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Sinfonía Callejera por dei_angel

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Notas del fanfic:

Los personajes y la trama son míos.

2016

-          ¡Despierta! ¡Éstas no son horas de dormir! – restregaba el cabello rizado de aquella chica que descansaba en la mesa de la biblioteca pública -  ¡Ve a casa!


Sinfonía Callejera


Opus. 1 “Preludio”


 


 


 


-          Mmm – Murmuraba fastidiosamente al mismo tiempo que el bibliotecario se alejaba súbitamente.


      Mientras despertaba podía escuchar claramente el sonido de su instrumento predilecto, fingió espabilarse y tomando su bolso de lado hizo una reverencia de disculpas y sin decir palabra se fue al son de su tonada.


      Caminaba tranquilamente y sin darse cuenta despegó sus manos del caminar habitual e imaginándose unas teclas pulsaba al ritmo de la sinfonía callejera.  Eran así todas las tardes en las que la universidad tomaba vacaciones, estudiar derecho le gustaba porque la mantenía distraída de su natural distracción, sonreía sin saber por dónde caminaba, abrió los ojos tan pausadamente que dándose cuenta dejó de interpretar “La Sinfonía callejera en La b mayor opus 34” y salió disparada con una sonrisa llena de sentimientos mezclados como la vergüenza y la picardía.


      A menudo se preguntaba el por qué tendría que avergonzarse de algo que es tan natural, si una pareja se besa entonces todo el mundo responde con un gesto natural universal, si ven a alguien interpretando una fantasía entonces es de locos. Pudo notar su estupidez y siguió, no le importaba ya lo que la gente pensara, ella era un músico, lo natural es hacer arte, independiente de todo, todo lo que usara ingenio ella lo traducía en arte puro.


     Suspiraba, la biblioteca era su segundo hogar, disfrutaba estar en compañía de libros en vez de otros seres humanos, no le gustaba ser social, de vez en cuando sacaba su elocuencia para fingir que le gustaba interactuar con otros seres humanos simplemente lo hacía por cortesía, además parte de su mundo es público más no sus sentimientos por eso forjó esa personalidad. Lo que más le atraía en este momento era el hecho de querer tener a una violinista, quería montar un dúo, sin embargo no podía encontrar un sonido que la conmoviera.


    Sacó las llaves y abrió la puerta, pronunció un ligero “llegué a casa” para encontrarse con la soledad del eco, solo sonrió y dejando sus zapatos en la entrada fue hasta su habitación, dejó su bolso amarillo pálido de lado y se miró en el espejo, viéndose delgada con una cara angelical y unos ojos de color ámbar una nariz corta y unos labios delgados, miró sus manos y las burlas que una vez recibió por ellas se convirtieron en su mejor arma. Alicia Ferrara a quién consideraba como una hermana menor le había dicho que usara lo que considerase débil como algo que pudiera usar a su favor. Y así fue.


     Encendió el teclado y calentó haciendo escalas, luego arpegios, ritmos, leyó una partitura a primera vista y luego sacó una especial de una carpeta en donde tenía muchas, llevaba tocando el piano diez años, parte de esos años los pausó por la universidad, dedicándole más tiempo a lo que la mantenía distraída en el mundo real que a lo que amaba en su mundo alterno, nunca se atrevió a dejarlo por completo, la renuncia al conservatorio por problemas económicos le afectó en aquel tiempo pero era ya cosa del pasado, chasqueó con la lengua y en un gesto despreocupado acomodó la partitura en el atril del piano e  interpretó.


      Un nocturno de Chopin, a quién merecido se le tenía el nombre del poeta del piano, ella quería ser llamada la poeta de los sentimientos ser la intérprete que llegara a los sentimientos más profundos que cada quién tenía.


      Manejaba sus dedos suavemente, la expresión de sus ojos era de calma, de paz, de armonía, las notas resonaban en el eco de aquella casa vacía, retumbaba en su concentración, no creía que podía llegar a ese nivel, se preguntaba muchas cosas las cuales empezaban con lo callejero terminando en la obertura más grande mezclando todo tipo de género en una armonía absoluta: la bondad.


      Hubo terminado la pieza y vio en el reloj de muñeca la siete de la noche, había invitado a su mamá a quedarse en su apartamento pero no era sino hasta dentro de dos semana que iba  a llegar, suspiró tantas veces que la inspiración y todo el mundo que se imaginó en tres minutos de pieza se esfumaron y cayeron a la montaña de ideas desechadas dentro de su cabeza.


      La universidad libre, la orquesta dio dos días libres pero mañana tendría que presentarse ante la invitación de la orquesta nacional para una gira de una semana por Asia, no le sonaba mal la idea, desde hace años estaba esperando esa invitación, sin duda alguna conocería ese continente. Se tumbó en la cama, con la cabeza dándole vueltas y el nerviosismo revoloteándole el estómago que necesitaba salir, se preguntaba a menudo cual era su orientación sexual puesto que siempre estuvo tan absortar de estudiar y trabajar que no le prestaba atención a eso. Se vestía según la ocasión y mucha gente le felicitaba puesto que era un estilo formal pero a la moda.


     Tomó su teléfono y vio un mensaje de un número desconocido no le gustaba mucho responder mensajes de números desconocidos, pero por una vez hizo algo que no estaba dentro de su código.


-          ¿Hola? Recibí un mensaje pero no tengo su número registrado ¿Quién es? – Habló en un tono flojo


-          ¿Li? –


-          Sí – reviró los ojos


-          Es Diana – Contestó del otro lado, Diana era la concertina* de la orquesta


-          ¿Qué pasó? – Preguntó vagamente


-          Felicidades por la gira, la directora hizo extendidas las felicitaciones.


-          Gracias. ¿Las piezas que tocarán llevan piano?


-          No, ¿No revisaste el cronograma? –


-          No, lo siento.


-          Li, ¿Qué haces? – Preguntó Diana  con un tono de curiosidad


-          Nada. ¿Tú? – contestó con interés


-          Yendo a la fiesta, la orquesta no da días libres en plena temporada de conciertos, al menos de que lo hayas olvidado y te hayas quedado dormida en la biblioteca pública. Apresúrate Li.


-           


     No creía en las coincidencias, ¿La Orquesta no daba días libres? Nunca escucha a la directora, por eso era Diana fastidiándola, increíble, solo sonrió y levantándose de la cama se apresuró a escoger la ropa, una camisa de tiros negras un pantalón azul pálido unos zapatos amarillos y una chaqueta de color blanco, de bisutería una pulsera ajustada a la muñeca izquierda con un collar de un tótem directo de Ecuador que compró en una gira por Sur América.


      Mientras se preparaba mentalmente, venían recuerdos amargos acompañados de una tonada que aún no podía escuchar claramente, sonrió ante lo abstracto de su misma idea. Tomó las llaves y se fue caminando hasta la estación del metro musitando la suite n°1 de Bach para cello, simplemente una de las obras que más le agradaba y que la distraían de esa melodía tortuosa para la cual era sorda.


      Se sentó tranquilamente, el metro estaba un poco vacío sin darle importancia y bajándose de la estación caminó hasta el Hotel Venus donde la orquesta organizaba las fiestas cuando los conciertos salían mejor de lo previsto. Llegó y sintió el aburrimiento golpearle la cara una vez jalado la puerta para entrar. En una sola palabra se resumía todo: Diana.


      Era una persona que naturalmente le desagradaba, pero admitía que tenía un sonido particular, hizo una reverencia seria y formal y con mucha elegancia se dirigió al salón de fiesta dejando unas quejas a su espalda. Caminó hasta encontrarse con un salón iluminado, muchas flores y a todos los músicos, estaban divididos en subgrupos, reviró los ojos, se sirvió un poco de comida y sentándose empezó a comer.


    Quería estar ahora en su casa escribiendo algo de música o simplemente estudiando, ya esa necesidad y torbellino de querer salir se había esfumado por completo,  no soportaba la idea de estar perdiendo el tiempo en estupideces como esas, una oleada de suavidad acarició sus cabellos ásperos y su ceño fruncido se relajó por completo al sentir la voz de la única persona en esa orquesta a quién quería.


-          ¿Silvia? – susurró, le daba mucha vergüenza el tocarla, por eso siempre mantenía distancia prudente de ella.


 – Toma, es un presente. ¡Felicidades por la gira! – le dio un beso en la mejilla que estremeció su cuerpo.


-          Gracias – agradeció seriamente ocultando la emoción –


-          Tú sabes perfectamente que yo te amo – mirando a esos ojos marrones oscuros y esa sonrisa impecable Li despejaba sus dudas, dudas que volvían cuando Silvia estaba lejos de ella.


-          Gracias – susurro con alegría disimulada, solo espero un poco para calmarse, Silvia se había sentado en frente de ella.


      Li estaba totalmente extrañada, Silvia casi nunca se sentaba con ella en las fiestas, siempre andaba con su grupo contemplándola desde lejos y sintiendo celos naturales que la obligaban a encerrase más en el vicio de la soledad. Analizaba tantas cosas que le impedían divertirse, sentía que jamás se iba a amoldar ni a disfrutar de las cosas de la juventud moderna. Simplemente no encajaba ni encajaría pero al menos era feliz por estar con Silvia.


      Mucha gente se acercaba a saludarlas sin embargo Diana no le despegaba la mirada a Silvia y eso Li lo notó, aunque le pareció extraño admitió sentirse abrumada, dos personas opuestas totalmente que solo se hablaron por teléfono, ninguna de las dos notaba la presencia de la otra hasta ese momento incómodo.


      Sin darle demasiada importancia desvió la atención de Silvia al notar que besaba a su novio quien recién había llegado, dándole la más hermosa de las bienvenidas, admitió sentirse incómoda y con un gesto elegante se despidió delicadamente de su amiga.


    Salió del bullicio y lamentó la escena que vio, no obstante era su culpa pero sentía más culpa por ese te amo que no era objetivo. Solo suspiro, no sabía que era con respecto a ese campo amoroso, solo sabía que con Silvia era feliz. Sintió un brazo jalarle y al girar el cuello se topó con unos ojos enojados al punto del lagrimeo.


-          Que fría eres, mira que despedirte sin un beso – susurró infantilmente.


      Li murmuró dubitativamente y dándose un golpe mental ya que no entendía la inocencia de esa persona quien le llevaba un año de diferencia. Solo suspiro pesadamente, se agachó un poco y besó con tanto amor y ternura aquella mejilla suave que le dolió, haciéndole recordar aquel nocturno de Chopin que interpretaba en la tarde después de la biblioteca. Sus sentimientos sincronizados a cada acorde y nota triste que la empujaría al final de la pieza.


      Entendió que le dolió más que siempre, la abrazó con mucho esfuerzo y en su devaneo mental se decía que si caía en la tentación de no querer terminar ese abrazo sería condenada, tomó un respiro mental y susurrándole al silencio el “te amo” que debió decir sin rodeos, pero que simplemente quedó desecho al vacío. Se dio cuenta de alguien, un espectador, era el novio de Silvia, Juan, quién veía como ese abrazo transmitía más que un sentimiento de amistad. Li sabía perfectamente que él conocía ese sentimiento, pero debió haberse conmovido tanto por el dolor que expresaba que mantuvo callado en ese momento de amor a tal punto que la mirada desvió al chocar con los ojos de la joven pianista.


      Silvia tan solo sonrió, Li pudo hacerlo, una sonrisa de dolor y aunque genuina le costaba el hecho de que no podía admitir que estaba siendo atacada por el impulso más grande del cual se arrepentiría jamás, el llevársela para la gira no como músico, sino como acompañante. Hizo una reverencia para cortar el ambiente pesado, sabía que las palabras arruinarían tanto la atmósfera de amor como la de celos, callar fue mejor que decir la verdad.


     Giró y salió del hotel, decidió caminar hasta casa para despejar su mente de ese recuerdo tan incómodo, volvería a ver a Silvia dentro de una semana y todo estaría como siempre. Caminó hasta toparse con una tienda de recuerdos en la que vio trabajar a una chica bastante extraña a su parecer, estaba vagamente en trance, con el cabello perfectamente recogido y un delantal, en esos segundos que más bien le parecieron horas contemplándola no podía despegar sus ojos de la chica que no despegaba sus  ojos del trance en la que estaba sumida. Cerró fuertemente sus pupilas y sacudiendo su cabeza siguió su camino tranquilamente.


      

Notas finales:

Concertina: Es la violinista que se sienta en la parte de afuera del primer atril y es el asistente del director de la orquesta (del quién tiene la batuta)

 

¡Espero que lo hayan disfrutado!

¡Dedicado a aquella audiencia que es músico!

¡Muchas gracias!


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