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Sr. Sombra por Discord Di Vongola Arcobaleno

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Notas del fanfic:

Bueno, es obvio que los trabajos de Akira Amano no son de mi propiedad pero en este fic finjamos que si XD Ok no :(

Notas del capitulo:

Ehm... Ojala les guste.

Nuestra historia comienza con un ser muerto. ¿Qué más información quieres? Es solo un simple fantasma que por alguna razón no puede salir de aquella casa. O más bien, no quiere. No tiene nombre, no tiene edad, no tiene forma. Simplemente es un fantasma. Le interesan poco, para no decir nada, las emociones de los humanos; no está seguro de que es lo que hace ahí o como llegó a eso. Simplemente es así, no hay quien preguntar y los humanos que luego visitan aquella casa son tan idiotas que les saca de un susto de infarto de ahí; aun así, no le da risa, tampoco lastima, en realidad, no conoce el significado de aquellas palabras. Ira, dolor, alegría, confusión, tristeza, nostalgia, desdén. ¿Qué es eso? No lo comprende.

Estaba en la casa, sin hacer nada, no estaba aburrido, no sentía nada, solo veía a través de la ventana, sin disfrutar la vista, simplemente siendo lo único que podía hacer en su inmortal existencia pero un ruido lo sacó de su ensoñación. Movió el rostro para notar que el ruido venía de abajo por lo que se levantó para travesar el suelo y llegar más rápido a la planta baja. Ahí, en la sala se encontraba un hombre rubio que veía con nostalgia y cariño las paredes de aquella casa vieja. Sonrió mientras acarició un mueble rojo, él no tenía idea de quien era ese sujeto rubio, solo sabía que venía al menos 1 vez a la semana, de vez en cuando con invitados pero nunca se quedaba, al igual que los invitados.

Él nunca se tomó la molestia de asustarlo porque a pesar de las pequeñas bromas siempre volvía pero esta vez su característica sonrisa no estaba en su lugar, más bien, tenía el ceño fruncido. El rubio suspiro mientras se sentaba en uno de los asientos y acariciaba el mueble.

-Si no logro vender esta casa al final del mes tendrán que demolerla kora. – susurró en la silenciosa habitación. – No puedo permitir que hagan eso… sin embargo… parece ser la única opción kora…

Él se acercó al rubio y se sentó a su lado. Miró su expresión acomplejada con interés pues desde la primera vez que lo vio algo le llama la atención sobre ese blondo.

Pasaron minutos, quizás horas cuando al fin el ojiazul se movió. Se enderezo para levantarse del lugar y salir de aquella vieja casa sin más. Él simplemente se quedó viendo cómo se perdía al final de la calle.

Paso el tiempo y él sabía que algo le pasaría a la casa pero no tenía ni el más mínimo interés de lo que le ocurriría a él o a los restos del lugar, simplemente existía, sin razón o porque pero llegó un día en el que algo cambio.

El hombre rubio regresó nuevamente a la vieja casa pero no venía solo. Atrás de él venía una pequeña familia, una mujer castaña y un hombre rubio con dos niños, un niño rubio y otro de cabellos azules. Eso le llamó la atención sin duda pero no se comparaba en nada con su indiferencia, otros idiotas de los que deshacerse, eso era de lo que pensaba de los invitados de Colonello (según escucho en múltiples ocasiones).

Se elevó hasta el techo planeando algo bastante simple. No tenía ganas de hacer realmente algo complicado o con mucho esfuerzo, sol quería acabar de una vez con todas. Se acercó al candelabro pero cuando estaba a punto de cortarlo notó algo bajo él, un gran bulto que tenía por estomago la mujer castaña.

-*Está embarazada* - dedujo.

Se alejó del candelabro y fue a su habitación favorita a acostarse. ¿Qué cambios traería el no asustar a algunos invitados del blondo?

Nunca supo que ese sería el primer paso para un gran cambio.

Un tiempo después la familia había regresado, sin embargo, en lugar de llegar con Colonello volvieron con varias maletas a la mano.

Con interés miró a la familia quien subió a la planta superior animadamente, mientras el peliazul corría con una sonrisa traviesa en su rostro, el niño rubio observaba con interés el lugar a pesar de ya haber estado ahí antes. En la planta de arriba había cinco habitaciones, 4 con cama y la última de baño.

El niño peliazul se adueñó de la habitación con paredes moradas, el niño blondo de la que tenía paredes blancas y la pareja de casados de una que tenía las paredes beige junto con una cama matrimonial; sin embargo, cuando terminaron con eso salieron del cuarto para adentrarse a otro de paredes anaranjado claro y con un gran ventanal.

-Esta me encanta para la habitación del bebé. – le dijo la castaña a su esposa.

-Será fantástico. – dijo el hombre, besando con cariño a su esposa.

Nuevamente volvió a pasar el tiempo el cual, por alguna extraña razón se acostumbró rápidamente. Se acostumbró a hacer molestar al hijo mayor, Daemon quien era un insoportable que molestaba a su hermano menor, Giotto quien al final era, sin saberlo, rescatado por el fantasma; también pensaba que el padre de los niños, Iemitsu, era un insoportable irresponsable; cuando tenía ganas le hacía pequeñas jugarretas como moverle la silla cuando se va a sentar o esconderle cosas y, cuando tenía ganas, le cerraba la puerta cerrojo para que quedara la noche afuera, lo cual, era bastante seguido. Con la esposa, Nana, era justamente lo opuesto; intentaba ayudarla en todo lo posible siendo prevenido de no quedar al descubierto ya sea acercándole algo que no alcanza o consiguiendo cosas que necesitaba. Seguía descansando su plasmático en invisible cuerpo en el cuarto del ventanal con paredes anaranjadas pero a veces le ponía mayor atención a la cuna a lado de la cama que al ventanal. Esa era su rutina de siempre hasta que llegó el gran día.

Una noche donde no había tenido ganas de dejar a Iemitsu afuera escuchó gritos y gemidos de dolor en el pasillo que provenían del cuarto de la pareja. Miró el reloj, no eran más de las 5:35 a.m. Con curiosidad se metió a la habitación traspasando la puerta para ver como un alarmado Iemitsu vestía a su esposa y a sí mismo.

-¡Rápido! – le gritó en agonía la mujer.

-¡Ya voy!

Tomó a la mujer en brazos y se la levantó para correr hacia la puerta la cual abrió de una patada. Igual hizo eso con la puerta de los niños.

-¡Chicos, levántense! – les gritó el mayor. - ¡Tenemos que ir al hospital!

Pero los niños seguían demasiado pequeños y necesitaban bastantes horas de sueño que no se interrumpían tan fácilmente, por lo que, haciendo nuevamente de la suyas, el fantasma tomó a ambos niños y los condujo al vehículo donde estaba el padre colocando a Nana en la parte trasera. Él metió a Giotto con su mamá y a Daemon en el asiento copiloto. Volteó a ver la casa, en todo ese tiempo nunca había salido de ella.

-¿¡Listos todos!? – preguntó retóricamente Iemitsu para meterse al auto y encenderlo.

Antes de que el hombre rubio acelerada, él se subió a la parte trasera del auto y fue con ellos al hospital.

Una vez ahí bajó a los niños mientras Iemitsu entraba asustado y alterado con Nana entre sus brazos al hospital. Una vez que una enfermera fue a quedarse con los niños el fantasma avanzo por donde se había ido Nana y el loco para entrar a una habitación, dentro de ella estaban los mencionados rodeados de varios doctores y médicos. La mujer sollozaba mientras apretaba la mano de su esposo y obedecía las ordenes que le brindaba el doctor que era básicamente pujar.

-¡Vamos, Nana! – le intentaba animar Iemitsu. - ¡Tú puedes!

-¡Ah! – exclamaba adolorida.

-¡Usted puede, Señora Sawada! – le alentaba igualmente el doctor. – ¡Falta poco!

El fantasma con rostro neutro se colocó al lado contrario de donde estaba Iemitsu, es decir, el lado derecho de donde estaba la castaña pujando como si su vida dependiera de ello. Él podía verlo. Estaba asustada, adolorida, bajo presión y por mucho que lo intentaba Iemitsu no lograba relajarla. Él suspiró. Levantó su mano y la colocó sobre la cabeza de cabellos castaños quien, sorprendentemente, dejó de temblar.

-Todo estará bien.

Fue lo que le dijo. La mujer, más relajada ahora pujó por últimas veces…

-¡Es un niño! – exclamó el doctor.

Nana cayó inconsciente contra la cama pero con una sonrisa cansada en sus labios. Iemitsu tomó a su tercer hijo recién nacido entre sus brazos y sonrió conmovido.

-Es todo un ángel. – declaró.

Curioso, el fantasma se acercó al bebé que lloraba rodeado de sábanas para abrir sus ojos ónix con sorpresa.

Algo extraño ocurrió con él, ¿qué era eso? Una sensación inusual recorrió su cuerpo. Una extraña vibración recorrió lo que podría ser llamado su espalda, como un corto circuito en todo su fantasmal interior. Todo movimiento ajeno se detuvo y sin embargo, no podía despegar su mirada de los grandes ojos grises del recién nacido. Siguió a la enfermera quien se llevaba el bebé de la habitación. Lo colocó en otro cuarto y mientras la mujer se alejaba por algunas cosas que sinceramente no le interesaban al fantasma, este se acercó al pequeño infante quien alzaba sus brazos al aire a la vez que el gris de sus ojos cambiaba para quedar de un definitivo y brillante color chocolate.

Pasaron los días y el pequeño Tsunayoshi Sawada había sido bien aceptado en la familia. Nana, al ya no estar embarazada volvió a su trabajo mientras dejando a sus hijos a cargo del pequeño. Daemon y Giotto amaban al pequeño Tsuna. El rubio disfrutaba jugar con él y leerle un cuento para dormir y Daemon amaba cuando no estaba Giotto cerca para poder asustar al pequeño castaño, claro, ganando varios golpes y reprimendas de su hermano menor. Y el fantasma… bueno… simplemente se quedaba observando al bebé y ayudándolo de vez en cuando.

Nuevamente paso el tiempo volando para nuestros personajes donde llegó un día en especial para el fantasma que cuidaba por mero capricho aquel ángel de ojos chocolate.

Giotto se encontraba haciendo su tarea en el cuarto de al lado con Daemon viendo la televisión en la sala de abajo. Sus padres les habían encargado a su hermanito menor hasta tarde ya que tendrían que trabajar horas extras. Tsuna, de ya 4 años, jugaba con un pequeño conejo de peluche blanco con gris, moviéndolo cual súper héroe. Y el fantasma, tan entretenido estaba observando cada reacción y pequeño detalle del infante que no notó cuando este se quedó mirando en su dirección para abrir los ojos con espanto y comenzaran a salir grandes lagrimales de sus ojotes. Miró extrañado al pequeño mocoso cuando este empezó a retroceder asustado y dejando de lado a su conejito blanco.

-¿Q-q-q-quién e-eres? – le preguntó

Retrocedió más y más hasta tomarse con la terrible sorpresa de que su espalda había chocado con el límite de la habitación.

El fantasma miró a sus espaldas pero no había nadie. Buscó alrededor pero además del niño no había nadie más. Se acercó extrañado a él pero este reaccionó, intentando fusionarse con los anaranjados muros.

 -¡N-no me hagas daño, por favor!

Él se sorprendió.

Giró el rostro hacia un espejo sobre un buro en la habitación.

Se había hecho visible sin querer.

Obviamente el niño casi se estaba orinando.

¿Quién no le tendría miedo a una criatura misteriosa con forma de humo pero con unos penetrantes ojos ónix que casi parece que analizan tu alma y que apareciera de la nada en la noche?

Tal vez si cambiaba de forma Tsuna ya no estaría tan asustado.

El humo que era básicamente todo su cuerpo se empezó a disipar dejando frente al menor de los Sawada la figura de un hombre de aproximadamente unos 25 años, con rostro galante y bastante atractivo junto con aquel traje negro con corbata y camisa amarilla. Su pelo negro era tan puntiagudo que dejaba en ridículo los alborotados cabellos de Giotto y Tsuna pero por suerte estaba oculto bajo una fedora negra con cinta amarilla y sobre sus orejas un par de peculiares patillas rizadas que solo le hacían resaltar más de lo que su “encanto natural” ya hacía…

Pero Tuna seguía temblado peor que unas maracas.

Él suspiro. Al menos ya no mostraba indicios de que se fuera a mear del susto.

Tomó el pequeño peluche de conejo bajo la mirada chocolate que internamente le suplicaba a alguna clase de Dios que viviera en un mundo mágico lleno de unicornios y robots gigantes y que viviera en un castillo de caramelos que aquel extraño hombre/criatura-de-humo no agarrara a su preciado amiguito.

Sus suplicas no pudieron ser más que ignoradas y su 0.00001% de valor que tenía se fugó.

Él se acercó Tsuna quien preferiría que en aquello momentos apareciera una araña radioactiva y lo mordiera para que logrará caminar por las paredes.

Ah, espera. Le tenía miedo a las arañas.

Y a las alturas.

Y a la radioactividad (sea lo que sea eso).

El fantasma se acercó a él y se puso de cuclillas mientras estiraba su juguete en su dirección.

El niño al tener a su único amigo frente a él lo tomo para abrazarlo con fuerza viendo ya sin temblar al fantasma.

-¿Q-quién eres? – le preguntó nuevamente.

-No lo sé. – contestó.

-¿E-entonces c-como te reconocen los demás?

-No conozco a nadie más.

-¿P-por qué no?

-Porque no.

-Y…. Y si yo… ehm…

-¿Qué?

-B-bueno… Y…¿y si yo… si soy tu am-amigo?

-Tendrías que ponerme un nombre.

-B-bueno… ¿qué tal…? Ehm… ¿Sr. Sombra?

-No me quejo. – dijo el fantasma.

Así, el Sr. Sombra y Tsuna se hablaron por primera vez siendo el primer y mejor amigo del pequeño castaño. El tiempo pasaba y era costumbre para el fantasma pelinegro el levantar por las mañanas al pequeño Tsunayoshi para luego prepararlos para salir a su escuela, pasaban las horas en las que el pelinegro esperaba pacientemente el regreso del menor hasta que este volvía y jugaban el resto de la tarde hasta que el pequeño volvía a dormir.

Sr. Sombra estaba más que alegre con aquella rutina, tanto, que ni había notado el ligero aumento de estatura entre los habitantes de aquella casa o los pequeños cambios que sufría su rutina diaria con el menor de los Sawada, mucho menos iba a notar que ya había pasado otros 4 años desde el nacimiento de Tsunayoshi.

Un día, se encontraba Tsuna solo con el Sr. Sombra en la casa puesto que sus padres habían salido a una fiesta al igual que Daemon y Giotto con sus respectivos amigos. El castaño se encontraba jugando a las atrapadas por la casa con el pelinegro mientras reía de lo lindo. Hubo un momento donde el fantasma perdió de vista al infante por lo que atravesó las paredes cautelosamente para encontrare con la divertida sorpresa que el menor se encontraba escondido tras su cama vigilando con intensidad la puerta, esperando ansioso su llegada. El muerto sonrió. Tenía que aprovechar esta oportunidad.

Se acercó al menudo cuerpo frente a él in poder borrar su burlona y traviesa sonrisa de oreja a oreja. Levantó paulatinamente su mano, disfrutando la oportunidad y la posó en el hombro del menor.

-Bú.

-¡HIIII!

Tsuna gritó de terror y susto el pequeño castaño para caer de espaldas medio infartado con la sonora carcajada del Sr. Fantasma de fondo.

El castaño cayó y se golpeó contra el suelo para quejarse nuevamente del dolor pues, honestamente, este pequeño era increíblemente torpe, ya le era hasta costumbre el andarse lastimando. Estaba por levantarse cuando tropezó nuevamente con sus calcetines cayendo otra vez en el mismo lugar pero esta vez notó algo. Sin intentar pararse golpeó el suelo de madera bajo él como si tocara una puerta y esta sonó. Tocó de igual forma otra parte del suelo pero esta sonó diferente.

Dominado por la curiosidad infantil, gateó para ponerse a un lado de la zona de madera donde estaba e intentó quitarla, sin éxito.

-Espera. – dijo el de patillas rizadas, acercándose a su pequeño amigo. – Déjame ayudarte.

Se sentó al lado de Tsuna y con facilidad que por unos segundos el menor envidió, quitó el pedazo de suelo que tanto curioseaba al menor cuando miró con sorpresa su interior. Era una caja sin tapa llena de diversos papeles y un pequeño cuaderno.

Y, por alguna razón que en ese entonces no entendía, sus manos temblaron y su alrededor se sintió más frío de lo normal. Con una extraña sensación que suponía que era lo que Tsuna siempre le decía que le pasaba cuando le tocaba hablar con personas desconocidas, “nerviosismo”. Tomó la caja y la puso a su lado con Tsuna quien, por alguna razón, en lugar de hacer millones de preguntas se quedó extrañamente callado. Ignorando el raro comportamiento del Sawada, Sr. Sombra tomó el pequeño cuaderno entre sus manos transparentes y lo abrió en la última hoja.

Escrito por: Reborn Arcobaleno.”

-Re-Reborn…

De repente, su cabeza empezó a doler, como si un millón de agujas traspasaran su cráneo hasta lo más profundo de su alma. Dejó que el libro cayera mientras colocaba ambas manos a cada lado de su cabeza, apretándola en un vano intento de dejar de sentir dolor. Se movió con brusquedad al punto de arrinconarse en la esquina de la habitación empezando a gruñir salvajemente.

Tsuna se encontraba tembloroso y asustado. Quería salir huyendo de ahí y ocultarse hasta que las cosas se calmaran… eso hubiera hecho en una situación normal pero…

Pero él es su amigo.

Su único amigo…

-S-sr. Sombra… – llamó.

Camino con cautela hacia la figura del fantasma y estiró su brazo tembloroso. Se acercó a paso paulatino pero ni así se alejaba el pánico de sí. Parecía alguna clase de bestia aterradora. Camino y camino en su dirección tan lento como le permitieron sus pies hasta que por fin llegó cerca de él…

Le tocó la espalda…

Como respuesta, el Sr. Sombra gruño con salvajismo. Ya no era el Sr Sombra. El Sr. Sombra es un hombre alto y guapo con ojos ónix, no con ojos amarillos sus dientes perfectos cambiaron a ser unos largos y filosos colmillos y, también le salieron garras con las cuales lanzó un zarpazo en dirección a Tsuna.

El Sawada cayó y no pudo evitar soltar aquellas grandes lágrimas que se habían agrupado en sus ojos con increíble velocidad. Comenzó a llorar y a llorar pero sin dejar de observar al pelinegro quien al notar su llanto volvió a la normalidad. Sus ojos se abrieron con horror al ver el dorso de la mano derecha de Tsunayoshi. Sangrante. Con tres profundas heridas en su pequeña manita de niño.

¿Qué es lo que había hecho?

Y se esfumó. Desapareció para el menor y para cualquier persona a su alrededor.

-¡S-sr. Sombra! – llamó el pequeño, asustado. – ¿Dónde estás? ¡Sr. Sombra!

Y así fue como su llanto se intensificó pero el pelinegro no se apiado del pequeño niño.

Se quedó ahí, viéndolo.

Eso era lo único que podía hacer por él.

Lo vio llorar por varios minutos hasta que cayó rendido al suelo, dormido.

Acarició con ternura los suaves cabellos castaños y fue al baño de los mayores donde sacó un pequeño kit para emergencias para que al volver a la habitación lo abriera y curara la herida del pequeño, vendándola. Luego bajo la manga de la sudadera del menor, evitando la visibilidad de la venda.

Y así fue como el Sr. Sombra se alejó de él. Del pequeño niño que fue el primero y único quien le demostró que eran los sentimientos. Que era el confort, la calma, el miedo, el pánico, la intranquilidad, la nostalgia, el desdén, la felicidad y sobre todo, el amar con locura a alguien. Ya no le hablaba ni jugaba con él, incluso tenía que contener sus ganas por ayudarlo y Tsuna… bueno, hace tiempo que dejó de buscarlo, más exactamente cuándo comenzó su adolescencia.

Sr. Sombra, curioso, tomó el diario que hizo que aquel día se alejara de su mejor amigo. Lo agarró de aquella caja que Nana había colocado en el fondo de la sala. Lo abrió y comenzó a leer.

Llegó a una página donde había una fotografía. Foto de hombre rubio de sonrisa increíblemente ancha y de ojos azules. Un hombre rubio que el Sr. Sombra no había visto en mucho tiempo.

Ojeó las páginas. Todas estaban repletas hasta la esquina de palabras y era raro encontrar una que otra fotografía. La historia decía en general la vida de un hombre y su hermano menor quien escribía de forma pulcra en aquel diario. Venía prácticamente toda la vida del sujeto. El nacimiento de su hermano menor, su adolescencia, su primer beso, su primer amor, su primera decepción romántica, su primer triunfo y su sueño. Un sueño que quedó en el olvido de aquellas amarillentas y, extrañamente quemadas hojas. El sueño de vivir sin preocupaciones; tan simple y a la vez tan común. A pesar del aburrimiento que le causaba leer la vida común de alguien quien no le interesaba lo seguía leyendo. Fue cuando el protagonista llegó a la universidad donde todo se volvió intenso. El sujeto conoció a una hermosa chica de cabellos rosados llamada Bianchi. Mientras él estudiaba leyes ella estudiaba gastronomía. La mujer quedó terriblemente obsesionada con el protagonista. De ahí Sr. Sombra comenzó a leerlo más como si fuera un libro que como un diario.

Cada nueva página decía el como el hombre se sentía al ser acosado todos los días. Aunque no se lo admitiera a nadie estaba asustado. La mujer cada vez buscaba los métodos más locos y desquiciados para acercársele, incluso parecía ignorar olímpicamente el hecho de que pasaba varias vergüenzas en públicos, tantas y de tal magnitud que hacía que poco a poco nadie se quisiera acercar a ella. No fue en el último día de clases después de 5 largos años de carrera que el sujeto la había citado para hablar con ella. Fue ahí donde le dijo la verdad. Que era gay. En las páginas anteriores no decía nada de que lo fuera o en su adolescencia siquiera tuvo algún enamoramiento con otro varón pero era algo que sospechaba. En fin. Volviendo con la estupidez que hizo el protagonista, pues… la mujer se volvió loca. Literalmente. Entró en furia y así parecía querer arrancarle la cabeza al hombre. Le empezó a gritar que era un maldito infeliz, un pendejo que no pudo decirle eso antes de enamorarla. Que mataría a todos si fuera necesario para conseguirlo y el hombre simplemente la empujó y huyó.

Pasaron los días, las semanas y los meses. El miedo que tenía el sujeto por la pelirosada se iba desvaneciendo poco a poco hasta quedar en el olvido. Había conseguido una casa donde se había quedado a vivir con su hermano menor… pero llegó un momento donde las hojas quedaron en blanco.

Avanzó por las hojas con desespero d encontrar alguna señal de algo más cuando por las últimas hojas lo encontró otro escrito pero este tenía letra diferente; horrorosa comparada con la del protagonista y siempre terminaba todo con un “kora” pero era entendible.

En esas hojas las escribía otra persona. Esa persona resultó siendo Colonello Arcobaleno. Este decía los hechos ocurridos hace varios días en aquel entonces. El cómo en una noche que parecía común se había levantado a las 12:30 de la madrugada y había bajado a la cocina por un vaso de agua. Por suerte había sido lo suficientemente sigiloso para que al llegar a la cocina pudiera presenciar a alguien prendiéndole fuego a dicho cuarto. La persona escapó y Colonello intentó tomar el agua de la llave o de garrafones pero al parecer el personaje había llegado antes y había tirado toda el agua del lugar. En un intento de sobrevivencia mojó la parte superior de su pijama con su propia salía para cubrirse la boca y nariz del humo que empezaba a expandirse por su hogar. Corrió hacia las escaleras pues tenía que salvar a su hermano pero el fuego había llegado más rápido que él, atorando su pie en uno de los escalones que se rompió debido al fuego. Intentó escapar, intentó gritar. Intentó salvarse o al menos advertir a su hermano… pero quedó inconsciente.

Despertó 19 días después. Se había roto la pierna y sus pulmones habían respirado bastante humo. Le avisaron el que su casa fue casi hecha cenizas y… y que su hermano había muerto en aquel accidente… las buenas noticias es que habían atrapado rápido al asesino quien resultó siendo la chica pelirosa, Bianchi y la arrestaron porque la muy idiota había dejado sus marcas dactilares en la escena de, crimen pero, ¿qué tenía eso de bueno? Si ya había matado a su hermano…

Y lo peor no se hizo esperar. Colonello ocupó sus ahorros para que en aquel mes que estaba en el hospital curándose reconstruyeran la casa. Pero una vez que le dieron de alta de aquel lugar e intentó volver a su hogar… pues, resulta que la casa estaba a nombre de su hermano y como era muy joven para hacer un testamento el gobierno lo hecho a patadas. Colonello tuvo que irse a vivir con el resto de sus ahorros a un pequeño departamento donde consiguió un trabajo de medio tiempo y luego uno estable como vendedor de inmobiliarios. Explicó en los últimos renglones el cómo cuando recogió sus cosas para cambiarse de casa entró a la habitación de su hermano donde encontró en un pedazo hueco bajo el suelo aquel diario y lo decidido que se encontraba en vender aquella casa a alguien “digno” pues él no podía comprar la casa con su poco salario.

Hojeó el resto de las hojas para abrir sus ojos con asombro.

Unas hojas después estaba la imagen de un hombre pelinegro de ojos ónix y penetrantes, con piel blanca y alto. Vistiendo de traje y sonriendo arrogante a la cámara. Esa fue la última foto que se tomó.

Él.

Él es el autor de aquel diario.

O mejor dicho: “era”.

Estaba confundido por primera vez pero a la vez estaba satisfecho.

Le dolía la cabeza a horrores pero a la vez sonreía como masoquista.

Estaba feliz, estaba triste y nostálgico, estaba furioso, estaba confundido, estaba… estaba raro.

El sonido de un portazo lo desconcentró de sus pensamientos. Volteó a ver a puerta de la entrada donde se veía a un lloroso Tsunayoshi quien corrió por las escaleras para encerrarse en su cuarto.

Utilizando su falta de existencia a favor, Sr. Sombra, o mejor dicho “Reborn” flotó hasta las escaleras donde traspaso el suelo llegando a la habitación anaranjada donde el castaño se encontraba llorando a moco tendido en su cama.

-¡T-to-do es m-mi culpa! – se regañaba entre sollozos y gritos. – ¡Es mi culpa!

Suerte para él que sus padres habían salido a trabajar fuera de la ciudad y sus hermanos estaban en casas de amigos. No quería que lo vieran en un estado tan deplorable.

-Shhh… ¿Qué ocurre? – dijo una voz consoladora.

Dejando de sollozar pero sin dejar de moquear levanto si rostro para observar con sus ojos rojos y vidriosos su habitación. Se encontraba solitaria a excepción de él mismo. Extrañado, volvió a hundir el rostro en la almohada y ahogar nuevamente sus penas.

-Dime que te ocurre.

De nuevo aquella voz evidentemente masculina pero con un encantador y cautivante tono dulce le hizo levantar la mirada.

No hay nadie más.

Debía estarse volviendo loco.

Se limpió la nariz moqueante con la manga de su uniforme mientras se sentaba en la cama y apretujaba en su pecho aquella almohada llena de lágrimas, penas, dolor y mocos.

Debía estar loco. Si.

Pero debía estar más loco por lo que estaba a punto de hacer.

-E-estaba con m-mi n-novio B-Byakuran e-en el salón… – inició a decir sin poder evitar varios sollozos que se le escapaban. – É-él me e-empezó a besar, m-mucho… lu-luego me empezó a t-tocar. Y-yo me negué a que continuara p-pero el insistió… d-dijo que ya llevábamos mucho tiempo siendo novios… que ya era hora de “su-subir a otro nivel”…… Yo me seguí negando… Se enojó. Me gritó. Me insultó y por ultimo… me dejó… Y, es que yo no quería d-decepcionarlo ya que n-ni siquiera yo mismo me he tocado…

Y perdió la voz mientras observaba con tristeza y dolor la pared frente a su cama. Reborn estaba a su lado izquierdo por eso no se preocupó por que supiera su presencia.

El pelinegro abrió los ojos de impresión. Puede que no lo haya visto pero aquella mano que Tsunayoshi descendía desde su pecho no parecía tener las intenciones más “inocentes”.

Llegó hasta el pantalón del uniforme el cual bajo junto con el bóxer verdee con dibujitos de patitos en un bote para dejar al descubierto su flácida virilidad. Su mano acarició inexperto y torpe mientras cerraba con fuerza los ojos y se mordía el labio inferior. Ocultó sus mejillas de tomate y ojos apretados con su otro brazo mientras comenzaba a hacer movimientos rítmicos sobre su pene, acariciando de vez en cuando sus testículos. El miembro comenzó a ponerse erecto pero no solo por las caricias que recibía de parte de su dueño, sino también porque la imaginación de este quien no podía quitarse de la mente un par de ojos ónix que parecían hurgar en lo más recóndito de su alma los más oscuros y sucios pecados y deseos de su propiedad.

Con el Sr. Sombra, bueno, este sol observaba con interés y calma al menudo castaño frente a él. Después de todo, es normal, ¿no? Es un adolescente y luego se alteran las hormonas…

Un momento…

¿Por qué sus pantalones tan fantasmales como él estaban apretados?

¡Se supone que es un fantasma!

¿¡Cómo es que puede tener una erección!?

-¡HI! – escuchar gritar, sacándolo de sus pensamientos. – ¿¡Q-quién eres tú!?

El fantasma levantó la mirada curioso.

Sus oscuros ojos se encontraron con la mirada horrorizada del menor.

Este no pudo evitar sonrojarse más de lo que ya estaba…

Especialmente porque aquellos ojos negros encajaban a la perfección con los que se encontraban en sus recuerdos.

-Soy Reborn. – contestó con simpleza.

-¡S-sal de la casa! – exclamó aterrado el Sawada mientras intentaba cubrir sus parte nobles.

-No quiero.

-¿¡Q-qué!? – exclamó entre extrañado, aterrado y confundido mientras señalaba la puerta de su habitación con su mano derecha. – ¡Vete!

El pelinegro bajo la mirada pero no fue hacia los pantalones abajo del castaño, fue, más bien, a la mano derecha con la que señalaba la puerta. De improvisto tomó aquella extremidad que temblaba con miedo y pánico pero el portador de esta no decía nada con temor de que le hiciera algo aquel desconocido. Tembló a la vez. Sus manos eran bastante frías y abrió los ojos como platos al notar que el sujeto era medio transparente.

A la vez, Reborn estaba enfrascado en la cicatriz en el dorso del castaño. Acercó paulatinamente aquella mano a su rostro para besarlo con sus fríos y finos labios.

Sin dejar de realizar aquella dulce acción levantó la mirada para encontrarse al tomate que tenía Tsunayoshi por cara en aquellos momentos. Sonrió con arrogancia para luego sonreír con nostalgia al separarse de la pequeña mano.

-Aún recuerdo cuando te hice esto... – le comentó tristemente.

Vio aquella cicatriz con forma de garras. Estaba a punto de soltar su mano cuando…

-¿S-sr. Sombra?

Alzó sorprendido su vista para ver como las lágrimas volvían a los ojos de castaño y una temblorosa sonrisa se atrevía a cubrir sus labios.

-¿E-e-eres tú?

Reborn sonrió.

Se enderezó para quedar a milímetros del rostro contrario y besó su frente con dulzura.

Ahora si Tsuna ya no podía evitar las lágrimas que caían más rápido que cuando lloró por Byakuran.

Besó su nariz, sus ojos irritados, su nariz, su barbilla y sus mejillas de manera casta pero repetitiva y rápida. Besó todo lo que pudo del rostro del menor hasta que en un movimiento en falso beso l comisura y parte de los labios del menor.

Se alejaron. No mucho pero lo suficiente para mirarse con detenimiento a los ojos.

Se acercaron nuevamente y volvieron a besarse de manera casta y dulce.

Volvieron a acercarse, esta vez mientras cerraban los ojos y enredaban sus brazos en el otro para disfrutar aquel apasionado beso.

No estaban muy seguros de quien lo comenzó pero en algún punto el castaño quedo atrapado entre el fantasma y el colchón.

-Re-reborn… – gimió.

Ojala sus pantalones dejaran de estar tan apretados.

Besó nuevamente los labios rosados del menor mientras desabotonaba lentamente la camisa sin interrumpir su aquella degustación tan placentera.

Besó la mejilla una vez que logró quitarle la camisa y tirarla al olvido y seguir su camino de dulces besos por el blanco cuello. Acarició la cintura de Sawada con ambas manos, pasándolas también por su espalda y estomago hasta que una de ellas subió de más, encontrándose con aquellos rosados pezones del menor.

Su mano, traviesa y curiosa decidió explorar aquella zona en pecho del castaño donde empezó a juguetear con los adorables botones que se endurecían a su tacto. Paso suavemente sus fríos dedos por sobre ellos mientras que su otra mano aprovechaba para acariciar toda la piel descubierta de Tsunayoshi.

Pero a ambos se les había olvidado algo…

Eso era que…

Tsuna aún tenía los pantalones abajo.

Por eso no fue tan extraño el notar como aquel adorable miembro se levantaba tímidamente, captando la atención de ambos.

El castaño intentó salir huyendo de ahí. Sus mejillas ardían como el mismo infierno de vergüenza y el resto de su cuerpo quedó tieso para que en el mismo segundo comenzar a moverse bruscamente con el plan de escapar desnudo de ahí y no volver nunca a aquella casa, pero fue interrumpido por la fuerza y rapidez del fantasma puesto que este agarro con una de sus grandes manos ambas muñecas sobre su cabeza

-Waah… ¿Q-qué…? – intentó replicar el castaño, intentando huir en vano. – S-sr. Sombra…

-No, Tsunayoshi. – negó el otro, divertido ante esta situación. – Hace unos momentos o habías dicho bien. Por ahora no soy el Sr. Sombra.

-S-R-Reborn… – dijo al fin el niño tomate.

-Así está mejor. – declaró el otro.

Pero al contrario de lo que Tsuna creía, este no lo soltó, solo se acomodó entre sus piernas aún sujetándole fuertemente de las muñecas. Respingo al sentir la fría mano libre del pelinegro acariciar su abdomen suavemente e ir descendiendo de poco a poco hasta que por fin llego a la tímida erección del castaño la cual rodeo con aquellos largos dedos. El Sawada intentó acallar los gemidos que salían de su boca pero aun así no pudo evitar los suspiros que expulsaba esta. Y mientras Tsuna se concentraba en intentar en vano el ocultar su obvio placer por las atenciones del pelinegro, este acercó su rostro al pecho de este. El castaño respingo sin poder ocultar en aquel momento un gemido de placer pues fue inesperado el hecho de sentir aquella congelada lengua sobre su piel. Húmeda y helada dejando todo a su paso en igualadas condiciones, la lengua de Reborn bajó del cuello por el pectoral para sorprender nuevamente al menor al atender nuevamente el pezón izquierdo pero esta vez con ayuda de su boca.

Tsunayoshi intentaba por todos los medios el ser tragado por aquellas blanquecinas sábanas, quería acallar a toda costa los extraños sonidos que escapaban de su boca al tener al de patillas rizadas sobre él, lamiendo y succionando con disfrute su botón rosado a la vez que con la otra mano comenzaba a moverla rítmicamente de arriba hacia abajo sobre su erección.

Jadeó mientras contraía la espalda y abría los ojos como platos. Reborn inició a mover más rápido aquella mano que apresaba su miembro para acariciar igualmente sus testículos moldeándolos a su gusto según sus manos y comenzó a descender la dirección de sus besos a l vez que soltaba las manos del menor y se concentraba más en atenderlo. Con aquella mano ya disponible y su boca besando dulcemente el plano y suave vientre del castaño bajo esta hasta llegar a los pantalones en las rodillas del castaño los cuales quitó con rapidez al igual que la ropa interior.

Tsunayoshi, ante este hecho, no pudo evitar temblar y apretar los ojos con las mejillas coloradas, no estaba seguro de si lo había hecho por vergüenza, por miedo o por ambas. Lo único que sabía en aquellos momentos es que estaba a completa merced de aquel atractivo pelinegro.

Cerró nuevamente sus ojos y suspiro de placer pero algo le hizo volver a abrir los ojos. Quizás, solo quizás fue el hecho de que Reborn le tomara de la cadera para voltearlo y ponerlo boca abajo sobre la cama.

-¿Eh? –no pudo evitar, confundido, excitado, sonrojado y sintiendo aquellas acariciar dulcemente sus piernas y muslos.

Y el cerebro del castaño apenas estaba procesando esto.

-¿¡EH!? – soltó al fin mientras comenzaba a sentir las grandes manos posarse sobre su trasero.

Reborn empezó a apretar los firmes y suaves glúteos del menor. Los masajeo con casi adoración; de arriba abajo los movía ocasionando que la cadera de Tsuna se moviera levemente, frotando su erección contra la suavidad de las mantas. Apretó y moldeo a su gusto aquel par de carnes para acercar su rostro a la espalda baja del menor.

Besó dulcemente aquel lugar para descender dejando un camino de besos a su paso; por la raya del trasero para dirigirse a una de las nalgas que agarró con sus dientes sin causar verdadero dolor para luego alejarse ligeramente para agarrar ambos glúteos y separarlos, dejando al descubierto aquella entrada que, sin que su dueño se diera cuenta, se contraía, ansiosa.

El pelinegro levantó las caderas del castaño mientras este se dejaba hacer, sintiendo aquellas suaves caricias que se le eran brindadas en las piernas. Reborn ascendió una de sus manos hacía la erección de Tsunayoshi y empezar a masturbarla nuevamente mientras comenzaba a dilatar aquella estrecha entrada con ayuda de su lengua.

Sawada jadeó sorprendido mientras apretaba entre sus dedos las sábanas en las que estaba recostado. 

La lengua de Reborn estaba muy fría.

Una vez que el pelinegro terminó con aquella actividad volvió a voltear a Tsuna quedando cara a cara. Mientras compartían el mismo aire de manera jadeante, uno de los dedos del pelinegro se introdujo en el castaño quien gimió ante aquella incomoda sensación.

Y así, lo que comenzó con un dedo cambió para aumentarle otro que una vez adentro del menor se abrían y cerraban en formas de tijera ensanchando la entrada lo más posible, no fue hasta que se unió a dentro del ano del Sawada donde el mencionado apretó diente y puños ante el dolor que le causaba esto. Reborn esperó unos minutos para luego volver a sacar y meter cuidadosamente sus dígitos dentro del castaño mientras este jadeaba intentando ocultar su sonrojado rostro entre las sábanas que jaló sobre su hombro.

Reborn seguía metiendo sus dedos dentro de Tsuna de manera cautelosa pero algo impaciente y hubiera seguido así si no hubiese sido por aquel sonoro gemido que soltó el menor sin disimular o aquella grata reacción de serlo desesperado, intentando introducirse aquellos largos dedos lo más profundo posible.

Sacó los tres dedos dentro del castaño recibiendo un gemido de queja al respecto que solo le causa una inmensa sonrisa.

Bajo apurado el cierre de su pantalón, colocó ambas cremosas piernas obre sus hombro y, sin pensarlo más se introdujo en el interior del menor sintiendo por parte de ambos una extraña sensación contraproducente por pate de ambos.

Tsuna apretó tan fuerte las sábanas de sus nudillos se pusieron blancos y lágrimas salían como cascadas de sus ojos chocolates. Dolía. Dolía como el infierno. Pero… a la vez… se sentía bien… por mucho que le avergonzara pensarlo, el frío pene del pelinegro llegaba a ser cálido en algún punto mientras se abría paso entre sus entrañas. A la vez, Reborn jadeó de placer pues el interior del chico era cálido y estrechaba su erección con aquellas húmedas paredes que le ahorcaban de una manera bastante excitante.

El primer movimiento después de algunos segundos en los que se andaban acostumbrando al otro unido a él, Tsuna movió sus caderas en busca de más contacto que el pelinegro le brindó con justo. Penetró el ano del pequeño con suavidad al comienzo y al notar que ante aquel movimiento este soltó al mismo tiempo un gemido de placer volvió a realizar aquella acción recibiendo el mismo resultado pero con la diferencia de que esta vez el castaño sonrojado se mordió el labio inferior.

Notando la obvia tensión de su acompañante que lo único que hacía era querer perder el control y embestirlo sin piedad por lo que extendió su brazo ara tomar el miembro de Tsunayoshi y empezar a masturbarlo nuevamente.

Tsuna soltó un gemido ya sin importarle comenzó a suspira, emir y jadear al compás de los rítmicos movimientos de Reborn, los cuales, cada vez se hacían más apurados y acelerados.

Embistió y embistió, de adentro hacia afuera mientras gozaba de las sensaciones. Embobado por lo sexy que se veía el pequeño, el pelinegro se dejó llevar, y de paso, abriendo un poco más las piernas de este.

Se detuvo al recibir todo un alarido de placer por parte del menudo chico.

Volvió a penetrar con fuerza en aquel mismo lugar.

-¡R-Reborn! – exclamó alterado el chico.

Y tembló después. Quién sabe si del placer que le brindaba el de patillas rizadas al embestir alocado y con fuerza en aquella zona dentro de él o la sonrisa perturbadoramente aterradora y pervertida que soltó hace unos segundos.

Como sea, ya estaba llegando a su clímax. Ambos sabían que ni ellos ni el otro aguantaría por más tiempo pero eso no aminoró la velocidad de sus movimientos, es más, hasta aceleraron.

El placer invadió el cuerpo de Tsuna quien sintió una descarga de energía correr por cada poro de su piel para que esta se dirija hacia la punta de su pene donde expulsó aquella sensación de paraíso junto con un largo gemido. Así fue como sus entrañas se contrajeron con tal fuerza que el pelinegro solo pudo embestirle un par de veces más para poder correrse dentro del menor.

Jadeantes, sudorosos y agotados, ambos se dejaron caer en la cama con el castaño sobre el de patillas rizadas, sin hablarse, solo mirando el techo como si este tuviera las respuestas a aquel indebido acto que acababan de cometer.

-Y… – dijo Tsuna al fin después de varios minutos que se tornaron incomodos a su debido tiempo. – ¿Y ahora?

-¿No es obvio? – respondió el otro sin voltearlo a ver. – Ahora somos pareja.

-¿¡Qué!? – exclamó sorprendido el castaño levantándose un poco para voltear a ver el definido rostro de Reborn.

-Ya me oíste. – contestó nuevamente el mayor. – ¿Qué tal si quedas embarazado? Yo tendré que hacerme cargo del padre.

-¡HIII! – chilló. – ¡Soy un chico! ¡No puedo quedar embarazado!

-Bueno… – comenzó el fantasma mientras se enderezaba con pereza.

He, inesperadamente, nuevamente el cuerpo de Tsuna contra el colchón que le miró aterrado, sonrojado e impactado.

-Tendremos que seguir intentándolo hasta que se pueda. – dijo con el rostro ensombrecido.

Tsuna tembló. No solo por su súper intuición, era más que obvio que aquella aterradora sonrisa no prometía nada bueno.

Y fue así donde la rutina del Sr. Sombra nuevamente cambio. Molestaba a Daemon y mayormente al idiota de Iemitsu cuando por fin estaba en casa. Ayudaba en todo lo posible a Nana y algunas veces a Giotto en tareas bastante simples y también era el encargado de dejar varios sospechosos chupones en el cuerpo del menor de la familia (preferiblemente en su cuello) y de dejar sin poder caminar a este por varios días; Daemon le hacía bromas de mal gusto a su hermanito como que acababa de tener 10 rondas de sexo salvaje con algún hombre con una verga de tamaño legendario (lo cual, no estaba my alejado de la realidad), Giotto no preguntaba a pesar de tener sus sospechas, simplemente intentaba ayudarlo con todo. Iemitsu nunca estaba en casa y cuando estaba se concentraba más en su hijo rubio y su adorada esposa como para notar el infernal dolor de culo de su hijo menor y Nana… bueno… Nana es dulce y amable.

Reborn estaba tan feliz que apenas y notó el hecho de que ya no vivieran ahí ni Giotto ni Daemon al igual que Nana e Iemitsu. Solo quedaba Tsunayoshi quien a un año de haber terminado la universidad trabaja como doctor en algún hospital que Reborn no se ha tomado la molestia de visitar o al menos de aprenderse el nombre.

Hoy se suponía que iba a ser un día normal. Tsuna estaba viendo la televisión bastante concentrado e intentado evitar mostrar su evidente nostalgia ante la dulce familia que había en la pantalla mientras Reborn levitaba por el techo, observando las expresiones de su amado.

Pero a ambos les desconcertó el toque del timbre. El castaño volteó a ver al fantasma y este solo asintió para seguirlo una vez que se levantó y camino a la puerta principal. Una vez frente a ella tomó la perilla y la abrió para dejar al descubierto un hombre mayor con ojos azules claros y con un brillante pero con obvias canas pelo rubio.

-Buenas noches, joven. – saludó el hombre.

-Ehm… buenas noches. – correspondió el castaño, sin notar los ojos abiertos como platos que tenía su novio a sus espaldas.

-Sé que esta será una petición extraña pero… bueno, yo fui quien le vendió esta casa a sus padres y me gustaría entrar a verla… solo por… viejos recuerdos.

-Ehm… bueno, yo-

-¡Oh! ¿Pero dónde estás mis modales? – se regañó a sí mismo el mayor mientras extendía una mano al castaño. – Mi nombre es Colonello Arcobaleno.

-Yo soy Tsunayoshi Sawada. – se presentó. – Y, disculpe pero…

-Déjalo pasar. – escuchó.

Levantó la cabeza que miraba el rostro del blondo para ver a Reborn levitando sobre este.

-Es mi hermano. – justificó. – Déjalo pasar, por favor.

Y no estaba de más decir que Reborn ya le había contado aquella historia de cuando estaba vivo

Sin estar totalmente seguro, Tsuna acató la petición del fantasma pelinegro haciéndose un lado, dejando pasar al interior de su hogar aquel desconocido. Cerró la puerta tras él.

El rubio miró alrededor con nostalgia y avanzar a paso calmado a la sala como si fuera su casa, o mejor dicho, como si aún fuera su casa. Se sentó en el sofá grande frente a la tele con el castaño y el pelinegro invisible a sus espaldas.

Y un silencio incómodo (al menos para Tsuna) se hizo presente.

-Sabes... – dijo después de casi media hora de admirar el lugar. – Yo vivía aquí…

Tsuna miró a Reborn pero solo logró ver los pies de este al desvanecer cuando atravesó el techo.

Miró ahora al hombre a su lado y suspiro. Inmediatamente después vio al fantasma pelinegro bajar levitando las escaleras con un libro en mano para dejarlo a su lado sin que el curioso rubio se diese cuenta.

-Yo… – dijo de manera dudosa. – lo sé…

Colonello volteó a verlo algo confundido para abrir los ojos como platos pues, entre aquellas delicadas manos se encontraba un pequeño diario marrón viejo y quemado.

-¿C-cómo lo…? – intentó preguntar.

Pero su boca simplemente se abría como la de un pescado sin soltar palabra por el nudo en su garganta. Tenía los ojos abiertos de par en par y no estaba seguro de que haya logrado analizar todo.

Tomó con evidente temblor aquel cuaderno entre sus manos para que una vez en su regazo lo abriera y observara las páginas como si le estuvieran diciendo la pero mentira de su vida.

-Alguien la encontró…

Colonello recordó que no se encontraba solo y volteó a ver de manera veloz al castaño a su lado de manera tan rápida que Tsuna duda de la idea de que no se hubiera roto el cuello.

-Si… yo le llamó “Sr. Sombra”... – comenzó a decir con la atenta mirada de ambos personajes sobre él. – Pero… su verdadero nombre es… Reborn Arcobaleno…

Colonello, bueno, hizo una extraña mueca en la que combinaba la ira, la confusión, la nostalgia y la duda.

Pero… antes de que al menos pudiera decir algo sus ojos salieron desorbitados de sus cuencas para ver con sorpresa tras Tsuna porque no todos los días vez a un hombre medio invisible levitando y que ese sujeto de mirada profunda y penetrante que te observaba con interés se pareciera aterradoramente a tu hermano muerto.

No estaba seguro si gritar, tener un infarto o desmayarse. Tal vez pudo desmayarse y recibir el infarto mientras estaba inconsciente, o gritar para caer desmayado desmayadamente, quizás también estaba la opción de recibir el infarto y gritar mientras se retorcía en el suelo.

Pero no pudo.

Solo se quedó parado con rostro terriblemente impactado.

-Colonello… – llamó el fantasma.

-¿S-sí, Fantasma-de-mi-hermano-muerto-que-debe-estar-comprobando-mis-teorías-de-que-me-estoy-volviendo-loco? – le preguntó tambaleante mientras se sostenía del sillón de cual estaba anteriormente sentado.

Aun así, no se esperó para nada la intervención del Sawada, por no decir que nuevamente se había olvidado de él.

El menor le tomó la mano y cautelosamente la dirigió hasta el pelinegro quien ya sabía lo que planeaba el menor pero eso no evitó el que se dejara hacer por él y sus pequeñas y suaves manos. El fantasma fue tomado de la muñeca y Tsuna logró juntar ambas manos grandes.

-Él está aquí. – le dijo, sonriendo como alguna clase de ángel.

Se alejó mientras Colonello observaba con intensidad su mano que era sostenida por la fría del otro, buscando algún indicio de que este no fuera un sueño pero no encontraba nada y sus piernas no paraban de temblar.

-¿E-eres tú? – le preguntó con los ojos vidriosos, comenzando a quedarse sin voz. – ¿R-realmente eres tú?

Reborn asintió mientras le sonreía.

Y Colonello, a pesar de saber que podía verse bien loco, se lanzó a sus brazos a llorar mientras era reconfortado por las heladas manos del mayor en edad sobre su espalda y cabellos algo canosos.

Después de llorar por ora media hora y ser calmado de una buena vez por un golpe en la cabeza que le brindó el mismo por no calmarse los tres empezaron a conversar animadamente, especialmente Colonello quien contaba todo lo que le había pasado en ese tiempo (lo cual, no era mucho pero ambos se entretenían escuchando las exageraciones del rubio). Fue cuando se hizo tarde donde una vez que los tres individuos se pusieron junto a la puerta el ojiazul volteó a ver al fantasma, sonriente.

-Reborn. – llamó. – Ven conmigo kora.

-¿Eh? – soltó el castaño.

-Quiero que Reborn viva conmigo kora. – le dijo el mayor, ilusionado.

-Eso no se va a poder, Colonello. – declaró el fantasma.

-¿Qué? – soltó extrañado. – ¿Por qué no kora?

-Porque…

Y fue así como el Sr. Sombra tomó al castaño de la cintura lo levanto para que flotara a su lado.

-Él es mi pareja. – declaró mientras el castaño de derretía de vergüenza en sus brazos.

-¡Reborn! – exclamó el pequeño abochornado.

-Valla… - soltó Colonello. – Eso fue inesperado…

-Expectantes estaban ambos ante la respuesta del rubio Arcobaleno.

-Supongo que debo dejarte ser feliz. – dijo al final el ojiazul, sonriéndole a la pareja.

-Hasta luego, Colonello. – despidió el avergonzado chico.

-Hasta pronto. – despidió igualmente mientras salía de ahí con una sonrisa comprensiva.

Reborn y Tsuna se asomaron por la ventana para ver como el rubio se alejaba caminando de la casa hasta perderse por el final de la calle.

-Eso fue rápido y sencillo. – dijo Tsuna aun siendo cargado por su novio.

-Mm-hmp. – asintió el fantasma.

-¿¡Q-qué haces!?

-Te acarició.

-¡P-pero no ahí! –exclamó avergonzado el menor mientras intentaba bajarse de los brazos de su amado quien le acariciaba el trasero.

-Oh. ¿Aquí?

-¡HI! ¡Menos! – exclamó, intentando alejar aquella mano de su entrepierna.

Y después de aquella noche en la que Reborn no dejó dormir bien a su dulce castaño llegó la mañana donde Tsuna se tuvo que levantar temprano para ir a trabajar.

El fantasma, aburrido, flotó por toda la casa, rememorando cada momento con el menor de los Sawada y sonrió ligeramente…

Estaba feliz…

Pero el timbre lo interrumpió entre sus recuerdos.

Traspasó el suelo del segundo piso para quedar frente a la puerta principal y asomarse nuevamente para ver el rostro del ojiazul canoso que esperaba pacientemente a ser atendido lo cual, Reborn no se hizo esperar, abriéndole la puerta y dándole una señal de entrar. Una vez que Colonello ingresó al hogar del Sawada donde una vez que se cerró la puerta tras él, el fantasma mostró su presencia.

-Hola, Reborn. – dijo el rubio. – Mira, sé que es algo pronto pero realmente quería estar contigo otra vez…

-Oye. – le llamó el de patillas rizadas. – En realidad, necesito que me hagas un favor ahora que estas aquí.

-¿Cuál? – le preguntó amable y curioso.

Reborn sonrió. Mientras tanto, Tsuna llegó al hospital donde pudo descubrir que no iba a ser un día fácil. Recibiendo el acoso de alguno de sus compañeros de trabajo como todos los días además de que le pusieron una operación difícil junto con aquel chico peliazul con heterocroma que siempre le andaba molestando e insinuando y no solo trabajo molesto en toda la operación, sino que Mukuro realizó mal un trabajo increíblemente simple que le había encargado y el regañado fue él además de que le descontaron dinero de su sueldo y, para terminar el día, sufrió la vergüenza de quedar en ropa interior frente a sus compañeros de trabajo por una broma que le había hecho Lambo Bovino cuando estaba durmiendo en su descanso.

El peor día de todos.

Caminó agotado a su casa con los ánimos por bajo el suelo. Sus piernas dolían y el camino a su casa se le hizo eterno.

Después de varios minutos de avanzar por las solitarias calles de aquella helada noche llegó a su humilde hogar donde abrió la puerta y la cerró tras de sí para recargarse sobre esta y cerrar los ojos mientras suspiraba de cansancio. Abrió los ojos paulatinamente y mirar con extrañeza y sorpresa un camino de rosas que iban desde la puerta donde estaba recargado hasta las escaleras. Curioso y divertido dejo su maletín en uno de los sillones para subir las escaleras siguiendo el rastro de pétalos.

Cuando llegó al último escalón noto que el camino seguía, por lo que, más impulsado por su curiosidad que por su verdadera energía dio otro paso pero una mano sobre su hombro le interrumpió.

Se giró para ver aquel fantasma pelinegro que había conocido toda su vida pero no pudo evitar su sorpresa al notar como este llevaba un traje de saco con cola pingüino y no tenía sobre su cabeza su inseparable sombrero. Tsuna se sonrojó ante la atractiva vista que tenía de su novio quien, sin decir nada, le tomó de la mano y de la cintura para comenzar un suave vals.

Confundido, alegre e intentando no tropezar estaba el castaño quien tomó el hombro del mayor y comenzaron a bailar. Avanzaban por el pasillo con calma, perdidos en la mirada del otro, no fue hasta que en un momento Reborn se alejó de su novio sin dejar de tomarle la mano y le hizo girar en su mismo lugar. Cuando aquella vuelta acabó el baile igual y Tsuna levantó la mirada para ver como el mayor le observaba con adoración. Pero se sentía… raro…

Bajó la mirada para notar que su camisa, corbata y pantalones habían sido sustituidos por un hermoso vestido blanco lleno de bordados de flores blancas además de que dejaba al descubierto sus hombros pero sus brazos no tanto ya que llevaban encima una tela blanca casi transparente que cubría hasta los dorsos de su mano y, sobre sus alborotados cabellos castaños llevaba una diadema blanca con flores igualmente blancas y que dejaban unos hilos del mismo color colgar hasta el nivel de la barbilla. Se sonrojó e hizo un puchero a su novio quien sonrió pues sabía lo avergonzado que se sentía su pareja ante sus vestimentas.

Sin soltar su mano en ningún momento siguieron avanzando sobre el camino de pétalos rosados hasta llegar frente a una puerta la cual Reborn abrió para entrar junto con Tsuna quien no pudo evitar soltar una risa. En medio de aquella anaranjada habitación se encontraba Colonello vestido con una camisa blanca, pantalones negros al igual que una gabardina negra abierta junto con un libro en manos, además, las paredes del cuarto estaban llenas de decoraciones blanquecinas que parecían copos de nieve.

-¿Qué es todo esto? – preguntó risueño Tsunayoshi mientras se acercaba a Colonello quien solo se inclinó, tomó su mano y la beso cual caballero a alguna damisela.

-Una sorpresa por parte del Arcobaleno. – respondió el rubio mientras se volvía a enderezar.

-Reborn…

Tsuna se dio la vuelta para quedar frente al pelinegro de patillas rizadas quien le miraba como si fuera una de las maravillas del mundo. Tomó sus manos y Tsuna no entendía que ocurría pero eso no evitó que desvaneciera aquella inmensa sonrisa en su rostro.

-Tsunayoshi Sawada. – dijo. – Desde el primer momento en que te vi has hecho algo en mí. Me has cambiado. Puede que no recuerde el cómo ha sido mi vida pero después de ella mi mundo estaba lleno de oscuridad, simpleza e indiferencia. No comprendía nada, hasta las más pequeñas muestras de humor me eran complicadas de entender y las lágrimas no tenían conexión alguna con el dolor sentimental a mi parecer, todo cambio la primera vez que te vi, un pequeño mocoso de increíbles ojos que, a pesar de no ser del mismo color brillan tanto como el cielo, llenos de vida y amor. Me enseñaste que es querer; que es sentir. Me demostraste que no necesito estar vivo para saber lo que es verdadero amor y… yo sé… sé que no puedo darte aquella boda con la que tanto sueñas pero que nunca mencionas… y yo… espero que esto pueda compensarlo.

Y Tsuna lo intentó, en serio lo intentó pero no pudo más y las lágrimas corrieron por sus sonrojadas mejillas mientras observaba como el fantasma se arrodillaba frente a él recargándose en su rodilla izquierda y pie derecho.

-Reborn Arcobaleno. – dijo el novio de ojos vidriosos. – Y-yo… Siempre has sido alguien importante para mí. Aunque los recuerdos de mi niñez sigan borrosos aun lo recuerdo, el cómo me observabas, el cómo me tocabas, el cómo me cuidabas, el cómo me amabas… cuando te volví a encontrar aquel día y me besaste supe desde ese momento que no podía abandonarte así de fácil, te volviste alguna clase de droga algo masoquista para mi parecer pero tan dulce y adictiva. ¿Y qué si no podemos ser una familia normal? Lo que a mí más me importa es que permanezcas aquí, conmigo. Yo no te voy a pedir ni la Luna o el Sol, ni te voy a dejar porque por eso te amo, por ser tú. Por ser el hombre a quien yo amo…

Reborn se levantó quedando parado frente con su amado castaño sin interrumpir en ningún momento el contacto visual entre ellos.

-Reborn Arcobaleno. – llamó Colonello parado frente a la enamorada pareja. – ¿Aceptas a Sawada Tsunayoshi como su eterna pareja para amarlo y respetarlo, en la enfermedad y en el sexo hasta que se vaya a dormir donde ya no podrás violarlo? Y no se valdrá despertarlo con aquellos fines.

-Acepto. – afirmó el pelinegro, viendo como el menor se sonrojaba fuertemente.

-Tsunayoshi Sawada. – dijo el rubio. – ¿Aceptas a Arcobaleno Reborn en su muerte y en sus reclamos, en sus fallos y en su incansable y hasta cierto punto aterrador apetito sexual que por alguna razón me contó para amarlo y respetarlo a pesar de ser un bobo con complejo de superioridad?

-Acepto. – dijo el castaño después de reír y ver como su pareja fruncía el ceño.

-Y, por el poder que me otorga este libro de “Harry Potter y la cámara secreta”, yo los declaró marido y fantasma. – declaró Colonello. – Puedes besar al pasivo.

-¡Colonello! – regaño sonrojado el menor.

Pero el pelinegro ni le importó. Agarró entre sus brazos la menuda figura de su amado y la levantó para empezar a besar al sorprendido chico quien al notar la acción de su novio lo tomó de las mejillas para continuar con el besó. Una vez que finalizó juntaron sus frentes con la del otro y se miraron con amor.

-Te amo, Dame-Tsuna. – dijo el de patillas rizadas.

-Te amo, Sr. Sombra. – dijo el castaño.

-Los amos, chicos. – dijo un lloroso y moqueante Colonello, abrazando a la feliz pareja. – Ustedes son mi nuevo OTP.

Fin <3

Notas finales:

Bien, no lo he leído así que no tengo ni la menor idea de como quedó :P Me tardé una semana y media en hacer esta cosa, ojala les haya gustado TT_TT


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