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Entre una lluvia de pétalos de cerezos por SholeSuperKawaii

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Notas del fanfic:

Este fanfic nació de un one-shot que hice para año nuevo XD pero no he subido aquí, si no que ha wattpad, pero en seguida lo subire*--*

 

Espero les guste!

Notas del capitulo:

Aquí esta el primer capitulo! *--* me he enamorado de esta pareja, así que espero les guste el fanfic:3

 

 

Que disfruten~! <3

Capítulo I

 

Una camilla de hospital era llevada rápidamente por lo enfermeros del lugar, transportando a un pelinaranja que gritaba de dolor gracias a las contracciones que en ese momento estaba sufriendo. Una gota de sudor recorría su rostro, y solo jadeos salían de su boca.

Tras él, venía un atareado Totsuka, quien estaba realmente preocupado por su amigo. Ese día, ambos estaban en HOMRA, hablando sobre las cosas que aún les faltaban preparar a Misaki y Saruhiko para el bebé que estaba esperando el ojiámbar, el cual no se demoraría en nacer, pero de la nada, este último comenzó a sentir unas fuertes contracciones, provocando que no pudiera siquiera mantenerse en pie.

Totsuka comenzó a desesperarse por el estado de su amigo, por lo que rápidamente fue a llamar a Kamamoto para llevar a Misaki al centro médico donde el chico se atendía.

En menos de diez minutos habían llegado al lugar, y los enfermeros se movieron rápidamente al notar al chico. Su caso ya era conocido en el hospital, así que sin más, le hicieron ingreso.

Misaki fue llevado rápidamente hacia la sala de cirugía luego de traspasar una gran puerta. Uno de los enfermeros se paró allí y le comunicó a Totsuka que desde ese lugar ya no podía entrar. Los gritos y jadeos de Misaki se seguían escuchando desde el lugar en el que se había quedado el chico de cabellos castaños claros, para luego desaparecer en cosa de segundos.

El aludido, a pesar de que solo quería seguir a su amigo y estar junto a él, hizo caso de quedarse en la sala de espera, rogando a los cielos porque Misaki no tuviera ninguna complicación en lo que sería el parto.

En cosa de minutos, apareció a su lado Kamamoto, quien había ido a estacionar el automóvil donde habían transportado al chico en cinta.

– ¿Has llamado a Fushimi, Totsuka-san? – fue la interrogante por parte del rubio al momento de encontrar a Tatara. La ampolleta interna del castaño se prendió. ¡Claro! ¿cómo se le había olvidado ese mínimo detalle?

Sin más, tomó su PDA y se dispuso a llamar al peliazul, que se sabía en esos momentos se encontraba en el Scepter 4, cumpliendo con sus horas de trabajo.

En menos de lo que Totsuka habría esperado, Saruhiko había atendido la llamada.

– ¡Fushimi-kun! – Le llamó alterado – ¡necesitamos que vengas lo más pronto posible al hospital donde Misaki se atiende!

– ¿Qué, por qué, le sucedió algo a Misaki? – su tono de voz a pesar de ser calma, tenía un dejo de preocupación.

– ¡Fue ingresado a pabellón! – Le comunicó aún un poco alterado – ¡está en trabajo de parto!

– ¡Entiendo, voy para allá! – y sin más, colgó la llamada, esperando que su pareja e hijo salieran bien.

 

 

Diez minutos habían pasado desde que Totsuka había llamado a Saruhiko, y cinco más para ver como el ojiazul entraba en la sala de espera vistiendo su uniforme, teniendo un rostro preocupado. A su lado, venía el Rey de los Azules, Reisi Munakata, vistiendo de igual forma su uniforme azul. Ambos llegaron junto al castaño y el rubio, para saber si había noticias del pelinaranja.

– ¡Fushimi-kun! – gritó Tatara cuando lo vio a su lado.

– ¿Han sabido algo de Misa…?

– ¡Mantén la calma, Fushimi-kun! – Le interrumpió Totsuka, completamente atareado – ¡Misaki se encuentra bien, todo saldrá bien! ¡Tranquilo, nada le sucederá!

– Totsuka-san…

– ¡Sí Fushimi-kun, sé que estás nervioso, pero no hay que perder la calma! – seguía hablando sin siquiera escuchar al tercero al mando en el Scepter – ¡en estos momentos solo podemos mantener la calma!

– Totsu…

– ¡Estate tranquilo, no puedes alterarte, solo hay que esperar, tranquilo!

– ¡Totsuka-san! – le gritó ya cabreado Fushimi, provocando que este se callara por fin, volviendo a sus cabales. Al ver que el castaño enmudecía y que su capitán soltaba una pequeña risa al ver la escena, chasqueó la lengua.

– Lo siento, Fushimi-kun, pero estoy un poco nervioso con todo esto.

– Los partos demoran un poco, pero como Misaki es hombre, no sé cuánto de diferente sea con el de una mujer – se escuchó la voz de la teniente Awashima, quien venía entrando luciendo su uniforme.

– Oh, cierto que pasó por algo parecido hace solo unos cinco meses, ¿no, Awashima-kun? – habló el Rey mirando a la rubia. La aludida se limitó a responder.

– Fushimi-kun, tendrás que tener paciencia. Esto lleva más tiempo de lo que uno espera o puede llegar a pensar – soltó en un suspiro la rubia mirando al ojiazul, a la vez que se cruzaba de brazos.

– Ahora que lo mencionas – comenzó hablando ya más calmado Tatara – ¿Dónde dejó a Haruto, Awashima-san?

– Esta junto a Izumo – soltó sonriendo levemente – lo he dejado a cargo mientras venía para acá.

– Que padre tan responsable – comentó Reisi, mirando a su subordinada. Esta no dijo nada más y todos fueron a sentarse.

Saruhiko solamente quería estar en esos momentos junto a su querido pelinaranja, pero sabía que en ese momento debía quedarse fuera y no molestar en nada, para que todo saliera bien.

Soltó un suspiro cansino, a la vez que se cruzaba de brazos mirando hacia el suelo. Tenía claro que estaría mucho tiempo en esa sala, antes de saber alguna noticia de su pareja.

 

 

Ya tres horas habían pasado desde su llegada a aquel lugar, la tarde ya estaba cayendo, dejando ver las primeras estrellas del firmamento. Saruhiko se limitaba a caminar de un lado a otro por el pasillo, para luego sentarse, mover su pierna o tamborilear sus dedos en su rodilla, mirando a todos lados. Luego de eso, volvía a colocarse de pie, y seguía paseándose en el pasillo. Sus acompañantes ya estaban un poco mareados, y a pesar de decirle en todo momento que estuviese tranquilo y mantuviera la calma, este solo asentía y seguía con su patrón.

– ¡Tsk! ¿Por qué se demoran tanto en dar noticias? – ya su paciencia estaba colmándose. En esos momentos solo quería abrir la puerta y salir a buscar a su pareja, para saber cómo estaba, pero sabía que no debía hacer eso y limitarse a mantener la calma allí, sentado como un idiota a la espera de noticias.

– Tranquilo, Fushimi-kun – le calmó el Rey Azul – Esto lleva tiempo, no hay que desesperarse.

– ¡Lo sé! – Gritó hastiado – ¡tsk! – volvió a chasquear la lengua, desviando su mirada. Los demás solo soltaron un suspiro. Totsuka en parte comprendía al chico, él también deseaba tener noticias de su querido amigo.

– ¿Familiares de Fushimi Misaki? – se escuchó de repente la voz de una enfermera que había salido por la gran puerta. Saruhiko al escucharla, prácticamente corrió junto a ella.

– Yo soy su pareja – dijo rápidamente.

– Bien. El parto por fin ha terminado, sin ninguna novedad – le comunicó la mujer con una sonrisa – en estos momentos el paciente está siendo llevado a la sala de recuperación en la sección de maternidad, y su pequeña hija irá a NEO.

– ¿Salió todo bien? – preguntó Totsuka, quien llegó junto al ojiazul.

– Hubieron unas pequeñas complicaciones durante la cesárea, pero nada que no se pudo controlar. La niña nació sana y Fushimi Misaki-san quedó sin ninguna secuela.

Los presentes sintieron gran alivio al escuchar aquello.

De repente, la puerta fue nuevamente abierta, para ver a otra enfermera, cargar con algo entre sus brazos. La mujer que había salido a dar las noticias a los familiares, la detuvo y le quitó a la criatura de los brazos. Saruhiko sintió algo removerse en su interior al ver el pequeño bulto envuelto en una manta rosada.

– Fushimi-san – le llamó la enfermera, mientras que la otra se retiraba – aquí está su pequeña niña – le dijo mientras se la entregaba entre sus brazos. Saruhiko, con un poco de desconfianza la recibía, temiendo de hacerle algún tipo de daño a su pequeño retoño.

Sin poder aguantar, removió la pieza de tela, para poder ver el rostro del bebé. Grande fue su sorpresa al verla, había sacado su color de cabello, por lo que veía en las pequeñas motas de pelo en su cabecita. Y su color de piel, era muy similar a la suya, a pesar de estar un poco enrojecida por ciertas partes.

Sentía que era la cosa más hermosa que en su vida pudo haber visto. Y un sentimiento de calidez creció dentro de él.

– Necesito que me dé el nombre de la niña para poder ingresarla y llevarla a las cunas mientras que su pareja se recupera de la anestesia – la enfermera sacó una pequeña tabla donde tenía varias hojas archivadas, para luego buscar un bolígrafo en sus bolsillos – ¿cuál es el nombre de la niña?

Saruhiko la miró unos segundos más, a la vez que recordaba la conversación que había tenido con Misaki hace un mes atrás. Sonrió al recordar el nombre que ambos con tanto esmero se habían dedicado a encontrar.

– Nozomi – dijo sin dejar de mirar a su hija que estaba durmiendo entre sus brazos – Fushimi Nozomi…

 

 

Luego de hacer ingreso a Fushimi Nozomi, esta fue quitada de los brazos de su padre, quien a regañadientes la entregó, para ser llevada a la sala donde se encontraban los recién nacidos. Lo bueno de todo esto, es que ya podría entrar a ver a Misaki, mientras que los demás se quedaban fuera de la sala, viendo a través del gran vidrio a la pequeña Fushimi.

A paso presuroso, Saruhiko fue hasta el cuarto en el que se encontraba su querida pareja. Un cuarto privado, para que nadie le molestara y pudiera recuperarse perfectamente.

Al llegar y estar parado tras la blanca puerta de la habitación que marcaba el número “54” en una placa que colgaba de allí, soltó un largo suspiro, para luego abrirla y encontrarse con su Misaki en la camilla, quien aún dormía a causa de la anestesia.

Cerró la puerta luego de entrar, por consiguiente, yendo hasta el sillón que había junto a la camilla. Se sentó en ese lugar y tomó con una de sus manos la cálida mano de Misaki, que estaba posada a su lado.

Su mirada se paseó por todo el rostro de Misaki. Amaba verlo dormir, ver aquella expresión tan calmada que tenía cuando estaba en los brazos de Morfeo, su pecho subir y bajar pausadamente. Amaba todo de él, cada cosa, cada detalle, cada defecto que pudiera tener, a pesar de que a sus ojos era el ser más perfecto del universo.

Y ese ser, le había dado uno de los mejores regalos que pudo haber pedido en su vida.

Sus ojos brillaron al recordar a la pequeña. Había salido idéntica a él, aunque aún sus ojos eran un misterio, ya que, cuando la vio, esta los mantenía cerrados. Sonrió levemente, de forma sincera, como hace mucho tiempo no lo hacía, y besó la mano del pelinaranja, a la vez que susurraba un “gracias”

Pasaron un par de minutos más, y los ojos de Misaki, que aún estaban cerrados, comenzaron a contraerse levemente, para luego abrirlos lentamente, acostumbrándose a la luminosidad del lugar. Saruhiko al verle, se colocó de pie y le llamó suavemente.

– Misaki – el aludido le miró cansado.

– ¿Saru? – Preguntó extrañado – ¿Dónde estoy? – se notaba un poco desorientado, tal parecía que aún no despertaba del todo.

– Estamos en el hospital. Tuviste a nuestra niña ¿recuerdas?

Eso hizo que el ojiámbar reaccionara rápidamente.

– ¡Cierto! – recordó los momentos de hace un par de horas atrás, cuando fue ingresado con fuertes contracciones a la sala de parto, para poder dar a luz a su pequeño milagro – ¿Y ella en dónde se encuentra?

– Aquí viene la pequeña Nozomi-chan – se escuchó la voz de la misma enfermera que había ingresado los datos de la recién nacida. Esta venía hipando levemente. Tal parecía que recién había despertado, al igual que Misaki.

La mujer se acercó hasta el pelinaranja y la depositó en sus brazos. Misaki estaba feliz de tener a su pequeña hija con él, y Saruhiko sentía que era la persona más dichosa de este mundo por poder compartir ese momento y ser parte de él.

– La niña despertó con hambre, así que vine para que la alimentaran – habló la mujer – en unos minutos le traerán el biberón con la leche que la pequeña podrá toma sin ningún problema – les comunicó a la vez que Misaki asentía – compartan con ella. Vendré en un rato para venir a buscarla – y sin más, la mujer salió, dejando a la pareja con su recién nacida con ellos.

– Es hermosa – susurró Misaki contemplando a su hija entre sus brazos. En ese momento, la niña abrió sus ojos y dejó ver sus dos hermosas orbes, de color ámbar, iguales a las de Misaki – ¡Mira Saru, sacó el color de mis ojos! – gritó emocionado el pelinaranja. Se sabía que los niños no veían bien hasta cumplidos un par de semanas, y que su color de ojos incluso no se definía en ese entonces, pero Misaki estaba feliz por ello, ¿y por qué no? Saruhiko también compartía aquella felicidad.

Nozomi era una extraña pero perfecta mezcla entre ambos.

– Quién lo diría… – soltó Saruhiko en un suspiro, sonriendo de medio lado – hasta hace un año atrás, aun me gritabas que era un traidor, además de pelear cada vez que nos veíamos.

– Ni que lo digas – soltó Misaki en ese mismo tono – además, yo no tenía la culpa de que tú no fueras capaz de decirme las cosas tal y como son – desvió la mirada frunciendo el ceño.

Saruhiko bufó para luego sonreír.

– Hace un año atrás… – murmuró mientras los recuerdos comenzaban a hacerse presente en su cabeza, a la vez que veía la hermosa escena de su hija entre los brazos de su gran amor, Misaki.

 

 

Todo estaba volviendo lentamente a la normalidad en Shizume, luego del caos que había sucedido en la Isla Academia, también conocida como la Secundaria Ashinaka. En esa oportunidad, una gran batalla se había producido entre el clan rojo y el azul, quienes estaban en busca del Rey Incoloro para darle muerte por intento de asesinato hacia uno de los integrantes de su clan, Totsuka Tatara.

Saruhiko caminaba calmadamente por los pasillos del gran edificio que era el Scepter 4. Ese día no quería si quiera que alguien se le acercara, su ánimo estaba de lo peor, hace ya unos días que no había visto a Misaki, no había dormido bien últimamente, y sumándole a todo lo demás, una gran montaña de papeles le esperaba en su escritorio, para ser organizados y archivados, para luego ser incluidos en el informe que luego el peliazul debiera presentar a su capitán.

Soltó un largo suspiro cansino, sentándose en su silla frente a su escritorio. Quería terminar todo rápidamente, para poder irse a su habitación lo más pronto posible, así que sin demora, tomó entre sus manos una hoja con un escrito, para comenzar a ingresar los registros que en ella se plasmaban.

Los minutos fueron pasando, no se escuchaba ningún ruido, hasta que de un momento a otro, la pantalla de su laptop comenzó a mostrar una señal de alarma; se habían infiltrado en los registros de Scepter 4.

– ¿Pero qué demonios? – murmuró enojado, dejando los papeles a un lado para centrar toda su atención en el reciente acontecimiento.

– ¡Fushimi-kun! – Se vio llegar a su lado la Teniente Awashima Seri – el clan verde se ha infiltrado en nuestra red y están transmitiendo un vídeo en las pantallas de la ciudad – le comentó esta.

Rápidamente, sus manos comenzaron a pasearse sobre el teclado, abriendo y cerrando programas que ayudaran para detener la transmisión, pero nada funcionaba.

– ¡Tsk! – chasqueó la lengua con rabia.

Al cabo de unos minutos, encontró la procedencia de la transmisión.

Sin más, se fue rápidamente, a la vez que sus compañeros se arreglaban para ir contra los verdes.

Al momento de llegar al edificio, se encontró con Misaki, quien lucía completamente enojado. Eso no le extrañó mucho al ojiazul, sabiendo como era su ex amigo, y tomando en cuenta además el contenido del video que había sido transmitido.

– Misaki~ – le llamó con su típico tono de voz, provocando al otro. Y como siempre, lo logró, comenzando una pequeña pelea entre ambos, luego de intercambiar unas cuantas palabras.

El humor de Saruhiko mejoró considerablemente.

En unos minutos después, el clan azul y rojo hacían presencia en el edificio, y por consiguiente, el verde salió de su escondite.

 

 

Los verdes no habían tenido mucha resistencia en la batalla, así que no había sido gran problema, tomando en cuenta que eran ambos clanes los más fuertes que podría haber, y además que los subordinados de los verdes, no eran lo mejor de lo mejor. Así que, en ese entonces ya cada clan había vuelto a su territorio.

 

 

La noche había caído por fin, y Saruhiko ya cansado, se encaminaba a su cuarto. No sabía que era lo que sucedía ese día. A pesar de que había sido un poco atareado, sentía un extraño sentimiento en su interior. Aunque debía ser sincero consigo mismo, ese sentimiento ya llevaba un tiempo dentro de él, y se intensificaba cada vez que veía al pelinaranja, pero a la misma vez, este era reemplazado por otro, uno realmente angustiante, cada vez que veía a este mismo junto al Rey de los Rojos.

– No sé qué mierda me pasa – murmuró paseando su mano por su cabello, luego de entrar a su cuarto y el haber cerrado su puerta.

Soltó un largo suspiro, dejándose caer sobre su cama.

No sabía por qué sentía aquellos sentimientos de querer ir a ver a Misaki, abrazarlo y tenerlo entre sus brazos. No comprendía nada de esto, tanto tiempo que llevaban separados, tanto tiempo que llevaban en distintos clanes, y aquella emoción que sentía al ver al mayor no desaparecía de él.

Un nuevo suspiro escapó de sus labios. Ya nada podía evitarse a estas alturas, solo debía quedarse ahí, como siempre, solo en la oscuridad de su habitación.

Sin siquiera poder evitarlo, la soledad lo fue atrapando completamente, causando su deseo por querer liberarse. Llevó su mano derecha a su brazo izquierdo, bajando su muñequera lentamente. Su vista se posó en ella, ¿cuántos días habían pasado desde la última vez? Una semana, si es que no se equivocaba. Las marcas sobre su blanca piel estaban enrojecidas, se podía apreciar a simple vista los cortes recientes por sobre los más antiguos.

Con sus uñas, comenzó a rasparlas. Pero eso no era suficiente.

Su mirada fue de su muñeca hasta su almohada, donde guardaba a una de sus fieles amigas; una navaja, pequeña, delgada y afilada. La tomó entre sus dedos, para luego sentarse en el suelo, con la espalda apoyada en la cama. Respiró fuertemente, para luego posar la navaja sobre su piel, y moverla lentamente. Un placentero ardor le recorrió a la vez que veía la sangre brotar de la herida.

Sonrió al ver aquello, a la vez que sentía como su vista se nublaba un poco, y pequeñas lágrimas recorrían su rostro. Desde siempre había sido vulnerable, desde siempre se había mantenido alejado del mundo solo porque no quería salir lastimado innecesariamente, siempre había sido alguien débil, pero nunca lo había demostrado, escondiendo todo bajo aquella máscara de frialdad y seriedad, que un día fue quitada por el pelinaranja, enseñándole lo hermoso que podía llegar a ser el mundo, para finalmente dejarlo solo nuevamente.

Uno tras otro, los cortes seguían, hasta quedar completamente satisfecho.

– Hoy será una larga noche – susurró, dejando caer su cabeza sobre la cama, junto a sus brazos a sus costados. Su muñeca ardía, pero nada le importaba.

Colocó su muñequera en su lugar y se paró como si nada, para luego recostarse nuevamente sobre su cama, con las intenciones de poder “dormir”.

 

 

Misaki, como todos los días, se encontraba andando en su patineta, sin rumbo fijo, solo dando un paseo. No tenía ánimos de nada, solo quería andar en su Yatagarasu y sentir como el viento golpeaba contra su cara y cuerpo.

El otoño estaba comenzando, las hojas de los árboles comenzaban a caer, juntándose en las veredas y calles, lo que en parte le dificultaba la andada a Misaki, ya que, con cualquier hoja que se enredara en sus ruedas, le haría perder el equilibrio.

Gracias al cielo, no había sido así.

Llegó hasta uno de los parques de Shizume, y se paró allí. Ahí, por una de las veredas, vio a Saruhiko caminando, usando su uniforme del Scepter 4. Saruhiko también le vio, de lejos, solo que al momento de hacerlo, lo ignoró completamente.

– ¡Oye, maldito mono! – le gritó Misaki, llamando su atención, pero el aludido solo le ignoró.

El pelinaranja completamente enrabiado, se subió a Yatagarasu para alcanzarle.

– ¡Mono idiota! ¡¿Acaso que no te enseñaron modales?! – le reclamó llegando a su lado.

– No molestes. Estoy ocupado – le contesto tajante el azulino, siguiendo su camino.

– ¡¿Ah sí?! – eso había hecho que Misaki se enojara mucho más.

De un rápido movimiento, se paró frente a Saruhiko, provocando que detuviera su andar. El tercero al mando en el Scepter soltó un largo suspiro, tocando su frente y echando un poco su cabeza hacia atrás. Se estaba conteniendo.

– ¿Se puede saber qué tan ocupado estás? – preguntó serio.

– Mucho, así que por favor, quítate de mí camino – habló serio, pero sin exasperarse. No quería seguir en ese lugar.

– ¿Acaso es algo importante? – le siguió provocando. Misaki no se quedaría tranquilo hasta saber qué era lo que sucedía con Saruhiko, estaba actuando demasiado extraño, no estaba siendo el de siempre – ¿qué es lo “importante”?

– ¡Cualquier cosa que no sea relacionada a ti! – le gritó finalmente ya cabreado, provocando que Misaki se sorprendiera un poco por la respuesta por parte de su ex mejor amigo. Saruhiko se dio cuenta de esto, por lo que solo lo rodeó – adiós – dijo sin más, para dejar a un sorprendido Misaki atrás.

¿Qué era lo que le sucedía a Saruhiko? ¿Por qué estaba tan extraño? ¿Le habrá sucedido algo, en verdad estaba tan apurado? ¿O… ya no le importaba en lo más mínimo? Eran las preguntas que comenzaron a bombardear la cabeza de Misaki, mientras veía la silueta de Saruhiko alejarse, entre las hojas amarillas de otoño.

Notas finales:

Estaré esperando sus comentarios!

Nos vemos en la actualización:'D

 

Saludos! <3


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