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Entre machos por Uberto B

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Notas del capitulo:

La continuación...

Bastaron unos minutos para que el jinete de Tanagra llegara a la casa grande. Rodeada por una barda de piedra de alrededor un metro de altura, un amplio jardín con árboles de naranja y limón,  una que otra gallina corriendo para escapar de la anciana cocinera que la quería atrapar, se erigía la enorme y antigua casona, pese a su aspecto de inicios del siglo XX, no se notaba descuidada, conservaba su estilo post-revolucionario, de amplios ventanales sin protección hechos de madera, cubiertas por dentro con viejas cortinas, pero muy elegantes,  macetas colgando del largo barandal del balcón en la segunda planta, puertas igual de madera, y una escalinata que daba paso a la entrada principal, ese era su hogar, el que compartía con su madre y hermana, desde la muerte de su padre, él se hizo cargo de las mujeres de su hogar y de todo lo relacionado con el rancho. 

 

-Jacinto, hazte cargo de mi Tanagra, llévala a beber agua y cepíllala- se bajó rápidamente dándole instrucciones el muchacho que llegaba.

-Sí Nacho- el aludido se apresuró a entrar a la casa.

 

Pronto estuvo dentro, una casa amplia, cálida y con olor al desayuno que se estaba elaborando. Sonrío complacido, pero pronto se le borró el gesto.

-Se supone que debías estar aquí para acompañarme a la misa de cabo de año de mi comadre Matilde- una mujer de aparentemente sesenta años, vestida con una blusa con encajes en los puños, una falda color negro y un velo en la cabeza del mismo color lo miraba reprobatoriamente.

-No se enoje madrecita, yo creí que era mañana- el joven, quitándose el sombrero se disculpaba.

-No sé qué voy a hacer contigo Nacho, ni porque fue tu madrina de bautizo tienes un poco de consideración- la mujer negaba mientras revisaba su bolso- Ándate a limpiar la cara y apúrate, que si no llegamos al sermón no nos vale- moviendo las manos como ademán de correrlo, el hombre obedeció- Este hijo mío, no es más bruto porque no es más viejo…- volteó la cara a la escalera y gritó- ¡Ándale María de los Ángeles! Apúrate que se nos hace tarde- presionaba a su hija menor para que bajara.

-Ya voy mamá- una jovencita de veinte años bajó la escalera, vestía un ceñido vestido negro que le llegaba debajo de la rodilla y un velo en la cabeza- Ya estoy lista ¿y Nacho?- preguntaba mientras miraba a todos lados.

-Se fue a lavar la cara- respondió la mayor- ¡Consuelo!- llamó a una persona, prontamente apareció una anciana.

-Dígame patrona- la de cabello cano esperaba instrucciones.

-Mis hijos y yo vamos a ir a la misa de mi comadre, te encargo que hagas un caldo de gallina para que cuando regresemos esté listo- le indicaba lo que debía hacer.

-Sí, namás deje que agarre a la condenada gallina porque corren bien duro- respondió la más baja y anciana.

-Bueno, te lo encargo y si no puedes dile al holgazán de Jacinto que te ayude- la otra asintió

-Ya madrecita, cuando usted diga- apareció el hombre de la casa- ¡Consuelito! ¡Qué chula amaneció hoy!- se acercó y besó la vieja mejilla de la mujer.

-¡Ya estate! No seas lambiscón chamaco- la mujer reía apenada.

-¡Oh por eso! Uno que te dice lo chula que estás y te pones remilgosa- sonreía.

-Ya, te voy a hacer tu salsa macha, pero ya vete- Consuelo le contestó.

-¡Por eso te quiero viejita!- la volvió a besar y ahora a abrazar.

-Ya déjala en paz atarantado- la mujer lo jaló de la oreja- Te lo advierto José Ignacio, si no llegamos al sermón en la tarde me acompañas a otra misa- en automático el joven le ofreció su brazo derecho.

-No llegaremos tarde madrecita, confíe en mí- sonriendo volteó a ver a su hermana- ¿No te parece que llevas la enagua muy corta?- con el ceño fruncido la cuestionó.

-Claro que no, ya vámonos que si no vamos a tener que ir en la tarde a la misa y no quiero perderme la novela- tomándolo del brazo izquierdo salieron.

 

El pueblo no quedaba muy lejos de la casa, se harían al menos veinte minutos caminando, por lo cual lo hacían con calma, el joven ranchero de veinticinco años caminaba llevando en cada brazo a sus mujeres.

 

 

 

 

 

Luego de caminar un buen rato por las transitadas calles de la bulliciosa ciudad, y preguntar por todos lados llegó a la terminal de autobuses. Nunca había estado en ese lugar, Gustavo miraba el sitio, se parecía  al aeropuerto, sin embargo el transporte eran camiones. No tenía ni la menor idea de a dónde iría. Su cara denotaba su preocupación, no podía perder mucho tiempo, no tenía celular, auto, ni siquiera su propia ropa, en unas horas debía dejar de ser quién siempre fue…

-Maldita Sabrina, ojalá nunca te hubiera conocido- renegaba, sin embargo en ese instante una regordeta mujer con vestido estampado le tiró la maleta- ¡Oiga!- reclamó enojado.

-Dispénseme señor- la mujer lo miró- Es que el guajolote no se queda quieto- sin comprender lo que decía el joven la escuchaba, cuando bajó la vista miró de qué se trataba, en verdad en esa caja de cartón llevaba un pavo vivo.

-¿Va… va a viajar con eso?- impactado preguntó

-Pos si, ni modo que lo deje, es el regalo pa’ mi compadre, es el cabo de año de mi comadre y le voy a llevar un guajolote pa’ que lo haga en mole- le explicó aquella peculiar mujer.

-¿Mole?- preguntó sin entender.

-Sí, ay ¿no me vas a decir que no has comido mole?- le preguntó extrañada la fémina.

-Eh… pues… creo que no- Gustavo miró su reloj, debía irse ya, pero no sabía para dónde ir, los únicos lugares que conocía era probable que lo buscaran.

-Ay muchacho, lástima, si “juéramos” al mismo lado lo probarías, mi comadre Matilde hacía un mole que le salía bien sabroso- se relamía los labios mientras lo decía.

-¿Para dónde va?- preguntó.

-Voy pa’ mi pueblo, San Margarito de las Cumbres- respondió emocionada- Mi patrona me dio permiso de ir unos días, ¿tú pa’ dónde?-

-A… a…- pensó unos segundos- A ese lugar, justo a ese lugar… ¿está lejos?- su cerebro comenzaba a trabajar.

-Pos, como a cuatro horas de acá, tá re lejos, por las montañas, por eso me debo ir ya, y pos si vas pa’ ya, jálale porque se nos hace tarde, si no subimos al camión orita, el próximo sale hasta dentro de una hora- le dijo y caminó a la taquilla

-¡Pues vamos!- respondió y la siguió, no tenía ni idea de qué lugar se trataba, lo único que sabía era que estaba en las montañas y muy lejos, por tanto era el lugar ideal. Pagó el boleto y caminó junto con la mujer al andén donde abordarían. Vio a mucha gente esperando el mismo autobús, varios llevaban muchas cajas, mochilas y maletas, definitivamente era un entorno que no conocía.

Cuando el chofer, un hombre con bigote, un voluminoso estómago y vestido con pantalón negro y guayabera bajó, la mujer le indicó que subiera pronto.

-¿Pero por qué?- cuestionó parado junto a ella.

-Porque el que no se pone vivo se va parado, órale, metete y gana asiento- con prisa y dificultad la mujer subió, entendiendo la imitó, al no tener claro dónde debía bajarse o qué hacer, decidió sentarse junto a ella. Minutos después el autobús estaba a reventar, miraba para todos lados y veía gente de pie, cargando cajas, y él, sentado cuidando que el pavo no lo fuera a picar.

-No te espantes- la mujer se le acercó al oído- ya sabe que lo van a matar por eso tá nervioso- el hombre asintió, serían cuatro largas horas, pensaba que hacía unas cuantas manejaba su coche último modelo, y en ese instante viajaba en un camión lleno de gente y animales.

 

 

 

 

Luego de la caminata y de llegar justo cuando la misa había comenzado, la familia conformada por tres personas salía de la iglesia principal del pueblo. Remedios, la madre de Nacho, caminaba platicando con una de sus conocidas que había asistido, María por su parte, se había reunido con su grupo de amigas, las cuales platicaban animadamente mientras una que otra le dedicaba una mirada coqueta a su hermano.

-Oye María ¿Y Nacho sigue soltero?- una morena peinada de coleta, preguntaba al momento de ver al muchacho que ya estaba con sus amigos.

-Pues no sé, ya saben cómo es, es el “con todas puedo” y al final no le conocemos ninguna seria- dijo de manera burlona.

-Ay, pues mi mamá estaría feliz si tu hermano y yo fuéramos novios- comentó la misma muchacha bajando la mirada algo apenada.

-¿En serio te gusta mi hermano, Meche?- la hermana del aludido preguntó con sorpresa.

-Ay María, todas sabemos que Meche anda tras los huesitos del Nacho, pero él nomás no le tira ni un lazo- otra de las muchachas participó.

-Pues no sé qué le ves, es un atarantado y se la pasa con su caballo de arriba pa’ abajo por el campo- comentó Ángeles.

-Pos es que pa’ ti es tu hermano, pero pa’ nosotras no, y está re chulo el condenado- Meche lo defendió.

-Querrás decir pa’ ti Meche, porque yo le tengo el ojo puesto al Jacinto- otra participó.

-Y dale, ¿qué le ven a esos tarugos? Jacinto es otro que ni quisieras tener de novio Lulú- y así continuaban platicando de los muchachos que les atraían, por su parte el grupo de hombres hacía algo similar…

 

 

-Y me la llevé a la gruta, y ahí que la beso y entons la Queta me da una cachetada- un joven de la edad de Nacho contaba al momento de tallarse la mejilla derecha.

-Eso te pasa por tarugo, a una vieja no la debes tratar así- los muchachos reían.

-¿Y tú pa’ cuando Nacho? ¿A poco no piensas sentar cabeza aún?- un joven más moreno que el aludido preguntó.

-No es eso Teo, es que no ha llegado la que espero- respondió al cuestionamiento.

-Uh, pos si no te pones vivo, a la  Meche te la van a ganar, desde hace rato me di color que te mira harto- otro intervino.

-Sí, ya me di cuenta, y está bonita la Meche, pero… pero no sé- negó con la cabeza mientras la veía, y ésta al verse descubierta, se escondió entre sus amigas.

-¿Ves? La traes de un ala Nacho, ya hazle caso a la pobre, se muere de amor por ti- y la carcajada se soltó de nueva cuenta.

-Déjenme ver qué hago, porque está guapa, bastante guapa- la miraba y ella tímidamente le regresaba la mirada.

-Eres un picaflor Nacho, a ver cuándo será la vez que te pongas serio y tomes a una mujer para llevártela a tu casa, ya estás viejo- Teo le dijo- A ver ¿Qué debe tener para que tu “amorcito” te conquiste?- recalcó la palabra amorcito.

-Pos fácil… debe ser chula, bien chula, educada, trabajadora, que me quiera y que tenga unos ojitos bien, pero bien pizpiretos…- comentó imaginándola…

 

 

 

Luego de una larga siesta, Gustavo abrió los ojos azules que tanto encantaban a la gente que conocía. Al hacerlo pudo notar que el autobús iba más vacío que al principio. Miró a su acompañante y ésta se dedicaba a contemplar el paisaje por la ventana. Los edificios, los autos, el tráfico, todo había quedado atrás hacía mucho tiempo. Ahora los potreros y la flora silvestre era lo que cubría el camino a cada uno de los lados. Lo vio atentamente, era la primera vez que viajaba en esas condiciones y miraba esos entornos, nada tenían que ver con ciudades tan cosmopolita como Nueva York, a dónde fue su último viaje de negocios.

-Oiga…- llamó a la mujer.

-Soy Martha, y orita que me acuerdo, no has dicho tu nombre- le dijo, su pavo iba con la cabeza erguida y cuidaba que no picara al muchacho.

-Ah, es verdad, yo soy Gustavo Prado-San Millán- le contestó amablemente.

-Tienes nombre bien dominguero chamaco- sonrió tras decir eso.

-¿Dominguero?- preguntó sin entender.

-Pos que es así bien rimbombante, como de rico- le explicó y este solo asintió.

-Ah, no, nunca le había puesto atención- se notó un poco nervioso- ¿Pronto llegaremos?-

-Pos ha de faltar como media hora, ya casi llegamos a Piedra Parada, luego pasamos por Ixtla, y ya por último llegamos a San Margarito- respondió Martha.- ¿Es la primera vez que vienes?-

-Eh… pues, sí, a decir verdad sí, es la primera vez que voy a ese lugar- contestó para luego ver al frente.

-Ya, y ¿vas a ver a algún pariente? Porque si te digo la mera verdad, no te ves como de allá, tas muy güerito y esos ojos nunca los he visto por el pueblo- le dijo y él aguantó la respiración, no le podía decir que iba huyendo porque asesinó a un hombre por culpa de la traición de su novia.

-Ehm, pues no, voy… voy buscando… buscando…- no sabía qué inventar, poco a poco su vida se complicaba, ¿qué diría que fuera convincente?

-¿Trabajo?- preguntó

-¡Sí! Eso, trabajo, voy buscando trabajo- con rapidez le dio la razón.

-Ah, pos es la primera vez que veo que alguien va pa’ lla buscando chamba, casi todos nos salimos de San Margarito pa’ trabajar en la capital o en el norte- comentó

-Sí, es que, bueno ya sabe, a veces es bueno generar experiencias, conocer lugares y saber hacer otras cosas a parte de firmar contratos o viajes al extranjero- la mujer lo vio con sorpresa.

-¿Tú haces esas cosas?- fue cuando supo que había cometido una indiscreción.

-Eh, no… ¡No! Yo no hago eso, pero bueno, no importa… ¿Ya casi llegamos verdad?- era momento de cambiar el tema.

-Ya casi, espero que vengas con un zarape, porque en las mañanas tá bien fresco, pero luego se pone calientito- le advirtió, al parecer debía adaptarse a su nuevo modo de vivir.

 

 

 

Y como era costumbre en San Margarito, en  el cabo de año, había una persona que apadrinaba la cruz del difunto, luego de la misa se ofrecía una comilona en su honor. Por tal motivo, la gente se hallaba en las mesas que habían puesto en el amplio patio de la que fuera la casa de la difunta.

-Mi comadre era tan buena gente, que pienso seguido el por qué Dios se la quiso llevar tan pronto- comentó Remedios.

-Sí, era una mujer muy cristiana y sobre todo decente, no que ahora las muchachas son unas desvergonzadas- una mujer beata y que aún llevaba el velo en la cabeza comentaba.

-Ay sí, tienes toda la razón Bertha, las muchachas de estos tiempos ya no quieren dedicarse a la casa, son unas descaradas- otra le reforzó la idea.

-Tampoco señoras, yo creo que las mujeres tienen derecho a hacer otras cosas en la vida, yo si mi Ángeles me lo pidiera la dejaría irse a estudiar a la capital, pero ella es la que no quiere- la madre de Nacho hablaba.

-Pos será el sereno, pero las chamacas de ahora son unas descocadas- y sin más comenzaron a comer.

 

Los jóvenes, no muy acostumbrados a las pláticas de los más viejos, estaban afuera, charlando, cotilleando o fumando, esto último los hombres. Cuando más entretenidos con el juego de la rayuela estaban, vieron como entraba al pueblo el autobús proveniente de la gran ciudad.

-Miren, ya llegó el camión muchachas, a lo mejor ora si viene mi Pedro- una de las amigas de María decía emocionada.

-Ya mejor olvídate del Pedro, ese ya anda retozando con otra- la muchacha añadió con seguridad.

-Ay ya tu María, déjame en paz-

-En ese debe venir mi tía Martha, mi mamá me dijo que iba a llegar en la primera corrida del día- Meche habló.

 

 

 

-Última parada, San Margarito- el chofer gritó, por fin habían llegado a su destino.

-Ándale chamaco, salte pa’ que pueda levantarme, y aguas con el guajolote no te vaya a picar- con dicha advertencia el joven se puso de pie inmediatamente. Jaló su maleta, la cual iba en el porta equipaje hecho de tubos que estaba encima de sus cabezas. Y caminando a la puerta trasera descendió. Una vez abajo, ofreció su mano a la mujer regordeta que lo acompañó y lo llevó hasta ese lugar. Estando los dos afuera, el citadino levantó la cabeza para mirar, bordeado por amplias montañas llenas de verdor, con calles angostas hechas de piedra, casas muy sencillas construidas con techos de tejas, y una enorme iglesia en el centro, se encontraba oficialmente en San Margarito, un lugar que si no fuera por su situación nunca hubiera conocido.

-Este es mi querido pueblo muchacho, mi lugar- la mujer se miraba completamente feliz.

-Así que aquí es…- era verdad, estaban muy en las montañas, había luz eléctrica, no era la prehistoria, pero distaba mucho a la gran ciudad, y poco a poco debía acostumbrarse.

-Vamos chamaco, pa’ que comas algo y luego veas pa’ donde vas- asintiendo el hombre la siguió. Llevaba un buen rato de ayuno, era increíble, en unas horas su vida cambió radicalmente.

 

 

Los jóvenes afuera miraban a la gente que salía del autobús, varios esperaban a sus familiares. Las chicas muy pronto centraron su atención en Martha, y no propiamente por ella, si no por su acompañante.

-Chamacas, ¿estoy soñando?- una de ellas se talló los ojos.

-Pos si es un sueño, yo también lo estoy teniendo- María veía la escena. La mujer iba acompañada por un hombre muy guapo, de piel clara, y con un cuerpo muy musculoso, se le podía notar por la ropa que llevaba puesta.

-Ay muchachas, un ángel se cayó del cielo- el grupo de chicas miraba al que se acercaba lentamente.

 

 

Los chicos estaban jugando la rayuela cuando una mujer mayor se les acercó…

-Oye Nachito, ¿me puedes ayudar a bajar la cazuela del mole?- este asintió y entró a la casa para ayudarle. Sin embargo los que se quedaron afuera dejaron a un lado el juego y se dedicaron a ver con recelo aquello que tanto llamaba la atención de las féminas.

-¿Y ese quién es?- uno preguntó.

-No sé, viene con la Martha, no sé quién será- Teo respondió.

-Pos se ve que no es de acá, ese güerillo ha de ser de la ciudad- los recién llegados saludaron, todos respondieron, pero con cierta desconfianza, los hombres no dejaban de hacerle sentir al recién llegado que era un fuereño y por tal no digno de confianza, en cambio, las chicas miraban al hombre como un verdadero ángel.

 

Entraron a la casa y fueron directo con el viudo, lo saludaron y la mujer entregó el pavo como una muestra de agradecimiento por la invitación. Los mayores eran los que abundaban dentro. Gustavo se sentía completamente fuera de ambiente, miraba a todos lados como un niño cuando comienza a descubrir el mundo, para él ese era un nuevo mundo. La regordeta mujer lo iba presentando para que la gente no lo viera tan mal como lo hacían.

-Mira, ella es mi hermana Bertha- lo acercó para que saludara a la mujer.

-Es un gusto conocerla señora- sonrió y extendió su mano, la mujer la tomó.

-Ay chamaco, tienes las manos más suaves que yo- musitó, este solo siguió sonriendo.

-Mira, ella es Remedios, una muy buena amiga mía- la madre de Nacho y Ángeles se levantó para darle un abrazo.

-Bienvenido chamaco, todos aquí nos conocemos, y es la primera vez que te veo- ella era muy efusiva, tanto para los cariños como para los regaños.

-Gracias, es un placer conocerla señora- saludó con cortesía.

-Por cierto Remedios, ¿no necesitas un trabajador? Es que Tavito está buscando chamba- ¿Tavito? Se preguntó.

-Pos no sé Martha, eso lo debe saber Nacho, a ver, deja le preguntó- buscándolo con la mirada, inmediatamente lo encontró poniendo la cazuela en una mesa cerca de la puerta de la cocina-¡José Ignacio!- el aludido volteó- ¡Ven pa’cá!- el chico se dirigió a ella.

-¿Qué pasó madrecita? Dígame- le contestó

-Antes saluda a Martha, ¿Qué no la viste? no seas maleducado chamaco este- lo reprendió.

-¡Hola! Hace chico rato que no te veo Martha- la abrazó.

-Ni yo a ti, irate, tás bien grandote y bien chulo condenado- le dio un golpe en el brazo- ¿Qué? ¿Ya hay mujer o todavía no?-

-No aún no tengo, pero espero no tarde- rieron.

-Hijo, este es Tavito, viene con Martha- el mencionado sin objetar miró al robusto y moreno hombre ranchero que tenía enfrente.

-Soy Gustavo, un placer saludarte- le extendió la mano, por su parte Nacho lo miró a los ojos, nunca en su vida había visto unos ojos de ese color, azul, azul muy claro.

-Si, ta bueno… soy Nacho- tomó la extremidad y sintió la suavidad de la piel, ese tipo no era de ese lugar, y lo notaba, lo notaba bastante bien, erguido y fuerte, le sostenía la mirada, esa rara mirada color azul…

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

¡Gracias!


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