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Nuestros sentimientos vienen y van por Kurenai_801

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Nuevamente, viajamos a casa en tren, en silencio. Onodera evita mirarme. Me pregunto muchas veces en qué estará pensando. Del mismo modo bajamos en la estación, espero el momento preciso para tomar su mano y caminar juntos a casa, llevarlo a mi casa.

 

Este silencio no es perturbador. A través el mismo nuestros sentimientos vienen y van, al menos los míos. No me faltan las ganas de parar en seco y decirle que lo amo, y darle un beso, uno de esos  con los cuales él se pone rojo y empieza a tartamudear incoherencias.
No sé si no quiere admitirlo, pero siento que me ama, el temblor de sus manos me lo demuestra, el tierno rubor en sus mejillas.
Le miro de reojo mientras seguimos caminando, tengo la sensación de que está nervioso, cuando está conmigo siento su cuerpo estremecer.

Nuevamente, quiero saber que piensa.


Tomo su mano sin que él lo note, cuando lo hace intenta zafarse. Ahora está rojo, he notado su nerviosismo ¿Acaso él no se da cuenta de los latidos de mi corazón? Me siento nervioso al igual que él.
Ha dejado de forcejear ¿Será que es feliz si le tomo de la mano?
Quisiera que escuchara como late mi corazón, quiero que escuche como responde a cada palabra suya, como responde a su cercanía, a su recuerdo, a su voz.
No quiero pronunciar alguna palabra que rompa esta atmósfera. Solo con su cercanía me siento especial.

Su respiración se camufla con el susurro del viento que choca contra nuestras manos unidas. Mirando al suelo veo sus pasos coordinados con los míos.
Sonrió internamente, es inevitable sentirme feliz a su lado. Siempre lo esperé, nunca lo olvidé y ahora nunca lo dejaré ir.
Miró al cielo, las estrellas brillan como si rieran. Un sentimiento extraño siento en mi pecho, felicidad y a la vez nostalgia.
Me alegra que no haya intentado soltar mi mano.

Discretamente entramos al edificio.
Apenas intercambiamos palabras, sobre temas triviales del trabajo. Él camina ligero hacia su departamento, con la mano derecha hurgando en su bolsa.

—¡Onodera! —Le llamo antes de que entre a su departamento.

Voltea a mirarme. Leo la duda en su rostro, incluso un toque de incomodad. No importa, no quiero ser cobarde. Voy a él a tomar su muñeca.Solo quiero que esté a mi lado esta noche... y mañana también y si es posible, el día después de ese.
Apenas entramos y cierro la puerta tras él. Robo el aire de su boca.

—¡Taka…!

No dejaré que me recrimine con mi propio nombre. No dejaré que intente irse. No quiero dejar que me deje solo, como hace diez años, como en las noches en las que le amo y él no.

Ya lo he hecho...

Él debería estar acostumbrado.

Muerdo sus labios. Su respiración se vuelve irregular al igual que la mía. Buscamos aire. Le miro, a pesar de la poca luz veo su rostro rojizo ¿Está nervioso?
Nuevamente me pregunto:
¿Qué piensa cuando está en silencio mirando hacia la nada?

Me reclama mientras lo halo a mi cama, pero sus acciones no siempre son congruentes con lo que dice. Mientras me dice que lo deje en paz, ha dejado su bolso sobre la mesa de la sala.

Aun así sigue negándose. Algo me dice que me quiere y que ahora quiere estar conmigo. Tal vez por eso no me ha rechazado por completo. Quizá tal vez ni siquiera me odia... o tal vez lo que odia son sus sentimientos ¿Alguno de ellos estará relacionado conmigo?

 

Ahora se deja recostar sobre mi cama. Verlo ahí, en mi lugar, en donde sueño con él.
En este instante es como compartir mis secretos con él, aunque no los llegue a saber. Sé que mis deseos son egoístas, quiero que se quede aquí. Quiero verlo siempre aquí, en la intimidad de mi vida, en las solitarias tardes, en el silencio de mis noches, en la frescura de los amaneceres. No porque mi vida sea solitaria o silenciosa o simple, sino porque él me da la paz que no poseo. Él me reconforta y me llena de sublime felicidad, amor.

 Deja de agitarse, al fin corresponde mis besos.
Se aferra afanosamente a mi abrigo.
Acaricio su cabeza. Poso mis manos en su cintura, me pego más a él…
Nuestros cuerpos rozan... escucho un gemido.

—Te quiero... te quiero. —Sigo besándole con tantas ansias, no sabe los
sentimientos que brotan. Deseo que se transmitan mis sentimientos a través de ellos, con cada uno de estos besos.

 

¡No me lo creo!
A pesar de que lo estoy besando, está quedándose dormido. Realmente debe estar muy cansado. Susurra mi nombre antes de caer completamente en la inconsciencia. Trato de recuperar mi respiración. Rozo su cabello y sus mejillas con las yemas de mis dedos. Le doy un último beso. Quito su ropa para que duerma mejor. De hecho me pregunto desde hace cuanto no duerme sobre una cama. Acaricio su cuello con mis dedos, su pecho, abdomen… todo su cuerpo que ha quedado a merced mía; y la verdad es que no podría hacerle algo sin su consentimiento. Lo quiero demasiado como para hacerle daño.

 

Quito mi ropa también, me abrazo a él. De alguna manera esto me hace feliz. Cuando estoy con Onodera yo me siento feliz. Quiero que me deje ser egoísta, para tenerlo acá, para contemplar su rostro dormido, para poder redescubrir su sonrisa... una que sea honesta, solo para mí. Beso su frente. Deseo con todas mis fuerzas que me ame, deseo ser importante para él. Sus brazos rodean mi cuerpo, susurra varias cosas que no sé comprender.

Pero no importa. Tal vez algún día me quiera, o quizá...
Prefiero que guarde silencio, porque si su silencio significa amor, es lo que quiero escuchar.

 

 

Rincón emo-kawaii, 2014

 


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