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MI QUERIDO HOBBIT por Dan2102

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Notas del fanfic:

"En la vida además de las artes, son pocas las opciones que tenemos todos para abstraernos de la realidad y orientarnos junto con otras personas, a un mundo lleno de grandes aventuras, romances y un sin fín de cosas que nos harán mejores personas... Ese mundo, nuestro... Hoy lo comparto con ustedes... La Lectura nos hace libres..."

 

Dan.-

 

Nota: Escribo solo para este foro y he publicado algunas de mis historias en el foro Mundo Yaoi, si observas algún fanfic mío, publicado por otro usuario distinto a mí, por favor notificame y así podré realizar las respectivas denuncias. ¡Gracias!

 

No autorizo la publicación de mis fanfics.

Notas del capitulo:

Historia: El Hobbit (Talkien).

Versión Yaoi: Dan2102

Pareja: Thorin - Bilbo.



Los hobbits son creaturas verdaderamente extrañas, pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos, pasar de ser conocidos como hogareños, poco aventureros y sedentarios, a tener una vida llena de acción, de entrega, de suspenso y muchas veces, de romance. Son seres maravillosos y pueden llegar a sorprender inclusive, a quién menos lo espera.

 

Nota: Espero les guste, hace mucho que quería hacer una historia pero no me había atrevido. No déjen de comentar y tener paciencia, iré subiendo los capítulos apenas los vaya corrigiendo. Muchas gracias!

Capítulo I


 


THORIN


 


 


 Los hobbits son creaturas verdaderamente extrañas, pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos, pasar de ser conocidos como hogareños, poco aventureros y sedentarios, a tener una vida llena de acción, de entrega, de suspenso y muchas veces, de romance. Son seres maravillosos y pueden llegar a sorprender inclusive, a quién menos lo espera.


 


-   Señor saqueador, ¿por qué no lo mira Ud. De cerca? – Comentaba el curioso enano burlista, observando hacia donde se dirigía la mirada de aquel valiente e inocente hobbit. Su sonrisa pícara y socarrona anunciaba un rotundo “te he descubierto”, pero Bilbo no estaba dispuesto a aminorarse.


-     ¿Qué? No sé de qué hablas y bien deberías ir a vigilar Fili – volteándose e ignorando al joven enano que sonriendo para sí, miraba a su tío observarles fijamente.


 


 La noche era fresca, el peligro parecía no tener lugar bajo aquel cielo pleno de estrellas, unas más grandes que otras, unas más iluminadas y de las más hermosas, muchas, tan pequeñas como un granito de arena. El mago gris, atento a todo mensaje que de ellas fuera obsequiado, trataba de descifrar en vano algunos de los destellos que muchas de estas arrojaban al brillar sobre todos ellos.


 


-    Un mensaje se haya oculto, como si todavía algo tuviere que pasar, son señales confusas, aun no es tiempo de que se revele todo cuanto ocultan- Dándole una calada a su pipa, mientras la imagen de Lady Galadriel llegaba hasta su mente como humo blanco.


¿Por qué un hobbit?... Son imágenes de lo que fue, de lo que es y de lo que puede llegar a ser… El enemigo se fortalece… ¿Por qué un hobbit, querido Mithrandir?... No puedes negar lo que has visto. El espejo ha hablado.


-    Un hobbit y un destino para el rey enano, son confusas – Articulaba en trance al tiempo en que el olor del estofado de Boufur se calaba entre el aliviador y exquisito sabor a tabaco de los Hobbits- jamás hagan esperar a un mago, su tiempo no tiene valor calculable enano.


-    Oh no, enseguida le sirvo, me ha quedado exquisito, pero claro, lo hice yo – sonreía el gordo enano mientras Gandalf se reía e invitaba a Bilbo a comer.


-     ¿Por qué el Rey es el último en comer hoy? – pregunto el mago al mirar como este se hallaba meditabundo y un tanto retirado del grupo – No es una costumbre enana.


-    Thorin ha querido meditar un rato, al parecer nuestro paso por Rivendell, le ha hecho mirar algunas cosas de forma diferente.


-   Qué permanezca caliente, no queremos un enano furioso y hambriento en la Compañía y menos si es el Rey – Sonreía con ironía mirando hacia todas direcciones como unos enanos comían alegres y otros vigilaban entre bocados aburridos; su Rey, tan solo observaba la luna, queriendo tal vez percibir en ella algo más que brillo.


 


 La noche aguardaba hermosa, por doquier habían luciérnagas que parecían danzar al compás de los sonidos que el viento recogía tal vez de tierras lejanas, el mismo viento que parecía hablarles y traducir los mensajes de pueblos antiguos en la Edad Media, de saber los secretos del origen del mundo, de ser el más sabio de los magos.


 Thorin no buscaba en el viento el meditar profundo de un Rey que aguardaba a su destino, mucho menos descubrir los mensajes que por siglos tantos iluminados habrían luchado por obtener de él; solo le hubiere bastado con apaciguar su corazón en ese momento, con dejar de sentir aquella batalla interna que le carcomía como fuego de dragón, con solo poder descansar de aquel sentir amenazante y al fin, entender a cabalidad todo cuanto había vivido los últimos días.


 


-   Thorin, ya está lista la cena; Bofur ha cocinado un estofado con las verduras que pudimos conseguir, ya se que no es la sazón de mamá pero luce a chupar de dedos, he, ¿Te ocurre algo? – le susurraba con respeto su sobrino, observando la expresión de contrariedad que le embargaba y su ya acostumbrado seño, fruncido y con más arrugas de las que alguna vez pudo detallar en él. El tiempo había pasado y también las preocupaciones y dolores de aquellos instantes, habían hecho mella en el otrora brillante enano.


-   ¿De qué hablabais con nuestro saqueador allá en el lago? – mirándole fijamente y queriendo descifrar su sorpresa, descolocándose al mirar la sonrisa pícara que le dedicaba al instante.


-  Así que sabías que Bilbo te miraba, interesante... Supongo que le invitaba a mirarte de cerca – siendo interrumpido por un golpe seco en su cabeza - ¡Oye! ¿Por qué hiciste eso? ¿Qué hice mal?


-   Eres todavía un niño, inmaduro. Ni una palabra sobre esto a tu hermano o a la compañía – Levantándose y yendo hacia la compañía.


-  ¿Sobre qué? – mirándole con un puchero enorme mientras observaba como iba riéndose – ¿Sobre lo sonrojado que observaba nuestro querido saqueador al Rey de los Enanos? – comentaba para sí para luego tener que salir corriendo hacia el bosque en plena huida.


 


 A lo lejos la compañía charlaba sobre el recorrido y los posibles peligros que les aguardaban, si bien habían sido privilegiados al salir con bien de aquel ataque y las águilas les rescataran para llevarles a pocos días de la Montaña Solitaria, aun habían ciertos parajes que visitar y uno de los más difíciles sería el pasar por tierra de los hombres, seres que podían ser tan amables y solidarios, como crueles y despiadados en su afán por el poder y el dominio del territorio.


 


-   En todas las razas hay bondad como maldad, todos los seres son duales. No se puede juzgar a los hombres por unos pocos como tampoco podemos juzgar a los enanos por las acciones de unos pocos. No hay ser que no guarde algo de maldad o de bondad dentro de sí, en él está la decisión de alimentar a su bondad o a su maldad. Hasta los magos y seres más ascendidos guardan dentro de su corazón algo de oscuridad ¿quiénes somos nosotros para negarlo? –comentaba el mago que fumaba tabaco hobbit y miraba sin observar realmente.


-   ¿Gandalf? ¿Y nosotros? ¿Puedes divisar algo de maldad en nosotros? En la Comarca hay algunos problemas, pero solo basta un buen festín para solucionarlos – Comentaba el mediano observándole con curiosidad y una sonrisa gentil.


-   En su merced no parece haber maldad alguna Bilbo Bolsón – escuchaba de labios del Rey para dar un respingo y sonreírle tímidamente – Tal vez en mi compañía podamos en algunos momentos no comportarnos, pero si algo ha demostrado, es su valor… e inmensa bondad –Pronunciando las últimas palabras en un susurro audible para ambos únicamente.


-   Thorin… - Observándole con un sonrojo a punto de ebullición, que no pasó desapercibido por el mago y mucho menos por un par de enanos que se miraban cómplices.


-  Bueno ni tanto, porque hace unas horas en el lago, Monsieur Bolsón estaba nada más y nada menos que… - siendo callado por una enorme piedra lanzada por su tío – ¡¡¡AAAH!!! ¡Eso dolió!


 


 La risa del mago no se hizo esperar y con disimulo, fingió resbalar de su asiento empujando un tanto al hobbit, que al perder el equilibrio, cayó en piernas del rey.


 


-  Disculpa Thorin, no fue mi culpa –Tratando de no tartamudear y sintiendo el agarre de este en su cintura.


- No vayas a lastimarte –Mencionando en murmullos y sonriéndole para divisar el brillo de su propio rostro que por completo podía observar en aquellos ojos, los mismos que huían de él para retirarse y ubicarse cerca de sus sobrinos- ¿Acaso no desea hablar conmigo? –Mirándoles con rabia mal disimulada y sintiendo las casi inaguantables ganas de ir por él y obligarle a sentarse a su lado.


- ¿Has dicho algo? –Le preguntaba el mago que habiéndose fumado toda su ración de tabaco hobbit, jugueteaba con una rama que tenía forma de águila.


 


 El enano pronto dio por terminada la posible conversación cambiando de tema y comenzando a despotricar del clima y un tanto de los elfos, sin entender porque se sentía tan molesto y lleno de impotencia. El mago simplemente le ignoró para ir por su propia parte de estofado, el cual si bien no estaba hecho con todas las verduras propias, había impregnado el ambiente de un aroma asfixiantemente seductor.


 


-    No sé cuántas lunas habían pasado desde la última vez que pudimos comer algo digno de un buen enano –comentaba Fili, mientras acariciaba su panza abultada y limpiaba sus dientes con una raíz que crecía en la maleza de esos sectores- Bofur no vivió con nosotros en tierra de los hombres, a veces quién cocinaba no era más que mi hermano o Thorin. A mí no se me da muy bien –Sonriendo a los demás.


 


 La cena culminó con gran éxito, las palabras de agradecimiento y elogios no se hicieron esperar y el buen Bofur durmió esa noche sonriente y como nunca roncó y produjo al mediano un dolor de cabeza tal, que le hizo buscar cobijo cercano, retirado un tanto de la compañía.


 El sendero que transitaban no era el usual; a lo largo y ancho del territorio, las riveras que serpenteaban aquellos bosques estaban infestadas de trolls, trasgos e incluso pequeños gnomos. Los arboles no eran frondosos, más la vegetación que crecía a los pies de estos, hacían más difícil de ver la ruta que se supone debían seguir. Debían evadir las cuevas cercanas, sobre todo por la noche.


 Confiaba en que los enanos recordaran fielmente el camino a la montaña solitaria, habiendo vislumbrado desde aquella feroz batalla con el dragón, las imágenes de todo su recorrido, el mismo en el que habían perdido a muchos de los sobrevivientes, aquella odisea que les había llevado a trabajar para los hombres y otras especias ¡jamás para los elfos!... Habían tenido que cocinar para ellos, realizar trabajos de herrería en lo que eran especialmente eruditos sin poder percibir un pago digno de tal manejo de elementos enanos; los más jóvenes se encargaban de entrenar a los hombres que aspiraban en torneos ostentar un premio que llevara honor y gloria a sus familias y los más ancianos, entre ellos su Rey, habían conseguido labrarse una nada mala fama de buenos orfebres contratados por los hombres, estos tenían muchas veces que viajar con ellos en largas contiendas, en aras de desarrollar un pequeño comercio con el que pudieren mantener a sus familias y enviar alimento a los más desfavorecidos. Incontables veces fueron robados, maltratados y engañados por la crueldad de los hombres, más su líder jamás había flaqueado pese a que las circunstancias habían hecho de él un enano taciturno, cerrado y desconfiado, incluso con miembros de su compañía, ensimismado en el trabajo y en el uróboros hasta entonces destructor de sus pequeños proyectos y planes de subsistir.


 En aquel entonces, el mago gris había dado con algunos de ellos y ofreciendo su ayuda y apoyo, junto con sus dotes de persuasión, logró conseguirles muchas veces un techo digno, el apoyo de personas en las que podían confiar y de vez en cuando, una pequeña cantidad que sirviere para gastar en tarros de aguardiente humano, hecho a base de licores destilados, aunque siempre llevara consigo una jaqueca terrible para el día siguiente.


 Por un buen tiempo habían tenido que vivir en las peores condiciones, todo hasta que aquellos pequeños indicios y señales llevaran consigo el mensaje de que la profecía podía ser cierta, aquel viejo aforismo enano podía llegar a cumplirse y con ello su hogar sería restaurado, devuelto a manos enanas y todo el esplendor de su reino brillaría en la montaña solitaria y fuera de ella con una luz tan grande como la propia piedra del arca. La noticia del renacer de los enanos llegaría a todo rincón en la tierra media, conocerían y sabrían de la montaña solitaria desde Mordor hasta las murallas del reino Elfo. Su prosperidad y abundancia habría de ser el socorro de todo enano, que ya no viviría errante, ya no más.


 


-  ¿Bilbo? –Menciono apenas audible para sí mismo, cuando el mediano sacándole de sus pensamientos, iba hacia él como un sonámbulo y se restregaba los ojos para sentarse a su lado, al parecer sin darse cuenta en aquel enorme árbol.


 


 La verdad es que había decidido tomar aquel punto como estrategia para vigilar a toda la compañía, además podía estar cómodo y tratar de dormir un poco. El hobbit recostado cómodamente entre una de las enormes ramas que sobresalían de la tierra, colocó su cabeza sobre parte de la enorme manta que cubría al enano, que sin entender cómo ni cuándo, mucho menos porqué, sentía como iba poniéndose nervioso al ligero contacto con el hobbit, sin ser capaz de evitar enternecerse con aquella imagen. Relajado y sonriente, suspiró para quedarse dormido emitiendo apenas un pequeño silbido, sus pestañas emitían un brillo especial y el sin fin de mechones amarillos y castaños caían sobre su frente dándole un aire aún más tierno e inocente. Sus manos haciendo de almohada, se encontraban acurrucadas en su propia manta y en posición fetal respiraba apaciblemente, mientras en un instante acercaba un pedazo de manta a su nariz.


 


-  ¿Qué está haciendo? –Observando como el saqueador olfateaba su manta completamente dormido y sonriente, para luego halarla un tanto haciendo que este resbalase- Pero ¿qué… -Sintiendo como este se abrazaba a su manta para olfatearla y acurrucar una de sus mejillas en ella, lo que le hizo sonreír y deslastrarse de la misma para arroparle y quedarse junto a él, observando sus rasgos y velando porque descansara.


 


 El viaje ya era lo suficientemente pesado para todos ellos que no completamente en forma, estaban más acostumbrados a esos parajes pues con los hombres habían tenido que recorrer largas millas por más de 40 lunas, él podía entender que para el hobbit debía ser terrible y completamente agotador, no estaba en su naturaleza el realizar viajes tan largos, mucho menos en las condiciones en las que recorrían aquella vasta tierra.


 Por mucho tiempo la compañía había padecido una vida sedentaria sin tener que luchar realmente, sin tener tiempo para ejercitarse como antes o blandir la espada; solo avocados al trabajo con el hierro, la plata y el oro, la elaboración de cualquier cantidad de cosas, con madera inclusive, traída de los bosques lejanos en donde el Rey Thranduil gobernaba con avaricia.


 El hobbit apenas y se quejaba, solo podía escuchar algún comentario cuando retomaba la alergia propia del uso del pony o incluso cuando recordaba el aroma dulce del té, de sus libros y las largas horas en la comodidad de su sofá, las verdes praderas de su amada comarca e inclusive las fiestas y reuniones con los Tuk y familiares Bolsones. En sus pies, un montón de raspaduras y cortes se veían a medio cicatrizar, un par de ampollas relucían de sus talones llenos de lodo y musgo; no pudo evitar sentirse miserable, un tirano capaz de olvidar las necesidades básicas de su compañía, de hacer pasar a una criatura tan noble como su saqueador, cosas inimaginables a las que sin lugar a dudas no estaba acostumbrado. Por mucho tiempo había tratado al mediano tan mal, juzgándole y suponiendo de su persona una debilidad que era tan solo una visión errada, ¡vaya manera de defender a su Rey! de lanzarse a la lucha contra ese orco desgraciado y protegerle sin pensar en las consecuencias, en que lo más seguro era que ambos morirían y ya nada importaría, ni sus ideales, ni la montaña solitaria, mucho menos su adorada comarca. Nada de ello había importado para el hobbit, solo el estar allí, blandiendo su pequeña espada y salvándole la vida de su líder y de su rey.


 


-   ¿Qué estoy diciendo? ¿Yo? ¿Su Rey? –Sonriendo para imaginar la reacción del mediano si tuviera que obligarle a vivir con él para siempre, bajo sus dominios y sus órdenes. Lo cierto era que no podría proponerle unirse a la compañía, ¿cuál sería el motivo? ¿Qué eran ahora: buenos amigos? Apenas y le hablaba, no sabía si podrían sobrevivir siquiera, si el dragón estaría muerto o tan solo en un letargo enorme del que se levantaría para exterminarlos a todos. Pero no, no lo permitiría. No esta vez. Salvaría a su compañía, salvaría a su, a Bilbo. Daría su vida por ellos.

Notas finales:

Espero de todo corazón que les guste. Es mi primer fanfic en esta temática que siempre me ha encantado. No olviden comentar y muchas gracias por pasarse a leerla. 

 


NOTA: Denuncia el plagio de esta u otra de mis historias, no autorizo la publicación de este fanfic. Muchas gracias.

Capítulo I

THORIN

 

Los hobbits son creaturas verdaderamente extrañas, pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos, pasar de ser conocidos como hogareños, poco aventureros y sedentarios, a tener una vida llena de acción, de entrega, de suspenso y muchas veces, de romance. Son seres maravillosos y pueden llegar a sorprender inclusive, a quién menos lo espera.

-          Señor saqueador, ¿por qué no lo mira Ud. De cerca? – Comentaba el curioso enano burlista, observando hacia donde se dirigía la mirada de aquel valiente e inocente hobbit. Su sonrisa pícara y socarrona anunciaba un rotundo “te he descubierto”, pero Bilbo no estaba dispuesto a aminorarse.

-          ¿Qué? No sé de qué hablas y bien deberías ir a vigilar Fili – volteándose e ignorando al joven enano que sonriendo para sí, miraba a su tío observarles fijamente.

La noche era fresca, el peligro parecía no tener lugar bajo aquel cielo pleno de estrellas, unas más grandes que otras, unas más iluminadas y de las más hermosas, muchas, tan pequeñas como un granito de arena. El mago gris, atento a todo mensaje que de ellas fuera obsequiado, trataba de descifrar en vano algunos de los destellos que muchas de estas arrojaban al brillar sobre todos ellos.

-          Un mensaje se haya oculto, como si todavía algo tuviere que pasar, son señales confusas, aun no es tiempo de que se revele todo cuanto ocultan- Dándole una calada a su pipa, mientras la imagen de Lady Galadriel llegaba hasta su mente como humo blanco.

¿Por qué un hobbit?... Son imágenes de lo que fue, de lo que es y de lo que puede llegar a ser… El enemigo se fortalece… ¿Por qué un hobbit, querido Mithrandir?... No puedes negar lo que has visto. El espejo ha hablado.

-          Un hobbit y un destino para el rey enano, son confusas – Articulaba en trance al tiempo en que el olor del estofado de Boufur se calaba entre el aliviador y exquisito sabor a tabaco de los Hobbits- jamás hagan esperar a un mago, su tiempo no tiene valor calculable enano.

-          Oh no, enseguida le sirvo, me ha quedado exquisito, pero claro, lo hice yo – sonreía el gordo enano mientras Gandalf se reía e invitaba a Bilbo a comer.

-          ¿Por qué el Rey es el último en comer hoy? – pregunto el mago al mirar como este se hallaba meditabundo y un tanto retirado del grupo – No es una costumbre enana.

-          Thorin ha querido meditar un rato, al parecer nuestro paso por Rivendell, le ha hecho mirar algunas cosas de forma diferente.

-          Qué permanezca caliente, no queremos un enano furioso y hambriento en la Compañía y menos si es el Rey – Sonreía con ironía mirando hacia todas direcciones como unos enanos comían alegres y otros vigilaban entre bocados aburridos; su Rey, tan solo observaba la luna, queriendo tal vez percibir en ella algo más que brillo.

La noche aguardaba hermosa, por doquier habían luciérnagas que parecían danzar al compás de los sonidos que el viento recogía tal vez de tierras lejanas, el mismo viento que parecía hablarles y traducir los mensajes de pueblos antiguos en la Edad Media, de saber los secretos del origen del mundo, de ser el más sabio de los magos.

Thorin no buscaba en el viento el meditar profundo de un Rey que aguardaba a su destino, mucho menos descubrir los mensajes que por siglos tantos iluminados habrían luchado por obtener de él; solo le hubiere bastado con apaciguar su corazón en ese momento, con dejar de sentir aquella batalla interna que le carcomía como fuego de dragón, con solo poder descansar de aquel sentir amenazante y al fin, entender a cabalidad todo cuanto había vivido los últimos días.

-          Thorin, ya está lista la cena; Bofur ha cocinado un estofado con las verduras que pudimos conseguir, ya se que no es la sazón de mamá pero luce a chupar de dedos, he, ¿Te ocurre algo? – le susurraba con respeto su sobrino, observando la expresión de contrariedad que le embargaba y su ya acostumbrado seño, fruncido y con más arrugas de las que alguna vez pudo detallar en él. El tiempo había pasado y también las preocupaciones y dolores de aquellos instantes, habían hecho mella en el otrora brillante enano.

-          ¿De qué hablabais con nuestro saqueador allá en el lago? – mirándole fijamente y queriendo descifrar su sorpresa, descolocándose al mirar la sonrisa pícara que le dedicaba al instante.

-          Así que sabías que Bilbo te miraba, interesante... Supongo que le invitaba a mirarte de cerca – siendo interrumpido por un golpe seco en su cabeza - ¡Oye! ¿Por qué hiciste eso? ¿Qué hice mal?

-          Eres todavía un niño, inmaduro. Ni una palabra sobre esto a tu hermano o a la compañía – Levantándose y yendo hacia la compañía.

-          ¿Sobre qué? – mirándole con un puchero enorme mientras observaba como iba riéndose – ¿Sobre lo sonrojado que observaba nuestro querido saqueador al Rey de los Enanos? – comentaba para sí para luego tener que salir corriendo hacia el bosque en plena huida.

A lo lejos la compañía charlaba sobre el recorrido y los posibles peligros que les aguardaban, si bien habían sido privilegiados al salir con bien de aquel ataque y las águilas les rescataran para llevarles a pocos días de la Montaña Solitaria, aun habían ciertos parajes que visitar y uno de los más difíciles sería el pasar por tierra de los hombres, seres que podían ser tan amables y solidarios, como crueles y despiadados en su afán por el poder y el dominio del territorio.

-          En todas las razas hay bondad como maldad, todos los seres son duales. No se puede juzgar a los hombres por unos pocos como tampoco podemos juzgar a los enanos por las acciones de unos pocos. No hay ser que no guarde algo de maldad o de bondad dentro de sí, en él está la decisión de alimentar a su bondad o a su maldad. Hasta los magos y seres más ascendidos guardan dentro de su corazón algo de oscuridad ¿quiénes somos nosotros para negarlo? –comentaba el mago que fumaba tabaco hobbit y miraba sin observar realmente.

-          ¿Gandalf? ¿Y nosotros? ¿Puedes divisar algo de maldad en nosotros? En la Comarca hay algunos problemas, pero solo basta un buen festín para solucionarlos – Comentaba el mediano observándole con curiosidad y una sonrisa gentil.

-          En su merced no parece haber maldad alguna Bilbo Bolsón – escuchaba de labios del Rey para dar un respingo y sonreírle tímidamente – Tal vez en mi compañía podamos en algunos momentos no comportarnos, pero si algo ha demostrado, es su valor… e inmensa bondad –Pronunciando las últimas palabras en un susurro audible para ambos únicamente.

-          Thorin… - Observándole con un sonrojo a punto de ebullición, que no pasó desapercibido por el mago y mucho menos por un par de enanos que se miraban cómplices.

-          Bueno ni tanto, porque hace unas horas en el lago, Monsieur Bolsón estaba nada más y nada menos que… - siendo callado por una enorme piedra lanzada por su tío – ¡¡¡AAAH!!! ¡Eso dolió!

La risa del mago no se hizo esperar y con disimulo, fingió resbalar de su asiento empujando un tanto al hobbit, que al perder el equilibrio, cayó en piernas del rey.

-          Disculpa Thorin, no fue mi culpa –Tratando de no tartamudear y sintiendo el agarre de este en su cintura.

-          No vayas a lastimarte –Mencionando en murmullos y sonriéndole para divisar el brillo de su propio rostro que por completo podía observar en aquellos ojos, los mismos que huían de él para retirarse y ubicarse cerca de sus sobrinos- ¿Acaso no desea hablar conmigo? –Mirándoles con rabia mal disimulada y sintiendo las casi inaguantables ganas de ir por él y obligarle a sentarse a su lado.

-          ¿Has dicho algo? –Le preguntaba el mago que habiéndose fumado toda su ración de tabaco hobbit, jugueteaba con una rama que tenía forma de águila.

El enano pronto dio por terminada la posible conversación cambiando de tema y comenzando a despotricar del clima y un tanto de los elfos, sin entender porque se sentía tan molesto y lleno de impotencia. El mago simplemente le ignoró para ir por su propia parte de estofado, el cual si bien no estaba hecho con todas las verduras propias, había impregnado el ambiente de un aroma asfixiantemente seductor.

-          No sé cuántas lunas habían pasado desde la última vez que pudimos comer algo digno de un buen enano –comentaba Fili, mientras acariciaba su panza abultada y limpiaba sus dientes con una raíz que crecía en la maleza de esos sectores- Bofur no vivió con nosotros en tierra de los hombres, a veces quién cocinaba no era más que mi hermano o Thorin. A mí no se me da muy bien –Sonriendo a los demás.

La cena culminó con gran éxito, las palabras de agradecimiento y elogios no se hicieron esperar y el buen Bofur durmió esa noche sonriente y como nunca roncó y produjo al mediano un dolor de cabeza tal, que le hizo buscar cobijo cercano, retirado un tanto de la compañía.

El sendero que transitaban no era el usual; a lo largo y ancho del territorio, las riveras que serpenteaban aquellos bosques estaban infestadas de trolls, trasgos e incluso pequeños gnomos. Los arboles no eran frondosos, más la vegetación que crecía a los pies de estos, hacían más difícil de ver la ruta que se supone debían seguir. Debían evadir las cuevas cercanas, sobre todo por la noche.

Confiaba en que los enanos recordaran fielmente el camino a la montaña solitaria, habiendo vislumbrado desde aquella feroz batalla con el dragón, las imágenes de todo su recorrido, el mismo en el que habían perdido a muchos de los sobrevivientes, aquella odisea que les había llevado a trabajar para los hombres y otras especias ¡jamás para los elfos!... Habían tenido que cocinar para ellos, realizar trabajos de herrería en lo que eran especialmente eruditos sin poder percibir un pago digno de tal manejo de elementos enanos; los más jóvenes se encargaban de entrenar a los hombres que aspiraban en torneos ostentar un premio que llevara honor y gloria a sus familias y los más ancianos, entre ellos su Rey, habían conseguido labrarse una nada mala fama de buenos orfebres contratados por los hombres, estos tenían muchas veces que viajar con ellos en largas contiendas, en aras de desarrollar un pequeño comercio con el que pudieren mantener a sus familias y enviar alimento a los más desfavorecidos. Incontables veces fueron robados, maltratados y engañados por la crueldad de los hombres, más su líder jamás había flaqueado pese a que las circunstancias habían hecho de él un enano taciturno, cerrado y desconfiado, incluso con miembros de su compañía, ensimismado en el trabajo y en el uróboros hasta entonces destructor de sus pequeños proyectos y planes de subsistir.

En aquel entonces, el mago gris había dado con algunos de ellos y ofreciendo su ayuda y apoyo, junto con sus dotes de persuasión, logró conseguirles muchas veces un techo digno, el apoyo de personas en las que podían confiar y de vez en cuando, una pequeña cantidad que sirviere para gastar en tarros de aguardiente humano, hecho a base de licores destilados, aunque siempre llevara consigo una jaqueca terrible para el día siguiente.

Por un buen tiempo habían tenido que vivir en las peores condiciones, todo hasta que aquellos pequeños indicios y señales llevaran consigo el mensaje de que la profecía podía ser cierta, aquel viejo aforismo enano podía llegar a cumplirse y con ello su hogar sería restaurado, devuelto a manos enanas y todo el esplendor de su reino brillaría en la montaña solitaria y fuera de ella con una luz tan grande como la propia piedra del arca. La noticia del renacer de los enanos llegaría a todo rincón en la tierra media, conocerían y sabrían de la montaña solitaria desde Mordor hasta las murallas del reino Elfo. Su prosperidad y abundancia habría de ser el socorro de todo enano, que ya no viviría errante, ya no más.

-          ¿Bilbo? –Menciono apenas audible para sí mismo, cuando el mediano sacándole de sus pensamientos, iba hacia él como un sonámbulo y se restregaba los ojos para sentarse a su lado, al parecer sin darse cuenta en aquel enorme árbol.

La verdad es que había decidido tomar aquel punto como estrategia para vigilar a toda la compañía, además podía estar cómodo y tratar de dormir un poco. El hobbit recostado cómodamente entre una de las enormes ramas que sobresalían de la tierra, colocó su cabeza sobre parte de la enorme manta que cubría al enano, que sin entender cómo ni cuándo, mucho menos porqué, sentía como iba poniéndose nervioso al ligero contacto con el hobbit, sin ser capaz de evitar enternecerse con aquella imagen. Relajado y sonriente, suspiró para quedarse dormido emitiendo apenas un pequeño silbido, sus pestañas emitían un brillo especial y el sin fin de mechones amarillos y castaños caían sobre su frente dándole un aire aún más tierno e inocente. Sus manos haciendo de almohada, se encontraban acurrucadas en su propia manta y en posición fetal respiraba apaciblemente, mientras en un instante acercaba un pedazo de manta a su nariz.

-          ¿Qué está haciendo? –Observando como el saqueador olfateaba su manta completamente dormido y sonriente, para luego halarla un tanto haciendo que este resbalase- Pero ¿qué… -Sintiendo como este se abrazaba a su manta para olfatearla y acurrucar una de sus mejillas en ella, lo que le hizo sonreír y deslastrarse de la misma para arroparle y quedarse junto a él, observando sus rasgos y velando porque descansara.

El viaje ya era lo suficientemente pesado para todos ellos que no completamente en forma, estaban más acostumbrados a esos parajes pues con los hombres habían tenido que recorrer largas millas por más de 40 lunas, él podía entender que para el hobbit debía ser terrible y completamente agotador, no estaba en su naturaleza el realizar viajes tan largos, mucho menos en las condiciones en las que recorrían aquella vasta tierra.

Por mucho tiempo la compañía había padecido una vida sedentaria sin tener que luchar realmente, sin tener tiempo para ejercitarse como antes o blandir la espada; solo avocados al trabajo con el hierro, la plata y el oro, la elaboración de cualquier cantidad de cosas, con madera inclusive, traída de los bosques lejanos en donde el Rey Thranduil gobernaba con avaricia.

El hobbit apenas y se quejaba, solo podía escuchar algún comentario cuando retomaba la alergia propia del uso del pony o incluso cuando recordaba el aroma dulce del té, de sus libros y las largas horas en la comodidad de su sofá, las verdes praderas de su amada comarca e inclusive las fiestas y reuniones con los Tuk y familiares Bolsones. En sus pies, un montón de raspaduras y cortes se veían a medio cicatrizar, un par de ampollas relucían de sus talones llenos de lodo y musgo; no pudo evitar sentirse miserable, un tirano capaz de olvidar las necesidades básicas de su compañía, de hacer pasar a una criatura tan noble como su saqueador, cosas inimaginables a las que sin lugar a dudas no estaba acostumbrado. Por mucho tiempo había tratado al mediano tan mal, juzgándole y suponiendo de su persona una debilidad que era tan solo una visión errada, ¡vaya manera de defender a su Rey! de lanzarse a la lucha contra ese orco desgraciado y protegerle sin pensar en las consecuencias, en que lo más seguro era que ambos morirían y ya nada importaría, ni sus ideales, ni la montaña solitaria, mucho menos su adorada comarca. Nada de ello había importado para el hobbit, solo el estar allí, blandiendo su pequeña espada y salvándole la vida de su líder y de su rey.

-          ¿Qué estoy diciendo? ¿Yo? ¿Su Rey? –Sonriendo para imaginar la reacción del mediano si tuviera que obligarle a vivir con él para siempre, bajo sus dominios y sus órdenes. Lo cierto era que no podría proponerle unirse a la compañía, ¿cuál sería el motivo? ¿Qué eran ahora: buenos amigos? Apenas y le hablaba, no sabía si podrían sobrevivir siquiera, si el dragón estaría muerto o tan solo en un letargo enorme del que se levantaría para exterminarlos a todos. Pero no, no lo permitiría. No esta vez. Salvaría a su compañía, salvaría a su, a Bilbo. Daría su vida por ellos.


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