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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Hola, gente :) 

Esta actualización es bastante rápida, tendré un día re ocupado hoy y dudo que pueda actualizar antes. Sin embargo, pienso que hay muchas emociones aquí. Atentos a todas ellas. 

PD: Este es el último capítulo antes de que todo se empiece a poner tenso otra vez. 
PD2: No se acostumbren al Scorpion tierno y adorable, recuerden que él también es un monstruo xD 
PD3: Bueno, monstruo y persona ¿va? 

PD4: PORFAVOR CORRÍJANME SI LEEN UN ERROR! Por muy pequeño que sea, si falta un guión, si me equivoqué en una coma o en una tilde, si escribí mal una palabra (recién corregí un "mancharse" que en realidad era "marcharse", esas cosas pasan) No sean tímidos y corríjanme que la revisión de este capítulo fue muy a la rápida y lo reescribí varias veces, por lo que es muy probable que se encuentren con errores horribles! 

 
Sin mas que decir, espero que disfruten el cap :) Saludos!

Capítulo 93 

 

 

 —Scorpion, Morgan ya preparó una dosis y viene en camino a… —quise decir, pero me detuve cuando entré a la habitación donde tenían a Cuervo y vi a Scorpion, sentado en un sofá y con la mano en alto, y en la que sostenía un lápiz, haciéndome un gesto para enviarme a callar. Tenía una pierna encogida contra su cuerpo y sobre ella apoyaba un bloc de dibujos, que apenas podía sostener con su antebrazo. Noté que se había quitado la prótesis y la había dejado a un lado.

Quizás le costaba acostumbrarse.

Cuando me vio en silencio, bajó la mano alzada y siguió en lo que estaba.

Me acerqué con cuidado, intentando no hacer demasiado ruido y vi lo que estaba haciendo.

Él estaba dibujando un retrato de Cuervo, dormido en esa cama.

   —¡V-Vaya…! —emití un jadeo de sorpresa. No pensé que una persona como él dibujara tan bien—. Eso es…

   —Shhh… —chitó.

En ese momento, Cuervo abrió los ojos.

   —Hola, hola, hola… —saludó lánguidamente, con los ojos achinados, los labios apenas abiertos y la lengua dormida. Debía estar drogado por la cantidad de analgésicos y medicina que le habían inyectado durante estos días—. ¿Cómo están, chicos?

Ahogué una risa.

   —¿Puedes quedarte así como estás, Cuervo? —le preguntó Scorpion, sin soltar el lápiz todavía—. No te muevas.

Cuervo sonrió ampliamente con los labios cerrados y estiró torpemente las manos entumecidas hacia él.

   —Por ti me quedaría congelado durante seis eras glaciares, cariño.

Scorpion chasqueó la lengua.

   —Está drogadísimo —me explicó, sin mirarme, con los ojos fijos en lo que dibujaba. Por un momento, me pareció notarlo nervioso y a punto de sonrojarse.

   —¿Qué estás haciendo, Noah? Deja eso y ven aquí —reclamó Cuervo, todavía con esa sonrisa torpe en el rostro y con sus brazos estirados en el aire hacia Scorpion, tal vez creyendo que él estaba más cerca de lo que en realidad estaba. Scorpion dejó el bloc de dibujo a un lado, se levantó del sofá y caminó hasta la cama, dejando que Cuervo le envolviera la cintura con sus manos en una especie de abrazo—. Te amo, ¿lo sabes? —balbuceó—. Deberíamos casarnos.

   –No.

   –Tengamos un hijo, entonces. 

Miré hacia la puerta, esperando ver a Morgan aparecer luego para dejar de ver aquella escena tan vergonzosa. Dios, Cuervo parecía tan débil y embobado así de enmorfinado como estaba.

   —Estás drogado —le contestó Scorpion—. Y no, imbécil. Nosotros no podemos...

   —D-Dime que me amas —balbuceó atropelladamente, interrumpiéndole—. Podemos tener un perro. 

Scorpion gruñó:

   —Vuelve a dormir, pajarraco.

   —No podré hacerlo si no lo dices —insistió él–. Ámame, Scorpy. 

Entonces el líder de los cazadores soltó un suspiro de resignación, revolvió con su mano el cabello de Cuervo y se inclinó hacia él, para susurrarle algo en el oído, algo que no logré escuchar. Cuervo soltó una risita; inocente, suave y atolondrada. A pesar de tener todos esos parches en el rostro y estar prácticamente postado en esa cama, él me pareció feliz en ese momento.

Y me di cuenta de que, dentro del tiempo que llevaba conociéndole, jamás le había visto así. Y eso me hizo sentir incómodo, en alguna parte en mi interior. Me senté en el sofá y me removí en él, buscando quitarme aquella sensación; sentimientos encontrados que no me gustaba sentir. Culpabilidad, empatía; me estaba sintiendo mal por cosas que no debía.

   —Ahora cierra la boca y duerme, Cuervo —gruñó Scorpion.

   —Dame un beso de buenas noches —bromeó él.

   —Estamos de día.

   —¿Qué haces tú despierto? —vi la silueta de Morgan atravesar el umbral de la puerta justo a tiempo—. Deberías estar durmiendo, ¿sabes? Creí haberte puesto la suficiente cantidad de sedantes para dormir una semana —Scorpion se alejó un poco del adormilado Cuervo cuando vio a Morgan entrar y Cuervo se recostó sobre la cama, acomodándose sobre la almohada—. ¿Cómo te sientes? —preguntó el médico.

   —¿Debería sentir algo? —rio el líder de los cazadores como respuesta.

   —Está muy drogado —observó Morgan, acercándose a la cama y echándole un vistazo al equipo al que Cuervo estaba conectado, para checar sus signos vitales—. Pero va a estar bien.

   —Estoy bien, doc. —dijo Cuervo, estirando los brazos por la cama e intentando revolcarse en ella. Scorpion y el médico se apresuraron en detenerlo—. Hey, que estoy bien. ¡Créanme chicos!

   —¿Cuánto oxígeno perdió mientras lo asfixiaban? —se burló Morgan, mientras contenía al cazador para que no siguiera moviéndose y así no se arrancara los cables a los que estaba conectado—. Oye, jovencito—se dirigió a él—. No estás bien —gruñó—. Tienes tres costillas rotas, un hombro y una muñeca dislocada y una fractura escapular… —le regañó—. Y casi te rompen la mandíbula, así que más te vale que te quedes quieto y callado.

   —A-Ayúdame, Scorpion… —balbuceó Cuervo.

   —No trates de meterme a mí en esto y quédate tranquilo —le rechazó él.

Cuervo irguió la cabeza, miró en mi dirección e hizo un puchero.

   —¡Reed! —chilló.

Levanté las manos y me encogí de hombros.

   —Escucha a Morgan —le dije—. Estuviste a punto de morir.

Él se dejó caer otra vez sobre la cama y pareció calmarse.

   —¿Tan jodido estoy? —preguntó, con la voz floja.

   —Sí… —Morgan lo soltó, dejándole sólo bajo la mano de Scorpion y buscó una jeringa, ya cargada, en su bolsillo—. Pero ahora lo estarás un poco menos, tranquilo.

   —¿Qué es eso…? —preguntó Cuervo.

   —Medicina.

   —¿Para qué?

   —Tú sólo quédate quieto.

   —No, claro que no —Cuervo se removió de nuevo y Scorpion intentó sostenerlo, pero iba a ser difícil con una sola de sus manos.

   —¡Quieto, Branwen! —bramó.

Me levanté y fui a ayudarles. Si Cuervo seguía forcejeando de esa forma, podía volver a romperse los huesos.  

   —¡Déjenme!

   —Calma, hombre… —balbuceé, conteniéndolo.

   —¿Por qué…? —preguntó, entre jadeos. Se estaba alterando—. ¿¡Por qué me estás mintiendo, Scorpion!? Te conozco, tú no actúas así normalmente…

Morgan y Scorpion cruzaron una mirada.

   —Sé que me estás ocultando algo.  

El cazador y yo le soltamos y el médico carraspeó la garganta, dejando la jeringa sobre una pequeña mesita que había a un costado de la cama. Hubo un incómodo silencio entonces, parecía que ninguno de los tres sabía qué decirle a Cuervo y acabábamos de confirmarle sus dudas al soltarlo y quedarnos callados. Morgan se apretó las sienes con los dedos y soltó un suspiro largo antes de hablar y confesar:

   —Descubrimos que tú y Scorpion están enfermos —dijo, soltando la verdad de un sólo golpe. Vi a Scorpion lanzándole una mirada furiosa al médico, como si quisiera romperle el cuello—. Sida. Ambos.

El rostro del cazador en esa cama se puso pálido, más de lo que ya estaba. Y me pareció que el mundo acababa de caerle encima.  

   —¿Q-Qué…? —tartamudeó.

   —Pero la sangre de Reed también es la cura para eso —interrumpió Scorpion—. Y él accedió a dárnosla. ¿No es así, Reed? —preguntó, mirándome directamente. Por primera vez, él no me veía como si quisiera matarme.

   —Sí —afirmé—. Él ya se la ha inyectado… —dije. Era una mentira, pero conocía lo suficiente a Cuervo como para predecir que, si él llegaba a enterarse de que no le habíamos dado la cura a Scorpion, él tampoco accedería a inyectársela—. Sólo faltas tú.

   —Exactamente —insistió Scorpion—. Sólo faltas tú, así que estira ese brazo y deja que el doc. haga su trabajo, ¿bien?

    —¿Y Aiden? —dudó Cuervo.

   —¿Qué pasa con él? —pregunté.

   —Aiden… —insistió él, balbuceando—. ¿Lo examinaste? —le preguntó a Morgan.

   —¿Por qué tendría que…?

   —Lo revisará —interrumpió Scorpion—. Después de todo, me follé a ese cabrón también.

   —Lo violaste —le corrigió el médico.

   —Cómo sea.

Un tenso silencio cortó el ambiente y un nudo me asfixió la garganta. Es verdad que ya lo suponía, que lo sospechaba, pero oír la verdad directamente de su boca me causó escalofríos. Ese desgraciado ni siquiera torció el gesto para reconocer lo que le había hecho Aiden.

Él no tenía remordimiento alguno, ni una sola pizca de arrepentimiento en su conciencia turbia y trastornada.

   —No creo que Aiden se haya contagiado… —dijo Morgan—. Probablemente el virus no lleve tanto…

   —Hágalo, doc. —insistió Scorpion.

   —¿Por qué…?

   —¡Sólo verifica si él lo pilló también o no! —alzó la voz.

   —Bien, bien… —Morgan accedió, aunque parecía que todavía dudaba por algo—. Tienes razón. Más vale prevenir que curar. Lo haré ahora mismo, ¿vale?

Cuervo dejó escapar un suspiro y se acomodó en la cama.     

   —Bien… —extendió el brazo, para que el médico pudiera comenzar por fin—. No puedo creer que tengamos tanta suerte, joder… —rio, con la lengua dormida por las drogas—. Gracias por ayudarnos, Reed.

Tragué saliva.

   —De nada.

Morgan le inyectó la cura y, seguido a eso, le puso más sedante a la intravenosa que Cuervo tenía conectada a uno de sus antebrazos. Era mejor así. Después del diagnóstico que le había dado el médico, lo mejor que podía hacer el cuerpo del cazador era dormirse y descansar por mucho tiempo, hasta recuperarse por completo.

Porque no sólo eran las costillas rotas y las fracturas. Era su rostro cansado, su cuerpo destrozado y las marcas de torturas de las que nadie había hablado, pero que eran un secreto a voces.

Aiden también las tenía.  

Y nadie, durante estos dos días que habían trascurrido desde que ellos volvieron, se había atrevido a mencionar o preguntar sobre lo que había ocurrido en ese barco.

Pero supongo que hay algunas cosas que es mejor nunca saber.

La ignorancia muchas veces puede ser una bendición.

   —Bien… —Cinco minutos más tarde, Morgan tiraba la jeringa y los guantes al basurero y se limpiaba el sudor de las manos en su delantal blanco—. He terminado aquí. ¿En cuánto creen que podrán salir, chicos? —preguntó, despegando los ojos del cazador, que ahora dormía, y mirándome directamente—. Porque ya entendí que no hay forma de mantenerte aquí, muchacho.

   —Yo ya estoy listo —masculló Scorpion—. Sólo preocúpate de entregarle un mapa a uno de mis hombres y podremos salir.

   —Yo también estoy listo —dije—. Terence y los demás también deberían estarlo.

   —Bien… iré a hablar con los chicos que le acompañarán para dejarles las últimas instrucciones —dijo, antes de marcharse—. Los veo en media hora en el comedor.

   —Bien —dijimos Scorpion y yo al mismo tiempo.

Oí la puerta cerrándose y supe que era mi momento de irme también. Tenía que encontrar a Terence, a Dalian y a Regen. Debíamos establecer nuestra propia estrategia, nuestras propias instrucciones, por si la cosa allá afuera se salía de control. Scorpion volvió al sofá en el que había estado sentado y yo me acerqué a la puerta para salir pitando de ahí.

   —Oye… —le oí gruñir.

   —¿Mmm? —respondí, sin voltear a mirarlo. Tenía la mano sobre la manilla y lo único que quería hacer era marcharme. Luego de oírle confesar su crimen, su presencia me perturbaba más que antes.

   —Gracias.

   —No me agradezcas —le dije—. No hice nada por ti.

Él no contestó y entendí que no pensaba hacerlo tampoco. Abrí la puerta, encontrándome con una pequeña sorpresa al otro lado. Una niñita, con el puño estirado, a punto de tocar.

Era la hija de Gael. La que tenía los mismos ojos de determinación que su padre, minutos antes de morir.

Amanda.

   —¡Oh! —exclamó y dio un saltito hacia atrás cuando me vio frente a ella.

   —¿Tú? —pregunté, acuclillándome para quedar a su altura. Ella se puso de puntitas para mirar por sobre mi hombro.

   —Estoy buscando al hombre grande —demandó con su voz infantil.  

   —¿Al hombre…?

   —¡Déjame en paz, niña! —oí gritar a Scorpion desde dentro.

¿Scorpion era “el hombre grande”? Miré hacia atrás, dándole un vistazo. A decir verdad, él era bastante alto y fornido. Era la clase de tipo al que se le marcaban los músculos cuando usaba una camiseta o el que las prefería sin mangas, porque no hay tela que pudiera contener a esos hombros. Su espalda debía ser por lo menos dos veces más ancha que la mía y estaba seguro de que, incluso si usaba las dos manos, no podría cubrir toda la circunferencia de su bíceps.

A los ojos de una pequeña de cinco años, él debía verse no solamente grande, debía verse monstruoso.

   —No la dejes entrar, Reed —refunfuñó desde el sofá.

Un grande y amargado monstruo que le temía a una niña.  

   —¿Qué necesitas? —le pregunté a Amanda, tapándole la visión con mi cuerpo, para que no viera dentro de la habitación.

   —Dile que no estoy —masculló Scorpion.

   —Ya le gritaste, sabe que estás aquí —gruñí yo—. Idiota… —susurré.

   —¿Qué? —preguntó la chica.

   —Nada, nada… —sonreí y volví a inquirir—: ¿Qué necesitas?

   —Quiero ver al hombre grande —exigió ella otra vez, frunciendo el ceño y enseriando el rostro en una mueca—. ¿Puedo pasar?

Su expresión era demasiado desafiante para tener tan sólo cinco años.

Supuse que estaba bien si la dejaba entrar y me quedaba ahí un rato.

   —Adelante, señorita… —me aparté.

   —¡Tú…hijo de…! —se quejó Scorpion.

   —¡Oye! —La pequeña lo llamó. Me paré bajo el umbral y me apoyé contra el marco, para observar la situación.

   —Déjame en paz.

   —Enséñame a hacer el truco de la moneda.

   —No, no voy a enseñarte ni una mierda.

   —¡Cuida tu boca! ¡Estás frente a una señorita!

   —¿¡Señorita!? —Scorpion rio—. Tú no eres una señorita, eres un pequeño e insoportable animal. ¡Fuera de mi vista!

   —Anda… —La chiquilla se subió al respaldo del sofá y se sentó ahí, a un lado de Scorpion. Niña inocente. No sabía qué tan peligroso era el hombre que estaba junto a ella—. Enséña… —calló cuando se dio cuenta que Cuervo dormía en la cama e hizo un gesto para guardar silencio, llevando su dedo índice a sus labios. Miró a Scorpion y luego a la camilla, echando un vistazo rápido por la máquina que medía sus signos vitales y, de alguna forma, pareció entenderlo todo, todo lo que estaba ocurriendo ahí dentro—. ¿Qué le pasó? —susurró Amanda, en voz baja, mientras apuntaba a Cuervo—. ¿Se pondrá bien?

   —Seh… —Scorpion pareció suspirar la afirmación—. Él siempre se pone bien.

   —¿Es tu hermano? —le preguntó la niña.

   —No.

   —¿Es tu papá?

   —¡Ew! ¡Claro que no!

   —¿Es tu amigo? —siguió ella.

   —Tal vez.

   —¿Qué es? —La pequeña bajó del respaldo y se acercó a la cama, para observar al cuerpo que descansaba. Reconocí en su rostro el asombro y la curiosidad infantil que le debió haber causado ver esa cara llena de cicatrices, parches y vendas. Quizás nunca en su vida había visto a alguien tan malherido.

Scorpion se levantó y se paró detrás de Amanda. Parecía que quería agarrarla del brazo y sacarla de ahí, pero no lo hizo y en vez de eso, le contestó:

   —Es algo así como un compañero de viaje.

   —¿Y no puedes seguir viajando sin él? —quiso saber la niña.

   —Creo… que no —contestó.

Aclaré la garganta y ambos miraron en mi dirección.

   —Amanda… —le hablé a la chica—. Scorpion y yo debemos ir a una misión ahora. Es mejor que vuelvas con… —me callé. No había padres que la esperaran en ninguna parte. Ni un hermano, ni una tía, ni siquiera un amigo. Ella era la única niña, la única persona de La Hermandad que había vuelto con nosotros. Estaba sola en este lugar. No tenía con quién enviarla, salvo, quizás, Samantha—. ¿Por qué no vuelves con Sam? —titubeé.  

   —Vayan ustedes… —masculló ella, apoyando los brazos y la cara contra la cama en la que Cuervo dormía—. Yo me quedaré cuidando de él, ¿vale? Y, a cambio, me enseñarás el truco de la moneda.

Me cubrí la boca para esconder una sonrisa.

Amanda se encaramó sobre la cama y tocó la frente de Cuervo.

   —Está caliente, ¿no lo ves? —siguió ella—. Necesita que alguien lo cuide… —miró a Scorpion, de arriba abajo y soltó un suspiro—. Está bien, no tienes que enseñarme. Lo cuidaré gratis.

Scorpion alzó una ceja e hizo una mueca indescifrable que no fui capaz de traducir. No sabría decir qué emoción o pensamiento pasó por su cabeza al poner esa expresión. Pudo haber sido burla, vergüenza de sí mismo, ternura, o quizás todas o ninguna de ellas.

   —Bien, pequeña fiera —dijo, desbaratándole el cabello con la mano—. Cuida bien de él —pidió y seguido de eso, tomó la prótesis que se había quitado hace un rato y caminó hasta la puerta—. ¿Nos vamos? —me preguntó cuando llegó al umbral.  

Pero yo estaba confundido y aturdido por lo que le había visto hacer.

En ese pequeño instante, mientras él le revolvía el pelo a esa niña, fui capaz de ver algo distinto. Por primera vez, él me pareció humano, un humano hecho de carne, huesos y barro. No de hierro, no de metal, no impenetrable. Simplemente humano.

En ese momento pensé en Anniston y me pregunté si acaso era esto a lo que se refería en la conversación que tuvimos antes de que él muriera.  

   —Apresúrate —gruñó, cuando pasó por mi lado y su voz me sacó de mis pensamientos—. Se nos hace tarde.

Corrí para alcanzarle, pero me mantuve caminando detrás de él, preguntándome si mi instinto no me había engañado y si lo que había percibido era real o no. No conocía a este sujeto más allá de las atrocidades que le había visto y oído hacer. Hasta ahora, los hombres como él con los que me había encontrado eran todos iguales; ninguno de ellos había mostrado un mínimo atisbo de humanidad. No concebía a alguien que fuese capaz de ser las dos entidades al mismo tiempo; humano y monstruo, bestia y hombre; metal y barro.

No tenía sentido.

Pero desde hace cinco años que nada tenía sentido.

 

 

 

 

Cuando llegamos al comedor, todo el mundo estaba ahí. Terence fue el primero en ver en nuestra dirección y buscar con la mirada por sobre el hombro de Scorpion, intentando hallarme. Me puse de puntitas, para que me viera y esperé a que el cazador avanzara hacia los suyos y así me dejara el camino libre.

El pelirrojo se me acercó.

   —¿Estás bien? —me preguntó.

Supe que se refería a Scorpion y a mi llegada junto a él.

   —Perfectamente —contesté.

Steve atravesó la puerta.

   —Bien, chicos… —comenzó él apenas entró y caminó hasta una de las mesas para dejar un mapa que extendió sobre ella. Todos le rodeamos para ver—. Morgan me ha dicho que necesita que recuperen un vehículo abandonado en la intersección de Old Flag Street con Courrier South… —marcó un punto, previamente resaltado con marcados rojo, con el dedo, indicándonos la dirección dentro de un mar de calles que no conocía por nombre y que probablemente no había recorrido todavía. Esta ciudad era grande—. Está escondido en un subterráneo que servía como playa de estacionamientos hace años —expresó, recorriéndonos uno a uno con la mirada, en un intento por enfatizar lo que estaba a punto de decir—: Básicamente es una estación de radio móvil —soltó—. Vamos a necesitarla.

   —¿Para qué queremos una estación de radio móvil? —preguntó Scorpion, arqueando una ceja, mientras plantaba su dedo sobre el mapa y marcaba una de las rutas que podríamos tomar para llegar al punto—. Hay cosas más importantes que eso.

   —Ahora que tenemos la cura, debemos anunciarla.

   —E.L.L.O.S quiere nuestras cabezas —dijo Siete.  

   —También podríamos intentar intervenir sus comunicaciones para ver que están planeando. Tenemos buenos expertos en eso —contestó el pelirrojo—. Iré con ustedes también —expresó, marcando con su índice otro posible camino a tomar. Desde el punto en el que estábamos según el mapa, había muchas formas de llegar a esa playa de estacionamiento—. Después de tantos años encerrado, no quiero oxidarme. Bell y Al irán conmigo. Nos dividiremos en dos grupos e iremos en caravana, ¿les parece bien?

   —Va a funcionar —masculló Terence y plantó su mano sobre la mesa. Yo hice un gesto de afirmación, dándole mi apoyo.

   —Sería tonto separarnos ahora… —agregó Regen—. No sabemos si quedaron hombres de La Hermandad, Cobra y Shark por ahí.

   —Estoy seguro de que todos los hombres de Shark están muertos —dijo Scorpion.

   —De todas formas, nos hemos ganado el odio de dos comunidades de las que probablemente quedaron sobrevivientes… —dije, contrariándole un poco—. Además, como dijo Siete, está E.L.L.O.S…—No debíamos relajarnos sólo porque el escuadrón Shark estaba pudriéndose en el mar, todavía había muchas amenazas acechándonos—. Estamos mejor juntos —sentencié.

   —Si atrapan a uno, nos atraparán a todos —debatió el líder de los cazadores—. Es peligroso.

   —Si atrapan a uno, los demás podrán ayudarle de manera más efectiva y rápida —soltó Steve—. Se llama compañerismo y trabajo en equipo, Scorpion, te los presento.

   —Sí, como sea…

   —¡Scorpion! —gritó alguien cuando oímos la puerta abriéndose de golpe y, quizás por el tono de esa voz, todos volteamos a mirar. Era Ethan, venía caminando en nuestra dirección y quizás lo que realmente me llevó a apartarme del lado de Scorpion y alejarme de él no fue el rostro que el moreno traía; no fue su ceño fruncido, ni la mandíbula tensa y llena de furia, fue justamente la forma en la que lo llamó. En todo este tiempo, jamás había oído a Ethan refiriéndose a Scorpion como simplemente «Scorpion»—. ¡Tú, maldito hijo de puta! —vociferó y comenzó a correr hacia nosotros, haciendo que, instintivamente, todo el mundo quisiera apartarse y separarse. Pero Ethan era rápido, brutalmente rápido, inhumanamente rápido y en ese momento ni siquiera el rubio fue capaz de reaccionar a tiempo.

   —¿Eth? ¿Qué diablos te pa…? —El cazador no alcanzó a terminar su pregunta, porque Ethan se le abalanzó y le encestó un puñetazo en la cara. Hubo un grito generalizado, Scorpion intentó defenderse y devolver el golpe, pero Ethan atrapó su mano en el aire, le sujetó del cuello de la camiseta y lo arrastró, entre mesas, personas y sillas, hasta empujarlo contra una muralla y sacudirlo violentamente contra ella—. ¿¡Qué ocurre contigo, imbécil!? —chilló.

   —¡Más te vale, Scorpion! —aulló Ethan, enfurecido, contra su rostro, presionando con su cuerpo y sus manos en el cuello del cazador, para que éste no se moviera, reduciéndolo completamente—. ¡Más te vale que Aiden no se haya contagiado esa mierda! ¡Porque si se lo pegaste, te juro que…!  

   —¿¡Qué harás!? —desafió el otro, con sus manos, que temblaban, sobre las de Ethan, intentando quitárselas de encima, sin resultados.

   —¡Te mataré!, ¿escuchaste? —le amenazó, pero Scorpion soltó una risita—. ¿¡De qué carajos te estás riendo!?

   —De que al fin me llamas por mi nombre.

Siete y otro cazador pasaron por mi lado e intervinieron, para intentar separarlos.

   —¡Basta!

   —Déjalo, ¿qué demonios pasa contigo?

Ethan le soltó y se dejó arrastrar lejos por los brazos de los cazadores.

   —Ese no es tu jodido nombre y lo sabes —masculló.

   —Sí, sí… —Scorpion hizo el ademán de limpiarse la mano en los pantalones y arreglarse el cuello de la camiseta desbaratada y ahora rota—. ¿Nos vamos? Se está haciendo tarde.

   —No te perdonaré si Aiden… —masculló Ethan, todavía siendo sujetado por Siete y su compañero.

   —¿Crees que necesito algo como tu perdón? —se burló el otro.

Vi que Ethan estuvo a punto de soltarse y atacarlo de nuevo y decidí acercarme a él, para intentar calmarlo. Caminé rápido entre la gente y el caos que su paso y el de Scorpion habían dejado y le agarré justo a tiempo, poniéndome en medio del camino, con las manos contra su pecho para detenerlo.

   —¿Morgan te contó? —le pregunté, haciéndole un gesto a los cazadores para que le soltaran. Ellos accedieron y yo agarré de un brazo a Ethan y lo aparté de todo el tumulto que se había formado alrededor nuestro—. ¿Fue él?  

   —Sí —gruñó. Estaba alterado, respiraba agitado y en la forma en la que apretaba sus puños y los mantenía a sus costados, como si se estuviera conteniendo, supe que estaba muy lejos de tranquilizarse. Apretaba los dientes, apuesto que ni siquiera se daba cuenta, pero yo, incluso con todo el ruido que había a nuestro alrededor, podía oírlos chirriar—. Este hijo de puta…

   —¿Te contó que mi sangre era la cura para eso también? —inquirí.  

Mis palabras parecieron descolocarlo.

   —¿T-Tu sangre…? —balbuceó.

    —¿No te dijo?

   —No…no lo sé… —titubeó, acuclillándose en el suelo y llevándose las manos a la cabeza, mientras soltaba un suspiro profundo y ruidoso, en un gesto de notable alivio—. Él sólo llamó a Aiden para hacerle un examen de sangre y cuando pregunté la razón, me dijo que era porque descubrió que Scorpion y Cuervo estaban infectados de sida y… —dudó—. Yo sólo vine aquí corriendo, maldición —se abrazó a sus rodillas y sus hombros se sacudieron levemente—. ¿Así que tienes la cura? —sollozó y la voz se le quebró al decir—.: Demonios…. gracias a Dios.

Me vi tentado a inclinarme para acariciarle la espalda, pero me contuve. Ethan no parecía la clase de hombre que necesitara ser consolado en un momento como este. Estaba aliviado, podía entenderlo. La noticia debió haberle dado un susto de muerte.

Y ahora se enteraba que había una solución para ello.

   —Si escucharas antes de actuar, esto no habría pasado —le oí decir a Scorpion, cuando se paró a un costado del moreno. El golpe que Ethan le dio ya había comenzado a ennegrecer la zona alrededor de su ojo izquierdo y también había causado una explosión de sangre al interior de éste. La totalidad de la esclerótica del cazador estaba roja por el estallido de algún vaso sanguíneo que ese puñetazo causó, pero a él no parecía afectarle mayormente e incluso pareció que no se había dado cuenta todavía.  

   —Mira quién lo dice —gruñó Ethan, todavía abrazado a sus rodillas e hizo una pausa antes de mascullar—: Lo siento, Asier.

Scorpion no contestó y, a cambio, se dirigió a mí y dijo:

   —Vamos saliendo.

Notas finales:

Bueno, bueno. Sé que hay muchas cosas que comentar en este capítulo. 

¿De verdad Scorpion le teme a Amanda? xDDDD quizás no puede con ella, es demasiado adorable la chicoca
Y lo de Ethan fue una torpeza, sí. Estúpido Ethan, deberías oír todo antes de lanzarte a la carrera e intentar matar a alguien. 

Bueno, qué va! Les leo. ¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 

Nos leemos!


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