El amor es un conjunto de hechos, a veces uno tiene que empujar estos hechos para que sucedan. El destino es algo que podemos controlar, yo controlo el mío y he decidido que mi destino está a tu lado.
Cada mañana al despertar solo puedo pensarte, pensar en ti y en cada dulce momento que puedo verte. A mí, que me gusta más lo amargo, me han comenzado a gustar los dulces y tartas que vendes todas las mañanas. Espero que hoy también me muestres aquella sonrisa, tan dulce y única que no sueles mostrar a nadie más. Cuando noto como es que atiendes a los demás clientes, con aquella mirada aburrida, siento que tal vez yo tengo mayores probabilidades. ¿Tú has notado como las comisuras de tus labios van hacia arriba cada que me atiendes? ¿O solo soy yo alucinando? Ni siquiera sé porque me gustas tanto.
Conduzco en silencio hasta llegar a la cafetería donde sé que trabajas. Antes de bajarme del auto me paso una mano por el cabello, esta algo largo, ya puedo ver las puntas rojas casi frente a mis ojos. Estoy acostumbrado a llevarlo corto desde la preparatoria, tú en cambio lo llevas largo hasta los hombros, solo recogido cuando trabajas, tu cabello morado siempre causa estragos en mi mente, te hace lucir demasiado apuesto.
Bajo del auto y camino con tranquilidad, me formo en la larga fila para esperar ser atendido por ti. Siempre hay demasiada gente en las mañanas esperando lo mismo que yo: poder desayunar algo delicioso preparado por tus prodigiosas manos. Enfrente de mí hay un par de chicas, ambas sonríen ansiosas por llegar a la cabeza de la fila para verte. De alguna forma las comprendo, yo igual deseo verte. La fila comienza a avanzar, mi corazón se acelera, es tan difícil mantener esta cara seria cuando estoy a dos personas de ti. ¿Qué rayos me has hecho?
-Buenos días ¿qué deseas? – Dices mientras sonríes con amabilidad
-Un americano y…
-Una tarta de fresa – completas tú la orden sonriendo.
-Por favor – también te sonrió, eres tan amable en memorizar mi pedido diario ¿A cuántas personas también les completas su pedido?
Sacó de mi cartera el pago exacto y lo extiendo hacia ti. La mejor parte es que cuando lo tomas podemos rozar nuestras manos ¿En qué clase de acosador me he convertido? Tú también estiras tu mano pero su objetivo no es el dinero en la mía. Tu mano va más allá hasta acariciar mi cabello y solo puedo quedarme paralizado.
-Te ha crecido el cabello – mencionas y deslizas tus dedos por mis cabellos, luego por mi frente, por mi nariz y regresas a mi mano para tomar el dinero.
-Sí, esta algo crecido – digo yo pasando mis dedos por donde pasaron los tuyos – lo cortare pronto.
-Es lindo así – respondes en voz baja mientras preparas mi café – Aquí tienes.
Tomo mi comida, te sonrió una última vez y me doy la vuelta. Antes de salir del café te miro una vez más y sonrió mentalmente porque has vuelto a poner tu mirada aburrida a la clientela.
El día pasa tan rápido, las clases son tan fáciles que se vuelven aburridas y pienso que debí escoger una carrera con más dificultad si es que eso puede volver más interesante mi vida. Camino con tranquilidad por la facultad, a tan solo dos manzanas, se encuentra el instituto de gastronomía donde estas estudiando, ya debes haber salido. Camino más rápido, casi corro al estacionamiento para poder tomar mi auto y conducir hacia tu escuela, si no controlo cada movimiento podría ser imposible verte cada día.
Y ahí estas. Parado en la entrada chupando una paleta, tu singular mirada de aburrimiento no parece cambiar nunca. Avanzo en el coche cuando el auto de enfrente lo hace y sigo mirándote, es una suerte que estas avenidas sean tan concurridas. Tú pareces buscar algo con la mirada y por un segundo creo que me has visto, pero solo ha sido eso, un segundo antes de que tus ojos violetas se posen en otro lado.
De repente dos chicos llegan hasta donde tu estas, uno de ellos te saluda de forma amable, pero es el otro quien me interesa, precisamente porque lo conozco. El segundo chico a tu lado resulta ser mi mejor amigo. Tú no pareces llevarte especialmente bien con él, pero te ves más relajado hablando con el pelinegro que acompaña a mi amigo.
Giro en el próximo cruce para poder quedar a su lado ¿Sabes que solo tomo esta ruta para verte? Bajo el vidrio del auto y saludo a mi amigo. Shintaro me reconoce enseguida, no sonríe jamás pero yo sé que se alegra de verme tanto como yo me alegro, somos casi hermanos. Me presenta a su amigo, o mejor dicho, compañero de la carrera y luego te presenta a ti. Ojala hubiese tenido una cámara para tomar foto de tu expresión, estas completamente sorprendido de verme, sonríes y por fin después de un mes de estarte viendo conozco tu nombre de pila. Tienes un lindo nombre, Atsushi.
-Akashi iremos a tomar un café ¿vienes? – Shintaro ha hecho una invitación de lo más oportuna, se lo agradezco – Solo seremos nosotros cuatro.
-Claro, suena bien – Les sonrió – Suban y vamos para allá.
-Ah lo siento yo traigo auto – menciona el chico peli negro ¿Cuál era su nombre? Ah sí, claro Himuro al parecer – pero… - mira a Atsushi y luego a Shintaro – Solo puedo llevar uno, alguien más se tendría que ir contigo ¿eso está bien?
-Claro – me encojo de hombros casi con resignación, me tocara llevar a mi amigo…
-Perfecto, Atsushi se va contigo – Sonríe y jala a mi amigo del brazo después de gritar “gracias”
Tú lo miras solo unos instantes para luego subir a mi auto, sonríes y… ¿eso que veo es un sonrojo en tus mejillas? Siento mi cara arder de solo pensarlo. Actuó como puberto cuando se trata de ti.
El camino al café es demasiado silencioso para mi gusto, tu solo dices las calles que debemos tomar y las que debemos evitar para no encontrar tanto tráfico. Me pides que gire a la izquierda, yo sé que es una pésima opción, esa calle nos saca a una glorieta que siempre está llena a esta hora de la tarde, también es el camino más largo para llegar al café mencionado; pero eso no importa, nada importa y yo solo giro a la izquierda.
Tal y como he predicho el trafico está parado apenas llegar a la glorieta. Pero eso no es del todo malo, tú has comenzado a hablar, y de alguna forma yo también. Me cuentas sobre tus clases, te digo de las mías; me dices que tienes un perrito llamado jelly como los dulces jelly beans; que cumples años en octubre; hablas sobre la manera correcta de pelar los mangos.
Y yo te hablo sobre finanzas y balanceos. Es una conversación absurda que va de toda clase de temas no hilados a otros, en un minuto hablas de desayunar pan francés y al siguiente te estoy contando acerca de los tratados internacionales comerciales de Japón. Avanzamos en el tráfico unos cuantos metros y todo se para de nuevo.
Un hombre aparece enfrente del auto con una botella. Le indico con el dedo que no quiero que limpie el para brisas, pero el señor se hace el ciego y voltea la botella sobre el vidrio. Quedamos estáticos al ver que lo que sale no es agua, sino confeti, apenas me doy cuenta que el señor es un mimo. Te ríes por lo tonto dela broma, tienes una sonrisa tan hermosa….
Yo termino por sonreír, bajo el cristal y le doy unas cuantas monedas al señor sin que aquella sonrisa abandone mi rostro.
-Eres aún más hermoso cuando sonríes – dices mirándome y dejándome al mismo tiempo paralizado
-¿Estas coqueteando conmigo Atsushi? – pregunto con una sonrisa ladina, te he puesto nervioso lo sé, pero eso no parece realmente ser importante cuando respondes.
-Sí, lo he estado haciendo desde el primer día que fuiste por tu desayuno al café – estiras tu mano hasta mi mejilla la tocas con la punta de tus dedos – Realmente me gustas Aka-chin…
Que extraño nunca creí que serías tú el primero en decir eso. Ni siquiera sabía si tenía esperanzas. ¿Me has llamado Aka-chin? Eres adorable Atsushi. Aparto mi mirada del tráfico para verte directamente a los ojos, son sinceros en su totalidad. No pareces mentir acerca de tus sentimientos.
El pitido del auto de atrás me saca de mi ensueño y avanzo. Vuelvo a fijar mis ojos en el tráfico, la radio que ha estado sonando bajita emite una linda canción de amor, pareces conocerla porque estas tarareándola, yo igual la conozco así que canto contigo y estiro mi mano hasta donde está la tuya. Comprendes mi respuesta, aprietas mi mano. Estamos destinados a amarnos ¿cierto? El tráfico se vuelve ligero contigo sosteniendo mi mano. Al llegar al café me robas un beso en la mejilla antes de entrar corriendo a buscar a nuestros amigos. Me gustas demasiado.
. . . .
Las semanas vuelan, pasan una tras otra sin piedad alguna. Te has convertido en el mejor escenario Atsushi, solo espero poder verte antes o después de clases, sueño contigo al estar dormido y pienso en ti todo el tiempo que estoy despierto. Eres tan dulce y atento, tan cariñoso y a veces tan posesivo. Haces que mi corazón se acelere con cada detalle. Amo cuando dejas notas ocultas en mi pedido matutino, y adoro los besos fugaces que me das cuando tienes un descanso en el trabajo.
-Te amo Atsushi – te digo en un susurro apoyando mi cabeza en tu pecho.
-Te amo Aka-chin – respondes, me levantas el rostro y me besas.
Me das uno de esos besos tuyos que se caracterizan por ser dulces, tiernos y relajantes. Sentado en el sillón de tu departamento busco intensificar aquel contacto para que me des uno de esos besos que son capaces de robarme el aliento. De esos que acabo de descubrir hace no mucho.
Poco a poco te he ido conociendo, cada día enamorándome un poquito más, cada día amándote.
Sonrió y dejo escapar un gruñido de satisfacción cuando me das lo que quiero. Sé que te gusta tanto como a mí estar así: juntos, besándonos, abrazándonos. Esto es solo el inicio de un gran camino, juntos.