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¡Vamos, Atsushi! por Aurora Execution

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de Tadatoshi Fujimaki.

Notas del capitulo:

¡Una nueva historia! ^_^

Espero sinceramente que disfruten de la lectura.

Se rascó la cabeza y luego apoyó su mentón sobre el pupitre. Sus ojos vagos de purpureas irises observaban insistentemente su teléfono, el cual descansaba sobre el mismo pupitre que su cabeza. La tarde había caído ya y con ello había concluido la jornada escolar, dentro del salón no quedaba más que él... él y su confusión.

 

Se preguntó si acaso había cometido algún error en esos días, algo que no sería descabellado pensar tratándose de él, pero por más que se esforzara en recordar, no podía hacer memoria de lo que fuera que estuviera molestando a su pareja.

 

Akashi era alguien complejo a los ojos de los demás, a pesar de haber dejado parte de su oscuridad bien atrás, aún reservaba sus aires de Emperador y la intimidante mirada, digna y segura que reflejaba una fulgurosa pasión en un mar de serenidad rojo como la sangre. Era difícil saber qué pensaba o cómo se sentía, pues siempre se mostraba altruista y reservado, frío por momentos, correcto y educado. Akashi no había dejado de ser Akashi, pero si había vuelto a ser su Aka-chin.

 

O al menos hasta hace dos días, cuando sin razón aparente, se levantó del sillón de su casa y se marchó.

 

Había planeado durante semanas ese encuentro, la distancia complicaba las cosas, pero sabía que al fin tendría unos días en solitario por el viaje de su familia, quizá y era medio tonto, pero sabía que su padre lo había hecho para darle algo de privacidad con su pareja.

 

El señor Murasakibara estimaba demasiado a Seijuro, tratándolo como un hijo más y jamás se había opuesto a su relación, tampoco le importaba demasiado el hecho de que el joven pelirrojo perteneciera a una familia distinguida y aristocrática en Japón, tal vez por ello es que Akashi se sentía demasiado a gusto cuando visitaba a Atsushi en su hogar. El que lo trataran con tanta calidez y amor le recordaba a los años en que su madre vivía, le gustaba el calor hogareño de la familia Murasakibara, le gustaba ayudar a la hermana de su novio, le gustaba conversar de deporte con su suegro o ayudar en la cocina a su suegra. Akashi dentro de ese hogar se sentía feliz.

 

Entonces Atsushi no lograba entender por qué había decidido alejarse sin más, llamando a su chofer y regresando a Kioto. Había despertado al pobre hombre en medio de la noche, quien se hospedaba en un pequeño hotel de la ciudad. Y es que Seijuro estaría todo el fin de semana en Akita, al menos, ese había sido el plan inicial.

 

El lunes ya terminaba y Akashi no había respondido a ninguna de sus llamadas.

 

—Hasta que te encuentro Atsushi, creí que ya te habías marchado—dijo un peli negro ingresando al salón.

 

Murasakibara apenas y levantó la vista para observar a su compañero de equipo y amigo, dio un pequeño suspiro y retomó su insistente vista hacia su teléfono. Himuro ladeó un poco se cabeza consternado, alzando una ceja.

 

—No te ha ido bien en tu encuentro con Akashi, ¿no es así?—dijo, comprendiendo un poco el desánimo del más alto.

 

—No sé porqué Aka-chin se ha molestado...

 

—¿Hiciste algo para provocar su malestar?—el peli morado negó—, ¿quieres contarme lo que sucedió?

 

—Aka-chin se veía contento cuando le mencioné que estaríamos solos en mi casa, le dije que veríamos unas películas que compré, incluso ahí Aka-chin hasta sonreía—dijo levantando sus hombros y dejándolos caer con pesadez, antes de incorporarse de su silla y tomar su bolso,—quiero dulces.

 

Himuro sonrió un tanto conciliador, mientras asentía y comenzaba a caminar junto a su amigo, ni siquiera había escuchado toda la historia, pero tenía una leve sospecha de lo que podía llegar a estarle pasando al complejo novio de su amigo.

 

Caminaron un rato en silencio mientras se dirigían hacia una tienda que había abierto sus puertas hacía escasos días y que se dedicaba en exclusiva a vender golosinas, dulces y postres; un paraíso para Murasakibara.

 

—Tal vez escogiste unas películas que no le gustaron—el peli negro trataba de ayudar a su amigo a descifrar aquello que molestó a Seijuro.—Akashi es bastante impredecible.

 

—No, eran películas que él quería ver, las recordé mientras las compraba, Aka-chin es malvado a veces...

 

—Vamos Atsushi, debe haber una explicación mejor, ¿qué sucedió luego?

 

—Le dije a Aka-chin que había abierto una tienda de dulces y que haría una feria durante el fin de semana con dulces a mitad de precios y que quería ir para probarlos todos, pensé que se alegraría, pero en vez de eso, tomó sus cosas y se marchó.

 

Murasakibara pagó por su desorbitada cantidad de dulces, mientras que Himuro compró uno, pues le había parecido tentador, observó a su desanimado amigo, sonriendo por ese carácter vago y despistado, a veces necesitaba un empujoncito, y al parecer el pelirrojo se había cansado de ser el que siempre daba el primer paso.

 

—Me gustaría ayudarte Atsushi, pero como sabes no tengo pareja, quizá y debas hablar con alguien que sí tiene, podrá comprenderte mejor.

 

—¿Eso crees?

 

—Sí, eso creo...

 

Quizá y Himuro tenía razón, necesitaba habar con alguien que tuviera experiencia en eso y sabía exactamente con quién: Aomine. Bueno, era su opción más rápida ya que sus equipos tendrían un partido de entrenamiento, por lo que hablar con el moreno le sería mucho más fácil.

 

••

 

«Aka-chin, espero que no sigas enfadado conmigo... quiero besar y abrazar a Aka-chin»

 

Leyó el mensaje. Era el quinto que recibía, después de haber rechazado todas las llamadas de Murasakibara ¡Claro que seguía enfadado! pero no por ello dejaría de querer también los besos y abrazos. Deseaba disculparse por su impulsividad, pero comenzaba a exasperarse por no saber cómo pedir lo que hace tiempo deseaba pedir. Deseaba que sea Atsushi quien se lo propusiese. Lo extrañaba... tal vez si hubiera accedido a ir a esa estúpida feria de dulces, luego tendría la recompensa que tanto deseaba.

 

Había actuado como una novia caprichosa.

 

Pero no estaba acostumbrado a que se le negasen las cosas, y Atsushi no era la excepción a la regla, su novio cumplía sus caprichos a pesar de no comprenderlos del todo en ocaciones, o aburrirse en otras. Sabía del esfuerzo del mayor por satisfacerlo, por demostrar que era un novio a la altura de un Akashi... maldijo a su padre por haber dicho aquello la vez que le confesó su relación. Masaomi no se interpuso, tampoco lo prohibió como había creído, pero si dijo una frase, cruda, certera y espeluznante. Murasakibara la tomó como un reto, y desde ese día se esforzó el doble por ser el novio ideal.

 

«Recuerda que tu pareja es un Akashi, demuestra estar a la altura o aléjate»

 

Y pensar que esa había sido su bendición para la pareja...

 

Akashi no necesitaba al novio perfecto, o lo que su padre entendiera por perfección. Para él, Murasakibara lo era, dentro de su desordenada forma de ser, de su infantilismo innato, de su terrible adicción a los dulces, dentro de la maraña de gestos vagos en su rostro. Porque nadie más observaba su verdadera esencia, porque estaba orgulloso de conocer esa chispa de Atsushi que nadie más se interesaba por conocer, acostumbrados a tratar con un gigante de alma pequeña... de un hombre con alma de niño.

 

Y así era su niño.

 

Y así lo amaba.

 

Pero todo eso no quitaba el hecho de que en toda relación llega el momento de enfrentar la intimidad, y sus mejillas ardían de sólo pensar en eso. Se sentía atado de manos, que su naturaleza le impedía agacharse y rogar, que su orgullo le pesaba a la hora de ceder, Atsushi debería descubrir por sí mismo el camino hacia él... ¿tanto constaba? ¿Acaso no sentía? ¿no deseaba?... ¿no lo deseaba de esa manera?

 

Llevaban un año de relación y ambos ya estaban rozando los diecisiete años. Exactamente se había cumplido el año esa noche en que decidió abandonar la casa de Murasakibara, cansado de dar indirectas que despertaran en su pareja el deseo, de tocarlo sutilmente, de susurrarle al oído, de besarlo apasionadamente ¡es que acaso Murasakibara no sentía arder sus entrañas como le ocurría a él!

 

Se sentía tan fuera de sí, ahora que ya no había oscuridad dentro de él, volvía a sentir que en su cuerpo habitaban dos seres, uno el que se mostraba a diario ante los demás, correcto, inteligente y aristocrático, pero cuando Atsushi lo besaba, lo abrazaba o tan siquiera le tomaba la mano mientras caminaban, un monstruo crecía en su interior queriendo devorar y saciarse de la gigante presa a su lado. Un deseo casi irrefrenable de saltarle encima y quitarle la ropa para poder contemplar al peli morado desnudo, expuesto ante sus hambrientos ojos... cada vez que eso ocurría, podía sentir como la saliva se acumulaba en su boca. Como el deseo le asfixiaba, se quedaba sin aire, mientras se derretía en sus brazos.

 

¡Quería saborear a Murasakibara! comerlo, destrozarle la carne para marcarlo y luego acariciar su rostro para que entendiera que deseaba con ahínco entregarse a él, que también lo marcase, que perdiera esa devoción hacia su persona y traspasara la barrera de respeto quitándole la ropa. Deseaba abrazarlo mientras se unía a Atsushi... deseaba decirle que lo amaba mientras hacían el amor por primera vez...

 

—Pero no quiero ser yo quien te lo pida...

 

Ya había oscurecido en la ciudad, pronto sería llamado a cenar junto a su padre. Lo conveniente era tomar una ducha y quitarse el exceso de calor que el pensar en un pronto encuentro íntimo con su novio le había producido.

 

••

 

Esa mañana Murasakibara despertó con un poco más de animo, Akashi no había respondido a ninguno de sus mensajes, pero estaba seguro que después de tener la conversación con Aomine, descubriría su misterioso comportamiento. Estaba acusando la ausencia de su novio como nunca. Había despertado varias veces en la noche sudando bastante y lo único que recordaba es que había estado soñando con Akashi. Lo extrañaba, extrañaba su voz por las mañanas, sus regaños acompañados de una sonrisa. Suspiró, ahora que lo pensaba, ya no se sentía de ánimos, más bien lo que se aferraba a su pecho con molesta insistencia era la frustración de no comprender por sí mismo lo que al pelirrojo le estuviera molestando en ese momento. ¿Ya no lo amaba?

Lo pensó, y la duda le estaba haciendo un hueco en el corazón. No veía la posibilidad de ser feliz sin su Aka-chin a su lado. Pero Akashi no era así, al menos estaba seguro de que si el pelirrojo de alguna manera había dejado de amarlo, se lo diría.

 

—¿Estás listo, Atsushi?—Himuro había llegado en ese momento en busca de su compañero, ambos se dirigían hacia el gimnasio donde la Academia Too ya aguardaba por ellos.

 

No tuvo tiempo más que saludar a su moreno amigo, cuando el partido dio inicio. En verdad que jugar le estaba costando horrores, y es que en su mente sólo había imágenes de distintos escenarios, distintos desenlaces en los que Akashi le evitaba, le odiaba y abandonaba sin más. Sacudió su cabeza de manera brusca cuando el suave golpe de Himuro lo trajo de nueva cuenta a la realidad.

 

—Concéntrate Atsushi, luego tendrás tiempo de pensar en Akashi.

 

—Está bien Muro-chin.

 

Su esfuerzo por concentrarse en el juego fracasó estrepitosamente, mas la angustia le estrujaba el pecho, ya no soportaba tanto silencio, ya no soportaba estar alejado de Akashi. Yosen terminó perdiendo por cinco puntos de diferencia. A él poco le importó.

 

—¡Oi Murasakibara! ¿Qué te sucede? realmente apestaste en el partido de hoy—Aomine se veía sorprendido.

 

—¡Aominecchi! ¡Murasakibaracchi!

 

Ambos voltearon a ver al recién llegado. Kise caminaba hacia ellos, mientras se quitaba los lentes de sol y el sombrero que le ayudaba en ocaciones a ocultar su identidad de las colegialas que lo acosaban.

 

—¿Qué haces aquí, Kise?

 

—Moo, esa no es manera de saludar a tu novio, eres cruel Aominecchi, decidí venir a ver el juego de hoy, es que es día festivo en Kaijo... pero veo que llegué tarde—dijo observando el tablero con un puchero.

 

Murasakibara se mantuvo en silencio mientras observaba como Kise abrazaba al moreno y este trataba de alejarlo con las mejillas enrojecidas. Se rascó un tanto confundido la cabeza, pensando instintivamente en el pelirrojo que estaba haciendo de su vida un infierno. Akashi y él no eran tan demostrativos en público, les gustaba caminar de la mano, o abrazarse pero no de la manera que lo hacía Kise con Aomine, o la manera en que Aomine sonreía a pesar de maldecir a su acaramelado novio. Supuso que todas las relaciones eran distintas y que a pesar de que eran más reservados, al igual que esos dos, ellos se amaban a su manera... al menos esperaba que Akashi siga amándolo.

 

—Nee... Mine-chin, ¿puedo hacerte una pregunta?—Tanto el moreno como el rubio voltearon a ver a su gigante amigo, Kise frunció el ceño a ver los ojos tristes de Atsushi.

 

—Murasakibaracchi, vamos por un refresco, creo que tienes algo importante que preguntar, se te ve terrible.

 

El más alto asintió. Aomine y él debían cambiarse primero, tardaron poco más de quince minutos en salir del gimnasio y reunirse con un Kise que aguardaba afuera. Murasakibara se despidió de Himuro, no sin antes escuchar las palabras de aliento de su amigo. Luego guió a sus visitantes a uno de los Majis que se encontraba cerca de su casa. Una vez que se habían ubicado y pedido hamburguesas y refrescos, Murasakibara suspiró, ambos se observaron por el extraño comportamiento del peli morado.

 

—¿Y, qué era eso que querías preguntarme?

 

—Aka-chin a estado actuando raro, hace días que no responde mis llamadas, ni mis mensajes... realmente extraño a Aka-chin, y no sé que pude haber hecho para molestarlo... ¿Aka-chin ya no me ama?—dijo mientras ocultaba su mirada tras el flequillo, el corazón le dolía de tan sólo pensarlo.

 

—¡Y yo que sé!

 

—¡Aominecchi! ¡No seas cruel con el pobre! No ves que está sufriendo de verdad.—Kise le dio un golpe en la cabeza a su novio por lo bruto de su respuesta—, dimos qué sucedió la última vez que se vieron.

 

Atsushi observó al par y luego volvió a suspirar comenzando a relatar los planes que había hecho para pasar el fin de semana junto al pelirrojo. Relató incluso la felicidad de Akashi al saber que pasaría dos días junto a su pareja solos. Les habló de la feria de dulces y las actitudes extrañas que había tenido Akashi durante el día. Murasakibara recordó en ese momento una pequeña conversación que mantuvieron antes de la pelea. Akashi le había preguntado sobre el futuro, le había hablado de las relaciones y la convivencia y que para reafirmar el amor había que manifestarlo.

 

Murasakibara se rascó la cabeza confundido, había estado tan emocionado sobre la feria que no comprendió en ese momento lo que su novio quería insinuarle.

 

—Aka-chin dijo que ya llevábamos un año de relación y que debíamos dar el siguiente paso, luego yo le dije de ir a la feria y Aka-chin, simplemente se fue.

 

Murasakibara levantó la vista en ese momento, observando a sus dos amigos. Aomine y Kise tenían los ojos bien abiertos y la quijada por el piso. Aomine reaccionó primero, comenzando a reír fuerte, mientras que Kise lo fulminaba con la mirada y se compadecía del gigante y despistado amigo que tenían. ¿En verdad era Murasakibara tan inocente?

 

—¡Oi realmente eres un tonto Murasakibara!—dijo sujetándose el estómago por el ataque de risa del que era presa.

 

—¡Daiki!

 

¡Oh! Kise realmente estaba enfadado. Aomine detuvo ipso facto su risa, tomando una postura seria que resulto hilarante por la actitud anterior. Kise bufó algunas injurias antes de proceder a explicarle a su amigo, lo que a Akashi realmente le sucedía.

 

—Seijuro no ha dejado de amarte, Atsushi—tanto el peli morado como Aomine lo observaron sorprendidos, Kise no solía llamarlos por sus nombres, a menos que se tratara de algo serio. El gigante tragó saliva—, puedo afirmar que en realidad, te ama más de lo que imaginas... tú ya no eres un niño, tampoco lo es Akashicchi, ¿comprendes?

 

—No entiendo Se-chin, si me ama, ¿por qué ya no me habla?—Kise suspiró y Aomine cansado de tantas vueltas decidió tomar cartas en el asunto.

 

—Sólo lograrás confundirlo más Kise—observó al gigante—, ¿qué sientes cuando estás con Akashi? Te lo diré; sientes como si tu estómago se vaciara de repente y dentro comenzara una guerra, porque te duele, pero no de una manera fea, al contrario, ese dolor que sientes comienza por tu estomago pero pronto te das cuenta que no sólo se queda allí, comienzas a sentir que tu pecho se agita y que un calor te cubre el cuerpo, y sientes emoción y terror a la vez, como si te plantaras ante el juego de tu vida, que sólo jugando calmarás a tu corazón... entonces te das cuenta que ese juego solamente lo querrás jugar con Akashi, porque es junto a él cuando sientes esos raros sentimientos, porque tan sólo te basta verlo sonríes y prefieres morir a perder esa sonrisa... entenderás entonces que tú sonríes también, y te sientes pleno, cuando al fin el juego comienza, porque es Akashi tu rival, porque es Akashi tu todo en la cancha... porque es a Akashi con quien realmente no te importa perder... bueno... y eso...

 

—Aominecchi...

 

—Mine-chin, ¿cómo sabes eso?

 

—Porque es justamente lo que me sucede a mí junto a este baka... es lo que sucede cuando estas enamorado.

 

—¡Waaa! ¡Aominecchi me ama!

 

Kise se arrojó a su novio para llenarlo de besos, haber escuchado algo semejante por parte del moreno sin dudas era algo que jamás se hubiera esperado, claro que sabía que lo amaba, pero Aomine no era muy demostrativo ni romántico, la mayor parte del tiempo era un bruto, pero así y todo, lo amaba.

 

—¡Oi Kise! Todos nos están viendo, contrólate.

 

—Sí, disculpa, me emocioné... Murasakibaracchi, Akashicchi quiere que tú y el hagan el amor, ese el siguiente paso del que hablaba.

 

Atsushi sintió de repente como si toda su sangre se agolpaba en sus mejillas, su rostro se volvió casi de la tonalidad del cabello de su novio.

 

—Qué sutil Kise...

 

—Es que parecia seguir confundido—dijo el rubio algo apenado.—Sabes de lo que hablo, ¿no?

 

—Araa Se-chin ¡claro que sé!... lo he pensado pero Aka-chin y yo... bueno, somos hombres... yo tendría que... Aka-chin debería...

 

De repente fue como perder toda capacidad de hablar, el calor en su rostro aumentaba en paralelo a la sensación de que era un completo idiota. Akashi había querido estar de esa manera junto a él y en lo único que pensó fue en dulces. No mentiría diciendo que el deseo de ver a su pequeño novio desnudo muchas veces le hizo sentir excitado, que había descubierto lo que era masturbarse gracias a esos pensamientos. Pero si no se había atrevido a intentarlo siquiera en todo ese tiempo se debía a que, como eran dos hombres sólo había una manera de estar íntimamente, una manera que muchas veces lo hizo sentir miserable al creer que le faltaba el respeto de tan sólo imaginárselo. Tenía miedo, terror de lastimarlo, porque todo en su anatomía era grande. Akashi sabía eso y aun así deseaba hacer el amor con él... se sintió afortunado, dichoso y pleno.

 

—Si es algo duro al principio, pero si ambos ponen de su parte, verás que lo disfrutarán—dijo un animado Kise al ver a Murasakibara sonreir.

 

—Gracias Se-chin, Mine-chin, ahora me voy.

 

Los tres salieron del Maji para tomar rumbos distintos, Atsushi volvió a agradecerles, tomaría el primer tren a Kioto que encontrara, no quería estar un día más sin ver a su novio.

 

—Oi, murasakibara, espera—Aomine revolvió un poco su bolso hasta hallar lo que buscaba, entregándole un pequeño frasco—, lo necesitarás.

 

—A...Aomine-cchi, ¿por qué llevabas lubricante en tu bolso?

 

—Después del juego pensaba ir a tu casa... así que... ahora tendremos que comprar otro—dijo relajado mientras tomaba de la mano al rubio y comenzaban a alejarse del gigante.

 

—¡Aominecchi! ¡No digas esas cosas tan embarazosas!

 

Murasakibara se encogió de hombros y tomó rumbo a su casa. Debía prepararse, Akashi se merecía lo mejor de él.

Notas finales:

Bueno, hasta aquí la primera parte. Serán dos capitulos solamente, el próximo lo estaré publicando la semana que viene si todo sale bien.

Espero sinceramente que hayan disfrutado de la lectura. Será hasta el próximo capítulo. Gracias por leer.


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