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Breathless: Sin aliento por Shinjimasu

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Cuando volví a la ciudad parecía que no había cambiado en nada. Las mismas calles, el mismo aroma, las mismas casas, las mismas personas, todo parecía como si el tiempo no hubiera pasado ahí. Salvo yo, claro.

Llamarlo “ciudad” es la única palabra que se me ocurre para no dar una mala idea, pero la verdad es que aquel lugar de mi infancia no era más que un pueblo. Sí, había servicio de agua potable, electricidad, pavimentación; no era un pueblo terroso con casas de madera y lámina, pero usualmente este término suele confundirse y usarse de manera despectiva. Sin embargo, éste no era uno de esos.

Ahora estaba casado. Ya no era el mismo niño de antes, ahora era un adulto de 27 años con un buen empleo y una bella esposa. Habíamos regresado a la ciudad donde nací porque debía encargarme de administrar la empresa de mi padre, la cual residía en aquel lugar.

A Manami no le había agradado la idea en un principio, pero tuvo que aceptarlo y acompañarme. Ella era una chica especial en ese sentido, pero era linda a fin de cuentas.

Mi primer día en la empresa fue difícil en verdad. Los empleados no me inspiraban mucha confianza. Podía ver en sus ojos que ellos no me querían ahí, quizá porque pensaban que llegaría a despedirlos o a convertirme en un tirano como muchos que había, sin embargo eso solo me daba la impresión de que las personas en realidad solo se dejan llevar por estereotipos estúpidos.

Llegué a casa más que exhausto mentalmente, deseando que ese hubiera sido mi primer y último día.

-¿Cómo te fue?- me preguntó Manami de mala gana, sentada en el sofá con una revista en las manos.

-Realmente no quisiera volver- le dije mientras arrojaba mi saco al sillón y me soltaba la corbata –No era lo que esperaba, mucho papeleo y poca atención-

-Bueno, eso lo hubieras pensado antes de traerme aquí-

-Por favor no empieces ahora, estoy muy cansado-

-Entonces disculpa por eso, pero yo tampoco tuve un buen día-

Suspiré y me senté a su lado en el sillón -¿Qué paso?-

-¿Y todavía lo preguntas?- me dijo molesta

-Bueno, no soy un adivino- le dije tratando de no sonar muy sarcástico –Si me contaras lo que sucedió tal vez pueda ayudarte con tu problema; después escucharás el mío y estaremos bien-

Ella se burló –No es algo que puedas solucionar solo con platicarlo, Daisuke- me dijo –Se trata de este maldito lugar, apenas llevo aquí tres días y ya lo odio-

-Bueno, quizá solo debes acostumbrarte: tres días no es suficiente para acostumbrarse-

-¡Nunca me acostumbraré! ¡No hay nada aquí!- se quejó levantándose –Todo es aburrido, no hay tiendas de ropa, no hay sitios buenos para comer, no hay cafeterías ni pastelerías de moda ¡Solo rocas y tierra!-

-Bueno, ahora viviremos de manera diferente- le dije sujetándola por sus hombros, parándome frente a ella –Además sí hay tiendas buenas y comida deliciosa-

-Eso será para ti que vivías en este lugar, pero no para mí- dijo molesta mientras se daba la vuelta y entraba a la habitación –Si tan buen lugar crees que es, mejor quédate a dormir afuera para que lo disfrutes aún más- agregó mientras azotaba la puerta de la habitación.

Odiaba cuando ella se ponía en ese plan. Estaba tan acostumbrada a la vida de lujos y comodidades que desde un principio se opuso rotundamente a vivir en un lugar como éste, pero era algo que yo no podía evitar hacer. Vivíamos bastante bien, mi posición social y mi empleo nos permitían tener varias comodidades, por lo que aunque viviéramos en un lugar como ese teníamos una casa bastante decente, de las más hermosas de la zona,  pero para ella lo importante parecía ser seguir los estereotipos de la típica mujer exitosa.

Me resistí a discutir con ella y, como era de esperarse, dormí en el sofá. Fue una fría noche.

El día siguiente fue igual o peor que el primero, y el siguiente, y el siguiente.

Cualquiera diría que al volver a casa después de un mal día de trabajo y ser atendido amorosamente por su esposa sería la cura perfecta, sin embargo los míos eran demasiado malos, desde que me levantaba hasta que me iba a dormir en el sofá helado. Incluso me limitaba a no comer en casa y solo pasaba por algo rápido a la tienda del pueblo que era atendida por un muchacho que recordaba vagamente de cuando era niño.

La tienda y la cantina estaban unidas por la misma casa y atravesaban toda una calle. Es decir que si de un lado estaba la tienda, al dar la vuelta y llegar por la calle de atrás, estaba la entrada a la cantina y ambos lugares se unían por el centro, que era la casa de los dueños, antiguos amigos de mi familia. Aunque bueno, cuando vives en un lugar así todos se conocen; lamentablemente para mí no sucedía lo mismo con los trabajadores de la empresa, salvo unas cuantas personas, tan pocas que podía contarlas con los dedos de mis manos.

Entonces esa noche, con los problemas en la oficina y en mi hogar  ya no pude más y unos amigos me convencieron para que fuera a tomar con ellos. Debía desahogarme de alguna manera.

-¡Salud por el nuevo jefe!- dijo uno de ellos mientras alzaba una cerveza.

-¡Salud por él!-

Brindé y tomé. Era un miércoles.

-¿Sabes cuál es el problema de esos empleados? Les falta seguridad- dijo otro de ellos tratando de animarme.

-Puedo causarles miedo- me burlé.

-Esos sujetos son así, no dejan que algún foráneo les dé órdenes aunque ellos mismos lo sean… ¡Pero no saben que se meten con el mismísimo hijo de Nakahara!-

-Realmente no me siento tan especial-

-¿Bromeas? Si tu padre es de las personas más respetadas de aquí- me dijo –Deberías presentarte ante ellos como su hijo-

-Prefiero no hacerlo, podrían sentirse más reprimidos por eso-

-¡Pues es lo que necesitan! Un escarmiento… no pueden sentirse los dueños del lugar-

-Les daré alas por un momento, y cuando menos se lo esperen…- me burlé

-¡Así se habla Daisuke! ¡Salud por eso!-

-¡¡Salud!!- se escuchó en coro

Bebí un poco más. Entonces desvié mi mirada al chico que atendía la barra, el mismo que cuidaba la tienda.

-Oye, Goto- llamé a uno de mis compañeros que más bien podía considerar mi amigo -¿Ese es Chika?-

-El hijo del viejo Seragaki- respondió dándole un trago a su cerveza –Su hermano mayor se fue y el viejo ya no puede atender todo el día la tienda, así que él lo hace junto al otro chico que está en las mañanas… y es él quien se encarga de la cantina toda la noche-

-¿Y su madre?-

-Ella falleció hace dos o tres años- respondió –El pueblo entero estuvo de luto por tres meses-

-Que mal-

-Sí, fue terrible. Pero el viejo Seragaki parece haberlo superado muy bien. Aún sigue diciendo que él nos va a enterrar a todos y que bailará sobre nuestras tumbas-

No pude evitar reír ante eso –Debería ir a saludarlo un día de estos-

-Eso si él no te encuentra antes y te manda fusilar por tu descortesía-

-Sí, es capaz de hacerlo- dije mientras empezaba mi segunda cerveza –Chika creció mucho-

-Bueno, ya no somos los mismos mocosos de antes Daisuke- me dijo –Tú por ejemplo, te fuiste por unos años y regresaste siento un hombre exitoso y con una muy bella esposa-

Reí un poco –A veces desearía que mi esposa fuera tan amable como bella-

-Mira, las mujeres son mujeres, nunca se puede saber con ellas, nadie las entiende- me dijo –Te lo digo yo que también estoy casado-

-De eso no me cabe duda-

-Entonces ¡Salud por las mujeres!-

-¡¡Salud!!- se escuchó en coro detrás de nosotros.

Y de esa manera, junto con el popular “¡Que viva y que beba!” fue pasando la noche. Las cervezas se acumulaban cada vez más en las mesas que ocupábamos y el reloj no se detenía. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho cervezas pasaron por mi mano y otras más llegaron a mi estómago. Nunca me había gustado tomar, el sabor de la cerveza no era para nada de mi agrado, pero aun así sentí la necesidad de beber y beber hasta quedar completamente ebrio.

Algunos compañeros aún seguían diciendo tonterías y otros ya habían caído sobre las mesas. Por mi parte me sentía un poco cuerdo todavía, pero muy extraño. Cuando Goto cayó, yo me levanté. Pensaba irme, pero no tenía intenciones de hacerlo. Entonces vi a Chika tras el mostrador.

-Me alegra mucho verte de nuevo Chika- le dije cuando llegué frente a él.

-Daisuke, en verdad puedo decir lo mismo- me respondió con ternura –Temía que no me recordaras-

-¿Cómo podía olvidarme de ti?- respondí algo mareado –Desde un principio me acordé de ti- mentí

-Sé que regresaste por la compañía de tu padre-

-Sí, fue por eso…- le dije –Me quedaré de nuevo aquí, en este pueblo, otra vez…-

-Eso me alegra mucho- me dijo feliz, pero luego cambio su tono -¿Y tu esposa se está adaptando bien?-

-No, ella odia este lugar- reí –No sé cómo es que la traje conmigo en verdad… desde que llegué he estado durmiendo en el sillón de la sala-

-Es tu esposa, deben estar juntos- respondió –Quizá deberías salir con ella para que conozca el lugar-

-Podría, pero sé que es una pérdida de tiempo. Ella no es como las demás esposas-

-Podrías intentarlo…-

-No lo creo- le dije mientras lo miraba de frente, tratando de no caer sobre él. Mi cabeza me daba vueltas y comenzaba a sentir sueño, pero aun así quería mantenerme atento a la conversación -¿Sabes? No recordaba que tuvieras unos ojos tan brillantes-

Él se sonrojó –S-Siempre han sido igual-

-Tienen un tono violeta muy bello- respondí sin dejar de verlo –Incluso tú mismo te ves… muy lindo sonrojado, porque estás sonrojado justo ahora-

-D-Daisuke, por favor…-

-¿Sabes una cosa? Nunca antes…nunca antes  me había sentido tan bien como ahora- le dije mientras jugaba con la botella que estaba en la barra.

-Eso es porque has tomado demasiado- me dijo –Mañana tendrás un dolor de cabeza terrible-

-Bueno… mientras eso sea mañana supongo que está bien- contesté con una risa que incluso para mí fue graciosa.

-Deberías irte a tu casa de una vez- me dijo en un tono preocupado –No es bueno que andes en la noche en ese estado-

-Estoy bien- contesté –Éste lugar es muy tranquilo, además solo bebí un poco más de la cuenta… todo está bien, bien, bien, bien-

-Pero Daisuke…-

-Chika- lo llamé mientras me erguía para apoyar mis codos sobre la barra e inclinarme hacia él -¿Acaso te estás preocupando por mí?-

Él se ruborizó de nuevo y agachó su cabeza –Por supuesto que sí… no quiero que te suceda algo malo mientras regresas a tu casa…-

-¿De verdad?- pregunté mientras me acercaba a él por encima de la barra.

-Así es… además tu esposa se enojará si te ve llegar así-

-Ella no me importa ahora, lo más seguro es que la encuentre dormida cuando llegue. No le importa mucho si estoy o no, así que mientras no me vea todo estará bien… aun así dormiré en el sofá de nuevo-

-No digas eso- contestó –Ella también estará preocupada y…- empezó a decir, pero no le permití seguir y lo besé.

Sentí como se quedó quieto al principio, confundido, pero poco a poco fui haciendo que se relajara. Sus labios eran demasiado suaves y no esperé para poder jugar con ellos, atrapándolos entre los míos. Besé sus comisuras al tiempo que lo sujetaba por su mentón para que no escapara, pero sabía que él no quería hacerlo. Rocé sus labios con la punta de mi lengua, deseando poder introducirla en su boca, pero no podía, no ahora… algo me obligaba a ser dulce con él en ese momento, a dedicarme solo a besarlo una y otra vez.


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