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Sombras del pasado. por Seiken

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Capítulo 2: Engaño.

Este universo está basado en dos historias que escribí de los Thundercats que es Afecto y Encuentros Fortuitos, no deben leerla para comprenderla, aunque si se los agradecería mucho, también es una especie de universo espejo en donde algunas personalidades han sido modificadas, es también un universo alterno.

Los Thundercats no me pertenecen, solo escribo esto como entretenimiento mío y espero que de alguno que otro lector.

Esta historia, como todo lo que escribo, es Slash o yaoi, contiene las parejas Leo/Tygus, Lion-o/Tygra y algunas otras, pero estas son las principales, así como relaciones sexuales entre personas adultas, extraños giros del destino y algunos otros detalles.

Espero que les guste y que me dejen uno que otro comentario o sugerencia.

Sin más, les dejo con la cuarta historia que escribo de esta serie que marco mi niñez y que no debieron cancelar tan pronto.

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Resumen.

Lion-O y Tygra comparten mucho más de lo que desean admitirlo, mucho más que simple hermanos adoptivos, o descendientes de dos clanes cuya enemistad no inicio en ese planeta. Durante varias vidas han logrado encontrarse, pero fueron los primeros aquellos que iniciaron ese círculo y serán ellos, quienes descubran que no todo es lo que parece. Después de todo, la historia la escriben los vencedores.

Sombras del pasado.

Capitulo 1.

Engaño.

— Humilla a la criatura como me has humillado a mi Leo y seré tuyo, abriré las piernas, gemiré como una zorra, hare lo que me ordenes, sólo demuéstrame que eres más de lo que tu expediente así lo dice.

Esta vez fue Leo quien parecía sorprendido, aunque la perspectiva de tenerlo por su propia voluntad era una promesa demasiado tentadora para ignorarla, de eso estaba seguro Tygus, quien retiro la mano sin tocar al joven león, quien lo siguió con la mirada, al mismo tiempo que sonreía, escuchando sus últimas palabras.

— Pero si no eres más que un bufón, aunque tenga tu mordida, nunca seré tuyo.

La que sin dura era una promesa para el también, jamás se entregaría a Leo, quien de alguna forma se había convertido en algo mucho peor que su padre, Claudius era un monstruo, avaricioso, cruel e inquisitivo, la clase de felino que tenía mucho más que ver con un reptil que un león.

De haber sabido que ese joven de mirada azul se convertiría en lo que era en ese momento, jamás hubiera movido ni un solo dedo para ayudarle, de comprender que aun en ese momento, su joven admirador, seguía cada uno de sus pasos no hubiera visitado a su mentor, quien para ese momento fumaba un pitillo a la mitad, recargando sus piernas en la mesa de su habitación.

— Te tardaste mucho, cachorro, supongo que ese león ya te puso más que las manos encima.

Tykus dio una bocanada de humo que choco en contra de su rostro con una sonrisa burlona, encontrando gracioso su predicamento actual, tan parecido al de Kairi que parecía irónico, notando la sangre que escurría en su pelaje cuando su protegido se quito el uniforme para revisar su herida, no era demasiado profunda pero si demasiado significativa.

— Leo es todo un romántico.

La sangre siempre era demasiado vistosa cuando brotaba de una herida o manchaba cualquier superficie, generalmente aparentaba ser mucho más, una herida sencilla se convertía en un asunto de vida o muerte para ojos inexpertos.

— Una mordida en la primera cita, con todo ese acoso sentimental y el acecho fortuito, es como su padre cuando conoció a tu madre.

Pero los dos eran soldados curtidos en la batalla, no se preocupaban por pequeñeces como esas, lo que le preocupaba a Tygus era el significado detrás de aquella mordida, el tener que pagar su ayuda con su cuerpo, entregarse a Leo cuando tuvieran la victoria, si es que la tenían.

— Supongo que debo darle unos cuantos alicientes, una probada y después, retirarme, eso lo hará desearme más.

Tygus limpio la herida con un trapo, una toalla que desecho con demasiada rapidez, necesitaba darse un baño y esas instalaciones carecían de uno, quería quitarse las manchas de sangre, así como el aroma de aquel muchacho de su cuerpo, agradeciendo que en realidad fuera un romántico, suponiendo que cualquier otro querría tomarlo en esa celda, hacerlo suyo cuanto antes, no esperar a que fuera a sus pies a gatas ronroneando por su atención.

— Jugaras un juego peligroso, los leones son codiciosos y no creo que este tenga suficiente con pequeñas pruebas, Claudius no lo tendría.

Pero Claudius no se atrevería a enfrentarse a Lord Mum-Ra, Leo por otra parte si lo haría, ese joven pelirrojo estaba dispuesto a destruir a su señor, no creía que solamente por lujuria, eso sería demasiado insignificante, tal vez, el comandante que actuaba como un esbirro del tirano, quería lo que su señor tenía.

El poder, la fuerza, el control, lo que no entendía era porque estaba empeñado en tenerlo, que lo hacía especial, no era como si compartieran un pasado más allá de aquel incidente en los corrales y sus posteriores encuentros fortuitos en los túneles, cuando hablaban en las sombras, él portando su casco, oculto de la mirada de Leo.

— Pero que es más gratificante anciano, someter a tu presa o que esta vaya hacia ti.

Tykus conocía la respuesta, era por mucho más gratificante que una presa fuera hacia ellos, que se les entregara por su propio voluntad, esperando que de esa forma pudieran perdonar sus vidas, que tener que ir por ella, destruirla y someterla, eso no era tan divertido, pero si muy cansado.

— Con que no te enamores de ese león me conformo, porque Panthera ya cayó en sus redes y Lord Mum-Ra come de su mano, tal vez no solo lame sus botas.

El mayor encontró aquella idea divertida, pero Tygus no creía que eso pasara realmente, Lord Mum-Ra se alimentaba del dolor de sus víctimas hasta enloquecerlas, eso era lo que pasaba con los Tyaty cuando dejaban de existir, la supuesta inmortalidad no era más que un mito y se comportaban como marionetas porque simplemente perdían la razón.

— Lord Mum-Ra busca el don, Leo no lo tiene, ni siquiera un poco, pero yo sí, sólo que piensa que no podre cumplir con mi deber si me corrompe antes.

Tykus fumo de nuevo en silencio, eso era lo que volvió loco al padre del cachorro, al progenitor de Tygus, el servirle a la criatura que se alimentaba del don que poseían los de su clan, su facultad para atravesar los planos, aquello que solamente el dolor podía purificar, el miedo y la desesperación lo aderezaban, hasta que la locura terminaba el trabajo.

— ¿Tienes que fumar tanto?

Le preguntaron de pronto, cerrando el uniforme, buscando uno nuevo, esperando por la respuesta del mayor, que siempre era la misma, una demasiado absurda, porque no creía que Tykus pudiera caer tan bajo como para volverse un alcohólico.

— Era esto o beber, cachorro.

Tygus recogió uno de sus uniformes y algunas cuantas cosas más, objetos para limpiar su herida, perfumar su pelaje, tratar de relajarse en el agua limpia de las duchas compartidas por otras especies, recordando la única vez que pudo darse un baño en una tina caliente, que era más bien unas aguas termales, un lujo que le gustaría tener una vez hubieran destruido a Lord Mum-Ra o al menos, si llegaba a retirarse a un planeta soleado cuando envejeciera.

— Elegiste el menor de dos males.

A Tykus realmente le gustaba esa habitación, era cómoda y amplia comparada con la suya, las baratijas que tenía su alumno eran extrañas, pero suponía que eso era culpa de los guerreros que alguna vez las blandieron, como también sabía que todos esos pequeños lujos eran regalos de alguien con poder que deseaba meterse en la cama de su alumno, Leo estaba haciendo su tarea, conociendo los gustos de Tygus, sus manías, parecía que su asecho era mucho peor que el que realizo una vez su propio padre con la madre del capitán.

— Sí, podría decirse, era eso o dejar que mi amante deschavetado llevara a su cachorro al matadero.

Tygus de pronto se detuvo, a su maestro no le gustaba recibir órdenes, pero al mismo tiempo le divertía que el mocoso impertinente o cachorro cuando estaba de buenas, le preocupara su salud, eran una extraña amalgama entre amigos, camaradas y padre e hijo.

— Supongo que tienes razón, anciano, pero sabes que siempre te estaré agradecido y que solo estoy haciendo esto para que tu rebelión tenga éxito, necesitamos a Leo de nuestra parte, sin importar lo que tenga que pagar hare lo que sea necesario para lograr nuestra venganza.

De la misma forma, Tykus deseaba revelarse para poder mantener seguro a su alumno, el poder que cruzaba por sus venas, el don era demasiado fuerte en él, sus padres eran dotados en aquellas artes, así que suponía eso era de esperarse, sin embargo, cuando la bestia decadente comprendiera la clase de aperitivo que tenía bajo sus narices, su pobre cachorro no sobreviviría demasiado tiempo.

— Que tiempos tan interesantes nos ha tocado vivir…

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Muchos siglos en el futuro, en las montañas nevadas que custodiaban los tigres, las ultimas fronteras de los territorios felinos un padre tiene que despedirse de su hijo, un joven tigre que tiene el don, uno débil que apenas se presenta cuando más lo necesita, pero lo tiene y por eso debe ir a Thundera, la ciudad capital de su gloriosa raza para servirle al futuro rey con los dotes de su sangre.

— ¿Por qué tengo que ir?

Volvió a preguntar con las orejas bajas, Claudius era un hombre que le atemorizaba, mucho más sus generales, Grune y Panthro, uno de ellos un tigre dientes de sable que lo miraba demasiado cada vez que había acompañado a su padre a Thundera, causándole escalofríos.

— Ya hemos hablado de esto Tygra, tú tienes el don y como el futuro Tyaty de Thundera, tendrás que acompañar a Lion-O en sus entrenamientos, ustedes deben conocerse, comprender sus dotes, tal vez hasta logren compaginar como lo hicieron sus ancestros.

La última vez que había visto a Lion-O, el orgullo de Claudius, el joven león de Thundera no le pareció más que un mocoso balbuceante porque lo era, solo se trataba de un bebe, el que tuvo la suerte de ser hijo de su padre, así como el único de ellos cuando la reina murió dando a luz.

— ¿Cómo saben que nuestros dotes pueden compaginar como lo hicieron nuestros ancestros?

No le gustaba cuestionar a su padre, mucho menos el tratado que beneficiaba a su clan mucho más que a cualquier otro, pero aun así, creía que lo que se le pedía era demasiado, ni siquiera sabía si ese león desearía tenerlo a su lado, porque él ya sabía que no lo soportaba, haciéndose que se preguntara que pasaría con él si el sentimiento era mutuo, que podría hacer en Thundera si no lograba realizar su deber como el Tyaty.

— Porque está escrito en los libros Tygra, el primer rey de Thundera y su Tyaty pelearon juntos, ellos se amaban, su lazo era irrompible.

Javan no lo creía de esa forma, en realidad pensaba que la historia había sido modificada para que le conviniera a los leones, ese debía ser el caso, de otra forma no se imaginaba que un soldado como decían lo fue Tygus, quien era descendiente del mismo Tykus, se hubiera enamorado del primero de los reyes de Thundera.

Tenía que convencer a su hijo que al ser el hermano adoptivo de Lion-O conocería la felicidad, que su puesto era de gran honor, que tenía que estar contento por ello, complacido de alguna forma al ser arrebatado de su hogar para servirle a un mocoso insolente, siendo educado para complacerle en todos los sentidos, aun aquellos que tenían que ver con la carne.

— Desde hoy en adelante tú serás el hermano de Lion-O, te educaran para servirle y yo no puedo hacer nada para cambiar tu destino, los leones son una raza cruel que no se detiene ante nada, nuestro aliado piensa que tu podrás encaminar a su cachorro, es por eso que debes marchar a Thundera.

Pero no podía hacerlo, no le mentiría contándole dulces historias de amor cuando Claudius no solo tuvo a su leona en su cama, sino que compartía su lecho con varias mas de diferentes clanes, algunas tigresas elegidas por su gracia o su agresividad, parecía que las rayas encantaban a los de su clase.

— Y aunque tú eres mi único hijo, de no aceptar lo que Claudius nos ofrece, sabes que nos diezmara, matara a uno de cada diez, como lo hace con los reptiles para mantener su poder, así que te deseo lo mejor, se fuerte, valiente, enorgullece a tu padre.

Tygra asintió, no era más que un pequeño de mirada triste que subió en el tanque una vez que su padre le dio la espalda, escuchando como su motor se encendía y comenzaba a ronronear como si fuera uno de los suyos.

Al menos aun lo tenía a él, pensó en silencio, sentándose en uno de los asientos del tanque, observando por la ventana el paisaje, al mismo tiempo que una mano que nadie podía ver, la que estaba unida a un cuerpo de un guerrero que solamente él podía escuchar rodeaba sus hombros, casi como si tratara de hacerlo sentir mejor.

— Sera un viaje muy largo, lo mejor es que trates de dormir un poco.

Aquella era una sombra, mucho menos que un fantasma, la que lo acompañaba desde que tuvo las primeras manifestaciones del don, diciéndole que hacer, a donde dirigirse, susurrando palabras en su oído, las que siempre le eran de gran utilidad.

— Pequeño príncipe.

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Tygus salió en busca de una ducha para limpiar la sangre de su cuerpo después de una larga misión en la cual tuvo que enfrentarse con varios soldados a la vez, los que tuvo que matar en una lucha de cuerpo a cuerpo, bañándose con una sustancia desagradable de color verdoso.

Sus enemigos en esta ocasión eran algo parecido a los insectos, con una armadura invencible pero con algunos puntos verdosos en sus articulaciones, los cuales al ser golpeados, provocaban que las criaturas perdieran la vida, porque aparentemente aquellos puntos eran sus pulmones o cualquier clase de órgano que les ayudaba a respirar en esa atmosfera contaminada.

La marca seguía en su cuello, no había tenido tiempo alguno para atender esa herida, Lord Mum-Ra con cada día que pasaba exigía que pasara más tiempo en su compañía, perdiéndolo escuchando sus locuras, manteniéndose demasiado cerca de su cuerpo, haciendo que temiera de vez en cuando que su señor ya no deseaba esperar por más tiempo.

Sin embargo, Leo de pronto, como si no existieran cientos de soldados con sus capacidades lo mando a una larga misión sin utilidad alguna, infiltrándolo en un territorio que parecía carente de vida, pero que resulto ser hostil, con las criaturas de blandas articulaciones, las que eran colonias de invertebrados unidos por una mente tipo colmena.

Protegidos en una coraza de color opaco, la cual era indestructible, no así las partes blandas que funcionaban como sus órganos vitales, una muy extraña disposición que los dejaba a merced de un golpe certero en lo que parecía ser el torso de las criaturas.

Tygus estaba deseoso de borrar esa herida de su piel con las maquinas de la nave ancestral, con las habilidades de los médicos, pero no confiaba en ninguno, mucho menos en el joven Bengalí, quien siempre le había parecido muy extraño, su comportamiento era singular de una forma que no lograba comprender.

Algunas veces lo veía siguiéndolo, sentándose en la mesa contigua a la que ocupaba con Tykus, otras tantas veces de pronto cuando atendía sus heridas parecía como perdido, sus ojos nublados enfocados en algo más.

Lo gracioso era que este felino blanco era quien estaba encargado de su unidad, el mejor medico de la nave según decían, pero para él no se trataba más que un chiflado con algo de suerte.

No demasiada porque en ese caso su piel no sería de aquel color blanco azulado y de tener mucha más suerte, sus ojos tendrían una coloración normal, no azul, aunque a quien deseaba engañar, al menos no tenía el don y ese pequeño detalle era mucho mejor que tener toda la supuesta ventaja genética presente en su historial.

Las duchas estaban desiertas a esa hora del día, porque nadie más que algunos cuantos afortunados podían utilizar su tiempo como les viniera en gana así como aquellas instalaciones modernas y cómodas, uno de ellos el comandante, el otro, el futuro Tyaty de Lord Mum-Ra.

El agua era caliente, podía mediarse con demasiada facilidad, una larga variedad de jabones, aceites y perfumes estaban a su disposición, pero el siempre usaba los mismos, aquellos que solo eran neutros, no necesitaba que su piel estuviera impregnada de alguna fragancia, al menos, no por el momento.

Cuando comenzara a servirle a su señor, si es que no se mataba antes de que esa cosa tratara de ponerle uno de sus asquerosos dedos encima, tendría que perfumar su piel, vestirse con atuendos exóticos, maquillarse con piedras preciosas, excentricidades que solamente una cortesana y no un guerrero realizaban.

Tygus cerró los ojos dejando que el agua caliente se llevara la sustancia viscosa que manchaba su piel, llevo una de sus manos a donde sabia estaba la llave del jabón que había elegido y comenzó a lavar su cuerpo con detenimiento, esperando poder quitar cada asquerosa parte de aquella sustancia incrustada en su pelaje.

Después de unos minutos comenzó a ronronear, le gustaba la sensación de agua caliente mojando su cuerpo, escurriendo por cada uno de sus músculos, delineando sus rayas negras en su pelaje rojizo.

No supo cuanto tiempo llevaba debajo del agua pero como cada ocasión, se forzó a separarse de la comodidad de la ducha caliente, retrocediendo algunos pasos primero para que los sensores automáticos se apagaran, dejando que poco después el viento caliente de las instalaciones secaran su pelaje a medias, lo suficiente para no escurrir agua pero no demasiado para que se esponjara su pelo.

Tenía unas toallas en una banca no muy lejos de las regaderas, las que utilizo para secarse el cabello primero al mismo tiempo que llevaba una segunda a su cintura, cubriéndose con algo de pudor, aunque nadie podía verlo porque esas instalaciones estaban vacías, o eso era lo que pensó.

Ya que al darse la media vuelta, de pronto, pudo ver al comandante sentado en otra de las bancas, el bastardo parecía realmente cómodo, las piernas cruzadas y los brazos delante de su pecho, portando una mueca de absoluta satisfacción en su rostro de ojos azules como el mar.

— Comandante Leo.

Fingió que no le molestaba la intrusión en su cuarto, mirándolo de pies a cabeza con cierta indiferencia, preguntándose cuanto tiempo llevaba ese bastardo mirándole darse una ducha, como ingreso sin que se diera cuenta y porque no se movía de su asiento, cuando sería sumamente fácil tomarlo en ese momento.

— Ese fue todo un espectáculo Tygus, cuando tengamos el control de la nave, te hare construir una alberca o una cómoda tina para dos, como la que tengo en mi habitación o tal vez nos demos una ducha en mi cuarto, después de otras gloriosas actividades juntos.

Tygus no dijo nada respecto a eso, pero se alejo buscando su ropa, escuchando como el comandante se levantaba de su banca con lentitud, avanzando en su dirección, recorriendo su torso con ambas manos cuando por fin lo tuvo a unos centímetros de distancia, apreciando el aroma del jabón, pero mucho más el de su propia piel.

— Aun la tienes, eso es bueno, no me gustaría tener que marcar tu linda piel de nuevo.

Susurro recorriendo la marca por debajo del pelaje con mucho cuidado, llevando su mano libre a la toalla de su cintura, buscando el nudo para despojarlo de la barrera de tela que le impedía admirar su belleza.

— Es extraño, yo creo que en realidad disfrutaste hundir tus dientes en mi cuello y que lo harás cada vez que puedas, parecía como si fuera uno de los mejores días de tu vida, aunque contigo es difícil darse cuenta de cuál es tu verdadero sentir, debajo de aquella fachada de idiota alegría.

Leo al escuchar ese insulto no se inmuto, pero su sonrisa se borro al mismo tiempo que tiraba de la toalla que cubría su cuerpo, notando como Tygus trataba de usar la otra para cubrir su sexo, la que momentos antes utilizaba para secar su cabello largo, para un tigre, el que era casi en su mayoría blanco.

— Perdóname.

Le dijo acercándose a él, recorriendo su cintura con ambas manos, pegándolo de pronto a su cuerpo, logrando que esta vez fuera él quien se petrificara de momento, sin saber cómo reaccionar cuando los brazos de Leo lo rodearon, como si quisiera fundirse con su cuerpo, un gesto delicado más que lujurioso.

— Pensé que te mandaba a un lugar seguro, que no había nada en ese planeta y aun así, de pronto el universo se puso en mi contra poniéndote en peligro.

Tygus trato de separarse, encontrando absurda esa preocupación, la que parecía estremecer a Leo, quien de pronto llevo sus manos a sus mejillas para besarlo con fuerza, empujándolo contra la pared de la misma ducha que utilizo momentos antes.

— Pero te prometo que en el siguiente no correrás peligro, porque no puedo dejarte estacionado en esta tumba, lo sabes verdad…

El agua de pronto se encendió al sentir el movimiento de sus cuerpos al estrellarse contra la pared, dejando que agua cristalina y caliente los mojara, empapando el uniforme de Leo, así como sus pelajes.

— Ese bastardo quiere alejarte de mi lado, cree que lo permitiré y que no podre hacer nada por detenerlo.

Supuso que aquel bastardo era su señor y trago saliva imaginándose lo peor, sin embargo, Leo de nuevo besando sus labios, quiso borrar esa preocupación de su rostro, llevando sus manos a sus caderas, recorriendo las rayas con delicadeza, siempre con algo parecido a la ternura, si esta tuviera que ver con la enfermiza obsesión que este felino sentía por él.

— Nunca dejare que te alejen de mi, Tygus, mi compañero…

Tygus cerró los ojos y de pronto llevo sus manos a los hombros de Leo, para restregar su mejilla contra la suya, en un movimiento sensual, casi primitivo para un felino, escuchando como el joven león gemía con una caricia tan delicada.

— Recuerda tu promesa Leo, si logras salvarme de Lord Mum-Ra, yo seré tuyo, sino lo haces, aunque yo lo desee no podrás tenerme, porque me matare antes de que esa cosa me ponga una sola mano encima.

Leo se alejo, con una sonrisa diferente a las que siempre mostraba en la nave, una mucho más sincera y llevando su mano a su mejilla, lo beso en los labios de nuevo, con demasiado ímpetu, sin embargo, no intento más que eso, alejándose poco después con el traje empapado, sin decirle nada más.

— Terminal L55321…

Susurro entonces, ya sabía que Leo era el pequeño con quien hablaba en los túneles, pero el pequeño león suponía de quien se trataba su amigo secreto, nunca lo creyó posible, aun así, le dijo en su interrogatorio que podía llamarlo belleza o ese número, que era parte de uno mucho mayor, el de su registro de nacimiento.

Pero desde cuando sabía de quien se trataba su amigo, se pregunto en silencio, secándose de nuevo para vestirse con su uniforme, debía buscar a un rastreador y conocía justo a la persona que podría realizar el trabajo.

Torr estaba en su escuadrón, el odiaba a Mum-Ra tanto como Tykus o el mismo, el joven felino sabría como encontrar la información que necesitaba y si la terminal de su comandante estaba abierta a esa clase de ataques, podría saber si en efecto sabía tanto de él como decía o sólo estaba fanfarroneando.

— Torr, necesito que me veas en el punto seguro, es un trabajo urgente.

No necesitaba que confirmara su orden, Torr se presentaría, ese felino era de fiar, comprendía la necesidad de su trabajo y de su rebelión, así como sabría guardar silencio de confirmar sus suposiciones, no quería preocupar a Tykus más de la cuenta.

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Algunos siglos en el futuro, la llegada de Tygra a Thundera fue una esperada, el pequeño tigre estaba asustado, Claudius era un hombre imponente, de una estatura inmensa y unos ojos de color azul claro, el hombre que estaba detrás de él, un anciano con mirada amable se agacho para recibirlo, colocando una mano en su hombro, notando su parecido con Javan.

Al menos las rayas que adornaban su cabeza cubierta con un abrigo de piel, un ropaje que seguramente para esa hora del día y la temperatura de Thundera debía ser sumamente incomodo.

— Tú debes ser el príncipe Tygra.

El pequeño tigre asintió, a su lado estaban los escoltas de su pueblo, quienes después de intercambiar unas miradas molestas saludaron con respeto al rey de Thundera, retirándose con demasiada rapidez, abandonando al príncipe que desde ese momento sería el hermano del futuro monarca, el futuro Tyaty, hijo adoptivo de Claudius, así como un rehén para mantener a los tigres bajo su dominio.

— Mi nombre es Jaga y él es Claudius.

Claudius se agacho también para observar al pequeño tigre, quien retrocedió un paso, pero se mantuvo firme, admirando el valor del hijo de Javan, el que desde ese momento pasaba a ser su hijo.

— Bienvenido a Thundera Tygra, yo seré tu padre y Lion-O, tu hermano.

 


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