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Errores de cálculo por sugarlimbo

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Notas del fanfic:

Gracias a Linna por ser mi Beta para este pseudo fic. <3

Una vez que empiezas, no puedes parar.


 


Sakuragi Hanamichi se rascó la cabeza por enésima vez. No se atrevía a entrar a los estúpidos vestidores, porque no tenía ni la más mínima idea de cómo reaccionar a la presencia de ese zorro cabeza hueca, también conocido como Rukawa Kaede.


Ya se había saltado la práctica del día anterior, ya había huido de su pandilla para que no pudieran deducir (fácilmente, porque Sakuragi, eres fácil) lo que estaba molestándole y, para continuar con sus desdichas, no había podido dormir más de media hora seguida, porque en cuanto los sueños se volvían más profundos, aparecía Rukawa diciendo la misma frase que lo tenía trastornado.


Pero Sakuragi, tú no sabes que, en tu caso, pensar en exceso no es bueno.


Hanamichi Sakuragi, quien nunca ha sido bueno para controlar sus emociones, casi muere de un infarto, cuando Miyagi Ryouta apareció detrás de él, dándole una palmada en el trasero y comentándole animadamente, que "hoy no te salvas del castigo, Hanamichi", provocando que los intestinos del pelirrojo se contrajeran peligrosamente. Sin embargo, ese pequeño susto, murió apenas comenzaba, dando lugar a uno mucho más grande, a uno enorme; el que estaba intentando con todas sus fuerzas evitar.


Cuando el empujoncito de Ryouta lo hizo ingresar a los vestidores, un intenso y duradero escalofrío lo recorrió por completo. Cuando su mirada se cruzó con la de Rukawa Kaede, estuvo a punto de gritar que venía un tsunami, un terremoto y tres huracanes con tal de poder darse la fuga. De pronto, tuvo la impresión de volver a escuchar a sus amigotes hablarles sobre ese tan famoso reportaje del amor secreto de los basquetbolistas. Escuchó a Ocuus burlarse de "qué linda pareja harías con Rukawa, Hanamichi" y a todos batiendo la mandíbula de tanto reír. Malditos, por culpa de ese recuerdo, sus mejillas se equipararon con el color de sus cabellos, provocando que los presentes lo miraran sorprendidos.


Pero, por supuesto, eso no hizo que pararan sus desventuras. Porque, Sakuragi, continúas recalentando tu cerebro. Y durante la práctica, no hizo más que recordar las insistentes palabras de Haruko sobre "los labios rojos de Rukawa", "las bellas facciones de Rukawa", "la nariz afilada de Rukawa", "el rostro como esculpido de Rukawa".


Hanamichi Sakuragi adquirió un record ese día: el de la mayor cantidad de veces que alguien podía caerse sobre la duela en menos de un minuto. Y sumado a esto, tuvo que pagar penitencia por su mal desempeño y por haberse prendado a golpes con Rukawa luego de que éste se burlara de su torpeza.


¡Todo por culpa de esos malditos pensamientos! Con cada una de sus caídas y tropiezos, el pelirrojo se convencía más y más que no debió haber desbloqueado esa nueva habilidad: la de reflexionar.


Se volvió a rascar la cabeza con frustración, pero incapaz de acallar a su cerebro, se dirigió corriendo hacia el poste del tablero para luego hacer rebotar su cráneo en él. Por fin los pensamientos se silenciaron. Así se solucionaban las cosas. O eso es lo que crees.


Cuando al otro lado de la cancha escuchó la voz aflojerada de ese maldito zorro, le atacaron los recuerdos de las frases malintencionadas de las amigas de Haruko sobre el número 11 de Shohoku. De repente el "un torpe nunca dejará de serlo" pronunciado por su enemigo natural dejó de tener relevancia, porque de pronto, lo abrumaron una infinidad de cifras, porcentajes y datos sobre el submundo homosexual en el basquetbol de hoy en día, y lo encegueció totalmente el recuerdo de Rukawa el día anterior.


Sakuragi Hanamichi, en su estado de shock, con la boca semiabierta, revivió el contacto de la piel húmeda del ídolo de Shohoku que se pegó su a cuerpo. Ese mismo día, con toda esa información malintencionada de sus amigos y la televisión, había llegado el más malvado de todos a pegársele encima, como si no pudiera hacer una jugada en otra parte, y cuando había intentado increparlo por su cercanía, el pelinegro lo había mirado con cara de pocos amigos, sonrojado y jadeante. Así las imágenes no pararon una a una de bombardearlo casi hasta el desmayo. La guinda de la torta fue el "cómo te atreves, do'aho. Tú no entiendes nada" que le había arrojado Rukawa.


En ese momento, Sakuragi, había quedado knock out.


Todo estaba tan claro como el agua y Sakuragi no sabía qué hacer con esos sentimientos del zorro apestoso. Y por supuesto, no tenía ni la menor idea de qué quiso decir el 11 de Shohoku con esas palabras y era muy probable que el filtro que se había activado en con tanta información homosexual le haya hecho percibir en el tono recriminador de Rukawa y una voz un tanto... erótica en las palabras de su enemigo jurado.


El autodenominado Tensai quedó tirado en la duela sudando frío imaginando lo peor. Cuando Rukawa se le había acercado para comprobar su estado, estuvo seguro que apropósito le había mostrado su clavícula para seducirlo. Internamente, y antes de desmayarse, el genio se recriminó a sí mismo lo atractivo que se había vuelto últimamente, porque hasta un club de fans tenía y ahora hasta el zorro apestoso era parte del club.


Rukawa lo miró inexpresivo sin saber qué hacer con ese bulto, sin tener idea del mundo de conclusiones que se había formado en la cabeza de Hanamichi Sakuragi.


Este último, desmayado de la impresión, ignoraba que Rukawa era un simplón adolescente que disfrutaba demasiado de dormir y, cuando no estaba entrenando, se encontraba procrastinando felizmente en su hogar sin importarle demasiado las cosas complejas.


Pobre Sakuragi. No todo lo que brilla es oro. No todas las frases con mejillas sonrojadas esconden una desesperada confesión de amor. Y a veces, cuando tus compañeros te dicen que no entiendes nada, es porque están cansados de tu lentitud.


*


El viernes Rukawa tropezó sobre Sakuragi mientras cumplían con uno de sus típicos castigos luego de la práctica. Y el ingenuo Hanamichi, atrapado entre el suelo y el cuerpo blanquecino del número 11 escupió azorado y desesperado un "¡no sé si puedo verte con deseo, Zorro!".


Rukawa, que sí podía sorprenderse a pesar de las apariencias, imitó a un tomate en su época más madura y quedó con los ojos como platos sin saber contestar.


Sakuragi, sólo estás confundido.


.... ¿O no?


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


;___Marzo 2016


 

Notas finales:

¿Te gustó?

Si tienes algo que decir, te invito a que lo hagas. ¡Un beso!

 


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