No serás mi esclavo… Sin tu consentimiento
Era un día muy tranquilo en la ciudad capital del país Roshen, Giaken, el sol brillaba en todo su esplendor, los niños jugaban por los alrededores de la plaza, la gente compraba, vendía e intercambiaba cosas en el mercado principal, todo parecía muy tranquilo hasta que unas limosinas entraron por las puertas principales camino hacia uno de los barrios más oscuros de la ciudad, todos ya se imaginaban quien era, el hijo menor de los Daemons, Frost, parece que el empresario estaba camino a realizar una compra un tanto… Interesante.
Las limosinas se estacionaron enfrente de una casa un tanto pequeña de la cual salió un hombre que los recibió abriendo la puerta de la limosina principal de donde se bajó Frost.
¿Esta lista la mercancía? –Pregunto con una sonrisa un tanto maliciosa- Claro, está en el sótano esperándolo –Dijo el hombre haciéndole una seña apuntando hacia la escalerilla que bajaba al sótano, el hombre bajo y Frost le siguió, bajaron a un cuarto muy grande, dentro se escuchaban quejidos y llantos de jóvenes, esto era música para los oídos de aquel hombre.
Tome asiento –Dijo acercándole una silla, varios hombres llegaron para ponerse detrás de él escoltándolo y otros tantos miraban la escalera y la puerta de la casa- En un momento le presento la nueva mercancía –No pudo evitar soltar una risita el hombre el cual desapareció por una puerta y a los minutos trajo consigo a 5 jóvenes los cuales no tenían pinta de pasar de los 20 años, los acomodo frente a Frost, todos ellos tenían las manos esposadas en su espalda, una venda en los ojos y la boca tapada con cinta, el hombre soltó una risa y se dirigió a Frost.
¿Y qué tal? ¿Apoco no son de lo mejor que ha visto, señor? –Dijo el hombre, Frost estaba embobado con uno en particular el cual era el más pequeño de todos ellos y estaba en el extremo izquierdo, sus cabellos negros como la noche y sus curvas hicieron que Frost no parara de mirarlo- Este –Dijo Frost rápidamente después de unos segundos- Uy… Este le saldrá un poco caro… -Dijo acercándose al joven por un costado- El precio se dobla cuando la mercancía es virgen… -Esta palabra hizo eco en la sucia y pervertida mente de Frost- No importa el precio –Dijo haciendo una seña a uno de sus escoltas el cual saco un maletín en el que fácil habían más de 200 billetes de una denominación bastante elevada, los ojos del hombre se iluminaron al ver el dinero- Entonces tenemos un trato, Joven Daemon –Sonrió el hombre que le dio una llave a Frost- Es todo suyo –Sonrió y se alejó por una puerta.
Frost hizo una seña para que cargaran al joven y se fueron por donde vinieron, el peliazul no despegaba los ojos del joven que no dejaba de patalear frente a él, estaban sentados uno a cada lado con sus respectivos escoltas, llegaron a la mansión de Frost, estaba situada fuera de la ciudad junto a un lago, las limosinas se estacionaron en el garaje, menos la de Frost pues lo dejaron en la puerta principal, hizo una seña para que los escoltas le dejaran al joven y se fueron, Frost lo tomo y lo cargo sobre su hombro como costal y lo encamino hacia su recamara, no había dejado de pensar en todas las cosas que iba a hacer a su nueva adquisición, pero por alguna razón su conciencia le estaba molestando un poco, lo puso sobre su cama y le quito las esposas, le destapo la boca y la venda en los ojos, lo primero que recibió fue un puñetazo un poco débil en su cara.
¡Suéltame maldito pervertido! –Grito asustado el pequeño y trato de alejarse pero el respaldo de la cama lo detuvo- Frost se quedó maravillado al poder ver los ojos de esa linda criaturita que ahora estaba en su cama, se subió rápidamente posicionándose encima de ella- ¿Cuál es tu nombre? –Pregunto serio- ¡Tú me compraste, tuviste que ponerme él que se te dé la gana! –Dijo el pequeño enojado, asustado y nervioso- No te puse ninguno, no te compre como un esclavo sexual –El pequeño se estremeció al escuchar esta palabra- Así que quiero saber tu nombre real –Continuo Frost poniendo una mano en la mejilla del joven- D-Drei… -Dijo el pequeño quitando la mano de su rostro, Frost sonrió de medio lado y paso a ponerse de rodillas frente a él, el chico se puso nervioso esperando que Frost mostrara su miembro o algo así pensaba- ¡Si vas a tomarme solo hazlo ya! –Dijo llorando esperando ser violentamente manoseado, todo lo que recibió fue una mano en su hombro- No pienso hacer eso –Dijo Frost serio y Drei solo se quedó confundido- Te traje aquí porque no quiero que tengas que pasar por ese momento de esa manera… Cuando te vi entrar por la puerta de ese lugar me quede completamente perdido, no podía apartarte la mirada y no lo hice, sin dudarlo te escogí, tu cuerpo es hermoso y no voy a permitir que cualquier imbécil lo tome –Estas palabras lo dejaron pensando un poco a Drei.
¿No vas a tomarme…? –Pregunto nervioso y asustado el chico- No, no lo are Drei, no sin tu consentimiento, pero eso si- Se acercó a él y lo tomo del mentón- Ahora eres solo mío… -Dice sonriendo para después tomarle una mejilla y acercarlo a él, Drei estaba paralizado- Eres mi propiedad… -Dijo para besarlo tiernamente en los delicados labios de aquel pequeño- ¡Quítate! –Dijo un sonrojado pero molesto Drei, Frost solo sonrió y se levantó- Mañana iremos a comprarte ropa, no puedes estar todo el tiempo así, hoy dormirás en mi cama –Sonrió para salir de la habitación camino a la de huéspedes, no quería incomodar a su criaturita.
Mientras tanto Drei solo se quedó pensativo, primero había sido raptado, luego tuvo que soportar estar en ese oscuro lugar junto a otros tantos chicos y ahora esto, ser la compra de un pervertido, no tenía idea de lo que le esperaba junto a ese hombre, y era mejor para él no pensarlo, pues en ese momento solo quería saber si algún día volvería a ver a su familia, a sus hermanos, aunque había notado que posiblemente su dueño no fuera tan mala persona, se asustó así mismo en pensar en ese hombre como su dueño, pero, no le quedaba de otra.