Hace ya mucho tiempo, el ancestral mago Merlín, tras mucho viajar y conocer las infinitas dimensiones en las que se entretejía él universo; llegó a un nuevo mundo. Un mundo aun joven y maleable, cuyos cimientos apenas se formaban y la conciencia humana se cernía sobre la barbarie.
La magia se sentía en el aire, tan cálida y vibrante como un tierno corazón que conocía apenas la libertad.
Tras muchas guerras entre fieles hombres cuyas raza los distinguían en pensamiento y habilidad, tanta sangre derramada en el campo de batalla, dolor y sufrimiento, perdición de bienes personales y materiales; todos estaban agotados e impregnados de muerte hasta los huesos por no llegar a nada con su guerra inútil.
Entre largos diálogos de los altos líderes, se llegó a un acuerdo y Merlín supo que podría ayudarles a crear un mundo mejor, donde todos podrían convivir en paz pese a sus tan palpables diferencias.
Los cuatro líderes pasaron al frente a admirar al extraño anciano de holgados ropajes grisáceos, que hablaba con veracidad y una infinita sabiduría de sus vidas pasadas y decidieron poner su futuro en sus conocedoras manos.
Los del clan Riddle-Potter fueron los primeros en predisponer del Desierto del Norte, con sus infinitos recursos, su inagotable poderío. Las vastas dunas y paradisiacos oasis serian el sitio ideal para ellos donde reinar.
Por su parte, los del clan Malfoy- Black tomaron la región Sur, donde los hielos eternos abrigaban las laderas y bañaban con su manto blanco el Bosque Helado. Su magia convergía hacia ese tipo de ambientes y se extendía en círculos mostrando su afinidad con el hielo perpetuo que era tal cual su mentalidad. Tan dura y cerrada a lo diferente a ellos, que les vino como anillo al dedo.
Los del clan Dumbledore-Snape debido a la riqueza del Este, cuyos parajes verdes llenos de vida y naturaleza, hacían brotar miles de colores y secretos mágicos que narraba la tierra bajo sus pies sobre la historia de sus antepasados, decidieron quedarse al abrigo de la Montaña Oculta; recinto sagrado de las criaturas mágicas y sus solitarios dones.
Los del clan Weasley- Prewett con su buena condición y más afable trato, aceptaron disponer de la última región que era la Tierra del Oeste, con su clima templado donde la brisa calienta pero no quema y la salinidad de los mantos acuíferos impregna las fosas nasales, con el infinito azul de sus playas cristalinas invade el campo visual hasta perderse en el horizonte.
Habiéndose saldado la tregua, los Reyes de los cuatro clanes en honor a tan dura labor y tan alto conocimiento, otorgaron a Merlín la oportunidad de nombrar a su gusto ese nuevo mundo. Merlín sonrió dulcemente ante tal alto honor.
Mientras lo pensaba miraba la quietud que se sentía en el ambiente y lo esplendoroso que sería ese mundo con el paso de los años, que entre más se acumulara el tiempo, mas unidos estarían los clanes; de eso estaba seguro. LastWorld fue el nombre que Merlín dio a ese extraño mundo porque creyó que sería el último que visitaría ya que por más años que pasaban, no parecía hacerse más joven.
En retribución por la civilización y noble determinación que portaban los altos mandatarios, decido hacerles un obsequio. Con su poderosa magia, creo amuletos de paz, conforme a los 4 elementos que reinaban ese mundo. Agua, Trueno, Hielo y Fuego.
Con toda su frugal paciencia, los repartió entre los reinos a modo de tregua.
La espada de plata correspondió a los Weasley- Prewett. Una espada más ligera que un junco, pero sumamente poderosa que ocultaba en su interior el poder latiente del fuego del dragón, solo correspondiente a los de noble fuerza y dadores de justicia.
El arco de oro a los Dumbledore- Snape, cuyo brillo dorado contenía la fuerza del rayo del sol y el canto del fénix. Solo podría ser tocado por aquellos cuya sabiduría e inteligencia pudiera alcanzar las mentes prodigiosas en su estado metafísico más puro.
El anillo de magia pura fue dado a los Malfoy-Black, el cual poseía el espíritu de las hadas y la guía de los cristales más brillantes de las estrellas. Solo los de una sublime astucia, equilibrio de mente y corazón, lograrían portarlo con honor.
Por último, la varita elemental tomo posesión en las manos de los Riddle- Potter. Una varita tan poderosa como el tempestuoso mar, capaz de invocar a su vez los demás elementos pues con la perseverancia del alma y la grandeza de mente, los dignos podrían empuñarla.
Los reyes agradecieron desde lo más profundo de su corazón por tales obsequios que portarían con orgullo y devoción de ahora en adelante, para guiar hacia la grandeza a sus respectivos pueblos.
Tras ese armonioso acuerdo, después de tantos años de lucha y pérdidas substanciales, todos consiguieron la paz que tanto añoraban y que pensaron que jamás alcanzarían.
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Ya cansado con sus años acuesta pesándole y pasando su factura, Merlín se despidió de LastWorld con una sonrisa bonachona, y una tranquilidad de espíritu dejando un último tesoro al cuidado de los cuatro reyes.
Una espada mágica que contenía parte de su energía vital; algo tan suyo pero tan peligrosa, que estaba seguro sabrían cuidar.
La espada del cristal oscuro.
Un don lleno de poder a quien la poseería. Fuera sobre humana, dominio sin igual. Solo los reyes sabrían donde se ocultaba, como un símbolo de confianza ciega entre clanes.
Todos prometieron no buscarla pues sus poderes serian devastadores si tocaban siquiera el suelo del LastWorld. Así pues, tras la partida de Merlín, con los reinos establecidos, unos reyes benévolos y con unas leyes inquebrantables; se forjó la buenaventura y la paz entre los seres vivos de LastWorld.
Nada podría salir mal…
*-.-*1000 años después*-.-*
Con el decreto de que el hijo mayor tomaría el lugar como el legítimo rey alcanzando la mayoría de edad, se celebraron las grandes fiestas en el palacio del país del Desierto del Norte que gozaba de las trémulas ondas de la reinante armonía de LastWorld.
Los reyes Tom y James Riddle- Potter engalanaban el palacio con todos sus dotes de extravagancia y exquisitez; todo en honor de su unigénito.
El recinto cubierto de imponente figuras de oro y plata, matizado con extensas cortinas vaporosas donde se colaban los cálidos vientos provenientes del este se alzaba imponente. El incienso aromatizaba el ambiente y el polvillo dorado del desierto se colaba entre murmullos por los amplios ventanales.
-¡Harry!- se escuchó la voz del soberano Riddle llamando a su hijo -¡maldita sea! ¿Dónde se ha metido esta vez?-
En pocos minutos daría paso a la ceremonia oficial de su coronamiento y no había rastros de su travieso hijo.
Se sobó la frente con pesadez. Sabía que debía estar acostumbrado a sus escapadas usuales y su merodeadora curiosidad. Pero extrañamente pensó que por ser ese tan importante día, sabría comportarse mejor.
-Por Merlín…- exclamó el rey cruzándose de brazos en su trono real. Su querido esposo lo miró con ternura y se acercó a tomar su mano.
-Descuida Tom...-ya sabes lo curioso que es Harry; y más aún cuando está nervioso- dijo en tono conciliador dándole un beso en la frente –claro que si estuviera en su posición haría lo mismo- se quedó pensativo con una sonrisa bailando en sus labios y el ojiverde bufó exasperado -Déjalo disfrutar un poco más… que cuando sea rey ya no podría hacerlo…- el rey rodó los ojos. Sabía que su esposo tenía razón en lo que concernía a su unigénito.
Que más podía hacer que, esperar.
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Al sonar las campanadas de la plaza principal, el rey Bill Weasley de la Tierra del Oeste llegó con toda su familia real.
-Buen día rey James- saludó con una reverencia el pelirrojo ojiazul –rey Tom. Hoy parece un buen día para una coronación- dijo jovial estrechando su mano
-Lo es, Rey William, lo es- contestó con un asentimiento.
-Espero que Merlín honre con su gracia y sabiduría al príncipe Harry- el rey del desierto del Norte no deseaba menos. Solo esperaba que su hijo apareciera y no quedara en vergüenza.
-Que así sea…-
Con un ademan lo invitó a pasar al enorme recinto y no tardó mucho en que toda una horda de pelirrojos de todos los tamaños entrara dando sus buenos deseos a la familia real del Desierto del Norte entre vocalizaciones, silbidos jubilosos y de mas ruido, que el rey Tom agradeció sin muchas ganas.
El rey del país del Este, Severus Snape fue el siguiente en llegar. Entró con acelerado paso al recinto, bufando miles de cosas entre dientes al encontrarse con el insufrible padrino del chico que sería en pocas horas coronado, mientras su venerable antecesor Albus Dumbledore solo a unos pasos tras de él, sonreía enigmático por tales riñas infantiles.
El rey Lucius Malfoy fue el último en llegar, solamente acompañado de su esposa y su futuro heredero quien, pese a su delicada salud aun no podía ejercer como gobernante del Bosque Helado del Sur, el anillo de magia pura ya lo reconocía como su portador.
-Estimado rey Tomás… James…- saludó el serio rubio haciendo una pequeña reverencia en dirección de los anfitriones.
-Bienvenidos- saludó James cuando vio la indisposición de su esposo quien parecía estar a un paso de un ataque de pánico. Harry aun no hacía acto de presencia y ya comenzaba a preocuparse.
-Él debe de ser Draco…- dijo a modo de conversación para hacer tiempo.
-Sí. Es nuestro pequeño unigénito- dijo dulcemente la noble dama de hielo y armiño. El chico pálido dio un asentimiento con la cabeza saludando con toda la elegancia de los de su clan y James sonrió.
-¿Y cuándo se celebrara su coronación, eh Lucius? Porque creo que tiene la misma edad de Harry y…- se calló al instante cuando el chico bajó la mirada con las mejillas sonrojadas y el rey de los bosques invernales apretó los labios.
“Maldición” pensó James viendo su metida de pata. Pero ya no podía retractarse.
-La salud de Draco aún es precaria… pero no dudo que dentro de poco pueda estar lo suficientemente fuerte para reinar como es debido- dijo sin mostrar sentimiento alguno y James sintió el ambiente tensarse.
-Bueno, espero que sea pronto…- dijo con una risilla nerviosa, invitándolos a tomar asiento mientras el invitado de honor hacia acto de presencia.
Por el rabillo del ojo notó como el menor de los Malfoy-Black se apartaba de sus padres, asegurándoles que tenía que tomar aire.
James suspiró. Realmente esperaba que su hijo apareciera para terminar de una vez por todas con toda la faramalla que ya se le estaba haciendo pesada.
Buscó con la mirada los ojos de su esposo, pero notó que este estaba perdido en sus pensamientos que no parecían nada placenteros.
“¿Dónde demonios estas Harry?” se preguntó el rey Tom viendo como el lugar comenzaba a llenarse con las caravanas de los reyes de los países vecinos y frunció el ceño mandándole miradas asesinas a su consorte pues a él le echaba la culpa por su necedad a rehuiría su papel como príncipe.
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Cuando Harry por fin llegó, inició todo con las mejores disposiciones y la magia adecuada circundando en el aire. Todo parecía como debía ser, nada fuera de su lugar.
Harry prometía tener la sabiduría para reinar tal cual sus padres antes que él y la sensatez para buscar el bienestar de su pueblo.
Los cuatro reyes invocaron el poder de los cuatro dones de Merlín deseándole prosperidad al reinado del ahora Rey Harry y por ese efímero momento, realmente creyeron que la paz prevalecería por los siguientes mil años como hasta ese momento.
Pero, solamente el antiguo rey Albus y el rey Bill pudieron notar cierta mirada cargada de algo que no debía ser a la persona equivocada; una profunda afinidad entre el verde esmeralda del nuevo rey y el plateado lunar del heredero de las frías regiones del Sur.
Ambos notaron que algo saldría mal y que con aquel extraño presentimiento que sentían en su interior, más que una nube negra se posicionaría sobre la pequeña y débil prosperidad de LastWorld.