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Mi acosador personal. por MA-D

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Notas del fanfic:

Resubido para las personas que se quedaron a medias. 

 

 

-Te lo he dicho muchísimas veces, Minseok. Madura de una vez. Mira a tu hermano, él es perfecto, obediente y con sentido común. Cuánto tiempo te dijimos que hay cosas que deben cumplirse sin rechistar? –

 

Si Minseok tuviera que describir la voz de su madre, diría que era una voz demasiado dulce para todo el veneno que soltaba en tan pocas frases, dichas de forma tan sutil. No fueron solo esas frases tan escuchadas, hubo más como “Cómo serás el heredero de todo si te comportas como un niño pequeño a tus 20 años?” O varias frases más cortas como “No te da vergüenza ser inútil?” “Siempre estás a lo tuyo”  “Crece”

 

Minseok rueda los ojos cuando ve que su madre se ha ido y le ha dejado sola. Él ya tenía el “auto” puesto, porque esto era demasiado repetitivo últimamente, porque él se cansaba de que le dijeran siempre lo mismo, de diferentes formas.

 

Si tenéis un niño perfecto, como mi hermano, para qué me queréis a mí? Nací un minuto antes.

 

Esos pensamientos tranquilizaban a Minseok, era una especie de ánimos que se daba a sí mismo, para continuar adelante y no dejarse llevar por esas órdenes.

 

Pero acaso él era malo? Él era de esos chicos que solo quieren quedarse en su cuarto, viendo alguna buena película mientras lee algún libro o ve una película mientras bebe un buen café, o limpia y ordena su cuarto a la perfección, aun teniendo mil criados que podrían hacerlo por él. Su cuarto siempre fue su cuarto, nadie entraba ahí, nadie.

 

Llevaba ya un buen tiempo planeando algo. Era un plan estúpido, estúpido que después de lo que pasó ese día, decidió que de verdad llevaría a cabo, costase lo que le costase.

 

Porque sabía que era difícil vivir solo en una ciudad tan grande. Él nunca había salido de su casa solo, no era como su hermano, no tenía ni amigos, ni amigas.  Pero quizá no era mala idea prostituirse, qué más daba? Todo sería mejor que esa vida. Porque no se iba a casar con nadie. No quería, jamás. Él no se iba a casar con una mujer, ni con un hombre, ni con nadie. Él no quería a ninguna persona cerca de él. Solo quiero estar en paz.

 

Quizá su vida siempre fue demasiado pacífica.

 

 

Un minuto.

 

Ese un minuto de diferencia que ahora le hacía mirar a todos lados, como un gato que cambia de entorno, tras una mudanza.  El sonido de los coches le asustaba, se sobresaltaba, era como un niño que creció en la selva, y por primera vez, por primera vez estaba en una ciudad, entre tanta gente desconocida. Tenía la sensación de que todos le miraban. Y él iba vestido normal, a pesar de ser el hijo de esa familia tan adinera y famosa, era su hermano el famoso.

 

Él tenía la sensación de que sus padres le odiaban. Le odiaban porque tenían el heredero perfecto entre sus dos hijos, pero era el menor.  Y que le odiasen le perjudicaba. Le perjudicaba porque tenía que ir a citas, a reuniones, a las diferentes empresas por todo Corea, y a veces fuera de Corea. Y él ya estaba harto.

 

Por eso ahora andaba por alguna calle de las miles, que no conocía, ni quería conocer. Quería perderse.  Quería que alguien de esos hombres que trafican con jóvenes le atrapase, y le llevase por ahí.

 

Minseok quería todo, todo, menos volver a esa casa del demonio. No quería volver a ver la cara de sus malditos padres. Si los volvía a ver, quizá esta vez no tendría la “suerte” de caer bien.

 

Vio una multitud de personas. Estaban rodeando a alguien. Él no conocía a ese alguien. No le interesaba tampoco. Se puso la capucha, caminando al frente. Intentaba que la multitud no fuese por el mismo lugar que él, porque odiaba ser empujado, pero no, ellos estaban demasiado ocupados en perseguir a ese alguien.

 

Minseok vio un bus turista, de esos gratuitos. Se subió, después de un buen rato, en el que al parecer la multitud había perdido su presa, y se había dispersado.

 

El chico caminó hacia el fondo del autobús. Quizá entendía por qué estaba medio vacío un bus así, y era por su calidad. Un bus viejo no atrae a los turistas, pensó. Se sentó en el último asiento, aunque había otro hombre sentado en esa fila ultima. No, tampoco le vio mucho, porque llevaba capucha, y porque no le apetecía analizar rostros, o cuerpos, o si tenía un cuchillo en la mano,  porque lo único que tenía Minseok ahora mismo, era un móvil, que iba a abandonar en este bus.

Sus padres eran capaces de seguirle mediante el móvil. No le extrañaría encontrar algún día que le implantaron un chip de seguimiento.  

 

 

Luhan estaba molesto. Odiaba no poder salir sin más, como un chico normal, sin tener que usar la máscara, o llevar gorro y no esconder su pelo rubio. Lo odiaba, pero a la vez era lo que le hacía ganar su vida.

El alto nunca fue de una familia adinerada, es más, se acordaba de que sus abuelos tenían una granja, y sus padres los fines de semana le llevaban a visita la granja, y el pequeño Luhan jugaba con las gallinas, y en aquel entonces, el primo que tan bien le caía.

Pero esas eran cosas del pasado. LuHan llevaba años solo, solísimo y a la vez siempre rodeado de gente.

Quizá se arrepentía de aquella vez que esa mujer le vio, y le dio su tarjeta de presentación, con un “Eres un niño guapo, no te gustaría ser famoso y ganar dinero?” Claro que le gustaría tener dinero. A quién no le gustaría tener dinero? En ese entonces él estaba tan harto de trabajar en esa pastelería… Sí, quizá le dieron hogar y dinero, cuando no tenía nada, quizá su primo le hizo compañía cuanto más lo necesitaba, pero Luhan estaba vacío.

Fue dos meses después cuando LuHan empezó a ser cara de  una famosa empresa. Estuvo varios años, hasta que finalmente le hicieron Idol, Idol solista chino. Resultaba que tenía una buena voz, no solo el aspecto.

Ganó poco a poco fama, y se fue haciendo camino entre otras celebridades. Porque Luhan brillaba. Luhan había nacido para brillar y lucirse. Luhan no era hijo de  granjeros. Luhan era una estrella.

Pero en momentos así odiaba ser una maldita estrella.

 

Cuando toda esa gente llegó él se puso nervioso. Sí, quizá las fans obsesionadas daban mucho dinero, comprando todo lo que tuviera que ver con él, y quizá sí estaba muy agradecido, porque sabía que sin ellas no tendría lo que tenía , pero ahora mismo odiaba a esa niña que había gritado a todo pulmón “Es Mingming Oppa!” Con esa voz chillona.

¿Que no sabe callar?

Luhan había venido a Corea para librarse de los fans… Luhan quería una vida normal, y se suponía que en Corea no debería ser famoso… No? 

La opción más sabia, más práctica quizá, fue colarse en ese bus viejo y horrible. Porque entre tanta multitud que se juntó, realmente ni siquiera le reconocían. LuHan, o mejor dicho Ming era una estrella China, no Coreana. Quizá de 1000 personas, 1 le reconocería, aun así, era molesto.

Vio acercarse a un chico bajito, sentándose en la misma fila de asientos que él, la de más atrás.

Y quizá le hubiese gustado que le reconociese, o siquiera le conociese, porque esos ojos de ese chico bajito le llamaron la atención.

Eran unos ojos que le recordaron a un vaso de café medio vacío. Ojos con mirada perdida por ahí, pensando en mil cosas, pero sin decir ni una.

Sin duda, no era su fan.

El bus estaba en marcha, había arrancado poco después de la llegada de ese chico bajito, y ya habían pasado varios minutos. Luhan quería hablarle a ese chico, pero algo decía que no era el momento indicado.

Quizá por esa mirada que tenía ese chico de piel tan blanca, de mofletes inflados. Quizá era una mirada que decía “Dejadme en paz” Y eso hizo Luhan, a pesar de que de verdad quería hablarle.

Los minutos pasaban. El moreno de vez en cuando le echaba una ojeadita a ese chico al lado suyo. Observaba por la ventana como si nunca hubiese venido a Seúl. Era raro, porque no llevaba nada. Nada de nada. Su ropa consistía en unas deportivas negras, debajo de las cuales calcetines blancos, unos Jean ajustados negros, y una sudadera quizá demasiado ancha, de color gris.

De vez en cuando sacaba su móvil, miraba la hora, y metía el móvil en el bolsillo. Luego su mirada volvía a la ventana, y se le iluminaban los ojos, señalaba para si mismo algunos edificios altos, o algunos parques bonitos. Luhan miró sorprendido eso. Que admiraba unos simples edificios?

Que le pasa a este niño?

En serio…

Pero quería hablarle. Saber su nombre. Quería saber por qué no tenía algo encima, una mochila, o algo. Porque parecía totalmente turista, de algún pueblo. Le recordaba a él mismo, la primera vez cuando en China, fue a la gran ciudad.

No, no le habló. En alguna de esas paradas, el chico de mejillas enormes se bajó, dejando a un lado su móvil, encima de uno de los asientos.

Luhan no lo vio hasta que ya era tarde, pues el bus ya estaba demasiado lejos.

Quizá es cosa del destino, pensó. Y cogió el móvil. Vio el fondo de perfil. Ese chico no podía ser de un pueblo. El móvil era de último modelo. Lo habría robado? Por qué no había ningún fondo de pantalla? Solo uno de esos básicos que te vienen por defecto.

Entonces estaba siendo cómplice de un robo? Dejó el móvil en el asiento, envuelto en pensamientos de cómo le encierran en la cárcel, y sale la noticia de “Ming, estrella desaparecida del POP chino, es encarcelado tras robo de un móvil”. Se puso de pie cuando el bus paró. E iba a bajar, dejando el móvil ahí, lo iba a hacer de verdad. Pero fueron esos ojos que recordó, esas mejillas, esa piel blanca, esa poca altura, esa expresión de niño al que muy pronto le quitaron la infancia la que le hizo volver, coger el móvil y guardarlo en su bolsillo, luego salir.

Porque Luhan tenía claras dos cosas. Una de las cosas era que si le encarcelaban, sin duda sería un espectáculo, y la otra cosa era que quería, no, debía volver a cruzarse con ese chico, que si tuviera que describir con una palabra, diría que era un Baozi, un bonito Baozi.

Notas finales:

Gracias por leer.


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