El suspiro de puro gozo y plenitud escapó de sus labios ni bien sintió el frio golpe de viento helado de las montañas apenas puso un pie fuera del final de la cueva, miró hacia arriba buscando las estrellas que siempre pudo ver desde el balcón de su habitación en la Mansión de fuego, donde ya no pertenecía… donde nunca perteneció. No había ni una sola, las nubes grises las cubrían todas gracias al Invierno, pero eso no le importó, un cielo diferente al que vio toda su vida solo significaba una cosa, ¡Libertad! Y no podía estar más contento.
Emprendió de nuevo su viaje por las montañas con sus prendas abrigadoras, no en exceso, tenía ya toda la ruta memorizada. Su tatara, tatara, abuelo tuvo una cabaña cerca de ahí, al menos eso es lo que decía el diario de campo que encontró en una biblioteca secreta de la mansión cuando aprovechaba que ni sus padres ni su hermano estaban en la casa y él podía salir de su cuarto. Aquel diario había pertenecido a su antepasado y nunca podría agradecerle lo mucho que lo estaba ayudando en ese momento.
Estaba escapando, sus padres no lo querían, no lo trataban tan bien como a su hermano o como los demás padres tratan a sus hijos- lo cual solo ha visto en libros, películas, y también desde el balcón de su cuarto- Y si no lo querían no entendía por qué lo mantenían en la casa, no tenía sentido estar manteniendo a alguien por quien no se tiene ningún afecto.
Así que lo decidió, escaparía. Se iría. No tenía nada que lo retuviera en ese lugar, sabía lo que tenía que hacer para poder escapar, sabía a dónde ir y gracias al cielo algunos de los sirvientes de la casa le habían enseñado lo básico para sobrevivir. Si, con ellos aprendió a trabajar, adoraba poder ayudarlos cuando sus padres ni su hermano estaban, también sabía cocinar, aunque sea solo lo básico, por suerte en uno de sus bolsos- porque tenía 2 o 3 al hombro- traía provisiones y algún que otro utensilio. Más le valía ir preparado, no tenía idea si la casa de campo de su abuelo estaba en ruinas o en buen estado, y en caso de estar en buen estado, o un estado no tan deplorable al menos, no sabía si tendría lo que necesitara. Mejor ir preparado llevar al menos lo básico.
Una pendiente algo alta lo separaba de su meta, así que buscó una rama lo suficientemente firme y con ella se ayudó a subir, a cada paso que daba enterraba bien profundo la rama para tener un apoyo... Así siguió por minutos, hasta que llegó a la parte más alta y desde ahí pudo ver su tan ansiada cabaña.
Era un tanto grande, y se veía bien. Pero no se confió demasiado, porque tal vez de cerca no se vería igual. Pero por el momento debía bajar de ahí, así que sin más con todo y rama se dejó caer para deslizarse por ese tobogán natural hecho de nieve que lo dejó cerca de la cabaña.
Casi podría parecer una mansión, solo que más pequeña.
La revisó por fuera, estaba hecha de madera de roble, y algunos de los troncos estaban congelados, solo unos pocos estaban algo arruinados por la humedad, pero se veía bastante resistente. Aunque eso no importaba, mientras que por dentro pudiera resguardarse podría darse por bien servido…
El interior estaba muy poco iluminado, obviamente no había luz eléctrica, y también podía sentir el polvo en el aire. Suspiró, tenía mucho que hacer; Cerró la puerta y del bolso en su brazo izquierdo sacó una linterna, ya pudiendo ubicarse mejor se encontró con que nomás entrar la sala y la cocina que estaban conectadas lo recibían, a la izquierda la cocina y a la derecha la sala, más allá de la sala en línea recta estaba el comedor, en frente tenía una puerta que estaba conectada a la cocina, no sabía que es lo que habría, y junto a esta, a la derecha, una escalera que llevaba al segundo piso.
Se puso manos a la obra y, dejando sus bolsos en el sofá de la sala al que quitó la sábana blanca cubierta de polvo, comenzó a limpiar, pero antes sacó unas velas para iluminar cada sector por un momento… Empezó con sala, quitó todas las sabanas de los muebles incluyendo el del comedor, luego fue a la misteriosa puerta de la cocina donde por suerte habían escobas y algunos objetos de limpieza, también parecía haber sido una despensa pero obviamente no había nada. ¡En fin! Sacó todo lo que necesitaría y comenzó a barrer, juntando todo el polvo con la péquela pala y tirándolo por una ventana que previamente abrió, así siguió hasta que la sala y el comedor quedaron bien barridos y habitables. Luego siguió con la cocina, esa fue más fácil porque no tenía muchas cosas, no había utensilios ni nada, pero por suerte si había algo de gas así que si podría hacerse algo decente de comer…Cuando acabó subió al segundo piso ahí habían varias puertas, una de ellas era el baño, otra un armario con frazadas, toallas, sabanas, etc, le servirían bien, pero tenía que sacudirlas fuera. Luego las restantes eran 3 habitaciones, eligió la menos fría, así que se puso a limpiarla, por suerte solo había una cama que tenía una sábana, y como con las anteriores habitaciones solo tendría que barrer un poco y abrir la ventana.
Se pasó toda la tarde- al menos eso decía su reloj- arreglando un poco la casa para que pudiera estar más habitable, así que cuando se empezaba a oscurecer salió rápido a buscar algo de leña para poder encender la chimenea con los fósforos que trajo. Por suerte pudo conseguir algunos que estaban medianamente secos, así que con eso y algo de papel pudo encender el fuego y dejar que la casa se caliente lo suficiente. Lo bueno de esto es, que al parecer su habitación era la más cercana a la chimenea.
Se hizo unos sencillos fideos con salsa de tomate, por suerte aunque no hubiera agua corriente se le ocurrió juntar algo de nieve y derretirla en la estufa.
Dejó la chimenea encendida y se fue a dormir apagando las velas en el proceso, sabía que el fuego se apagaría gradualmente al no agregarle leña; Al llegar a su habitación tendió sobre la cama unas cuantas mantas y se echó cubriéndose con una frazada, todas sacadas del armario. Se sentía cómodo y tibio, le entraba mucho sueño. Y como no si además de limpiar la casa estuvo horas caminando por ese túnel que conectaba el bosque de la cuidad con la montaña, túnel que estaba bastante bien escondido, pues era muy angosta al principio, y solo un rato después pudo dejar de arrastrarse y caminar.
Pensando en eso cerró los ojos dispuesto a dormir, pensando que por fin era libre.
Por fin ya no más miradas de indiferencia o decepción, no más cortas caminatas por la mansión donde no vería ni una sola fotografía suya en los retratos familiares, no más excesivas reglas para mantenerlo fuera de la vista de todos, no más comer en la cocina o en su cuarto, no más anhelar salir a explorar el mundo… No más ser la oveja negra de la familia…
Familia, ¡Ja! En los libros de cuentos que siempre leyó la familias se cuidan, se protegen, quieren a todos los integrantes por igual, muchas risas, comidas caseras, canciones, navidades, cumpleaños, guerras de nieve, regalos, caricias en la cabeza, al menos un “Estoy orgulloso de ti hijo”… Pero nada de eso tuvo jamás, para los demás su nacimiento fue una calamidad, algo que no debió pasar.
El apellido de su progenitor es Vongola, su nombre Iemitsu, su progenitora Nana heredó el apellido al casarse con él. Biológicamente son su padres, más ellos negaron ese papel hacia él. También estaba su hermano mayor, Dino, el orgullo de su familia, con él no tuvo mucho trato, jamás lo ha visto salvo en los retratos familiares...
La casa Vongola se enorgullecía de sus habilidades para poder controlar y producir fuego de sus manos, era algo impresionante, una habilidad muy respetada y temida por los demás.
Las casas de gran renombre tenían habilidades para manipular los elementos, estas se dividían según el nivel de sus poseedores, pues todos pueden manipular algún elemento, pero no todos pueden producirlo; aunque también habían habilidades que nada tenían que ver con los elementos, y por tanto las familias dueñas de estas habilidades eran menos importantes para los demás, eran menospreciadas.
Su nombre es Tsunayoshi, a diferencia de su familia él no era nada capaz de manipular el fuego.
Pero si el Hielo, podía manipularlo y producirlo. Era una habilidad nada acorde a la de su familia, y por eso siempre fue ignorado.
A él le encantaba su habilidad, no sentía el frio como los demás. Adoraba el frio, podía estar completamente desnudo en medio de una ventisca y lo sentiría como una brisa refrescante en el Verano. Pero también le agradaba el calor, ahora se sentía muy cómodo y calentito en su cama, podía comer comidas calientes sin problemas al igual que bebidas.
También podía soplar y crear brisas refrescantes, si se concentraba podía hacer en sus palmas copos de nieve, y una vez congeló el suelo de su habitación para jugar… Claro que hubo momentos en los que descubría qué más podía hacer, pero eran momentos tristes, a veces lloraba en la cama cuando era pequeño y se formaban nubarrones en el techo de su habitación, de ellos caían pequeñas nevadas y todo el sueño solía cubrirse de blanco puro e inmaculado. O a veces, por increíble que parezca, cuando lloraba e hiperventilaba sus lágrimas se cristalizaban, y se convertían en pequeñas lágrimas de cristal. Eso lo comprobó con el tiempo porque al principio creyó que eran de hielo, pero estas nunca se derritieron, hasta el día de hoy las tiene guardadas en su caja de tesoros especial, juntos con otras lágrimas iguales, y otras, muy pocas, de colores rojizos.
Recordando el pasado se quedó dormido, pidiendo no tener pesadillas.