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Mi dulce ángel por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¿Les gustó el final? Pues yo lo amé, Vegeta se merecía la felicidad ya.

Les traje este pequeño epílogo (caí en un estado de desesperación antes de escribirlo, iba a renunciar y a poner otra persona. Pero me hicieron regresar xd).

Bien, disfruten :D

Epílogo

 

—Ya, Goku. ¡Quiero ver tus brazos!—pidió el menor saltando con gran entusiasmo.

     La emoción del joven se debía a que Trunks se ofreció tiempo atrás a pagarle un costoso tratamiento al Son para sus cicatrices. Y si bien apenas iba en sus primeras sesiones, los cambios ya eran evidentes.

     Después de la reconciliación del Saiyan y el Son, aquella situación y malentendido fue explicado de tal modo que ahora ese grupo de amigos volvía a estar junto. Además, aquellas reuniones que hacían para verse y jugar o salir a comer, las hacían en compañía de otras dos personas.

     Antes sólo eran Goten, Trunks, Goku, Vegeta, Vegetto y ocasionalmente Gogeta. Y ahora a esa lista se sumaban Broly y Gojita. Era increíble lo bien que habían terminado las cosas.

     —Goten—lo abrazó por la espalda—. Cálmate—el menor empezó a reír—. Tranquilo…

     —Ya—dijo el más alto mostrándole sus brazos—. Ya se están borrando.

     —¡Genial!—alzó sus brazos  y sonrió—. ¡Vamos a comer pizza!

     —Yo quiero pollo frito—comentó el rubio acariciando el cabello de su novio, ellos dos estaban sentados en el suelo de la habitación del Son.

     —¡Pizza!—repitió Goten frunciendo el ceño.

     —¡Pollo frito!—le mostró su lengua.

     Siempre que ellos se reunían, Gojita y Vegetto perdían el porte serio y firme, para abrir paso a uno infantil con el que discutían con Goten.  

     —¡Pizza!

     —Pues yo quiero hamburguesas—el castaño arrojó la almohada y golpeó al menor de los Son.

     —¡Trunks!—el menor hizo un mohín y miró con súplica al pelilila.

     —Chicos, vayamos a comer pizza. La próxima vez vamos a donde ustedes quieran—los demás inflaron sus mejillas.

     —¡Gogeta!—como si fuera un reto, Vegetto imitó privilegiadamente al pelinegro, mirando con ojitos brillantes al pelirrojo que lo único que deseaba era poder disfrutar su libro en tranquilidad.

     Goten y Vegetto se parecían demasiado cuando de pedir cosas se tratase. Ninguno de los dos se sentía conforme al ceder ante las peticiones del contrario. Si bien Goten sí era de ese modo, los mellizos normalmente lo hacían para molestar. Además, era una forma de que ambos recuperaran momentos perdidos de su niñez arrebatada.

     —No molestes, Vegetto—golpeó suavemente la frente del castaño con aquel ejemplar—. Goten, deja que otros escojan. Tú elegiste la última vez—el Son le mostró la lengua—. No repliques.

     —Já—el castaño sonrió triunfante al ver al menor con un puchero derrotado.

     —Vegetto, me refería a que hoy Goku decidiría—el Saiji mayor se alejó de él y lo miró con el ceño fruncido—. No te quejes.

     —¿Yo?—repitió el de cabellera alborotada, siendo víctima de muchas miradas inquisitorias—. Le prometí ayer a Vegeta que iríamos al restaurante que abrieron hace poco, es un buffet muy variado.

     —A todo esto, ¿dónde está Veg?—el de ojos esmeraldas se tiró al suelo, quedando recostado, viendo de forma aburrida al techo.

     —Adoptarían a Kyabe hoy, se fue a despedir—todos volvieron a verlo—. No lo dejaron cuidarlo porque es menor de edad, y porque el papá de Vegeta tiene turno completo en el trabajo. No cumple los requisitos legales.

     —Pobre Veg, él quería mucho al bebé—Goten se deslizó hasta llegar al suelo.

     —Sí, pero estuvo de acuerdo, la mujer era muy dulce—miró la hora en su teléfono—. ¿Les parece si nos adelantamos? Y allá lo esperamos.

     Los adolescentes salieron de la casa y subieron a la camioneta del pelirrojo. Quedaban sólo tres semanas de vacaciones, las cuales aprovecharían al máximo todos en grupo. Sus primeros días se podían resumir en lo siguiente:

     Vegetto pasó solo con su padre una tarde, ya que Gogeta tuvo que cerrar asuntos en el instituto para poder salir de vacaciones también. Y al día siguiente, el sábado, pudo volver para quedarse ese mes y medio.

     Cuando Gogeta decidió irse para iniciar su trabajo como maestro, cuando se daban los días de vacacionar, prefería pasarlos dentro de la institución. Incluso algunos alumnos también optaban por esa opción, sobre todos los que eran extranjeros que no podían financiar su viaje a su hogar cada fin de semestre. Así como él, algunos maestros se encargaban de permanecer dentro de la institución para cuidar a los estudiantes.

     Pero ahora no tenía necesidad de eso. Antes trataba de huir de Vegetto y sus acosos, harto de que insistiera tanto. Pero ahora que ellos dos eran pareja no quería perder ningún momento, por lo que se animó a regresar. Además cuando estuvo ahí hace un par de años, pagaba su renta ayudando en las labores de la casa. Y sabiendo que con un niño ya era difícil, ahora que habría tres adolescentes en casa le iba a ser difícil al señor Saiji tratar con ellos.

     Por otro lado, Trunks y Goten habían pasado sus primeros días juntos, como les era costumbre. El Son visitaba a sus familiares, pero la mayor parte del tiempo la pasaba en la Corporación Cápsula, jugando con las cosas del pelilila mientras él trabajaba.

     Y Goku ahora estaba feliz, salió completamente de esa depresión con la ayuda de su familia y de Vegeta. Ambos, tanto el Saiyan como el Son, habían cerrado las heridas que quedaron abiertas, estando ahora en una merecida paz. 

     —¿Es aquí, Goku?—preguntó el pelirrojo estacionándose en el único lugar libre.

     —Sí, es aquí—ante la confirmación todos bajaron—. Vegeta me mandó un mensaje, dice que ya viene.

    —Hay un trampolín—el rubio se quedó viendo hacia el área de juegos, estaba casi vacío—. Y hockey de mesa.

     —También hay videojuegos—el pelinegro se asomó por un lado del de ojos esmeraldas—. ¡Y una piscina de pelotas!

     —Vamos a sentarnos y...—el adulto no pudo terminar de hablar, porque los mellizos y los dos pelinegros fueron al área de juegos, quedando sólo Goku, Trunks y Gogeta en el lugar—. Esos niños…

     —Sólo irán a inspeccionar, regresarán en unos minutos—comentó el de ojos turquesas—. Sentémonos y pidamos algo.

     Al cabo de un rato los cuatro regresaron y todos ya estaban comiendo, disfrutando el variado buffet que ofrecía aquel restaurante, donde se cumplían todos los caprichos.

     —Hola, perdón por tardar—avisó un agitado Vegeta que recién llegaba. Se sentó a un lado de Goku y tomó aire.

     —¿Estabas llorando?

     —Claro que no—desvió la mirada con un ligero rubor en sus mejillas.

     —Veg, ¿ya no volverás a ver a Kyabe?

     —La familia me dio su dirección, podré ir a visitarlo cuando quiera, aunque es un poco retirado su hogar.

     —¡Eso es genial, Vegeta! Avísanos cuando vayas para también ir a verlo—pidió el azabache menor, el Saiyan asintió y bebió un poco del vaso del de cabellera alborotada.

     —Sí, Goten—sonrió—. Mañana será la cena de Navidad en el orfanatorio, por si quieren venir aunque sea un rato. Sé que posiblemente la pasarán con sus familias, pero sepan que serán bienvenidos acá. También a la cena de fin de año.

     —Ay, yo iré a ver a mi familia, Vegeta—se disculpó el menor de los Son—. Pero quizás vaya a ver a los niños después.

     —Cuenta conmigo, Vegeta. Mi abuelo también irá—avisó el pelilila bebiendo un poco de agua.

     —Gracias, Trunks.

     —Estaremos con nuestro padre—avisó el castaño—. Será su día libre, el 31 irá a trabajar, así que ese día podemos ir contigo.

     —Gracias. ¿Gogeta?

     —Lo siento, iré a ver a mi abuela—el pelinegro asintió con comprensión.

     —Kakarotto, a ti ni te pregunto. Tienes la responsabilidad de estar con tu familia—el de cabellera alborotada rio nerviosamente—. No puedes faltar a tu cena con Bardock

     —Ya entendí, Vegeta—sonrió y miró con ternura al más bajo.

     Una vez más podía decir que era feliz.

 

~***~

 

—Kakarotto, fue una linda cita—comentó. Ambos ya sólo caminaban por un parque, el cual sólo era iluminado por la luz de las farolas. Tras una ida al cine, y después a comer a solas, ellos dos cerraban aquella salida con una caminata bajo la luz de la luna llena—. Es la primera cita que tenemos. A pesar que dentro del internado nos habíamos prometido una, nunca lo cumplimos.

     —Me alegra que te haya gustado, Vegeta—se detuvieron y tomaron asiento en una banca.

     —Demasiado. Me alegra que tu primo se haya despegado un poquito de ti, ya no teníamos tiempo para nosotros dos.

     —¿Sólo Goten? Vegetto y Gojita no te dejan solo tampoco—el más bajo soltó una ronca risita—. Ellos te quieren mucho.

     —Para mí fue difícil al inicio convivir con ellos por Broly—el más alto lo miró confundido—. Vegetto me lo explicó. El parecido que tiene con el otro Broly que me hizo daño es porque es su hijo—el Son se sorprendió—. Pero éste es más amable, incapaz de lastimar a alguien. Es por eso que intenté borrar la imagen que tenía y abrir paso a una nueva.

     —Sí, Broly es muy buena persona—aceptó el de cabellera alborotada.

     —Él se sintió mal cuando se enteró, no quería ni verme.

     —¿Y cómo lograste que volviera a hablar contigo?

     —Gojita y Vegetto lo ataron, para que me escuchara. Y ya después dejó de culparse—ambos rieron—. Había olvidado lo bien que se sentía tener amigos.

     —Mi hermano está celoso porque ya no pasas tiempo con él.

     —Pero él pasa todo el día con  mi hermano—arqueó una ceja—. Por cierto, ¿tienes algún inconveniente si lo golpeo y lo dejo tirado en un callejón?

     —¿Por qué quieres lastimar a mi hermano?

     —Sobrepasó la línea con mi hermano—cruzó sus brazos—. Es un aprovechado.

     —Sabes que mi hermano no es malo—el azabache menor lo miró molesto—. Ya, Vegeta. No tienes porqué sentirte preocupado, mi papá lo vigilará más ahora que ya sacó su licencia de conducir.

     —Eso espero.

     —...—el Son soltó una risita—. Vegeta, ¿sabes qué día es hoy?

     —29—soltó aire—. Si piensas que me sigue afectando y que voy a ponerme a llorar, estás equivocado. Ya lo superé.

     —Me alegra—se levantó pero sólo para colocarse frente a él, se arrodilló y tomó su mano, el Saiyan se sonrojó—. Vegeta, hace mucho tú odiabas esta fecha por lo que te pasó, y me molestaba la idea de que pensaras todavía en este día como antes.

     —¿A qué quieres llegar?

     —Quiero que le demos un nuevo significado a esta fecha—sonrió—. Vegeta, ¿quieres ser mi novio?

     —¿Q-qué?

     —Sé que nunca terminamos oficialmente, pero tanto tú como yo cometimos muchas idioteces cuando dejamos de hablar. Esa relación había fallado—soltó un suspiro—. Pero ahora quiero que ambos lo volvamos a intentar, ahora haciendo las cosas bien.

     —Tú—cerró los ojos y sonrió, de medio lado, orgulloso, como si tuviera frente a sí una gran hazaña—. Claro que sí, Kakarotto.

     —Jeje—ensanchó su sonrisa y cerró los ojos—. ¿Pasamos la noche en tu casa o en la mía?

     —En la tuya—el Son se incorporó, así que él también se puso de pie—. No sé dónde diablos quedó mi almohada y odio apilar sábanas para apoyarme.

     —¿T-tu almohada?—preguntó con voz temblorosa.

     —Sí—lo miró—. Déjame adivinar: tú la robaste.

     —Perdón, quería algo que me recordara a ti—rascó su nuca mientras reía—. Y a pesar de que nos reconciliamos hace dos semanas he estado olvidando regresártela.

     —Bah, quédatela. Pero a cambio quiero la tuya—Goku sonrió y pasó su brazo por su hombro, abrazándolo mientras caminaban.

     —Vegeta, te amo.

     —Y yo a ti—metió sus manos en los bolsillos al sentir la corriente de aire helado.

     —Veg, ¿recuerdas cuando me dijiste “Aishiteru”? No sabía que hablaras japonés—el menor soltó una risita.

     —Cuando salía con Gogeta él me enseñó. Su abuela es de Japón, y ella le había enseñado a él. Gogeta lo habla fluido, pero no tenía con quién practicarlo aparte de ella.

     —Entiendo…

     —Ya estoy olvidando lo que me enseñó, nunca más volví a practicar y ahora estoy tomando clases de inglés en línea.

     —Vegeta, ¿quieres estudiar idiomas?—el menor negó—. ¿Qué es lo que querrás estudiar en la universidad?

     —Mmm… primero dime tú.

     —Arquitectura—sonrió—. Pero también retomaré los deportes, pienso inscribirme en uno de los equipos representativos.

     —Bueno, yo ya dejé atrás toda idea de querer dedicarme a escribir. No es mi verdadera vocación, es sólo un pasatiempo que incluso ya me aburre…

     —Es una pena, me gustaba tu poesía.

     —Contigo será la excepción, aclaro—el mayor sonrió triunfante—. Quiero estudiar psicología. Y así poder ayudar a otros que alguna vez pasaron lo mismo que yo, para que puedan superarlo.

     —¿De verdad?—sonrió emocionado—. Vegeta, eso es lo más dulce que puedes hacer—lo abrazó y lo alzó, el más bajo pataleó al sentir sus pies en el aire—. Creo que sería muy especial, sobre todo porque sabrías comprenderlos bien y ayudarlos.

     —¡Bájame ahora!—exigió. Goku lo bajó un poco, pero seguía apresándolo contra su pecho, quedando sus rostros a la misma altura.

     —No—dio un casto beso en sus labios.

     —Kakarotto, está bajando la temperatura. Vayamos a casa—el Son lo hizo descender hasta que sus pies nuevamente tocaron el suelo.

     —Está bien, Vegeta—siguieron su trayecto. Las calles estaban vacías y muchos de los negocios ya habían cerrado, algunos por la temporada navideña—. Papá trabajará el 31, así que los acompañaré en la cena—el Saiyan sonrió.

     —Envíale la invitación, para que vaya si se desocupa antes—el más alto asintió—. ¿Te gustó el regalo que te di en Navidad?

     —Claro que sí. Amé el dogi, el color naranja es mi favorito.

     —Genial, porque tú y yo entrenaremos artes marciales juntos—al Son se le iluminaron los ojos—. Esta vez sí mejoraremos nuestros niveles juntos.

     —Gracias, Geta.

     —¿Geta?—repitió, el Son sólo sonrió—. Tardaré en acostumbrarme.

    

~***~

 

—Vegeta, me alegra que por fin llegaras—la peliazul abrazó al menor con mucho cariño—. ¿Quieres ir a ver a los niños? Te extrañaron.

     —Me vieron ayer—comentó riéndose.

     —Sabes que te quieren mucho—revolvió su cabello.

     —De hecho, quise llegar temprano para ayudarles a preparar la comida—caminaron hasta la cocina, donde no había nadie—. Ehm… ¿dónde está la señora Ox-Satán?

     —Fue a un retiro matrimonial, volvería hoy pero creo que hubo una tormenta y no pudo viajar—soltó aire—. Fasha me dijo que más tarde llamaría a la dueña del local de comida que está a dos calles.

     —Pero la señora Paozu se fue de viaje esta mañana, iría a ver a sus nietos—el rostro de la mujer se puso azul—. ¿Los alimentos están aquí?

     —Sí, ayer habíamos hecho las compras—el Saiyan soltó aire y se colocó un delantal.

     —De acuerdo, llamaré a alguien para que me ayude.

     —Pero esperaba que me ayudaras a controlar a los niños—se escuchó el sonido de objetos cayendo y muchas risas—. Los menores hacen destrozos en esta fecha del año.

     —Descuide, arreglaremos esto—se escuchó un objeto de vidrio romperse, Bulma salió rápidamente. El Saiyan sacó su teléfono, llamó a un número—. Vegetto, necesito tu ayuda. Es urgente. Sí, trae a Broly y Gojita…

    Colgó y comenzó a sacar muchos vegetales, debido a que la crema sería lo más tardado de hacer decidió comenzar con eso. Escuchó los gritos desesperados de la mujer intentando calmar a los niños, sólo atinó a reír. 

     A diferencia del resto de los orfanatos en la ciudad, o incluso del país, ese era bastante peculiar por la forma en que los niños podían expresarse libremente. No los obligaban a mantener un comportamiento estricto y firme, exageradamente disciplinado. Sino que se dejaba que ellos, dentro de las reglas, pudieran jugar a lo que quisieran.

     Y funcionaba la mayoría del año, no se presentaban accidentes de ningún tipo e incluso llegaban a aprender mediante la práctica muchas cosas nuevas. Incluso aquellos niños que salían de ahí llegaban a convertirse en ciudadanos ejemplares por los aprendizajes obtenidos en ese lugar.

     Aunqu,e durante la fecha navideña y de fin de año, la emoción de los más pequeños se disparaba y sus juegos eran un poco más bruscos, su energía tardaba más en agotarse. Y lo peor de todo era que muchos de los empleados también se tomaban sus vacaciones, por lo que la supervisión disminuía considerablemente.

     —Vegeta—empezó a llamar un chico asomándose por la puerta—. Aquí estás, ¿por qué quisiste que viniéramos?

     —Pues...—se volvió a escuchar el sonido de un golpe en seco y muchos pasos en el techo—. Gojita, Broly, ¿podrían ir a ver a los niños? Bulma ya está desesperada.

     —Sí, Vegeta. Vamos, Broly—ambos adolescentes corrieron para impedir que alguno de los menores se hiciera daño.

     —Me imagino que yo me debo quedar y ayudarte a cocinar—comentó colocándose un delantal y lavando posteriormente sus manos.

     —Todo el personal tomó vacaciones—el castaño rio—. La receta está pegada en el refrigerador.

     —De haber sabido le hubiera llamado a Gogeta para que también venga a ayudar.

     —¿Dónde está?—preguntó vaciando dentro de la olla las verduras picadas.

     —Con su abuela—sacó varios paquetes de carne y los colocó sobre la mesa—. Él está comiendo galletas mientras yo tengo que trabajar gratis.

     —Creí que te gustaba cocinar—encendió la estufa.

     —Yo estaba en la Corporación, Trunks es un mandón—Vegeta rio sonoramente—. Pero debido a que era una emergencia accedió a dejarme ir temprano.

     —Me sorprende que Trunks no te esté pagando—el castaño lo miró mal—. ¿Qué hiciste?

     —Yo no hice nada, él me dijo que me daría el dinero regresando de vacaciones—su sonrisa se tornó burlona—. ¿Recuerdas que Black trabajaba para él? Lo despidió porque llevó a Zamas a su oficina y los encontró un ejecutivo cuando apenas comenzaban a desvestirse, iban a tener sexo ahí.

     —¿Un ejecutivo?

     —Sí, se perdió en el camino y quiso ir a preguntarle. Los cachó sin camisa, con Zamas sobre el escritorio. Brief se molestó tanto, llegó casi al instante porque le preocupó que el inversionista se quedara asustado frente a la puerta. Lo despidió, le dio una indemnización muy mísera y le autorizó que podía poner en su CV que hizo prácticas profesionales en la C. C., pero no su verdadero puesto. Que sólo era encargado de mantenimiento en el sector más bajo de la empresa.

     —La Corporación es una gran empresa, incluso aunque sea del sector más bajo, es un buen puesto—el castaño rodó los ojos.

     —Trunks fue blando porque Black trabajó para él durante un año, fueron buenos amigos. Pero todo se derrumbó...—el Saiyan volvió a reír—. Trunks no me ha pagado porque quiere hacerme un contrato especial, seré su mano derecha a partir de ahora.

     —¿Trabajarás para Trunks? ¿Y el odio que se tenían?

     —Han pasado varias cosas, ahora somos amigos—cerró los ojos y mostró una sonrisa, esa expresión era algo tétrica considerando que él normalmente era un chico malhumorado—. Y me dejó acceder a toda la información que quiera siempre y cuando lo haga responsablemente.

     —¿Puedes acceder a los archivos del gobierno, de todos los países?—el castaño asintió mientras espolvoreaba especias sobre la carne—. ¿Es cierto que China tiene máquinas para viajar en el tiempo?

     —Creí que me preguntarías por cosas más interesantes—el pelinegro chasqueó la lengua—. ¿Lo preguntas por su ley?

     —Es demasiado sospechosa.

     —Pues…

     —¡Ahhhhh!—un niño de cuatro años de edad entró a la cocina. Iba dentro de un carrito, el cual estaba amarrado a un perro blanco, el cual tiraba de él y lo hacía parecer como una extraña carroza—. ¡Sigue adelante!—rodearon la mesa central donde ellos cocinaban y volvió a salir. Los adolescentes sólo veían con estupefacción la escena.

     —Fue mala idea que malvavisco se quedara aquí—comentó el pelinegro.

     —N-no creí que esos demonios lo reclutarían en su ejército—se asomó al pasillo—. Si Gojita y Broly no pueden controlarlos, terminarán atándolos con camisas—miró al Saiyan—. ¿Los mayores dónde están?

     —Hace un año nos habían encerrado mientras dormíamos. Hay pasadores afuera de las puertas, sólo de las habitaciones antiguas.

     —No creas que estoy asustado—cerró la puerta y colocó el seguro—. Pero si esos niños deciden venir todos juntos, no podremos detenerlos. Y hay un muy completo juego de cuchillos ahí.

     —Vegetto, ¿estás bien?—el castaño sólo volvió a lavar sus manos y siguió cocinando—. ¿Vegetto?

     —Gojita y yo hacíamos eso. Conseguimos un carrito de supermercado y lo atamos a nuestros perros. Teníamos como cinco años—empezó a reír—. Nuestros padres no podían alcanzarnos, y nosotros sólo reíamos—soltó aire—. Una rueda se calló, el carrito se desestabilizó y se volcó, ambos caímos. Los perros se detuvieron y se acercaron a vernos. Gojita se lastimó, es por eso que tiene esa cicatriz en la pierna.

     —Fue tu idea, ¿verdad?

     —Sí. Gojita se levantó casi muriéndose de la risa, y mi mamá me regañó por haberlo ocasionado—colocó la charola adentro del horno—. Creo que no me había detenido a pensarlo, pero en parte entiendo por qué ella se quiso llevar sólo a mi hermano y a mí no. Yo era muy problemático.

     —Vamos, no creo que…

     —Nos colamos en una fábrica de galletas a los cuatro años; lo convencí de ir conmigo al zoológico cuando teníamos seis, fuimos en autobús y regresamos, completamente solos; entre los dos pintamos el auto de mamá con las pinturas en aerosol que teníamos en el garaje, en una bonita imitación de una constelación. Ella lo odió.

     —¿Te echaste la culpa?

     —Nunca le mentí, la idea fue mía y acarreaba a Gojita a que me ayudara.

     —¿Y qué decía tu padre?—el castaño rio.

     —Amó la pintura del universo, él nunca se enojó. Solía decir que ambos hacíamos su día más feliz, excepto las veces que escapábamos de casa—comenzó a lavar algunos trastes—. Cuando cumplí ocho discutimos demasiado, pero después me sentí mal. A partir de ese día dejé de causarle problemas.

     —¿Por eso eras demasiado serio cuando te conocí?

     —Sí—soltó aire, su flequillo se alborotó—. Pero ahora creo que no tiene caso serlo.

     —Todos te quieren, aunque te la pasas peleando con Goten—el castaño rio, con las mejillas sonrosadas por la pena—. ¿Sabes? Eres mi mejor amigo.

     —Sí, también tú eres el mío—aceptó.

     —Aun así me cuentas cosas que, a pesar de que somos mejores amigos, no deberías decirme.

     —¿Como qué cosas?

     —Tu intimidad con Goge—el castaño rio—. A mí qué me importa si tienen sexo.

     —Sólo es manera de sacar tema de conversación. No es mi culpa que Gogeta sea pervertido.

     —¿Él o tú?—el mayor frunció el ceño—. Admítelo, tú eres el que siempre se le insinúa.

     —Pues te diré algo, sólo porque la posición es placentera—terminó de cortar frutas y le colocó la crema líquida—. Si yo quisiera pondría a Gogeta abajo—el pelinegro empezó a reír—. ¿Por qué no me crees?

     —Sólo no me parece como si tú fueras el dominante—el castaño bufó.

     —Soy tan dominante como Gojita—el pelinegro se sorprendió—. ¿Apoco creíste que mi hermano estaba abajo en la cama?—sonrió burlón.

     —Ya no quiero hablar de esto—probó la crema de vegetales—. Le falta poco.

     —Como sea, iré a ver si malvavisco está bien.

     —¿Y qué hay de los niños?

     —La señora puede preocuparse por ellos…

 

***

 

Llegada la hora de la cena, todos los pequeños fueron al comedor y degustaron los platillos tranquilamente. Las travesuras que habían hecho fueron fácilmente remediadas y ahora todos podían comportarse debidamente.  La cena estaba transcurriendo de forma tranquila. En una mesa, cerca de Fasha, Sharotto y Bulma, estaban los adolescentes, además de que habían llegado también Goku y Gogeta.

     —Y dime, Gogeta, ¿has pensado hacer una maestría?—preguntó la mujer antes de beber un poco de vino.

     —Algo así, por el momento no quiero descuidar mi trabajo—sonrió—. Además, no sé exactamente cuál preferir.

     —Bueno, tengo contactos en varias escuelas. Si te interesa, dímelo para que te puedan ayudar—ofreció la pelinegra.

     —Gracias.

     —Geta, la comida está deliciosa—mencionó el de cabellera alborotada—. Vegetto y tú hacen un buen equipo.

     —Fue un caos total el día de hoy—los niños que terminaban de comer se levantaban para ir a sus habitaciones y ver desde las ventanas los fuegos artificiales—. Al menos ahora ya todo está tranquilo.

     —La próxima vez traeré mis juguetes, será mi venganza—el rubio sonrió—. Teníamos pistolas de dardos y algunas de agua.

     —¿Se rebajarán a pelear con niños de primaria?—se entrometió el pelirrojo.

     —Ellos empezaron—el de ojos esmeralda se veía feliz—. Vendremos más seguido para jugar, ¿verdad, Broly?—el azabache asintió con sus mejillas llenas de comida—. Vegetto ya no juega conmigo por culpa de su trabajo.

     —La culpa la tiene Brief—desvió la mirada—. Hablando del Rey de Roma…

     —Hola, chicos—saludó el pelilila, se acercó a las mujeres que conversaban en una esquina, ellas hace rato que se levantaron de la mesa—. Buenas noches. Mi abuelo no pudo presentarse hoy, me pidió que les deseara una linda velada.

     —¡Goku!—abrazó a su primo y saludó a los demás con una sonrisa.

     —Hola, Goten. Creí que estarías en la Montaña Paoz…

     —Trunks fue por mí, quería verlos, chicos.

     —¿Quieres que te sirva, Goten?

     —No, Veg. No te preocupes, ya cené—miró a su novio, apenas terminaba de hablar con las mujeres—. Trunks, ya deja de actuar como empresario. Estás en tu día libre.

     —Bien—se sentó y notó la mirada con desprecio del castaño—. Provecho, Vegetto.

     —Eres molesto—cerró los ojos y siguió degustando su cena.

     —¿Es el tío Bardock?—preguntó el menor de los Son notando a alguien que llegaba—. ¡Y viene con Raditz!

     —Papá, creí que trabajarías hasta mañana—mencionó Goku cuando el hombre llegó a su lado.

     —Sí, pero decidí tomarme un descanso para venir a verte, hijo—lo abrazó.

     —En un momento le sirvo, señor Son—avisó el Saiyan levantándose.

     —Gracias, Vegeta—a los pocos minutos el menor volvió con un plato—. Hablé con tu padre, dijo que estaba en otra ciudad. Me pidió que te dijera que te quiere.

     —Típico de él—miró a su hermanito, quien sólo se dirigía miraditas enamoradas con Raditz—. Asaltacunas, aléjate diez centímetros de él.

     —Vegeta—miró a su viejo amigo—. No le haré nada. Es más, yo me encargué de cuidarlo cuando tú no estabas.

     —Pero ahora ya estoy aquí. Puedes retirarte tranquilo—el de cabellera larga soltó una risita—. Sólo no hagas nada que él no quiera, o te irá mal conmigo.

     —Vegeta...—comenzó a decir el castaño, sin perderle la vista al pequeño Saiyan—. ¿Te molesta si salgo yo con tu hermano? Es lindo…

     —¿Q-qué?—el pequeño azabache se sonrojó.

     —¡Oye!

     —¡Cállate, cabello de princesa!—el Son mayor se mostró ofendido ante esas palabras—. Tarble, ¿aceptas ir al cine conmigo?

     —Vegetto—llamó el pelirrojo, se veía algo serio—. No molestes.

     —Gog...—chasqueó la lengua—. Bah, era una broma.

     —A veces tus bromas son un poquito exageradas—se levantó—. Iré a asear la cocina, permiso.

     —Estás en problemas—comentó Goten viendo al de ojos azules irse.

     —Tsk, iré a solucionarlo—se levantó—. Esperen a que volvamos, no se vayan antes, chicos.

     El castaño se fue tras el pelirrojo, mientras ellos sólo esperaban y conversaban, todavía tratando de apaciguar el ambiente tenso que la pareja había dejado. Bardock limpió su boca con una servilleta y soltó un pesado suspiro.

     —Gracias por la comida—miró a su hijo—. Kakarotto, debo volver al trabajo—revolvió su cabello—. Me alegra volver a tenerte, y que todo vuelva a ser como antes—miró al Saiyan—. Me da gusto que arreglaran todo, muchacho.

     —Señor Son, gracias—sonrió y miró a su pareja—. No lo defraudaré nunca más.

     —Bien, me retiro—miró a su hijo mayor—. Vamos, Raditz. Los dejaré en casa—se levantó y acarició el cabello de su sobrino—. Adiós, Goten. 

     —Adiós, tío Bardock.

     Los tres se retiraron, dejando una vez más al pequeño grupo de amigos solos. El Saiyan miró a su alrededor, aquel comedor ya se había vaciado casi por completo, quedando únicamente ellos.

     —Iré a ver que ya todos se durmieran, ¿podrían terminar de recoger los platos?—pidió antes de ir.

     —Me pregunto dónde se metió Vegetto—mencionó el Son menor, ya había pasado mucho desde que él y Gogeta salieron—. ¿Creen que su pelea termine mal?

     —Ellos se quieren mucho, lo dudo—comentó su primo, aunque después se tornó pensativo—. Aunque… he notado que están más distantes, como si no quisieran estar juntos como antes.

     —No quiero que terminen—soltó aire—. Pero Gogeta también a veces le habla mal, está muy enojado a veces.

     —Sí… me parece raro, si ya habían contado su relación y prácticamente viven juntos.

     —¿Crees que es porque Vegeta y él salieron a solas?—Goku miró con un poco de pena la mesa, intentando ver en esas manchas de salsa y de jugo la respuesta de la situación en la que estaban metidos aquel par—. ¿O porque ahora Vegetto trabaja?

     —Lo dudo—limpió la mesa y después miró a su primo—. Por cierto, ¿volverás a casa esta semana o seguirás en la ciudad?

     —Seguiré con ustedes—miró con una sonrisa cómplice—. Pero no te diré qué sorpresa les tenemos.

     —Bien—imitó su sonrisa, sabiendo que ese juego iba a ir para largo—. Ya quedó, creo que los demás terminaron de asear la cocina—se refirió a que salían ya de allá—. Geta, ¿ya fuiste a ver a los niños?—le preguntó cuando llegaba.

     —Sí, todos ya están en sus habitaciones—hizo un ademán viendo a las mujeres, el cual fue devuelto—. ¿Nos vamos? Podemos pasar la noche en mi casa.

     —Vegetto y Gogeta no han vuelto—replicó Goten poniéndose su chaqueta, los chicos salieron al frío exterior.

     —Y no estaban en la cocina—agregó el pelilila.

     —No pudieron haber ido a otro lado, además…

     —Les dije que nos esperaran—mencionó el castaño, acompañado del pelirrojo.

     —¿Todo bien?—el chico asintió.

     —Bueno, había hablado con Goten y con Gogeta de esto—empezó a decir el de ojos turquesa—. Acordamos que podríamos ir a la playa unos días.

     —¿Playa?—preguntó el rubio—. ¿Cuándo?

     —A partir de esta noche. Me encargué de llamar a su padre, y también lo hablé con Bardock, Goku—miró al Saiyan—. Tu padre también estuvo de acuerdo.

     —Trunks, ¿no es muy precipitado?—preguntó el Son algo nervioso.

     —Goku, la Corporación tiene propiedades y tiene una residencia grande allá. Hay habitaciones suficientes para todos—sonrió—. Me gustaría que me acompañaran.

     Después de varias insistencias todos aceptaron, siendo un buen viaje para aprovechar los últimos días de sus vacaciones. Acordaron ir caminando hacia la C. C. para tomar un amplio auto que el pelirrojo conduciría. Durante su caminata aquel grupo se había dividido en unos más pequeños, quedando hasta atrás el Saiyan y Vegetto.

     —¿Seguro que todo bien?—le preguntó, el castaño sólo veía al suelo.

     —Gogeta está frustrado—miró a su amigo—. Me dijo que sus padres intentan arreglarle un matrimonio con una chica que estudia medicina. Si él y yo terminamos, y ellos se enteran, lo forzarán a casarse. Por eso se molestó por lo que le dije a tu hermano, en realidad tiene miedo de que lo deje después de todo lo que hicimos juntos.

     —¿Por qué lo quieren forzar?

     —Cayeron en cuenta de que tú, el chico al que él presentó como uno de sus pupilos a los que le daba asesorías, en realidad fue su novio y lo estuvo llevando a su casa a dormir varias noches—soltó aire—. Odio esto.

     —Par de idiotas—el castaño rio—. ¿Cómo es posible que no me odies? Soy el ex de tu novio, dormí con él más veces de las que imaginas, y lo besé cuando ustedes dos salían.

     —Porque esa relación ya está en el pasado, ustedes dos sólo dormían, y esa vez sólo lo hacías por mi bien, además de que me lo tenía ganado luego de que te toqué de esa manera—miró al frente—. Veg, te veo a veces con Goku, y siento un poco de envidia porque ustedes sí pueden hacer todo público. En cambio Gog y yo no.

     —Bueno, yo…

     —A la vez me siento feliz por ti—alzó su mirada hacia las estrellas—. Ya merecías ser feliz y tener una vida tranquila, después de todo lo que viviste este es el mejor final que pudiste tener—lo miró burlonamente—. Y al que diga lo contrario puede irse al diablo.

     —...—soltó una sonora carcajada, captando la atención del resto.

     —Gogeta, cómprame algo—pidió, aprovechando que estaban frente a un mini supermercado 24 horas.

     —Trunks, yo también quiero algo—lo tomó del brazo y lo arrastró al interior de la tienda.

     —Broly, ven—también se lo llevó.

     —Geta, ¿quieres algo?

     —Un café, por favor—el Son asintió y fue con ellos, no sin antes darle un besito en la mejilla.

     —Siento que me recalcas tu relación—el pelinegro negó con una risita—. Y dime, ¿cuándo se casan?

     —No sé, pero estás invitado, es un hecho—el de cabello castaño sonrió—. Hay demasiada fila allá dentro para pagar—mencionó alejándose y recargándose en la pared.

     —No sé tú, pero iré a recostarme en la arena tan sólo lleguemos, Vegeta—comentó. Un hombre, que apenas se acercaba a un auto viejo y dañado, se detuvo. 

     Su vestimenta era desarreglada, incluso llevaba una sudadera gris que lucía demasiado sucia. Volteó lentamente, como si la tensión en su cuerpo lo estremeciera y lo hiciera alterarse con la simple mención de aquel nombre.

     —¿Ve… Vegeta?—repitió, mirando fijamente al más bajo de los dos.

     Vegetto frunció el ceño ante la mirada levemente psicótica del hombre. Aquellos ojos eran visibles a pesar de la sombra producida por la capucha de la chaqueta. Por otra parte, Vegeta no pudo evitar sorprenderse por la identidad oculta tras esas ropas holgadas.

     —¿Nappa?—frunció el ceño—. Tú… tú debías estar…

     —Mocoso… ¡por tu culpa estuve en ese lugar!—se fue acercando, a pasos temblorosos y furiosos—. Ja… Ja… JAJAJAJA—empezó a reír escandalosamente de forma repentina, como si una idea pasara por su mente de pronto..

     —Pss, Vegeta. Presenta demencia psicópata...—avisó en un murmuro que era sólo audible para el pelinegro.

     —¿Sabes…? Ahí estuve mucho tiempo, hasta que pude salir con ayuda de un amigo—su sonrisa tétrica, donde mostraba su dentadura, no lograba inmutar al joven—. No niego que pensé en ti...—colocó su mano sobre su cabeza, apoyándose en el muro—. Tantas noches que quise tomarte como esa vez—acercó su rostro hacia el suyo, riendo en voz baja—. Te he tenido tantas ganas…

     —Tsk, todo tuyo—el castaño caminó hasta el auto del hombre y se sentó en el cofre, mirando a aquel par.

     —¿Y esa clase de amigos tienes?—acarició su cabello—. Te haré gemir mi nombre hasta que te arrepientas de todo, mocoso…

     —Pff, inténtalo si puedes—una sonrisa orgullosa, levemente burlona y llena de confianza, apareció en su rostro, haciendo que el menor luciera increíblemente relajado, molestando al sujeto.

     —Tú, pedazo de…

     —Escucha, imbécil—tomó su ropa y frunció el ceño—. Olvídate que volverás a hacerme a mí o alguien eso…

     —Mocoso—pasó su mano hacia su cuello, en un intento de asfixiarlo por ese rencor e ira acumulada desde hace muchos meses. Pero el joven, en lugar de desesperarse o suplicar, sólo ensanchó su sonrisa—. ¿Pero qué…?

     Un fuerte golpe impactó su estómago, haciéndolo doblarse de dolor, incluso escapándosele algo de saliva y unas lagrimillas. Difícilmente tomó aire, aquel oxígeno le era complicado de tomar. El Saiyan sonrió, tan maliciosamente como nunca antes había sonreído. El hombre se mostró algo preocupado, asustado incluso por la apariencia del menor.

     Tal vez por la locura en la que estaba cayendo, o las alucinaciones por posibles productos dañinos, pero parecía aterrado, inclusive retrocedió gateando hacia atrás, hasta que topó con su auto. Giró su rostro hacia el otro adolescente, quien sólo frunció el ceño y mostró su dedo medio obscenamente.

     Se incorporó y caminó rápidamente a la puerta, abrió y subió, intentando encender su auto y poder largarse rápido de ese lugar. Vegetto bajó del cofre, Vegeta llegó a su lado y ambos jóvenes miraron con sonrisas maliciosas al sujeto, abusando del estado demente del hombre, quien cuando logró arrancar el motor huyó a toda prisa.

     —Ya envié un mensaje a la policía y fotos del sospechoso—pasó su brazo sobre su hombro—. Has logrado superar traumas, te enfrentas a tus agresores y has atacado incluso. Estoy orgulloso de ti.

     —Gracias—sonrió, pasando su brazo por su espalda.

     —Chicos, ¿pasó algo o por qué están así de cerca?—mencionó el pelirrojo con varias bolsas en mano.

     —Convencía a Vegeta de un trío—el Saiyan rio, solamente por la expresión incómoda del adulto—. Dijo que sólo si incluíamos a Goku también.

     —Niños, por favor...—soltó aire y sacó de una de las bolsas un empaque de palomitas—. Ten, edición especial sabor fresa.

     —¡Genial!—tomó la bolsa y la abrió.

     —Vegeta, ¿todo bien?—preguntó cuando todos ya retomaban su caminata rumbo a la C. C. —. Te ves un poco más animado—miró al frente, hacia las tres parejitas, cada par abrazado con cariño mientras hablaban de su propio tema—. No ibas en serio con lo que dijo Vegetto, ¿o sí? No me imagino haciéndolo con él. Mucho menos con Gogeta—susurró. El menor sólo rio.

     —Sólo tuve una discusión con un viejo conocido, y gané—se metió bajo su brazo—. Kakarotto, te doy gracias por estar conmigo.

     —¿Por qué dices eso repentinamente?

     —Porque me di cuenta de que, si no te hubiera conocido, yo tal vez no sería así de feliz—se detuvo y lo abrazó, Goku sonrió con ternura—. Incluso ahora tengo más amigos, estoy con mi familia y todo aquello se quedó atrás.

     —Vegeta—soltó aire y unió su frente con la de él—. Creo que yo te agradezco a ti por darme la oportunidad de acercarme y de sacarte de ahí—sonrió—. Y ahora tú y yo ya podemos tener nuestra vida juntos.

     —Kakarotto—se colocó de puntillas y unió sus labios con los suyos—. Te amo.

     —Jeje—sonrió. Una vez más mostraba aquella estúpida sonrisa que desde la primera vez logró cautivarlo—. Yo también te amo.

     Porque los recuerdos a veces se olvidaban, y las sombras del pasado se esfumaban; porque cuando el sentimiento era mutuo, y el corazón se entregaba, los daños sólo quedaban como cenizas que el viento se llevaba. Y cuando las caricias divinas llegaban a la vida, como si fuera el agua que los ríos fluyen, las grietas del alma se curaban, la belleza de la vida se mostraba una vez más.

     Ahora la felicidad era una rutina, donde aquel par podía entregarse sin restricciones y sin miedos, aquel tiempo donde eran lastimados se acabó, y ahora podían estar juntos.

     Incluso sentían esa necesidad de agradecerse. Las horas juntos eran lentas, ahora todo era más positivo, a pesar de las cicatrices se sentían completos por su encuentro. Sin saber si fue obra de Kamisama o el destino, día a día se llenaban de dicha.

     ¿Y si el otro no estaba? Ambos llenarían ese vacío pensando en el otro, llenándose con su ser y esencia, con su figura. En sí mismos podían confiar, siendo una sola alma, un solo corazón, la razón de la felicidad del otro y la cura de sus miedos.

     Y, a pesar de lo vivido y todas las pruebas, confirmaron que su amor sería para siempre.

Notas finales:

    Esta historia por fin llegó a su fin, no lo puedo creer :D Gracias a todos ustedes por este tiempo juntos y por los momentos compartidos.

     Espero haber podido llegar a esta bonita historia.

     Los quiero :3 Gracias por todo.

 

P.D. No habrá trío :v


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