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Ninphedemious - Asesino personal por JennyYiNa

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Notas del fanfic:

Este es mi primer fanfic de esta pareja, espero que la disfruten. 

Esta tambien en Wattpad (Editado y mejorado por si quieren ir a leerlo allá o se quedan con este leyendolo bajo su propio riesgo), era mas joven en ese entonces asi que aun no tenia idea de como poner acento en las palabras xD. 

 

Notas del capitulo:

Espero que disfruten este corto comienzo...

Prologo…

Cuando se vive en lo más bajo de la sociedad se hace de todo para sobrevivir y salir con vida de ella, lastimado, pero sales. Hay muchos que dicen que los más fuertes nacen de lo más duro, y si, hay que darles la razón a eso. El que ha sufrido mucho con el tiempo aprende de sus errores y aquellos problemas que lo acorralaron, para que en un futuro, si los vuelve a ver, ya no les teme. ¿Quiénes sufren esto a veces? Los que han sido abandonados por varias razones, desprotegidos.

Un pequeño niño de cabello azulado oscuro caminaba por uno de los barrios más bajos de Inglaterra. Su ojo derecho era cubierto por una gaza sucia que rodeaba su cabeza. Se apoyaba de las paredes de los edificios para evitar perder el equilibrio. Estaba hambriento y cansado, no había comido nada en dos días y lo último que probó fue un pedazo de pan que le habían regalado en una iglesia de bajos recursos, pobre. Ya no pudo seguir y prefirió sentarse un momento a descansar. Lo único que lo rodeaba eran bolsas de basuras viejas y húmedas por la lluvia. Aseguraba haber visto una rata pasar frente a él. Se recostó en el sucio suelo, total, su ropa ya estaba lo suficientemente sucia como hacerlo más. Miraba el pequeño pedazo cielo que se alcanzaba a vislumbrar entre esos altos edificios viejos. Un rato después prosiguió su caminata.

Varias calles más dio con una más decente. Estaba llena de gente que caminaba de un lado a otro con bolsas de compras. Había llegado a una calle de comercio y concurrida por los turistas y los mismos ciudadanos. En cuanto piso el suelo de ese lugar varias personas lo veían con rechazo, con desagrado y otros con el típico desprecio por ser callejero. No le afectaba en lo más mínimo pues ya estaba acostumbrado a esas miradas fuera a donde fuera. Camino por ese lugar sin importarle las críticas por su aspecto. Se paró frente a una dulcería, miraba por el gran ventanal como varios niños disfrutaban de los dulces junto a sus padres. Se entristeció un poco, era huérfano, no tenía a nadie, no tenía dinero para comprar al menos el dulce más barato. Miro más allá y encontró una repisa en la que se vendían dulces en cinco centavos cada uno. Esculco en los bolsos de sus pantaloncillos encontrando una moneda de diez centavos. Se le ilumino el rostro, era una de las monedas que ahorraba cuando se las encontraba tiradas en la calle.

Entro a la tienda sin perder el tiempo, se acercó a la repisa. Se paró de puntillas para alcanzar los dulces, los cuales estaban en una repisa algo alta para su estatura. Sintió como un brazo pasaba sobre él, la mano de ese brazo tomo un puñado de los dulces que el pequeño quería. Cuando miro detrás de él vio a un joven de cabello negro, ojos escarlata y tez pálida. El hombre miraba sonriente al niño. Extendió la mano hacia el pequeño en la cual traía el puñado de caramelos de colores.

   -Toma, supongo que esos eran los que querías ¿verdad?-. Pregunto aun sonriente.

El niño no sabía que decir más solo asintió ante la pregunta del mayor. Del puñado solo tomo dos, que eran los que quería. El otro solo veía como el niño tomaba dos inseguro.

   -Gracias-. Dijo para retirarse dejando al pelinegro con el resto de los caramelos en la mano.

   -¿No vas a tomar más?

El peli azul volteo. –No, con, esto es suficiente. Solo traigo para pagar estos.

   -Ah, así que era eso.

El niño no dijo más y solo camino a la caja a pagar los dulces que traía. La muchacha le sonríe amablemente.

   -¿Solo llevaras eso cariño? En ese caso, serán diez centavos.

   -Si señorita-. Entrego la moneda para pagar pero fue detenido por la misma mano. Desconcertado se giró para encontrarse con el pelinegro, de nuevo. -¿Qué hace?

El mayor puso una gran canasta cargada de una variedad de dulces, podría decirse que casi todas las clases de dulces que vendía la tienda estaban ahí.

   -También llevara esto-. Dijo a la cajera.

El niño lo vio un poco asustado. -¿Qué cree que hace? Ya le dije que yo no tengo tanto para pagar todo eso.

   -Pero yo si-. Soltó su sonrisa de antes.

El niño temblaba por temor a que el otro solo le estuviera engañando como el resto de las personas. La cajera cobro todos los dulces.

   -Son 400 dólares señor.

El pelinegro saco una tarjeta dorada con la cual pago.

Salieron de la infantil tienda con una gran bolsa cargada de dulces. El niño no aguanto la intriga.

   -¿Por qué hizo eso? ¿A caso solo hizo porque me va a decir que esos dulces los compro para su novia y solo me hizo perder diez centavos para nada?

El mayor soltó una risilla por la inocente acusación del niño. –No, toma, son tuyos-. Entregando la bolsa.

El niño casi se va de espaldas. -¿Lo dice en serio? ¿No es una mentira verdad?

   -No, tómalos.

Apenado tomo la bolsa. Sin saber que más hacer le agradeció de nueva cuenta.

   -¿Cuál es tu nombre?-. Pregunto viendo la tensión que le calaba al menor.

   -¿Eh? A sí, me llamo Ciel Phantomhive. ¿Y usted?

   -Me llamo Sebastian Michaels, pero no me hables de usted. Apenas soy joven, tengo dieciocho.

   -Está bien señ… perdón, Sebastian.

   -Así está mucho mejor-. Dando una palmadita en la cabeza de Ciel.

   -Bueno, me tengo que retirar, se hace tarde. Muchas gracias de nuevo Sebastian-. Se despedía el pequeño mientras retrocedía un poco.

   -No hay de que, fue un placer, Ciel-. Se acercó y sujeto la mano del pequeño.-Espero nos volvamos a ver pronto.

Sintió un escalofrió recorrerle la espalda al sentir esa mano sobre la suya. Le dijo lo mismo por inercia y poco a poco se fue retirando de ahí. El otro solo lo miraba sonriente como se iba.

   -Muy pronto nos volveremos a ver, Ninphedemious-. Dijo mientras miraba un folleto.

 

Ciel camino por horas hasta llegar a un barrio pobre, un lugar en donde habían casas descuidadas y al fondo de la calle unas hechas ruinas. Sin techo y despedazadas. Se dirigió a una que estaba un poco alejada de esas, una casa de madera casi al borde del colapso. Paso entre los pastizales que habían crecido en el jardín de esta por falta de mantenimiento.

Entro cuidando de no hacer ruido con la puerta. Dejo la gran bolsa a un lado y fue a una de las habitaciones.

   -¡Alois! ¡Ya llegue! Adivina que paso. Hoy un hombre me compro muchos…-. Su oración se vio interrumpida por ver a alguien dentro. -¿Tu? ¡¿Qué rayos haces aquí?!-. Grito enojado pero también lleno de miedo.

   -Ha sido mucho tiempo, querido Ciel-. Dijo un hombre de mediana edad vestido de negro completamente, sentado en una de las dos camas que había en esa habitación. –Venias tan alegre que ahora por verme tu cara se volvió pésima. Eso me gusta.

   -¡¿Dónde está Alois?! ¿Qué le hiciste?

   -Calma niño, él está bien. Solo fue llevado a la arena para cumplir con su trabajo.

   -¿Qué? ¿De nuevo?

   -Sí, hoy tienes suerte. Te tocaba ir a ti pero el rubio dijo que mejor lo haría él. No se arriesgaría a perderte.

   -¡¿Por qué lo dejaste?! ¡Sabias que hoy es mi turno!

El hombre se levantó fastidiado. –Mira niño, yo solo los llevo ahí para hacer dinero. No me interesan sus niñerías y cursilerías de sacrificio y eso. Si quieres venir adelante, no hay problema, más dinero para mí-. Soltó riendo.

Ciel apretó los puños enojado. –Iré, solo por Alois. Él ya ha sufrido mucho, me toca a mí.

   -Entonces, prepárate. La pelea de hoy será dura.

El hombre salió de la vieja choza para después subirse a un auto negro esperando al pequeño de solo diez años.

 

 

 

Notas finales:

Continuara...


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