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Pantomima por Pandora09

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El sol daba de lleno sobre sus ojos cansados, la cabeza le palpitaba con la fuerza de una retroexcavadora y la lengua se le pegaba a las mejillas y el paladar por lo reseca que tenía la boca, odiaba los efectos que tenía el alcohol sobre su cuerpo, pero no importaba la resaca si había logrado sentirse vivo la noche anterior.

- ¿Quién es él? –preguntó con curiosidad cuando vio a la pareja de mimos dándole globos de helio a todos los niños que pasaban a su lado. Uno de ellos era más alto y moreno, vestía como lo haría un rapero cualquiera de los barrios bajos de una ciudad cualquiera, pero Zelo podía ver en su rostro cubierto de pintura blanca y negra la sonrisa más brillante y maravillosa que había contemplado en su vida. Entonces vio como el moreno le sonreía a su amigo más bajo y sintió que todo en su interior se revolvió y gimió en agonía.

- ¿Cuál de los dos? –JongUp siguió la mirada del menor y cuando comprendió a quienes miraba, frunció el ceño con enojo.

- El moreno.

JongUp permaneció en silencio por un momento, como no queriendo responder la pregunta que Zelo tan desesperadamente había formulado.

- Se llama Bang YongGuk, su acompañante es Kim HimChan –dichas esas palabras, el mayor comenzó a caminar en la dirección contraria a la pareja y el menor se vio en la obligación de forzar sus piernas a moverse y seguirlo cuando todo lo que deseaba era contemplar esa sonrisa durante unos segundos más.

- ¿Quieres ser un poco más específico?

JongUp se detuvo de golpe y lo encaró, provocando que Zelo se detuviera abruptamente y casi cayera sobre él.

- Está bien, el idiota moreno de sonrisa babosa se llama Bang YongGuk y está a años luz de lo que alguien como tú puede conseguir, ¿contento?

 

--o--

 

La estúpida feria duraba una semana y un par de días más, Zelo la odiaba con cada parte de su alma porque le recordaba a todos los traumas provocados por sus padres y todo su entorno social, pero necesitaba recorrerla nuevamente, necesitaba volver a contemplar esa sonrisa y demostrarse a sí mismo que era real, que algo como eso podía existir más allá de sus sueños.

JongUp estaba teniendo otros de sus SPM así que no se molestó exigiéndole volver a acompañarlo, simplemente se dirigió al lugar y recorrió las calles abarrotadas de gente alegre y niños ruidosos de principio a fin.

El puesto de globos de helio no estaba en el lugar del día anterior, solo había un idiota oso de peluche gigante regalándole osos de goma los niños que pasaban por ahí.

Tentado a preguntar por la pareja que el día anterior regalaba globos, se acercó al oso pero se detuvo antes de lograr alcanzarlo con un brazo, comprendiendo lo idiota que sería de su parte preguntar por un desconocido, ¿qué le diría al oso cuando este le prestara atención? No podía solo acercarse y decir “hey, Yogi, ¿qué pasó con el tipo de sonrisa deslumbrante que ayer estaba en tu lugar?” Si en su cabeza sonaba como una idea ridícula no podía imaginar cómo sería llevarla a cabo.

De todas formas, ¿por qué lo estaba buscando? ¿Acaso se había enamorado a primera vista como una colegiala fantasiosa?

- Sí, claro –bufó frustrado y se dio la vuelta para alejarse, pero una mano peluda lo jaló del brazo y le impidió avanzar.

Con el ceño fruncido encaró al oso gigante, encontrándose con un disfraz inmenso de pelaje suave que se agitaba con las corrientes de aire que lo golpeaban. Se preguntó si el imbécil al interior estaría asándose y decidió que ese no era su problema, enarcando una ceja burlesca.

Entonces el oso hizo algo que nunca nadie había hecho antes en la vida de Choi JunHong, algo tan común para cualquier otro pero para él tan extraño que le revolvió los intestinos de forma aun más violenta que ver la sonrisa del desconocido Bang YongGuk el día anterior: Estiró una de sus gruesas y peludas garras hasta el rostro del muchacho y acarició suavemente toda la extensión de su mejilla.

Zelo tragó saliva con violencia y sintió sus mejillas arder, preguntándose si sería una chica la tonta dentro del disfraz, pero cuando abrió la boca para hablar y nada salió de ella, el oso levantó su otra mano y le entregó una pequeña bolsa transparente con dos osos de goma en ella, uno azul y uno rojo. Antes de hacer algún comentario sobre lo grotesco de ver a las dos figuras pegadas por el calor, Zelo le quitó la bolsa y corrió con todas sus fuerzas en la primera dirección que sus pies lo llevaron hasta detenerse a vomitar en el primer contenedor de basura que encontró.

 

--o--

 

Ir a algún lugar con YoungJae y DaeHyun era tan improductivo como ir a un jodido museo con JongUp. YoungJae solo observaba su reflejo en cada ventana que encontraba mientras que DaeHyun solo pensaba en comer y probar cada plato que se cruzaba en su camino, pero tenía un solo beneficio: Yoo YoungJae, mientras Jung DaeHyun no estuviera metiéndole la lengua hasta la campanilla, era una fuente inagotable de información.

Zelo había pasado la tarde fingiendo que estaba interesado en la universidad que organizaba esa feria. Después de todo había pasado un año completo rascándose las pelotas en casa y YoungJae, orgullosamente, pensaba que por fin había sentado cabeza y comenzaba a ver las opciones de su vida a futuro.

El mediano de los tres respondía a todas sus preguntas mientras el mayor iba de un puesto a otro comiendo hasta atorarse y vomitar, como siempre. Le explicó que cada año la universidad organizaba esa feria para recaudar fondos y auspiciar a una ONG encargada de la protección de distintos orfanatos a lo largo del país. Zelo, por primera vez en su vida, se veía completamente interesado en algo y eso hacía que los ojos de YoungJae brillaran, como si en verdad le importara toda esa mierda de voluntariados, ser un buen samaritano y ayudar al prójimo como diría la perra hipócrita de su madre.

A la distancia, mientras fingía perfectamente que escuchaba y procesaba las palabras de YoungJae, vio el puesto de globoflexia donde Bang YongGuk regalaba figuras hechas con globos a todos los niños que, sonrientes y fascinados por las figuras de animales, se acercaban a él y su compañero. Algunos incluso se colgaban de sus brazos y él los giraba en el aire, ensanchando esa ya de por sí inmensa sonrisa.

Zelo no sabía qué mierda era lo que le fascinaba tanto de mirarlo, jodidamente seguro que no era esa peste que a se acercaba a él y le exigía hacer jirafas o perros con los globos de colores, él definitivamente odiaba a los niños y no entendía cómo alguien podía sonreír de forma tan deslumbrante cuando tenía al cuarto renacuajo entre sus brazos berreando como un animal mutilado (la verdad es que todos los niños reían extasiados, pero Zelo era incapaz de reconocer las risas de los llantos).

- Oye, hyung –solo entonces se percató de que estaba solo de pie en medio de la calle, observando como idiota a un desconocido-. ¿Hyung?

En estado de pánico, giró sobre su propio eje hasta encontrar a la pareja que lo acompañaba al borde de la calle, con DaeHyun enterrando la cabeza dentro de un contenedor de basura mientras YoungJae le acariciaba la espalda rítmicamente.

- ¿En serio?

El delgado cuerpo de DaeHyun temblaba frenéticamente ante cada arcada y Zelo podía escuchar con más claridad el asqueroso sonido de la comida siendo expulsada por su boca a medida que se acercaba a ellos, ¿cómo podía soportar eso YoungJae?

- ¿Hyung, está bien? –YoungJae se enderezó un poco y le lanzó una mirada de disculpa al menor, dándole a entender que por culpa del agujero negro andante, deberían volver a sus casas.

- ¿Qué parece si volvemos mañana y te hablo del resto de las carreras?

A regañadientes, no le quedó más opción que acceder, de nada le servía vagabundear por ahí si no podía obtener información de Bang YongGuk y tampoco quería acercarse a él solo, considerando las pestes que lo rodeaban en todo momento. De igual forma, no podía dejar que el imbécil de su primo llegara solo a su casa, menos en las condiciones en que se encontraba DaeHyun, así que siguió a la pareja hasta que tomaron un taxi y pudo desconectarse de ellos escuchando música y fantaseando con esa sonrisa deslumbrante.

 

--o--

 

Las luces taladraban su mirada como fogonazos cayendo sobre sus retinas y golpeándole hasta que el dolor le penetrara el cerebro, pero no le importaba la desesperación más de lo que importaba volver a su casa luego de haberse escapado. Por su sistema corría un cóctel de drogas y alcohol que no podría terminar de describir hasta el día siguiente si hubiese comenzado esa mañana en la feria, pero no le preocupaba lo que ocurriera con su organismo, ni en ese momento, ni en el futuro.

Los cuerpos sudorosos de los bailarines oscuros  golpeaban su propio cuerpo cubierto de sudor y lo agitaban en medio de aquella violenta multitud. La tonada que salía de los parlantes era lenta y lánguida, exacerbando el efecto adormecedor de las drogas al punto en que se sentía flotar sobre el suelo, pero del mismo modo algo ataba sus pies al suelo mientras buscaba desesperadamente la salida. Los ojos le pesaban y no podía ignorar cada toque que recibía a medida que se movía entre los cuerpos igual de perdidos que el propio. Sentía cada caricia en lo más profundo de sus huesos, aunque fueran toques accidentales y superficiales, todos los terminales nerviosos de su cuerpo parecían más despiertos que nunca, más atentos a todo, más deseosos de más.

Así que cuando vio esa sonrisa conocida iluminándose en medio de la oscuridad, despertando la lujuria adormecida por las drogas en su cuerpo, no pudo evitar correr hacia ella y apoderarse de los labios que la enmarcaban. Entregó un trozo de su alma en aquel beso y estaba tan drogado, tan perdido en la bruma del subespacio, que confundió todo el asco y el desprecio que sentía por la persona que lo arrinconaba en algún pasillo oscuro y húmedo de ese antro, con el cuerpo soñado de Bang YongGuk.

 

--o--

 

Despertó acurrucado contra los cojines de su cama completamente desnudo, temblando de frío y sin recuerdos de la noche anterior en su cabeza. Bueno, no sería la primera vez que perdía la consciencia y la dignidad, tampoco sería la última, así que no se molestó rebuscando en su memoria recuerdos que realmente no quería conservar, porque no había forma en el mundo de que Bang YongGuk hubiera estado en ese agujero de perdición y, menos aun, que haya aceptado acostarse con él drogado como estaba. Algo en su aspecto correcto e intachable le decía a Zelo que el moreno estaba por encima de todos esos bajos instintos.

Un par de minutos más tarde, cuando comprendió que había dormido toda la mañana y gran parte de la tarde, corrió hasta el baño y se dio una ducha militar para estar completamente vestido y con un agudo dolor de cabeza en menos de diez minutos.

En el piso de abajo, justo debajo de su habitación, podía escuchar los gritos histéricos del bastardo de su padre despotricando contra su madre, en cualquier momento la mujer comenzaría a arrojarle vasos y platos como una jodida desquiciada porque sí, había descubierto que su marido tenía una amante. Otra, más joven y hermosa que ella.

Zelo escuchó a sus padres y, mientras corría por el pasillo hasta la puerta principal, comprendió que despreciaba a las personas, despreciaba a su padre y a su madre. Despreciaba a los empleados de esa casa que lo observaban como si fuera un niño abandonado. Despreciaba a JongUp porque tenía la jodida costumbre de drogarlo y aprovecharse de su debilidad cada vez que necesitaba un polvo rápido. Despreciaba a DaeHyun por ser su jodido primo y no servir para nada más que para comer y acosar al imbécil de YoungJae. Despreciaba a los que habían sido sus compañeros de clase que habían pasado su vida golpeándolo contra los casilleros. Despreciaba a las zorras que habían sido sus compañeras que disfrutaban toqueteándolo por debajo de las mesas incluso cuando él les había dejado claro que prefería los penes. Despreciaba todo, odiaba la idea de que debía seguir respirando un día más. Odiaba fervientemente ser la vergüenza de su familia y ser el culpable de que sus padres siguieran viviendo en esa mentira de matrimonio que se esforzaban por mostrar al mundo. Odiaba no sentirse atraído por las mujeres porque sabía que un matrimonio arreglado habría sido la única forma de liberarse de esa miseria que no incluyera el suicidio.

Pero por sobre todas las cosas, odiaba ser tan débil y cobarde.

Corrió hasta que le ardieron los pulmones y pensó que se desmayaría por el esfuerzo, pero apenas llegó al primer puesto de aquella feria, un lugar donde vendían algo de frituras y desprendía un olor vomitivo a aceite quemado, la vida volvió a su cuerpo, haciéndolo olvidar las ganas que tenía de destruir el mundo cuando vio a Bang YongGuk regalarle su último oso de peluche a una pequeña niña disfrazada de princesa.

- Joder, ¿cómo puede estar sonriéndole a esa cosa?

Pero si la idea de ver a Bang YongGuk sonriéndole a una niña le parecía asquerosa, toda su molestia se multiplicó cuando apareció su compañero a su lado, con una sonrisa babosa en su rostro de conejo desnutrido. ¿Quién demonios era él que podía compartir el aire que Bang YongGuk respiraba? ¿Por qué podía tocarlo y él no? ¿Por qué sentía que había un universo separando sus almas cuando tan solo era una calle de asfalto lo que separaba sus cuerpos? Tantas preguntas que no tenían respuesta o que él mismo se negaba a responder lo obligaban a alejarse del lugar cada vez que la pareja se sonreía, entonces Zelo acomodaba su ropa, sus gafas negras y se alejaba a dar una vuelta a la manzana antes de volver como un perro arrepentido a mendigar un poco de agua.

La cuarta vez que se alejó y volvió en contra de su voluntad, no había rastros de la presencia anterior del moreno ni de su amigo y Zelo se sintió devastado al comprender que así deberían ser el resto de sus días, que dejaría de verlo y perdería para siempre la dicha de ver su sonrisa. Y era jodidamente triste saber que no estaba exagerando, porque esa feria terminaría en un par de días y él no se atrevería a hablarle, no escucharía su voz ni provocaría sus risas, volvería a su vida destructiva y nunca miraría atrás más que para llorar por todo lo que podía anhelar y nunca tener.

Se obligó a sí mismo a permanecer sentado sobre un muro de concreto mientras le rezaba a alguna divinidad porque Bang YongGuk volviera al lugar, rogaba por tan solo unos segundos más para contemplar su sonrisa, rogaba por tener la oportunidad de escuchar su voz… rezaba por tantas cosas que nunca tendría.

Mató el tiempo revisando los mensajes en su móvil, dándose cuenta de que el extraño con quien se había revolcado la noche anterior no era nada más y nada menos que Moon JongUp, no es como si le importara realmente con quién compartía colchón y fluidos, pero la idea de contagiarse cualquier enfermedad por ser un jodido imbécil no le parecía muy atractiva.

Pasados unos veinte minutos decidió que toda esa espera era un sinsentido, pero no tenía otro lugar al que ir y no podía dejar de imaginarse a sí mismo como la patética protagonista de una de esas películas románticas lacrimógenas sobre adolescentes que a su madre le habían gustado en el pasado. Se imaginaba de pie, llorando bajo la lluvia, mejor bajo la nieve (para hacer todo más emotivo) esperando al amor de su existencia quien volvería a darle la oportunidad de su vida. Se imaginaba feliz por eso, pero cansado de estar siempre esperando algo que nunca tendría, así que pasados otros quince minutos, decidió que no quería seguir esperando. Entonces se puso de pie y se acomodó la ropa y las gafas, dispuesto a marcharse, pero en seguida volvió a sentarse en el frío concreto al recordar todas las películas en que la protagonista se alejaba y justo detrás de ella llegaba su amado sin que pudieran verse y arreglar las cosas, como si el destino no quisiera verlos juntos y él quería pelear un poco contra el destino. Así que solo esperó quince minutos más, sintiéndose más patético que en toda su vida, más miserable y triste que nunca.

Fueron los quince minutos más largos de su vida esos en los que Bang YongGuk se tardó en volver al lugar junto a su amigo y Zelo no pudo estar más feliz por eso. Fue un sonido ronco y bajo lo que llamó su atención antes de contemplar la silueta del moreno caminando bajo el salmón crepuscular del atardecer. Una vibración baja y melodiosa que le recorrió la espina dorsal, más relajante que las cajas musicales que su abuela solía comprar, más dulce que una nana susurrada bajo su oído y que pareció durar una eternidad flotando en el espacio. Algo que nunca había escuchado pero de todas formas se sentía aterrado de perder. Pero también había algo extremadamente triste en toda la situación, lo descubrió cuando abrió los ojos y comprendió que esa grave melodía parecida al canto de las aves y el sonido del viento agitando las hojas de los árboles de un bosque no era nada más y nada menos que la risa de Bang YongGuk dedicada a su acompañante.

Zelo se preguntó si algún día sería él el que provocara esa cantarina risa o esa deslumbrante sonrisa. Enojado consigo mismo, volvió a ponerse de pie y a acomodar su ropa para alejarse definitivamente aunque todo en él gritaba por quedarse ahí un par de minutos más.

En menos tiempo del deseado se encontró atravesando el portal de su casa solo para encontrarse a HaNi, la ama de llaves que su madre había contratado hace una eternidad y la primera amante de su padre, recogiendo el desastre que la señora Choi debió dejar luego de su acalorada discusión con el señor Choi más temprano.

Observó a la mujer desde toda su altura mientras ella, arrodillada sobre la alfombra turca, juntaba y recogía los restos de loza y cristales quebrados. No se molestó mucho con ella, después de todo ese era el castigo de su madre por haberse metido con su marido. Todos en la familia sabían de su padre y sus amantes, lo de HaNi era un secreto a voces que todos sabían pero que nadie reconocía en voz alta. Zelo no se preocupaba por ella ni por nadie, era una de las tantas putas con las que su padre se revolcaba porque su propia esposa era una perra frígida, en palabras del mismo hombre.

Se dirigió al segundo piso y pasó de largo la puerta de su habitación, dirigiéndose directamente hasta la puerta al fondo del pasillo, la que daba al santuario de Zelo.

Su abuela estaba, como cada día, sentada frente a la ventana que daba al jardín con un libro en las manos y su cabello blanco amarrado en un delicado y elegante tomate. En el mismo momento en que Zelo cerró la puerta a su espalda, la mujer desvió la mirada de su libro y le regaló una sonrisa preciosa que le recordó vagamente a esa sonrisa que buscaba desesperadamente en las calles. No, su Nana no era ni remotamente parecida a Bang YongGuk, pero había algo pacifico y relajado en su rostro cuando sus labios se curvaban y sus ojos se achicaban que resultaba extremadamente similar en ambos rostros.

- ¿Qué ocurre, bebé? –como respuesta solo negó con la cabeza y se acercó a la mujer, sentándose junto a ella en el diván de prístino cuero blanco y acurrucándose contra su cuerpo frágil y viejo.

No sabía de dónde venían ni porque estaban ahí, pero las lágrimas que parecían llevar una eternidad contenidas en sus ojos se desbordaron y corrieron por sus mejillas como húmedos suicidas hasta colisionar con la blusa de encaje color crema de su abuela.

La mujer le acarició la espalda y le susurró palabras de cariño al oído, pero nada parecía calmar el dolor agónico que parecía azotar el corazón del menor, porque Zelo nunca se permitía llorar, porque no lo había hecho desde que era un niño pequeño en el jardín y no sabía cómo reaccionar ante su propio llanto. Nana lo sostuvo amorosamente hasta que los sollozos se apagaron y recuperó el aliento.

- ¿Menguó la tormenta? –susurró la mujer por lo bajo regalándole una sonrisa triste y Zelo asintió, pero no fue capaz de decirle que él no podía reconocer la diferencia entre tormenta y tormento.

 

--o—

 

- ¿Por qué ellos han estado todos estos días haciendo distintas cosas? –lamía lentamente un helado de menta y chocolate mientras, disimuladamente, acosaba a YoungJae con preguntas sobre Bang YongGuk.

Zelo comprendía perfectamente a qué se había referido JongUp cuando dijo que Bang YongGuk estaba a años luz de ser el tipo de persona que él podía conseguir.

Según YoungJae, el moreno era el primero en la carrera de medicina, también era el cerebro detrás de la idea de apadrinar niños y trabajar con las ONG que se encargaban de su protección. Era mayor que él por seis años y tenía toda su vida planeada para convertirse en un hombre exitoso y poder ayudar a los más necesitados, incluso YoungJae le había dicho que tenía un puesto asegurado en Médicos sin Fronteras y que su mayor sueño era poder ir en misiones de paz a algún país del medio oriente. Si bien Zelo admiraba cada cualidad que conocía del mayor, no podía evitar pensar que él nunca se merecería tener a alguien tan bueno y puro en su vida. Pero, ¿qué mal le podía hacer el anhelarlo? Claro, aparte de romper su corazón cada vez que intentaba asimilar la idea de que solo quedaría en una fantasía sin consumar.

Más temprano que tarde, los helados se acabaron y YoungJae, junto a DaeHyun, fue a comprar más mientras Zelo observaba a Bang YongGuk, la estrella fútbol de las películas norteamericanas y la fantasía porno de toda la universidad, disfrazado de mimo mientras hacía reír a carcajadas a todos los niños que se le acercaban tan solo con un par de gestos.

Bang YongGuk vestía completamente de negro, excepto por los tirantes de cuadros rojos de su pantalón y los guantes blancos, al igual que su rostro. Quería acercarse a él y reír como lo hacían los niños pequeños, quería ver su sonrisa, escuchar su voz y su risa, pero sentía que sus pies pesaban sobre el  asfalto y no podía caminar por más que lo deseara.

Distraídamente comenzó a recorrer los puestos de la feria, riendo como niño pequeño cuando logró pescar un pequeño pez dorado de una piscina antes de devolverlo al agua y ganarse un pequeño conejo azul de peluche. Comió algodón de azúcar y palomitas de maíz cuando se dio cuenta de que la pareja de calenturientos que lo acompañaban no volvería. Hasta que llegó al puesto donde dos mimos fingían correr y gritar sin hacer el más mínimo ruido. Contempló embelesado la escena mientras devoraba lo último de su algodón. No comprendió de qué trataba la historia que Bang YongGuk y su compañero representaron, pero eso no le importó cuando todo lo que podía ver era la sonrisa negra en su rostro cubierto de blanco.

Poco a poco, los mocosos se fueron alejando hasta que quedaron unos cuantos que esperaban recibir regalos de parte de los dos amigos, así que solo después de recibir pequeños paquetes con lo que debían ser dulces, todos salieron corriendo. Ninguno de los dos mimos dijo algo incluso cuando no había ningún niño al que matarle la fantasía cerca. Zelo permaneció ahí mientras ellos recogían la basura de los niños y los restos de globos y juguetes que ellos mismos habían usado de forma diligente.

Sin saber porqué hizo lo que hizo, corrió hasta el hombre que vendía algodones de azúcar y compró uno, volviendo igual de rápido a como se fue, sin dejar de estrujar entre sus brazos el pequeño conejo que había ganado pescando al pez dorado. Los dos amigos ahora estaban sentados en el borde de la vereda, compartiendo risas silenciosas que Zelo envidió desde lo más profundo de su alma. Esperó pacientemente con una esperanza egoísta e infantil, que el tipo con cara de conejo se alejara del moreno, mientras el azúcar de su algodón de condensaba formando burbujas brillantes de azúcar azul. Milagrosamente, no fue mucho lo que esperó, pues más pronto de lo esperado, el más bajo se levantó de la vereda y le hizo un par de gestos a los que Bang YongGuk respondió negando con la cabeza y las manos, sin decir palabras.

Luego de tomar una gran bocanada de aire y sentirse mareado por los nervios, se acercó a pasos lentos y metódicos hasta donde estaba el mimo y, en silencio al igual que él, puso el algodón de azúcar frente a sus ojos y le sonrió cuando el mimo lo miró sorprendido.

Zelo pensó que estar cerca de Bang YongGuk sería como habían sido todos los días anteriores, una mezcla violenta de éxtasis y anhelo, pero estar ahí, a su lado, escuchar su risa baja y grave directamente, era mejor que todos y cada uno de los viajes ácidos que tuvo alguna vez en su vida.

El mimo aceptó el palillo con el algodón de azúcar y no dudó en comenzar a comer, haciendo que Zelo se preguntara si había comido algo en lo que iba del día, pues él lo había visto jugar sin descanso con los niños que lo iban a mirar.

En menos de cinco minutos, ya no había rastros del algodón azul y Zelo comenzó a desesperarse porque no tenía idea de qué hacer para llamar la atención del mimo. Pero sus esfuerzos mentales no fueron necesarios, pues antes de tener que decidir algo, sintió una mano suave y tibia acariciarle la oreja. De ninguna parte en especial, mágicamente como todo lo parecía rodearlo, el mimo hizo aparecer frente a sus ojos una pequeña margarita blanca, provocando que Zelo se sonrojara furiosamente y sonriera como imbécil.

Y ese fue el comienzo de la tarde más maravillosa que Zelo pudiera recordar en su vida. Bang YongGuk no necesitaba decir palabra alguna para hacerlo reír o sonrojar y Zelo sentía que no debía fingir frente a su silencioso amigo. El muchacho rió hasta que le dolieron las costillas y la sonrisa parecía cincelada en su rostro, estaba cansado y veía que el cielo comenzaba a oscurecerse poco a poco, pero no quería alejarse, no quería dejar la calidez que parecía rodear al mimo cuando se esforzaba por decirle algo tan solo usando las manos o haciendo gestos con su apuesto rostro.

Admiraba sus manos, finas y al mismo tiempo masculinas, flexibles y evidentemente cálidas. Su sonrisa era deslumbrante incluso cuando sus labios estaban cubiertos por maquillaje negro al igual que sus ojos. Su cuerpo era un poco más bajo que el de Zelo pero sí bastante más grueso y masculino, el menor realmente se veía escuálido a su lado, pero eso no importaba cuando se imaginaba a sí mismo siendo acunado por esos brazos y ese pecho que parecían llamarlo a acurrucarse.

Y reía, reía como desquiciado sin poder respirar y sin saber porqué reía realmente, como si la única emoción habitando en su cuerpo fuera la alegría, infantil e inocente. Zelo nunca había sido tan despreocupadamente feliz antes y no podía evitar pensar que quería eso para su vida, compañía agradable y bromas silenciosas.

Si algún desconocido nos viera, pensó alegre, pensaría que somos amigos de toda la vida.

Y así era, porque los gestos y los sonidos eran suficientes para que ellos pudieran entenderse, no necesitaban decir palabras para comprender lo que sus miradas querían expresar, como si un lazo invisible e irrompible se hubiera forjado entre ellos en esas pocas horas que pasaron juntos.

Cuando las luces de las farolas comenzaron a encenderse, comprendió que toda esa fantasía de risas y bromas mudas debía terminar.

Estrujó el peluche con fuerza contra su pecho, deseando poder abrazar a Bang YongGuk y despedirse de él con un beso, aunque su rostro quedara todo manchado con blanco y negro, quería llevarse un recuerdo más profundo que las risas y la compañía, quería dejar una marca en el mimo así como él hizo en su corazón.

Pero era un cobarde, así que simplemente se limitó a observarlo y sonreír con tristeza.

El mundo es cruel –pensó dispuesto a decir adiós, porque él quería permanecer ahí eternamente, no moverse ni separarse del mimo. No le importaba nunca volver a su casa ni ver a sus padres, no le importaba haber perdido a DaeHyun y YoungJae, así como tampoco le importaba olvidarse de JongUp si con eso lograba congelarse en ese momento de felicidad absoluta, porque él estaba persiguiendo una quimera que solo obtendría con la locura o la muerte.

Porque así funciona el mundo.

- ¿Hasta cuándo estarán acá? –hizo la pregunta en voz alta, sorprendiendo al mimo que lo había obligado a hablarle solo con gestos, pero de todas formas le respondió, aunque no con palabras, simplemente apuntó la lágrima negra bajo su ojo izquierdo y un par de gestos más indicando que todo acababa esa noche y Zelo sintió unas casi irrefrenables ganas de llorar-. Es una pena, realmente.

En ese mismo momento, llegó el tipo con cara de conejo.

- Guk, es tu turno –ya no vestía su disfraz de mimo y el maquillaje había abandonado su rostro, así que Zelo asumió que se refería a que Bang YongGuk también ir a despojarse de su disfraz para volver al mundo real.

Guk… Se preguntó si en alguna realidad paralela él podría llamar a Bang YongGuk con algún apodo cariñoso, quería hacerlo. O que él encontrara un apodo tierno y lo hiciera olvidar la existencia de Zelo y Choi JunHong, que lo llamara como quisiera y lo convirtiera en otra persona, alguien que se mereciera tenerlo a su lado.

- Entonces, creo que…

El mimo no lo dejó terminar y le indicó que esperara con un gesto de la mano, cosa a la que Zelo no se negó y lo vio alejarse hasta su mochila y sacar una pequeña libreta de ella y un lápiz. Arrancó una hoja café y se la tendió al menor junto al lápiz y esperó pacientemente a que Zelo escribiera algo.

¿Qué debía decirle? ¿Debía aprovechar esa pequeña hoja para confesarle que se había enamorado a primera vista de su sonrisa? ¿Debía escribir su número de teléfono y guardar las esperanzas de que él le llamara cuando se sintiera solo? No sabía que decir, porque las palabras no llegaban a su cabeza y seguía pensando que la única forma de despedirse debería ser un gesto, un beso intenso y lleno de sentimientos.

Así que solo escribió lo primero que le vino a la cabeza y dobló el papel en dos antes de meterlo al bolsillo del conejo y abrazarlo por última vez.

Nunca pensó que eso dolería así, nunca pensó que desprenderse de algo que nunca tuvo sería como arrancarse una extremidad a sangre fría. Nunca pensó que anhelaría congelar el tiempo o desaparecer para evitar esa despedida. Así que solo besó las orejas del conejo, sintiéndose estúpido e infantil, y se lo entregó al mimo antes de salir corriendo tan lejos como sus pies lo llevaran.

 

--o--

 

Alguien, no quería pensar que su padre de nuevo estaba metiendo basura en la cabeza de su madre, pero alguien convenció a la mujer de obligarlo a matricularse en alguna universidad y, cuando las vacaciones estaban a punto de acabar, caminaba junto a DaeHyun y JongUp por los pasillos de la universidad buscando la ventanilla donde debían comenzar a hacer el papeleo para poder matricularse en alguna carrera.

JongUp, que llevaba un año estudiando danza, lo convenció de entrar a lo mismo, ya que Zelo había amado bailar tanto como su amigo, así que no se negó y ahí estaba, a punto de vender su alma para cerrar la boca de sus padres y poder liberarse de ellos y su sofocante presencia por una par de horas al día sin tener que mentirles.

Habían pasado cerca de dos meses desde la feria y su alocada aventura con el mimo y no podía evitar los estremecimientos que le recorrían el cuerpo cada vez que pensaba en la remota posibilidad de encontrarse con Bang YongGuk en alguno de esos estériles pasillos. Quería volver a verlo, quería hablarle y sentirse lo suficientemente atrevido como para invitarlo a salir, pero sabía que las palabras se atascarían en su garganta al igual que el aire en sus pulmones si tan solo llegaba a contemplarlo a la distancia.

El ruido de la gente, las pisadas sobre la cerámica fría, las voces y la música ambiental lo tenían mareado, solo quería volver a su casa y enterrarse en los brazos de su Nana mientras la mujer leía alguna novela romántica de señoras, quería desaparecer, pero todos sus instintos de huida se apagaron cuando, al final de todas las ofertas de programas extracurriculares, de talleres, ayudantías y trabajos para estudiantes universitarios, se encontró con un pequeño stand con carteles de UNICEF, Greenpeace, Save The Children y Amnistía Internacional, entre otras organizaciones que él no conocía sobre el cuidado del agua. Frente a una mesa y con esa sonrisa deslumbrante en el rostro, Bang YongGuk le entregaba un montón de folletos a una chica que parecía más interesada en coquetearle que en lo que esos folletos decían.

Desvió la mirada de la pareja y comenzó a inspeccionar las diferentes ofertas de talleres que ofrecían los distintos departamentos de la universidad, hasta que se detuvo en los talleres del departamento de arte y vio la imagen del perfil de un mimo. Acarició la imagen plasmada en el papel y solo pudo pensar en Bang YongGuk y su rostro cubierto de maquillaje blanco y negro, en la lágrima sobre su mejilla izquierda y las cientos de payasadas que tuvo que hacer ese día para que ambos lograran entenderse, ¿por qué parecía que todo estaba a una eternidad en el pasado?

- Tal vez deberías entrar al taller de mímica.

- Sí, debería –susurró acariciando la gota negra del mimo en la fotografía, pensando que realmente su vida ya era mucho pretender como para querer seguir fingiendo y convertir sus mentiras en un arte, pero entonces se dio cuenta de que acababa de responderle a una voz que nunca antes había escuchado.

Giró violentamente sobre su eje solo para encontrarse cara a cara con esa sonrisa que rondaba sus pesadillas y le quitaba el sueño.

Bang YongGuk.

De repente la garganta se le secó y los ojos se le aguaron, junto con la llegada de la desesperada necesidad de salir corriendo y gritar como adolescente histérica en sus días, pero todo lo que hizo fue quedarse ahí parado, boqueando como un pececito en busca de agua para no asfixiarse.

- Hola.

- Ho-hola… -¿qué se suponía que debía decir en ese momento? “Hey, te acosé con la mirada durante una semana y he llorado estos meses porque no he vuelto a verte” no sonaba como la mejor opción.

- Soy Bang YongGuk.

Maldición, eso debía ser una jodida alucinación, ¿qué, en todo el universo, hizo que el mismísimo Bang YongGuk le dirigiera la palabra?

- Un… gusto –tragó saliva con fuerza y bufó incómodo, realmente se estaba comportando peor que las zorras que perseguían al moreno con su falsa inocencia-. Yo soy… -joder, ¿quién era? ¿Zelo, Choi JunHong, el Junnie de Nana, el Jello de DaeHyun, el Hijo de Perra de JongUp o el bastardo marica de su padre?- JunHong, soy Choi JunHong, aunque puedes llamarme Zelo… o como quieras en realidad, si quieres, realmente.

Sí, definitivamente era una jodida niña.

- Está bien, Zelo. Es un placer conocerte –al menos entendió sus palabras, aunque estas escaparon de su boca como verborrea.

- El placer –las palabras volvieron atorarse en su garganta cuando vio la mano morena y delicada del mayor elevarse en el aire con la intención de estrechar la suya y le costó el mismo infierno el retener el chillido histérico que quiso emerger de su garganta cuando comprendió que sí, por fin lo tocaría-, el placer el mío.

- Así que piensas entrar al taller de mímica.

Zelo vio hipnotizado la forma en que sus abultados labios se movieron al hablar, como se aplastaban entre ellos, húmedos y besables. Se preguntó si sus bocas encajarían tan perfectamente como él lo estaba imaginando.

- Entonces…

- ¡Sí! No, no, no, lo siento –se sacudió la mata de cabellos color caramelo y suspiró pesadamente-. ¿Puedes repetir la pregunta?

La carpeta que tenía entre los brazos con todos sus documentos estaba sufriendo las consecuencias de su torpeza, cada vez la apretaba más contra su pecho y en cualquier momento terminaría fusionándose con sus costillas.

- Te preguntaba si entrarás al taller de mímica.

Para su suerte, el moreno no se veía hastiado por su estupidez.

¿Pensará que soy un retrasado?

- La verdad es que no puedo, debo aclimatarme primero a las clases y esas cosas, es mi primer año así que…

- Comprendo, debes enfocarte en tus estudios, después cuando te hayas acostumbrado…

- Sí…

Zelo apenas podía escuchar las palabras, nunca pensó que voz fuera así de ronca y baja, casi como una caricia demasiado caliente y ruda sobre sus oídos, podría pasar la vida entera escuchando a Bang YongGuk hablar sin descanso, aunque no comprendiera sus palabras, solo por el simple placer de escucharlo.

Aparte de esa vez que estaba disfrazado de mimo, nunca habían estado tan cerca y ahí, en medio de una agitada multitud que iba de un lado a otro, sin maquillaje sobre sus rostros, todo se veía tan jodidamente irreal que tomaba toda la fuerza de voluntad del menor el no estirar un brazos y piñizcar la mejilla del moreno.

Esto es real, esto es jodidamente real…

- Y tú… te vi en –torpemente apuntó al lugar donde el tipo cara de conejo hablaba con par de chicas y les entregaba folletos que ellas ignoraban por hablar con él.

- Sí, estoy a cargo de los voluntariados –se encogió de hombros y Zelo tuvo una efímera y vertiginosa vista de sus clavículas.

Parecía que todo en Bang YongGuk iba en cámara lenta, porque Zelo no se perdía detalles de sus movimientos, desde la dilatación de sus pupilas hasta la forma en que su cabello castaño oscuro se agitaba con las brizas de aire y sus pies se movían de forma nerviosa en esas botas militares que lo hacían ver como un delincuente.

- ¿Qué estudias? –preguntó solo para hacer conversación, porque si seguía en silencio se lanzaría sobre el tipo y solo podrían dar un espectáculo no muy agradable para el resto del mundo, aunque sí para ellos.

- Estoy en último año de medicina –dijo orgullosamente y Zelo no pudo evitar sonreír cuando se sintió igual de orgulloso por él-. ¿Y tú?

- Baile… ¿Eh? Danza. ¡No, espera! –rebuscó entre sus papeles hasta dar con la puta hoja de matrículas y buscó el nombre y el código de la carrera-. Artes escénicas con especialización en danza contemporánea.

- ¡Wow! Eso suena genial… y difícil, ¿tuviste que hacer alguna prueba o algo?

-Sí, una audición frente a un grupo de gente –volvió a buscar entre sus papeles y, ansiosamente, le entregó la hoja con sus resultados, no tenía a nadie más aparte de Nana a quien le importara que hubiera sacado casi el cien por ciento del puntaje máximo. Esperaba que su nuevo amigo se alegrara aunque fuera un poco por él.

Bang YongGuk leyó la hoja con los resultados y Zelo estuvo a punto de avergonzarse por esos diez puntos que le restaron por responderle de mala manera a uno de los examinadores, pero antes de poder decir algo su cuerpo fue encerrado en un apretado y tibio abrazo que no supo cómo responder.

- Eres impresionante, ¡debes estar orgulloso!

Y sí, por primera vez, lo estaba.

- Gra-gracias –masculló con un hilo de voz, aferrándose con demasiada fuerza a la cintura del moreno.

- Entonces, ¿todos tus trámites están listos? –preguntó el mayor cuando sus cuerpos se separaron a la fuerza.

- Em… debo cancelar la cuota de ingreso y… ¡Estoy adentro! –ambos sonrieron y Zelo se preguntó si estaba comportándose como una niña histérica o como un jodido niño pequeño-. A todo esto, ¿sabes dónde están las oficinas de finanzas? Mis acompañantes desaparecieron como hombres de nieve bajo el sol de verano.

Bufó y sonrió al mismo tiempo, intentando convencerse de agradecerle a DaeHyun y JongUp por haberlo abandonado.

- Claro, si quieres te acompaño.

Zelo no consideró necesario contestar a esa pregunta, asumió que el violento sonrojo de su rostro lo haría por sí solo, así que solo siguió los pasos del moreno hasta donde su amigo se encontraba.

- Channie, él es Zelo lo acompañaré a…

Sí, la voz de Bang YongGuk era hipnótica, pero él la dejó de escuchar en el momento en que sus ojos se fijaron en el conejo de peluche delicadamente recostado sobre una silla acolchada.

Channie…

- ¡Hey, Gukkie! Me has dejado solo por casi una hora…

Gukkie…

Se preguntó qué diría el moreno si era él quien utilizaba ese apodo cariñoso, ¿se molestaría o le agradaría?

- ¿Qué ocurre? –repentinamente, el moreno volvía a estar a su lado mientras él era incapaz de quitar la vista del peluche, ¿estaría buscando devolvérselo? Después de todo no era más que el regalo infantil de un enamorado desesperado que ni siquiera lo había comprado para él-. ¿Te gusta Totomato?

- ¿Totomato? –podía escuchar perfectamente el crujir de las hojas dentro de su carpeta, sin saber si era solo el papel arrugándose o los fragmentos de su corazón rozándose unos con otros.

- Sí, así se llama –el mayor se veía algo avergonzado mientras tomaba al peluche y lo abrazaba con cariño. Zelo nunca había visto nada tan adorable-. Es que tengo otro que se llama Shishimato y, bueno, se hacen compañía.

El menor pensó que podría derretirse ahí mismo como un cubito de hielo al sol, Bang YongGuk era la cosa más tierna y cálida del universo, tal y como su sonrisa lo hizo parecer la primera vez que lo vio.

- Eso es tan dulce.

- ¿Sí, lo crees?

Asintió violentamente, con demasiado entusiasmo para su gusto, pero no podía evitar emocionarse porque ese peluche, ese mismo suertudo conejo que se presionaba contra su pecho como un preciado tesoro recién encontrado, era el jodido conejo que él mismo le regaló al mimo.

- ¡Y venía con una sorpresa! –entonces sacó del pequeño bolsillo en la ropa del conejo un trozo de papel arrugado y se lo mostró.

Zelo volvió a sonrojarse furiosamente cuando vio su propia y desordenada letra plasmada en él, un irregular “gracias” escrito con toda la emoción que podía demostrar.

- Yo realmente esperaba otra cosa en ese momento –comentó el mayor observando el papel con ojo clínico, como si estuviera examinando a uno de sus futuros pacientes-. No es que me moleste su agradecimiento, realmente, pero esperaba algo más.

Zelo frunció el ceño, ¿algo más? Si todo lo que él había podido pensar en ese momento habían sido las ganas desesperantes que tenía de besarlo y cuán feliz se sentía de esa tarde de risas y diversión. Porque él no conocía la diversión sana, la que nace de solo estar en la compañía correcta, la que ni siquiera necesita de palabras para alimentar el alma. Esa tarde Bang YongGuk le demostró que podía ser infinitamente feliz si se lo proponía y él no podía estar más agradecido por haber compartido esas horas de su vida.

- ¿Algo como qué? –preguntó y las palabras salieron a trompicones violentos de su boca.

- Algo como un número de teléfono o una dirección.

- ¿Por qué lo trajiste hoy?

El moreno intentó devolver el conejo a su asiento, pero el menor detuvo sus movimientos y se lo arrebató de las manos casi con violencia.

- Suelen pasar cosas buenas cuando él está cerca.

Zelo no sabía si Bang YongGuk realmente lo había reconocido como el imbécil que le regaló el jodido conejo, pero de todas formas sacó nuevamente el papel y lo arrugó entre sus dedos antes de romper un trozo de alguna de las hojas en su carpeta y escribir su número de teléfono en él para guardarlo en el pequeño bolsillo y besarle las orejas al conejo antes de dejarlo en la silla como si nada hubiera pasado.

- Nosotros íbamos a pagar tu cuota de ingreso.

- Tienes razón, vamos –el moreno avanzó un par de pasos pero se detuvo cuando se percató de que Zelo se había quedado rezagado observando sus pasos.

Para su propia sorpresa, Zelo no estaba babeando por lo perfectamente bien que se veía su trasero en esos pantalones negros, pero de todas formas estaba sonrojado y avergonzado por lo que estaba a punto de decir.

Channie… Gukkie…

- ¿Pu-puedo llamarte… Hyung? Me refiero a YongGuk-hyung –se corrigió rápidamente-. O Bang hyung, o como sea, como te acomode, tal vez ni siquiera debería tutearte, ¿te molesta? Puedo dejar de hacerlo si es lo que quieres, realmente no importa, no te…

- Puedes llamarme como quieras, YongGuk, YongGuk-hyung, me puedes tutear o tratar de señor si crees que soy muy viejo, puedes decirme Gukkie… realmente, realmente como tú prefieras.

Bang YongGuk habló tan rápido que Zelo apenas pudo comprender sus palabras y se preguntó si él pasaba por lo mismo cada vez que le daba por comportarse como un retrasado y escupía palabras como vómito, pero se alegró de poder entender, pero aun más se alegró cuando vio un brillo travieso en los ojos almendrados del mayor.

- YongGuk-hyung, creo que está bien por ahora.

- Por ahora –replicó el mayor mientras emprendían el viaje a donde fuera que estuviera llevando a Zelo.

Los pasillos de la universidad eran de un pálido blanco invierno, al igual que las cerámicas que reflejaban sus siluetas y parecían refalarse bajo sus pies. Un monótono desfile de piezas idénticas moviéndose en dirección contraria a su caminar, con brillos pálidos resplandeciendo en todas direcciones.

- Entonces, ¿por qué elegiste baile?

- Fue, más bien, una decisión voluntariamente impuesta –respondió en un susurro bajo.

- ¿Querías hacer otra cosa?

- Construir sueños –recordó la voz de su abuelo diciendo que eso era lo que él hacía cuando se reunía con personas que le pagaban por volver realidad sus sueños de una morada repleta de amor.

- Eso sería algo fascinante de hacer –las pisadas de YongGuk eran suaves como delicados susurros sobre el piso, casi como si flotara en su lugar, Zelo imaginó que sería un bailarín excepcional, casi podía verlo deslizarse sobre un escenario como la estrella más brillante del firmamento.

- Realmente…

- ¿Y qué otro sueño tienes?

Zelo se detuvo de golpe ante aquella pregunta, comprendiendo que nunca había tenido grandes sueños ni planes para su futuro y menos en ese momento cuando solo podía pensar en cómo se sentiría enterrar el rostro en el arco del cuello moreno y musculoso de YongGuk. Zelo nunca tuvo sueños, nunca deseó luchar por algo, pero en ese momento decidió que sería alguien que mereciera tener a Bang YongGuk a su lado así tuviera que entregarle su alma al diablo para conseguirlo.

- ¿Por qué escapaste luego de darme el peluche? –soltó de golpe, sorprendiéndolo.

¿A qué venía esa pregunta? ¿Por qué tuvo que soltarla de esa forma tan repentina, cuando Zelo solo podía pensar en la forma que tomaban sus labios al articular las palabras, cuando llevaba una eternidad contemplando fascinando su boca?

- No lo sé, yo… yo no sé qué hacer en momentos como este ¡ese! En momentos como ese… Sí.

- ¿Momentos como este? –entonces YongGuk enarcó una de sus perfectas cejas y deslizó su rosada lengua por entre sus dientes para humectar su labio inferior y todos los pensamientos de Zelo se fueron a la mismísima mierda cuando dejó caer la carpeta y las hojas se desperdigaron por el piso como entes con vida propia cuando él solo podía pensar en que había besado a Bang YongGuk, en la boca ¡y sin su consentimiento!

¿Qué demonios hice? La cagué, la cagué, ¡la cagué!

Se cubrió la boca con la mano, como si de esa forma pudiera retener el sabor de los labios del mayor y la sensación de sus bocas colisionando en una danza celestial. YongGuk lo observaba con los ojos igual de abiertos, sorprendido, tal vez asqueado. Pero cuando Zelo, incapaz soportar el rechazo en los ojos ajenos, se dio media vuelta dispuesto a correr como el animal cobarde que era, una mano fuerte y cálida lo sostuvo del brazo y todo lo que procesó fue un tirón hacia atrás y un par de labios húmedos y calientes apoderándose de su boca sedienta, entre lenguas, saliva y gemidos ahogados en la garganta contraria que solo exigían más.

 

--o--

 

Recordó cuando tenía cinco años y encontró un cachorro abandonado en la vereda al otro lado del jardín de la casa. Tomó al pequeño perro y lo llevo a la cocina, donde su madre daba órdenes a la cocinera e ignoró completamente su angustia. El pequeño JunHong no tuvo más opción que buscar ayudar en otra persona, así fue que se encontró con sus abuelos en el patio, ambos conversaban y reían, al menos hasta que vieron al menor corriendo desesperado y con lágrimas recorriéndole el rostro.

Fue su abuela quien tomó al cachorro, mientras su abuelo se encargaba de consolarlo, y llamó a veterinario quien hizo lo posible por ayudar al animal. El perrito no sobrevivió, a pesar de todos los esfuerzos que hicieron y JunHong quedó devastado al contemplar por primera vez la inmutabilidad de la muerte, pero ese día ganó algo que valoraba incluso cuando el resto de su humanidad se había corrompido.

Así que en ese momento volvía a ser el pequeño JunHong de cinco años que corría a toda velocidad por su casa, pero en lugar de lágrimas amargas deslizándose y ardiendo en sus mejillas, sonreía abiertamente como si aquel cachorro hubiera sobrevivido.

Se encontró con su madre en la sala, la mujer leía un libro sentada en el sillón de cuero color crema y enarcó una ceja cuando vio la excitación en su hijo menor.

- Asumo que estás así de feliz porque…

- Sí, ya estoy adentro, comienzo en dos semanas –dejó la carpeta con todos sus documentos sobre la mesa de centro frente a su madre y corrió escaleras arriba hasta entrar como una estampida en la habitación de Nana-. ¡Nana!

La mujer se sostuvo el pecho con una mano y lo miró asustada, genuinamente preocupada por la explosión de energía de su nieto.

- ¡Junnie! ¿Qué ocurre?

Dejó la revista de diseños que leía en el velador junto a su cama y puso toda su atención en el muchacho.

- ¡Lo encontré, Nana! ¡Lo encontré! –exclamó luego de cerrar la puerta a su espalda para correr hasta derrapar junto a la cama y tomar las manos de su abuela entre las propias, mirándola con una sonrisa soñadora en el rostro-. Él es perfecto, realmente perfecto. Si tan solo lo conocieras –a estas alturas, chillaba histéricamente enterrando el rostro sonrojado en el regazo de su abuela.

- Junnie, ¿qué te parece si te detienes un poco y respiras? Así me cuentas con más tranquilidad.

Zelo asintió y alejó un poco su rostro sofocado, sintiendo que la sangre golpeaba sus mejillas con fuerza de la misma forma que había hecho más temprano.

- Se llama Bang YongGuk –gracias al cielo nunca había tenido que explicarle a su abuela su orientación, ella lo sabía y lo aceptaba, lo amaba de todas formas, como también conocía de primera mano su necesidad de afecto y estuvo a su lado cada vez que su ingenuo corazón fue engañado-. Lo vi en la universidad, él es tan… Nana, sus manos son preciosas, aunque se ven delicadas y finas como las de una mujer, su toque es áspero y firme, fuerte. Su voz es grave, tan ronca y varonil. Su cabello reluce con la luz, su piel es morena, de un perfecto tostado por el sol. Y sus labios, Nana, tiene la sonrisa más preciosa del universo, es tan parecida a la tuya…

- ¡Oye, oye, oye! Jovencito, ¿cómo se te ocurre compararlo con esta vieja? –la mujer debía tener poderes sobrenaturales si era capaz de comprender las palabras de Zelo, que parecía vomitarlas sin siquiera detenerse a tomar aire entre frase y frase.

- ¡Nana! Tú no estás ni estarás nunca vieja. Y no me refería a eso –esta vez suspiró y tomó aire profundamente, quería que su abuela comprendiera que era lo que tanto amaba de Bang YongGuk, quería que ella comprendiera que aquello realmente era lo más maravilloso que había ocurrido en su vida-. Su sonrisa, así como la tuya, es mágica, es perfecta. Cuando él sonríe, parece que todo el mundo despierta, como si la vida comenzara por fin, como si encendiera el fuego, despertara el viento y volviera líquida el agua. Si la esperanza tuviera un símbolo, definitivamente sería esa sonrisa.

JunHong nunca se había enamorado, Nana realmente dudaba que él hubiera querido a alguien aparte de ella alguna vez y tenía la esperanza de que conociera el amor verdadero antes de que ella muriera y pudieran compartir la dicha de amar y ser amado, pero nunca pensó que sería algo tan desastroso y trágico como un amor idílico a primera vista.

Comprendía que lo que JunHong veía en esa sonrisa no era solo la mueca de sus labios, sino que la representación de todo lo que él anhelaba de la vida, la esperanza, los sueños, el calor… todo lo que nunca había tenido y sería terrible que tocara la felicidad con ese desconocido solo para luego perderla.

- Dime algo, ¿te acercaste a él?

El sonrojo de Zelo, que había comenzado a menguar a medida que las palabras se ralentizaban en su boca y el aire llegaba con más regularidad a sus pulmones, volvió a atacar violentamente al punto en que hasta sus orejas ardían.

- Somos conocidos.

- Hay algo más, ¿verdad?

Zelo se mordió el labio inferior y volvió a enterrar el rostro en el regazo de su abuela mientras asentía violentamente y volvía a hiperventilar como una adolescente hormonal.

Entonces le contó sobre el mimo, sobre Totomato, sobre el beso y lo perfecto que Bang YongGuk era.

- Sé que piensas que estoy loco y puede que sí lo esté, porque recién hoy hablamos por primera vez. Sé que probablemente no es tan perfecto como yo lo veo, pero no creo que haya algo en él que me desencante y quiero conocerlo, que él me conozca… Espero no ser yo quien lo espante.

Nana sabía que JunHong estaba caminando sobre hielo fino, que con cualquier paso en falso se caería y se congelaría hasta el alma, pero no se sintió capaz de matar las esperanzas que el menor estaba guardando, no cuando era la primera vez en su vida que lo veía tan genuinamente emocionado.

- Él te amará, Junnie. Si es tan inteligente como crees, él definitivamente lo hará.

 

--o--

 

Zelo estaba feliz y no era esa felicidad esporádica de pasar alguna tarde en el jardín junto a Nana, era una felicidad que permanecía encendida en su pecho como una cálida llama que se convertía en un incendio violento y ardiente cuando llegaba a la universidad y comprendía que ahí, entre esos pasillos estériles y bajo esos techos llenos de ratas y palomas, encontraría esa sonrisa que iluminaba su mundo.

Pero en ese momento, en ese preciso momento en que escuchaba a YongGuk bromear y reír con DaeHyun y YoungJae, sentía que no cabía en sí mismo por tanta dicha.

Había pensado que sería bueno, ahora que pasaba gran parte de su tiempo libre con el mayor, que él y sus amigos se conocieran. Tal vez él mismo podría conocer a los amigos de YongGuk y así acercarse aun más. DaeHyun y YoungJae, que conocían a medias el obsesivo y soñador enamoramiento del menor, aceptaron sin dudarlo un segundo. El más duro fue JongUp, a él nunca le había importado el resto del mundo, menos aun las personas que le quitaban la atención de Zelo, ellos tenían una relación que estaba más enfocada a la compañía cuando se sintieran miserable y a saciar su hambre cuando necesitaran algo de falsa esperanza, también se volvían posesivos el uno con el otro cuando sentían que estaban perdiendo esa delicada relación.

Entonces ahí estaban, su primo y YoungJae se habían retirado a disfrutar el resto del almuerzo en privado –lo que según Zelo significaba que iban a encerrarse a algún armario o baño-, esperando a que JongUp e HimChan llegaran para que ellos se conocieran finalmente.

- ¡JongUp! –Zelo levantó un brazo y lo agitó sobre su cabeza.

JongUp iba con el ceño fruncido y solo se dejó caer en la silla frente a él, no se molestó en saludar ni a Zelo ni a YongGuk.

- Hyung –al escuchar esa palabra salir de los labios de Zelo, JongUp no pudo evitar levantar la mirada sorprendido porque Zelo solo llamaba hyung, por alguna razón que él no lograba comprender, a YoungJae. Y bueno, ahora a YongGuk-, él es JongUp, es un poco bastante maleducado, así que discúlpalo.

- Hola –JongUp bufó y volvió a fijar su mirada en su ensalada, sorprendiendo a Zelo por lo civilizado de su comportamiento.

- Mucho gusto, soy…

- Bang YongGuk, lo sé, gracias.

- ¿De qué prostíbulo sacaste a estas zorras, Guk? –Zelo levantó la cabeza con violencia y sintió el crujir de sus vertebras cervicales cuando escuchó la voz baja y desconocida que sonaba demasiado enfadada para que el menor comprendiera la razón de su enojo, solo para encontrarse al tipo con cara de conejo mirando a YongGuk con el ceño fruncido.

- ¿De qué hablas, Channie?

- Del mismo lugar en que encuentra a maricones de closet para que sean sus amigos –fue JongUp quien respondió sin siquiera molestarse en levantar el rostro y mirar al recién llegado.

- Cuando me hablaste de Zelo pensé que te referías a otro tipo de persona –Zelo vio el desprecio en la mirada de HimChan cuando lo vio de pies a cabeza sin una pizca de vergüenza para luego mirar despectivamente a JongUp-, no a esto.

Y con la gracia de una diva, giró sobre sus talones y se alejó caminando como una estrella de rock.

- ¿JongUp?

- ¿Qué? ¿Acaso no sabías que a Channie le gusta que le soplen la nuca?

- ¡JongUp!

- Está bien, lo siento. “Es bisexual” –hizo las comillas en el aire y cargó las palabras con el mismo sarcasmo con que había dicho “Channie” antes y solo entonces Zelo comprendió que eso había sido un jodido desastre.

- ¡Vete al demonio, imbécil!

- ¡Que te jodan, Zelo! –se movió tan rápido y tan violentamente que todas las personas en el lugar lo miraron cuando se levantó, botando la silla y todas las cosas sobre la mesa cuando chocó con ella.

- Ya quisieras hacerlo tú.

- ¿Y quién lo hará si no? –Zelo odiaba esa mueca de superioridad en el rostro de JongUp cuando se enfadaba y comenzaba a sentir que estaba por encima de todos, como si su falta de vergüenza y su apatía lo hicieran mejor que todos. Y odiaba más sentirse intimidado por ella, porque no importaba cuántas cosas hiciera bien con su vida, mientras no pudiera desprenderse de JongUp seguiría siendo la basura rastrera que era-. ¿Bang?

- ¡A la mierda contigo! –tomó el vaso de plástico duro que se había caído cuando el mayor se levantó y se lo arrojó, dándole directamente en la cabeza, ante lo que JongUp gruñó como una bestia.

- ¡Qué almuerzo más provechoso! Solo recuerda Zelo, puedes fingir todo lo que quieras, pero siempre serás la misma mierda que disfruta revolcándose con desconocido es callejones oscuros.

Esas serían las últimas palabras que JongUp le diría en un largo tiempo, pero Zelo no se detuvo a pensar en que estaba perdiendo a la persona más cercana a un amigo que había tenido en toda su vida, porque por primera vez sentía algo de vergüenza por lo que era y lo que había hecho.

- ¿Qué fue eso, Zelo? –YongGuk, que había permanecido en silencio durante todo su intercambio, comenzó a juntar los restos de comida y la basura sobre la mesa, sin mirar al menor.

- Estaba enojado, él se desquita conmigo y yo con él.

- Me refiero a lo que dijo sobre HimChan… y tú.

Zelo estrujó una servilleta entre sus dedos, aceptando que toda esa mierda de ser un niño bueno llegaba a su fin, que ya no habían máscaras ni maquillaje sobre su rostro camuflando gestos que pudieran ser interpretados como lo que el otro quisiera entender, ahora solo debían ser palabras brotando de heridas mal cicatrizadas que relataran todos sus demonios y sus errores, las vergüenzas que nunca lo enorgullecieron pero que solo ahí, mirando los ojos almendrados de Bang YongGuk, comenzaban a avergonzarle.

- Hyung, nosotros solo somos amigos, ¿verdad?

- ¿Qué?

- Eso, o sea, nos besamos y esas cosas, pero seguimos siendo amigos, nada más. No somos novios ni amantes, nada más que amigos.

- ¿Por qué me preguntas eso? –para su sorpresa, había algo de tristeza en los ojos del mayor cuando comprendió sus palabras, pero eso lo alegró, porque él no quería solo ser amigo de Bang YongGuk, él quería ser su pareja y su vida entera, pero si Bang decidía que, después de escuchar su verdad, no quería nada más que amistad de él… no lo podría soportar.

- Porque si solo somos amigos no me podrás reprochar nada, en cambio si fuéramos algo más podrías querer acabar con todo.

- Está bien, solo somos amigos –y ahí estaba esa sonrisa inmensa y brillante, alegre y llena de esperanza, Zelo esperara no ser el culpable de arrancarla de su vida-, nada de lo que digas puede acabar con nuestra amistad.

El menor asintió y le tomó unos minutos encarar la mirada del mayor, avergonzado por lo que estaba a punto de pedir.

- Hyung, ¿tú me… me besarías antes?

Porque si YongGuk se sentía asqueado por lo que era después de escucharlo, al menos quería quedarse con un recuerdo fresco de lo que había sido el periodo de tiempo más maravilloso de su vida.

- Vamos a otro lugar, donde te sientas más cómodo.

El moreno le tomó la mano y lo arrastró al mostrador, donde compró dos malteadas de chocolate y dos trozos de pastel del mismo sabor antes de llevarlo a un alejado y solitario parque, donde se sentaron en un muro de concreto y esperó a que hablara.

- ¿Hyung? –las malteadas, junto a los pasteles, estaban a su lado sobre el muro y el mayor frente a él, acomodándose entre sus piernas.

El corazón de Zelo latía desbocado en su pecho y podía sentir la palpitación de su sangre en cada milímetro de su cuerpo. Estaba seguro de que su respiración era igual de pesada y agitada, errática, porque YongGuk se estaba acercando lentamente, con los labios entreabiertos y dejando caer su aliento sobre la boca hambrientos del menor. Generalmente, cuando se besaban, eran caricias fugaces y sorpresivas, en momentos que ninguno lo esperaba y acababan en risas estridentes cuando ambos comprendían que querían más del otro, que necesitaban más. Pero nunca se habían besado así, lenta e intensamente. Zelo sintió los labios de YongGuk acoplarse a su boca con maestría, como su hubieran sido sacadas del mismo molde solo para encajar perfectamente antes de ahogar un gemido en su garganta cuando sus lenguas se encontraron y danzaron reconociéndose en su cavidad bucal. Zelo había besado a incontables personas en el pasado pero nunca se había sentido de esa manera, como si flotara mientras el otro lo estrechaba con fuerza entre sus brazos, como si no necesitara oxigeno para vivir, como si todo lo que pudiera sentir fuera la boca ajena recorriéndolo y marcándolo.

- Nada de lo que digas hará que dejes de gustarme tanto –dijo YongGuk uniendo sus frentes por unos segundos antes de volver a besarlo, pero de forma más lenta e intensa, como si estuviera reconociendo su alma en esa caricia asfixiante.

Cuando el mayor se alejó, Zelo se obligó a recuperar el aliento y a desenroscar las piernas de la cadera ajena, al igual que los brazos de su cuello. La respiración de YongGuk era igual de pesada y errática y parecía tan dispuesto a alejarse como Zelo quería dejar de tocarlo, pero era necesario si quería dar el paso más atemorizante de su relación.

- Cuando tenía quince años… -ya más calmado, menos sonrojado y agitado y sin sentirse capaz de soltar la mano del mayor que entrecruzaba los dedos con los suyos, Zelo comenzó con su relato.

Le contó que, comenzando por su madre y siendo Nana la única excepción, despreciaba a las mujeres desde que encontró a su madre con uno de sus amantes en su propia casa. Le contó que odiaba a su padre desde la primera vez que lo golpeó cuando era un niño, pero que todo empeoró cuando, después de lo de su madre, descubrió que se sentía atraído por un compañero de clase. JongUp lo ayudó a descifrar sus dudas existenciales y su padre los encontró experimentando en la cama matrimonial donde él se revolcaba con sus amantes y su madre con los de ella. Le contó también que su madre lo odiaba desde que encontró a uno de sus amantes exigiéndole hacerle una mamada en la cocina, cosa a la que él se negó pero que la mujer no creyó. También dijo que él quería hacerse cargo del negocio de su familia, en lugar de su hermano quien solo quería largarse y olvidarse de todos ellos, pero que no podía porque, al ser el maricón, no podría darles herederos y sería una jodida vergüenza para su familia que el resto del mundo supiera que el menor de los Choi disfrutaba mordiendo almohadas.

- Mi madre es una perra cínica que solo quiere hacer alarde de lo que no tiene, mientras que mi padre es un bastardo machista que se tira todo lo que tiene dos piernas.

YongGuk escuchaba con atención clínica sus palabras, no había desprecio en su mirada pero tampoco había compresión, solo un desesperante estoicismo que Zelo estaba comenzando a odiar, porque no le importaba si todo lo que hacía era gritarle, quería ver alguna reacción en él.

- Así que hice lo que creí era lo único que podía hacer.

Se desprendió de los lazos emocionales que lo ataban a sus padres y se lanzó a la vida. Su primera experiencia sexual fue a los dieciséis años y no recordaba cómo, dónde ni con quién fue. Y después de eso todo se fue a la mierda, el respeto por él mismo y su familia. Las drogas se volvieron una constante en su vida, al igual que el sexo con desconocidos y los fracasos en todos los demás aspectos. Había seguido estudiando siendo siempre un alumno mediocre que no sentía remordimiento de acostarse con sus profesores casados cuando se veía a punto de reprobar y, de todos los amigos que había tenido alguna vez, la mayoría se esfumó cuando comprendieron en lo que se estaba convirtiendo. Las únicas personas que permanecían a su lado eran DaeHyun, y con él, YoungJae. Al igual que JongUp, que era quien lo ataba a la perdición, con quien encontraba la liberación cuando lo necesitaba pero al precio de humillarse a sí mismo cada vez.

- Así que mis padres se cansaron de mí y decidieron que, si no comenzaba a estudiar, me botarían a la calle –entonces le habló de Nana, su abuela y el amor de su vida, la única persona que lo conocía y lo aceptaba tal como era, la única mujer que valía la pena en ese mundo de hembras podridas. Le habló de su abuelo, quien había sido el constructor de sueños que hoy él quería ser.

Pasaron varios minutos, tal vez una eternidad o dos, en los que ninguno dijo alguna palabra cuando creyó dar por finalizado su relato. Bang YongGuk seguía con la mirada estoica perdida en la infinidad y Zelo se preguntó si hablar no había sido un error. Porque cuando alguien le decía que él debía decir la verdad, simplemente lo hacía, no guardaba detalles que pudieran malinterpretarse y no se avergonzaba de su vida, así que soltaba todo, sin cambiar ninguno de los hechos ni sus motivos. Pero en ese momento, por primera vez en su vida, preferiría haberse guardado algo, o tan solo ser capaz de borrar su pasado, pero eso era imposible, porque así como Himchan lo reconoció, cualquier podría hacerlo y él no soportaría ver la mirada de desprecio en el rostro moreno de YongGuk cuando se enterara de boca de otros de quién era Choi JunHong en realidad.

- ¿A qué te referías cuando dijiste que querías construir sueños?

Zelo pensó que esa era una buena pregunta para salir del paso e ignorar lo verdaderamente importante.

- Mi hermano nunca quiso ser arquitecto, en cambio yo sí. Mi abuelo decía que él construía sueños porque tomaba los deseos de otros y les daba un espacio físico, de esa forma hacía feliz a quienes le llevaban sus ideas. Me gustaría ser como él, pero mis padres no me iban a costear una carrera si con esa peligraba a robarle el trabajo a JunHae, él nunca me perdonará que mis padres le hayan obligado a hacerse cargo de la empresa solo porque me gustan los hombres…

Entonces YongGuk se puso de pie y, cuando Zelo pensó que lo vería alejarse, lo sintió acomodándose entre sus piernas como había hecho antes y abrazarlo, llenado sus ojos de lágrimas ante la calidez de sus cuerpos unidos, porque abrazar a Bang YongGuk era tan cálido y reconfortante como abrazar a Nana, pero más intenso y ferviente, provocándole temblores en todos los órganos.

- Comprendo que te equivocaste, comprendo que te excusaste e hiciste cosas que no eran buenas ni para tu edad ni para tu salud, pero asumo que aprendiste –Zelo asintió rápidamente sobre su hombro, apretando los brazos alrededor de su torso, con lágrimas corriendo por sus mejillas como ríos de desesperación y anhelo, porque no había desprecio en su voz más que una suave comprensión- y que las cosas ya no son así.

No podía cambiar el pasado, no había forma en que pudiera borrar sus acciones, como evitar las pasadas intoxicaciones o los encuentros anónimos, los insultos y las vejaciones, pero había forma de proyectar un futuro mejor, sano y limpio. Y él se esforzaría, porque no quería mirar los ojos de YongGuk y sentir vergüenza de lo que era, de lo que había sido, quería sentir que valía la pena y que merecía tener a alguien tan perfecto como él a su lado.

- Tu pasado no me importa más de lo que me importan los nombres de tus amantes anónimos, solo me importa saber que eres diferente ahora, que quieres estar conmigo más de lo que deseas esa vida de descontrol…

- Me gustas, hyung –dijo por lo bajo con voz llorosa, comprendiendo que YongGuk no lo estaba juzgando-, demasiado. Creo que me enamoré de tu sonrisa la primera vez que te vi. Y no hay nada que desee más que estar contigo, ser el adecuado para ti.

Entonces YongGuk acortó la distancia entre sus cuerpos y lo besó como nunca antes, con un amor que Zelo creyó antes inexistente, pero que ahí estaba, corriendo por sus venas desde el cuerpo del mayor y llegando a él en forma de besos frenéticos y deseosos.

 

--o--

 

- Así que somos novios –le susurró nerviosamente a Nana mientras ella le servía una taza de té y ambos escuchaban el susurrar del viento entre los árboles del jardín.

- ¿Sabes? Me gustaría conocer a la persona que tan feliz a mi bebé Junnie- Nana se sentó frente a él y tomó una galleta de chispas de chocolate, las favoritas de Zelo, para llevársela a la boca.

El muchacho no podía dejar de pensar en lo delicada que era su abuela, lo fluido y grácil de sus movimientos aun con la edad que tenía. Su piel relucía bajo el sol del atardecer y las arrugas en ellas eran tan delicadas que solo la hacían ver como algo etéreo y maravilloso.

Nana era la única razón por la que Zelo seguía viviendo bajo el techo de sus padres. En el pasado se había ido una vez, DaeHyun le permitió quedarse en su departamento por más de un mes, pero entonces Zelo comenzó a extrañar a Nana y decidió ir a visitarla, pero su padre le dijo que la única forma de verla sería pidiéndole perdón y volviendo definitivamente a la casa. No le quedó otra que humillarse nuevamente y hacer un sinfín de juramentos que nunca cumplió, pero no le importaba, porque esas tardes de paz que pasaba con Nana, en el jardín bebiendo té o en sus brazos mientras ella leía alguna novela, eran su felicidad máxima.

- A mí me gustaría mucho que lo conocieras. Él te amaría y tú a él, realmente.

- Un día nos conoceremos, pequeño –la voz de Nana sonó baja y sin entusiasmo y Zelo vio en sus ojos una mirada que hace mucho tiempo no veía.

- ¿Por qué estás triste, Nana? –preguntó arrodillándose a su lado y tomando delicadamente sus manos sobre su rodilla. La anciana soltó una mano y con ella le acarició el rostro tiernamente, como cuando era pequeño y se hería jugando en el jardín.

Nana lo miraba como si sintiera lástima por él.

- No estoy triste, bebé –le revolvió el cabello que había vuelto a ser fucsia y lo abrazó-. No estoy triste, solo estoy preocupada Estás tan enamorado pequeño y nunca lo habías estado antes, que temo que no…

- Tranquila, Nana. Ya te lo dije, YongGuk hyung aceptó todo lo que yo le conté, él dijo que a pesar de eso me quiere…

Sí, Nana lo sabía y le agradecía a ese desconocido Bang YongGuk que hiciera tan feliz a su amado nieto, pero de todas formas había algo en toda la situación y ella no podía poner el dedo en la llaga, que le quitaba la tranquilidad. Porque JunHong tenía un pasado tormentoso, estaba lleno de errores y malas decisiones y muy pocas personas tenían la fuerza suficiente para hacerle frente, para soportar las consecuencias, porque en algún momento estas llegarían y los golpearían con fuerza. Temía que su adorado nieto se convirtiera en alguien que no era solo para contentar a alguien que no lo mereciera. A ella nunca le gustaron las máscaras y siempre supo de la naturaleza autodestructiva del muchacho, pero lo amaba de esa forma. En cambio, habían muchas personas, como sus padres, que obligarían a JunHong a ser otra persona, a fingir y convertir su vida en una farsa moralmente correcta.

JunHong podría soportarlo, su carácter se había forjado bajo las adversidades y era capaz de soportar lo que la vida le trajera, pero no tenía idea lo que significaría tener un corazón roto cuando YongGuk se viera sobrecogido por la vida que su nieto llevó alguna vez.

JunHong no sabría qué hacer con tanto dolor y ella temía no poder estar a su lado cuando eso ocurriera.


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