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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holiwis, he vuelto.

Me he mudado a otra ciudad y estuve intentando estabilizarme. Creo que ya lo hice, así que volveré a escribir.

He dividido el capítulo en dos partes para que se respeten los ritmos de lectura. Espero que les guste. 

 

Abrazos

Capítulo 109: Nadie morirá hoy (Parte I) 

 

Morgan cerró la puerta de la enfermería y soltó un suspiro largo y pausado. Nos miró a todos los que estábamos reunidos ahí e intentó esbozar una sonrisa.

   —Él estará bien —dijo—. Tardará un par de días en recuperar la conciencia completamente, así que tendremos que esperar para saber que pasó.

Me sentí más relajado. El sobreviviente de los chicos de La Resistencia, que se habían convertido súbitamente, estaba bien. La cura que Morgan había creado a partir de mi sangre había funcionado, por segunda vez. Esto nos daba una gran garantía.

   —¿Tienen idea de si fueron mordidos o expuestos de alguna forma? —preguntó el médico.

   —Oigan… —Scorpion y algunos cazadores asomaron por el pasillo y se acercaron a nosotros—. Oímos disparos hace un rato, ¿está todo en orden? 

Salvatore avanzó y les cortó el paso.

   —¿Dónde demonios estabas? —le exigió saber.

Scorpion encarnó una ceja.

   —¿Qué mierda te importa, imbécil?

   —Acabamos de sufrir un atentando justo cuando tú estabas desaparecido —le acusó. Terence y yo cruzamos una mirada alarmada. ¿Insinuaba que Scorpion tenía algo que ver?—. Claro que me importa saber dónde estabas.

   —No sabemos si fue un atentado, Salvatore —Morgan intentó bajarle la gravedad al asunto—. No deberíamos especular tan rápi…

    —Claro que es un atentado —le interrumpió el otro—. Estamos en guerra, ¿recuerdas? Y siempre pasan cosas extrañas cuando este sujeto está cerca.

    —¿¡Qué carajos dices!? —Scorpion alzó la voz—. Ni siquiera sé de qué hablas.

    —Dos de nuestros hombres se infectaron sin razón alguna y atacaron a un compañero.

    —¿Y qué tengo que ver yo en eso?

    —Salvatore…. —Ethan también intentó enfriar el tenso ambiente que se había formado—. No creo que Scorpion sea culpable de esto.

    —Él y Siete estaban con Cuervo —agregué—. Lo llevaron a los dormitorios. Seguramente estaban en eso cuando…

    —¿Se están escuchando? —Salvatore me miró directamente. Tenía los ojos muy oscuros, casi como los de Ethan, y el gesto duro de su rostro me recordó al de un padre que reprende a sus hijos. Bueno, él nos estaba regañando justo ahora—. ¿Acaban de poner las manos al fuego por los cazadores? ¡Son cazadores, por el amor de Dios! ¡De seguro Scorpion y sus amigos se vendieron a E.L.L.O.S y…!

   —¿¡Qué dic…!? —Scorpion quiso decir algo, pero fue interrumpido por uno de sus hombres: 

   —¿¡De qué mierda hablas!? —fue Lee quien intervino. Se acercó con pasos agigantados a Salvatore, lo apartó de Scorpion y lo agarró del cuello de la chaqueta tan rápido que incluso el estratega pareció sorprendido—. ¿¡Tienes idea de lo que escupes, pedazo de mierda!? —gritó—.  ¡Él jamás nos vendería! ¡Y, si lo conocieras tan sólo un poco, sabrías que Scorpion fue el primero en declararle la guerra a E.L.L.O.S! ¡Él jamás se aliaría con esa gente! ¡Los odia! —Los anillos del cazador emitieron un cling-cling cada vez que él sacudió a Salvatore—. ¡No vuelvas a insinuar algo así o te partiré los dientes!

Salvatore agarró el brazo de Lee e hizo el ademán de doblárselo en una llave, pero Scorpion lo detuvo antes y le sujetó la muñeca.

   —No te atrevas a tocarlo —gruñó.  

   —Ya basta… todos —Morgan interrumpió—. Se supone que trabajamos juntos, ¿no? No sabemos qué es lo que pasó, así que evitemos acusarnos entre nosotros. Esto es justamente lo que E.L.L.O.S querría.

Scorpion y Salvatore se miraron fijamente y me pareció que iban a saltar chispas entre ellos. Pero, luego de unos segundos, el rubio le soltó y el estratega se apartó de él y de Lee.

   —Tienes razón —Salvatore se llevó las manos a la cara, en un gesto de frustración—. Me sobrepasé. No debí haberlos acusado sin pruebas. Me alarmé demasiado yo… —estiró la mano hacia Scorpion. Por primera vez, le vi tragarse su orgullo—. Lo siento.

Scorpion miró la mano que se extendía delante de él y luego miró alrededor. Los gritos habían llamado la atención y toda La Resistencia, y cazadores también, habían presenciado la escena. Él era inteligente; sabía que lo peor que podía ocurrir ahora era un quiebre entre nosotros. Como dijo Morgan, trabajábamos juntos. Lo quisieran o no, él y Salvatore debían llevarse bien ahora que nos habían atacado.

Luego del rápido escaneo, el cazador apretó el puño un par de veces, como si no estuviera convencido del todo. Pero finalmente cedió y estrechó la mano del estratega.

   —Vale —dijo.

   —Lamento haber sido un imbécil antes también —se volvió a disculpar Salvatore—. Pero Morgan tiene razón. Somos un equipo.

    —Tienes razón —contestó el rubio y quitó la mano con suavidad. Por la sonrisa que esbozó, supuse que Salvatore no se dio cuenta de que Scorpion le dio la razón en lo de “haber sido un imbécil antes” y no en que eran un equipo. Lo bueno es que, al parecer, sólo Ethan, que escondió una sonrisa cómplice cuando se cubrió la boca, y yo nos dimos cuenta de ello—. Y, hablando de eso… deberíamos partir ya.

 

~ ☠ ~

 

Veinte minutos más tarde, Terence, Ethan, Mesha, Eden, Bell y yo nos encontrábamos dentro del Movilizador, listos para partir. Hasta ese momento, el ambiente había estado tenso dentro del camión. Pero Eden y Mesha comenzaron a animarlo con su conversación:

   —Te lo juro, hombre. Yo antes era vegetariano, pero este maldito virus me obligó a cazar —se quejó Eden—. No me jodas. ¡Es más fácil matar un venado que cosechar un tomate en este lugar!

   —Puedes agradecer cada vez que mates a un animal —le animó Mesha—. Ayuda con el sentimiento de culpa. 

   —Comenzaré a hacerlo…

   —¿Qué hacías antes del apocalipsis, Eden? —Terence y yo volteamos hacia ellos cuando Mesha le preguntó eso. En ese momento me di cuenta que sabía muy poco de lo que hacían mis amigos antes de que el infierno se desatara en la tierra.

   —Era instructor de yoga.

   —¡Ah! —exclamó Terence—. ¡Por eso te veo meditar en posiciones extrañas todas las mañanas!

   —Sí, es una vieja costumbre que me quedó de esos tiempos —contestó él—. Pero no soy el único. No, ¿Mesha? —el moreno le dio un codazo—. Te he visto cerca del cementerio. A veces pasas horas sentado en la misma posición. En serio, no sé cómo lo haces. 

Mesha movió la lechosa mirada al piso y sonrió.

   —También es una vieja costumbre de mi antigua vida —dijo—. Me ayuda a conservar la calma.

   —¡Podrían enseñarnos! —exclamó Bell—. Creo que sería un buen ejercicio para que todos nos relajemos un poco.

Scorpion y Lee entraron al camión

   —¿Qué cacarean tanto? —preguntó el hombre de los anillos.

   —Meditación —contestó Eden, y miró directamente a Scorpion—. Algo que definitivamente te hace falta, Noah.

    —No me jodas —gruñó él.

   —¡Anda! Sólo tienes que respirar hondo y decir…

   —¡Cierra la boca! —gritó el cazador, exasperado. Ethan soltó una risotada. La escena, el verlo tan enojado por una cosa tan simple, sí fue bastante graciosa. Pero creo que nadie se atrevió a reír por ello hasta que Ethan lo hizo. Después de eso, su hermano y Mesha le siguieron.

   —¡Eso comprueba nuestro punto! —rió Mesha, sin miedo a burlarse de él, quizá porque no podía ver la cara que traía Scorpion.   

   —Lo que pasa es que este hombre no puede quedarse quieto —explicó Ethan—. Por eso se le hará imposible meditar.

   —¡Una palabra más sobre meditación y voy a…! —Scorpion no alcanzó a terminar su amenaza, porque en ese momento Salvatore entró al Movilizador y todos guardaron silencio—. No importa.

El estratega se paró en la puerta y nos contó con la mirada.

   —¿Están todos? —preguntó—. Creí que el chico de la máscara y su amigo también vendrían.

   —A mí también me dijeron que vendrían —comentó Ethan.

   —¿Puede ir alguien por ellos?

   —Iré yo —dije.

   —Te acompaño —Terence me siguió.

Bajamos y caminamos hacia La Resistencia. Debíamos asegurarnos de estar todos y de que nadie quedara lejos del camión y fuera del edificio. Los alrededores de este lugar eran muy peligrosos. Las hordas de infectados se reunían a diario y vagaban constantemente por aquí. Por eso usaban las tirolesas, para evitar a las hordas. Y, por tierra, el único vehículo que era seguro era El Movilizador.

Pero alguien a pie no duraría ni dos horas aquí fuera.

   —¿Crees que se hayan quedado dormidos? —preguntó Terence—. Esos dos últimamente pasan mucho tiempo juntos.

   —Están saliendo —contesté.

   —¡Sí! —El pelirrojo hizo un pequeño gesto de celebración, pero cuando notó que lo miraba, intentó contenerlo y carraspeó la garganta—. Es decir, ¿cómo lo sabes? ¿Te lo contó Dalian?

   —No, no me lo ha dicho. Pero es un secreto a voces. ¿Has visto cómo Dalian lo mira?

   —¿Has visto tú cómo Regen lo mira?

Encarné una ceja.

    —¿Lo has visto sin la máscara? —intuí.

   —¿Qué? —Por la especie de saltito que dio en su lugar, supe que estaba en lo correcto—. ¿Por qué dices eso?

   —Lo has visto sin la máscara —insistí. De otra forma, él no habría señalado «la forma en que Regen lo miraba»—. ¡Sabía que la usaba a propósito!

Terence se puso rojo hasta las orejas, casi tanto como su cabello.

   —No le digas a nadie, ¿vale? —rogó.

   —Claro que no le diré a nadie —sonreí y le tomé la mano. Él la apretó con fuerza mientras continuábamos nuestro camino. La verdad es que no me sorprendió en absoluto. Era una corazonada que tenía desde hace tiempo. Con la fuerza que tenían los infectados, Regen podría arrancarse la máscara con la punta de una uña. Pero no quería, tal vez porque le acomplejaban mucho sus heridas.

   —Es guapo —añadió Terence—. Aunque tenga la cara toda quemada.  

Le di un apretón y sonreí.

   —Mierda, ahora me gustaría verlo.

Ambos reímos un poco.

No fue difícil encontrarlos. Regen llamaba la atención donde sea que fuera, y reconocerlo era tan fácil que nos bastó hacer un par de preguntas a la gente de La Resistencia para que nos dieran su paradero. Estaban en el gimnasio; el enmascarado, Dalian y Sophie.

   —¿Qué hacen? —susurró Terence mientras ambos espiábamos bajo el umbral de la puerta.

   —Los entrena —mascullé. En ese momento, Dalian se abalanzó contra Regen e intentó embestirlo en una tacleada. Ni siquiera pudo moverlo y, cuando se dio cuenta de esto, le inmovilizó las muñecas.

   —¡Ahora! —gritó. Entonces la pequeña Sophie, que hasta ese momento había estado quieta en una esquina, corrió hacia ellos y se lanzó contra las piernas de Regen. Lo desestabilizó y, gracias al empujón que Dalian le dio, el enmascarado cayó al suelo.

Fue un excelente trabajo en equipo.

  —¡Woah! —Terence soltó una especie de gritito de asombro. Y los tres combatientes miraron en nuestra dirección—. ¡Muy buen trabajo, Sophie!

Dalian ayudó a Regen a levantarse. El enmascarado se nos quedó viendo y ladeó la cabeza. Si hubiese estado sin la máscara, de seguro habría esbozado una mueca de confusión.

  —¿Qué ocurre? —preguntó, pero enseguida, pareció recordarlo—. ¡Mierda, la excursión!

  —¡La había olvidado por completo! —Dalian corrió hacia un grupo de botellas de agua que estaban apiladas en una esquina y agarró un par—. No hay tiempo que perder. Cojamos las armas y vámonos de aquí. Sophie, cuídate mientras no estemos —dijo, mientras le entregaba otro par de botellas a Regen, que no tardó en metérselas al bolsillo—. Supongo que ya estamos listos para salir, ¿no? —preguntó—. Por eso han venido.

  —Sí, sí. Apresúrense. Todos los están esperando.

Los cuatro salimos rápidamente y volvimos al camión. Cuando llegamos, el motor ya estaba en marcha.  

   —¡Al fin! —exclamó Ethan cuando nos abrió la puerta—. ¿Dónde estaban ustedes dos? —le preguntó a Regen.

   —Entrenando —contestó el enmascarado.

   —“Entrenando” —El moreno hizo comillas con las manos mientras soltaba una carcajada. Yo tardé unos segundos en captar la broma. Pero entonces miré a Dalian; estaba despeinado, sudoroso y con la ropa mal acomodada. Y reí también.

   —¡No! ¡Esperen! ¡No es lo que…! —mi amigo intentó explicar. Pero cada palabra que soltaba, le hacía parecer más acorralado—. ¡En serio entrenábamos…! ¡Dile tú, Reed! ¿Terence? Tú también nos viste.

  —En bolas los vi —mintió el pelirrojo, entre risas.

   —¡Claro que no!

Todo el mundo estalló en risas y, en tan sólo unos minutos, el ambiente parecía haberse arreglado gracias a la llegada de Regen y Dalian.

Todavía no terminaba de acomodarme cuando El Movilizador comenzó a moverse. Pero, justo en ese momento, oímos golpes en la puerta.

   —¿¡Qué demonios pasó ahora!? —gruñó Salvatore y detuvo la marcha.

Abrí la puerta. Cuervo estaba al otro lado. Al parecer, había corrido hasta acá, porque jadeaba y un hilo de sudor le corría por la frente y se perdía bajo el parche de su ojo izquierdo.

   —¿Tienen espacio para uno más? —preguntó.

El brazo de Scorpion me empujó hacia un lado y me apartó de la puerta.

   —Por ningún jodido motivo —dijo, o, más bien, ordenó. Su voz se oyó como un mandato que no estaba dispuesto a ceder—. Todavía no es tiempo para que salgas. Y estás recién tatuado.   

Cuervo encarnó una ceja.

   —Ha pasado un mes. Es suficiente tiempo. Y el tatuaje está bien, ni si quiera me duele —Hizo el ademán de entrar, pero Scorpion estaba muy plantado en medio de la entrada. Y, cuando quiso abrir más la puerta corrediza, el rubio se lo impidió también.

   —Vuelve a la base, Cuervo.

   —Déjame entrar.

   —Es peligroso, joder. Debes cuidarte.

   —Hazlo, entonces —gruñó el líder de los cazadores—. Si crees que necesito cuidado extra, hazte cargo. Pero ni pienses que me quedaré encerrado en ese edificio porque tú crees que es peligroso.

Scorpion pareció sorprenderse por esas palabras. Y se hizo a un lado para que pasara. Cuando subió, Cuervo se detuvo unos segundos frente a él. Esbozó una sonrisa y dijo:

   —Cuida de mí —desafió, mientras se ponía de puntitas para alcanzar a Scorpion y mirarlo fijamente a los ojos—. ¿O es demasiado trabajo para ti?

El rubio no contestó enseguida. Tenía los ojos azules clavados en Cuervo, como si estuviera hipnotizado. El resto de su rostro no decía nada; su boca estaba recta, pero no parecía enojado. Era difícil detectar en él otras emociones que no fueran la ira o la rabia, así que no logré saber si quiera un atisbo de lo que pensaba en ese momento.

   —Siempre me das trabajo extra —contestó, y esbozó una especie de sonrisa en la que apenas levantó las comisuras de los labios, pero que aun así se notó.

   —¿Puedo partir ya? —interrumpió Salvatore.

   —¡Adelante! —le contestó Cuervo.  

Notas finales:

PASEN A LA SIGUIENTE PARTE D_D 


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