¿Qué hay dentro de ti? ¿Odio o amor?
Sus dedos se deslizan desde su barbilla, bajando por su garganta y terminando en su pecho. Lo presiona, pasa de ser un dedo a ser sus manos. Lo deja sin aire, lo ahoga. Lo quiere muerto, se ríe tanto que lo odia.
Lo estaba matando, nada de eso era broma, pero él se atrevía a reírse. Acercó sus manos a su garganta, la envolvió e intentó de nuevo, ahí podría ser más fácil salir exitoso en su misión.
Pero nada; hizo una rabieta. No podía matarlo, se rindió. Gigante, monumental mierda que era su vida, que era él.
Luffy se iba a morir, estaba enfermo. No sabía siquiera el nombre de su enfermedad porque se habían tomado el lujo de ocultárselo durante todo este tiempo y tampoco lo sabría; Ace, su abuelo y Sabo se lo negaban.
Se había enterado porque los escuchó hablando de ello. No le quedaba nada, por nada se refería a menos de un mes… dos semanas, exactamente.
Sabo, hermano suyo, intentó endulzarlo con mentiras para que se muriera feliz, pero todo era un esfuerzo en vano. No le creía ni una sola palabra. Mentiroso asqueroso, era de lo peor. Manipulador, deshonesto, antipático y toda clase de adjetivos horribles… ¿Por qué se esforzaba tanto por ocultarlo tras una falta de respeto tan sinvergüenza como sonreírle?
Le dio un puñetazo, se lo estampó con el fin de reventarle el pómulo derecho, cosa que hubiera funcionado si él no estuviera moribundo. Sabo seguía sonriendo, ¿se suponía que eso lo animara?
—Quiero que te mueras, muérete conmigo. Hundámonos juntos.
El rubio lo toma del cuello y por la espalda; no pesa, está flaco… es definitivo, la muerte tocará a la puerta en breve y se lo llevará. Es una pena, le hubiese gustado disfrutar más tiempo con él.
—¿En serio quieres que me vaya contigo? —besó sus mejillas, primero. — Me iré contigo. Lo prometo. —los demás besos fueron en lugares al azar de su rostro menos los labios.
—No te atrevas a mentirme de nuevo, Sabo, bastardo mentiroso. —se le hacía muy incómodo hablar. Se le hacía todo tan idiota. — Deja de babearme la cara, por algo tengo boca.
—Sí, sí. —un tierno beso, el último, lo plantó en sus labios con tanto cuidado y delicadeza que no se parecía a ninguno de los besos que se habían dado antes. Era como sentir una pluma.
Ah, por un demonio. Luffy no tenía las fuerzas como para enredar sus piernas en la cintura de su hermano, quería follar, un último encuentro. Le quería decir cosas sucias, luego se cansaría, dormirían y despertaría bien; pero no. Si intentaba siquiera moverse un poco más, aunque fuera un poco, desataría un dolor incomprensible: ya lo habían intentado, era imposible.
Su último deseo, fue en cambio, que lo tomara de la mano. Que él mismo sintiera como su temperatura bajaba y subía irregularmente y, para el momento en el que finalmente vio blanco, fuera única y exclusivamente Sabo quien sintiera cómo su alma se escapaba de esa carcasa llamada cuerpo.
¿Cuál era el fin de todo esto? Que se apiadara de Luffy y se fuera con él. Que cumpliera su promesa, porque Luffy lo conocía y dudaba de él.
A fin de cuentas, lo cumplió pegándose un tiro en la cabeza y es ese, mi estimado, ese es nuestro final feliz.