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Reminescent du premier amour por ale801

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Fue efímero aquel amor pero bello

Y tan breves sus instantes supremos;

Se hizo corto el tiempo y no por ello...

Dentro de mi corazón te amé menos.*

 

 

Una sola pregunta recitada en un suspiro lleno de anhelo, fue suficiente para colarse en aquellas memorias que mantenía resguardadas de la misma forma en la que un niño protege su juguete favorito.

 

La primera vez que te vi fue casualidad, me dirigía a la biblioteca como usualmente hacia al buscar información para mis trabajos, recorrí el lugar con mi mirada y fue un instante en el que creí que soñaba, ante mis ojos se encontraba aquella grácil figura que siempre portabas, como si de un dios del olimpo se tratara, y yo como simple mortal solo podía admirarte; pero una voz me sacó de mis pensamientos recordándome porque me encontraba en aquel lugar. Fue la primera vez que te vi y también en la que creí no volvería a hacerlo.

 

La segunda ocasión me demostró que no fue un sueño, pues allí te encontrabas con una dulce sonrisa en tu rostro y rodeado de quienes supuse serian tus amigos o compañeros, entonces entendí no eras un dios, eras mortal como yo y sonreí como pocas veces hacía, mi mente no hallaba razón alguna para mi comportamiento pero eso poco importaba pues mi corazón saltaba con enardecimiento.

 

La tercera vez me encontraba nuevamente en la biblioteca, rodeado del silencio que la caracterizaba, de mis labios deje escapar un suspiro y mi corazón de nuevo saltaba, sentado bajo un gran árbol, abrazado por el suave viento te encontrabas tranquilamente leyendo, fue entonces cuando lo entendí, ese pequeño ángel de cabello blanco y ojos carmesí había capturado mi alma.

 

A veces me preguntó como sería mi vida en este momento, si en ese instante hubiese preferido seguir observándote de lejos en lugar de armarme de valor para buscarte, ¿estarías mejor? Y yo ¿habría encontrado la felicidad?, existe la posibilidad de que tu futuro sería mejor pero por egoísta que parezca estoy seguro yo no habría hallado la felicidad y quizás tampoco hubiese aprendido a amar.

 

Recuerdo que luego de esa ocasión en la que decidí conocerte tu presencia me fue esquiva por meses, llegue a pensar que realmente había sido un sueño o que quizás realmente eras un ser divino que vino a cautivarme y una vez cumpliste tu objetivo desapareciste como la bruma entre mis dedos. Dudó que alguien sea capaz de describir la emoción que me embargo cuando al inició de un nuevo curso te encontrabas tan armonioso como la primera vez que te encontré sentado en un puesto del salón, ¡oh! los dioses se apiadaron de mi alma pues parecía un regalo el que de nuevo te encontrara.

 

-Prue Bennett- fueron las primeras palabras que escuche de tus labios, pensé que no podrías tener un nombre más perfecto ya que como el significado del mismo siempre irradiabas un gran magnetismo. Tu puedes, me dije a mi mismo tratando de hallar el valor que en ese momento se esfumaba.

 

-Hola- fue todo lo que pude pronunciar, pero fue suficiente para ver como tus labios esbozaban una agradable sonrisa.

 

-Hola, mucho gusto... Alexander ¿verdad?- y de nuevo mi corazón quería salirse de mi pecho, aquélla deidad recordaba mi nombre.

 

-Sí, Alexander Pierce es mi nombre- pronuncie tratando de ocultar los nervios que nunca pensé sería capaz de sentir.

 

-Prue Bennett- mencionaste mientras me ofrecías tu mano en saludo, la cual no dude ni un segundo en aceptar.- supongo que estaremos juntos durante este curso, espero nos llevemos bien.

 

Me maldecí interiormente por lo idiota que fui en ese momento, había perdido en un segundo la perfecta ocasión de conocerte, me sentí perdido ese no era yo, solo un completo estúpido asentía con la cabeza cortando cualquier oportunidad de dialogo, esa fue la primera vez que me sentí tan frustrado.

 

No hay rosas sin espinas, solía mencionarme mi madre, cuánta razón tenía aquella pelirroja mujer, no sabía si agradecer al cielo por darme la oportunidad de estar al lado del dueño de mis suspiros y anhelos, o reprocharle al infierno el hecho de que aquella perfecta criatura fuera esquiva de mis deseos.

 

***

 

-Lo siento- dije, mientras una indescifrable sonrisa se marcaba en mi rostro.

 

-No te preocupes, si te molesta continuar no es necesario.

 

-No, yo deseo que escuches, es sólo que no es tan fácil como creí que seria.

 

-Mencionaste que él no era fácil de tratar, siempre fue alguien tan inflexible.

 

-No, de hecho...

 

***

 

Aunque suene extraño y pareciera que mi vida estuviera pintada bajo un pálido gris por tus constantes rechazos, descubrí que no siempre era así, aprendí poco a poco a conocerte sabía que no eras dócil, flexible o paciente; pero mientras más aceptabas salir conmigo tuve la oportunidad de ver tu lado sensible, frágil, tierno y emotivo. Y no solo eso en ocasiones me contabas sobre tu vida y tus anhelos. Recuerdo que una vez me contaste sobre tus padres, no hablaste mucho pues el llanto quebró tu celestial voz. Esa fue la primera vez que me sentí tan impotente pues lo único que pude hacer fue abrazarte.

 

Llevábamos un año conociéndonos, yo me sentía el ser más afortunado del mundo pues sentía que era un milagro el que aceptaras mi compañía; sin embargo era consciente que yo no deseaba continuar de esa manera.

 

-Me gustas- pronuncie, pensé que en cualquier momento cedería al impulso de salir corriendo pero no fue así, me mantuve firme conectado las abrazadoras llamas de tus ojos carmín, con el verde vestido de esperanza de los míos.

 

-...- el silencio se apodero de nosotros y un fuerte tono carmín que parecía combatir con el de tus ojos se apodero de tus mejillas.

 

-Puede sonar ilógico, lo sé, pero la primera vez que te vi pensé que un dios del olimpo se había apiadado de mí y me había permitido conocer la más pura belleza, quizás alguien como yo que difícilmente puede compararse con tu presencia no tenga derecho a permanecer a tu lado, pero mi alma no sería capaz de contener más estos sentimientos, no te pido que me aceptes incluso tal vez te moleste; sin embargo...

 

-¿Por Que?- mencionaste mientras me clavabas fuertemente tu mirada- ¿Quien te dio el derecho de decidir por mí? ¿Acaso creíste que si no me hubiese fijado en ti te habría contado tanto de mí? ¿Crees que dejaría de ir a la cafetería a hablar con mis amigos y en su lugar pasaría el tiempo contigo si para mi fueras indiferente?

 

-...- esta vez fue mi turno de callar, no podía conectar mis pensamientos, me sentía inútil por no saber contestar o tan siquiera entender tus preguntas.

 

-Alexander Pierce, eres consciente del peso que implican tus palabras- si antes no fui capaz de conectar mis pensamientos, en ese momento creí que se detuvo el flujo del tiempo, aquella deidad que bajo a la tierra inclino su angelical cuerpo, fue un suave roce, un breve instante en el que probé el cielo en el sabor de tus labios. Esa fue la primera vez que pensé era posible morir de felicidad.

 

Desde entonces el tiempo que pase a tu lado era perfecto, cada sonrisa, cada palabra, cada gesto que me regalabas hacia que nada me afectara, era increíble todas las emociones que lograbas afloraran, jamás imagine que sería capaz de experimentarlas pues siempre fui una persona bastante imperturbable, y juraba que eso nunca cambiaria; más bien sabido es que nadie está exento de nada.

 

Amor no fue la única emoción que descubrí a tu lado, había llegado a pensar que luego de que me aceptaras a tu lado todo sería espléndido; celos, eso fue lo que paso, estoy consciente de que celarte no era correcto, mas no fui capaz de evitar el surgimiento de aquel cruel sentimiento. Siempre portabas una sonrisa radiante y para todos eras muy agradable, tenías tantos amigos, frecuentemente estabas rodeado de personas.

 

Aquellos celos se incrementaron cuando me di cuenta que en el campus una gran parte del tiempo no estabas a mi lado, me hizo feliz cuando comenzaste a pasar tu tiempo libre conmigo, pero solo compartíamos dos clases, ingles como requisito y artes como el pasatiempo que ambos disfrutamos; no tenía a quien culpar por eso, a fin de cuentas tu profesión era la abogacía y la mía medicina, aunque finalmente aprendí a lidiar con ello, si, con esos endemoniados celos, porque de algo estaba seguro mi confianza hacia ti era infinita, porque la envidia que me atormentaba no era que me dejaras, en cambio era que esas personas te conocieran mejor de lo que yo mismo presumiera; sin embargo como dije logre controlar mis miedos, pues entendí que al aceptar estar junto a mí, me brindaste la oportunidad de conocerte más que ellos. Definitivamente esa fue la primera vez que sentí celos.

 

Amaba todo de ti, tus alegrías y disgustos, tus valores y defectos, tus pesadillas y tus sueños, me siento obligado a mencionar que adoraba verte enojado tu nariz solía arrugarse un poco aunque era casi imperceptible no dejaba de ser tierno. Recuerdo que tu más grande dolor de cabeza era tu tía, aquella mujer nunca me acepto a tu lado, y más cuando se enteró de nuestra relación, debido a eso sus disputas aumentaron, luego de ellas siempre acudías a mi lado; yo te escuchaba taciturno y afable. En una ocasión llegaste golpeado, me enoje, me enoje como nunca antes había pasado. Esa fue la primera vez que decidí mantenerte a mi lado.

 

-Prue ¿crees en las casualidades?- te dije mientras recostados en el prado observábamos las estrellas.

 

-La suerte, lo imprevisto aquellos accidentes sin sentido, si aquello me lleva a pasar tiempos maravillosos y fantásticos como si de magia se tratara, entonces sí, quizá crea en las casualidades- suspiraste como dejando escapar todos tus pensamientos.

 

-Sabes la primera vez que te vi pensé que fue casualidad, y no te imaginas lo dichoso que estoy por mi suerte.

 

-Alex, la primera vez que te vi tuve miedo, miedo de mí mismo porque algo en mi sabía que eras diferente, de alguna forma sabía que contigo no tendría temor de sonreír verdaderamente, y me alegro de no haberme equivocado.

 

-Prue, ¿te casarías conmigo?- te pregunte, mientras tomaba tu mano y depositaba un collar en ella.

 

-¿Que te hace pensar que aceptare?- pronunciabas al ritmo del viento.

 

-Hace unos años me arme de valor y le dije a un dios que me gustaba, en ese entonces no creí mi suerte cuando tal deidad poseedora de la más armoniosa figura acepto a este humilde mortal, ahora quiero tentar a mi suerte otra vez esperando que aquel mítico ser me acepte de nuevo.

 

- No pensé que recordabas el collar que me gustaba, pero ¿Por qué un collar? No se supone que deberías darle a tu dios el más fino de los anillos.- en ese momento dejaste escapar una dulce sonrisa, contemplabas aquel dije que hace unos años deseabas, tenía un circulo en el centro y dentro de este una curiosa figura todo ello se encontraba rodeado por lo que ahora parecía un incesante fuego, rojo como tus dulces y fieros ojos, diferente al dorado que se supone debía llevar el collar, pero yo complaciente de tus anhelos lo hice tal y como lo demandaban tus deseos.

 

-Y entonces ¿Qué opinas? Prue Bennett ¿Aceptas casarte con este humilde mortal y vivir eternamente a su lado?

 

-Alexander Pierce, por más que buscó no encuentro respuesta, dime como logras que mi corazón palpite de esta manera; si es tu deseo casarte conmigo permíteme preguntarte ¿estas dispuesto a soportar los deseos de este caprichoso dios?

 

-No es necesaria tal pregunta, pues en mi corazón no hay dudas, yo aceptaré todo porque estoy seguro que amo cada parte de ti.

 

-Si es así entonces permíteme aceptar todo de ti también- bajo la luna y las estrellas sellamos nuestro acuerdo usando como tinta al viento, como juez al cielo y como firma un beso.

 

El día de nuestra boda parecía un sueño, cuando te vi entrar al lugar y te vi caminar hacia mí, me sentí indigno de tanta belleza, aquel traje negro se acentuaba perfectamente a tu cuerpo, aún puedo recordar cómo te rehusaste a utilizar un traje blanco, simplemente el rojo y el negro son más tu estilo. Y ahí estabas frente a mí con una radiante sonrisa, con tu esplendor etéreo, mi corazón vibraba como loco parecía que quería salir de mi pecho, pero la emoción de ese momento fue opacada por la que sentí al escucharte decir - Aceptó-

 

Recuerdo que esa noche bajo un cielo cubierto de estrellas, me tome el atrevimiento de despojar a tu delicado cuerpo de la ropa que llevabas contigo, solté con parsimonia cada botón, permití que las prendas cayeran al suelo, observe por primera vez tu cuerpo, tan delicado, tan fino, tan esplendido, que los dioses me perdonen pensé, cuando deslice las yemas de mis dedos sobre aquel fino lienzo, acaricie tu figura con el mayor cuidado pues esta parecía porcelana y temía que en cualquier instante la quebrara, deguste con vehemencia tus labios, quería guardar su sabor en mi memoria, deslice mi boca en cada parte expuesta dejando mi marca a su paso, temblabas cada vez que probaba tu cuello y yo deliraba cuando le dabas permiso a mis movimientos. No voy a negar que me consumían los nervios realmente me aterraba lastimarte, pero aquellos nervios se esfumaron cuando finalmente me uní contigo, pues el estremecimiento de tu cuerpo me indico que hacia lo correcto, pensé que llegaría al cielo cada vez que tu angelical voz impregnada de lujuria y deseo escapaba de tus dulces labios, desee tanto que aquello que parecía una utopía pero que bien sabía era verdadero no terminara; sin embargo como todo lo perecedero no podía anhelar que fuera eterno. Esa fue la primera vez que entendí, no era una casualidad verte en ese lugar, era mi destino, era mi fortuna, era nuestro primer encuentro.

 

Empezar a vivir juntos fue una nueva aventura, aprendí a conocerte mejor, tus horarios de comida, tus platillos favoritos y aquellos que realmente no disfrutabas; pero definitivamente lo mejor de esa experiencia era encontrarte en mis brazos todos los días al despertar, sentir tu maravilloso aroma, tus latidos junto a los míos, el calor que emanaba tu cuerpo dormido; al menos un tiempo fue así, sin embargo empezaron a ser constantes las mañanas en que despertaba sin ti, siempre te encontrabas en el baño, aunque nunca me decías porque.

 

- No necesitas preocuparte, no es nada- esa era siempre tu respuesta, pero mis nervios no aguantaron más el día que te desmayaste en mis brazos.

 

 -Si no quieres que te revise yo, al menos cúmpleme el deseo de que vayas al médico- te dije cuando despertaste casi suplicante.

 

-Estoy embarazado- pronunciaste con algo de temor y timidez mas no apartaste tu mirada de la mía, tus palabras parecían querer quebrarse más tus rubíes no dudaban, en ellos podía observar claramente que retabas a mi alma. No fueron necesarias las palabras, solo una lágrima intrépida que recorrió mi rostro y unos brazos que rodearon fuertemente a un delgado y pálido cuerpo. Esa fue la primera vez que recibí el más grande regalo.

 

Amaba como cada mes tú estomago crecía, aquel hecho me recordaba que nuestro amor allí crecía, te enojabas fácilmente y al instante llorabas, me deseabas con locura y luego me rechazabas, definitivamente las hormonas sabían hacer crueles jugadas. Los tres primeros meses fueron los de más cuidado pues te enfermabas constantemente, las náuseas matutinas y los incesables mareos se habían vuelto parte de nuestra rutina.

 

Al cuarto mes tus malestares cesaron, pero tus antojos aumentaron, de lo dulce a lo ácido, de lo cálido a lo frío, de vegetales a postres, de tu plato al mío; tu platillo favorito se volvieron las fresas con helado de vainilla y crema chantillí. No me molestaba complacer tus deseos; sin embargo me agobiaba cuando estos llegaban a las tres de la mañana. Ese mes cuando fuimos al médico tuvimos la oportunidad de oír un mágico sonido, las lágrimas invadieron tu rostro pero sabía que no debía preocuparme pues junto con ellas había una preciosa sonrisa, y como no estaría allí si yo mismo quería romper en llantos de felicidad al escuchar el corazón de nuestro hijo.

 

Cuando regresamos al médico ya tenías seis meses, tu bien marcada cintura había sido reemplazada por la más tierna curva, en aquella consulta nos hicieron miles de preguntas y revisaron los exámenes que debías llevar. Rememoró cuando el médico preguntó por los movimientos del bebé, pues una sonrisa surco mi rostro al escuchar aquella pregunta. Una noche mientras platicábamos cortaste abruptamente tus palabras y abriste con sorpresa tus ojos.

 

-Un golpe-

 

-¿Un golpe? -

 

-Se movió, el bebé se movió - en ese momento tomaste mis manos rápidamente y las posaste sobre tu vientre.

 

- Se mueve- dije en un suspiro- Nuestro hijo se mueve- esa fue la primera vez que sentí a nuestro retoño en su vientre.

 

En esa ocasión igualmente hicimos un gran descubrimiento, -Es una niña- pronunció el médico, -Una niña- respondimos los dos. Desafortunadamente no todo eran buenas noticias, -El parto puede presentar complicaciones- cinco palabras que parecían recitadas al viento pues no hubo respuesta alguna ante ello, el médico nos dio varios consejos más el temor invadía mi cuerpo, esa fue la primera vez que tuve miedo.

 

-Alex, has pensado en nombres- aquella pregunta me tomó desapercibido.

 

-Por más que lo pienso siento que no encuentro el nombre perfecto-

 

-¿Que te parece Emma?-

 

-¿Por Que Emma?-

 

- Antes siempre creí que si llegaba a tener una hija, debía llamarse Emma-

 

- Me agrada Emma, es perfecto-

 

Con el viento del frío otoño llegó tu séptimo mes, la llegada de un nuevo ángel a mi vida cada vez estaba más cerca; pero, nunca creí que sería tan pronto.

 

El llanto de una pequeña criatura llenaba la habitación, y un ángel se disponía a alimentar a otro, entre intentando no causar mucho alboroto pues no quería interrumpir tan tierna escena.

 

-Es perfecta- mencionaste en un ligero susurro- Acércate Alex- continúe mi camino sentándome a tu lado - Mírala, es idéntica a ti- decías al borde del llanto; y la vi, una pequeña pelirroja de enormes ojos verdes.- es hermosa- fue lo primero que le dije a nuestra hija. Esa fue la primera vez que desee que los sueños se hicieran realidad.

 

Desperté asustado pues un grito desgarrador me saco de mis sueños, me apresure en llegar al baño y temblé ante la imagen que observaba, el dueño de mi vida estaba sangrando sobre el frio suelo, sosteniendo fervientemente su vientre y gritando por ayuda. Llame inmediatamente al hospital y tome las llaves del auto, los minutos en que tarde en llegar se me hicieron interminables; te subieron rápidamente a una camilla, era el momento Emma pronto estaría con nosotros. Tuve que suplicar el que me permitieran permanecer a tu lado en el quirófano pues estaban reacios a la idea en un principio, sujete tu mano fuertemente asegurándome de no soltarte, ahí estabas trabajando arduamente para que nuestra niña llegara, -una vez más- decía el medico una y otra vez, solo un poco más y estaríamos los tres juntos.

 

El llanto de una criatura llenaba la habitación, tal como en mi sueño se escuchaba fuerte y claro; sin embargo, el trabajo de los médicos no paraba pues tu no dejabas de sangrar, veía como las enfermeras iban de un lado a otro siguiendo las instrucciones que les daban, y yo lo único que podía hacer era seguir sujetando tu mano.

 

-Alex, mírame- me llamaste con una frágil voz.

 

-Aquí estoy no me iré- te decía mientras observaba tu agotado semblante.

 

-¿Esta bien, mi niña nació bien?-

 

-Está bien, ella esta perfecta, hiciste un gran trabajo- me mirabas mostrándome esa sonrisa que solo a mí me dedicabas, y en tus ojos la más tierna mirada se reflejaba.

 

-Alexander Pierce, ¿Me amas?-

 

-Te amo, te amo demasiado desde la primera vez que te vi en la biblioteca-

 

-Te confieso algo Alex, cuando íbamos a la universidad una vez decidí leer en la biblioteca en lugar de ir al árbol donde solía hacerlo, ese día vi entrar por la puerta a un hombre perfecto, alto, de ojos verdes como esmeraldas y de cabellos rojos como el fuego; sabes esa fue la primera vez que me enamore- me hablabas cada vez más lento, parecía que tus palabras las cortaba el viento, estaba feliz de tu confesión realmente no lo esperaba, pero prefería escuchar aquello cuando mi miedo se esfumara.

 

-Alex, dilo de nuevo, di que me amas-

 

-Te amo Prue Bennett-

 

-Te amo Alexander Pierce-

 

-Sabes Prue, cuando era joven no creía en el amor, pensaba que nunca sentiría esa emoción, siempre me encerré en mis estudios, siempre me preocupe por ser perfecto para mis padres, de hecho nunca imagine formar una familia, pero entonces llegaste a mi vida y todo se volvió diferente, aquel sentimiento que pensé nunca sentiría ahora me preocupa perderlo, además ahora formamos una familia, nuestra pequeña y cálida familia; así que por favor cuando volvamos a casa repite aquellas palabras, di que me amas de nuevo, por favor te suplico se fuerte, no me dejes, no nos dejes, Emma y yo te necesitamos, Prue Te amo, Te amo, te lo ruego quédate aquí, por favor di que todo estará bien, por favor sonríe para mí y demuéstrame que es cierto por favor no... No pude continuar, mis palabras fueron detenidas por mi llanto, era consciente, desde hace un rato lo sabía, y el pitido constante de aquella fría maquina se encargaba de recordármelo, ya llevaba unos minutos hablando solo, ¿qué tan cruel puede ser el destino?, demasiado diría yo, puesto que la deidad de ojos carmesí y cabellos blancos, la que en solo un segundo me había enamorado ahora se encontraba de vuelta en el paraíso, demostrándome que era tan mortal como yo.

 

Esa fue la primera vez que me dijiste Te amo, y también fue la última que lo escuche.

 

 

Esa fue la primera vez que se quebró mi alma.

 

El día de tu entierro me sentía atrapado en una pesadilla, en mi mente aquel suceso no podía ser cierto, -despertar, necesitó despertar-, era lo único que me repetía mas no salía de esa pesadilla. Estabas en aquel ataúd vestido de negro, tu radiante sonrisa no se encontraba, tu rostro perfecto que siempre irradiaba calidez y mostraba unas sonrosadas mejillas, ahora vestía un pálido tono marfil, esos labios rosas que adoraba acariciar con los míos ahora lucían tan fríos y tus ojos, tus preciosos ojos carmesí que solían estar llenos de vida, esos que me mostraban tus emociones, no se abrían, por más que pedía ver su color de nuevo, estos no cedieron, tus pestañas no querían moverse al ritmo del viento. La primera pala de tierra cayó sobre ti, y luego de esa vinieron más, todas y cada una de ellas parecían dañar más mi despedazado corazón, muchas flores fueron depositadas al mismo tiempo, yo igual te arroje rosas, te deje lágrimas, te di la más forzada pero sincera sonrisa, te deje una promesa, -La cuidare por los dos, nunca le faltara nada, pero desde el cielo ayúdame a vigilarla- y por ultimo te pedí que cuidaras mi destrozada alma.

 

 

***

 

-Siento mucho hacerte recordar esto-

 

-No tienes que disculparte mi pequeña Emma-

 

-Gracias por contarme su historia- me decía una pequeña, ya no tan pequeña joven de 16 años quien limpiaba las lágrimas que se escapan de sus ojos, mientras me extendía un pañuelo. –“¿Cómo era papá? ¿Cómo se conocieron?”- fue la pregunta que se coló en mis recuerdos.

 

-Padre, ¿aún le amas?- me decía la joven de blancos cabellos y mirada carmesí.

 

-Dudo siquiera que pueda dejar de hacerlo- decía mientras mi mirada observaba tiernamente a aquella joven, nuestra dulce hija, tan parecida a ti que la primera vez que le vi fue incluso doloroso, su figura era idéntica a la tuya y con el tiempo descubrí que sus personalidades eran tan parecidas. Cuando partiste de este terrenal mundo, pensé que mi vida se había acabado y que pronto iría de nuevo en tu búsqueda; sin embargo un llanto diferente al mío se encontraba presente, aquel llanto me hizo reaccionar, lo sabía, no podía seguirte, al menos no todavía; te fuiste fugaz de mi lado, sí eso lo sé, por más que me costara tuve que entenderlo, pero me dejaste un pedacito de cielo el cual debía cuidar con el más grande esmero.

 

-Mientras escuche tu relato, me di cuenta que su amor fue como una estrella fugaz-

 

-Efímero, amor efímero, es verdad Emma yo pensé lo mismo, cada instante que pase con Prue ahora me parece etéreo y temo que en algún momento despierte de aquella utopía y me dé cuenta que nada fue cierto. Porque a fin de cuentas no me arrepiento de nuestro encuentro, nunca lo he hecho, puesto que con el experimente tantas cosas que ahora guardo en mis recuerdos, todas y cada una de aquellas experiencias fueron mi primera vez.

 

-Padre, aunque digas que fue una utopía, yo digo fue completamente verdadero, efímero pero verdadero.- Al escuchar las palabras de nuestra hija entendí algo muy importante. 

 

-Emma, sabes puede que diga que aquello fue un amor efímero, pero, ahora sé que De aquella cosa efímera, nacía una cosa eterna.*

 

Prue, perdóname por tardar tanto tiempo y esperó también puedas esperarme un poco más, ten por seguro que cuando sea el momento te iré a buscar y entonces cuando nos encontremos, no dudó de que esta vez será eterno.

 

~FIN~

 

Notas finales:

*Fragmento de Poema del amor efímero por Víctor Santa Rosa

*Frase de Manuel Gutiérrez Nájera

 

Hola querido lector si llegaste hasta aquí, mil gracias por leer y darle una oportunidad a esta historia, realmente no fue fácil, es curioso porque es mi primer one shot; de todas formas gracias de nuevo por aguantar mis cursilerías y drama espero que lo disfrutaras.

 

Y paso a dejar unas dedicatorias especiales, primero a Prue <3, porque si es real pero él está vivo y fue la fuente de mi inspiración, me diste consejos y los ánimos para seguir adelante, además eres uno de los personajes del one shot después de todo.

A Kari porque me soporto a las 4 de la madrugada mis mensajes, mujer eso no lo hace cualquiera igual gracias por apoyarme.

Y finalmente a Hikari nee una gran amiga a la que alguna vez le prometí mostrarle mi primera historia y realmente espero que te gustara y ojala soltaras alguna lagrimita, me lo debes después de todo.


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