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Vida De Perro por LePuchi

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Notas del fanfic:

Mi primer fic en la página y me siento un poco como Rafiki levantando al cachorrito Simba para mostrarlo ante el mundo (sí, es una referencia al Rey León)… ¡Qué putos nervios joder!

 

Llevo ya algún tiempo frecuentando Amor Yaoi como un anónimo más ¡y valla si he leído un montón de historias! Pero hasta ahora me he decidido a desempolvar mis viejos debrayes de escribidora para compartirlos aquí con todos ustedes (los que decidan leerme, por supuesto).

 

Bueno, bueno, no tengo mucho más que decir al respecto más que gracias por tomarte el tiempo de escudriñar en mi locura.

 

Espero que disfrutes de la historia y de todas las que vengan.

Notas del capitulo:

Esta es una obra de ficción así que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia… digo, por si a alguien le suena familiar.

Entré a la librería aunque verdaderamente no tenía intenciones de comprar obras por un rato pero hasta la noche tampoco tenía más nada que hacer; además simplemente no puedo evitarlo, me gustan demasiado los libros como para resistirme, sobre todo si encuentro ofertas buenas… y sí que las tenían por lo que cuando salgo del establecimiento, luego de inspeccionar minuciosamente todos los estantes, llevo estrujando contra mi pecho una bolsa de papel de considerable volumen mientras camino bajo el cielo encapotado ajustándome el abrigo con una imborrable sonrisa en el rostro, este día solo puede ir a mejor.

Camino un par de calles hasta que llego frente a la fachada tapizada de ladrillos rojos de un pequeño bar con la enorme silueta de una lagartija negra contrastando con el fondo amarillo del llamativo anuncio sobre la entrada del local y bajo el reptil están escrito el nombre del bar en grandes caracteres oscuros: Varano. Tras el ventanal que da a la calle hay un anuncio en el que se puede leer «Open» en fluorescentes letras azules. Empujo la puerta y entró siendo recibida por la voz atenuada de Andy Bell del dúo Erasure que canta Always.

Me acercó a la barra y tomo asiento en uno de los banquillos perfectamente alineados frente a ella.

— Si estás aquí significa que ya ha pasado una semana ¿no?

Acudo al Varano, Cafetería y Bar los jueves de todas las semanas desde hace algunos meses, la primera vez que lo visité no me agradó del todo pues era la inauguración así que estaba atestado pero algunos días más tarde volví, en un horario menos concurrido. Me enamoré de su tarta de manzana, además, está cerca de mi apartamento, tiene buen ambiente y la música de la colorida rockola es de lo mejor.

— Hola a ti también Alan —le digo irónica—. Pero sí, ya pasó otra semana —asiento poniendo la bolsa con los libros sobre la superficie de madera.

— ¡Uh! Nuevo material —dice Alan curioseando los libros dentro—. ¡¡Por dios me encanta esta escritora!! —grita emocionado sacando uno en particular.

— También a mí, Anouk McClellan es una de mis escritoras preferidas. ¿Has leído ya La Colina Brumosa?

— ¡Sí! La mujer es un genio con las letras y no me hagas hablar de la intriga ¡¡me tuvo en vilo durante todos los malditos capítulos, por dios!!

Alan Urena es el barman principal y dueño del Varano, Cafetería y Bar. Es un sujeto hablador y la segunda vez que vine a su negocio tras sentarme a la barra y pedirle mi orden comenzó a hablarme como si me conociera de mucho, no estoy acostumbrada a ello porque no soy especialmente sociable, pero Alan es tan agradable que, a la que me di cuenta, ya nos habíamos vuelto amigos.

— ¡¡Y el asesino resultó ser el policía tan santo!! —me emociono también.

— ¡¡Joder sí!! —a pesar de no parecerlo por su cuerpo fornido y aspecto rudo mi amigo barman es gay así que cuando se emociona, como ahora, chilla como típica fan quinceañera en concierto de su artista favorito—. ¿Podrías pasármelo cuando lo acabes de leer? —preguntó, poniéndome una cara tan adorable que no me pude negar.

— De acuerdo, sólo porque eres tú y porque se dónde encontrarte si intentas escaparte con mi libro.

— ¡Genial! —exclama y saca del bolsillo de su delantal negro una pequeña libreta con una pluma engarzada en el espiral— Vamos a ver. Croissant de jamón con tomate extra, queso fundido, lechuga, y zanahoria rayada; un capuchino mediano sin azúcar y un trozo de tarta de manzana con canela — dice tomando nota del pedido mientras lo describe.

— Perfecto.

— Entiendo que todo lo que preparo es como para chuparse los dedos, pero deberías probar algo diferente o tomarte una cerveza alguna vez. Esto es un bar después de todo, sabes.

— No es nada malo ser constante ¿no? —me excuso.

— Por supuesto que no, pero empiezo a creer que tú lo llevas a un nuevo nivel —dijo poniendo la rebanada de tarta frente a mí—. Es decir, vienes sólo una vez a la semana y comes lo mismo cada vez ¿no te aburres?

— Como tu dijiste compañero, todo lo que preparas es para chuparse los dedos, además no puedo beber porque esta noche regresa mi mujer.

— ¡Ah! La señora invisible —dice risueño—. ¿Algún día la traerás a mi bar?

— Seguro, quizá la traiga esta misma noche después de la cena que tengo reservada en el Olive.

— ¡Uau! ¿No es ese restaurante italiano dónde, a cambio de lo que cuesta un simple vaso de agua, fácilmente podrías comer dos años enteros el plato más caro que sirven en el puesto de tacos de la esquina?

— El mismo, casi tuve que rogarle al tipo de las reservaciones para que me diese una.

— A mí me gustan más los tacos que prepara el panzón del Güero—dice pensativo.

— También a mí, pero lo vale sabes, no la he visto en un buen tiempo y querría hacer algo más que sólo volvernos directas a casa. Tu bar sería cerrar con broche de oro.

— Perfecto así podré cerciorarme que en verdad estás casada y no te lo has inventado todo.

— ¡Oh por favor! ¿ya estamos de nuevo con eso? Te he dicho mil veces que si lo estoy.

— Es que no me lo creo —se rasca la nuca—. No tienes actitud de mujer casada, te ves tan joven y feliz que me parece imposible.

— Yo creo que tienes una idea equivocada del matrimonio.

— ¿Tú crees? —responde sarcástico—. Esto se supone que es un bar, pero deberías verlo después de la jornada laboral. Parece más un centro de atención psicológica, todo lleno de hombres y mujeres que vienen a embriagarse y contarme sus penas. Que si el marido es infiel, que si la mujer es una aprovechada, que si esto que si aquello —suspira—. He pensado seriamente comenzar a cobrar los tragos a precio de consulta, incluso estudiar psicología sería una formalidad a estas alturas.

— No todos los matrimonios son así Alan, el mío es feliz, perfecto y lo será aún más ahora que se terminó su contrato en el extranjero.

— La perfección es la antítesis de la autenticidad, matrimonio que no tiene problemas es porque algo está realmente mal.

— ¿Debo creerte porque eres psicólogo de bar? —me burlo.

— Cree lo que quieras, yo sólo hablo por lo que he visto.

— Ya discutimos mucho en el pasado, ahora te aseguro que mi matrimonio es uno en un millón, somos felices y nos amamos un montón.

— Si es ficticio no cuenta.

— ¡Te he dicho que no lo es! —me quejó—. ¿Es que nadie me cree o qué?

— Lo creeré cuando lo vea amiga mía.

En ese momento un gran estruendo, amplificado por el entorno silencioso, atrajo nuestra atención: en las mesas del fondo, alejadas algunos metros de la barra, había una mujer tumbada en el piso y el ruido parecía haberlo hecho al caer ella junto con algunas sillas al suelo; se estaba riendo con ganas porque por más que lo intentaba no podía levantarse. No le veía con claridad, pero no hacía falta pues saltaba a la vista que debía estar muy ebria.

— ¡Mierda! —soltó Alan saltando ágilmente para salir de detrás de la barra.

— Por eso yo no bebo —le dije.

Corrió en pos de la mujer, yo permanecí sentada masticando la crujiente lechuga del croissant y admirando el espectáculo. Alan se estaba asegurando que no se hubiese lastimado, parecía que no, la acompañante de la mujer sólo se estaba riendo por lo que se ganó una mirada reprobatoria del dueño. Di el último trago que quedaba de mi café y miré la hora en el reloj puesto alrededor de mi muñeca.

— ¡Carajo! —gruñí, ya era debería estar en camino al aeropuerto. Me metí el pequeño trozo de tarta que me faltaba por comer y saqué el importe del consumo más la propina de Alan, le hice señas de despedida al barman, sobre todo para que entendiese que le dejaba el dinero sobre la barra.

Tomé la bolsa de papel con los libros y me dispuse a salir.

— ¡Suerte con tu novia de mentiras! —me dijo Alan, antes de que saliera y lo suficientemente alto como para que lo escuchara.

 

 

 

Cuarenta minutos más tarde ya me encuentro caminando por la acera contigua a la entrada de la terminal aérea, con todo aún es temprano así que no me queda más que esperar y por suerte entré en la librería más temprano porque al mirar de reojo el tablero que anunciaba el estado de cada ingreso o salida me di cuenta que el avión en donde venía Yazmin estaba un poco retrasado.

Las cosas transcurrieron normalmente, cuando los altoparlantes anunciaron que el vuelo 903–7 estaba por llegar me dirigí al puerto por donde se suponía desembarcaría y ocupé un lugar en la salita de espera… no fue sino hasta que el avión aterrizó, los pasajeros recogieron sus maletas y las puertas de embarque fueron cerradas que empecé a pensar que algo no andaba del todo bien; pues entre las personas que descendieron de la aeronave, que cruzaron las puertas de embarque y que recogieran sus pertenencias en la cinta transportadora, entre todo el mar de personas no estaba Yazmin.

Me quedé sentada, creyendo que tal vez no le había visto ni ella a mí, intenté concentrarme en la lectura y cuando mis ojos recorrían las palabras finales del libro levanté la mirada esperando encontrarla. Nada, no estaba allí. Quizá había confundido el número de vuelo así que durante dos horas más recorrí el aeropuerto por entero. Preguntando y buscando en todo sitio, en las tiendas, en los restaurantes, el estacionamiento, en todas partes exceptuando el sanitario de señores, todo sin éxito.

El tiempo de la reservación en el restaurante había pasado hacía mucho.

La angustia me fue en aumento y pensé recorrer el lugar otra vez, ahora sí que revisaría el baño de los hombres por si, tal vez, se había confundido y ahora no podía salir debido a la vergüenza ¡o yo que sé!

Pero me detuve antes de echar a correr por el lugar, los policías ya empezaban a verme de manera sospechosa… salí a la acera frente a la terminal, sin saber bien que hacer monté en el metro para volver. Seguro ella ya estaba en casa y nos habíamos cruzado.

Dentro del apartamento no había nadie, todo estaba tal como lo había dejado al salir, todo excepto que el foquito rojo de la contestadora automática conectada al teléfono ahora estaba encendido indicando que tenía mensajes. Pensé en revisarlos, pero al escuchar el timbrazo descolgué la bocina sin pensármelo dos veces.

Pude oír un casi imperceptible «¿Hola?».

— ¿Dónde rayos estás? —casi grité al escuchar la voz de mi mujer—. Llevo horas esperando, te busqué por todo el aeropuerto, ahora tendremos que buscar otro sitio para cenar porque donde tenía reservado son estrictos con el horario y nuestra hora pasó hace bastante tiempo.

— Escucha… —dijo ella suavemente.

— Seguro podemos ir al Varano, Alan se pondrá como loco cuando nos vea allí, no va a ser tan elegante como lo que tenía en mente, aunque es muy agradable y la comida es de lo mejor, lo que importa es que estas aquí y podemos pasar tiempo juntas. Ya sabes, tiempo de calidad y todo eso, el sitio no es importante realmente así que…

— ¡Basta, escúchame! —me interrumpió, su voz sonaba lejana y había cierta interferencia que no me dejaba entender del todo sus palabras.

— ¿Dónde estás? —volví a preguntar.

— ¿Por qué no me dijiste que irías a buscarme?

— Quería que fuese sorpresa —le dije—. Pensaba hacer algo juntas ya que no nos hemos visto en mucho tiempo, quería sorprenderte y por eso no… ¿Dónde diablos estas? —volví a decirle tras escuchar un sonido estruendoso y desconocido al otro lado de la línea.

— Tenías que haberme dicho.

— ¿Por qué? Iba a ser una sorpresa.

— Dios…

— ¿Dónde estás? —insistí por cuarta vez—. ¿Vienes hacia a casa?

— No.

— ¿Entonces, sigues en la terminal?

— No.

— Yazmin ¿estamos jugando a las adivinanzas? Esto empieza a ser molesto y me pone de los nervios así que te lo preguntaré por última vez ¿dónde estás?

Suspiró.

— No voy a volver.

— ¿Qué? —pregunté, seguro había escuchado mal.

— No volveré, aún no —explicó—. Fue una decisión imprevista, mi estadía se extendió a dos años ¿no es genial? Tendré la oportunidad de hacer que mi nombre sea conocido, no le piden a cualquiera que se quede.

¿Dos años? Sentí que la sangre me abandonaba la cara y el alma se me caía hasta los pies… dos años… por los dioses…

— ¿Sigues ahí?

— Sí.

— Pues di algo —pidió.

— ¿Por qué no me dijiste nada?

— Lo intenté, he estado llamado todo el día para decírtelo pero no estabas en casa. En verdad quería volver el problema es que se trata de una oportunidad importante y ¿lo entiendes verdad?

— Claro —concedí, no muy convencida.

— Lamento lo de la reservación y todas las molestias

¿Molestias? ¡no fue ninguna molestia joder! ¡yo sólo quería hacer algo lindo! ¿¡y para qué!? Maldición.

— Sí, no importa.

— ¿Hablamos mañana? Debo volver al trabajo.

— Seguro.

— De verdad lo siento —dijo y tras pensarlo un momento añadió—: No te enfades conmigo.

— No lo haré —pero lo estaba, tenía ganas de golpear algo.

— Te llamaré.

— Te am… —intenté decirle, peor ya había cortado la llamada.

Me arrastré hasta la mesa, reaccionando apenas cuando tuve el plato de la cena frente a mí, mordí casi con ira el trocito de carne y maldije mi suerte… Alan tenía razón. Cuando se trataba del empleo de mi esposa las cosas siempre terminaban en un vuelo cancelado y una cena en solitario.

— Mierda —refunfuñe mirando el puesto vacío frente mí en la mesa, sería así otros veinticuatro meses más. No tenía idea de cómo sobreviviría tanto tiempo, pero algo se me tenía que ocurrir o me volvería un poco más loca.

Dos años… ¡joder es muchísimo tiempo!

 

Notas finales:

¿En serio hay alguien aparte de mí que lea estas cosas? Bueno, en fin, sí has llegado hasta aquí es porque eres un alma valiente.

 

Apropósito, me pregunto si será verdad que los reviews alientan a escribir, todos los autores lo dicen… así que debe haber algo de cierto.

 

De nuevo, muchas gracias por pasarte.

 

Muy pronto la continuación.


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