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El embaucador de dioses. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

Avisos:

Esta historia como todo lo que escribo es del género yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano.

Siempre me han gustado mucho los personajes de Kanon y Radamanthys, y los dos juntos, pero nunca he podido leer una historia en la cual no hagan excesivamente sumiso a Kanon, o que pongan al Wyvern como uke, así que aquí esta, prácticamente me la escribí de regalo de cumpleaños y también se la dedico a Yuriko Hime.

Sé que les gustara esta historia tanto como a mí, por cierto, consta de tres capítulos y ya está terminada.

Mil gracias por su atención.

KRKRKRKRKRKRKRKRKRKRKRKRKRKR

El embaucador de dioses.

Resumen: Kanon es un hombre reformado, pero a pesar de eso, aun mantiene un deseo oscuro en su corazón, un dragón de escamas doradas que lo cautivo desde su juventud, por el cual está dispuesto a lo que sea, con tal de tenerlo para sí.

Capitulo 2

El vuelo del dragón.

— No me diste una sola oportunidad, simplemente me lanzaste a Cabo Sunion y ahora aquí estas, dándome la oportunidad de cuidar Géminis pero no portar la armadura, así que Saga, no pierdas el tiempo tratando de convencerme de tu arrepentimiento, porque sé que solamente te preocupa tu reputación, no la mía.

Antes de que pudiera decir algo más Saga lo rodeo con ambos brazos, llorando, estaba demasiado arrepentido, sabía que debió darle una oportunidad, al menos una, no lanzarlo hacia la muerte en el mar, en donde gracias a la diosa Athena su pequeño hermano aun seguía con vida pero tan distante como si hubiera muerto, al menos para él lo estaba.

— ¡Hare lo que sea para que puedas perdonarme, rechazare la armadura o buscare una especial para ti, pero ya no me odies!

Kanon guardo silencio un momento, pensando en lo que Saga le ofrecía, a él tampoco le gustaba pelear con su hermano, pero no creía que su arrepentimiento fuera real, por lo que se libero de sus brazos, alejándose en dirección de la cocina, en donde se sirvió un poco de potaje.

— Por favor Kanon, yo trate de ir por ti, pero ya no estabas en esa celda…

Saga aun lo recordaba, lo rápido que corrió para llegar a tiempo, lo emocionado que estaba por liberarlo, tan solo tres semanas después de traicionar a su propia sangre, después de asesinar al patriarca, solo para encontrar la celda oscura sin su hermano en ella.

— Se que soy tu hermano mayor, que tus errores son mi culpa, así que no debí condenarte por los mismos actos que yo termine cometiendo.

Kanon se sentó en una silla lo bastante cómoda recargando su barbilla en su mano izquierda pensando de nuevo en ese muchacho, en lo mucho que lo deseaba, sintiendo como su excitación se incendiaba al recordarlo.

Rememorando su gloriosa semana en compañía de aquel efebo que pudo ser su amante en el fondo del mar, parecía que últimamente no podía dejar de pensar en eso, tal vez desde su victoria en la guerra contra Hades, el dios del inframundo, en lo que haría solo por tenerlo a su lado.

Sin importarle que fuera por su propio gusto, aunque si se rendía ante él sería mucho más dulce, pero no le importaba tener que hacerlo su rehén, arrebatarlo de su hogar como un hombre primitivo, llevarlo a la casa de géminis de donde no podría marcharse, convirtiéndolo en su prisionero.

El prisionero de un hombre que había jurado cambiar su actitud, una vez hubiera abandonado la oscuridad y consagrado su vida a su diosa, un hombre que podía ser un santo devoto, la misma clase de guerrero de la que se trataba su hermano, pero que, a fin de cuentas seguía añorando las sombras y aun se movía en ellas como si fuera su propio elemento, usando las dotes que su diosa le brindo.

Aquellas dotes que de haberlas usado en el pasado esa primera ocasión o muchas que le siguieron, su joven amante no se hubiera escapado de sus manos, aunque debía recordar que eso era todo menos lo que deseaba, de que otra forma aquel muchacho de hermosas líneas encontraba la forma de verlo a solas, compartiendo su lecho con él todos los días desde que lo rescato, hasta esa cruel noche en la que simplemente se fue, sin dejar rastro alguno.

Esa última noche aún seguía fresca en su memoria, mucho más que las otras, porque esa mañana en la cual buscaba un poco de su calor, no pudo tenerlo, sino hasta esa noche, puesto que una mujer con apariencia aristocrática observaba a su amante con desaprobación, a su lado estaba el niño de cabello rosa, quien guardaba absoluto silencio.

— ¿En donde se supone que has estado?

Kanon por un momento pensó en borrarlos de aquella isla, pero notaba cierto parentesco entre el muchacho y la mujer estirada, quien controlaba cada uno de los modales de su cuerpo, actuando como suponía era una dama de aquella sociedad, reprendiendo a su hijo por pasar tiempo con él, preguntándose qué diría de conocer exactamente cuáles eran las actividades que lo distraían de sus deberes.

— Llevas días perdiéndote en la playa, haciendo que tus maestros tengan que buscarte y además, perdiste el collar de tu linaje, una joya que ha estado con mostros de generación en generación, un regalo de los dioses.

Por un momento la mujer de cabello rubio estuvo a punto de golpear el rostro de su efebo, pero se detuvo a medio camino cuando este le observo de reojo, retándola a golpearle, como si en esa relación extraña quien tuviera el poder fuera él y no ella.

— Eso no es verdad, entreno hasta caer inconsciente, he mejorado mucho en los últimos días y sé que podría barrer el suelo con cualquiera de mis instructores en cualquier día, a cualquier hora, por lo que tu mientes, además, esa baratija no significa nada madre.

Así que se trataba de un noble, eso sin duda era interesante pensó Kanon, escuchando perfectamente lo que conversaban, lo mucho que valía el dije que colgaba en su cuello.

— Pero como tú insistes en desobedecerme, partiremos mañana de regreso al castillo Heinstein en donde terminaras tu entrenamiento y en donde espero, comprendas el valor del regalo del dios Hades para esta familia, así como su importancia para tu futuro.

Su amante asintió, Kanon no entendía cuál era el futuro que tenía esa mujer planeado para su hijo, pero sí que deseaba alejarlo de sus brazos y la hubiera asesinado en ese sitio, sin mostrar misericordia de no saber que después de eso sería rechazado, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, no deseaba forzarse en su efebo, como tampoco podía permitirse que Saga, su querido hermano mayor se diera cuenta que aún seguía con vida, por lo que debía esperar.

Aun así encontraría la forma de mantenerlo a su lado, sin importar lo que tuviera que hacer o las promesas que no cumpliría, encontrando que podía seducir al flautista, yacer con él en el lecho submarino del santuario de Poseidón, pero a quien deseaba era a ese rubio.

— Dices que harás lo que yo quiera.

Saga no dijo nada, solo le observo levantarse del asiento, su decisión estaba tomada, vería cuanto lo amaba su hermano, si estaba dispuesto a darle algo que deseaba, algo que necesitaba a su lado.

— Todo para que yo pueda perdonarte.

Saga asintió, esperaba que su hermano no le pidiera algo descabellado, porque tal vez en ese caso no podría cumplirle, haciéndole un mentiroso, algo que no deseaba ser ante sus ojos.

— Yo quiero una oportunidad.

Aquello no le decía mucho, pero Kanon siempre había sido un misterio para él, algo completamente incomprensible, tanto como la joya que le mostro a su hermano, un Wyvern labrado en oro, con los ojos cerrados.

— Quiero esto de regreso.

Había recogido su dije del fondo del mar cuando apenas tuvo una oportunidad sin decirle a nadie, mucho menos a sus antiguos aliados, suponiendo que le pertenecía, que era un regalo de los dioses, un extraño amuleto de buena suerte.

— No te entiendo.

Kanon sonrió, relamiéndose los labios, para después colocar las manos en los hombros de Saga, quien arqueo una ceja, un poco ansioso, observando al dragón durmiendo en sus manos, el que tenía la forma de la armadura de uno de sus enemigos.

— Quiero una oportunidad para recuperar la joya que perdí en el mar.

Saga pensó inmediatamente en el flautista, tragando un poco de saliva, asintiendo, le pediría a Poseidón la oportunidad para que su hermano hablara con Sorrento, Julián era un hombre amable, seguro que comprendería que Kanon era un buen hombre, que siempre fue un santo de su diosa y que eso lo expiaba de la traición que cometió en su contra.

— Puedo conseguir que Sorrento hable contigo.

Aquello recibió una risa de su hermano, no era al flautista al que deseaba, a ninguno de ellos en realidad, Saga parecía no comprenderlo del todo, o tal vez, no sabía la historia completa, recordando la última noche de aquella semana, buscando la forma de aclarar su deseo a su querido hermano.

— No es a él a quien deseo.

Susurro colocando un brazo alrededor de Saga, quien seguía vistiendo las ropas del patriarca, contándole un poco de su pasado, sumergiéndose en la noche en que lo perdió en las aguas del mar pero no de la forma en que su hermano mayor pensaba.

Sino que sus padres se lo llevaron lejos cuando sus vacaciones simplemente terminaron, alejándolo de él, pero aun recordaba esa noche, la última de ellas.

Cuando fue a buscarlo, despertándolo con un beso al que respondió con avidez, el cual uso como parodiando otro de los cuentos que les gustaba leer a su hermano y a él, el Dragón Marino no pudo más que reírse al sentir esa respuesta en su boca.

Ver como su efebo trataba inútilmente de sostenerlo por las muñecas, soltándose inmediatamente, cambiando sus posturas de un momento a otro, apresándolo contra su cuerpo para que no intentara huir para después liberarlo, recostándose a su lado, teniendo en cuenta que debía ser demasiado pesado para su joven amante.

— ¿Soñabas conmigo?

Probablemente eso fue demasiado jactancioso porque su amante intento salir de la cama, sentándose en ella, sin alejarse lo suficiente, probablemente no deseaba irse.

— No.

Kanon se sentó a sus espaldas y comenzó a besar su cuello con delicadeza, obedeciendo a la única suplica de su efebo, no quería que se dieran cuenta de que lo veía cuando lograba escapar de la mirada vigilante de sus padres, porque en ese caso, tratarían de separarlos, de eso estaba seguro el dragón marino, aunque debía recordarse que esa bruja ya deseaba arrebatárselo.

— Si te marchas conmigo tu serías libre, los mares nos darían nuestro sustento, el sol calentaría nuestros cuerpos y haríamos el amor en la playa, te enseñaría todo lo que se, todo lo que tengo.

Su efebo gimió al sentir como unas manos recorrían su espalda por debajo de la playera sin mangas que usaba, al mismo tiempo que llevaba uno de sus brazos a su cuello, pidiéndole mucho más contacto.

— ¿Sería el aprendiz de un hombre de mar?

Podía ser su aprendiz, pero mucho más importante, sería su amante, pensó riéndose entre dientes al escuchar otro sonoro gemido de su joven compañero de lecho, quien de pronto observo la ventana, la cual estaba demasiado alta, ningún hombre hubiera logrado llegar a su habitación.

— Serías mucho más que eso.

Kanon desvistió con demasiada facilidad a su joven amante, quien no puso mucha resistencia como cada una de las ocasiones en que pudo tenerlo, admirando su cuerpo delicado pero fuerte, el cual solo tendría mayor tonalidad con el pasar de los años, su cabello rubio, aun sus cejas, las que eran demasiado prominentes, uniéndose en una sola, pero encajaban perfectamente en su rostro.

— Dime algo…

Aquella voz suplicante lo volvía loco, su cuerpo retorciéndose debajo del suyo, sus manos apoyándose en sus hombros, era sin duda la primera vez que no era el sustituto de nada, solo Kanon, nada más que Kanon.

— Si pudieras llevarme lejos, a donde lo harías…

Esa respuesta era sencilla, pero no creía que su efebo pudiera creerle, mucho menos en ese instante en el que resbalaba con tanta facilidad en el interior de su cuerpo, gimiendo con fuerza, sintiendo esas manos de largos dedos encajarse en sus hombros y sus casi interminables piernas aferrarse a su cintura con tanta fuerza, que casi pudo sentir dolor.

— Sería capaz de llevarte al mismo abismo en el fondo del mar si tu quisieras ir conmigo pequeño, al monte Olimpo, a los campos elíseos, a cualquier parte donde puedas ser libre, los dos juntos seremos grandes.

Su efebo asintió y Kanon supuso que deseaba lo que estaba ofreciéndole, gimiendo en su oído, escuchando pequeñas palabras que no alcanzaba a comprender, ya fueran suplicas o maldiciones, estas palabras lo volvían loco de deseo.

— Quiero eso…

Kanon se vacío en su cuerpo, alejándose con rapidez para no aplastarlo con su peso, escuchando una pequeña queja de sus labios, cuando estuvo a punto de perder el sentido, por un momento pensó en tomar su cuerpo desnudo de su cama, llevárselo de aquella forma, sin dejar huella alguna de su existencia, pero el sonido de unos pasos, unas luces prendiéndose en el pasillo, le hicieron cambiar de opinión.

— En ese caso, veme al amanecer en la gruta en donde nos conocimos mi pequeño...

El joven rubio asintió cubriéndose con las sabanas a tiempo para que no pudieran ver que seguía despierto, escuchando como Kanon se alejaba, esperando que pudiera verlo en las grutas.

Saga le observaba sorprendido, no podía imaginarse cuan bajo había caído su hermano, lo que describía bien podría ser una violación, el muchacho no tenía más de quince años, era casi un niño.

— El no vino a mí, sino hasta unos años después, cuando busco aliarse con nosotros.

Lo recordaba bien, la mujer de cabello negro era bellísima, una flor de primavera, delicada y grácil, con un cuerpo voluptuoso oculto debajo de un vestido negro, su mirada era de condescendencia, sus labios fruncidos en lo que bien podría ser desagrado, tal vez porque fue el general de Poseidón y no esté en persona quien los recibió casi con los brazos abiertos.

A su lado derecho estaba Sorrento y a su izquierdo Thetis de sirena, ambos habían sido sus amantes, los dos lo sabían, pero no les importaba, aun seguían deseándolo, porque con una sola indicación suya lo seguirían al inframundo de ser preciso.

Lo gracioso era que la criatura que formaba parte de sus noches sin sueño, como sí se estuviera burlando el destino de él, o por el contrario, los hados que manejaban los hilos de su destino, se lo pusieran de nuevo para que pudiera servirse del manjar de su cuerpo a su antojo.

Un espectro alto, de unos diecinueve años, con un cuerpo bonito y cejas bastante peculiares caminaba detrás de la hermosa mujer de cabello negro, su casco no le evitaba ver su rostro de ojos amarillos como su cabello, un hombre rubio, de cuerpo escultural, demasiado voluptuoso para ser un hombre.

Aunque él sabía que su efebo crecería para convertirse en una belleza masculina, nunca supuso que el mar se lo regresaría en la forma de un espectro, que se quito el casco sin mucha ceremonia, observando a los presentes con desconfianza, posando sus ojos en él, preguntándose porque ocultaba su rostro.

Kanon estaba agradecido por la forma de su casco que ocultaba su rostro y cabello, portándolo nadie podría reconocerlo, ni siquiera Saga podría lograrlo y ellos eran gemelos, así que caminando con los brazos detrás de la espalda, sus ojos fijos en Pandora quiso probar que tanto necesitaban de su ayuda.

Ella era demasiado joven para tener el poder que ostentaba, tanto como su guardaespaldas cuya mirada estaba fija en él, de pronto Kanon tomo la mano de Pandora para besar el dorso de su mano con un gesto amable, el que usaría todo un caballero.

Pandora se sonrojo inmediatamente y el espectro arqueo una ceja, quien parecía sorprendido, cuya sorpresa le dio la oportunidad de besar el dorso de su mano también, gesto que no pudo pasar desapercibido por ninguno, el que le gano un ligero gruñido, que erizo su piel.

— ¿Dónde está Poseidón?

Poseidón estaba durmiendo, en el cuerpo de Julián, pero dormido al fin y al cabo, así que tendrían que tratar con él, su general, el dragón marino, quien noto la forma en la cual su ya no tan joven amante protegía a esa belleza, manteniéndose a sus espaldas, sus ojos amarillos fijos en los suyos.

— Sí quieren algo, díganlo, sino, regresen por donde vinieron.

El espectro apretó los dientes, pero ella, Pandora, asintió molesta por aquella falta de respeto, pero quien era esa chiquilla sino sólo una mensajera con un perro guardián uno bastante agradable a la vista.

— Queremos forjar una alianza con Poseidón, supongo que ese asunto es suficiente importante para que pueda vernos, a menos que seamos rechazados.

Kanon asintió, suponía que Poseidón habría atendido a esta mujer en el supuesto de no estar durmiendo en el cuerpo de su embase, por lo que no había caso en molestar a su señor con un problema tan insignificante como ese.

Sorrento de vez en cuando observaba a Radamanthys de pies a cabeza, tal vez preguntándose porque su general aparentaba estar interesado en el espectro rubio, Thetis frunció el seño, no creía que ninguno de los dos lo viera como él.

— Poseidón siempre ha sido un aliado del dios Hades, señorita Pandora, pero necesitamos una prueba de su buena fe.

Respondió Kanon, casi aceptando esa oferta de paz, ese tratado, pero tenía una condición que aliviaría su pena al menos un día, él no era la clase de imbécil del que se trataba su hermano, sí veía una oportunidad de obtener alguna ganancia, simplemente la utilizaba.

Pandora abrió los ojos de una forma casi cómica, su guardián los entrecerró, caminando un paso en su dirección, dispuesto a defender el honor de su señora, pero era el suyo, si no supiera que fue él quien tomó la virginidad de ese rubio, el que estaba en juego.

— Un día y una noche, en mis habitaciones.

Pronuncio de pronto, con la misma sonrisa que siempre usaba, la que era encantadora al igual que sus modales, los dones que siempre había usado para tomar lo que deseaba, si podía saltarse un esfuerzo innecesario prefería que sus víctimas le entregaran lo que necesitaba por su propia voluntad.

— ¡Como te atreves!

Grito el espectro atacándolo de pronto, golpeándolo con fuerza, un puñetazo que logro que un poco de sangre brotara de su boca, la que relamió aun con una sonrisa, señalándole a sus súbditos que no se movieran, ese fuego le parecía agradable, sin embargo, era el mismo muchacho de aquella playa, sabía cuál era su verdadero espíritu.

Radamanthys estuvo a punto de sujetarlo del cuello, pero se lo evito sosteniéndolo de su muñeca, utilizando su cosmos para inmovilizarlo, logrando que aquella criatura apretara los dientes, completamente furioso.

Pandora les observaba con frialdad, preguntándose qué estaba pasando y si acaso tendría que compartir el lecho con él, una idea que no sabía si se trataba de algo desagradable o no, pero al juzgar por su sonrojo, no le era del todo indiferente.

— No se lo estoy pidiendo a ella.

Aquella respuesta logro que ese espectro se soltara de un solo movimiento, su expresión era sumamente cómica, parecía que no estaba preparado para escuchar esa respuesta, mucho menos su señora, quien sonrió con cierta burla en su mirada.

El atractivo rubio retrocedió un solo paso mirándolo fijamente como si de pronto tuviera dos cabezas, suponía que la simple idea de que se le exigiera entregarse a uno de sus enemigos de aquella forma le parecía ridícula.

O tal vez había olvidado que se entrego al que pensaba era un pescador, lo que fuera no le importaba, esa era su condición, ese rubio dormiría en su cama o no habría un tratado de paz.

— La señorita Pandora será recibida en este santuario submarino con todo el respeto que la hermana del dios Hades se merece.

Pandora asintió, sus aliados parecían sorprendidos, compartiendo una mirada curiosa entre ellos para después posarla en el espectro, quien aún seguía perturbado por su condición, apretando los dientes, tal vez seguro de que su ama no lo entregaría de aquella forma.

— Ya lo escuchaste Radamanthys, convence al dragón marino de brindarnos su ayuda durante la guerra.

Pronuncio de pronto la joven de cabello negro, logrando que la sorpresa del espectro fuera aun mayor, quien casi estuvo a punto de negarse, pero era obediente, demasiado sumiso para su fiera apariencia.

— ¿Pero mi señora?

Pandora de pronto le dio la espalda como si no quisiera ni siquiera escucharlo y con una señal suya, Sorrento y Thetis comenzaron a seguir a la mujer de cabello negro, ya sabían qué hacer con los invitados, por lo que había averiguado durante todo el tiempo que llevaba en ese santuario, los tíos de Athena en ciertas ocasiones se aliaban.

— Trátenla con el respeto que se merece.

Les ordeno, al mismo tiempo que él comenzaba a caminar en dirección de su pilar, en donde cada uno de los soldados de Poseidón tenían un cuarto oculto, en donde podían pasar el tiempo que no estaban entrenando, de esa forma, siempre se mantenían cerca de su deber.

El espectro lo siguió en silencio, parecía furioso pero simplemente obedecería las ordenes de Pandora, la clase de soldado que necesitaba en su nuevo mundo, tal vez, si lograba su propósito, si destruía a la diosa de la sabiduría, bien podría destruir a los espectros de Hades, ellos tenían un cosmos finito, era imposible que pudieran derrotarlos, un acto injusto que usaría a su favor, en ese momento, tomaría a ese rubio como su amante.

Quien observo el cuarto con frialdad, escuchando como cerraba las puertas a su espalda, encendiendo una luz de aceite, la que ilumino un poco mejor su alcoba que constaba de una cama con varios muebles, no era lo que deseaba, pero era suficiente para lo que apetecía de su rubio alto.

Kanon se quito su armadura con bastante rapidez, sin ceremonia alguna, pero no su casco, en ese momento no podía mostrarle su rostro, era posible que lo reconociera y no quería que pasara eso.

— Quítate la ropa.

Le ordeno al ver que no se desvestía, ni siquiera había removido su armadura, seguía petrificado a la mitad de ese cuarto, pensaría que era tímido si no lo hubiera tomado con anterioridad, por lo que, deteniéndose a su espalda, rodeando su cintura aspiro su cuello.

El espectro dio un pequeño brinco, respirando hondo, cerrando los ojos para quitarse la armadura, pero aun seguía vestido con ropa negra, demasiado apretada para ser práctica, pero remarcaba sus músculos de una forma bastante agradable.

Kanon estaba cansado de esperar y que este espectro actuara como si fuera un inocente, eso no le quedaba, así que si deseaba hacerse el difícil, por el no habría problema alguno, le gustaba cuando luchaban.

El dragón marino se abalanzó sobre Radamanthys, empujándolo en contra de la pared cercana, ingresando sus manos en su ropa, pellizcando uno de sus pezones, lamiendo el otro, al mismo tiempo que ingresaba su mano en sus pantalones, recibiendo un gemido del espectro.

Quien respondió con avidez a sus caricias, besando sus labios con fuerza, seguro que tendría algunas marcas cuando lo tuviera que ver marchar la mañana siguiente, pero mientras tanto, disfrutaría de su compañía hasta el último segundo.

Lanzándolo a la cama cuando sintió que sus piernas comenzaban a doblarse, gateando en su dirección con toda la calma del mundo, observando cómo se quitaba su uniforme con rapidez, lanzándolo al suelo, su cuerpo era mucho más hermoso que en el pasado, sin ninguna clase de cicatrices, ligeramente pálido.

— ¿No te quitaras el casco?

Le pregunto al ver que aunque estaba desnudo, su casco seguía en su lugar, ocultando su rostro, así no sabría que se trataba del mismo hombre de mar que lo desfloro, el que se acercaba a su cuerpo con seguridad, deseoso de hundirse entre sus piernas.

— No.

Esa respuesta fue suficiente para que Radamnthys ya no insistiera de nuevo, moviéndose para encontrarlo a la mitad de la cama, besando sus labios con fuerza, enredando sus dedos en su cabello de color azul, gimiendo cuando él llevo su mano a su entrepierna, había pasado demasiado tiempo desde aquel momento, sus noches habían sido pobladas por esta belleza desde ese instante, él debía compensarlo por ello.

— Me gusta mantener el misterio.

Pronuncio antes de besar su pecho, pellizcando su pezón, el gemelo de aquel que chupaba con fuerza, como si creyera que podría beber leche de su cuerpo, escuchando como Radamanthys gemía, arqueando su espalda cuando apretó su sexo con un poco de fuerza, ese era el muchacho que le gustaba se dijo y en recompensa su boca viajo directo a su hombría, engulléndola de un solo movimiento.

Radamanthys volvió a gemir con fuerza, estremeciéndose al sentir sus manos en sus testículos, su boca subiendo y bajando, los dientes de Kanon apenas delineando su hombría, dándole placer, uno que casi había olvidado al portar la surplice.

Kanon al ver que Radamanthys llevaba una mano a su casco espero que no intentara quitárselo, pero solamente intentaba sostenerse, gimiendo con fuerza, sintiendo de pronto que dos dedos eran introducidos en su cuerpo, abriéndolo para él, arqueando su cadera para tenerlo expuesto, llevando las piernas del hombre rubio a sus hombros.

Cuyo orgasmo estaba demasiado cercano, pero de pronto se detuvo, relamiéndose los labios, recibiendo un quejido lastimero del rubio, quien le veía de reojo, preguntándose qué estaba pasando, porque se detenía.

Kanon se rio entre dientes al ver que tan desesperado estaba por sentirlo en su cuerpo y lo tendría, pero quería disfrutar de su rostro en medio del placer, cuando sintiera su sexo hundiéndose entre sus piernas, las que estaban abiertas, esperando por recibirlo.

— Sí que eres dócil y tan apretado…

Pronuncio cuando de pronto, de un solo movimiento se hundió en su cuerpo, recibiendo casi un grito de su amante, quien se aferro a los barrotes de la cama, dejando que se moviera a su antojo, resistiendo su poder, respondiendo a sus besos, esa era la respuesta que buscaba en los demás, una que ni Thetis, ni Sorrento mostraban.

— Fui un estúpido, no debí pedir un solo día, sino una semana… tal vez seis meses, como en los mitos.

Le comento estirándose en su cama cuando hubieran terminado, observando la pacifica apariencia de aquel hombre mientras dormía, recorriendo sus mejillas, despejando su rostro del cabello rubio que se le pegaba a la frente.

— O toda una vida.

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