus bellos ojos negros.

     —Vegeta...—sonrió.

     —Lamento llegar tarde—se asomó un poco detrás del mayor—. ¿Cómo lo tomaron?

     —No me creyeron—le sonrió tiernamente—. Te ves como un ángel.

     —¿Qué?—arqueó una ceja, el mayor se sonrojó un poco y bajó la mirada.

     —Nada, olvídalo—se hizo a un lado—. Bienvenido a casa, Vegeta.

     —Gracias, Kakarotto—entró despacio. Goku cerró la puerta y así, ambos juntos, caminaron a la sala—. Hola—saludó en voz alta. 

     Inmediatamente ambos adolescentes levantaron la mirada, el oír aquella voz tan familiar que habían extrañado por tanto… 

      —¿Ve… Vegeta?—el menor de los Saiyan se quedó paralizado, sus ojitos se llenaron de lágrimas y se veía muy sorprendido.

     —Tarble, volví.

     —¡Vegeta!—se paró y corrió hacia él, para abrazarlo con fuerza. Por el impacto inesperado ambos cayeron al suelo. El menor se aferraba fuertemente al cuerpo del mayor, como si no quisiera dejarlo ir. No otra vez.

     —¿Tarble, qué pas…?—el adulto había llegado a la sala y se quedó anonadado.

     Su hijo menor abrazando a Vegeta. Una escena que hace años no veía, desde que ellos eran infantes, y ahora estaba frente a él. Una vez más tenía a su hijo, aquel que le habían dicho que murió, ese que por mucho creyó que enterró y que jamás volvería a ver. Ahora estaba ahí, frente a él. Parecía un sueño.

     —Vegeta...—se acercó a pasos torpes, arrodillándose a un lado de él, viendo cómo Tarble lloraba en su pecho mientras Vegeta ¿sonreía? Sí, sonreía con ternura—, ¿de verdad eres tú?—el hombre sollozaba, alzó su mano y tocó la cabellera bicolor del menor.

     —Sí, papá...—le dedicó una sonrisa de medio lado, esa orgullosa pero alegre que mostraba cuando tenía doce años—. Soy yo—miró a su hermanito, quien alzó su mirada para verlo—. Y esta vez no me iré…

     —Hijo—abrazó al menor con fuerza, soltando al fin el llanto que por tanto había contenido—. Perdón, perdóname por todo lo que pasó, lo que te dije, por no apoyarte…

     —Papá—interrumpió—. No te atormentes, ya todo está en el pasado. 

     —Vegeta...—reforzó su agarre.

     Goku sonrió ante la escena, sintiendo la emoción del momento. Miró a Raditz, él también se veía emocionado por volver a ver a su mejor amigo. Sonrió y bajó la mirada. Todo terminaba como comenzó, la tragedia sucedió con él y su familia, y al parecer ahora finalizaba así. El Son sólo había estado en el punto intermedio, y ahora era excluido de su felicidad. Miró una última vez aquel bello momento y se alejó silenciosamente.

     —Hijo—llamó su padre—. ¿No vas a quedarte?—su voz estaba quebrada, a él también le había provocado un choque de sentimientos ver lo sucedido.

     —No, papá. Iré a casa—miró en dirección a la sala—. Esa felicidad es suya, siento que yo no encajo aquí.

     —Entonces te llevaré de regreso—besó su cabeza y lo abrazó—. Kakarotto, hiciste muy bien al reunir a la familia.

     —No es nada…

     —Vamos a casa, pequeño. Me adelantaré a encender el auto.

     El hombre salió de la casa. Goku miró una vez más el cuadro familiar de los Saiyan. Una vez más podía ver la sonrisa de aquel pequeño niño, ahora Vegeta volvía a ser feliz y sonreír. Se le quedó viendo, otra vez tenían a aquel infante. Retomarían la historia que quedó inconclusa.

     Soltó un suspiro y salió de la casa. Le sonrió a su padre y caminó al auto. Pero tan sólo avanzó dos metros la puerta de la casa fue abierta, el de cabello bicolor salió.

     —¿No te quedarás a almorzar?—preguntó acercándose al más alto. Goku negó lentamente con la cabeza.

     —Creo que este momento familiar es privado. Sólo ustedes.

     —Si dejé que el asaltacunas se quedara, creo que sería bueno que ustedes también nos acompañen. Tu padre apoyó al mío en mi ausencia y tú…

     —Vegeta, no estaré si no lo quieres—miró al cielo—. Sólo quiero tu felicidad—volvió a ver al más bajo—. Suerte en tu nueva vida.

     —Etto...—desvió la mirada—. Gracias, Kakarotto. Que tengas linda tarde.

     —Igualmente—alzó su mano, el menor lo vio confundido. Después entendió, la estrechó y con eso se despidieron.

     Goku no corrió a abrazarlo esta vez, en esta ocasión no hubo un beso en la frente como adiós. Ahora sólo se daban un apretón de manos, como si fueran desconocidos.

     El menor entró nuevamente. Goku ahí se permitió respirar hondo para evitar soltar el llanto. Oficialmente ya no era parte de la vida de Vegeta.

     Regresó al auto y subió despacio, se colocó el cinturón de seguridad y abrazó su mochila. El hombre lo miró unos segundos, no le quitó la vista de encima.

     —Hijo, ¿estás bien?

     —Vegeta y yo…  Creo que se acabó para siempre—sonrió y dejó correr sus lágrimas—. Está bien, digo, sólo quiero su felicidad.

     —Kakarotto, por mucho pensé que tú eras su felicidad...—dijo su padre acariciando su cabello.

     —Te juro que yo también pensé lo mismo—volteó a verlo—. Pero me equivoqué—empezó  reír, mientras su expresión se volvía más triste—. Él me lo dijo, él puede vivir sin mí.

     —Hijo…

     —Papá, por favor, vamos a casa. Quiero sacar mis cosas de la maleta—tomó aire—. De verdad sólo necesito un poco de tiempo, yo también podré vivir sin él.

     —Entiendo.

     Dejó de insistir y condujo hasta su hogar. El trayecto fue silencioso, pero sabía que su hijo era lo que necesitaba. No se molestó en encender la radio para que el menor pudiera pensar con claridad. Llegó y aparcó frente a la cochera, se sorprendió al ver a un muchacho sentado en el escaloncito frente a la puerta principal.

     —Kakarotto, ¿ese es amigo tuyo?—Goku salió de sus pensamientos y volteó a ver, sonrió y bajó rápidamente del auto.

     —Vegetto, ¿qué haces aquí?—el más bajo se puso de pie y se sacudió el polvo.

     —Quería hablar contigo de algo—lo inspeccionó—. ¿Puedo pasar?

     —Ah, claro—sacó de su bolsillo las llaves y abrió—. Papá, estaremos en mi habitación—le avisó al hombre antes de que ambos subieran.

     —Vaya, realmente se ve muy normal este lugar como para ser donde vivía un chico con depresión—miró todos los posters, así como también algunos trofeos y medallas en repisas—. Entonces lo de ser deportistas viene de familia.

     —Sí, yo preferí artes marciales, mi hermano box. Y Goten disfruta todo por igual...—se sentó en la orilla de la cama al ver que Vegetto se sentó sobre su mesa para tareas—. Vegetto, ¿a qué viniste?

     —Vegeta me contó cómo perdió la memoria, ya lo hablé con Trunks y concordamos en nuestra teoría.

     —¿Sigues hablando con Trunks? Creí que no se agradaban—soltó una risita.

     —No, pero trabajaré para él en las vacaciones—frunció el ceño—. Descubrió que me colé en la base de datos de la Corporación y dijo que llamaría a la policía si no accedía a ayudarlo en la empresa.

     —Me alegra que hayan llegado a un acuerdo—se tornó un poco más serio—. ¿Cómo fue que perdió la memoria?

     —Verás, Vegeta me contó que lo hicieron ver un video, cuyas imágenes y audio eran inusuales. ¿Sabes? Las ondas en una frecuencia exacta, y usando las ilustraciones precisas pueden  hacer que el cerebro entre en un estado de estrés extremo—sonrió de medio lado—. Ante el estrés y la tensión se logra la perturbación de la mente, eso ligado al reciente trauma psicológico desató la fuga disosciativa. A lo que quiero llegar es que si él no hubiera superado ya lo que le pasó, en estos momentos todavía sería propenso a una amnesia.

     —Entonces me alegro por eso—sonrió también—. Ahora es fuerte.

     —Eso no es todo lo que tenía que decir. Mira, lo estuvimos considerando seriamente y creemos conveniente no dar aviso a la policía de lo ocurrido—se colocó en una pose pensativa—. Nos metimos en la base de datos, el registro de defunción. El grupo de Pilaf, a pesar de que hicieron a la familia llenar el formulario, no lo entregaron. Se podría decir que no hay registro que diga que Vegeta murió en algún momento. Sólo la palabra que la familia dio, nada más.

     —Entonces puede hacer su vida normal.

     —Exacto. Se lo dije anoche que le llamé, ahora todo será como antes—se tornó un poco más serio—. Goku, ¿no han hecho las paces?

     —Terminamos bien, pero… ya no soy parte de su vida—suspiró—. Se acabó.

     —¿Vegeta no se reconcilió contigo?—el más alto negó con la cabeza—. ¡Hmph! Ese imbécil de Vegeta…

     —Está bien. Debió tener sus razones para hacerlo.

     —Como sea—bajó de un brinco—. Ese idiota sólo se la pasa creando malos entendidos.

     —¿Malos entendidos?—repitió.

     —Goku, no vine sólo a hablar de Vegeta. Quería invitarte para que vayamos al aeropuerto. Gojita y Broly ya casi llegan—el Son sonrió enormemente.

     —¿Tu hermano ya volverá?

     —Sí. Me dijo que huyó de casa, para evitar que mamá lo detuviera antes de abordar. Dejó una nota, posiblemente ella apenas la esté leyendo. Pff, como diez horas tarde.

     —¿Broly también se transfirió?

     —Sí, esos dos deben estar juntos.

     —Como tú y Gogeta.

     —¿Eh?—lo miró, después sonrió—. Supongo que sí.

     —Te acompañaré, sólo dejame avisarle a mi papá—ambos bajaron a la cocina, donde el hombre cocinaba—. Papá, iré con Vegetto a recoger a su hermano.

     —¿A dónde?—preguntó con los brazos cruzados.

     —El aeropuerto—el menor respondió, Bardock miró con un poco de molestia al castaño—. Señor Son, descuide, estaremos bien.

     —Sólo no llegues tarde—el menor asintió con una sonrisa y salieron juntos. El hombre también se permitió sonreír, el ver a su hijo alegre era lo que por meses había deseado. Y ahora nuevamente lo podía ver así.

 

—¿Pediremos un taxi?—le preguntó al castaño.

     —Nah, Gogeta está en la calle próxima, él nos llevará—comenzaron a caminar por la banqueta—. Gojita dormirá conmigo, Gogeta en la habitación que papá le rentaba y Broly en la otra habitación.

     —¿Tu papá sabe que tú y Gogeta…?

     —Sabe que me gustaba, pero no que comenzamos a salir. Él siempre supuso que Gogeta me rechazó en todo momento.

     —¿Se lo dirás?

     —Tengo qué—metió sus manos en sus bolsillos—.  No quiero ocultarle cosas.

     —¿Crees que se lo tome bien?

     —Mientras no se entere de todas las veces que hicimos el amor, no tiene por qué enojarse—llegaron hasta la camioneta roja, se sentaron en la parte de atrás.

     —Hola, Goku—saludó el pelirrojo—. ¿Cómo les fue?

     —Bien, aunque terminamos—sonrió—. Su familia estaba muy feliz de verlo de nuevo.

     —¿Terminaron?—preguntó volteando a verlo—. Creí que ustedes…

     —Te dije que Vegeta se estaba portando como un idiota—interrumpió el castaño—. Vámonos, ya casi aterriza el avión de Gojita.

     —De acuerdo…

     El pelirrojo condujo sin preguntar nada más, mientras los dos menores charlaban en los asientos traseros. Se quedó un poco pensativo, ¿de verdad había acabado así su relación, esa que era envidiable por su perfección? Recordó inconscientemente su adolescencia, Vegeta lo había cortado de una manera similar, alejándolo para siempre. Pero, ¿entonces qué pasó con lo que le dijo aquella tarde cuando lo besó en…?

     —Gogeta, bajaremos aquí, estaciona el auto—avisó el menor ante el tráfico. Los chicos bajaron y caminaron hasta el interior, donde se encontraban personas de todos lados del mundo—. Sólo queda esperar.

     —Vegetto, ¿crees que tarde mucho?

     —Nah, como veinte minutos—se sentaron en unos lugares disponibles. Siguieron charlando unos minutos más acerca de todas las cosas que habían pasado juntos, como la competencia del videojuego.

     —Chicos, ¿aún no llegan?—preguntó el de ojos azules llegando—. Estacioné la camioneta en un parquímetro cercano, el estacionamiento estaba lleno.

     —Acaba de aterrizar—señaló una esquina lejana—. Están saliendo las personas.

     Se pusieron de pie y se acercaron un poco, tratando de visualizar al hermano del castaño. La gente que había en ese lugar era demasiada, algunos corrían, otros iban despacio, había también niños llorando.

     —¡Vegetto!—escuchó su nombre antes de ser tacleado. Sonrió al identificar a la persona, correspondió ese extraño abrazo en el suelo.

     —Chicos, obstruyen el paso, levántense—pidió el adulto—. ¿Dónde está Broly?

     —Trae las maletas.

     El Son y Gogeta buscaron con la mirada al de piel bronceada. Broly cargaba difícilmente las valijas. Fueron rápidamente a ayudarle, sin poder culpar el comportamiento de Gojita. Tanto Vegetto como su hermano habían pasado tanto tiempo distanciados que era una gran bendición su reencuentro.

     —Broly, ¿cómo estuvo su vuelo?—preguntó el mayor. 

     —Bien, aunque Gojita estaba ansioso por llegar—bostezó—. Estamos cansados, no dormimos bien.

     —Entiendo—se acercaron a los jóvenes que seguían en el suelo, Gogeta dio pequeñas pataditas en sus cuerpos—. Niños, ya levántense. 

     —Amargado—dijo el rubio poniéndose de pie. Le extendió su mano al castaño para ayudarlo a levantarse.

     —Le quitas lo divertido a la vida—mencionó el de pendientes.

     —Sí, ya sé que soy el villano. Pero ya vámonos, los llevaré a comer—miró al Son—. Goku después te llevaré a casa.

     —Sí, está bien—rio nerviosamente—. No te preocupes por eso—miró a los mellizos y sonrió sinceramente—. Lo cierto es que disfruto estar con ustedes.

 

***

 

—Goku, tengo que salir—avisó el hombre colocándose una chaqueta—. El idiota de tu hermano también está afuera y volverá tarde. Si sales cierra con llave—besó la frente de su hijo.

     —Sí, está bien—respondió con una sonrisa—. Ten cuidado.

     Bardock se fue, dejando completamente solo al menor. Goku observó la puerta cerrada unos segundos, sintiendo la casa en un completo silencio. Suspiró y se fue a sentar en el sillón. Encendió el televisor y cambió varios canales, sin encontrar nada agradable. 

     —Me pregunto qué está haciendo Vegeta en estos momentos, ya han pasado seis días y no sé absolutamente nada de él.

     Se recostó y siguió cambiando canales, aburriéndose cada vez más por la escasa programación y los múltiples canales de compras que había. Su teléfono sonó, lo tomó con pereza.

     —¡Es un mensaje de Vegeta!—se incorporó velozmente y lo abrió.

 

Vegeta: Ven a mi casa.

 

Tragó saliva al leer esas cuatro palabras. Mordió su labio inferior y después apagó el televisor. Colocó su teléfono sobre un cojín a su lado. ¿Era correcto ir? Es decir, ¿no sería malo después de todo lo que pelaron y discutieron? 

     Buscó su cartera y las llaves de la casa y salió en dirección a la residencia Saiyan. Una última vez, es lo único que pedía, una última vez que lo viera, sólo quería eso para darle el adiós para siempre y desaparecer de su vida, tomar un rumbo completamente diferente.

     Era curioso que, aunque todavía lo amara con locura, había aprendido a vivir sin él. Sólo quería la felicidad del otro pelinegro, con o sin él. Alzó la mirada, viéndose cada vez más cerca de su objetivo. Sacó su teléfono y miró la hora. 

     Sonrió al ver su fondo de pantalla: era una fotografía de los mellizos disfrazados de superhéroes con sábanas y ropa desordenada, más atrás Broly cubierto con una manta verde que lo hacía parecer una bestia dormida, y Gogeta trataba de desatarse luego de que los hermanos lo amarraran por ser “el cruel villano”. Aquella tarde que los recogieron del aeropuerto fueron a comer y después a la casa de Vegetto y Gojita.

     El señor Saiji había sido muy amable con todos, y le tocó presenciar las amenazas que le dio a Gogeta cuando le confesó su relación con Vegetto. Claro que después admitió que creía que Vegetto no podría encontrar a alguien mejor. Las cosas habían terminado demasiado bien. Así que para cerrar ese día los menores hicieron una pijamada, donde también participó. Y sin saber cómo terminaron jugando a los superhéroes.

     —Etto, Vegeta. Ya llegué—avisó en voz alta al estar frente a la puerta. Nadie contestó—. ¿Hola?—giró la perilla y se encontró con que no había seguro—. Voy a entrar—avisó sin saber si alguien lo escuchaba. Cerró con seguro tras sí, creyendo que alguien más podría entrar, y subió a la habitación que recordaba era la de Vegeta.

     Tocó con su puño dos veces, una vez más sólo obtuvo silencio. Entró y sintió nostalgia al recordar las veces que habían dormido juntos. Y que la última vez que estuvo ahí fue para robar su caja de objetos personales y secretos donde recordaba a Gogeta.

     —Kakarotto—pronunció el menor saliendo del baño, tenía una toalla amarrada en el cabello.

     —Vegeta—se sobresaltó un poco—. Perdón, la puerta estaba abierta y...

     —Está bien, esa era la idea—se recargó contra la puerta del baño—. ¿No piensas sentarte?

     —¿Eh? Claro—se sentó en la orilla de la cama—. Vegeta, ¿por qué me pediste que viniera?

     —Quería mostrarte algo—se quitó aquella toalla blanca de la cabeza.

     —¿Pintaste tu cabello de negro?—sonrió—. Te ves… te ves muy bien…

     —Ahora todo es como antes—comenzó a deslizarse hasta el suelo, se sentó y apoyó su mano en su pierna flexionada.

     —Antes del incidente, supongo.

     —No exactamente—miró al techo—. No te he dado la oportunidad de explicarme apropiadamente algunas cosas, así como yo tampoco te he contado toda la verdad.

     —¿Me dejarás explicarte?—preguntó sorprendido.

     —Sí—miró al Son—. Sólo quisiera exponer yo primero mis razones.

     —¿Eh? Sí, claro. Hazlo, Vegeta.

     —Cuando tú y yo comenzamos a salir, no tenías ni la menor idea de otra cosa de mi vida aparte de lo que tenía escrito en el diario. Sólo supiste de Nappa, pero lo de Gogeta me esforcé por ocultarlo de todos—volvió a ver al techo—. De Nappa nadie supo, y de Gogeta menos.  Kakarotto, el día que pasó el incidente, yo iba a verlo. Gogeta y yo nos iríamos a unas pequeñas vacaciones en la playa para festejar nuestro aniversario.

     —Él me contó sobre eso…

     —Y la razón por la que terminé con él, no fue porque casi nos dejáramos llevar, sino porque era muy inseguro por mi situación. Ante el más mínimo toque sentía el dolor y volvían los recuerdos. Kakarotto, esa noche donde abusaron de mí yo pude haberlo soportado, estaba luchando por no enloquecer; pero cuando ellos dos...—prefirió suprimir aquellas palabras, aunque el más alto se imaginaba qué quería decir—, cuando ellos dos lo hicieron simplemente acabaron con todo el valor que me quedaba.

     —¿Tú luchaste?—el menor asintió.

     —Pude huir, pero Tarble salió a buscarme. Le dije que corriera, pero se tropezó y se lastimó. Un sujeto quería buscarlo, así que me sacrifiqué para que mi hermano huyera—sonrió vacíamente y cerró los ojos—. Dejé de ejercer fuerza y ya me fue imposible escapar.

     —¿Entonces tú…?—su rostro se veía demasiado sorprendido—. ¿Es por eso que tu hermano se culpa?

     —No. Él cree que yo no tenía escapatoria. Si le digo lo que hice por él jamás se lo perdonará—miró nuevamente al pelinegro—. Kakarotto, cuando te conocí no te acepté porque fueras la primera persona amable que se tomó la molestia en hablarme. Desde el primer momento sentí una conexión contigo.

     —Supongo que yo también, Vegeta—bajó al suelo, para estar más a la altura del menor—. Vegeta, la última vez que nos habíamos visto yo estaba con mi prima. Ella…

     —Entiendo. Confieso que pensé que era otra cosa. Ya sabes, cuando alguien está harto o con un dolor profundo sólo accede a empezar algo con otra persona…

     —No me harté de ti, quise irme para evitar decirte cosas más feas. Vegeta, me sentía insuficiente, como si lo que hiciera no bastara—mordió su labio inferior—. Cada vez que lo intentaba, fallaba para sacarte de esa depresión. 

     —¿Sabes que no era tu culpa, cierto?—el mayor no entendió—. Cuando tratas de ayudar a una persona con depresión, ese alguien debe estar dispuesto a hacerlo. Si no, no podrás hacerlo. Es por eso que Goten pudo ayudarte con facilidad, tú sí querías ser feliz nuevamente. A diferencia tuya, yo en ese entonces estaba arraigado al pasado.

     —Vegeta, ¿entonces no te hice feliz?

     —En ese entonces fui muy feliz contigo, pero mantenía todavía el pasado muy presente, tanto que me impedía disfrutar—miró al techo—. Kakarotto, en ese entonces lo eras todo para mí, tú me diste una luz pero no me atreví a tomarla.

     —Entiendo—con cada palabra que pronunciaba, el mayor se veía más aliviado, como si hubiera esperado tanto para ser perdonado.

     —Cuando te hice un oral, tú me llamaste Vegeta, a pesar de que creí que mi nombre era Gotenks—el mayor soltó una risita nerviosa—. En el fondo me alegra saber que nunca me viste como Gotenks, sino como Vegeta.

     —Siempre supe que eras tú, aunque me era difícil asegurarlo considerando que esas personas dijeron que tú habías muerto—empezó a jugar nerviosamente con sus dedos—. ¿Recuerdas a Uub? El chico que te dije que conocí en la escuela en la que antes estudiaba. Él me ayudó para fugarme de la escuela, después fui a donde se supone que te habían enterrado y abrí la tumba.

     —¿Qué?—se acercó un poco más—. ¿Pero y si…?

     —Si tú no estabas con vida, yo no hubiera resistido eso—sonrió—. Pero no me equivocaba, eras tú el que estuvo conmigo todo este tiempo. En la caja sólo estaba la papelería que te mostré.

     —Tengo entendido que cuando ya nadie reclama visitar una tumba, sacan la caja para dejar el espacio disponible a otra persona. Me imagino que como en cien años preveían que se enteraran del proyecto.

     —Pero ya sería tarde—el menor ladeó su cabeza—. Tus seres queridos habrían pensado que nunca pudieron despedirse.

     —Buen punto—se colocó en una pose más pensativa—. Kakarotto, hace poco fui con Gogeta a la playa. Nos fugamos de la escuela.

     —¿Q-qué?—se inclinó hacia adelante—. Pero…

     —Fuimos a donde debíamos haber ido hace tres años—cerró los ojos—. Verás, lo que pasó fue que…

 

^^^Flash Back^^^

—Ya voy—dijo la persona que estaba adentro de la habitación—. ¿Ve- Vegeta?—dijo el pelirrojo tan sólo abrió la puerta—. ¿Qué haces aquí a estas horas de la noche?

     —Gogeta, debo hablar contigo. Quiero que salgamos un fin de semana—pronunció con voz grave—. No aceptaré un no como respuesta.

     —Vegeta, ¿qué es lo que quieres?—suspiró—. ¿Crees que Vegetto se lo tomará bien?

     —No le dirás—cruzó sus brazos y cerró los ojos—. No me importa cómo lo hagas, pero saldremos el próximo fin de semana sólo tú y yo.

     —Vegeta, no pienso mentirle a…

     —No le mentirás—abrió los ojos—. Después hablaré yo con él, pero es importante que salgamos.

     —¿Viernes en la noche?—arqueó una ceja, el menor asintió—. ¿Estás consciente de que Vegetto tiene acceso a todos los aparatos electrónicos, verdad?

     —Es por eso que vine directamente.

     —Puede rastrear nuestros celulares y descubrir que estamos juntos, por eso no creo que…

     —Lo dejaré aquí en el campus si es necesario, así que vas a ir conmigo.

     —¿Y si me niego?

     —Goge, por favor...—soltó aire—. De verdad tenemos que salir.

     El adulto se quedó sorprendido, ¿acaso le había llamado Goge, el mismo nombre que usaba cuando eran novios? Tragó saliva, otra vez estaba viendo al Vegeta que conoció y del cual se enamoró: ese chico antes de su tragedia.

     —Está bien, iré contigo. Le diré a Vegetto que tengo una junta con una persona de otra escuela para arreglar una papelería de un alumno, y tú invéntale una mentira creíble o nos descubrirá.

     —Gracias, Gogeta—dijo antes de alejarse de su habitación.

 

***

 

El día tan inesperado llegó, así que el pelirrojo fue por su camioneta y salió de la escuela. Se sentía tan nervioso, nunca antes le había ocultado algo a Vegetto, siempre era muy abierto con él por la confianza que le tenía. Su castaño, a su vez, también le decía todo, como la vez que planeaba fugarse. Claro que lo desobedeció cuando le dijo que no se fuera; pero el menor aun así le hizo ver qué es lo que planeaba hacer, demostrándole la confianza que tenía.

     Y en estos momentos él le faltaba a su palabra, planeando reunirse con quien ahora es su exnovio. Se detuvo a un lado de la parada de autobús, ahí esperaba Vegeta pacientemente. El menor sólo subió y el pelirrojo siguió conduciendo.

    —¿Exactamente a dónde iremos, Vegeta?—preguntó sin quitar la vista del camino.

     —Al hotel “The sky”—el adulto volteó a verlo sorprendido—. Reservé todo un fin de semana.

     —P-pero…

     —Más adelante te explicaré todo—dijo para cortar la conversación.

     Luego de ese largo e incómodo viaje, ambos por fin llegaron al hotel. El pelirrojo se sentía demasiado nervioso, ¿qué es lo que Vegeta pretendía hacer al llevarlo al hotel donde habrían pasado su segundo aniversario hace tres años?

    —Disculpe, hicimos una reservación a nombre de Gogeta S.

    —Ah, claro. Una habitación—el menor negó con la cabeza.

     —Un departamento con dos habitaciones—la mujer se mostró apenada.

     —Perdone, pero envié un correo aclarando que sólo nos quedaba esa disponible.

    —Bah, la tomaremos—ella asintió apenada y le entregó la llave—. Gracias, señorita.

     —Vegeta, no creo que esto esté bien—mencionó el adulto cuando ya subían por el ascensor.

     —¿Trajiste traje de baño? Bajemos a la playa—ignoró el comentario. Llegaron a la habitación y el menor se dispuso a desempacar—. Vístete y bajemos.

     —Vegeta—agravó su voz.

     —Me adelantaré—dijo cambiándose velozmente en el baño.

     —Vegeta—volvió a llamar.

     Pero el menor sólo salió. El pelirrojo se quedó ahí, todavía dudando. Finalmente decidió acceder y se colocó unas bermudas que usaba cuando iba a la piscina. Cerró y bajó a buscar al menor. Lo vio cerca del mar, sentado en la arena. Sintió de nuevo ese choque de emociones, incluso le parecía ver a su Vegeta de 12 años, ese niño tan dulce y adorable. 

     Otra vez recordó lo mucho que se quisieron, el tiempo juntos y la forma tan dulce de amarse que tenían. Se le quedó viendo unos segundos, volviendo a su mente todo lo vivido. Llegó de pronto la imagen de Vegetto, su pequeño niño estrella: las veces que le ayudó a hacer la tarea, cuando le preparaba su delicioso postre de fresas, de cuando el niño mentía diciendo que tuvo pesadillas sólo para dormir a su lado.

     El pasado con Vegeta hace mucho había terminado, y ahora que estaba con Vegetto las cosas eran mucho mejor. Sí, su relación se basaba en contacto físico la mayoría del tiempo, aunque la verdad era que ambos se conocían perfectamente y sabían identificar todas las expresiones del contrario. Tomó valor y fue a sentarse a un lado del menor, sintiéndose más incómodo por la ausencia de personas en toda la playa.

     —¿Qué es lo que querías hablar, Vegeta?

     —¿Sabes? Este lugar es muy bonito, me hubiera gustado venir hace tres años—el mayor sintió un nudo en la garganta—. Siempre quise nadar en el mar.

     —Vegeta, ¿por qué…?

     —Goge, hubiera sido muy lindo, ¿no? Pasar nuestro aniversario aquí—volteó a verlo—. Muy bonito.

     —Vege…

     —No sé tú, pero—se inclinó hacia él—esta historia… aún no es tarde para acabarla…

     Y aprovechando la sorpresa del mayor, se acercó tanto hasta que pudo besarlo. El de ojos azules no podía creer lo que pasaba, ¿Vegeta lo besaba? ¿Acaso Vegeta quería retomar aquella historia que había dado fin cuando el menor quiso alejarlo?

     ¿Dónde estaban esas promesas sobre que si volvía a tener la oportunidad de estar con el menor las aprovecharía al máximo?, ¿en dónde quedaron los juramentos de que esta vez sí lucharía por salvar la relación? ¿A dónde fueron las ilusiones de insistir con esa historia inconclusa?

     Todos esos deseos al fin serían terminados. Volvió a tener presente la imagen de Vegetto, su pequeña estrellita dorada. Aquellos sueños se acabaron cuando lo conoció, ahora esas promesas se habían roto, ahora las ilusiones ya no importaban. En estos momentos, Vegeta era sólo un chico más.

     —Vegeta, ¿qué haces?—lo separó bruscamente, para después limpiar su boca. El menor soltó una risita—. ¿Por qué lo hiciste?

     —Llevábamos mucho tiempo sin hablar—suspiró y volteó a ver al mar, confundiendo al adulto por su repentino cambio de actitud—. Y aquella vez que estuvimos juntos no fue suficiente para que pudiera pensar con claridad. Lo que quiero decir es que no sé si cambiaste en estos años separados.

     —¿Cambiar en qué sentido?

     —El Gogeta que conocí era fiel y sólo capaz de amar a una persona—lo miró seriamente—. Quería saber si tú eras capaz de dejar a la persona que te ama para continuar con alguien a quien en el pasado quisiste tanto.

     —¿Me estabas probando?—volteó a verlo con sorpresa.

     —Quería saber si eras capaz de lastimar a mi mejor amigo—soltó un suspiro—. Gogeta, de verdad me enamoré de ti aquella vez, te creí el amor de mi vida. Y esa noche cuando fui a buscarte y sucedió el incidente yo estaba tratando de ser fuerte, pero me sentí mal por la forma en que ocurrió todo. Dejé de resistirme porque Tarble estaba en peligro.

     —Vegeta...—susurró.

     —Pensé en ti en cada segundo tratando de ser fuerte, pero al final no resistí—pasó su mano por su cabello—. Y no quería acarrearte a mi vida llena de traumas y conflictos mentales, por eso quise alejarte antes de que fuera demasiado tarde. Después conocí a Kakarotto y él se volvió mi prioridad, me olvidé de lo nuestro y traté de no recordarlo. Pensé que tú habías hecho lo mismo, pero por lo que hubo entre nosotros antes de que recuperara mi memoria me hizo ver que estuve equivocado. Lo único que me alegró fue que por fin te dieras cuenta de que existió alguien detrás de ti que te quiso tanto, estaba feliz por ambos. Tras recordar todo, lo único que temí era que fueras capaz de lastimar a Vegetto, me alegra que no haya sido así.

     —No creí que fueras así, o que hicieras cosas como esta…

     —Nunca habría pasado por mi mente, pero lo aprendí de Vegetto.

     —¡¿Y tú qué te crees?! ¿Vegetto 2.0? Ustedes dos juntos son el colmo.

     —Sólo lo hice por mi amigo—dijo después de una risita, miró al adulto con una sonrisa sincera—. Gogeta, la razón por la cual te hice venir aquí fue para cerrar de una vez por todas aquellas cosas que quedaron sueltas.

     —¿A qué te refieres, Vegeta?

     —En este lugar habría sido nuestro segundo aniversario, habíamos prometido estar aquí, ¿lo recuerdas?—el pelirrojo asintió—. Vegetto me contó que tú te culpaste por mucho tiempo lo que me ocurrió, y que a pesar de que Trunks y Kakarotto saquearon mi casa y te mostraron mis cosas privadas tú aún te sentías mal por ello.

     —No es tan fácil aceptarlo…

     —¿Por qué no? Yo ya lo hice—el mayor lo volvió a ver con sorpresa—. Gogeta, si tú hubieras sabido que mis padres aún no llegaban me hubieras pedido que esperara más, o habrías ido por mí a mi casa. Fui yo el que decidió tomar ese riesgo y apresurarme, yo quise ir por el camino corto en lugar de rodear por un camino más seguro. Gogeta, mi error fue no confiar en mi instinto que me decía que estaba en peligro. Goge, tú no tuviste la culpa de nada, yo tomé la decisión de ir y ellos son los responsables de que la haya pasado mal. 

     —Vegeta...—sus ojos se pusieron vidriosos.

     —Nunca pensé en ti como el culpable, al contrario, siempre sentí que fuiste la persona que me intentó sacar de ese abismo y te guardé gran cariño por todo lo que hiciste por mí. Trataste de salvarme y aunque no lo conseguiste siempre estuviste pendiente de mí. Nunca te agradecí porque me quisiste salvar y apoyar en todo momento.

     —Yo...—sus ojos ya habían derramado las lágrimas, comenzó a limpiarlas con ayuda de su antebrazo.

     —Gogeta, yo no tengo nada qué perdonarte, nunca hiciste nada malo—se acercó y lo abrazó, a lo que el hombre no pudo evitar volver a soltar en llanto como esa primera vez que Vegeta quiso alejarlo pero él se rehusó a irse—. Tú nunca hiciste nada malo, quisiste lo mejor para mí y te lo agradezco.

     —Debí ir por ti, de verdad debí perder el miedo y pasar por tu casa…

     —¿Sabes? Yo también pensé eso por mucho, pero lo cierto es que ahora sólo pienso que tú habías dado lo mejor de ti.

     —¿No me odias?

     —¿Por qué debería odiar a la persona que me hizo muy feliz en mi pasado?

     Los dos permanecieron abrazados por un largo tiempo. Aquel perdón era lo que el pelirrojo necesitaba, a pesar de haberlo leído alguna vez, el oírlo directamente del menor terminó de sanar aquella cicatriz que había quedado en su alma.

     —Cuida a Vegetto, Gogeta. Tan bien como cuidaste de mí…

     —Sí, Vegeta—ese hombre seguía llorando, aliviado completamente.

     —No te recuerdo tan llorón—Gogeta rio—. No hay ningún lugar mejor para dar fin a ese asunto amargo que el lugar donde prometimos ir.

     —Gracias, Veg.

     —No es nada—se quedaron admirando las olas del mar, la espuma casi alcanzaba sus pies—. Le diré a Vegetto lo que pasó, no te preocupes.

     —Por favor—le sonrió—. Vegeta, perdón por no haberte dicho que te conocía.

     —Está bien, entiendo sus razones. Tenías razón al decir que me portaba muy egoísta al buscar culpables y guardarme todo.

     —No quise gritarte esa vez, pero Vegetto estaba en peligro—soltó aire—. Tenía ese miedo de llegar tarde otra vez.

     —La otra vez... no era tu responsabilidad llegar—el pelirrojo suspiró ya más tranquilo—. Gogeta, sé que tú estás ahora con Vegetto, y lo que pasamos antes ya está en el pasado. Quisiera que cerráramos eso estando aquí, ya sabes, como camaradas solamente.

     —Gracias, Vege…

^^^Fin del Flash Back^^^

 

     —Ese fin de semana hicimos todo lo que habíamos planeado hace tres años, nadar en el mar, comer en los diferentes restaurantes y visitar todas las atracciones del lugar—sonrió—. Cumplimos la promesa que había quedado atrás. Me alegra porque Gogeta por fin ya ha superado todo lo malo.

     —Gogeta… Bueno, él y yo creímos que jamás nos perdonarías el que te hayamos ocultado la verdad—el menor frunció el ceño.

     —Con el tiempo que pasamos juntos pudimos hablarlo y dejar las cosas claras, lo cierto es que ahora quedamos bien y somos buenos amigos—miró con más seriedad al de cabellera alborotada—. Kakarotto, seré muy franco contigo. Yo de verdad quería odiarte.

     —¿Q-qué?

     —De verdad, maldije que tú hayas sido así, que no me lo dijeras. En los primeros momentos quise golpearte con mis propias manos, me molestó tanto que estuve contigo casi rogándote que me dijeras si éramos conocidos y me sentí traicionado—el mayor se veía cada vez más afligido, sólo bajó la mirada al suelo.

     Vegeta calló, y pasó su mano por su rostro. Goku, al dejar de oír aquellos reclamos, levantó la mirada, se sorprendió al verlo aguantando el llanto. Parecía como si el menor se estuviera tragando el dolor.

     —¿Veg?

     —Lo cierto es que algo me decía que me contuviera, por eso me fui de la habitación. Pensé en lastimarte así como tú me heriste a mí por la falta de confianza. Pero...—cerró los ojos y una lagrimilla se escapó—. Gogeta tenía razón, soy un egoísta y siempre busco a los culpables equivocados. En sólo un fin de semana vi que tú eres quien más sufrió por la falta de confianza, viviste meses en depresión por no saber de mí y que trataste de suicidarte en más de una ocasión. Vi que yo era el verdadero culpable de la situación.

     —No, tú no…

     —Kakarotto, por mi culpa tú casi te matas—tomó su cabello con desesperación—. Me sentí tan culpable que ni siquiera era capaz de salir de la habitación. Tú no merecías pasarla así.

     —Veg…

     —Por más que trataba de odiarte no pude, ¡porque te amo! Tú no hiciste nada malo, fui yo el que exageró todo y que no entendió tus razones. Intentaste protegerme, y yo lo veía como traición cuando una vez más estabas tratando de pelear mis batallas.

     —Vegeta—sus mejillas se sonrojaron. Se inclinó hacia adelante y comenzó a gatear hacia él. Estando a su lado acarició su rostro —. ¿Entonces por qué te fuiste?

     —Si me quedaba iba a empezar todo desde cero—lo miró—. Dependías tanto de mí. Te vi una vez cortándote porque yo me fui, y ni hablar de la depresión en la que caíste cuando creíste que había muerto. Si me quedaba seguirías dependiendo de mí, así como yo de ti. Ambos merecemos poder vivir sin enloquecer por la ausencia del otro.

     —¿Quisiste… quisiste protegerme?

     —Ahora que sé que no dependes de mí puedo estar seguro de que, cualquier cosa mala que pueda ocurrir, sabrás afrontarla con fortaleza—limpió las lágrimas que corrieron—. Yo también puedo vivir sin ti, pero sería muy vacío.

     El pelinegro más alto se acercó un poco, tomó su mentón y aproximó su rostro con el de él. 

     —Kakarotto, te amo tanto, como no tienes idea. Y sé que tú a mí. Ahora ambos podemos vivir sólo esperando la felicidad del contrario—soltó una risita, Goku sentía únicamente la felicidad volver a formar parte de su ser, una felicidad más pura y grande que las demás ocasiones—. Supongo que llegamos a la fase más pura del amor, donde nos preocupa sólo el bienestar del otro.

     —Vegeta...—tragó saliva, sus ojos se llenaron de lágrimas y parecía como si fuera a llorar en cualquier instante—. Vege…

     —Perdóname por haberte hecho tanto daño—tomó su mano—. Yo sólo quería tu felicidad, espero lo supieras.

     —¿A esto…? ¿A esto te referías?—el menor asintió—. ¿Nunca… nunca te enojaste?—el menor negó—. Hubiera sido bueno saberlo.

     —Tal vez habríamos corrido tan rápido para estar juntos otra vez—el más alto suspiró—. Kakarotto, ¿me dejas volver a entrar en tu vida?

     —Siempre—ocultó su rostro en su cuello, el menor acarició su espalda—. Vegeta, te extrañé tanto…

      —Sin saberlo pensaba en ti—acarició su cabellera, Goku estaba sollozando—. Aunque no recordaba nada, te veía en sueños. Tendiéndome la mano como siempre lo haces. 

     —Veg, perdón por ocultártelo…

     —Ya, al contrario, gracias por hacerlo. Tienes razón, no habría soportado saberlo. No hasta el momento en el que lo hiciste—tomó su rostro entre ambas manos—. De haber sabido que ibas a estar tan mal después del accidente, me habría esforzado más por salir adelante. Nos hubiéramos ahorrado todos estos problemas.

     —Fue lo mejor—Goku abrió sus ojos y buscó la mirada del menor—. Ahora todas tus heridas ya no están, como si nunca hubiera pasado aquello.

     —Tsk, ¿y a qué costo? Entregar a la persona que amo a pasar algo similar…

      —Vegeta—besó su mejilla—. Yo ahora estoy feliz—lo abrazó fuertemente—. Ya nada me arrebatará esa felicidad, por fin te tengo.

    —Kakarotto—rodeó su cuello con sus brazos—, te amo tanto.

     Comenzó a repartir besitos en su cuello y hombro, el más alto se sonrojó y apretó entre sus manos la ropa de Vegeta. Tragó saliva al sentir su piel ser succionada, se separó un poco para ver el rostro del menor, fue besado casi al instante.

     —Vegeta…

     —Ven—se puso de pie y le extendió su mano, Goku la tomó y se incorporó también. Vegeta lo empezó a empujar lentamente hasta que se sentó sobre la cama. Tomó su rostro entre sus manos y volvió a besarlo con ternura—. Te amo tanto, Kakarotto…

     —Yo también te amo, Vegeta—lo abrazó, colocando su cabeza en su pecho. Permanecieron así unos minutos, sintiendo la calidez del contrario.

     Tanto tiempo que los dos ansiaron poder estar así, juntos, entregándose un amor muy puro. Vegeta había vivido una etapa muy difícil, y cuando conoció a Goku él le ayudó. Pero por sus inseguridades no supo tomar esa ayuda. Goku, por el contrario, cuando conoció a Vegeta vio en él algo muy especial, y se sentía con la necesidad de sacarlo adelante.

     Y después el accidente… Goku cayó en una depresión horrible, donde lo único que quería era morir. Aunque el destino, así de caprichoso que es, le mostró una nueva opción, le entregó a su Vegeta libre de temores, el niño fuerte y valiente que alguna vez fue. Y como si fuera difícil de creer, era alguien de quien se enamoraba cada vez más.

     Y el menor tampoco la tuvo fácil. Tuvo que reflexionar mucho, se dio cuenta de sus errores y los problemas que tenía. Aprendió a perdonar y sobre todo aprendió a valorarse luego de lo que pasó. Arriesgó mucho cuando pidió distancia con el más alto, estaba jugándose su cariño. Pero lo amaba tanto que sólo quería su felicidad. Y ahora vio que el sentimiento era mutuo, ese estado era el más puro de todos, porque sólo querían lo mejor para el contrario.

     Y sólo confirmaron que merecían era estar juntos.

     —¿Por qué sigues usando vendas? Creí que ya no te has cortado—el mayor impidió que le quitara el vendaje.

     —Ya no, pero se ve un poco asqueroso—soltó una risita nerviosa apartando las manos de Vegeta. El menor negó con la cabeza y volvió a tomar aquellas tiras blancas entre sus manos, las desató y empezó a desenvolver sus muñecas—. Veg, por favor. No quiero que veas las cicatrices.

     —No entiendo por qué te preocupa—liberó un brazo, así que pasó al siguiente. Una vez lo hizo dejó caer al suelo las vendas. Sonrió y acarició su piel levemente abultada por las cicatrices—. Jamás podría sentir asco de ti—besó sus muñecas, después lo besó en los labios.

     Aquellos besos tímidos fueron aumentando de intensidad. La pasión con la que se besaban era algo desesperada, ansiosa, ambos estuvieron esperando demasiado para poder continuar con su historia de amor. Vegeta se separó y se quitó la playera, empujó a Goku para que se recostara y se colocó sobre él, para seguir besándolo.

     —Veg, ¿y si nos encuentran?—preguntó tan sólo tomaron aire.

     —Nadie vendrá en un par de horas—empezó a levantar su playera, paseó sus manos por sus pectorales—. Kakarotto, quiero hacer el amor contigo.

     —Pero, Veg...—intentó apartar un poco al menor.

     Sí, ya habían arreglado su situación. Ya quedó claro que sólo lo hizo por su bien y que nunca dejaron de amarse. ¿Pero era correcto hacerlo luego de todo lo vivido, de todas las pesadillas, los miedos, las preocupaciones y los alejamientos?

     —Kakarotto—soltó aire y tomó sus manos—. Confía en mí.

     —Vegeta—desvió la mirada—. Siempre confiaré en ti.

     —Perfecto—sonrió con orgullo, Goku se permitió admirarlo unos segundos, ese chico en serio era demasiado especial—. ¿Tengo algo en el rostro?

     —Cuando comenzamos a salir soñaba con poder ver esa expresión en ti… Me alegra que por fin lo pudiera hacer—el menor se sonrojó un poco—. Estamos empezando desde cero, supongo.

     —Parecido, pero no—se inclinó hacia adelante, quedando más cerca de él—. ¿Puedo empezar ya?

     —Veg—colocó su mano en su mejilla—. Esta vez empezaré yo—el menor negó lentamente con un movimiento de cabeza.

     —Lo siento, pero yo ya me adelanté—rodeó su cuello con sus manos y volvió a besarlo.

     Goku se dejó hacer. A esas alturas no importaba quién tomara las riendas de la situación. Habían luchado tanto, cada quien su propia batalla llena de dificultades y adversidades casi imposibles para cada uno. 

     Por una parte, Vegeta había sumergido su ser en una depresión, después en la incertidumbre originada por la amnesia. Había cometido muchos errores en ese transcurso, tales como alcoholizarse siendo menor de edad, estar a poco de tener relaciones sexuales con un desconocido, iniciar una relación con un maestro de la institución y haber casi roto el corazón de Goku.

     Mientras que el Son había comenzado con él apoyándolo, siendo ese soporte que el menor necesitaba. Pero después del accidente él se sucumbió en la tristeza, sus brazos ahora delataban todo el malestar que sintió. 

     Sin embargo, hoy en día ambos eran la evidencia de que siempre habría un día mejor, que siempre existirá una luz que ilumine su camino, y que los caminos del destino los llevarían a una felicidad merecida. Ahora podrían ser felices en su vida, veían que sí podría salir el sol después de una tormenta.

     En su incertidumbre, Vegeta vivió engañado con que el corazón de Goku le pertenecía a alguien más. Como Gotenks, creyó que Goku soñaba con otra persona, y que lo tocaba pensando en otro. Había deseado mandar en el alma, poder llenarle la vida de sueños e ilusiones renovadas donde él fuera el dueño. Ansiaba que entendiera que él lo era todo para sí, había buscado maneras diferentes de hacérselo saber.

     Y ahora podía ver que siempre fue su prioridad, para Kakarotto todo siempre se trató de Vegeta. El de cabellera alborotada sólo lo tenía presente a él. 

     Sus corazones se habían atado, aquel listón se desenredaba y se estiraba, dándoles distancia, pero nunca se rompía. Ellos dos estaban unidos por un lazo del destino, que a pesar de las dificultades siempre terminaba por unirlos.

     —Veg...—hizo su cabeza hacia atrás al sentir las lamidas del más bajo en su entrepierna. Tomó entre sus manos la cabellera del menor y jugó con sus cabellos—. Ah… Vegeta…

     —Es bueno oírte decir mi nombre una vez más—el más alto soltó una risita.

     Y eso debido a que la primera vez que Vegeta, quien creía que su nombre era Gotenks, le hizo un oral, estúpidamente le había llamado Vegeta sin darse cuenta. 

     —Te amo, Kakarotto—bajó de la cama sólo para bajarse el pantalón y la ropa interior, quedando completamente desnudo. Goku lo vio detenidamente, embelesado.

     Vegeta antes era un chico muy delgado, sus muñecas y muslos eran adornados con cicatrices y heridas abiertas; además de que siempre mantenía una expresión triste. Y ahora su cuerpo estaba en una excelente condición, sus músculos estaban levemente marcados y su abdomen firme, su expresión era orgullosa y sus ojos brillaban más que nunca.

     —Te amo.

     —Y yo a ti, Kakarotto—se colocó sobre él, sentándose en su abdomen.

     Vegeta inclinó su torso hacia adelante, para besar al chico que yacía debajo de él. Lo besó tan profundamente, acariciando su piel cálida y tersa. Con ese aliento trataba de demostrarle lo mucho que lo quería y lo importante que era para él.

     Se separó un poco y se sentó, con su espalda recta le permitía al más alto apreciar su cuerpo en su esplendor. Vegeta tragó un poco de saliva y comenzó a masturbar el miembro del mayor, se levantó un poco con ayuda de sus rodillas y lo posicionó en su entrada.

     —Veg…

     —Confía en mí.

     —Vegeta, pero…

     —Confía—colocó sus manos sobre el pecho de Goku y comenzó a descender lentamente.

     Goku pudo observar cómo con cada centímetro que bajaba la expresión del menor cambiaba a una de mayor placer. Iba despacio, sin prisa, bajando con una completa paciencia y sobre todo cuidado de no lastimarlo y lastimarse a sí mismo.

     Tantas veces que se privó de hacer eso por sus miedos y traumas. Tantas ocasiones en las que se tuvo que detener porque una parte de él se paralizaba y era incapaz de enfrentar sus temores. Pero ahora podía, su mente ya se había aclarado y él era completamente sensible a aquel roce en su interior. Ahora ya no había rastro de la violación, ahora su cuerpo no rechazaba a su pareja.

     Por fin, después de tanto sufrimiento, su ser se permitía una nueva oportunidad, un nuevo comienzo. Ahora podía experimentar sensaciones de placer mediante la intimidad. Era como si su cuerpo quisiera superar todo y también perdonarse para poder llegar a ese paso.

     —¡Ah!—gimió al descender completamente. Tragó saliva y tomó una bocanada de aire.

     —Ve… Vegeta...—lo sostuvo de la cintura, atento a cada una de sus reacciones.

     —Kakarotto—se inclinó hacia adelante y lo besó—. Aishiteru…

     —Yo también te amo, Vegeta—sonrió y acarició su rostro.

     —Nunca más me alejaré de ti, Kakarotto. Es una promesa—besó su frente y volvió a incorporarse, se apoyó en el pecho del mayor con sus manos y levantó sus caderas. Volvió a descender, esta vez un poco más rápido.

     Ambos soltaron un tierno gemidito ante ese movimiento. Goku sonrió dulcemente cuando Vegeta comenzó a moverse sobre él. El menor tenía los ojos cerrados, sus mejillas enrojecidas, su boquita entreabierta que soltaba profundos suspiros de placer.

     Esa sonrisa era tan auténtica, una sonrisa de un verdadero enamorado. Sí, de un enamorado, alguien que entregaba su corazón puramente. Goku había amado con tal pasión a ese chico que tenía delante de él, y cada día esos sentimientos se acrecentaban.

     —Vege...—tomó su rostro con ambas manos y volvió a acariciar su mejilla con un gran cariño. El menor abrió los ojos y sonrió mientras se detenía—. Esta vez me toca a mí.

     Tomó las caderas del menor y logró invertir las posiciones, donde el Saiyan quedaba debajo. Vegeta se abrazó con sus piernas al mayor, posó sus manos sobre sus hombros y cerró sus ojos.

     —Hazlo, Kakarotto.

     El más alto empezó a moverse, su vaivén era sensual y rítmico, estremeciendo al más bajo por su cadencia. Goku iba despacio, sin prisa, disfrutando cada segundo con él. No se molestó en ir rápido tan pronto, sabía que el pelinegro contrario también ansiaba perdurar ese momento lo más que pudieran.

     —Te amo, Veg—el menor abrió los ojos y volvió a sonreír.

     Tantos años privándose de esa sonrisa, pero que ahora le era imposible no mostrarla cada vez que miraba al de cabellera alborotada. Se sentían, ambos, dichosos de su compañía.

     —Yo también te amo, Kakarotto… ¡Ah!—arqueó un poco su espalda. Goku sonrió y apoyó sus manos en el colchón, a cada lado de la cabeza del menor. Se inclinó lo suficiente para quedar cerca de él, donde sus respiraciones se mezclaban, y lo besó, abriendo paso a movimientos más acelerados tocando el mismo punto que antes.

     Aquel beso se rompió cuando ambos necesitaron soltar profundos suspiros de placer, el vaivén conseguía hacerlos llegar a su máximo punto, donde las ideas se esfumaban y sólo querían concentrarse en las expresiones del contrario.

     Esos ojos, tan llenos de brillo y de ilusiones, satisfechos y en paz por su reencuentro. Sus labios, irresistibles a la vista, suspirando sus nombres con un amor incondicional. Sus corazones, palpitando velozmente porque por fin, luego de todos aquellos inconvenientes, pueden estar juntos una vez más. Y no sólo eso, sino que ahora son más fuertes que antes.

     —Ah, Ka… Kakarotto...—encajó sus uñas en la piel del otro, sintiendo su cuerpo tensarse con cada embestida.

     —Vege...—soltó una risita nerviosa, después cerró sus ojos y contuvo un poco el aire, sintiendo él también todas esas excitantes sensaciones acalorando su cuerpo.

     Aumentó su velocidad, su pelvis chocaba contra su trasero, provocando aquel peculiar sonido de sus pieles golpeándose. La habitación se había llenado de una temperatura cálida, y el olor a sexo inundaba sus sentidos. Esas cuatro paredes eran las únicas testigos de aquella entrega de alma y cuerpo.

     —¡Ah!—aquel sonoro gemido escapó de su garganta, sintió el líquido caliente adentro de sí, y al mismo tiempo manchó el abdomen del más alto.

     Goku acurrucó al menor entre sus brazos, percibiendo su cuerpo tembloroso y espasmódico. Salió de su interior, se acostó a su lado y lo abrazó. Aquel cuerpo encajaba perfectamente entre sus brazos.

     —No te preocupes, estoy bien—suspiró, se acomodó mejor entre él—. Una vez más, Kakarotto, espero que sepas lo mucho que te amo—cerró sus ojos y lo rodeó de la cintura con su brazo, para poder sentirlo más cerca.

     —Y yo a ti, Veg…

 

***

 

Abrió sus ojos con un poco de pereza, con la escasa luz de la luna entrando por la ventana alcanzaba a ver la figura que estaba sentada a su lado. Estaba sentado pacíficamente, con una mirada pensativa postrada en el techo.

     —¿Veg? ¿Qué pasa?—preguntó con voz baja, el menor volteó a verlo. Goku aprovechó para incorporarse y sentarse también—. ¿Mh? ¿Qué hora es?

     —Pasa de medianoche.

     —¿Ocurre algo, Vegeta?

     —No, sólo pensaba algunas cosas—buscó la mano del mayor y al encontrarla, la tomó con un poco de fuerza—. ¿Sabes? Vegetto ya me había dicho antes que fuiste a donde se supone que estaba enterrado mi cuerpo, y abriste la lápida. En su momento no le creí.

     —Sí—soltó aire—. Mi intención no era profanarla, pero ya no podía más con la situación. Te aferrabas demasiado a que tu nombre era Gotenks, y no tenía pruebas suficientes que me garantizaran que eras tú…

     —También me lo dijo, era tu miedo equivocarte—el más alto asintió—. Me porté como un imbécil.

     —No, tú…

     —Kakarotto, seamos francos. Mi actitud fue demasiado estúpida.

     —Un poco—se permitió reír bajito—. Me dolió demasiado cuando me alejaste, pero entiendo tus razones ahora que me las dijiste. Supongo que si hubiera estado en tu posición hubiera hecho lo mismo.

     —No, tú habrías querrido ir tras de mí y Trunks te habría obligado a alejarte—el Son volvió a reír—. Te conozco demasiado bien. Así como tú a mí.

     —Creo que me falta mucho por conocerte. Si no, habría pensado en esto antes.

     —Bueno, supongo que tienes razón. Pero ahora tendremos suficiente tiempo para eso.

     —¿Cuánto tiempo, Vegeta?

     —Toda una vida, Kakarotto—respondió con una sonrisa.

     —¿Lo prometes?—el Saiyan volteó a verlo y sonrió.

     —Sí, Kakarotto. Esta vez sí cumpliré con todas las promesas que rompí en el pasado. Esta vez sí me aferraré a la vida; ahora no te voy a alejar cuando haya dificultades, los enfrentaremos juntos; esta vez te prometo, Kakarotto, que estaré a tu lado para siempre.

     —Como un equipo—susurró con voz tierna.

     —Sí, Kakarotto. Como un equipo—unió sus frentes—. Siempre lo hemos sido, y siempre lo seremos.

     Y así, adornados por la luz de aquel astro, ambos jóvenes se abrazaron con cariño.

     La vida los había separado una vez, poniéndoles una dura prueba. Pero ahora, en su reencuentro, se veían nuevamente, cambiando su timidez por una inmensa fortaleza, cambiando sus temores por ganas de luchar juntos; y cambiando aquel cariño que tenían antes por algo más fuerte llamado amor.

     —Tú una vez me dijiste, Kakarotto, que yo era como tu ángel. 

     —Sí, Vegeta—acarició su cabello, aprovechando que el Saiyan ahora estaba  recostado sobre su pecho—. Me dabas esperanza en que no estaba equivocado.

     —¿Sabes? Tú me dices que soy tu ángel, pero creo que te equivocas—buscó su mirada—. Tú eres el verdadero ángel que llegó a mí vida. Me salvaste una vez en el pasado, ahuyentando mis temores y apoyándome en todo momento. Y lo volviste a hacer, una vez más me ayudaste aunque tu estado era peor y tu lucha más difícil. Creo que ya te lo he agradecido antes, pero jamás será suficiente. Hiciste demasiado por mí, y espero algún día poder pagarte por todo ello. A lo que quiero llegar es que tú sí fuiste un verdadero ángel para mí, quien me salvó tantas veces y que me sigue acompañando todavía. Kakarotto, tú eres mi dulce ángel…

     La mirada del Son se iluminó, como si el dolor de esos meses jamás hubiera existido, como si su alma por fin encontrara su verdadero propósito en esa vida. Y no sólo era amar al Saiyan, sino haberlo ayudado a él a amar y perdonarse.

     Dicen que un hilo rojo conecta a dos personas que están destinadas a estar juntas. Ese hilo se estira, contrae, pero nunca se rompe.

     Tal vez fue el destino…

     Tal vez fue un lazo desde que nacieron…

     Pero la vida los había reunido una vez más, permitiéndoles a ambos retomar su cariño.

     Esta vez más fuerte.

     Esta vez como un equipo.

     Esta vez sin miedo.

     El amor que ellos formaron, a pesar de todo, nunca murió.

     Se amarían incluso aunque que la muerte los separe.  

 

~Aishiteru~

 

Fin.

Notas finales:

Vámonos por partes. Vegetto sí sabía lo que tenía planeado Veg, por eso dijo “sólo se la pasa creando malos entendidos”. Es obvio que lo sepa, es su mejor amigo ^^.

     -Vegeta besó a Gog sólo para ponerlo a prueba, para que no lastimara a Vegetto en el futuro.

     -Todo lo que hizo Veggie fue para que Goku aprendiera a vivir sin él, por si en el futuro tuvieran que separarse el Son no volviera a deprimirse. Y funcionó, ambos pueden vivir sin el otro, aunque sería algo aburrido o triste. Incluso Vegeta lo reconoce, arriesgó mucho haciendo eso, incluso pudo perder a Goku para siempre si él lo dejaba de amar.

     -El RaditzxTarble era necesario, los había dejado abandonados y perdidos mucho tiempo jejeje.

     -Sí, claro que es posible que haya un capítulo donde Vegetto y Gogeta no tienen sexo (ya me han dicho que parecen conejos XD).

     -Sólo me queda decir que Goku y Veg por fin podrán estar juntos, y ahora más fuertes que nunca ^^ ¡Ámenme!

     Pues… muchas gracias por leer, espero esta historia les haya gustado tanto como a mí el escribirla. Nos leemos en reviews c:

¡Adiós! Y gracias por todo este tiempo juntos.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).