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Entre granos de café por TrancyAlois

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Notas del fanfic:

Éste fanfic es participante en la actividad "El mensaje de una mariposa" del grupo *KagaKuro is Love* [Español] en la primera ronda. 

 

Los personajes le pertenencen a Tadatoshi Fujimaki.

No es que evadiera su realidad, tan sólo no quería aceptarla; después de todo  ya había hecho una vida ahí y en el camino encontró a alguien a quien perseguir.

Miró por enésima vez la hoja de papel que en letras enormes portaba como título “TRANFERENCIA”. Meses atrás asistió a la oficina con mucho entusiasmo para ser transferido a Estados Unidos, ahí vivían sus padres y creyó que estaba bien; de cualquier forma entre los chismes de pasillo se enteró que esos trámites tardaban hasta un año y a veces no los trasladaban.

Sin embargo, él siempre había destacado por sus grandes habilidades en el trabajo de oficinista; y su amplia y sincera sonrisa le abría muchas puertas. Pero no ahora; más bien creía que le acababa de cerrar la mejor y más bonita con la que chocó por accidente.

Leyó la hoja de nuevo.

“Por medio de la presente, me complace informa que Kagami Taiga ha sido aceptado en el mismo cargo y departamento que los actuales en las oficinas ubicadas en Estados Unidos. Le mandamos una afectuosa felicitación y le exhortamos a seguir superándose en su trabajo como hasta ahora.
Me despido de usted no sin antes recordarle que su transferencia se llevará a cabo el próximo fin de semana; favor de comunicarse con el jefe a cargo para que le informe sobre los detalles pertinentes.

Atte.: Recursos Humanos.”

Frunció el ceño al mismo tiempo que su enorme mano arrugaba la hoja.

—No ahora — murmuró arrojando la hoja al cesto de basura. Salió de su habitación, tomó su saco y se encaminó a la tan bien conocida cafetería de la esquina.

 

 

—Buenas tardes, señor —. Escuchó tras abrir la puerta del local. Su mesero estrella estaba ahí, recibiéndolo como de costumbre, inclinando su pequeño cuerpo a manera de respeto, retomando una postura recta y recibiendo el saco del cliente, y luego guiándolo a través del pasillo a la mesa habitual. Justo como el protocolo lo indicaba.

>> ¿Hoy qué ordena el señor? —habló con ese tono neutral y falto de emociones, tal como siempre lo hacía.

—No tengo nada en mente, espero por tus sugerencias —. Kagami lo observó de pies a cabeza, nada había en él que denotara imperfección o descuido hacia su persona; portaba una elegante camisa blanca sin manchas  ni arrugas, encima un chaleco negro con un pañuelo sobresaliendo en la bolsa superior, donde se apreciaba su nombre bordado en letras itálicas; un pantalón y zapatos de vestir negros; un partido de lado que dividía en partes desiguales su cabello azulado y unos pasadores muy monos que sujetaban su flequillo a lado de la oreja.

—Señor, ha probado todo el menú.

— ¡Sí! Eso es cierto —aceptó sin ninguna vergüenza.

—Mi deber es preguntarle, si se le antoja algo dulce o salado, así como si prefiere algo frío o caliente.

—Algo caliente acompañado de un postre salado —respondió. Le encantaba poner a prueba las capacidades de su mesero para sorprenderlo; pero el chico nunca se veía afectado por las extravagancias que pedía; más bien, hacía un hojeo mental del menú y en seguida respondía.

No esta vez. Parecía dudar de lo que pensaba sugerir. Esa inseguridad que pocas veces mostraba ante los clientes.

>> Estaba bromeando. En realidad no quiero nada en particular —admitió justo cuando se estaba divirtiendo de lo lindo a cuestas de los nervios ajenos. Kuroko suspiró aliviado, dio la media vuelta y se esfumó entre las mesas.

Media hora despues apareció con una charola plateada. —Gracias por esperar —dejó una taza de café con un aroma dulce y agradable y un plato de porcelana con un montón de galletas con olor a nuez. Hizo una reverencia y se fue.

Le agradaba esa parte misteriosa de él; le encantaba que solo de vez en cuando le mostrara esa parte dulce que nadie era digno de conocer.

Le vio atender otras mesas y mostrar la misma frialdad. No se sentía especial por eso, al contrario, sabía que era especial por esa cuviĺínea que se pintaba en su rostro cada que le decía algo descortés.

Su reloj de pulso le indicó que habían pasado treinta y cinco minutos desde que pisó el lugar; a él le pareció haber pasado una eternidad. Siempre pensaba que no había tiempo suficiente para observarle y sentirse menos solo de lo que estaba en casa. Alzó la mano para llamar al chico.

 

— ¿Desea algo más? —preguntó en cuanto estuvo a su lado.

— Si. La cuenta —

— ¿Tan pronto se retira? —Dijo con un deje de sorpresa. — ¿Hubo algo malo con la sugerencia? — había protocolos que Kuroko debia seguir, pero eso estaba fuera de ellos. Era más bien, la simple curiosidad de la pronta retirada cuando habitualmente permanecía ahí hasta muy entrada la noche.

— Tengo algunos pendientes del trabajo; y no, la recomendación fue buena —. Habló sincero. No tenía el mínimo interés de ocultarle nada. —Además no he hecho la cena y hoy tengo una importante visita.

— ¿Buena? ¿Hoy no es excelente? Me gustaría saber que no fue de su completo agrado.

— El café. Esperaba algo un poco más amargo — Kuroko hizo una nota mental, se retiró a la caja y en un par de minutos estaba de regreso con una pequeña carpeta estampada con el nombre de la cafetería.

Kagami ni siquiera miro el monto; depositó su tarjeta de débito y la entregó. Y de nuevo lo condujo a la salida del local.

— Le deseo una tarde excelente y que su visita disfrute de la cena —hizo una reverencia a manera de despedida.

— Yo espero que le agrade y la etiquete como excelente —. Le sonrió como de costumbre y caminó entre la multitud en dirección al supermercado.

Kagami siempre se esforzaba por hacer platillos diferentes, y dado que consideraba sería una cena oportuna para decirle sobre la tranferencia, quería dejar sorprendido a su amable acompañante.

Compró lo necesario y se apresuro en ir a casa. Él ya no tardaba en salir del trabajo y nunca tardaba más de cincuenta minutos en llegar.

Preparó todo y aún le dio tiempo de empezar a hacer el trabajo de la oficina.

Sonó el tiembre dos minutos antes de las ocho.

— Disculpa la demora, el autobús pasó tarde —

— En realidad estas a tiempo —extendió la mano para recibir su suéter. Le encantaba verlo de esa manera informal. —Me gustaron los pasadores de hoy, ¿Los compraste? —preguntó al tiempo que pasaba una mano entre sus lacios y azulados cabellos, acomodando el fleco en la misma posición de antes.

— No, me los regalo una clienta —sonrió de lado esperando la reacción del anfitrión, adentrandose a la cocina para ayudar a servir.

— ¿Clienta? —respingó al instante recogiendo los pasos ajenos. —Pensé que los clientes no podían ni tocarlos con la mirada.

— Tengo un cliente que me devora por completo; además la clienta era una niña y el gerente autorizó el presente.

Y entonces Kagami se sintió tonto y sonrió de manera casi amarga. Lo había vencido una niña.

— ¿Y qué me dices de ese cliente que te devora? —preguntó divertido. Kuroko no sería el único en divertirse.

— Con la mirada —añadió. — Es un hombre alto y apuesto; sus ojos son rojos y penetrantes, sus manos son innecesariamente grandes, pero es muy gentil y a veces es un poco bobo.

— ¡Ey! No me digas bobo —replicó en un santiamen.

—Nadie hablaba de ti, Kagami-kun.

Hoy estaba destinado a la derrota.

Cenaron sin percances, hablaron de cosas triviales, bromeron un poco y dio la hora para que Kuroko se fuera. Nunca encontró el momento adecuado para abordar un tema tan difícil; le había dado vueltas al asunto mucho tiempo, y no supo las palabras adecuadas para iniciar el tema; además no sabía como reaccionaría su pareja. Esa era la única desventaja de aquel rostro neutral.

Se sobó el puente de la nariz una vez su visita se marchó del departamento. Era Jueves y técnicamente le quedaba un día para decirle de sus próximos planes; quería saber su opinión y escuchar que no fuera y se quedara ahí. Pero no habían quedado para el próximo día y sentía ahogarse en el mar del sufrimiento.

 

 

Asistió al trabajo como de costumbre, fue con su jefe a que le diera los detalles de la transferencia; le alegró saber que la compañia pagaría todos los gastos de envío de sus pertenencias, y también pagarían dos meses de renta en el departamento que le había coseguido en Estados Unidos.

— Tan sólo falta que firmes aquí para que la mudanza empiece su trabajo —le señaló con el bolígrafo una línea al final de una hoja que ni siquiera había leído.

— ¿Qué pasa si no firmo? —preguntó leyendo las clausulas de su traslado.

— No hay transferencia y durante cinco años no puedes pedir algún tramite similiar —respondió sincero el hombre que lo miraba con cara serena.

— ¿Sólo eso?

— Formalmente, si. Pero incluso puede que no recibas más ascensos en un bien tiempo.

Kagami quiso llorar. Le ganaba la impotencia de no haber preguntado todo eso antes de hacer los trámites; se reprochaba no haber conocido antes a Kuroko.

>> ¿Hay algún problema?

— ¡No!

— ¿Entonces firmas? —le extendió el bolígrafo y volvió a señalar la línea.

— ¿Hasta cuando tengo para firmar?

— Hoy antes de que termine la jornada laboral.

— Jefe; necesito el resto del día —informó haciendo una reverencia.

— Sólo porque nunca me pides permisos, y presiento que necesitas arreglar asuntos en torno al traslado. Ve, pero si no hay firma de antes de las cinco de la tarde; no hay transferencia.

Kagami agradeció y se marchó corriendo a la cafeteria. Oficialmente Kuroko era su pareja desde una semana atrás y por mucho que intentara negar su realidad, lo cierto es que deseaba ir a Estados Unidos y al mismo tiempo quedar en buenos términos con él. Quizá cuando regresara podrían ser pareja de nuevo. Idealista, pero podía suceder.

— Buenos días, señor. La me…—

— Kuroko, deja las formalidades necesito que pidas un tiempo libre —habló entre jadeos.

— ¿Ahora?

— ¡Si! Ahora.

—  ¿No puedes esperar a que termine de trabajar?

— No.

Fue lo último que dijo, despúes vió salir al gerente acompañado de Kuroko. Los vió hablar y al hombre fruncir el ceño. Luego hizo un ademán y el otro estuvo de regreso.

— Una hora, pero tiene que ser en la cafetería —se quitó el chaleco negro y caminaron juntos a la mesa mas alejada que había.

— ¿Qué sucede, Kagami-kun? —le miró hasta atravesarle el alma.

— Verás —hizo una larga pausa buscando las palabras adecuadas para no lastimar los sentimientos de Kuroko. — Me  transfirieron —soltó sin mas. No encontró que decirle.

— Eso es muy bueno —en el rostro del peli azul se figuró una ancha sonrisa.

— A Estados Unidos —agregó Kagami. Ni siquiera lo miró; no quería encontrarse con un rostro desilusionado. No escuchó reproches ni nada parecido. Quizá Kuroko estaba tan enojado que nunca le volvería a hablar.

— Eso no le quita lo bueno —lo escucho decir. — Si es lo que quieres no deberías perder la oportunidad.

— Pero, ¿Y qué hay de nosotros? Empezamos a salir la semana pasada y ahora esto.

— Si ir allá te va a hacer crecer en tu trabajo, no debe importar mucho lo de nosotros. Aún somos jóvenes, podemos esperar —dejó reposar su nívea mano en la de Kagami, entrelazó los dedos con los ajenos y los apretó entre los suyos.

— ¿Estás seguro?

— ¿Tu no? —preguntó cuando al fin lo miró. A Kagami se le esfumaron las dudas y preocupaciones. Definitivamente había chocado con un ángel.

— Creo que ahora lo estoy —también apretó su mano y entrelazó la otra. Se levantó y con un gesto amable le depositó un beso en la frente. — Gracias —le murmuró al oído.

El otro sonrió; se colocó de nuevo el chaleco y fue a la recepción para continuar con su trabajo.

Kagami también regresó al suyo y fue directamente con su jefe a firmar la hoja del traslado.

El resto del día aconteció sin novedades.

 

 

El sábado por la mañana, llegó la mudanza. Kuroko iba atrás de ellos.

— Buenos días, Kagami-kun —

— Buenas Kuroko. Vamos a desayunar —dejó entrar a los desconocidos y les indicó que empezaran por las habitaciones. Su pareja le ayudó a hacer el desayuno, y luego a recoger algunas pertenencias que llevaría en sus maletas.

Después se fueron a dar un paseo al parque, la idea fue de Kuroko; alegó que sería el último y entonces Kagami aceptó; también cumplir con todos sus caprichos.

— ¿Qué tal un beso? —preguntó el de cabello azulado justo cuando estaban por terminar su comida en el Magi Burger; Kagami por poco escupe su bocado y aunque logró retenerlo, no sucedió lo mismo con el tono carmín que se instaló en sus mejillas.

— Te he dado muchos —respondió con una valentía sacada de quien sabe dónde.

— En la boca no; además será uno muy especial. Puedes pensarlo hasta que volvamos a casa.

No tocaron más el tema; tan sólo se dedicaron a hablar de temas insignificantes durante el resto del día. Tampoco llegó el beso pues justo cuando Kagami reunió todo el valor del mundo, le entró una llamada de su jefe, y después de colgar; la magia se había perdido.

Acompañó a Kuroko hasta la puerta de su casa.

No hubo despedidas, ni tampoco dieron por terminada su relación. Acordaron que se verían al día siguiente en la cafetería, pues por mucho que no quisiera, Kuroko tenía que ir a su trabajo.

 

 

Y así fue; a la misma hora de cada domingo; Kagami se hizo presente en el local. Coqueteó con su mesero estrella, ordenó lo primero que vio en el menú; le lanzaba miradas furtivas y de vez en cuando le decía cosas para que perdiera el control. No sucedía pero Kagami no perdía la esperanza.

Las horas pasaron  y entonces era el  momento de despedirse. Kuroko en ningún momento cambió de expresión; tan sólo se dedicó a asentir ante todo lo que decía; le deseo un buen viaje y con mucho insistencia le prometió que lo esperaría.

Kagami le mostró una ancha sonrisa; el otro fue por la tan bien conocida carpeta, después la dejó en la mesa y se marchó.

El pelirrojo dejó el efectivo correspondiente al monto de la cuenta; y adicional colocó una servilleta en la mesa con un mensaje.

“Nos vemos cuando el destino tenga ganas de juntarnos; mientras tanto cuídate y se feliz”

No hubo otro “Adiós” pues Kuroko no salió a despacharlo; en su lugar asistió otro de sus compañeros.  No hubieron corazones rotos ni tampoco lágrimas; tan sólo ese mensaje que ambos conservaron en lo profundo de sus corazones. 

Notas finales:

Espero que les haya gustado.

Hacía mucho que no escribía un fic para este fandom; y aunque me hubiera gustado escribir algo un poco más romántico; terminó de esta manera. Al menos no es trágico como lo que normalmente escribo, y tampoco murió nadie :D (?) 

 

En fin, cualquier comentario, sugerencia, tomatazo lo pueden dejar en un rw (por favor si son tomates o manzanas, que sean en una cestita) 

Ojala nos volvamos a leer en otro historia 


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