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MEMORIES por Sakurako

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Notas del capitulo:

Como dije, este fic tardaré un poco con las actualizaciones, aunque ya tengo completo el primer capitulo, voy a subirlos en partes ya que los capítulos son muy largos. 

Espero les guste. 

Disfrútenlo. 

                Capítulo I

                INOCENCIA

                                                               Del latín Innocens que quiere decir “el que no causa daño”.

                                                               Aunque también es sinónimo de “desconocimiento”.

 

                                                               “Son inocentes, aún en su malicia….”

Friederich Nietzsche.

 

 

PRIMERA PARTE

 

-Hideto, levántate, ya es ahora, llegarás tarde a la escuela.- se escuchó el grito de Mizuki, su madre, parada en el umbral.

-Ya voy…- gruñó el chico aún enredado en los cobertores.

-Tienes cinco minutos o te quedas sin desayuno, ¿entendido?- dicho esto su madre regresó a la cocina.

En ese momento Hideto se sentó en el borde de la cama, conocía a su madre y realmente era capaz de dejarlo sin alimento. De momento no podía tentar su suerte…

Se desperezó antes de levantarse y dirigirse al baño. Se miró en el espejo, se lavó la cara y los dientes, y se puso el uniforme.

Cuando entró a la cocina, su padre, Hiroki Takarai, ya desayunaba y, al verlo, le dirigió una mirada dulce y al mismo tiempo de advertencia.

-Buenos días…- saludó Hideto al momento que se sentaba en su lugar.

-Buenos días, Hide…- su padre le devolvió el saludo. Pero su madre sólo le dirigió una mirada molesta.

-¿Sigue enojada?- le susurró la pregunta a su padre, quien simplemente asintió.

-¿Y cómo no quieres que siga molesta?- le respondió su madre, que le había escuchado. -¿Sabes cuánto costará tu travesura?

Hideto no contestó. Simplemente permanecía en silencio con la cabeza gacha. Apenado por lo que había hecho.

El día anterior, Hideto, de regreso a casa, había pasado por una tienda de música. Él estaba seguro que era nueva, pues siempre pasaba por allí y nunca la había visto antes. El punto es que cuando iba pasando vio una guitarra negra, hermosa, y esta, según él, le había llamado. Así que entró a la tienda, tomó la guitarra, la rasgó y reventó dos cuerdas.

Por el susto, la guitarra se le había resbalado de las manos y esta había golpeado el suelo, dañando la pintura y aboyándola al costado.

La dueña de la tienda, estaba furiosa. Lo primero que hizo, obviamente, fue llamar a sus padres.

-¿Y tú no vas a decirle nada?- le preguntó la mujer a su esposo.

-Sabes que todos nuestros actos tienen consecuencias, ¿cierto?- le dijo el hombre con tono serio a su hijo. Hideto simplemente asintió. –Bien, entonces, lo he pensado y he decidido que tú pagarás por los desperfectos....- Hideto levantó el rostro asustado. Miraba a su padre atónito.

-Esa es una buena idea.- dijo la esposa complacida de que su esposo la apoyara.

-Sí…- continuó su padre, casi ignorando a su esposa. -Tendrás que trabajar luego de la escuela…- y siguió un poco asustado por lo siguiente que diría.

-Sí, tendrás que… ¡¿Qué?!- Preguntó Mizuki atónita. Tanto la mujer como Hideto miraron al hombre, incrédulos.

-No queda otra, tendrás que comprar esa guitarra…

-Pero, qué… espera, ¿qué estás diciendo?- balbuceó la mujer sorprendida.

Hacía meses que el chico rogaba por una guitarra, pero sus padres, aunque muy buenos y nobles, le negaban ese privilegio, principalmente porque el restaurante no daba para tanto. La guitarra era un lujo del que podían prescindir, por el momento.  

-¿De verdad?- preguntó el chico con ojos brillantes de emoción.

-Sí. Y será mejor que te vayas o llegarás tarde a la escuela.- le dijo su padre. Apurándolo, al ver el rostro de su mujer totalmente rojo. Signo inequívoco de que no le había gustado la idea.

-Gracias, papá…- intentó, pero su padre lo empujó a la salida. Necesitaba que saliera antes de que su esposa pudiera decir algo. Hideto comprendió perfectamente.

-Y no llegues tarde que tienes que conseguir empleo…

-Hiroki, ¿qué es eso de que mi hijo tiene que trabajar?- la mujer se sentó a su lado. Por muy dura que a veces aparentara ser, la verdad era que quería mucho a Hideto y por lo mismo, algunas veces, su sobreprotección le resultaba asfixiante al chico. -¿Y qué es esa tontería de que puede tener una ruidosa guitarra?

-Déjalo, cariño. Aún falta para que consiga el empleo y junte la cantidad necesaria. Además, ya hablé con la dueña de la tienda y dice que guardará la guitarra el tiempo que sea necesario…- El hombre le dedicó una mirada dulce. Una mirada que contrastaba con su rostro recio. La mujer le sonrió incrédula en respuesta, no muy convencida.

Era extraño. Hiroki Takarai era un hombre de complexión robusta, de estatura más bien alta, de rostro crudo pero con una mirada clara, transparente, noble. Era el contraste perfecto. Desde niño, Hide había adquirido la costumbre de observarlo en silencio, le gustaban los gestos de su padre, de alguna manera le tranquilizaban, tanto como cuando llovía en un día soleado.

En cambio, Mizuki Takarai era una mujer de complexión menuda, pequeña, de rostro muy dulce y de personalidad  amable. Pero a pesar de parecer tan frágil, era todo lo contrario. Era una mujer muy fuerte. Ella era el pilar de la familia Takarai.

Hideto los quería mucho a ambos. Eran sus padres, después de todo.

 

********************************************************************************

  

-¿Papá?- susurró un pequeño niño, recargado en la puerta de la habitación central, la de su padre.

Era tarde, tenía que ir al colegio y había perdido el autobús. Así que decidió preguntarle a su padre si podía llevarlo.

-¿Qué demonios quieres? ¿No deberías estar ya en la escuela?- preguntó el hombre a modo de respuesta. Frío como siempre.

-Es que…- titubeó. –Es que perdí el autobús y…

-Siempre dando molestias.

Yukihiro se quedó en silencio unos cuantos minutos. Estaba a punto de resignarse y regresar a su habitación cuando escuchó el seguro de la puerta ser retirado. Se volvió extrañado, tal vez un poco asustado.

-Hoy tengo mucho trabajo, no puedo llevarte a la escuela.- el hombre se paró frente al chico. Yoshiro Awaji no era muy alto, pero a Yukihiro le parecía enorme, imponente. Su padre bufó. –Y no puedes quedarte aquí tú solo. Vendrás conmigo.- sentenció.

-¿Faltaré al colegio?- Jamás había faltado al colegio. Nunca había salido con su padre, a ningún lado. Es más, no estaba seguro de lo que su padre hacía para vivir. Se le escapó una ligera sonrisa. Imperceptible.

Ambos subieron al auto en completo silencio, su padre al volante y Yukihiro en el asiento trasero. Se colocó el cinturón de seguridad y el automóvil se puso en movimiento.

Yukihiro miraba por la ventanilla absorto en el paisaje, de vez en vez miraba de reojo a su padre. El hombre siempre serio, concentrado en el camino. Era la única expresión que le conocía. Suspiró.

Luego de un rato, el automóvil se detuvo delante de un gran edificio, una escuela.

-Vamos.- le ordenó su padre.

Yukihiro bajó del auto sin despegar la vista del solemne edificio. Una escuela, ¿qué hacían en una escuela?

-Rápido, no te quedes parado…- Le apresuró. Comenzaron a caminar juntos hacía la entrada. –Quédate a mi lado, ¿de acuerdo? Y no hagas tonterías.

Yukihiro simplemente asintió. Por alguna extraña razón se sentía nervioso. Caminar lado a lado con su padre, era algo que sólo en sueños podía haber imaginado. Y por alguna otra extraña razón, se sentía feliz.

-¡Profesor Awaji!- le saludó un hombre que se dirigía a ellos. –Lo estábamos esperando.

-Buenos días.- saludó el hombre. –Espero que todo aquí esté al corriente.- comenzaron a caminar rumbo a los salones.

¿Profesor?” pensó Yukihiro.

-Yukihiro, no te quedes atrás…- le llamó su padre, pues Yukihiro se había quedado rezagado, un poco pensativo. No sabía que su padre fuera profesor. El otro hombre se le quedó mirando un poco extrañado. –Él es mi hijo…- respondió a la muda pregunta.

-Awaji, Yukihiro…- se presentó el chico, ya dándoles alcance. –Mucho gusto.- se inclinó ligeramente.

-Es muy educado.- apuntó el hombre, sonriente, dirigiéndose al padre. –El gusto es mío.- le respondió finalmente. –Sabes, tu padre y yo tenemos mucho trabajo, pero si prometes portarte bien, puedo dejar que vagues por la escuela. Conócela…- extendió las manos a sus costados para abarcarla. –No es porque yo sea el director, pero es hermosa y muy antigua…

Yukihiro miró a su padre buscando la aprobación. Este asintió.

-Con permiso…- se retiró.

Yukihiro comenzó a caminar por los pasillos, mirando por sobre las puertas. Le causaba cierta gracia y curiosidad. Era una escuela mixta, él estaba en un colegio de chicos. Siguió caminando un poco más, hasta que se cansó.

Salió del edificio en busca de un lugar dónde descansar. Encontró un árbol justo detrás del edificio. Tenía hambre, era tarde y no había desayunado nada.

Yukihiro miró a todos lados, los estudiantes aún estaban en los salones. Decidido, se incorporó y entró de nuevo al edificio, comenzó a buscar la cafetería, no la encontró. En su lugar encontró a un grupo de chicos discutiendo.

Tres chicos rodeando a una chica, para ser más exacto. Eso no parecía muy justo. Debía acercarse, debía ayudarla, entonces los escuchó.

-¡Te dije que la dejaras en paz… ella es mía…!- le espetó un chico alto, fornido, de aspecto más bien peligroso.

-No vi tu marca en ella… que yo sepa no es ganado…- le respondió… ¿la chica?

Yukihiro se quedó estático. Esa no era una chica, bueno, esa no era la voz de una chica.

-¡Cállate! ¡Sujétenlo, muchachos!- Los otros dos chicos, uno de ellos tan alto como el que daba las órdenes y con el cabello engomado,  el otro un poco más bajo y regordete con el cabello crispado, caminaron hacía el muchacho. Yukihiro corrió para ayudarle, pero tardó demasiado. El chico alto alcanzó a propinarle un fuerte golpe en el estómago al chiquillo de cabellos ligeramente largo.

-Eres un cobarde…- le dijo con voz contenida, doblado por el dolor que el golpe le había ocasionado. –Uno a uno. Peleemos uno a uno…- le retó. Para ser tan bajo de estatura y tan menudo, era verdaderamente valiente. Pero el chico alto se lanzó a reír.

-Tú no entiendes, Takarai. Estoy intentado hacerte un favor.- el chico se acuclilló para quedar a la altura de Hideto, que estaba de rodillas sosteniéndose el abdomen. –Mei jamás aceptaría salir con alguien como tú.

-¿Cómo yo…?- le sostuvo la mirada, fiera. Tan fría que hizo que el chico peligroso retrocediera un poco.

-Un recogido…- sonrió con satisfacción. Con malicia. Una sonrisa amplia, del que sabe que ha hecho más daño del que esperaba. -¿No lo sabías? Eso eres, un recogido…

-¡Cállate! ¡Estás mintiendo!- Hideto apretó los puños.

-Hace algunos años se lo escuché decir a mi madre, y…

-¡Oigan, ustedes!- por fin se alzó la voz de Yukihiro. -¡Ya basta. Déjenlo en paz!

-Retira lo que dijiste…- Hideto se había levantado de su lugar y, con una fuerza increíble, se había lanzado contra el alto muchacho, tomándolo por el uniforme y arrinconándolo en el pared.

-¿Por qué?, lo que dije es verdad…- el chico se zafó del agarre. De dos golpes volvió a dejar en el suelo a Hideto.

El chico hizo el además de patearlo también, pero en ese momento Yukihiro se interpuso.

-Basta, por favor…

Los tres chicos lo miraron entre divertidos y extrañados.

-Vámonos. No tiene sentido seguir con esto.- se escuchó a uno decir. Entonces todos comenzaron a caminar hacia el interior de los pasillos.

-¿Te encuentras bien?- le preguntó Yukihiro, tendiéndole la mano para ayudarlo a levantarse.

-Lárgate. ¿Quién te pidió ayuda?- le espetó Hideto, apartando la mano del chico de un manotazo. Con la cabeza gacha, escondiendo su mirada detrás de la negra y espesa cabellera. Odiaba que le vieran llorar. Y Yukihiro lo intuyó. Después de todo así era él. Así que se alejó un poco, lo suficiente para para darle espacio y que llorara a sus anchas.

Cuando Hide pareció controlarse, Yukihiro se acercó de nuevo, cauteloso.

-¿Qué te parece si vamos a la cafetería?- insistió.

Hideto le miró ceñudo antes de lanzarse a reír.

-Tú eres nuevo, ¿verdad?- Yukihiro lo miró extrañado, aunque asintió a su pregunta. –Aquí no hay cafetería.

-Oh. Y, ¿qué desayunan, dónde…?

-Jajajaja, eres realmente gracioso, ¿sabes?.- lo miró encantado. Ese chico era realmente curioso. Le caía bien. -¿Sabes lo que es un Bento?- preguntó divertido y sarcástico a la vez.

A Yukihiro se le coloraron las mejillas. Ese chico era raro, hace un momento estaba llorando y ahora reía como loco.

-Claro que lo sé…- musitó. Y de hecho sí, lo sabía; aunque nunca le habían preparado uno.

La escuela en la que estudiaba, era un prestigioso colegio, en donde había un gran comedor y tres chefs. Ahí desayunaba y comía. En su casa había una señora que se encargaba de preparar la cena, pero normalmente nunca la comía.

“-Mira Yuki, te preparé Arroz frito, tu favorito.- le decía la Sra.  Aoyagi.

Yukihiro sonreía agradecido y luego dirigía su mirada hacia el estudio.

-Lo siento, Yuki. Tu padre cenó antes de que llegaras.- la mujer solía mirarlo con cierta pena. –Pero si no te molesta yo puedo acompañarte, ¿qué dices?

-Está bien. No tengo hambre. Además, tus hijos deben estar esperándote.

Y así, todas las noches. Yukihiro subía a su habitación, se encerraba y comenzaba con sus deberes. Triste, resignado.”

-¿Tienes hambre?- La voz de Hideto lo sacó de sus pensamientos. –Espera aquí, voy por mi almuerzo.

Yukihiro no tuvo tiempo de contestar, para cuando se dio cuenta, el chico ya cruzaba el pasillo a toda prisa. Sonrió, claro que lo esperaría, después de todo sí tenía mucha hambre.

 

-Ten, puedes comer lo que quieras.- Hideto le tendió un par de palillos y abrió la caja. Habían salido hacia los jardines. Ahora estaban sentados justo donde Yukihiro había estado unos momentos antes, debajo del árbol. –Ah, por cierto, ¿cómo te llamas?

-Es cierto, no nos hemos presentado.- Yukihiro se levantó, sorprendiendo al otro chico. –Mi nombre es Awaji, Yukihiro.- le dijo seriamente.

-Jajajaja, pero qué correcto…- le dijo en tono burlesco. Aunque Yukihiro no se ofendió. Por el contrario, le causó mucha gracia. Hideto también se levantó de su lugar y tomando una postura parecida a la que Yukihiro había empleado, se aclaró la garganta antes de hablar. -Mi nombre es Takarai, Hideto. Mucho gusto.- y se inclinó.

En ese momento los dos estallaron en carcajadas.

-Mmmm… está delicioso.- halagó el rubio mientras se llevaba otra porción a la boca.

-Mi mamá lo preparó…- en ese momento, Hide se quedó con el bocado a medio camino, pensativo. Había recordado las palabras del otro chico, Pero, era su nombre. Yukihiro se dio cuenta del cambio de ánimo. Y no tenía que leerle la mente para saber en qué estaba pensando.

Lo que ese tipo le dijo realmente le lastimó. Hace algunos años, creyó escuchar que sus padres hablaban sobre una adopción y cuando intentó preguntar a qué se referían, ellos se pusieron realmente nerviosos.

-Oye, estoy seguro de que ese tipo sólo dijo eso para molestarte. No deberías darle tanta importancia.- intentó sonar seguro. Hideto le sonrió agradecido y luego asintió.

-Mis padres tienen un restaurante en el centro de Wakayama, si quieres puedes venir a comer algún día… mi Papá cocina mejor que mi Mamá.- lo pensó un momento. Serio. –Pero no le digas que te dije, ¿eh?

-Bueno, yo…

-¡YUKIHIRO!

Se escuchó el grito desde el otro lado del jardín.

El aludido se levantó de golpe, sin duda había reconocido esa voz. Era su padre.

-Lo siento, tengo que irme.

-¿Él es tu padre?- Yukihiro asintió un poco nervioso. –Da miedo.- Yukihiro volvió a asentir ahora un poco divertido.

-¡¡YUKIHIRO!!- volvió a gritar el hombre.

-Debo irme ya. Muchas gracias por el almuerzo, realmente estuvo delicioso.- se despidió con un gesto de mano y luego echó a correr.

Hideto simplemente le miraba divertido. Le había causado cierta gracia la actitud de ese chico. Demasiado tímido, demasiado correcto, demasiado delgado y demasiado… suspiró. Demasiado como él. Él lo había notado, había algo en los ojos de ese chico que le recordaban a sí mismo. No podía explicarlo.

En fin…

 

*******

 

-Tardaste demasiado. ¿Quién era esa chica?- le preguntó su padre en cuanto lo tuvo cerca.

-Él…- no pudo evitar sonreír. –él es mi amigo, y se llama Hideto.  

-¿Él?- Yukihiro asintió. El hombre negó fastidiado. -Supongo que tienes hambre, ¿no?- le miró serio. –Buscaremos un restaurante en el camino. Aún tengo que visitar un par de escuelas más.

-De acuerdo.- contestó. Hubiera querido contarle que los padres de su nuevo amigo tenían un restaurante. Le habría gustado poder pedirle que le llevara allí a comer; pero se sentía tan feliz que era incapaz de procesar sus propios pensamientos. Era la primera vez que su padre mostraba interés, cierta preocupación por él. No quería arruinar el momento.

Cuando llegaron a casa, como todas las noches, en la mesa estaban los platos que la Sra. Aoyagi les había preparado. Se sintió un poco mal por ella. Sabía que la preparaba con mucho esmero y cariño.

-Será mejor que vayas a dormir. Yo tengo mucho trabajo todavía y no quiero que me molestes, ¿de acuerdo?

Yukihiro asintió. Se encaminó a su habitación y, como todas las noches, también se encerró para hacer sus deberes. No podía esperar a mañana para poder contarle todo a la Sra. Aoyagi, su única amiga. Bueno, ya no. Ahora tenía otro amigo, Hideto. Se sentía tan feliz.

Este había sido el mejor día de su vida. 

 

Notas finales:

¿Les gustó? eso espero. 

Continuará...

 


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