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La hermosa espuma del mar. por TrancyAlois

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Notas del fanfic:

Es mejor tarde que nunca. Y además no estaba decidida que cuento infantil adaptar. 

De cualquier forma espero que les guste. 

 

Notas del capitulo:

De antemano una mega disculpa por algún error ortográfico posible, no tengo beta-r y además lo hice desde el celular.

Había una vez, un hermoso tritón que le gustaba nadar a lo largo y ancho del inmenso e interminable mar. Vivía bajo las profundidades de aquel lugar, esa siempre había sido su casa y ahí es donde siempre debía permanecer.

Era el hijo mayor del rey; el primogénito, el futuro heredero del trono y el que seguiría el legado. Aoi, el príncipe del mar. Vivía rodeado de su familia conformada por Reita, el rey; y Ruki su hermano menor; el ejemplo a seguir de otros tritones y sirenas. Tan leal a su padre y sus leyes, tan obediente... Tan contrario a él, que muchas veces pensó que Ruki merecía ser el futuro rey.

Aoi disfrutaba su vida, mientras que su hermano se quedaba a lado de su padre, Aoi prefería explorar la superficie y divisar los barcos que atravesaban su hogar. También le fascinaba jugar a las carreras con los delfines y mostrarles la clara diferencia de tener cola y brazos. Y su pasatiempo favorito era descansar en una gran piedra para peinar sus lacios y negros cabellos, y ver reflejada la luz de la luna llena en su preciosa coleta negra; que más de uno envidiaba en aquel reino.

 

***

Tiempo después, el reino marino estaba de fiesta, Ruki el príncipe cumplía la mayoría de edad y como regalo podría visitar la superficie después del festín. Aoi como un buen hermano mayor, le guiaría y le daría algunas instrucciones; al contrario de él, que nadie le había mostrado el camino. Aprovecharía la oportunidad de mostrarle a su padre cuan responsable podía ser; y de paso se olvidaría de tan aburrida fiesta.

Espero sin mucha paciencia que su querido hermano le indicará la hora de partir. El rey estaba muy contento y muy orgulloso de sus hijos; y pronto dio fin al evento para que el segundo al trono visitara la superficie.

Aoi lo tomó de la mano y emprendieron marcha hacia lo desconocido. Al fin Ruki sabría porque su hermano prefería estar arriba y no entre las paredes de coral del castillo.

Nadaron un buen tiempo, y cuando salieron en su rostro se reflejó la luz brillante de la luna llena y un puñado de puntos blancos que le hacían compañía. Aoi sonrió. Ruki soltó la mano del mayor y empezó a explorar por su cuenta. Aoi fue en busca de la gran piedra donde solía sentarse la mayor parte del tiempo, iría a peinar sus cabellos en lo que su hermano exploraba ese espléndido lugar. Lo vio nadar más lejos de lo que él solía, pero no advirtió nada pues aún estaban a gran distancia de la orilla del mar.

El tiempo pasó y Ruki no mostraba interés en querer regresar al castillo, le gustó estar ahí, al igual que Aoi había quedado encantado, el aire fresco acariciando su blanca y nívea piel, le gustaba ver las luces centellantes en ese manto nocturno infinito e interminable. Le gustaba todo de ahí.

Regreso con su hermano que movía su cola de forma traviesa en las olas marinas, cantaba bonitas canciones con gran melancolía y en sus ojos negros brillaba la luna.

A lo lejos se veía un barco y en un instante se oyeron ruidos estruendosos. Ambos saltaron al agua, asustados pero con la curiosidad reflejada en sus rostros. Asomaron la cabeza y descubrieron que tras esos estallidos brillaban muchas lucecitas de colores que caían hacia el mar. Un espectáculo bonito y que ni siquiera Aoi había presenciado en sus escapadas nocturnas. Se quedaron ahí mirando los fuegos artificiales y tan concentrados estaban que no notaron la cercanía de aquel barco desconocido.

Aoi pronto salió del trance que lo mantenían las coloridas luces y advirtió peligro a su hermano al escuchar la voz grave e hipienta de los hombres a bordo. Ellos también celebraban algo pues lanzaban hurras y seguido el nombre de Kai.

Ruki sabía que Kai era el príncipe de la isla próxima, lo sabía porque su padre se lo había contado cuando había cumplido los 11, y eso fue digno de mención porque ellos eran de la misma edad. El pelinegro por el contrario no tenía la menor idea de quien se trataba, pero ver a los hombres tambalearse cerca de la orilla del barco le erizó la piel; de imaginarse que alguno de ellos caería al agua y los viera suponía un gran problema para su reino.

Intentó convencer a su hermano de regresar al castillo, pero se negó; alegó que quería estar más tiempo disfrutando de las olas. Aoi refunfuñó y dijo que iría por su padre para que lo convenciera de regresar. Su zambulló en el mar dejando pequeñas ondas y Ruki se sintió bien.

El cielo se fue espesando de densas nubes grisáceas que amenazaban con abatir el cielo y también el mar. Y así fue.

El viento sopló fuerte hasta hacer un remolino en el agua. El barco empezó a zarandearse de forma violenta, los marineros gritaban y corrían de un lado a otro, ataban cuerdas y se intentaban agarrar de lo que tenían más a la mano. El príncipe Kai también estaba en cubierta, y entre gritos, ajetreo, el aire, y el movimiento lo arrojaron al mar.

Nadie excepto Ruki se dio cuenta que había caído. Kai sabía nadar, pero no en esas condiciones. Se le complicaba mantenerse a flote y de un instante a otro, su cabeza se dejó de asomar de entre las olas.

Ruki muy asustado fue en su rescate. Nado hasta donde lo vio por última vez y se sumergió en el océano. Lo encontró inconsciente mientras su cuerpo era arrastrado al fondo marino; con mucho esfuerzo lo tomo de los brazos y nado con el acuestas hasta la orilla de la isla. Se quedó con el hasta que la tempestad pasó, la embarcación había perdido el rumbo y ya no se veía en el horizonte. El príncipe estaba solo.

Por la mañana Kai abrió los ojos, confundido y muy aturdido; y frente a él vio una cara redonda y bonita; pero cuando se incorporó ya no había nadie; tan sólo la arena y el mar frente a él.

Camino sin rumbo un par de horas para esclarecer lo acontecido, pero tan sólo rondaba en su mala memoria el agitado oleaje y después ese hermoso rostro.

Ruki había regresado a tiempo al mar antes de ser visto. Por nada del mundo le iba a fallar al rey; por lo menos no como tritón. Pero había un gran inconveniente; se había enamorado del príncipe Kai.

¿Qué le diría a su padre? Nada, no tenía que dar explicaciones acerca de sus sentimientos; pero no podía ver de nuevo al príncipe con mitad cuerpo de humano y mitad coleta de pez.

Volvió muchas veces a la misma orilla con la esperanza de ver a su amado príncipe, pero pasaron muchos días y nada que apareciera. A Ruki se le iba la vida en cada suspiro hueco que lanzaba al recordarlo. Aoi lo desconocía, ya no era el joven príncipe que cantaba hermosas canciones y que se la pasaba con el rey. Incluso él que visitaba la superficie desconocía el hecho por el cual su hermano estuviera tan afligido.

Un día decidió abrir su corazón con su querido hermano. Su pena y sufrimiento eran tan grandes que ya no podía con ello. Le contó todo lo sucedido con lujo de detalle, y Aoi asustado de lo que podía pasar, advirtió severamente en no visitar al brujo del océano, Ruki debía permanecer en el mar, porque ese era su verdadero y único hogar; pero aun así le prometió guardar el secreto.

Pasado el tiempo Ruki hizo exactamente lo que no debía. Visitó al brujo del mar: Uruha. Nadie sabía cómo había llegado ahí, pero todo el mundo le temía y  acudían a su castillo cuando de magia se trataba. Ruki sabía que Uruha le podía ayudar a conseguir unas piernas; lo que no sabía era el precio.

— Se lo que quieres —habló el brujo en cuanto lo vio en su palacio. — ¿Pero sabes acaso la tontería que deseas por algo que no eres?

— Pues no me interesa —habló confiado.

— Entonces te diré lo que has de hacer. Bebe esta poción y tu coleta se hará un par de piernas con las que podrás andar en la tierra —extendió un frasco color ambarino y sonrió. Después de que la bebas jamás regresaras a ser tritón, si el príncipe se enamora de ti entonces te convertirás en humano, pero si él se llegase a enamorar de otra persona que no seas tú, te harás espuma de mar el día de su boda.

Ruki no retrocedió. — ¿Aun así crees que merece la pena?

— ¡Sí! — respondió seguro.

— A cambio de la poción quiero tu dulce voz.

— Pero ¿entonces como enamoraré al príncipe?

— Con tus encantos querido y con lo que le puedas transmitir con esos preciosos ojos marrones.

— De acuerdo.

Uruha le dio el frasco y le quitó la voz; después de tomarse hasta la última gota, cayó en la inconciencia.

Despertó en la orilla del mar donde había dejado a Kai hace mucho tiempo; con éste mirándolo de manera extraña. Le pregunto quién y de donde era; pero Ruki no pudo contestar, tan sólo lo miró amable.

Kai lo tomó del brazo y lo llevó a su castillo; Ruki sentía morirse con cada paso que daba; un dolor insoportable le aquejaba en las piernas, como si le enterraran millones de agujas y espinas. Pero no le importó.

En el palacio lo vistieron con finas telas y lujosas joyas; era el joven más apuesto y encantador de todo el reino; pero no podía hablar y mucho menos cantar. Cuanto extrañaba tararear esas canciones que cantaba entre las paredes de su habitación; pero el príncipe le había dicho que nunca había visto un hombre como él y que deseaba que se quedara por siempre a su lado; así que nada importó.

Aoi regresaba a la orilla a visitar a su hermano. Nunca le reprochó nada; por el contrario le cantaba tristes canciones que le remontaban a los tiempos que vivía con los suyos. Le contaba sobre el reino y su padre; y de lo mucho que quería que regresara con ellos. Ruki entristecía y lloraba amargamente por haber abandonado a su familia. Su hermano lo consolaba y le decía que mientras él lo amara nada malo pasaría; pero el pelinegro más que nadie sabía que nada bueno pasaría y por cuenta propia buscaba la solución al problema de su querido hermano.

El tiempo seguía transcurriendo y Ruki no veía el día en que el príncipe le pidiera en que se casaran. Sabía que su amor por él crecía con cada gesto o acción que realizará.

Un buen día que salieron a dar un paseo por el reino, Kai le confesó un secreto.

— Verás —habló cuando atravesaban un campo de flores. — Hace tiempo que te quiero, sin embargo no te puedo entregar mi amor. Sé que tú me quieres por la forma en que siempre me miras; pero le debó mi vida a esa mujer que me salvó cuando caí del barco.

Ruki lo miró triste y sorprendido; no esperaba que recordara que él era quien lo había salvado; pero tampoco que su amor no fuera correspondido y a cambio le hablara de esa mujer. Le platicó sobre los planes de su boda y de lo feliz que estaba por tenerlo a su lado; era imprescindible que Ruki presenciara ese acto de unión, porque para Kai era como un hermano.

Pasaron dos meses más y los preparativos para el festín estaban terminados; al día siguiente se celebraba el matrimonio de los príncipes y se ganaba una nueva alianza entre reinos. Ruki visitó el mar y lloró al pensar que regresaría a él en forma de espuma. Después de un rato vio a lo lejos a su querido hermano; su hermoso cabello negro había sido cortado.

— Hice un trato con Uruha, si yo le daba mi cabello él me daba este puñal —le extendió un pañuelo con una daga. —Si se lo clavabas al príncipe antes de que amanezca, tu cola regresará y volverás al castillo con nosotros —luego desapareció entre las olas.

Ruki regresó al palacio, caminó hasta la alcoba de Kai y lo miró dormir tranquilamente. Empuño la daga con ambas manos, y luego la arrojó por la ventana. No podía hacerle eso a la persona que más amaba. Él sabía desde el inicio el riesgo que llevaba perder su cola por un humano, y lo había aceptado. Hacerse espuma era su destino.

Al día siguiente se efectuó la ceremonia. Los recién casados estaban tan felices que jamás notaron la ausencia de Ruki. Él había sido devuelto a su hogar y donde quiera que estuviera les deseaba prosperidad en su vida y en su reino.  

***

— ¿Ese fue el fin? —preguntó su pequeño sobrino. — Pensé que Ruki sería feliz siendo humano.

— Muchos dicen que al final si se casó con Kai, pero tu abuela me contó así la historia —rio entre dientes al ver los pucheros de su esposo.

— ¿Qué pasó con Aoi?

— Se casó con el brujo y heredó el trono.

— ¿Y el rey?

— Falleció de viejo, él era muy refunfuñón.

El pequeño sonrió. — ¿Tu que dices tío?

— Yo digo que Yutaka es un mentiroso y que tú debes dormir —le dio un beso cálido en la frente y luego salió de la habitación.

— Hazle caso a Taka y ve a soñar cosas maravillosas — también le deposito un beso y al salir apagó las luces.

 

— ¿Con qué un tritón? ¿Eh? — lo miró divertido cuando cruzaba la entrada.

— ¡Sí! Es uno muy bello y berrinchudo.

— Espero que nunca les cuentes esa historia a nuestros hijos.

— ¿Y por qué no?

— Te imaginas cuanto se van a burlar si le cambias el sexo a la sirena y le pones mi nombre artístico. Mi reputación quedará mancillada —habló exagerando toda expresión.

— Pero es lindo estar casado con ese bello tritón y o con una fea princesa.

—Prefiero la historia de tu madre —arrugó la nariz ante las caricias en su rostro y después se quedó dormido entre los brazos de su esposo.

Notas finales:

¡A qué pensaban que sería Aoi el tritón enamorado! Pues no, lo siento;  Ruki era perfecto para ser la adaptacion de la sirenita. Pero aún así no quise quitar la descripción de Aoi. 

Yo quería un KaixAoi pero no pude, no entiendo porque ;; 

Al final no quería que terminara en tragedia, el cuento lo escribí así porque así me lo contó mi mamá especificamente para poder escribir y tengo un libro de cuentos que también lo narran así, con ese final trágico; además no quería caer en los clichés que Disney nos ha contado a lo largo de los años. 

En fin, espero que les haya gustado. 

¡Y feliz fin de febrero!


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