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El viejo Egipto por Uyoko

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Notas del fanfic:

:D espero que les guste este fanfic y los que seguen mi historia de ¨Cuentos de hadas¨ lo actualizare proximamente, esta en suspencion pero este fanfic volvera a su curso.

Lamenten la ortografia, en estos dias la corregire por que en verdad me da verguenza tales errores

Sin mas disfruten :3 :D 

Gracias :D

En el viejo Egipto, antes del nacimiento de Jesús el pueblo de Israel era gobernado y maltratado por los egipcios, eran esclavos destinados a trabajar en la tierra y lodo hasta que sus vidas acabaran y se consumieran. A pesar de esto ellos Vivian felices o más bien en paz, pero al faraón no pareció agradarle esa idea y con miedo a que estos algún día se revelaran envió a todo sus soldados a acabar con la vida de los bebes, con lo varones menores de tres años, de este modo la población de israelitas no superaría a los egipcios y el cuerpo de todos los bebes se volverían comida de cocodrilos.

Los soldados entraron a todas las cosas, las madres desesperadas intentaban huir, esconder a sus hijos pero esto solo era un fracaso ya que ellos fácilmente las encontraban y arrebatan de sus manos a sus preciados hijos y en caso de resistencia le quitaban la vida a la madre. En una de las casa había una mujer, castaña y de unos ojos color castaño brillante, su piel se mi morena brillaba en el sol pero era oculta por todas las piezas de ropa que tenía. Miraba con gran disimulo a todos los soldados, tenía miedo y no lo podía negar ¿por qué? Ella tenía un hijo y temía perderlo.

-Nos vamos- dijo y en sus brazos tomo al pequeño niño ocultándolo en una manta de un color café marrón.

De un pequeño buro de piedra se levantaron dos niños, una niña de no más de ocho años con una cabellera negra y larga, ojos negros y por gran sorpresa de una piel blanca como el mármol y el segundo era un varón, un niño de tan solo seis años, de una cabellera rubís y ojos azules, ambos adoptados por la mujer al perder a sus familias luego de la venta de esclavos.

La niña tomo una pequeña canasta hecha de palma y gruesa pero resistente para el agua, con gran rapidez los tres salieron de la vieja casa teniendo cuidado de que ningún soldado los viera. A gran paso veloz se fueron rápidamente al rio que estaba cerca del pueblo pero oculto entre los lirios, los tres fueron rápidamente. Al llegar a la orilla se frenaron y con una gran melancolía la mujer miro el rio, era momento de despedirse.

La mujer se acercó aún más al rio de tal manera que sus pies se mojaban con un poco el agua. Di un gran suspiro y trato de aguantar las lágrimas, ¿Era la mejor decisión? ¿Dejar ir a su único hijo? ¿Estar ya sola?

La niña a su lado jalo un poco su vestido sin articular palabra alguna, era el momento.

-Dame la canasta Mikasa- dijo la mujer con un gran susurro en el nombre de la jovencita.

La niña le extendió la canasta y con gran cuidado la puso en el suelo, la mujer se arrodillo ante la canasta y con gran cuidado destapo la carita del pequeño niño. Su piel blanca aun, ligeramente morena, los ligeros mechones castaños y esos ojos de un color verde brillante con un pequeño destello dorado. El pequeño niño miro a su alrededor mirando el cielo y el rostro de su madre que sorprendentemente parecido al de él. El pequeño infante era ajeno a lo que pudiese pasar lo único que sabía era que los brazos de su madre eran calientes y cómodos.

La mujer miro con más detalle a su hijo, con miedo de olvidar el rostro de su hijo.

El niño empezó a reír y el corazón de su madre se conmovió, temía perderlo pero si no se alejaba lo más probable es que lo matarían. Arrullo al pequeño y lo deposito con cuidado en la canasta, lo ojos del niño se fueron cerrando pero la dulce melodía de una canción que alguien tarareaba se escuchaba. La canción de la niña, Mikasa.

El niño cayo en los brazos de Morfeo, la madre cubrió al niño y con sumo cuidado puso la pequeña tapa de la canasta. Tomo la canasta y se levantó del suelo para luego adentrarse en el rio, sus ropas flotaban y el agua empezaba a enfriar su cuerpo, que importaba eso. Nada con tal de poner a salvo a su hijo.

-Llévalo a un lugar seguro- dijo con gran dolor la madre, le hablaba al rio.

Dejo la canasta en el agua y esta se fue flotando lentamente, alejándose del amor y calor de su madre. La niña no confió en el rio y con gran rapidez siguió a la canasta, no se metería en el agua pero trataría de estar lo más cerca posible de la canasta

El rio se vio peligroso cuando los botes de mercancía y pesca de los egipcios se acercaron peligrosamente a la canasta, los hipopótamos y cocodrilos igual salieron. La niña estaba preocupada, no quería que él bebe muriera que el rio simplemente acabo con la vida del pequeño. Las aguas se fueron calmando y el corazón de la pequeña niña se aceleraba ¿Que seguía? ¿Habría probabilidad de que él bebe sobreviviera?

Las aguas entraron a un pequeño ríos donde llegaba a una de las puertas del palacio, el palacio del faraón.

La niña se sintió nerviosa y al mismo tiempo se preocupada ¿Y si lo mataban? Con gran cuidado se metió entre lirios, teniendo cuidado de que no la vieran.

En el lugar donde se recogía el agua del rio había tres mujeres y un niño de dos años, dos de las mujeres permanecían quietas y con la cabeza agachada, la piel morena y cabello corto y negro, las ropas blancas y se mi pegadas al cuerpo. La tercera mujer, hermosa y el cabello negro brillante, la piel morena y con un cuerpo envidiable, la esposa del faraón.

Ella está en el agua jugando junto a su hijo quien cogía las flores que caían de los árboles, estaba feliz. Cargo en brazos a su pequeño niño, pequeño, se mi blanco, el cabello de un marrón claro y los ojos de un marrón claro con detalles cercanos al anaranjado o amarillento y las cejas largas y finas.

La mujer con gran sorpresa miro la canasta y dejo a su hijo en el borde de las escaleras del palacio una de las mujeres se acercó y tomo la mano del niño. La mujer se acercó y tomo la tapa de la canasta, la niña de los matorrales sintió su corazón latir ¿Y si la mujer mandaba a matar al bebe?

La mujer quito la tapa y miro con gran sorpresa el interior, un bebe de no más de un año, sus ojos esmeraldas cautivaron a la mujer.

La mujer dio una gran sonrisa y él bebe estallo en risa, la hermosa mujer tomo al adorable bebe y lo acuno en sus brazos dejando que el canasto flote solo por el pequeño rio. La niña entre los matorrales se sintió tranquila pero aun sentía su pecho oprimido, tenía que alejarse del pequeño.

-Tú nos liberaras- susurro antes de alejarse y volver con la madre del niño, Karla.

La hermosa mujer salió con gran delicadeza del agua mientras jugaba con mimos con él bebe, su ropa mojada se pegaba a su cuerpo mostrando su hermosa y estructural figura. Empezó a caminar hacia dentro del palacio hasta que sintió un ligero jalón en su vestido de seda.

-jean- dijo la mujer y le sonrió a su hijo. -Vamos Jean le mostraremos a Faraón a tu nuevo hermanito, Eren.

El sonido de dos carruajes se escuchaba por todo Egipto, había una gran carrera entre dos carretas jaladas por caballos. Los jinetes solo reían y se divertían, todo Egipto e Israel sabían quiénes eran, los príncipes de Egipto. Jean el hijo mayor del faraón y legitimo al trono y el hijo menor eren, el príncipe de Egipto.

-Mueve cara de caballo- dijo el castaño, piel bronceada, cabello castaño y ojos con dos esmeraldas puestas un cuerpo marcado, el chico ya tenía dieciséis años.

-Al menos no voy perdiendo- respondió su hermano Jean, este ya tenía 18 años de edad, su rostro alargado, ligeramente bronceada, el cabello de un marrón claro y en la parte baja castaño oscuro, los ojos con la misma intensidad de marrón claro y detalles naranjas y amarillentos a la luz del sol.

Ambos tenían sus pechos descubiertos, solo con una pequeña.... En sus muñecas joyas y sandalias pero en uno de los dedos de Jean había un anillo de oro con un zafiro como el cielo, un pequeño pedazo de cielo.

-El segundo en nacer, el segundo en todo- le grito Jean mientras aceleraba el paso de su corcel y dejaba atrás a Eren.

-Ni lo pienses cara de caballo- dijo con gran burla Eren y obligo a su corcel a acelerar el paso.

Ambos eran totalmente una locura, siempre compitiendo por ver quien come más rápido, que corría más rápido, quien era el mejor y lo que habían tenido en mente esa mañana era ver quien viajaba por todos Egipto en corcel y llegaba al palacio, ¿quién tuvo la idea? Eren.

-Idiota- grito Eren cuando un pequeño bulto de paja le cayó encima todo porque Jean choco con una carreta entera de paja.

Ambos empezaron a acelerar el paso dejando una total destrucción a su paso, estaba llegando por una construccion de esfinges cuando chocaron con las escaleras para subir a la cabeza de la esfinge de su padre. No le tomaron importancia y siguieron su carrera lo que no notaron era que las escaleras se cayeron destruyendo en su caída una de las presas de arena.

Bajo ella caminaban los dos sacerdotes del Faraón, Reiner y Berloth. Reiner mantenía los ojos cerrados mientras caminaba pero el pequeño grito de Berloth provocó que abriera los ojos de Reiner se abrieran de golpe, con el ceño fruncido miro hacia donde veía con temor Berloth y sintió la sangre congelarse en su cuerpo. Frente a ellos la presa de arena se había destruido y como consecuencia toda la arena caí como avalancha queriendo que los jalara junto a ellos.

Con gran rapidez empezaron a alejarse de la arena pero de nada sirvió y fueron atrapados por la arena. Reiner tardo un poco en salí a la supervise de la arena y a lo lejos logro ver a los causantes de todo, los jóvenes príncipes.

Se escuchaba como faraón golpeaba en su mano su cetro con la cara de Anubís, no era bueno.

-No entiendo como los Dioses me castigan con hijos tan insensato y blasfemos- Girsha, el faraón, padre de Jean y Eren, no estaba nada contento.

-Padre...- intentaba justificar Jean pero Girsha lo callo.

-Calla, faraón habla- dijo en grito Girsha.  -No comprenden que la dinastía es lo más preciado y ustedes dos solo le encargan de destruir todo Egipto, pirámides, esfinges to- miro con molestia Jean. -Y tu Jean no entiendes que eres el futuro faraón debes dar una buena presentación y el hecho de destruir todo a tu paso no ayuda en nada.

Jean solo agacho la cabeza mientras mordía con gran  fuerza su labio, cuanto odiaba ser reganado pero en parte era cierto el hecho de que el destruir el palacio y Egipto.

-Pero padre no pasó nada, solo la presa se destruyó y...

-Un eslabón débil, por un simple eslabón débil todo Egipto puede caer y todo porque el faraón no sabe dirigir- las palabras sonaban como acido sobre Jean.

El silencio inundo la habitación, el ojiverde veía con gran tristeza y preocupación a su hermano, él era reganado por el hecho de ser el heredero de la corona del faraón.

La mujer, su madre, puso su mano sobre el hombro de Girsha y miro preocupada a ambos chicos, el faraón solo dio un gran suspiro.

-Puede retirarse- dijo el faraón y Jean sin decir nada se dio la vuelta y con grandes zancadas salió de ahí pero Eren se quedó.

-Padre- dijo y dio un paso hacia el eraron. -No deberías ser tan duro el, tú mismo sabes que yo igual me involucre no deberías reganarlo solo a el

-Eren- dijo y miro a los ojos a su hijo. -A comparación tuya Jean cargara en sus hombros mi corona tu no tendrás un peso de este tipo.

-Solo te pido que le des una oportunidad a Jean- dijo con suplica Eren.

-¿Una oportunidad?- dijo pensativo Girsha.

El gran suspiro del faraón era cansado y pensativo, su hermosa esposa se acercó y puso sus manos en sus hombros.

-Lo pensare- dijo con resignación el faraón.

El rostro de Eren se vio iluminado y con una elegante reverencia salió de aquella habitación y fue directo a buscar a su hermano. Lo conocía y sabía que cuando este se enojaba iba directo a una de las pequeñas esfinges que permanecían dentro del palacio, era grande y con el rostro de su Dios Anubís, con rapidez que con su hermano pero en el camino empezó a tararear una canción que permanecía en su mente, no recuerda que su madre se la antara pero un aparte dentro de él le fascinaba esa hermosa canción.

-Patético no te dijo- dijo Eren cuando estuvo cerca de la esfinge, lo logro escuchar Jean.

-Eslabón débil- dijo con enojo Jean. –Por poco me culpa de destruir las pirámides.

El rostro de Eren se tornó un poco triste pero tenía que alegrar a su hermano.

-Ya lo veo.- dijo y una sonrisa burlona apareció en el rostro de Eren. – ¡Adiós a las pirámides! El Nilo se secara- dijo con una risa Eren.

Una sonrisa salió del rostro de Jean y este bajo de la esfinge y fue a un lado de su hermano.

-No entiendo cómo es que tú siempre te salvas- diecia Jean.

-Es muy sencillo.

-¿Cómo?- dijo curioso Jean.

-Tu problema es que te preocupas muchos, lo único que tienes que hacer es relajarte

-No es sencillo teniéndote a mi lado- dijo burlón Jean y tomando del cuello a su hermano empezó a pegarle ligeramente en su cabeza.

Las risas de ambos empezaron a sonar hermosa escena de hermanos, ¿no?

-¿te digo algo Jean?- dijo con una sonrisa Eren.

-¿Qué cosa?- dijo Jean con una sonrisa.

-Creo que llegaremos tarde a la fiesta real.

El cuerpo de Jean se sintió tensar, lo había olvidado por completo la fiesta donde su padre anunciaría una gran noticia y por estar jugando con Eren se le había olvidado por completo.

Sin siquiera pensarlo ambos salieron corriendo, Jean estaba realmente preocupado mientras que Eren solo estaba riendo y burlándose de la cara de preocupación que cargaba su hermano. Co gran rapidez ambos tomaron su mejor ropa y joyas, rubís, zafiro y jade, sus pechos tenía cadenas de oro y las mas extravagantes eran las que cargaba Jean por ser el hijo mayor.

-Bien- dijo Eren con un susurro, ambos estaban tras una gran cortina que una vez atravesándola estaría el salón de fiestas del palacio. –Entraremos por aquí y de esta manera ni padre ni muestra madre notaran nuestra ausencia de veinte minutos- dijo convencido Eren.

Sin pensarlo pasaron la cortina pero sintieron su grande congelarse al darse cuenta que estaban frente a todo Egipto y todos aplaudían con alegría y fervor.

-Nadie lo notara- dijo con gran enojo Jean y Eren solo rio con nerviosismo.

-Los jóvenes príncipes- dijo la madre y abrazo a ambos chicos pero cuando el rosto de ellas estuvo oculto entre las dos cabezas de los jóvenes susurro: -Faraón te acaba de nombrar príncipe Egipto Jean, así que yo te sugiero que vaya con él y se lo agradecerías a tu padre- dijo la mujer mientras empujaba ligeramente a Jean para que fue con su padre.

La mujer y Eren aplaudian con alegría.

-Y solo dijiste que necesitaba una oportunidad- dijo sonriendo la mujer.

Eren igual sonrió y con alegría fue junto a su padre y hermano.

-Padre yo sugiero que lo sacerdotes den un regalo a su nuevo príncipe- dijo alegre Eren.

-Tienes razón hijo- dijo de acuerdo Girsha. -Reiner, Berloth- les grito el faraón asustando a ambos sacerdotes.

Reiner se encogió de hombros pero con un suspiro se acercó a ello pero antes le susurro algo a Berloth.

-Ve por la flor- dijo y Berloth se alejó.

-Traída la flor más bella de los lugares más lejanos- decía con misterio mientras comenzaba a agitar su mano y un ligero humo se desprendía. -Radiante, una flor del desierto.

De entre el humo apareció un camello pero sobre este se encontraba una persona, su piel completamente pálida, el cabello corto Al estilo militar, brillante y los ojos de un verde olivo, pequeño pero penetrantes. El cuerpo flexible, delgado y hermoso, al omento en el que Eren lo vio fácilmente dedujo que era un hombre pero se veía hermoso y deseable aunque lo único que le daba un poco de temor era esa mirada penetrante.

-Hermoso- dijo satisfecho Jean.

El pelinegro no se veía nada feliz, miraba con gran odio a todos y sobre todo a aquellos sacerdotes que le arrebataron todo y odiara más a esos malditos faraones si le ponen un dedo encima. Aunque él tenía que admitir que la ropa que tenía era realmente hermosa, una especie de tolérote largo hasta el tobillo pero con una larga abertura en la pierna izquierda donde se lucían sus pierna delgadas pero hermosas y el pecho a descubierto donde sus pezones rozados brillaban, sin contar que lo habían llenado de joyas, pulseras de un oro ligero, anillos de jade y un collar de rubí en su pecho y su cabella se atravesaba un collar diminuto con ligeras incrustaciones de diamante, nunca antes en su vida se había visto tan radiante pero el ya solo quería volver a casa, no quería permanecer más en ese lugar.

Con una sonrisa seductora Jean se levantó y se acercó al pelinegro.

-Dime cómo te llamas- dijo sonriendo.

El pelinegro se iba a limitar a no decir nada pero su cuerpo actuó solo y hablo.

-Levi- dijo casi escupiendo asido.

La voz de Levi llego a oídos de Eren y este se quedó sorprendido a tan hermosa voz, fuerte, clara y seductora a su parecer y sin pensar se levantó pero situándose atrás de su hermano.

-Una flor del desierto- dijo Jean y atrapo el rostro de Levi con sus manos, grave error, Levi intento morderlo y Jean se alejó asustado por estar a punto de ser mordido. -Ms bien nos trajeron una cobra.

-¿No te gustan los reptiles hermano?

Eren solo se reía del momento pero a momento de sentir la manos de su hermanos en sus hombros se sorprendió.

-Por eso te la regalo- dijo Jean y empujo un poco a Eren para que se acercara a Levi.

-Oh no gracias- dijo Eren pero una parte de él se sentía gratificado.

-Yo no soy propiedad d nadie- dijo molesto Levi, él no es dueño de nadie. -Y menos de unos estúpidos cerdos como ustedes.

-¿Dejaras que se burle de ti Eren?- dijo Jean provocando a su hermano.

-Mira soy un príncipe de Egipto y debes hablarme con el respeto que merezco- decía Eren.

-pero si ya te hablo con el respeto que mereces- dijo respirando hondo Levi y tomando con fuerza el látigo que lo mantenía amarrado y que el otra extremo sujetaba Berloth. -Ninguno- grito y jalo con fuerza el látigo.

Levi bajo del camello y Berloth asustado soltó el látigo y Levi empezó a agitar el látigo, alcanzándole a pegar a una mujer. Los guardias del faraón se acercaron listo para atacar a Levi, Eren asustado los detuvo.

-Quieto- dijo Eren y agarro el látigo, frenando el escape de Levi.

-Suéltame mocoso- ¿mocoso? Al parecer Levi era mayor que él.

-No te iras

-Te pido que me sueltes- decía perdiendo la cabeza Levi.

Eren seguía sosteniendo el latido en eso se percató que atrás de Levi estaba un pequeño laguito artificial, con la fuerza  que Eren agarraba el látigo y la fuerza con la que Levi la sostenía este alcanzaba a perder el equilibrio y caer al lago y podría ser detenido.

-Si eso quieres- dijo con burla Eren y soltó el látigo.

El plan de Eren funciono, Levi perdió el equilibrio y cayó al agua, su cuerpo se estremeció por la gran chapoteada. Todos en el lugar estallaron en risas, Eren tenía una sonrisa de triunfo y cuando alzo la vista a su madre se dio cuenta que esta tenía una mirada de vergüenza, no se esperaba eso de su hijo Eren. Con un poco de culpa Eren agacho la mirada y vio a Levi, este estaba siendo escoltad por dos guardias, empatado y con una gran cara de molestia, el corazón de Eren se encogió.

-Llévenlo a los aposentos de Eren- decía aun riendo Jean. -Quiero declarar a Eren- decía Jean mientras alzaba la mano de Eren al aire. -Si tú lo apruebas padre quiero declarar a Eren arquitecto oficial de Egipto- dijo y Jean se quitó su anillo y lo puso en el dedo de Eren.

Eren se sintió feliz, desde niño siempre quiso ser el arquitecto pero nunca creyó que se volvería realidad, pero la alegría no era tan gratifícate cuando recordó como trato a Levi, se sentía culpable.

Cuando todo acabo fue a sus aposentos, donde estaría Levi. Entro y a ver su cama la cortina de seda transparente solo mostraba el reflejo de alguien sentado, era él.

-Levi- empezó a susurrar. -Con lo que paso hace rato...yo...- se acercó y recorrió la cortina pero se sorprendió al ver solo a un hombre ahí, muerto y acomodado de modo que parecería sentado. -¿Qué?- se cuestionó y el chillido de sus perros lo sorprendió.

Su querido perro estaba atado y ese chillaba a la ventana que tenía vista al pasillo de la salida del palacio. Se asomó y una escalera creada con sabanas se encontraba, por ahí escapo Levi tenía que admitir que aparte de bello inteligente.

Bajo por ahí y en eso lo vio, estaba caminado con gran sigilo con un camello, pero se acercaba los guardias y esos podrían verlo y probablemente golpearlo, sin pensar fue corriendo con los guardias.

-Guardias- dijo. -Ehh...yo...- decía nervioso pero en eso Levi los vio y se congelo, iba a volver a ser atrapado pero miro a Eren. Las miradas de ambos se cruzaron y por una vez Levi pudo ver algo en Eren, sus ojos esmeralda no mostraban maldad si no preocupación. -Yo...ay un hombre muerto en mis aposentos y quiero que lo saquen de ahí.

Levi quedo sorprendido ¿no lo iba a entrega? ¿Le ayudo? No pudo pensarlo mucho porque Levi tenía que huir y sao rápido. Eren suspiro y se percató que Lev ya había salido, corrió para alcánzalo.

Eren siguió todo el tiempo a Levi, este solo se dirigió por Israel para volver a su pueblo, Eren no quería dejarlo ir pero sentía que Levi era un pajarillo que no debía estar en una jaula. Levi paro cerca de un pozo donde habían dos personas, Eren solo los ignoro y veía a Levi, hermoso.

-Necesito agua, mi pueblo está lejos- decía en suplica Levi.

Una de las personas le dio agua.

-Gracias- agradeció Levi y subió al camello.

-Que Dios te proteja- respondió la persona y Levi se alejó con el camello.

Eren entendió que ya no podía seguir a Levi, se sintió triste porque tal vez nunca podría tocar su suave piel, probar sus labios rosa y piel pero igual se sentía feliz porque así el no correría riesgo de ser herido. Camino y se detuvo junto al paz ignorando a su alrededor y solo viendo la silueta que desaparecía, adiós Levi.

 

Notas finales:

:3 Si desean deje Comentarios :D

Gracias por leer :3


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