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La Era De Acuario por ghylainne

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Notas del capitulo: Para mi niña linda, Geion, porque eres un sol que brilla con luz propia.

 

Milo no paraba de dar vueltas en la cama, soñando con las sapuris de Hades. Concretamente con la de Camus. Un sueño más, si no fuera porque su obsesión con el francés ya no lo dejaba ni dormir tranquilo. Y en una de esas vueltas, el peliazul fue a dar con su precioso trasero al frío suelo de la habitación, despertando por completo.

—¡Auch! —se quejó, sobándose la zona víctima del cruel suelo.

Estaba por levantarse cuando la puerta se abrió de golpe, dando paso a un furioso Camus.

—¡Milo! —gritó—. ¿Sabes qué hora...? —se calló de golpe al darse cuenta de que el escorpión estaba tirado en el suelo, hecho un revoltijo con las sábanas ¡y desnudo! Vale que a pesar de ser septiembre hacía calor para dormir a gusto, excepto en Acuario, pero al menos podía avisar para evitar momentos embarazosos como aquel—. Date prisa —dijo, y salió cerrando la puerta, procurando mirar a cualquier sitio excepto al guardián del Templo, mientras sus mejillas se teñían de un carmín intenso que nadie habría creído posible en una persona.

Por su parte, Milo estaba anonadado por la reacción de su amigo. ¿A qué venía tanto sonrojo? ¿Es que no se miraba al espejo? No podía tener nada que el pelirrojo no hubiese visto antes. Y prefería no hacerse ilusiones al respecto, así que se arregló para su olvidada cita mientras buscaba alguna excusa convincente para estar en cama cuando debería ayudarlo a elegir un regalo de cumpleaños para Shaka.

—Lo siento, pero me quedé dormido, anoche me acosté tarde —se excusó.

—Ya vi que te quedaste dormido —dijo con toda la frialdad que fue capaz de reunir, pero sin mirarlo a la cara—. Vamos, se nos ha hecho tarde.

Durante todo el trayecto hasta el pueblo, Camus no se giró ni una sola vez hacia su amigo, que ya empezaba a mosquearse de semejante actitud.

—Camus, ¿te encuentras bien? —indagó Milo.

—Perfectamente —y se giró hacia el escaparate de la tienda a la que quería ir—. Aquí es... —se interrumpió al ver el enorme luminoso de neón de una sex shop.

—¿Aquí? —preguntó extrañado el escorpión. No parecía lo más adecuado para la reencarnación de Buda—. ¿Tú estás seguro de que le va a gustar algo de esto?

—Yo... No... —empezó a buscar en sus bolsillos hasta encontrar la propaganda de una tienda especializada en artículos religiosos de toda clase—. ¡Esto es lo que yo buscaba! —protestó con las mejillas haciendo juego con su pelo.

—Muy apropiado —se burló Milo—, pero vas a tener que cambiar de idea. Además, es su cumpleaños —se quejó—. Busca algo mejor que un rosario.

Y empujó a su amigo por todo el pueblo buscando un regalo, haciendo caso omiso de sus quejas. Finalmente, Camus eligió una camisa y Milo una colonia.

Esa misma noche, en la fiesta de Shaka, mientras todos se divertían, Camus permanecía en silencio, sentado en una esquina, todavía pensando en la perturbadora imagen del escorpión desnudo. Y es que el pelirrojo también había sido víctima de Eros, y no podía dejar de pensar en el dueño de Antares. No cabía duda de que era atractivo, no había más que verlo (y bien que lo había visto el aguador), y con aquella personalidad abierta y alegre resultaba imposible no fijarse en él.

—¿No te diviertes? —preguntó el homenajeado sentándose frente a él con dos trozos de tarta.

—Sí, claro, es sólo que... —dijo aceptando el plato que le ofrecía el rubio.

—Ya. Lo que te pasa es Milo.

Eso descolocó a Camus. ¿Tan evidente resultaba?

—No te preocupes —continuó Shaka atacando su trozo de pastel—, tu secreto está a salvo conmigo —y le guiñó un ojo con complicidad.

—Sí, Camito, tu secreto está a salvo —dijo Kanon, saliendo de quién sabe dónde.

—Eso, seremos tan silenciosos como tumbas —corroboró Cáncer.

Shaka y Camus no estaban para nada convencidos de las intenciones de aquellos dos, pero tampoco tuvieron tiempo para protestar, porque el menor de los gemelos continuó hablando.

—Lo que pasa es que te influye la Era de Acuario.

—¿La era de Acuario? —Shaka los miró con desconfianza.

—A mí no me influye nada de eso —dijo con frialdad.

—No mientas —Kanon meneó un dedo delante de él—, se trata de una conjunción astral con gran influencia en cuestiones de sexo —Camus empezó a sonrojarse—, sobre todo en alguien de su signo.

—Y se nota a la legua lo que le harías si tuvieses la oportunidad —ahí las mejillas del francés competían con su pelo.

—Dejaos de tonterías los dos —Shaka acudió al rescate de su amigo—. Eso no tiene ningún sentido.

Kanon se encogió de hombros, como si les concediera permanecer en su error.

—Como quieras, pero esta noche el bicho será tuyo —le guiñó un ojo y salió en busca de su presa seguido del cangrejo.

Camus se refugió en su trozo de tarta, evitando la mirada inquisitiva de Shaka. No podía creer que hubiesen dado en el blanco. Su interés por Milo estaba debilitando su capa de frialdad. El rubio se rió al ver la confusión en la cara del pelirrojo, que fingía estar sumamente interesado en la nata y el chocolate. Y le concedió un momento de intimidad girándose hacia la improvisada pista de baile, donde los dos celestinos ya habían tomado por asalto al escorpión, que no había bebido tanto como para no darse cuenta de que aquellos dos se estaban comportando de una forma un tanto extraña.

—¿Has oído hablar de la Era de Acuario? —le preguntó el gemelo.

—¿Es una de tus tonterías? —quiso saber el peliazul mirándolo con desconfianza.

Kanon fingió ofenderse.

—Por supuesto que no, es sólo que alguien parece afectado —añadió señalando con la cabeza hacia Shaka y Camus.

—Por los escorpiones —completó Death Mask.

Y sin decir nada más, los dos conspiradores se marcharon, dejando a Milo boquiabierto con una copa sin terminar en la mano. El escorpión se tomó su tiempo para procesar las palabras de Kanon y Masky. ¿Ese alguien sería Camus? Porque un poco raro sí que estaba, para qué negarlo. Aunque, ¿qué carajo sería aquella tontería de la era-de-no-sé-qué-más? Decidió que lo mejor era hablar con el francés y descubrir lo que le pasaba, pero cuando se acercó a Shaka, Camus ya se había marchado.

—¿No estabas con Camus? —le preguntó al rubio, que lo miró divertido, aunque no entendió la razón.

—Se fue hace un rato. Si apuras, todavía lo puedes alcanzar.

Y casi sin dejarlo terminar, Milo salió corriendo gritando un “gracias” ahogado por la música.

Masky y Kanon se acercaron a Shaka.

—¿Crees que ha funcionado? —preguntó Cáncer.

—Eso parece —respondió su anfitrión—. ¿Un poco más de tarta?

 

 

 

Camus subía las escaleras sin poder apartar de su mente la imagen del escorpión tirado en el suelo entre un revoltijo de sábanas. Si no fuera por el autocontrol que le había transmitido su maestro se le habría lanzado, y no precisamente al cuello, y no lo habría soltado jamás.

—Pero qué tonterías estoy pensando —se reprochó en medio de las escaleras que llevaban a vete a saber qué Templo, que ya no sabía ni dónde estaba.

Al parecer, las enseñanzas de su maestro ya no eran suficientes. Tendría que pedirle a Shaka que le diera unas clases particulares de relajación. Se llevó las manos a la cabeza y la movió de un lado a otro con rapidez, intentando calmarse, claro que Milo pensó que estaba a punto de darle un soponcio, así que corrió escaleras arriba hacia él y lo sacudió por los hombros.

—¿Estás bien, Cami? —preguntó preocupado el escorpión.

—Sí, estoy bien.

Mentira. Estaba pasando un día horrible en el que no había dejado de ponerse en ridículo delante de Milo. No, si al final iba a tener razón Kanon con sus estúpidas ideas acerca de estúpidas conjunciones astrales.

—¿Seguro? —insistió el peliazul—, porque estás actuando de una forma muy rara.

—Sí, sí... No, no estoy bien, no estoy nada bien —rectificó después de pensarlo.

—¿Qué te ocurre?

—Tú, Milo, me ocurres tú.

—¿Yo?

Milo no entendía nada, porque Camus no parecía enfadado con él, sino desesperado, y, de todas formas, él tampoco le había hecho nada.

—¿Es que no ves que no puedo dejar de pensar en ti? —le soltó el pelirrojo sin más.

—¿Ah, no?

No era una respuesta muy inteligente, pero sus neuronas parecían haberse ido de viaje todas juntas, y le costaba asimilar lo que estaba escuchando.

—No, y no lo soporto más —cogió aire antes de seguir—. Te quiero —y le estampó un beso en los labios antes de seguir subiendo al que resultó ser su Templo.

Milo seguía parado en medio de las escaleras tratando de analizarlo todo, lo que no resultaba fácil con unas neuronas que se negaban a funcionar como debieran. A ver, Camus se le había declarado, lo había besado ¿y él seguía allí quieto como un reloj de sol? Allí fallaba algo. Y ese algo era que no había salido corriendo detrás del aguador, pero todavía estaba a tiempo de remediarlo.

—Camus, espera —gritó mientras corría por las escaleras que lo separaban de Acuario.

Entró como una tromba en el Templo buscando a su guardián, que ya se había metido en su cuarto y se había quitado la ropa para darse un baño antas de acostarse. Abrió la puerta de golpe para encontrarse con la turbadora imagen de Camus en todo su esplendor.

—Madre de mi alma.

Ni en el mejor de sus sueños había imaginado que tuviera semejante cuerpazo.

—¡Milo! ¿Es que no sabes llamar a la puerta? —protestó mientras se ponía la bata.

—Sí, pero es que yo también te quiero, y tenía que decírtelo.

Se acercó a Camus y lo abrazó mientras los brazos del francés se enredaban en su cintura, besándose, dando rienda suelta a toda la pasión que tenían acumulada, retrocediendo poco a poco hacia la cama para dejarse caer sobre ella.

—Te quiero, bichito.

—Y yo a ti, Camuchis.

Y allí se quedaron, dispuestos a celebrar el comienzo de la Era de Acuario.

 

 

 

~~FIN~~

 

 

 

Ferrol (Galicia), España  21 - Agosto - 2006

 

Muchas gracias por leer.

Besotes


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