Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Llovía, llovía. por Discord Di Vongola Arcobaleno

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Katekyo Hitman Reborn pertenece a Akira Amano :D

Podría decir que la historia comienza en un pequeño pueblo de Japón conocido como Namimori. Este a diferencia de varios lugares ya conocidos, no estaba tan poblado de gente. Apenas y encontrabas algunas que otras casas y sorprendentemente tenían electricidad… algunas. Entre la vida rutinaria y trabajadora pero alegre de la población se encontraba en específico un joven castaño de ropas primaverales y frescas sentado en un escalón de cemento de un local que era una farmacia.

El joven de ojos chocolate movía sus piernas de enfrente hacia atrás infantilmente mientras observaba con paciencia el pasto y las hojas de varios frondosos árboles moviéndose al compás del viento. Siguió con su observación y espera hasta que un sonido poco usual entre la naturaleza se hizo presente.

Levantó la mirada curioso hasta notar como por las desoladas calles avanzaba dificultosamente un camión por sobre la tierra sin pavimento. Inmediatamente se levantó del escalón para subir por el par de escaleras más y adentrarse en la tienda donde avanzó con naturalidad hasta llegar a un hombre rubio de ojos azules quien se encontraba acomodando algunos juguetes que ponían de vez en cuando para su venta en el local.

-Giotto. – llamó el menor. – Ya llegó el camión.

-Oh, muchas gracias, Tsunayoshi. – agradeció el más alto mientras le sonreía amablemente a su hermano menor. – ¿Podrías acompañarme, por favor?

-Seguro.

Dejó que el de brillantes hebras rubias se adelantara para seguirle por atrás. Salieron por la puerta principal donde Giotto pasó por sobre el pasto para rodear la cerca y quedar junto con un hombre pelinegro de cabellos puntiagudos quien tomaba entre sus brazos una caja y sonreía amigablemente al rubio más joven.

Tsuna se quedó parado frente a la puerta pues iba a cerrarla cuando notó como el sonriente de su hermano bajaba la mirada, fue ahí donde apenas pudo notar unos puntiagudos cabellos negros como la noche moviéndose de un lado a otro con la cerca cubriendo su cuerpo completo.

-*¿Un niño?* – se preguntó.

-¿Él es tu hijo, Victor? – preguntó.

-Claro. – dijo orgulloso el hombre mayor, inflando el pecho y enderezando la espalda. – Es todo mi orgullo.

-Papá…

Al momento siguiente, la figura a la que le pertenecían aquellos cabellos negros se elevó dejando al descubierto su gran altura además de que realmente era un joven casi de la misma edad que Giotto, de cabellos negros puntiagudos al igual que su padre con la excepción que el más joven portaba unas peculiares patillas rizadas. Este chico con una camisa blanca arremangada sobre los codos cargando dos cajas giró el rostro con el plan de voltear a ver al personaje blondo que las cajas le impedían ver, sin embargo no pudo más que encontrarse con un par de ojos chocolate.

No supo describir con exactitud en aquel momento el como aquellos ojos presumían un color tan común pero tan reluciente, tan normal pero a la vez diferentes. Igualmente el castaño quedó mudo ante aquellos ojos ónix, agudos como los de un gato a punto de atacar a su presa y tan profundos que no dudaba que pudiera camuflajearse con la noche.

-Reborn. – llamó el pelinegro mayor a su hijo de patillas rizadas.

-Tsuna. – llamó Giotto, liberando de su hipnosis a su hermano menor.

Fue ese día donde las cosas comenzaron.

Cada semana desde aquel día Victor, ahora acompañado de su único hijo, volvían al pueblo a dicho local para entregar una nueva orden de medicamentos para la única farmacia disponible a más de 35 km. La salud del pueblo dependía de la farmacia perteneciente al par de hermanos Sawada y su negocio era dependiente de la mercancía que viajaba en el camión de los Arcobaleno al igual que, con el pasar del tiempo y sin que ambos jóvenes corazones se dieran cuenta, se encontraban volviéndose dependientes del otro.

Aquel día el de patillas rizadas se encontraba sentado en el tejado de la farmacia ya tan conocida esperando pacientemente al dueño de sus estúpidas sonrisas de enamorado y de sus suspiros soñadores, observando todo lo que los rayos ultravioletas alcanzaban a tocar con una suave caricia acompañados del leve movimiento de la brisa primaveral.

-¡Reborn! – exclamó una voz.

Giró un poco su posición para notar como a sus espaldas se acercaba aquel menudo chico de cabellos anti gravedad vestido con las ropas más frescas posibles para sentarse a su lado. Y como el buen observador que era, el pelinegro notó la hoja que intentaba ocultar inútilmente el inútil de su amor platónico.

-Oye, Tsuna. – llamó. – ¿Qué es eso?

El joven de 14 años respingó en su lugar al verse descubierto pero no se negó ni un momento  al mostrar aquella hoja de plástico en sus manos. No serviría ocultarla si se trataba de Reborn Arcobaleno.

-Byakuran. – comenzó con un tono de cansancio mostrando la imagen de una chica y un chico bailando hipócritamente en un anuncio. – Me ha invitado al baile de este viernes. Supongo que iré ya que Giotto se irá de viaje con Cozart.

-Te verás encantador con un vestido de baile. – declaro burlón el ya adulto al tener sus 18 años.

-N-no digas estupideces, Reborn. – reclamó sonrojado el más pequeño después de respingar y con el corazón latiéndole con fuerza. – ¡Ya te he dicho que no soy una mujer!

Así paso la tarde entre risas y secretos por parte de ambos, negando a ser honestos con el otro acerca de sus sentimientos.

Pasados los días llegó la tarde del jueves donde todos los adolescentes salían aliviados a sus casas deseando que la jornada estudiantil de mañana no sea tan pesada como la de hoy. Mientras todos los alumnos salían lo más pronto posible del instituto, una figura mayor pero joven de cabellos negros puntiagudos y patillas rizadas entrababa calmadamente por las puertas de metal abiertas de par en par. Siguió su camino de costumbre para meterse por un solitario pasillo lleno de casilleros. Se acercó a uno en específico y lo observó con detenimiento como si fuese la cosa más interesante en ese aburrido lugar. Metió la mano en su bolsillo derecho sacando de ahí una liza carta blanca perfectamente doblaba y sellada. Dejó de penetrar con la mirada la pequeña puerta de metal para ahora pulverizar con los ojos aquel inocente y bello sobre, suspiro. En la secundaria siempre se burlaba de las chicas y chicos quienes hacían estos actos tan cursis y cobardes. Qué ironía que tuviera que estar repitiendo aquellas acciones de colegiala enamorada que tanto se burlaba en su pasado.

Con el poco valor que aún no escapaba de sus venas, logró meter la carta por las rendijas del casillero para salir huyendo disimuladamente creyendo que nadie lo veía…

Creyendo erróneamente.

Saliendo de entre las sombras se hizo presente la figura de un chico albino con una marca morada bajo su ojo derecho usualmente risueño… aunque esta era la excepción.

Como buen acosador, se encaminó con paso calmado al casillero que anteriormente había estado frente al Arcobaleno para abrir el cerrojo, tomar la carta, meterla en su chamarra blanca y volver a cerrar el locker como si nunca hubiese sido tocado por sus blanquecinas manos.

-Oh, Byakuran. – llamó una dulce voz a sus espaldas.

El mencionado se giró para apreciar la majestuosa figura del menor de los Sawada caminando sonrientemente hacia su dirección, cobrando nuevamente aquella gran sonrisa que le caracterizaba a su burlona personalidad.

-Oh, Tsunayoshi-kun. – saludo.

-Te dije que no tenías que esperarme. – recordó el castaño acercándose a su posición.

Abrió su casillero vació para llenarlo con los libros que llevaba a la mano.

Y Byakuran sonrió más.

-No quería dejar a tan bella criatura por su cuenta. – aseguró mientras tomaba aquella pequeña y suave mano.

Que le fue  arrebatada por el incómodo dueño de esta.

-Bien, nos vemos mañana. – despidió mientras salía presuroso del instituto.

Pasó el tiempo lentamente para darle paso a la noche donde los protagonistas se encontraban bastante ansiosos e inquietos por lo cual fue un gran trabajo irse a dormir sin pensar en los hechos del día de mañana.

Llegada al fin la tarde del viernes Tsuna se vistió con una camisa blanca que arremangó hasta los codos, un chaleco gris y unos pantalones negros que ocultaban sus botas llenas de lodo. Una vez bien arreglado salió de su hogar para encaminarse a su colegio…

Sin saber que alguien más lo estaba esperando.

Hoy corté una flor.

Y llovía.

Y llovía.

Cuando llegó al instituto veía como todos a su alrededor entraban animados y con parejas a los terrenos escolares que solo por esta noche no cumplirían con su función de enseñar. El castaño entró para encontrarse en medio del lugar a todos los chicos y chicas bailando felizmente en la “pista de baile”, que no era más que un montón de tierra la cual usualmente ocupaban como campo deportivo. Con cuidado de no pisar las botas de lodo ajenas o los pies descalzos de sus compañeros, el Sawada buscó al albino que le había invitado en primer lugar, encontrándolo no muy lejos de su posición para llamarlo y dirigirse hacia él.

Esperando a mi amor.

Y llovía.

Y llovía.

Una vez juntos notó que llevaba puesta la misma chamarra blanca del día anterior junto con una camisa negra y corbata blanca.

El más alto hablaba animadamente, ignorando el hecho del rostro perturbado de su compañero.

La súper intuición del Sawada le decía que algo andaba mal.

Solo volvió a la conciencia cuando escuchó el sonido de la lluvia cayendo al exterior.

Presurosa la gente pasaba.

Corría.

Y desierta quedó la ciudad pues llovía.

Entre movimientos bruscos por llamar la atención de Tsuna, a Byakuran, sin darse cuenta se le cayó un arrugado sobre al suelo que solo el de ojos chocolates percato.

Yo me puse a pensar tantas cosas bonitas.

Se agachó para alzarse nuevamente con la carta en manos que no pudo más que causarle curiosidad al leer en letras grandes y estilizadas su nombre completo.

Como jugaba el viento con tu pelo de niña.

Abrió el sobre para sacar aquella carta.

¡Ay, qué suerte! ¡Qué suerte!

Tu mirada y la mía.

“Tsunayoshi.

Ven este viernes en la tarde a las 7:30 al parque. Tengo que decirte algo.

Reborn.”

Cuando llegue mi amor, le diré tantas cosas.

O quizás simplemente, le regale una rosa.

El castaño abrió los ojos como platos para voltear a ver el reloj de pared a unos metros suyo.

Faltaban solo 10 para las nueve de la noche.

Porque yo corté una flor

Y llovía.

Y llovía.

Alterado, intentó correr en busca d su mejor amigo para ser detenido de la muñeca por Byakuran.

-¡No vallas! –ordenó.

-Debo hacerlo.

Esperando a mi amor.

Y llovía.

Y llovía.

Sin realmente querer, en medio de toda esa gente lanzó un puñetazo al peliblanco que le dejó noqueado, dejando el paso libre para su huida.

Que me alegre tu canto.

Que me alegre tu risa.

Que se alegre en silencio tu mirada y la mía.

Corriendo como si se lo llevará el diablo así era la velocidad de sus pasos ignorando la intensa lluvia que le empapaba de la cabeza a los pies o de la gente que intentaba abandonar el lugar para no conseguir un resfriado.

Nos iremos charlando por las calles vacías.

Nos iremos besando por las calles vacías

Por fin había llegado al parque. Jadeante con el corazón caliente y acelerado contrastando con su piel húmeda y fría notó a lo lejos la figura de su mejor amigo con la mirada gacha, sentado en un banco mientras se dejaba empapar por las gotas de lluvia.

A la vez que Tsuna se acercaba fue cuando Reborn percató en su presencia lo cual hizo levantarse de su asiento con la mirada oculta y con algo escondido entre sus manos.

Y sabrán que te quiero esas calles vacías.

Caminó hasta el inmóvil castaño quien bajo la mirada…

Lo había decepcionado.

Cuando llegué mi amor, te diré tantas cosas.

O quizás simplemente le regale una rosa.

-Dame-Tsuna. – llamó.

El menor levantó tenso los hombros.

Reborn nunca le decía así. Era de los únicos tres que no le decían por aquel denigrante apodo.

Tsuna intentaba contener sus lágrimas de desprecio hacia su persona.

“O quizás simplemente me regale una rosa.”

-No llores. –ordenó con un tono de voz indiferente. – Llorar no cambiara el hecho de que me hayas abandonado por más de una hora…

Negó con la cabeza, dándole la razón aun con el rostro gacho.

Era despreciable…

Era una bazofia…

Era inútil…

“O quizás simplemente me regale una rosa.”

-Ni tampoco hará  que deje de amarte.

Nos iremos charlando por las calles vacías.

Nos iremos besando por las calles vacías.

Y sabrán que te quiero esas calles vacías.

Asombrado, el castaño alzó con tal rapidez el rostro que parecía que estaba por romperse el cuello, aun así, en su líneas de visión se atravesaron los suaves y húmedos pétalos de una rosa anaranjada, que a pesar del intenso frío y las gotas de lluvia que intentaban cubrirla, esta brindaba una sensación de calidez y vitalidad.

Y yo te iré contando tantas cosas bonitas.

Como el día en la playa cuando te conocía.

Como jugaba el viento con tu pelo de niña.

¡Ay, qué suerte! ¡Qué suerte!

Levantó aún más la mirada para notar sobre él a solo un par de milímetros de distancia al de patillas rizadas donde se quedaron viendo sus ojos como aquella primera vez. En aquel duelo no había ni reglas ni ganadores, solo dos hombres perdidos entre los pozos contrarios al igual que su ciego amor.

Tu mirada y la mía.

Reborn acercó más su rostro pero no se atrevió a más cuando sus narices llegaron a tocarse. Solo siguieron analizando aquellos ojos contrarios los cuales a pesar de y conocer por casi todo un año aún faltaba todo un universo que descubrir.

Pero esta vez era el turno de Tsunayoshi de demostrar su amor al mayor.

Cuando llegues mi amor, te diré tantas cosas.

O quizás simplemente, te regale una rosa.

Dejó que el sonrojo se adueñara de su rostro en cuestión de segundos para cerrar con rapidez y fuerza los ojos, interrumpiendo la observación del pelinegro quien al salir de su trance abrió los ojos como platos pues al instante sus labios eran los que estaban ocupados por los sedosos y rosado del Sawada.

Porque yo corté una flor.

Y llovía.

Y llovía.

Debido a su falta de conocimiento del tema Tsuna no pudo hacer más que dejar que ambas bocas se apretaran entre sí. No fue hasta que recibió a sorpresa de aquella gran mano aferrándose a sus cabellos presionando más sus bocas y comenzando a mover sus labios moldeando los del menor.

Esperando a mi amor.

Y llovía.

Y llovía.

-Perséfone. – Me habló mi padre. – Ya es hora. Acércate.

Con obediencia me levanté de aquel cómodo y frío asiento carmín para posicionarme con mi desconsolada familia frente a un ataúd.

Dentro de este se encontraba el cuerpo de un hombre mayor de cabellos canosos y piel arrugada, a pesar de eso, sus patillas rizadas seguían intactas junto con el hecho que fue arreglado tan bien que parecía que solo estaba durmiendo…

Ojalá fuera así…

Mi familia lloraba en brazos de los mayores quienes dejaban caer las lágrimas como nunca antes los había visto, a personas tan poderosas y superiores.

Giré mi rostro para ver a mi abuelito.

Él y yo éramos los únicos que no se encontraban ahogándose de agonía y pesar.

Mientras mis lágrimas salían como cataratas mi boca quedaba sellada sin emitir sonido alguno.

Sin embargo, el abuelo Tsunayoshi nunca lloró. Ocasionalmente lo veía limpiándose la parte inferior del ojo pero nunca dejo ver una lágrima.

Tú abuelo Reborn odia ver llorar a sus seres queridos

Me comentaba siempre mi abuelito cuando me lastimaba frecuentemente por mis travesuras y comenzaba a llorar.

Después de aquel día en el que por fin confesaron sus sentimientos, Reborn y Tsuna crecieron en aquel inexperto pero encantador noviazgo. Cuando era hora de que el castaño fuera a la universidad la pareja salió del pequeño Namimori para mudarse a una ciudad de Italia donde la pareja comenzó con la creación de una empresa que, para disgusto del abuelito Tsuna, tenía como título el apellido del hombre que desgraciadamente era su padre. Siguió con sus estudios hasta que sorprendentemente a la edad de 20 años quedó embarazado. Al parecer la familia del Vongola portaba una extraña llama de color naranja conocida como la llama del Cielo que le había brindado la oportunidad no solo de poder engendrar un hijo en su vientre, sino también convertirse en un respetado y amado líder de la mafia más poderosa conocida por el mundo.

-Hoy corté una flor… – cantó con aquella voz de ángeles que portaba. – Y llovía, llovía.

-Esperando a mi amor. – cantaron mis tíos.

-Y llovía. Y llovía. – cantaron mis primos.

-Que me alegre tu canto…

Que me alegre tu risa.

Que me alegre en silencio tu mirada y la mía.

¡Cuando llegué mi amor, te diré tantas cosas!

O quizás simplemente…

Cantaban todos los presentes entre lágrimas sin notar como el abuelo Tsunayoshi se acercaba al durmiente en la tumba, acariciando por última vez aquellas rizadas patillas para luego pasarse a aquella gran mano que le acompaño todos sus días.

Los buenos.

Los malos.

Los terribles.

Los complicados.

Los imposibles.

Los mejores.

Los indiferentes.

Todos…

Los tendría que vivir ahora…

Sin él.

-Espérame, Reborn. – le ordenó el risueño anciano al hombre que en unas horas iban a cremar. – Más te vale no renacer antes que yo.

O quizás simplemente…

Te regale una rosa.

Fin <3

Notas finales:

Bueno, en realidad esta canción estaba entre los archivos de mi abuelito y le gustaba mucho. La canción me inspiró bastante pero nunca supe si estaba bien publicarla o no (esta historia), nunca me había pasado algo como esto. Si esta mal supongo que tendré que eliminarlo.

Para quienes leen algunos de mis fics perdonen el no poder escribir más de esta gradiosa pareja (R27) pero es que han pasado cosas que me desaniman mucho y esto es lo único que tenía terminado. Por más que me esfuerze en escribir no puedo :(

#AunNoHeMuertoBitches

Jajaja XD Ok, no :P

Por favor no me maten/amenacen (no se porque lo harían (muy probablemente por perderme en el camino de la vida por tanto tiempo) pero por favor no me lastimen :( )


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).