Hace ya varios años que habían empezado a salir; a pesar de que a Kuroko se le había hecho muy difícil dejar a su pasada sombra de lado; y a Kagami, esa actitud explosiva, ambos superaron sus propios límites para poder estar juntos.
Por primera vez en toda su vida, Kagami tenía la necesidad de estar con ese pequeño ser de cabellos azules y actitud distante; lo quería sentir y amar por el resto de su vida, y de igual modo deseaba que Kuroko lo amara, aunque fuese un poco; así que dio todo de sí, e incluso más para que su amor se fijara en él.
Ninguno de los dos supo en qué momento se empezaron a gustar; sobre todo el más bajo, que aún se empeñaba en rechazarlo una y otra vez, y luego poco a poco, Kagami lo fue sorprendiendo con los pequeños detalles que le hacía en su vida cotidiana; una sonrisa o algún gesto gracioso fue suficiente para que ambos se sintieran felices.
El amor como siempre hizo de las suyas, y aunque esa sencilla palabra se vuelve bastante complicada, constantemente les obligó a darse cuenta de la persona indicada para vivir el resto de tus días. Después de que se hicieron amigos cercanos, Kagami se confesó, Kuroko no lo pensó y una vez más, lo rechazó. Aunque si no hubiera sido de esa manera, ellos quizá ya no estarían juntos.
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Después de que salieron del teatro de Kabuki; se pararon frente a frente; Kuroko había aprendido a no esquivar la penetrante mirada de su novio, y Kagami sabía cuál era el mejor momento para hablar de cosas serias con su pareja, sin que la atmosfera romántica se perdiera, ni se sintiera un aire de incomodidad.
Justo ahora, era el momento, el lugar y la hora perfecta para decirle eso que tanto llevaba planeando.
El sol se despedía con algunos rayos rojizos y amarillentos, que daban la apariencia al cielo de un enorme campo sembrado de doradas semillas; el aire fresco de otoño golpeaba ligeramente sus rostros, provocando que sus cabellos se movieran de un lado a otro; la luna ambarina se asomaba entre las nubes, anunciando que llegaría pronto la noche, y alguna estrella perdida destellaba sin cesar lejos de ellos.
Se lograban escuchar los últimos cantos de los pájaros, que al mismo tiempo se mezclaban con la música proveniente del teatro; algunas personas los miraban atentamente, pues un par de rostros hermosos no pasaban desapercibidos por nadie; sin embargo ese instante era mágico, y nada lo podía arruinar.
Fue entonces que Kagami sintió la última ventisca de la tarde cuando con firmeza, sujeto las manos de su enamorado, miró fijamente sus hermosos ojos azules en los que se reflejaban el puñado de estrellas, del ahora cielo nocturno; y en acto sutil, se arrodilló frente a Kuroko mostrándole una pequeña caja forrada con terciopelo rojo; que resguardaba en su interior un precioso anillo plateado con un discreto diamante, adornado con algunos kanjis en los bordes de la sortija; al mismo tiempo que decía con su extraño acento americano "Do you want to marry me?"
Kuroko, que había permanecido en silencio todo el tiempo, reflejó todos los sentimientos y emociones que sintió en ese precioso instante con las constantes lágrimas que resbalaban sin cesar por sus ya sonrojadas mejillas. Por primera vez en toda su vida se había quedado sin palabras, y un nudo en la garganta que amenazaba con liberarse en forma de llanto, le impedía articular la palabra monosilábica que tanto esperaba su pareja.
No fue necesario que ninguno de los dos dijera algo más. Ambos comprendían los sentimientos ajenos y se aceptaron con un tierno y profundo beso.