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Would you like to be my Valentine? por BombayLove

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Notas del fanfic:

Nota: En esta historia, Ryo dice que Tatsu tiene un peinado horrible que después se encargó de hacer desaparecer xD Les dejo una imagen en la que están ambos peinados xD

Notas del capitulo:

Llegando tarde a una fiesta de ex compañeros de secundaria, Ryo conoce al primo de un ex compañero, con quien termina saliendo de aquella reunión al encontrarse ambos sin ningún tipo de plan para pasar San Valentín.

No estaba del todo seguro si había sido una buena idea asistir a aquella reunión de ex compañeros de secundaria, pasar la noche con ellos y, para colmo, parte del día siguiente: San Valentín.

Debido al trabajo, las relaciones amorosas escaseaban en su vida. Para lo único que vivía era para trabajar y, medianamente, para comer algo decente si es que aún tenía ánimos de hacerlo cuando llegaba a su casa. Y ahí sí que debía revisar el grupo de chat que mantenía con su trabajo, si es que ellos requerían su presencia en el mismo (o sea, nunca); aunque solían ignorarlo hasta el punto de olvidar que él estaba en el mismo grupo que ellos. Siempre encontraba un mensaje dedicado a él, otra persona que le recordaba que él sí estaba en el grupo, y, después de eso, la persona en cuestión que le pedía disculpas… aunque a la noche siguiente volviera a cometer el mismo error.

Claramente, pasaba desapercibido en su trabajo, pero, aunque sospechara que en aquella reunión iba a suceder exactamente lo mismo, cuando el chofer llamó su atención para avisarle que habían llegado al lugar de destino, se dio cuenta que era demasiado tarde para regresar.

— Muchas gracias — Le dijo al chofer, dándole un par de billetes.

Al descender del vehículo se dio cuenta que el frío empezaba a colarse en sus huesos. Al levantar la vista, sintió cómo un pequeño copo de nieve se posó sobre su nariz, dándole cosquillas. Tras rascarse con la palma, alivió aquella incomodidad y cruzó el umbral que lo separaba de su juventud.

Habían pasado un poco menos de diez año pero, aún así, mientras caminaba en dirección al salón alquilado por el grupo, se dio cuenta que en su vida después de la graduación, no tuvo demasiadas variaciones. Al entrar al lugar se dio cuenta que había llegado un poco tarde.  Donde alcanzó a llegar con la vista, vio que todos los presentes no sólo estaban todos acompañados, sino que, todos estaban sobre la pista de baile, dispuesta entre las mesas y el buffet.  Suspiró sonoramente y tras dejar su sobretodo colgando sobre su silla, se sentó en torno a la mesa número 5. Se cruzó de brazos y tarareó la canción que estaba sonando.  

— ¿El señor desea algo para beber? — Le preguntó un mozo salido de quién-sabe-dónde, haciéndolo asustar.

— Cerveza, por favor — Le dijo al muchacho.

— Enseguida.

Cuando el mozo volvió sobre sus pasos, reparó en la presencia de alguien a quien nunca antes había visto en su curso. Sorprendido, se levantó de la silla y se acercó a él.

— Buenas noches — Le dijo, ocasionando que el muchacho en cuestión lo mirara reiteradas veces hasta terminar por prestarle atención.  

— Buenas noches — Fue su respuesta, con un débil movimiento de cabeza —. Ah. ¿Quieres? — Le preguntó, extendiéndole una caja de chocolates con forma de corazón a medio comer.

— Tengo uno — Le dijo el aludido, enseñándole un chocolate que hasta él mismo podía comprar en cualquier tienda.

— ¿Del trabajo?

— Todos pusieron un poco de dinero…

— Realmente te odian — Le dijo el muchacho, antes de comer otro chocolate.

— Lo sé — Al darse cuenta que la conversación no iba a ningún lado, decidió ser él quien la siguiera —. ¿Es de parte de tu novia?

— Mi hermana.

— Uh. Lo siento.

— Aquí tiene su cerveza, señor — Dijo el mozo.

— Gracias.

— Ah… ¿Me trae una para mí también?

— Por supuesto.

— Y…, ¿con quién viniste?

— Vine a acompañar a mi primo.

— ¿Se podía traer acompañantes?

— Estaba en la tarjeta…

Sin creer en sus palabras, abrió la tarjeta que estaba en el bolsillo de su pantalón y la leyó. Cerró los ojos con fuerza y esbozó una sonrisa al darse cuenta que aquel desconocido estaba en lo cierto.

— Tienes razón…

— Oye, puedes sentarte. Ya pagaste la silla…

— Sí, pero no la de esta mesa.

— Corre por mi cuenta.

— Gracias — Bebiendo el frío néctar ambarino que aún en aquella fría estación le gustaba y, siendo acompañado por aquel desconocido con un raro peinado cuando el mozo le llevó su bebida, se dio cuenta que ambos habían pasado casi cinco minutos o dos canciones, mirando a las parejas bailando uno abrazado al otro —. Nishikido Ryo — Soltó, mirándolo. El aludido se acercó escasos milímetros a él, haciéndole una seña —. Mi nombre…

— Ah. Okura Tadayoshi.

— Encantado.

— Lo mismo digo.  ¿Qué fue de su vida en estos años?

— ¿Eh? — Preguntó Ryo, con una sonrisa.

— Todos se lo van a preguntar cuando vuelvan a sus asientos. Lo mejor es que esté preparado y arme una buena historia acerca de por qué vino solo.

— ¿Divorcio?

— No, van a preguntarle por qué le metió los cuernos.

— Qué amable…  ¿Viudo y con hijos?

— ¿Quiere ocasionar divorcios entre sus propios compañeros? — El aludido le sonrió —. No hay nada más atractivo para las mujeres que un padre viudo… o soltero… o solo en su casa sin su mujer…

— ¿Y cómo sabes tú todo eso? ¿A ti por qué te dejaron?

— A mí nunca nadie me dejó…

— Claro…

— Mi última pareja… había sido mi musa…

— ¿Eh…?

— Soy pintor.

— Ah… Me di cuenta por el peinado — Tadayoshi se sonrió —. Caímos en el típico amor entre un artista y su musa, y… bueno…

— Cuando las cosas se estaban poniendo candentes, se separaron.

— Eso fue después de lo candente….

— ¿Problema disfuncional?

— Me di cuenta que me estaba usando.

— ¿Después de lo candente? ¿En serio? Ahora vas a decirme que te arrepentiste.

— Tampoco es que haya sido algo de otro mundo…  Salaryman?

— ¿Perdón? — Repreguntó Ryo, sonriéndole y mirándolo.

— Hasta me atrevo a decir que ese traje lo compró ayer.

— ¿Eres vidente o algo así?

Tadayoshi le enseñó un pequeño papel.

— Sólo leí la factura que dejó caer de mientras buscaba la invitación.

— Por favor, no me delates.

— Esto es aburrido, ¿no?

— ¿Qué cosa? — Le preguntó Ryo, después de unos minutos.

— Todo esto… Antes de que Nishikido-san viniera pensaba en eso… ¿Por qué está gente se reúne para conocer la vida de alguien cuya existencia no le importó hace cinco años? ¿Por qué reunirse con una persona que no te ha importado al siguiente año de haberse graduado? No tiene sentido. Vámonos de aquí.

— ¿Adónde?

— No lo sé, aún faltan unas horas para el 14, y hasta podríamos pasarlo en un hotel, ¿no lo cree?

— ¿En un ho…? Espera, un momento.

— Nunca he ido a uno de esos — Reconoció, haciendo memoria.

— Con una condición.

— ¿Cuál?

— Sólo… córtate ese cabello…

— De acuerdo — Dijo el aludido, llevando la melena rizada que colgaba cerca de su rostro  por detrás de sus orejas. Tadayoshi terminó de un sorbo su bebida y le extendió su mano a Ryo.

— Ah… Espera, voy por mi sobretodo.

— Conmigo no va a necesitarlo, vamos — Le dijo Tadayoshi, agarrándolo de la mano y sacándolo casi a la rastra del lugar. El golpe dado con la puerta para cerrarla a sus espaldas, sorprendió al encargado que estaba al lado de la misma —. Lo siento…  Se me fue la puerta — Reconoció, con una media sonrisa —. ¡Ah! Disculpe —Llamó su atención, volviéndose al encargado sin soltar la mano de Ryo —. ¿De casualidad sabe dónde hay una peluquería por aquí?

 

Mientras Tadayoshi se cortaba el cabello para aparentar que era cualquier cosa, menos un artista, Ryo pensaba en la extraña sensación cuando la mano de aquel desconocido tocó la suya.

— Ya está — Al reconocer aquella voz, Ryo levantó la vista, pero frente suyo, descubrió a un desconocido aún más desconocido para él —. ¿Qué? ¿Me quedó mal? — Preguntó Tadayoshi sonriendo tímidamente. Ya no había nada extraño con su cabello. Corto y ya seco, su color azabache brillaba como nunca.

— No, no, para nada. Te quedó perfecto — Agregó, levantándose de su asiento —. Muy bien. Y ahora…, ¿adónde vamos?

— ¿A un hotel?

— ¿Hace falta que lo digas en voz alta? — Le preguntó Ryo.

— Lo siento, Nishikido-san.

— No hace falta que me llames por mi apellido. Está bien si me dices Ryo.

— Está bien, Ryo-chan.

— Bueno… Tampoco tanta confianza.

Al salir de la peluquería, ambos se dieron cuenta que la temperatura había bajado unos buenos grados. Ryo se abrazó a sí mismo, tiritando un poco, sin darse cuenta. Tadayoshi lo miró sorprendido y al mismo tiempo, sonriendo.

— Aquí tiene — Le dijo, después de sacarse su sobretodo y colocarlo sobre el cuerpo del morocho.

— No, no, no. No hace falta, en serio.

— Si quiere,  podemos compartirlo, ¿qué le parece?

Caminando por las blancas veredas, aunque todavía era 13 de Febrero, el aroma al chocolate y al día de San Valentín podía olerse a leguas. Muchas personas que pasaron a su lado, se detenían para mirarlos y, hasta una pareja de estudiantes, les preguntó si podían sacarse una fotografía con ellos.

Y es que no era para menos, ya que, pese a estar compartiendo ambos un mismo sobretodo, Tadayoshi rodeó la espalda de Ryo hasta llegar a su hombro y eran fácilmente confundidos con una pareja aún siendo ambos del mismo sexo. Al mismo tiempo, por esa misma razón, no lograron hallar un lugar donde poder hospedarse durante la noche.

— Creo que tendríamos que ir volviendo a casa — Reconoció Ryo, tras examinar la hora en su reloj.

— Vamos a la mía.

— ¿Eh?

— No queda tan lejos de aquí. Además no traje dinero para el taxi.

— Yo — Su acompañante estaba a punto de acotar algo, pero al tantear su bolsillo, se dio cuenta que no tenía nada ahí y, es más, que ni siquiera era su sobretodo el que estaba alrededor de su cuerpo —…  La billetera estaba en el sobretodo…

— No se preocupe, vayamos a mi casa y, desde allá llamo a mi primo para que se lo lleve a su casa.

— Está bien. Gracias — Le dijo el aludido, con una media sonrisa.

— Ah, antes de que cierre…, ¿puede sostener esto?

— Sí… ¿Adónde vas?

— A comprar víveres.

— Estás yendo a una pastelería, ¿lo sabes? — Le preguntó, alzando la voz a medida que Tadayoshi se alejaba cada vez más de él.

— ¡Claro que lo sé! — Vociferó el más alto a lo lejos, lanzándole un beso luego.

Ryo se sonrió, pensando que de haberlo tenido de compañero en la secundaria, al menos  habría sido todo un poco más ameno.

Volvió la vista al cielo, y, una vez más, un copo de nieve cayó sobre su nariz, haciéndolo sonreír.


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