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Niño Robot por Kuro Kaori

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Notas del fanfic:

Death Note no me pertenece, ni ninguno de sus personajes.

Son propiedad de Tsugumi Ōba 

Notas del capitulo:

Holaaa

Es el primer fanfic que escribo... si creen que los personajes estan fuera de caracter... no duden en decirmelo XD 

Espero que les guste.

 

La nieve caía de forma despiadada cubriéndolo todo con su blanco resplandor, tan frio que le calaba los huesos a pesar de que no estuviese en contacto directo con ella.

Mihael suspiró con hastío y miró disgustado las calles que dejaban atrás en ese auto de lujo. Odiaba el invierno porque era cruel, le recordaba a los días durmiendo en el sucio suelo, temblando y buscando hasta el punto de enloquecer un poco del calor que jamás le llegaría.

Volteó el rostro visiblemente enojado y observó a Mail, quien no paraba de jugar con esa estúpida consola. Ambos habían tenido la suerte de haber pasado esos ridículos exámenes de inteligencia y que no les separasen, la verdad era que no le agradaban mucho los lugares nuevos, mucho menos si no conocía a nadie.

Les estaban llevando a un nuevo orfanato, uno en donde sus capacidades cognitivas no fuesen desperdiciadas, así les habían dicho. No pudo evitar que una sonrisa burlona se pintase en su rostro. No le interesaban todas las estupideces que los adultos tuviesen planeadas para él. Se conformaba con el simple hecho de haber abandonado aquel asqueroso lugar. Miró al anciano frente a él sonriéndole y aquello le causó gracia. Ese hombre había malinterpretado su gesto.

El vehículo ingresó a través de un portón enorme que se abrió ante sus ojos automáticamente. Mihael se asomó por la ventanilla y miró hipnotizado el exterior. Aquellos grandes jardines y esa imponente mansión eran mucho más de lo que se había imaginado. Definitivamente se había ganado la lotería.
Cuando se volteó en dirección a Mail, descubrió que su amigo había abandonado su consola y que también observaba como encantado aquel lugar, eso le sirvió para darse cuenta de que aquello no era un sueño.

Por dentro el lugar era mucho mejor. Pisos de madera, calefacción, grandes bibliotecas, salas de estar, computadoras, niños bien vestidos corriendo por todas partes. Donde quiera que se posaban sus ojos había lujo, la magnificencia de un estilo arquitectónico inspirado en el barroco, creado por alguien que, de seguro, merecía el título de artista.

Mail le miró y sonrieron contentos. Watari les estaba llevando donde sería la habitación de ambos a partir del momento. El viejo hablaba de muchas cosas mientras caminaban. Les daba la bienvenida, decía las reglas del lugar, pero Mello no prestaba atención, algo, o mejor dicho alguien, le resultó más interesante que sus palabras cuando atravesaron un enorme ventanal. Terminó llevándose por delante a aquel anciano, quien también se detuvo a mirar en la misma dirección que él; su expresión preocupada y disgustada le provocó angustia y miedo en partes iguales.

—Tiraron su robot afuera –explicó una niña de cabellos negros y grandes ojos marrones.

—Iré a buscarlo... espérenme aquí –pidió Watari amable y salió al patio

Mihael se quedó impactado viendo la figura de ese hombre en la nieve, pero, más que él, atraía su atención aquel niño que jugaba en ella y parecía no sentir frio. 

Sus grandes ojos negros miraban al vacío y la expresión en su rostro no cambió cuando Watari puso su abrigo sobre sus hombros. Su cabello y su piel eran tan blancos que parecían fundirse en el paisaje formando parte de él.

“De seguro él es el invierno”, se dijo a sí mismo Mihael sin plantearse por ningún momento lo ilógico de sus propios pensamientos.

Watari ingresó sonriendo mientras el niño sostenía entre sus manos al pequeño robot de juguete al que no le apartaba la mirada de encima; Mihael no podía quitar sus ojos del blanco cabello que parecía resplandecer. ¿Era un angelito? A pesar de no ser rubio como en los cuadros de la iglesia, no pudo evitar que ese pensamiento se le cruzara por la mente. Se le veía tan puro e inocente que otra cosa no podía suponer.

—Él es Near –le presentó Watari —Ellos, son nuevos aquí... Todavía no tienen un alias.

—Mello –se presentó Mihail, sin siquiera saber de dónde había sacado ese apodo, y extendió la mano hacia él a modo de saludo.

En todo ese tiempo, era la primera vez que Near alzaba sus ojos. Estos eran como dos pozos oscuros, sin brillo alguno, tan improvistos de emoción como su rostro, sin embargo, a través de ellos se asomaba una inmensa inteligencia que hacía dar cuenta que ese niño te observaba como a un simple objeto de estudio al que debía desmembrar para analizar y, tal vez, dar un visto bueno o rechazarte.

—Bienvenido –dijo con una voz que sonaba fría y hasta mecánica. Devolvió la mirada a su juguete y no aceptó su saludo, haciéndole sentir que quizás le pensaba no digno de su contacto.

Mello bajó la mano enfurecido y apretó los dientes para no decir nada. Era su primer día allí y no podía arruinarlo.

Se volteó en dirección a Mail y le vio sonreír burlón. De seguro le resultaba gracioso y hasta raro que no cediera ante sus impulsos. Eran contadas las ocasiones en las que podía detenerse antes de cometer una estupidez. Para una personalidad como la suya, tan desenfadada y explosiva, a veces no había inteligencia que le valiera cuando los sentimientos le embargaban.

—Matt –dijo, y sacando su consola del bolsillo continuó con su –aparentemente- sempiterno juego.

—Bienvenido tú también –respondió llevándose una mano al cabello. Tomó un mechón y comenzó a retorcerlo entre sus dedos, para devolver su vista al robot.

—Puedes ir a la sala de descanso si lo deseas Near –habló amable Watari.

—Está bien –se marchó de allí sin decir más palabras y Mello lo observó desaparecer entre los pasillos oscuros como si se tratase de un halo de luz blanca.

 

**

 

Mello cortó con los dientes un trozo de chocolate, el sonido que hacía al quebrarse la tableta le resultaba tranquilizador, era casi como un sedante. Sintió la golosina derretirse sobre su lengua y el sabor esparciéndose en su boca, aquello siempre le había parecido pecaminoso y sensual.

Se acomodó mejor en ese sillón de cuero y miró a la nada pensativo. Estaba solo en medio de la oscuridad, pero no le importaba, sus ojos ya se habían acostumbrado a ella, a veces le parecía que todo su ser le pertenecía. Los demás se habían ido, pero él no tenía miedo. Es más, estaba ansioso por llevar a cabo su plan contra Kira y, con ello, superar a Near de una vez por todas. Al fin y al cabo, siempre se trataba de él; su rival... su amor.

Se sintió estúpido al estarle recordando en esos momentos, pero es que siempre pensaba en él, ya ni siquiera se inventaba excusas para eso.

Hacía poco lo había ido a ver siendo consciente de que era muy probable que tuviese su fotografía. Near le conocía demasiado bien, sabía que era muy posible que fuese a buscarla y que le daría información a cambio de obtenerla. Lo que no se había esperado era ese golpe bajo, esa pequeña burla de su parte al escribir en el reverso de ella “Querido Mello”. Tantos años esperando a que le correspondiera, a que dijese que estaba a su altura, que era digno de él, y le venía con ese juego estúpido con la única finalidad de hacerlo enojar.

Mordió otra vez su tableta, y recordó su rechazo, hacía ya tantos años de eso.

 

Mello sintió su corazón latir desenfrenado a causa de los nervios. Lo tenía allí, acorralado detrás de los últimos estantes de la biblioteca, con su mirada al fin clavada en él. Le había tomado del brazo fuertemente y, aprovechado que L pronto establecería comunicación y que por eso los demás estarían distraídos, lo sacó de la sala.

— ¿Qué quieres Mello? –preguntó. Su rostro permaneció tan impasible, como siempre, al instante en el que miraba hacia otro lado y tomaba un mechón de sus cabellos para retorcerlo.

“No... no, no... Mírame ¡Aquí! ¡Aquí estoy!”, pensó desesperado.

Ni siquiera sabía cómo era que había empezado a gustarle ese rarito. Simplemente un día se descubrió a sí mismo observándole como idiota, embelesado ante lo que consideraba como su exótica belleza.

—Tú me gustas –dijo de repente, antes de poder evitar que las palabras abandonasen su boca.

Había pensado tantas cosas para decir en ese momento para suavizar el impacto de su confesión, sin embargo su impulsividad había tomado el control de sus actos otra vez y no pudo hacer nada al respecto.

Near volvió su mirada hacia él al fin y provocó que dejase de respirar por unos segundos que le resultaron eternos. Le vio sonreír. Era la primera vez, en los años que estaba en ese lugar, que veía semejante gesto en su rostro. No era una sonrisa sincera, le recordaba a aquella de las muñecas de porcelana, incluso hasta le resultó burlona.

Entendió entonces, antes de que Near abriese la boca para decir palabra alguna, que él no tenía sentimientos. Era como un robot que no tenía más vida que la cuerda que le daban y que cada uno de sus movimientos no eran más que un acto mecánico. En él no había nada, tal vez incluso si lo abría, descubriría los circuitos que lo hacían funcionar.

Mello no supo si debía sentir pena por él, sin embargo las palabras que dijo a continuación sólo encendieron su rabia.

— ¿Y qué debería hacer al respecto?... No me atrevería a salir con alguien como tú, de inteligencia tan inferior a la mía –la sonrisa se borró de su rostro tan rápido como se había formado y otra vez miró a la nada, como si alguien hubiese bajado el interruptor que lo mantenía encendido.

Mello pensó en todas las veces en las que Near le había superado en los exámenes. Jamás, hasta ese preciso instante, había cruzado la idea por su mente de que, tal vez, eso era importante. Sin embargo, en esos momentos se sintió tan inferior y humillado que unos deseos terribles por superarle se apoderaron de él.

Quiso gritarle por hacerle sentir de esa forma, tan degradado, golpearlo hasta el cansancio, pero tuvo miedo de verle sangrar y descubrir que era un simple humano después de todo.

Sólo atinó a empujarlo dolido y salir de ese lugar como repelido. El verle le disgustaba hasta el punto de temer no poder controlarse.

 

¿Juegas conmigo de nuevo Near?... preguntó a la oscuridad.

 Al fin y al cabo, siempre ha sido de esa forma.

“Pasé años tratando de superarte, de que me aceptaras, y tú te reías hasta el punto que me hacías pensar que te odiaba. Mañana es el día... pero, ¿por qué me siento tan inseguro al respecto?”

 

**

 

Matt se había salido con la suya y le había obligado a ir a esa maldita convención de videos juegos.

Mello se paseó disgustado por los pasillos del lugar mientras observaba a un montón de bichos raros como su amigo. Podrían estar haciendo algo más productivo que aquello, pronto vendría la época de exámenes y él aún no había tocado ninguno de los libros. Volteó el rostro en dirección a su amigo y lo notó distraído con su maldita consola.

—Estúpido... ¡Me haces venir aquí y sigues con esa cosa!

Matt alzó la mirada de repente.

—Aquello de allá es interesante... –dijo, y se alejó de él en dirección a un estand con videos juegos sin siquiera escuchar lo que acababa de decir. — ¡Ven Mello! ¡Mira! –le llamó emocionado.

El aludido suspiró cansado y, sin siquiera hacerle caso, se marchó del lugar. Después de todo, Matt era tan distraído que de seguro no notaría su ausencia.

Mello rio con ironía. Si no fuese por ese defecto, de seguro sería sucesor de L, después de todo tenía la iniciativa de la que Near carecía y la mente lo suficientemente fría como para reflexionar las cosas con detenimiento, cosa que a él le costaba bastante hacer.

Caminó por las calles oscuras sin pensar en algo en especial. Hacía una magnífica noche y tal vez sería bueno quedarse vagando por algún lugar. Sin embargo, algo dentro de él le gritaba que debía regresar y lo adjudicó a la culpa que sentía por no haber estudiado. “Es normal que el estúpido de Near me supere”, se dijo a sí mismo, a pesar de que en sus adentros sabía que a él ni siquiera le hacía falta repasar los apuntes.

Al llegar a la Wammy’s House, se infiltró por el que sabía el único punto ciego del sistema de seguridad y escaló los muros hasta el segundo piso para adentrarse en su habitación. El lugar estaba a oscuras, sin embargo él avanzó por allí con la seguridad de quien conoce el suelo que pisa como la palma de la mano. Se dejó caer pesadamente sobre la cama y luchó unos instantes contra el sueño que estaba embargándole para decidirse, al fin, a prender la luz de la mesita de noche. Debía estudiar.

Cuando la habitación se hubo iluminado de manera tenue, le vio y no supo si estaba soñando o si esa persona en frente de él estaba realmente allí.

Sin pensarlo dos veces, se incorporó, avanzó hacía él con la furia a flor de piel para tomarle del cuello de la camisa haciendo que se pusiera de pie, obligándole a dar la espalda contra la pared y haciéndole retroceder hasta darse con ella de manera violenta. Apenas si escuchó un gemido de su parte.

— ¡Near! ¿Qué mierda haces aquí? –preguntó rabioso y, sin soltarle, volvió a empujarle, produciendo un sonido seco a causa del golpe que había recibido. Le sintió soltar todo el aire de sus pulmones y aun así, no se quejó del dolor.

Near volteó el rostro hacia un costado, como era su costumbre cada vez que le tenía en frente, y Mello se sintió incluso más rabioso que antes. ¡Odiaba cuando hacía eso!

—Me dijeron niño robot.

— ¿Qué? –preguntó desconcertado ante esa confesión, no era que se sorprendiese de que le hubieran llamado así, a pesar de ser superdotados todos allí solían tener actitudes crueles como cualquier otro niño común, sin embargo, no comprendía aquello, ¿por qué Near acudía a él?

—Me dijeron niño robot.

—Ya escuché eso idiota... lo que no entiendo es qué tiene que ver conmigo. ¿Qué diablos me importa? –habló exasperado. Nunca había sido muy paciente y, a decir verdad, eran muchas las ocasiones en las que Near le sacaba de sus casillas.

—Me preguntaba si alguien como tú puede hacerme sentir algo.

— ¿Qué? ¿A qué te refieres? –preguntó no muy seguro de entender el punto al que quería llegar.

—Les doy la razón… nunca he sentido nada. En cambio tú eres violento e impulsivo. Una persona emocionalmente inestable que, a pesar de los años y las humillaciones, me sigue queriendo...eres todo lo contrario a mí, Mello... Tú sientes en demasía… Así que se me ocurrió que tal vez podrías hacerme sentir a mí también.

— ¿Hacerte sentir?

—Sí…como ya dije, tú me quieres Mello.  –volvió su rostro y le miró a los ojos.  —A pesar de que incluso te rechacé… sigues queriéndome… Te doy la oportunidad de hacer conmigo lo que desees… puedes golpearme si eso te libera de la ira y la frustración que te provoco… o… puedes hacer algo más.

El impacto del puño de Mello contra la pared los sorprendió a ambos. Sus dedos crujieron, haciéndoles pensar que estaban rotos, pero a él no le importó.

— ¡Eres un maldito! –le gritó profundamente dolido.

Near estaba rebajándole hasta el punto de convertirle en uno de sus estúpidos juguetes y le odiaba por eso, a la vez que se sentía terriblemente excitado por la situación.

— ¿Cómo te atreves a pedirme semejante cosa? ¿Qué te has pensado?

—Pienso muchas cosas Mello, como por ejemplo… ¿cómo debería actuar en un momento como este? –Habló Near con su típica voz fría — ¿Debería asustarme?... o ¿Sonreír, tal vez? –sus labios se curvaron en una sonrisa que resultaba cruel y siniestra por partes iguales.

—Eres despreciable –masculló Mello rabioso y apartándose de él le dio la espalda.

El dolor, la furia y la frustración recorrían su cuerpo como si de un veneno letal se tratase. ¿Cómo se atrevía a hacerle esto? ¡Cualquier estúpido se daría cuenta de lo mucho que podían herir palabras como esas!... Usarle de esa forma, como si fuese un maldito conejillo de indias. ¿Cómo había podido enamorarse de alguien así? ¿Por qué, a pesar de las humillaciones, seguía amándolo? ¿Cuándo fue que cayó tan bajo?

Tenía ganas de destruirlo todo, de golpearle con todas sus fuerzas por atreverse a tratarle de esa manera. Sin embargo, pudo contenerse y pensar de manera fría aunque no fuese su costumbre.

Sí, podría golpearlo, incluso degradarlo de maneras muy crueles y probablemente en un futuro vendría alguien, un amante, que le haría olvidar al estúpido niñato que le había hecho daño años atrás.

No, no era la mejor opción el vengarse. Lo mejor que podía hacer era darle algo a Near de lo que se aferrase siempre, algo que quisiera recordar en los momentos en que la mente se pone ociosa y el cuerpo reclama... Algo que otra persona no pudiese borrar porque con el paso del tiempo se convirtió en un ideal inalcanzable para cualquiera que se atreviese a tomarle entre sus brazos y amarle, soportando su indiferencia. Lo mejor que podía hacer era regalarle un momento que lo torturase de manera dulce por siempre.

Se volvió hacia él y avanzó con paso impetuoso hasta que la distancia resultó mínima.

— ¿Has besado alguna vez a alguien?

 — ¿Estas burlándote de mí?

Mello rio con sorna, confirmando lo que Near acababa de decir y acercó su rostro lentamente a él sintiendo su corazón latir con fuerza a causa de los nervios. No era la primera vez que besaba a alguien, pero aquello significaba tanto para él que no pudo evitar que su cuerpo temblase ansioso.

Sus labios eran suaves, mucho más dulces de lo que había imaginado, se movían despacio y dudosos a causa de la inexperiencia de su dueño. Lentamente comenzó a lamerlos y mordisquearlos, aprovechó uno de sus suspiros para poder introducir su lengua en su boca. Le dio ternura que la suya no respondiese al instante, dando cuenta de su inexperiencia, pero cuando sintió esa caricia tímida, todo a su alrededor desapareció de repente. Sólo estaban ellos dos en ese mundo y lo único que los unía era el tibio contacto de sus labios sobre el otro, las caricias tiernas de sus lenguas y el placer obtenido ante ese simple gesto.

Al separarse de él acarició sus tersas mejillas con dulzura. Jamás se hubiese imaginado que llegaría el día en que tuviera una oportunidad como esa. Sin embargo, allí estaban los dos y se sentía tan feliz que creyó que podría ponerse a saltar. Near provocaba eso en él… que pasara de la más absoluta de las iras a una inmensa sensación de alegría y bienestar.

Le observó en silencio unos instantes antes de hablar, su rostro tenía la misma expresión impasible de siempre, sin embargo, la escasa luz de la lámpara de noche permitía ver que estaba sonrojado. Estaba tan bonito de esa forma.

Mello se sintió emocionado de haber ocasionado algo como eso. Al fin él no era indiferente, había conseguido que notase su presencia de una vez por todas.

— ¿Cómo se sintió?  –preguntó curioso por saber qué respondería.

—Bastante repugnante.

Lejos de molestarle, ese comentario le causó gracia y se permitió sonreír por ello. Después de todo, no sería Near si de repente se pusiese a decir cosas acarameladas. Siempre le había gustado así, sincero, a pesar de que la mayoría de las veces en las que abría la boca le hería.

—Ya que te has ofrecido a mí y tengo libertad de hacer lo que desee contigo…–dijo con tono divertido —supongo que lo que vendrá a continuación te resultará aún peor.

Dejó caer su pesado abrigo al suelo sin poner mayor cuidado en ello y le besó sin darle tiempo a más nada. No quería que se arrepintiera, sin embargo, la tímida respuesta de su parte, daba a entender todo lo contrario.

Poco tiempo fue el que Mello necesitó para olvidarse de todo. La rivalidad, la humillación, el rechazo, habían quedado relegados a un lugar sin importancia. Todo era besos y caricias. Se estaba dejando llevar como nunca antes lo había hecho, entregándose a él, su único amor.

Se alejó unos instantes para verle a la cara. Su expresión aún no cambiaba aunque su cuerpo, agitado y caliente, parecía estar respondiendo. Acarició unos instantes sus mejillas con ternura y sintió nacerle dentro una enorme angustia. “¿Por qué no puedes amarme como yo a ti?”, quiso preguntarle, pero se quedó callado, debatiéndose nuevamente entre quedarse o irse de ese lugar. Lo quería tanto, lo deseaba de tal manera, que el no tenerle cerca le resultaba doloroso.

Tantos años amándole caían sobre él como pesadas rocas haciéndole comprender que siempre se movería a su antojo. Era su juguete, lo sabía, se lo repetía a cada momento, pero no le importaba si eso le permitía estar entre sus brazos.

—Recuéstate en la cama –pidió y Near avanzó a paso torpe hasta hacer lo que le había pedido.

Le observó unos instantes con atención sus cabellos blancos regados sobre la almohada como si se tratasen de los rayos de la luna. Su rostro, que siempre le había parecido una máscara de porcelana, estaba tintado de un hermoso carmín que le hacía verse más juvenil y sus ojos, siempre apagados, brillaban en ese momento de manera misteriosa.

Mello fue consciente en ese instante de que (a pesar de que había empezado con aquello con la simple excusa de transformarse en un recuerdo que nadie pudiese arrebatarle) no deseaba que nadie viese de esa forma a Near. Esos pequeños cambios en su semblante tenían que ser sólo suyos, y la idea de que alguien más los provocase le hacía arder de los celos.

Acercándose a él, se acomodó entre sus piernas y acarició sus costados con amor antes de besarle nuevamente.

Lentamente, y con manos temblorosas (cosa que trataba de disimular) a causa de los nervios, fue desabrochando la camisa de Near, dejando al descubierto su blanco torso en donde la piel era tan suave que le llamaba a acariciarla y así lo hizo, siguiendo una línea imaginaria que iba desde su cuello hasta su corazón que latía desenfrenado.

No podía apartar los ojos de su cuerpo que se estremecía bajo él. Se veía tan frágil, contrario a lo que uno imaginaría de alguien con tan repelente personalidad. Sus ojos negros no paraban de observarle como analizándolo todo, pero en su rostro se dibujaba una expresión expectante y curiosa ante cada paso que daría a continuación. Si supiera lo hermoso que se veía de esa forma...

Repartió pequeños besos por su cuello y le sintió estremecerse bajo su contacto, cosa que provocó en él irrefrenables deseos de aferrarlo contra sí fuertemente. Desbordado como estaba por todas las sensaciones que le embargaban, cedió a sus impulsos, como era una costumbre en él, y sintió cómo las mariposas se habían enloquecido en su estómago.

Lo amaba, siempre había sido así, desde el momento en que lo vio en medio de la nieve y le creyó un ángel. Pero Near no lo era... era demasiado retorcido y manipulador como para ser comparado con uno de ellos. Mello lo sabía, sabía que siempre le utilizaba a su antojo y que tarde o temprano terminaba haciendo lo que él deseaba; las pocas veces en las que ambos habían tratado en todos esos años, había sido de esa manera. Sin embargo, no quería que aquello continuase así, que él se burlara de esa forma no le gustaba.

—No, no... No, espera, estás jugando conmigo –se incorporó de repente queriendo alejarse de él —y yo...

—Calla Mello –ordenó Near en un suave y casi suplicante susurro, al instante en el que apoyaba su peso sobre una de sus manos para erguirse y con la otra tomaba su nuca haciendo que se acercarse nuevamente para continuar besándole, provocando, con ese gesto, que no pudiese resistirse a la necesidad de entregarse a él.

¡Ese maldito albino que lo tenía arrastrándose como un perro a sus pies! Sintió las manos de Near acariciándole la espalda con timidez. Estaba correspondiéndole, no podía creerlo. Se separó un poco de él para ver su rostro. Sus ojos brillaban y su boca se fruncía en un rictus disgustado.

—Debo suponer que el que dudes tanto se debe a tu autoestima.

—Siempre que abres la boca la cagas, mejor mantente callado –respondió, y empezó a mordisquear su cuello recibiendo únicamente suspiros a cambio.

Comenzó a descender por su pecho dejando un camino de brillante saliva a su paso y enrojeciendo la fina piel con sus besos. Near no decía nada, sólo temblaba bajo su contacto y enredaba los dedos entre sus cabellos.

Mello se quitó la polera porque el calor que sintió llegado a ese punto se le hizo insoportable y dirigió una furtiva mirada a su rostro apreciando el deseo que había en él… el ser consciente de eso le embargó de una felicidad inusitada y tuvo que cerrar con fuerza sus labios para no decir una estupidez.

Lentamente tironeó del elástico de sus pantalones, se deshizo de ellos junto con la ropa interior, dejando su cuerpo completamente expuesto y observó encantado las reacciones que estaba obteniendo a cambio de unas simples caricias.

—Parece que alguien está contento de verme –dijo con tono burlón y, sonriendo de forma ladina, tomó el miembro de Near entre sus dedos para frotar la punta con el pulgar.

 Le miró estremecerse ante el contacto y cerrar las piernas a la vez que soltaba un suspiro. Sus ojos de repente se encontraron con los suyos, aquellos pozos negros que por primera vez se veían vivos.

— ¿Sientes pudor? –preguntó alegre.

—No –suspiró.

Mello se relamió los labios en un gesto sensual y, encorvándose un poco, lamió el miembro de Near y jugueteó con su lengua en la punta.

Observó por el rabillo del ojo cómo Near apretaba las sábanas entre sus dedos al instante en el que arqueaba la espalda.

— ¿Qué... qué haces? –preguntó bastante asustado.

—Es evidente lo que hago –respondió burlón y orgulloso de lo que provocaba en él.

—No lo hagas.

—Dijiste que podía hacer lo que quisiera...

—Mello –le llamó, pero el aludido hizo caso omiso a sus súplicas y se introdujo su miembro completo en la boca.

Escuchó a Near gemir gustoso y su corazón comenzó a latir con más fuerza de lo que había estado haciéndolo. Sus caderas se movían demandantes y apenas si podía detener los sonidos que se escapaban de su boca. Chupó con más fuerza, deseoso de sentir su sabor entre salado y picante.

—Mello... Mello... –le llamó Near desesperado, y él se incorporó para adueñarse con fervor de sus labios.

—No te preocupes, esto no acabará aquí –susurró mientras se quitaba los pantalones y volvía a besarle.

El contacto de sus pieles sudorosas y los besos de Near, lo alejaban del mundo real. Por un momento prefirió creer que él le amaba. Cada una de sus respuestas a sus caricias y a sus besos no hacían más que aportar realismo a esa hermosa fantasía. Sólo por esa noche el odio y la rivalidad se acabarían entre ellos. Habría una tregua y al amanecer volverían a ser los mismos de siempre. Ambos lo supieron al mirarse a los ojos.

Pronto Mello comenzó a lamerse los dedos con total sensualidad ante la atenta mirada que le ofrecían esos ojos negros.

—Abre las piernas –demandó en un susurro que resultaba hasta tierno.

Near obedeció a pesar de los nervios que se entreveían en él. Poco a poco uno de sus dedos fue introducido dentro de él y su ceño se frunció.

— ¿Cómo se siente? –preguntó Mello curioso.

—Extraño –respondió en un suspiro.

—Seré amable... no te preocupes –besó con ternura su frente, sus párpados y sus mejillas antes de apoderarse de sus labios e introducir otro dedo.

—Duele Mello –dijo él apretando los dientes.

—Lo siento –trató de quitar los dedos de él.

—No... Está bien... queda demostrado que no soy un robot después de todo.

Mello lo observó enternecido y en parte arrepentido de haber pensado de esa forma de él. Le besó con todo el amor que sentía dentro, como tratando de consolarle. Ambos habían sufrido demasiado.

— ¿Tienes miedo? –preguntó sin deseos de mofarse, y acarició con la punta del pene su entrada.

—No.

—Lo supuse –sonrió.

Comenzó a introducirse en él tratando de retener el deseo abrasador que se desataba en su interior y le nublaba la razón. Near arqueó la espalda y rasguñó la de Mello cuando éste estuvo completamente dentro. Ambos gimieron al unísono a causa de los fuertes estímulos que les atravesaban por completo. Sus respiraciones se agitaron y sintieron un cosquilleo placentero que les recorrió la columna vertebral.  Mello acarició con ternura la frente de Near esperando a que se acostumbrase a la sensación y besó sus labios varias veces con amor.

— ¿Estás bien? –preguntó en un dulce susurro.

—Me siento vivo.

Los ojos de Mello se llenaron de lágrimas a causa de la emoción y su corazón dio un vuelco, provocando que las mariposas en su estómago comenzaran a revolotear de manera molesta. Ocultó su rostro en el cuello de Near para que no viese la forma en que sus palabras le habían perturbado y pensó que de seguro lo había dicho para provocarle. Otra vez le manipulaba.

Comenzó a mover las caderas en un lento vaivén que poco a poco iba aumentando la cadencia. Le escuchó gemir y aferrarse a él con más fuerza. Temblaba y sus músculos se tensaban dando a entender lo sobrecogido que estaba.

Mello acarició sus mejillas, le besó con fervor una y otra vez, hundiéndose profundo en él. El placer lo embargaba todo y el deseo le hacía arder hasta el punto de hacerle creer que pronto se consumiría todo su ser.

— ¡Oh! ¡Mello! ¡Mello! –le llamó Near entre gemidos de placer. — ¡Ahí es, Mello! ¡Más profundo! –suplicó, y enredó con más fuerzas sus caderas, logrando que el aludido no pudiese hacer otra cosa más que obedecerle.

Mello creyó perder la cordura en ese instante en el que tomó consciencia de que le amaba con todo su ser. Estar unido a él le hacía darse cuenta de eso y de repente supo que no quería sentirse así con nadie más. ¡Sería de Near para siempre!, se juró entregándosele sin pedir nada a cambio, no lo necesitaba. Su amor era así de desinteresado.

El orgasmo le sobrevino tratando de aferrase a los resquicios de placer y de permanecer sumergido en ese nirvana en el que se había hundido. La expresión de goce en el rostro de Near permanecería grabada en su memoria para el resto de su vida como uno de los recuerdos más hermosos y valiosos. Besó sus labios como queriendo bebérselos y así evitar que alguien más pudiese tenerlos.

En ese instante, en el que su rostro satisfecho se había convertido en un poema y sus ojos brillaban con los resquicios de una lujuria que poco a poco se iría apagando,  hubiese deseado decirle que lo amaba más que a nada en esa vida, pero tenía que callarse, morderse los labios y dedicarse a observar en silencio su infinita belleza.

No podía admitirlo de nuevo -a pesar de que él ya lo supiera-, después de tantos años, del orgullo herido y de la negación, que lo quería, que haría cualquier cosa por él.

Separándose de aquel albino en un gesto que hasta podía resultar frio, Mello corrió hacia el baño de la habitación para evitar que, al regresar, aquella mirada inquisidora pudiese ver en su rostro lo enamorado que estaba.

Regresó cuando pudo calmarse y observó a Near que estaba terminando de abotonarse la camisa.

— ¿Dónde mierda vas? –preguntó disgustado.

—Ya terminamos –respondió él volviendo a ser el mismo de siempre.

—Tú no te vas a ningún lado –dijo, y sin darle tiempo a quejarse se acercó a él para abrazarlo y obligarle a recostarse de nuevo.

Desde su posición podía escuchar los tranquilos latidos del corazón de Near, en ese momento debía ser lo único que le recordaba que era un ser humano. ¿Cómo podía actuar de esa forma tan fría después de lo que acababa de suceder?

—Mello... –le llamó con su típica voz mecánica, y él fingió no escucharle. —Sé que no duermes Mello, tu ritmo cardíaco no ha descendido.

— ¿Qué quieres? –respondió de mala gana.

—Las sábanas están sucias... ¿podemos cambiarlas?

— ¿Estás hablando en serio?

—Sí, Mello.

—No me jodas.

—Pero...

—Calla y duerme... ¿Querías sentir algo?... Ahí lo tienes, siente asco.

—No puedo dormir en estas condiciones, Mello.

—Voy a golpearte para que te duermas.

—Eso no tiene sentido.

—Cuando te golpee... verás que sí.

Near se quedó en silencio y él se preparó para dormirse, cuando le escuchó hablar de nuevo.

—Mello.

— ¡¿Qué?! ¡Maldita sea! ¡¿Qué?!

—Buenas noches, Mello.

El aludido suspiró sintiéndose exasperado.

—Buenas noches.

 

**

“Siempre supe que al ver pasar la vida frente a mis ojos al que más recordaría sería a ti.

No puedo distinguir aún si el dolor que siento en el pecho es producto de los efectos de la Death Note o de que no me hayas amado nunca.

Sueno ridículamente cursi ¿no?... pido disculpas, a pesar de que jamás vayas a enterarte de esto.

Tú eres la razón de todo lo que soy en estos momentos... y, muy en el fondo, tú eres tan culpable como yo de que esté muriendo.

Sin embargo, no puedo odiarte, nunca fui capaz de hacerlo. Sigo enamorado, perdidamente enamorado.

Mira qué puro es mi amor que mi último pensamiento te lo dedico a ti... aquí, entre las llamas del infierno”.

 

Notas finales:

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