Sung Yeol oyó el frenazo y levanto vivamente la cabeza. El surco al fin y al cabo ya estaba trazando. Al ver a la persona que descendía de la moto, Sung Yeol levanto la herramienta y la coloco en el hombro.
Así intentando sacudir los pies de la tierra recién movida que cubría sus botas, avanzo hacia la puerta del templo.
Se detuvo ante un sofocado Sehun que parecía que acababa de ver a un fantasma.
-¡Vaya!- exclamó Sung Yeol con su habitual calma-. Ya tenemos un problema encima. Entra mientras yo me sacudo la tierra de las botas. Sírvete algo si gusta. El ama andará por ahí.
Y sin que Sehun le contestara, Sung Yeol continuó sacudiendo las botas que limpiaba contra la hierba.
- ¿Qué te ocurre ahora, Sehun? Porque a ti siempre te ocurren cosas, mejores o peores, pero te ocurren.
Sehun abrió la boca y la cerró de nuevo, sacudió la cabeza y pasó ambas manos por el cabello que alisó maquinalmente, aunque era obvio que no necesitaba alisarse para nada, porque iba muy bien peinado.
Sung Yeol llegó al fin a su lado con las botas mas o menos desprovistas de tierra y empujó a su hermano hacia la puerta que conducía a la sacristía.
-Siéntate. Ya veo que no es fácil lo que vas a decirme...
-Si supieras- rezongó Sehun- que siempre que vengo a verte y atravieso este largo camino, pienso que no voy a encontrarte y que cualquier persona de tu vecindario me dirá que te has ido de nuevo a Malasia.
Sung Yeol rompió a reír. Era un hombre de aspecto rudo, muy serio, alto, erguido, de tez blanco pálido aunque pasaba mucho tiempo en el campo no se bronceaba, y ojos plomos. Calculándole la edad podría pensarse que no pasaba de los 30 años, incluso que no los había cumplido.
-Veamos, Sehun, ¿Qué te ocurre ahora? ¿Qué te ha sucedido? ¿Te han despedido del banco?
-Claro que no. Vengo del centro. Ya sabes que cuando salgo del banco entro a comer en cualquier parte y después tomo un café.
Por toda respuesta, Sung Yeol resopló el cabello que le cubría la frente y se dejó caer en un banco adosado a la pared.
Sehun empezó a pasear por la sacristía.
-Si oye tus pasos, el ama Eugenia vendrá a saber que ocurre, si me he vuelto loco o pensará que eh perdido el sentido. Y escucha, Sehun, desde que llegue de Malasia no haces mas que darme la lata.
-Te aseguro que esta vez estoy tan asombrado, que no sé si vi a un fantasma o aun ser humano.
-Otra vez Luhan, ¿eh?
-No lo tomes a risa. Luhan, sí.
-Pero Hunnie ¿vas a estar así toda la vida? Y deja ya de pasear por la sacristía, que me gastarás la madera.
Siéntate y cuéntame lo que te parezca.
-Esta vez era Luhan...
-Vale. Si era Luhan... ten presente que yo no conocía a Luhan.
-¿Cómo la ibas a conocer si te fuiste a Malasia nada mas a ordenarte ?
¿Qué buscabas allí Sung Yeol?
-Vaya, ahora vas a reprocharme que haya pasado años en Malasia. Pues te advierto que no eh perdido el tiempo.
Tu estabas en el pueblo, con papá y sacaban al menos para comer.