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Ojitos grandes. por Maby de Sagitario

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Notas del fanfic:

Este fic también es parte de un homenaje por el cumpleaños de Camus que aunque fue ayer, diversas cosas impidieron que lo publicara el día que era.
También es un pequeño obsequio para los acuarianos en especial para mi muy estimada Gea de Acuario y también para la autora que me motivó a publicar Mio Shiinamachi.

 

Notas del capitulo:

Krest y Dégel son el abuelo y padre de Camus en este fic.

—¿ Me dejas quedarme aquí?
Krest apartó su vista de la pequeña escultura que simbolizaba a Bastet, diosa gato de la mitología egipcia que también regía a los nacidos bajo el signo acuario, enfocó sus orbes en las del pequeño niño para responderle.
—si.
—¡ Gracias abue...! Upsss—se tapó con ambas manos la boca temeroso—Camus lo siente.
El mayor alzó una ceja, no le gustaba que lo llamaran " abuelo", ni tampoco que le dejaran mucho tiempo a " la réplica de su hijo Dégel" a cargo. Sonaba raro, pero aún no se acostumbraba a tener un infante de cinco años merodear por todos los rincones de su casa y que le ande preguntando ¿ Cuando llegará papá?.
— ya mismo llama tu padre—dijo guardando la figura— además qué haces despierto a esta hora.
—no puedo dormir.
Lo mismo decía Dégel los primeros días en que cargaba el bultito llorón como lo llamó, tuvo que llenarse de paciencia para no pegar tremendos gritos histéricos. Dégel entraba en desesperación orillando al llanto pues Krest furioso se paraba en el umbral de la puerta zapateando a la espera de silencio.
—n-no sé que hacer...
— es tu función no la mía.
Era entonces que el joven comenzaba a llorar por lo tanto eran padre e hijo y un abuelo a punto de enloquecer.
— ayúdame...
No es que quería que su adolescente hijo sufriera, pero de todas formas nadie nace sabiendo como cuidar y criar a un hijo; los libros que leía Dégel fueron reemplazados por un tiempo por revistas especializadas en bebes y sus cuidados. La suscripción a las mentadas revistas eran más costosas que el inmenso cuarto para el niño, más valió la pena, Dégel aprendió a lidiar y asumir por completo su rol.
— te acompañaré a tu habitación— se puso de pie.
Los grandes ojos del niño se iluminaron, el casi arisco abuelo sería su compañía hasta que su padre regresara de su viaje por América.
" Por favor cuidalo... Sé que no te acostumbras... Pero eres el único que me enseñó lo que es ser padre"
Y él de buena voluntad aceptó.
—¿ Abuelo?
—hmmmm—miró al niño.
—¿ Estas bien?
Fue entonces que se dio cuenta que apretaba los puños con fuerza, inconscientemente y que tenía un tic en su ojo derecho, señales de que sufriría un colapso tal como el día en que Dégel le anunció que sería abuelo a sus 35 años recién cumplidos.
Respiró profusamente, contó hasta diez y esa sensación se esfumó.
—lo siento.
—¿ Quieres un bombón?—sacó de uno de los bolsillos de su pijama un chocolate envuelto en papel de color dorado—son buenos.
—no, son tuyos.
Pero Camus insistió.
—ya dije que no—el tic volvía a su ojo—merde...
Algo no estaba bien.
—¿ Abuelo?
Fue entonces que la tierna y dulce voz de Camus alivió esa impertinente molestia, después de andar refunfuñando y todo eso, su pequeño nieto era el bálsamo ideal. Tenía que agradecer a su hijo por aquel regalo que aunque tarde comprendió su valor, era el mejor para ambos.
—¿por qué siempre estas serio?—preguntó mientras caminaba a su lado.
" Quizás por que no quieres arrugarte antes antes de los 60..."
Su conciencia, tan impredecible que él jamás pensó en eso, en que si permanecía serio no adquiriría arrugas ni líneas de expresión.
—costumbre mía—respondió.
Respuesta satisfactoria por que el niño no volvió a preguntar.
Lo dejó en su habitación, al regresar el teléfono comenzó a sonar, por la hora supuso que era Dégel.
—Hasta que al fin llamas—fue lo primero que salió de su boca.
—vaya saludo tuyo padre—respondió Dégel.
—tu pequeña cosa de ojos grandes está durmiendo.
Dégel gruñó por lo bajo, cuando entendería que era un niño no una pequeña cosa de ojos grandes como decía. Pero sabía que era para sacarlo de quicio.
Ambos quedaron en completo silencio, sólo se oía una pequeña interrupción de la línea, Krest no sabía que más decirle no era tan conversador y Dégel bueno llamaba sólo para saber como estaban los dos.
—¿se ha portado bien?
—mucho diría yo.
— y ¿tú?
Le diría que bien, pero su único hijo lo conocía como la palma de la mano, por lo que con sólo oírlo ya sabía si mentía o no.
—casi sufro un colapso.
—lo siento—sonó culpable.
—no es nada, simplemente fue un tic nervioso—dijo para tranquilizarlo.
—entonces te dejo.... aquí ya es de día y debes descansar. Adiós te quiero.
—yo también—dijo cerrando la llamada mientras una lágrima se escapaba—es la primera vez que te oigo decir eso.
Al día siguiente, si no hubiese estado aferrado a la sábana, se caía de la cama pues el lindo niño tenía sus ojos sobre su cara escrutándolo sigilosamente.
—¡ hola!—mostró una sonrisa un poco defectuosa pues estaba en el tiempo en que los niños mudaban sus dientes de leche por los permanentes—¿ no sabes cúando vendrá mi papá?
Si tuviera una cámara fotográfica captaba la sonrisa y se la mandaba a Dégel para que le mandara una fortuna por cada diente que se le caía.
—no y levántate que pesas.
—está bien, ¡ tengo hambre!
" Santo dios dame paciencia"
—dile a Elia que te prepare el desayuno.
Palabra mágica, por lo que salió a toda velocidad.
Para Krest sería un largo día....
o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o
La única forma para no enloquecer por el estrés que le producía el trabajo era tener consigo una foto de Camus, aunque últimamente el nene no se dejaba tomar una instantánea aduciendo que saldría horroroso, quién sabe por qué. El mundo de un niño era más complicado a su parecer.
Múltiples jóvenes mujeres trataban de conquistarlo, pues lo veían joven, atractivo y que ganaba un buen sueldo como jefe de un departamento de publicidad de una reconocida empresa que tenía sucursales en varios países, sin embargo las susodichas se espantaban cuando les decía que tenía un pequeño hijo de cinco años que captaba su atención al cual había tenido a los 16 años y que no estaba interesado en nadie pues mantenía una relación a distancia con un joven griego de nombre Kardia.
Sólo Sisifo conocía de esa relación, ni Krest pues temía que su padre no aceptaría sus gustos.
Kardia estaba interesado en conocer a Camus en persona pues Dégel le había mostrado algunas fotos del niño; el griego en una ocasión le había comentado que tenía ojos grandes que lo hacían ver adorable
—¿sabes algo de tu hijo?—preguntó su compañero que al igual que él había viajado para supervisar el trabajo en las oficinas de New York, de nombre Sisifo.
—mi padre sigue diciendo que es una pequeña cosa de ojos grandes.
—en algo tiene razón, tiene ojos grandes—dijo Sísifo—pero se lo ve adorable.
Quién diría que a sus 21 años trabajaba mucho, él pensaba que a esa edad estaría tal vez divirtiéndose y tendría su primer hijo a los 35 años. Sin embargo las hormonas de adolescente en pleno desarrollo lo indujeron a tener relaciones durante una fiesta, resultado, nueve meses después tenía en sus brazos a un pequeño bebé, el cual por un momento pensó en darlo en adopción.
Los primeros días fueron difíciles, odiaba que llorara por que lo desconcentraba de sus estudios y no quería repetir el año. Krest lo obligaba a cargarlo para que se calme y aprendiera lo que era criar a un hijo, que no era cosa de niños.
Hasta que creció y ya pudo hacer más cosas entre esas trabajar o algo que le gustase.
—sólo espero que a medida de que crezca ya no tenga esos ojos—comentó interrumpiendo su monólogo interno.
—claro que no, sufrirá varios cambios así que será un bellísimo hombre—comentó sin dejar de admirar el retrato de su compañero con el pequeño—sólo ten fe.
—lo sé—puso el retrato en su sitio mientras continuaba su trabajo.
o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o
Los días pasaron, llegó otra semana y Camus se puso un poco melancólico, Krest imaginó que era por la ausencia de Dégel ya que el pequeño era muy pegado a él, era su padre y su madre.
—¿qué te pasa?—le quitó un albúm de fotos tamaño familiar.
Fue el detonante para que armara una lloradera que por poco enloquece al abuelo, pero recordó que debía actuar comprensible por lo que se puso a su altura y lo abrazó dejando que llorara libremente. El pequeño cuerpo del nene se sacudía por los sollozos, hasta que logró que se calmara un poco.
—mi cumple....snif....—se limpiaba los ojos.
" Carajo.... no es posible que te hayas olvidado"
—se olvidó de mi cumpleaños—agachó la cabeza triste—no le importo.
—no digas eso, Camus, Dégel está ocupado—trató de sonar convincente.
En eso aparece Elia quién acudió alarmada al oír el acongojamiento de Camus.
—mi hermoso niño—se acercó—¿qué te aflije?
Krest, se había dirigido hacia la sala y tomando el teléfono llamó al " olvidadizo padre", después de dos minutos esperando que le contesten, una voz de mujer le contestó diciendo que el sr. Du Pont estaba ocupado y no podía responderle. Krest le dijo que deje lo que estaba haciendo y que por lo menos recuerde que tiene un hijo....
Por el otro lado de la línea, la mujer se quedó sin palabras mientras miraba el teléfono, le tocaba interrumpir la reunión privada que Dégel mantenía con la representante de una compañía y que le había pedido que nada ni nadie lo interrumpiera.
—ya sabes que Dégel odia que lo interrumpan cuando está reunido, Cristine—dijo Sisifo deteniendo a la mujer que hacía la función de recepcionista de aquella sucursal de la empresa " Zodiac".
—su padre llamó muy molesto, sr. Marguetis.
Sísifo conocía muy bien el carácter de Krest por lo que permitió que Cristine hiciera lo que pretendía hacer. Tocó la puerta esperando la voz que le permitiera pasar, a los cinco segundos Dégel ordenó.
—disculpe, pero su padre llamó muy enojado—comenzó ignorando la fría mirada de la mujer ahí presente—dijo que no olvide que tiene un hijo.
—¿ qué pasa con mi hijo?
—se lo oía muy molesto—respondió la joven.
Por instinto miró el calendario y su sangre se heló al darse cuenta que faltaba un día para el cumpleaños número 6 de Camus y que no estaba en casa, se sintió el peor padre de la faz de la tierra. Sinceramente no sabía qué hacer.
—tengo que llamarlo, disculpa Serafina, pero debo arreglar esto—dijo buscando su celular.
En París.
—no se altere, Krest—pidió Elia.
—cuando vuelva, le enseñaré a....
Su celular sonó, su ceño se frunció mucho más.
—contestale—le dio el aparato a Elia quién sorprendida lo tomó—diga.
Dégel se afligió al oír que no le contestó ni su padre ni su hijo, supuso que algo pasaba.
—¿ que pasa Elia? ¿ dónde está Camus?
Ella miró en dirección hacia el pequeño que sostenía un libro para niños, suspiró para responder.
—está aflijido....
—por favor pásamelo—rogó.
Para poder hablar con el niño, en privado, tuvo que encerrarse en el baño por que era una conversación íntima.
—¿ si?
El tono de su voz denotaba que había llorado, se odió por aquello.
—mi niño... ¿ qué sucede?
—buuuuuu—respondió el pequeño.
—Camus... por favor dime algo—quería llorar ahí mismo.
—buuuuuuu.......
—perdóname.... te juro que trataré de estar mañana....
—no me jures.... —aquellas palabras lo traspasaron—te olvidaste de mi.....
Luego de la llamada hecha a Camus, Dégel necesitaba oír a Kardia, necesitaba desahogarse y que por lo menos le diga una palabra de aliento. Marcó su número y esperó a que le contestara.
—¿ Diga?—se oyó una fuerte y gruesa voz masculina—si eres Manigoldo, vete a la...
—soy yo-dijo alicaído.
Kardia cambió el tono al escuchar que se trataba de Dégel.
—¿ Qué sucede?
Dégel se mordió el labio inferior para no llorar ahí mismo.
—mi hijo...—hizo una pausa para continuar—Camus me odia...
Al otro lado de la línea, Kardia estaba sorprendido por esas palabras, un niño de 5 años no podía odiar a su padre, esas palabras dichas en un momento de debilidad eran por que tal vez el pequeño estaba molesto por algo, pero no era que lo odiase.
—tu hijo no puede odiarte, Dégel.
—mañana es su cumpleaños y no sé si estaré ahí... Lo peor es que me dijo que me había olvidado de él...—su voz se quebró—mi padre también está molesto conmigo.
El griego deseó estar a su lado para abrazarlo y besarlo como las pocas veces en las que podían verse, el continuo ajetreo, el trabajo de los dos y la distancia, no les permitía compartir muy seguido.
—¿ Qué hago?
—primero calmate, segundo deja de decir que te odia él simplemente está molesto y tercero haz el trabajo que tengas que hacer lo más pronto que puedas, para que mañana aunque sea en la noche, puedas estar con él en su cumpleaños—sugirió el griego—te digo esto basado en mi experiencia con el mocoso de mi hermano que es varios meses menor que tu hijo.
—yo sabía que podía contar contigo—murmuró más aliviado—gracias.
—lo sé amorcito—canturreó con sensualidad ocasionando que el joven galo se ruborizara—cuando nos veamos llevaré al terremoto que tengo por hermanito.
—tu abuela no te dejará.
—yo sé como convencerla—dijo con picardía.
—está bien, entonces yo voy a seguir con lo mío—no quería despedirse de Kardia pero ya había cogido mucho tiempo de su hora de trabajo—¡ Descansa! Te amo.
—yo también te amo. ¡ Adiós!
Dégel salió a toda velocidad hacia el escritorio de Cristine a la que solicitó que reserve un boleto para esa misma noche hacia París, ella acató la orden, sin embargo después de media hora le comunicó que no habían boletos para esa noche, Dégel golpeó fustrado el escritorio, no era posible.
—no, tiene que haber para hoy....
—lo siento, sr. Du Pont—dijo Cristine apenada.
—aunque sea uno a las cuatro de la mañana—dijo apremiando a la joven mujer.
Así fue, Cristine reservó el boleto para la hora mencionada, Dégel trabajó sin descanso hasta las 10:00 PM, dormiría hasta las dos de la mañana para poder ir al aeropuerto a las 3:00 AM y tomar su vuelo a las 4:00 AM para estar en París en la mañana.
Aeropuerto Jonh F.Kennedy, 3:30 AM.
Su equipaje estaba más pesado, pues traía consigo varios obsequios para su petit al cual esperaba abrazar y estrechar en sus brazos, decirle un " feliz cumpleaños, mom amour". A su lado pasaron varias parejas con sus hijos, le llamó la atención un pequeño cuyo tono de cabello era similar al de Camus, al mirar más de cerca al chiquillo comprobó asombrado que era igual al pequeño sólo que con el cabello más corto.
—el mundo es pequeño—dijo para si.
—¿disculpe?—preguntó la madre del niño—¿pasa algo con mi hijo?
—no, es sólo que se parece a mi hijo.
—¿ es padre soltero?
—si.
La mujer sonrió enternecida, era raro ver hombres siendo padres solteros generalmente eran mujeres, pero comprobó que había hombres que asumían esa responsabilidad.
Por el altavoz anunciaron que los pasajeros con destino a París-Francia abordaran tal puerta, Dégel respiró aliviado. Revisó por última vez su celular antes de apagarlo durante el vuelo, nada, el buzón de mensajes vacío, sólo la agenda que le recordaba que ese día era el cumpleaños de Camus.
—voy a cumplir mi promesa.
Estaba tan cansado por trabajar hasta tarde, por lo que apenas halló su asiento correspondiente cayó rendido por el sueño.
o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o
A esa hora hacía 6 años, el sueño se le había esfumado cuando a su casa llamaron diciendo que el bebé estaba por nacer, la madrugada era lluviosa por lo que agradeció que hubiese un servicio de taxi que los trasladara hacia el bendito hospital.
Ni siquiera cruzó palabras con los abuelos maternos del futuro Du Pont, pues al enterarse que pretendían desligar de la responsabilidad a su hija dándole todo el peso a Dégel hizo que odiara a esa familia.
Dieron la cinco de la mañana y el médico anunció que había nacido un lindo varón con excelente salud, para él fue suficiente, por lo que abandonó la sala de espera esperando que Dégel asumiera su responsabilidad.
—¿ no quiere conocer a su nieto?—le preguntó una enfermera.
—tengo mucho tiempo para conocerlo—fue su respuesta.
Dieron las ocho de la mañana y al fin Dégel le comunicó que podrían llevarse al bebé a las 24 horas, pues lo tendrían en observación para descartar cualquier cosa. El muchacho estaba muy cansado, con ojeras por lo que le hizo bien en dormir un rato pues tenía que regresar al área de neonatos pues un funcionario iba a registrar la identidad del pequeño, la familia de la mamá del infante había manifestado su desligamiento tanto físico como material del bebé.
—¿ cómo quisieras que lo llame?—preguntó con ilusión.
—puedes llamarlo como tu escritor favorito—dijo anotando en un papel varias cosas—tú eres su padre, el que elijas está bien para mi.
—¿ estás molesto?—preguntó cohibido.
—no, sólo cansado.
Dégel suspiró aliviado mientras terminaba su desayuno.
Cuando el niño estuvo en casa, ahí comenzó todo el trabajo, a veces Dégel rompía en llanto por las severas reprimendas que le mandaba hasta que lo logró y todo fue paz y tranquilidad.
Ahora lo tenía durmiendo sobre su espalda, calmarlo fue una larga tarea desde lecturas de cuentos hasta una copa de helado de vainilla, si le daban mucho dulce se ponía hiperactivo y permanecía toda la noche despierto haciendo ruidos con los juguetes que eran muchos, enterrarse en ellos y que la mascota de la casa un perro llamado Puppy le mordiera los pies y las manos.
Amaneció y contento se levantó, era el día de su cumpleaños.
Elia tenía planeado llevarlo a dar un paseo, comprarle el regalo por parte de Krest y suyo, sólo esperaba internamente que Dégel llegara ese día, Camus lo merecía.
—¿ qué me darás hoy Elia?—preguntó sentándose en su lugar.
—lo que quieras mi pequeño—dijo sacando varias tazas, platos y vasos.
—¿puedes hacerme un emparedado gigante?
—te vas a empachar, Camus—dijo Krest entrando a la cocina ya cambiado de ropa—no quiero ver llorando a tu padre por los rincones porque estás enfermo.
En vez de entristecerse, el lindo niño obvió que su padre no estaba ese día.
—y...¿ si lo compartimos?—sugirió.
—si no acepto me obligarás....
—sip—dijo entrecerrando los ojos mientras hacía esa sonrisa defectuosa que por poco infarta a Krest.
—cuando termines, nos vamos a ese lugar donde te gusta estar—dijo ganándose otra sonrisa.
En vista de que Krest se llevaría al pequeño, Elia decidió preparar un delicioso pastel de vainilla y chocolate para celebrarle en la noche su onomástico, pero antes llamaría a Dégel para preguntarle si llegaría a tiempo.
En algún centro comercial de París.
Mujeres de toda edad se detenían fascinadas a admirar a Camus que iba muy feliz de la mano de Krest que se erguía orgulloso, algunas lo piropearon y otras le dieron besos ocasionando que el nene se ruborizara hasta las orejas. Krest no fue la excepción.
—eres la sensación—comentó.
—a mi papá también le coquetean.
—no lo dudo—murmuró mientras era jalado por Camus hacia una librería.
Montañas de libros para niños menores de diez años, era el mundo, el parque de diversiones de Camus Du Pont que tomaba uno, otro, soltaba ese y tomaba otro mientras era seguido de cerca por Krest que fingía distraerse con libros de filosofía.
—mira—le mostró uno—es " El Principito".
—no tenías ese—dijo Krest mirando la portada.
—no, pero quiero este y varios más que vi—puso sobre una mesa como cinco libros entre esos de destrezas, idiomas y de cuentos.
—eres muy avanzado para tu edad.
—¿ qué es eso?
—que no eres como los otros niños, eres diferente y único—una sonrisa discreta se dibujó en el lozano rostro de Krest—y espero que tu padre aparezca hoy.
—¡ claro! bueno le cerré el teléfono ayer y creo que está molesto—su semblante cambió a melancolía—pero me prometió que vendría.
—lo hará—llevó los libros hacia la caja para pagarlos.
Luego se lo llevó a comer dulce, eso sí sin excesos por que despúes saldría corriendo en círculos muerto de risa y no podría controlarlo, suficiente con todas las experiencias pasadas como para que una nueva vuelva a repetirse, una vez Puppy fue blanco de las travesuras de Camus pues el niño bajo los efectos del azúcar había echado varios botes de gel para cabello sobre el pobre perro cosa que el canino parecía erizo. Hicieron muchas cosas ese día que ni notaron que les cogió la noche.
De regreso, una sorpresa esperaba a Camus.....
Dégel estaba ahí.
Haciendo pucheros el lindo nene se abalanzó sobre su joven padre que emocionado lo estrujó contra su pecho, no importaba a qué hora había llegado sólo importaba que ya estuviera ahí a su lado.
—creí que no vendrías y que.... te habías olvidado de mi.
—nunca, entiendes, nunca pasará eso, por que yo te amo más a que a mi vida.
Camus asintió con sus ojitos inundados de lágrimas, Dégel enternecido se secó con la manga de su camisa el manantial que amenazaba con salir, luego del breve intercambio de palabras, Dégel se dirigió a Krest que observaba en silencio.
—¡gracias por cuidar de él!
—era lo menos que podía hacer por la cosita de ojos grandes—esto último lo dijo con ironía.
—¿qué me trajiste, papi?—se agarró del pantalón.
—¿ya se le cayeron los dientes?—preguntó tomando la barbilla y revisandole la boca espantado.
—si, por ahí tiene unos permanentes que están saliéndole.
Para que su padre no se desmaye por los huecos en su boca, Camus había tomado unos chicles sin azúcar, los había mascado y los había acomodado simulando que eran dientes. Su mente era un remolino de ideas, Dégel estaba orgulloso de él por que era su petit, su única verdad....
Más tarde.
Múltiples cajas, fundas de regalos estaban dispersas por toda la habitación de Camus, desde ropa, juguetes y libros. Cansado se había dormido sobre el regazo de Dégel quién acariciaba sus cabellos con ternura.
Viajar en la madrugada desde New York hacia París había valido la pena.
—no hay nadie como tú—besó su frente—te amo....
Luego de esas palabras, Dégel cogió su celular y envió un mensaje a Kardia con las siguientes palabras.
" Tenías razón, sólo estaba molesto.
gracias por tu apoyo... te amo"
A los pocos segundos Kardia respondió.
" Disfruta este día con él.... yo también te amo"
Para un dormido Camus, ese había sido el mejor día de su vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que te guste linda n.n


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