Vamos, no puede ser tan malo. Solo es un poco…-
Rin movía su cola demoniaca al tiempo que sus caderas se contorneaban de izquierda a derecha, como si fuera un meme, mientras su rostro tenía un perpetuo puchero. También estaba algo sonrojado; culpa del calor juliano.
No pienso hacerlo, Nii-san. Aleja eso de mí-
Por lo demás, Yukio estaba a tres pasos del averno. Desde hace ya tres semanas, su vida era un calvario mental, no había dormido nada por sus pesadillas y la paranoia lo había invadido –Shura se declaraba culpable de aquello-, además se había roto una pierna –tal cual el dicho- y estaba renegado a guardar reposo. Sin embargo, lo peor es que desde un tiempo para acá, sus emociones rugían por salir de su pecho, tal vez debido a la cercanía diaria. Vaya decir que él deseaba que, literalmente, los rugiera a gritos. Sería fatal si procedía a las acciones.
Su Nii-san no podría ser más ajeno a esto. Dándole sopa de calamar, ambos en cama y con tremendo bochorno aunque ya pasaban más de las 10.
Yukio. Te recuerdo que no puedes salir de la cama. ¿Escuchaste a Mephisto, no?-
Y volvía a inferir sobre su condenada pierna, el hueso fracturado en cuatro partes casi simétricas. ¿Cómo paso? Resulta que, como siempre, Rin había corrido detrás de Shiemi al ver al ghoul apunto de atacarla. Logro evitar el ataque, sí. Sin embargo éste reboto, de alguna manera, en el edificio en que estaban contenidos el resto de adolescentes. Yukio hubiera salido ileso, claro, si no hubiera sobrepuesto la seguridad de Shima sobre la suya y hubiera saltado solo. Una columna principal le cayó en la pierna izquierda e hizo estragos en sus tejidos, tanto óseos como musculares. Mephisto le dio un mes y medio para que se recuperara.
A Yukio no le entraba aquello en la cabeza. Eso parecía más un castigo divino –o demoniaco, si se quiere ver así- que un tiempo de descanso. Una simple razón: El idiota de su hermano, mejor conocido como Rin Okumura.
¿Ya mencionamos que su Nii-san se sentía culpable? Bueno. Así era.
Tal vez, si Rin no estuviera tan pendiente de él, todo sería más…llevadero. No obstante, nunca había tenido suerte y los dioses lo odiaban, por lo tanto, su Nii-san había estado 24/7 a su servicio.
Oh por dios, eso sonaba tan obsceno.
Más bien, para no confundirse, su relación las últimas tres semanas se podía comparar a la relación de la rémora y el tiburoncín. Yukio se sentía como la primera, y eso le bajaba el orgullo.
…¡Kio! ¡Yukio! Vuelve a la tierra-
El aludido. Algo anonadado por el fuerte ruido, no despabilo antes de que la cuchara se hubiera colado por sus labios, y el líquido caliente se acomodara en su lengua.
¡AGH!-
La sopa estaba hirviendo.
¡¿Qué paso?!-
De un movimiento brusco, Yukio tumbo a Rin, quien ni idea tenia de porque había gritado, hasta que el resto de la sopa le cayó encima.
¡Itai! ¡Bastardo! ¡Qué te pasa!-
La cara endemoniada de Yukio le advirtió a Rin que debía callarse. Mas no lo hizo, y el otro, con pierna rota incluida, se le lanzó encima. Furibundo.
En medio de la riña. Un tenue y melodioso sonido resonó por la habitación. Rin se llevó las manos a la boca, ahora si rojo de la vergüenza. Yukio paró sus movimientos y viró hacia abajo la vista, lentamente.
Tenía agarrada la cola de Rin.
Yu…kio. Suéltala…y-a-
Nii-san. Yo… ¡Perdón!-
Yukio la soltó de inmediato, pero no queriéndolo dejar ir, se prendó de Rin con recelo. Estando éste bocabajo, no vio cuando los brazos de su ototo pasaron por su espalda, aun así, si lo sintió, suave e inseguro.
¿Yukio?-
Solo un rato, Nii-san-
El cabeceo afirmativo dado por el pelinegro alegro mucho a Yukio, aunque no lo demostrara. Oculto su sonrisa en el pecho de su hermano mayor.
Sintió sus latidos, fuertes. Los escuchó, corriendo aceleradamente.
Rin…estaba a punto de estallar de la vergüenza.
Yukio…dentro del séptimo cielo.