—¿Ya me temes?
Luffy no era la clase de persona que no rendía una buena batalla antes de caer frente a un enemigo. La verdad es que les había partido el culo a todos esos gorilas estúpidos, pero era algo injusto que fueran diez contra uno. Lo habían tomado de los brazos y piernas entre ocho personas, dos para cada extremidad. Quedaban otros dos que vaya a saber qué harían con él.
Aun así seguía moviéndose con fuerza, intentando liberarse a toda costa de las garras de ese hombre tan indeseable. Lo había rechazado, ¿qué no lo entendía? No tenía el más mínimo interés en él, no tenía el más mínimo interés en cualquiera que supiera de su trabajo.
Las Vegas era un lugar gigantesco en donde había varias mujeres que con mucho gusto saldrían con él, pero claro, mejor se encaprichaba con la bailarina de uno solo y esa bailarina tenía que ser Luffy que a mala hora se había puesto a trabajar vestido de mujer para los Vinsmoke en un casino.
¿Saben qué más lo encabronaba? Que ni siquiera era el único travesti que trabaja ahí, en el Casino de los Vinsmoke se podía encontrar todo un catálogo completo de toda clase de bailarinas y bailarines: hombres, mujeres, mujeres vestidas de hombres y hombres de mujeres. Algunos ofrecían servicios sexuales pero esto era independiente a las ganancias del casino y dependía de la persona.
En el caso de Luffy, él no planeaba caer en algo tan bajo como la prostitución. Suficiente tenía con ocultarse el paquete bajo una tanga muy dolorosa y bailarle a viejos pervertidos que lo acosaban constantemente. Trabaja día y noche, durante el día mesero (uno terrible) y durante la noche bailarina sobre una mesa. Dormía unas pocas horas para luego irse a los vestidores y ponerse su mejor atuendo, cambiar de Luffy a… Luffyko. El nombre menos inteligente de todos.
A todo esto, ¿cómo es que se había dejado caer en algo tan estúpido como ese mundo? ¿Tan idiota era? Si no fuera porque ahora estaba en grandes problemas, se hubiera dado una palmada en la cara como auto-castigo.
Suspiró. Sus músculos se tensaron, movió una pierna y pateó en las bolas a uno de los que tenían presa su pierna izquierda con la punta de su zapato.
Fue tan reconfortante y a la vez tan doloroso de ver y hacer que se sintió algo incómodo… quitarle las posibilidades de tener hijos a alguien no era algo que le gustara hacer en lo personal.
No tenía un deseo en específico por conseguir ayuda, no dudaba en que él mismo podría con toda esa manada de lobos hambrientos solo con un poquito más de tiempo y motivación, motivación como sus dos hermanos menores esperándolo en casa con los estómagos rugiendo y clamando por comida.
Y claro, esa noche él pudo hacerlo todo por sí mismo, pero lo hubiera tomado por lo menos una hora más.
Estaba golpeado, no tanto pues el hombre que lo quería esperaba que la maravillosa Luffyko no tuviera ni un solo rasguño al momento de llevársela a la cama.
Cuando ya estaba comenzando a enojarse… enojarse en serio, llegó el dueño del local. Sanji Vinsmoke, a quien nunca había conocido en persona y con quien nunca antes había hablado pues decían que era un hombre tan jodido pero tan jodido que no se atrevía a que la sangre inmunda entablara conversación con él y por ello mismo todas las entrevistas eran realizadas por un solo encargado.
Pero, sangre inmunda o aun si era del pueblucho menos digno, ahí estaba su jefe, golpeando a sus captores aunque nadie le hubiese pedido ayuda alguna…
¿Qué demonios? ¿Acaso le estaba sonriendo mientras golpeaba a los gorilas esos? ¿Qué buscaba? ¿Impresionarlo? Por favor… ¡qué hombre para más presumido y sin siquiera pizca de humildad!
Menudo idiota.