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Can you read my mind? por MikitsuLee

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Notas del fanfic:

Este Os pertenece a la convocatoria del grupo MuraAka Fans 9x4 de facebook. 

Los personajes no me pertenecen y si, el titulo se basa en una cancion de The Killers con el mismo nombre.

Notas del capitulo:

Espero que sea de su agrado, la historia puede ser algo tipica, pero... en fin, espero que no me avienten tomates xD.

“Mientras más avanzo, la duda crece. ¿Por qué mi vida es así?”


Eran alrededor de las diez de la mañana cuando cierto empresario se presentó a desayunar en uno de los restaurantes más costosos de Tokio. Detrás de este hombre, una mujer pelirroja cuya belleza era singular. Un pequeño que presenciaba el arribo desde una esquina de la calle quedo deslumbrado al encontrar la puesta del sol en la silueta de aquella mujer. Pudo jurar que se encontró con dos ojos color ámbar llenos de bondad, sin embargo, tiempo después quedo convencido de que fue solo una ilusión. Lo que le quito el aliento fue un pequeño pelirrojo quizás de su misma edad que se sostenía de la mano de aquella mujer con el mismo color de ojos. Esa mirada jamás la pudo olvidar.


“¿Los milagros existen? ¿La esperanza es lo último que muere? ¿Hay cosas que no sean amargas?”


Por mero impulso, el infante se mantuvo pegado a uno de los grandes ventanales del lugar. Los mechones de cabello lila eran gruesos y cubrían sus ojos así como todo su rostro, el pulgar lo mantenía al borde de sus labios y mordía la yema de vez en cuando como si ansiara algo. En efecto, ansiaba la comida que ahí se exhibía, en la mesa de aquella familia. Una familia que no tenía. Saboreo relamiéndose los labios a cada bocado que ellos engullían, enajenados a todo a su alrededor. Para él, la felicidad era sinónimo de toda esa comida que estaba servida, sin embargo, el niño pelirrojo que estaba sentado ahí también, no sonreía. El gesto en sus labios parecía ser más estoico. ¿Eso era felicidad?


“¿Hay un diferente significado para las mismas cosas?”


Como postre, habían servido pastel. Un enorme pastel de chocolate con fresas. Al pequeño se le hizo agua la boca con tan solo tener la imagen de algo tan exquisito en la cabeza, sin embargo, el niño de cabellos rojos no parecía feliz. Ni siquiera termino el trozo servido en su plato. La mujer a su lado le sonrió y acaricio sus cabellos. A pesar de estar lejos, el chico de cabellos lilas pudo sentir la calidez de esa caricia. Sintió nostalgia por algo que jamás había sentido.


“¿Por qué hay personas que no quieren compartir?”


La pieza de pastel que el peli lila tanto deseaba término envuelta para llevar. Poco después, todos se pusieron de pie para salir. Por inercia, el peli lila se acercó a la entrada sin despegar la vista del pastel envuelto en la mano del niño de cabellos rojos. Cuando estos bajaban las escaleras de la entrada para subir a su auto, el niño se detuvo mirando al contrario. Era alto. Un tanto más alto que él y su cabello era de color diferente. Le hizo recordar a las violetas en el jardín de su madre. Noto que detenidamente observaba lo contenido en la mano. El chico de cabellos rojos también lo observo y después a su madre. Ella sonrió.


-¿Se te apetece?                                                                        


Cuestiono con una voz dulzona que el más alto no pasó desapercibido y que le sobresalto un poco en su lugar. Sus ojos color ámbar tenían un brillo singular, completamente diferente a todo lo que conocía. Era una especia de llamada. Algo le decía, “quédate conmigo”.


-Mucho…


Murmuro el más alto, el niño de cabellos rojos camino hacia él un paso para extenderle la pieza de pastel y sonreírle de una forma diferente a la que sonreía sentado dentro del restaurant.


-Disfrútalo.


Siendo su última palabra, regreso con su madre para subir al auto. El chico de cabellos lilas le siguió con la mirada hasta que el auto doblo en la esquina con el pastel en la mano. Mientras lo hacía, pudo ver cómo el contrario también lo veía por la parte trasera del auto. Era una mirada profunda. Desenvolvió el pedazo de pastel que amenazaba con derretirse para quedar hundido en una experiencia culinaria de la cual jamás pudo escapar. Quedo fascinado no solo por ese pastel, si no por los dulces. Y las cerezas. Al chico de mechones gruesos color lila, las cerezas le recordaban al niño de cabellos rojos que le había brindado ese pequeño trozo de felicidad.


“No todas las personas son iguales. ¿Qué tanta coincidencia debe haber para volver a encontrar a una persona?”


Uno de tantos días que el chico de cabello lila paseaba por las calles, pudo ver el aura que desprendía la mujer que se encontró en el restaurant. Como lo pensaba, era ella, había entrado a una tienda de deportes y salido con un balón de baloncesto. Murasakibara tuvo curiosidad. ¿Qué era realmente el baloncesto?


“Si pudiese verte una vez más…”


La vida da muchas vueltas y lo menos inesperado puede hacerse realidad. Un día en el parque, lo pudo ver. Estaba botando el balón que aseguraba, su madre había comprado cuando lo vio, sin embargo, su semblante era completamente diferente al que recordaba. Lucia triste. Muy triste.


-Tú eres… el niño del pastel…


Había dicho el peli lila una vez cerca del pelirrojo. Este le miro ladeando un poco el rostro. En realidad le sorprendía que se acordara de él.


-Te recuerdo. ¿Cuál es tu nombre?


El peli lila dudo. ¿Estaba bien?


-Atsushi… Murasakibara Atsushi. ¿Cómo te llamas tú?


-Seijuro. Akashi Seijuro.


La sonrisa después en el rostro del pequeño pelirrojo provoco una reacción extraña en el pecho del peli lila. Un palpiteo rápido. Quizás color en su rostro.


“Si no tuviera que permanecer lejos de ti…”


Pasados los días, los encuentros se hicieron más cotidianos. Akashi le enseño a jugar baloncesto y también se dio cuenta de cuan perezoso podía ser. Sin embargo, también se dio cuenta de algo: amaba los dulces. Al llegar a casa iba directamente a la habitación de su madre. Como en los últimos días, se encontraba en cama con un trapo mojado en la frente. Su padre había eliminado todo rasgo jovial de su expresión para sustituirlo por uno serio.


-Estuve con Atsushi – le decía siempre que llegaba a verla – Mamá, ¿no puede estar con nosotros? Dijo que no tiene papás.


Akashi Masaomi veía solo el deterioro de su esposa conforme el tiempo avanzaba, así que no dudo en cumplir su petición con tal de hacerla feliz a ella y a su hijo. Movió todas sus influencias para que hicieran valida la tutoría de la familia Akashi del pequeño Murasakibara y así llevarlo a su casa. La felicidad duro por un tiempo, pero un día solo la salud de su esposa empeoro el triple y los médicos no dieron alguna esperanza. Cuando menos se había percatado, la vida del amor de su vida había escapado entre sus manos y por lo tanto, se vio reflejada la tristeza también en su pequeño hijo.


“¿No hay alguna especie de recompensa con las personas que son buenas? ¿Por qué quien no lo merece sufre?”


La luz en los ojos del pequeño Akashi poco a poco se fue apagando. Murasakibara intentaba siempre hacerlo feliz, le costó al principio, pues el pelirrojo solo quería llorar en su habitación después de ir al cementerio  por las siguientes semanas y no quería tomar las lecciones particulares que le eran impartidas. Akashi resulto ser un magnifico interprete del violín y del piano y Murasakibara solo podía admirarlo cada vez más.


“¿Qué es exactamente este sentimiento cada que te veo?”


Akashi y Murasakibara fueron criados bajo el mismo techo desde los seis años, recibieron la misma educación pero el más alto no acepto llevar una vida como el pequeño amo. Se dio cuenta de que aunque era importante una buena formación escolar, la verdad es que se hallaba mucho mejor en la cocina. Así que un día solo comenzó a ayudar a la cocinera y jamás salió del lugar.


-A mi padre no le gusta que te retrases – dijo una vez Akashi quien había ido “de visita” con el gigante de cabello lila, en eso se había convertido – ¿Disfrutas tanto esto?


El pelirrojo observaba detenidamente como era que el más alto batía huevos con harina en un recipiente de vidrio y lo mezclaba hábilmente hasta formar una especie de masa. Mientras, el horno tras de sí se preparaba, lo había puesto a calentar.


-Aka-chin, no le fallaré a tu papá. Y si, lo disfruto muchísimo.


Cada que decía eso, Akashi veía una sonrisa completamente diferente a la que Murasakibara ofrecía a su padre. Era de completa felicidad. Solo de esa forma parecía que la usual pereza del gigante desaparecía. Aunque tenían la misma edad, la estatura del peli lila superaba casi por medio metro a la de Akashi.


-Te ayudare cuando termines de preparar el pastel con las clases que vas retrasado.


Pero Murasakibara se veía demasiado concentrado en preparar la crema para el decorado del pastel.


-Estaría perdido sin mi Aka-chin.


Siempre que el gigante decía una frase similar, Akashi sentía que las mejillas le ardían y jamás le miraba después de ello. Estaba seguro de que su titán no le miraba, pero lo cierto era que él gozaba cada que veía esa reacción en su pequeño emperador. Sin embargo, en esa ocasión ocurrió algo que tomo completamente desapercibido al pelirrojo que le quito el aliento y nublo sus pensamientos por más de un segundo.


Murasakibara había dejado sus instrumentos de trabajo de lado para alcanzar fácilmente el mentón del pelirrojo con tan solo estirar la mano por sobre la mesa, le miro un segundo directamente a los ojos, se inclinó de forma paciente hasta su rostro para finalmente plantarle un casto beso que dejo al más pequeño mudo y con un nudo en la garganta que impedía que las mariposas en su estómago se escaparan.


“Solo si te puedo ver, sé que soy feliz. Me siento feliz siempre que veo mi reflejo en tus ojos”


Los días habían transcurrido, pero el recuerdo de ese primer beso seguía intacto. Miles de pensamientos cruzaban la mente del emperador haciéndole difícil la respiración siempre que su titán estaba cerca. El sonrojo era inevitable y el nerviosismo un tanto peor. Le habían enseñado que jamás debía de bajar la vista ante alguien, pero siempre que lo tenía a él cerca era imposible sostenérsela porque sentía que el alma se le escapaba siempre que los orbes violetas le cruzaban el pecho.


-Aka-chin, ¿Por qué hoy no me miras?


La pregunta sobresalto un poco al pelirrojo y al levantar la vista de su libro hacia la persona que estaba frente a él descubrió un semblante sombrío.


-No es…


-Aka-chin no me ha mirado en dos semanas.


Al escuchar la nueva oración, el pecho de Akashi recibió una pequeña punzada que le hizo enarcar las cejas. Su titán lucia triste indiscutiblemente.


-¿Hice molestar a mi Aka-chin?


-No es así. No pienses esas cosas. – Akashi le tomo la mano instintivamente al titán, haciendo que este mirara sus manos enarcando suavemente las cejas – Es algo relacionado conmigo.


-¿Algo le pasa a Aka-chin?


La ternura en esas palabras enterneció al emperador que sonrió sutilmente mirando con detenimiento los ojos del gigante y negó.


-No. Cada día, me gusta estar más contigo.


“¿Incluso la felicidad se puede acabar? ¿Incluso quien junta puede separar?”


Mientras el emperador intentaba asimilar todos sus sentimientos, una noche en la cena algo le revolvió el estómago no solo a él, si no a Murasakibara también.


-Hoy recibí la cancelación de la boda del hijo de doctor Midorima. – comenzó el señor Akashi con un gesto molesto en el rostro.


Su hijo le estudio al igual que Murasakibara. La familia Midorima era muy allegada a su familia, el hijo de ellos también, Shintaro.


-¿Sucedió algo con Shintaro? – se le ocurrió cuestionar a Akashi ignorando el mal presagio que eso desataría.


-Lo peor.


-¿Lo peor? – Akashi frunció el entrecejo ahora preocupado.


-Él fue quien decidió al final no casarse. Una estupidez. Insulto a la familia de su prometida no solo por esa decisión, sino por la causa. ¿Cómo es que alguien cancela su compromiso con una bella dama por un chico de clase media?


La noticia sorprendió demasiado al pelirrojo, tanto que dejo caer sus cubiertos sobre la mesa. Murasakibara estaba pensativo también mientras escuchaba, y de repente, también algo alarmado.


-¿Shintaro hizo qué?


-Cancelo su boda con la señorita Satsuki para irse con un hombre. ¡Con un hombre! Las generaciones nuevas cada día se pierden más.


Una naciente tristeza se extendió por el semblante del pelirrojo cuando vio también la expresión de su titán al escuchar las palabras de su padre, aun así, se animó a preguntar.


-Tú… ¿no apruebas algo así? ¿No piensas que es mejor que cada quien busque su felicidad?


-Nada de felicidad es lo que se debe de encontrar en una pareja así. Los homosexuales son pura depravación.


“¿Es cierto que un sentimiento verdadero vence cualquier obstáculo?”


En los días siguientes, Akashi se enteró de que su amigo Shintaro había abandonado su casa para irse con el chico al que amaba. No pudo evitar sentirse aún más triste al ver que Murasakibara no estaba en la cocina más y asistía a las clases particulares porque se había negado a ir a la escuela. Siempre con esa expresión perezosa y aburrida, como si nada más importara. Ni siquiera él.


-Atsushi…


-Aka-chin, ¿está mal?


Esa pregunta helo al pelirrojo quien le miraba detrás la espalda.


-No está mal.


-¿Por qué papi chin no piensa igual?


-No lo sé, pero no está mal.


Acto seguido, Akashi paso los brazos por la cintura del más alto para estrecharlo y recargar el rostro en su espalda suspirando. Murasakibara coloco las manos sobre las que le estrechaban para después darse media vuelta.


-No importa nada. Yo te voy a amar siempre, Aka-chin.


Fue esta vez el titán quien paso sus brazos por la cintura del pelirrojo para después alzarlo un poco y poder besarlo de forma dulce, poco a poco comenzó a mover sus labios sobre los del contrario para prolongar un beso lento que poco a poco subió de tono.


-Atsushi, tranquilo…  – susurro el pelirrojo, temeroso que algún sirviente pudiera ver lo que pasaba en el pasillo, entonces le tomo la mano  para ir corriendo a su habitación y cerrar con seguro detrás de sí, correspondiendo a la intensidad de los labios del gigante.


-Aka-chin… mi Aka-chin…  – susurraba Murasakibara al oído del más pequeño mientras rompía los botones de su camisa al intentar abrirla.


Era la primera vez que ambos iban a experimentar algo similar, pese a eso, al nerviosismo y a la poca experiencia, sentían que se entendía a la perfección. Sus cuerpos se entendían a la perfección.


Akashi gimió dulcemente contra el pecho del gigante cuando este le acaricio el pecho, después le alzo por las caderas para que sus piernas fuera colocadas alrededor de su cintura pudiéndolo besar nuevamente avanzando hasta la cama. Dejo que Akashi quedara sobre de él, este sentía algo realmente duro entre sus glúteos al permanecer sentado sobre el gigante lo cual le hacía estar temeroso pero ansioso, había comenzado a besar el cuello del titán dejando suaves mordiscos que eran incitados por caricias en su espalda y columna vertebral, de repente las enormes manos se habían postrado en su cadera haciendo que suaves roces comenzaran a desatarse entre su excitación. Akashi volvió a gemir apretando los ojos para romper también los botones de su camisa y comenzar a pasear la lengua por su pecho hasta sus pezones. Murasakibara tenía un cuerpo atlético producto de las veces en que ellos solos practicaban baloncesto, era un completo deleite a los ojos del emperador.


Mientras una hábil lengua se encargaba de provocar más al gigante, las manos de este se posaron después en la cremallera del pantalón del pelirrojo, lo bajo para deshacerse después del botón con algo de rudeza, los jadeos propios y de su pequeño hacían que su deseo aumentara colosalmente conforme los segundos avanzaran, entonces tomándolo de la cadera lo coloco debajo de sí. Sorprendido quedo al sentir las manos del pelirrojo deslizarse con algo de desesperación por su vientre hasta sus pantalones para desabrocharlos igualmente y buscar el premio. Murasakibara contenía una dolorosa erección dentro del bóxer que Akashi se encargó de liberar. Al ver lo que había descubierto, él mismo sintió algo de miedo, la estatura del titán no era en vano. Sin embargo, descubriendo aquel temor, Murasakibara se había deshecho ya incluso de la ropa interior del más bajo para separar sus piernas y humedecer provocativamente donde seria depositado.


-At…Atsushi…


Gimió esta vez el emperador, enredando los dedos en la cabellera lila de su amante, aferrándose con la otra mano a las sabanas, arqueando deliciosamente la espalda. Murasakibara solo estaba envuelto en la locura que le provocaba ver al emperador de alguna forma tan sumisa, loco de escucharlo decir su nombre. Poco después cuando los gemidos se hicieron un poco más fuerte tuvo que taparle la boca o algo malo iba a pasar. Su papá estaba en casa, era algo que no debían de olvidar por muy extasiados que se encontraran. Y poco después, como si el titán fuera un experto, humedeció con su saliva dos de sus dedos largos para colocarlos en la estrecha entrada del más bajo, haciéndolo gemir más contra su mano, lo hizo de forma lenta asegurándose de no causar nada de daño, solo placer.


-Aka-chin… ¿está bien así?


El otro solo asentía, dejándose hacer mientras arqueaba la espalda e intentaba cerrar las piernas por inercia, algo que el otro no le permitía. Los dedos fueron movidos en círculos para acostumbrarlo a que algo ajeno estuviera dentro, y después, cuando no pudo soportar más la presión en su miembro, los saco, para colocar su virilidad.


-Atsushi… con cuidado…  – susurro bañado en sudor con la voz un tanto ansiosa.


Murasakibara le tomo el mentón para besarlo lentamente de forma posesiva tratando de indicarle que todo estaba bien para después poco a poco ser un intruso en su cuerpo. Las manos de Akashi se colocaron en la espalda del contrario para que las uñas se encajaran en su carne conforme avanzaba más adentro y aun más cuando comenzó a moverse sobre de él en un vaivén que dejo de ser doloroso para ser lo más placentero que pudo imaginar.  Akashi se llevó la diestra a la boca mordiendo un poco intentando evitar pasar desapercibidos sus gemidos. Fue casi imposible cuando llego al clímax mojando sus vientres de su esencia para que después, Murasakibara lo llenara a él.


Akashi cerró fuertemente los ojos aferrándose a su pareja mientras este dejaba de ser un intruso para besarle el rostro y acunarlo contra su pecho después.


-Amo a Aka-chin...  – le susurró al oído aun jadeando sin soltarle la cintura.


“¿Un sentimiento verdadero puede vencer cualquier obstáculo?”


Cada que se prueba una droga nueva, la adicción se vuelve casi instantánea. Eso fue lo que paso con Murasakibara al probar por primera vez a Akashi y con este al sentirlo dentro de sí. Pronto, sus ansias de tenerse mutuamente se hicieron persistentes y aprovecharon cualquier lugar para brindarse el amor que durante años se mantuvieron callados, sin expresar. Quizás fue un error no ser paciente.


El día en que el señor Akashi había marcado a su hijo para informar que llegaría con un día de retraso a la casa, decidieron no ser tan precavidos, dejando que todo el servicio escuchara los gemidos desesperados de ambos durante todo el día, toda la tarde, toda la noche. Se les paso tanto el tiempo que olvidaron la hora posible del arribo del señor de la casa. Cuando llego, su hijo estaba sobre el titán meciéndose mientras se dejaba llevar por la deliciosa experiencia de tenerlo dentro de sí. Una experiencia que se amargo cuando su padre irrumpió en la habitación de su hijo a pesar de que las sirvientas habían intentado detenerlo.


“No importa el tiempo ni las circunstancias. Mi corazón, solo será tuyo.”


Las cosas de Murasakibara esa misma noche estuvieron afuera y Akashi, encerrado. Los golpes propiciados por su padre fueron insignificantes a comparación del sentimiento en su pecho al no tener a su titán consigo.


Las sorpresas siempre son muchas.


“No importan los demás. Solo tú y yo”


Murasakibara había vivido lo suficiente en esa mansión para saber sobre escondites y pasajes que lo llevaran a la habitación de su amado, así que siempre lograba escabullirse para verlo a pesar de que estaba bajo llave. Y se volvían a amar. Siempre se amaban y parecía que su amor no tenía fin. Parecía.


“Aun si son años, te amare más. Aun si son kilómetros, te añorare el doble.”


Murasakibara había logrado encontrar al amigo de Akashi, Midorima, y le había dejado vivir con él, su esposo… y su bebé. Midorima tenía un bebé con un chico de nombre Kazunari. Mientras los veía, imaginaba un futuro igual de hermoso con su emperador. No necesitaba dinero, no necesitaba la mansión, solo lo necesitaba a él, a su Aka-chin.


Pero sus visitas se habían vuelto descaradas, así que un día, Akashi estaba en un avión directo a Europa, y Murasakibara se quedó atrás, con sus sentimientos, con sus sueños y con sus recuerdos. Todos pertenecientes a Akashi.


“Y si te vuelvo a ver… Aun te amaré”


Midorima, siendo convencido por su esposo, término ayudando al titán para establecer un negocio. Resultaba que tenía talento para los postres, así que el negocio fue exitoso. Poco después, se había presentado con él un inversionista que quería agrandar el negocio de Murasakibara, ofreció brindar una fuerte cantidad de dinero y tras algo de dudas, el titán finalmente accedió. Todo floreció.


Resulto que el inversionista, de nombre Himuro Tatsuya, era un padre de familia también. Tenía un pequeño azabache de seis meses que un día había llevado consigo porque su esposo estaría demasiado ocupado en el trabajo.


Habían pasado cuatro años desde que Akashi se había ido y no había vuelto a saber de él.


Himuro estaba siempre en la pastelería del titán para revisar las finanzas y los cortes de caja, como Murasakibara había acabado todo en su cocina, se dispuso a descansar. El pequeño de Himuro había comenzado a llorar y este no tuvo más que levantarlo para intentar calmarlo. Al asomarse por la ventana, una imagen conocida le removió el pecho. Había una niña de cabello morado mirando por la ventana, saboreaba el último pastel que acababa de hornear, uno de cereza.


El titán acababa de calmar al pequeño, corto una rebanada y la coloco en una bonita envoltura para salir a entregárselo a la niña.


-Espero que te guste.


-¡Muchas gracias!


Había exclamado la pequeña con una enorme sonrisa. Esa sonrisa le recordó a su…


-¡Yukari!


Esa voz tras sus espaldas le había erizado la piel al titán. Era voz era inconfundible. Cuando se dio media vuelta comprobó sus sospechas. Era su Aka-chin con los orbes rojos como el fuego.


-¿Aka-chin?


-Atsushi…


-¡Atsushi!


Había gritado una tercera voz que salía del establecimiento y corrido directamente donde el titán.


-Atsushi, te he dicho que no saques así al bebé sin avisarme, ¡estaba asustado!


-Lo siento, Muro-chin…


-Yukari, no te alejes así – había dicho el pelirrojo pasando de largo ante la escena para tomar a la pequeña de la mano – Regresemos al auto…


-Pero mamá, este señor…


-Me platicas en casa.


-¿Mamá? – Se cuestionó en un murmullo mientras miraba pasar a su lado, después, tuvo el valor de avanzar un paso para tomarle de la mano – Aka-chin…


-¿Perdón? – Cuestiono el otro completamente extrañado – Seguramente, me confunde.


Y se marchó.


“Y si me ignoras, seguiré tras de ti…”


Esa misma noche, Murasakibara decidió escabullirse a la mansión utilizando los mismos métodos de antes. Efectivamente, su Aka-chin dormía ahí, abrazado de alguien. La niña a quien le había regalado el pastel. Los miro a ambos formulando una sola teoría que le emociono tanto que sonrió ampliamente y se escabullo en la cama para abrazar al pelirrojo.


-Aka-chin…


Susurro estrechándolo por la cintura, el otro se sobresaltó al tenerlo a lado y le miro como si no pudiera creer lo que veía.


-Aka-chin, soy yo.


-¿Tú? ¿Qué haces aquí? – cuestiono en voz baja, tratando de alejarse de él.


-Vine a buscarte, Aka-chin. ¡Te amo, Aka-chin!


-¡No hables tan alto!


Susurro nuevamente, la niña a lado suyo comenzó a moverse para abrazarse a él. Akashi acaricio sus cabellos acurrucándola en su regazo y no volvió a mirar a Murasakibara.


“Y si dejaste de amarme, te conquistaré otra vez…”


-Aka-chin, ¿es nuestra bebé?


La pregunta directa helo al pelirrojo que no giro su rostro ni un solo momento para mirarlo.


-Aka-chin, ¿de verdad somos padres?


La emoción en el titán se hacía cada vez más desbordante.


-No… Tú tienes un bebé con alguien más. Ella es mi hija. MIA.


Murasakibara abrió grandes los ojos ante la respuesta.


-¿Otro bebe? Yo no tengo otro bebé… Aka-chin, yo no podría estar con alguien que no seas tú…


-Tienes otro bebé, yo lo vi.


-No, no, ese es el hijo de Muro-chin, ¡él está casado!


-Contigo.


-¡No! ¡¿Cómo podría casarme con alguien que no es mi Aka-chin?!


Las lágrimas en los ojos del titán rebelaron que él decía la verdad, este se abrazó al pelirrojo como un niño pequeño comenzando a sollozar.


-Amo a Aka-chin… Solo puedo amar a Aka-chin… Te amo, Aka-chin… Desde siempre te he amado…


Pronto las lágrimas comenzaron a formarse en los ojos del pelirrojo, las dejo caer con la última frase para aferrarse igualmente a él.


-También te amo, Atsushi, te he amado siempre, siempre, siempre.


El ajetreo era demasiado como para no despertar a la pequeña a lado suyo, esta se despertó tallándose los ojos hasta ver la escena.


-¿Mamá…? – Cuestiono aun somnolienta - ¿Mamá? ¿Por qué esta el señor del pastel aquí?


Ambos rompieron el agarre limpiándose los ojos, el titán le miro con una enorme sonrisa.


-Yukari, ¿recuerdas que te dije que veníamos para conocer a papa? – La pequeña asintió algo confundida aun – El señor del pastel es tu papá.


-¿Mi papá?


La pequeña perdió el sueño por completo para quedar viendo al titán detenidamente. Eran iguales.


-Soy tu papá – había dicho con una enorme sonrisa.


La niña se abalanzo a él con todas sus fuerzas para abrazarlo.


-¡Papá! ¡Tenía muchas ganas de conocerte, papá! Estoy muy feliz…


Las lágrimas surcaron también los ojos de la pequeña, Murasakibara la acurruco contra su pecho mientras le limpiaba los ojitos.


-Yo también tenía muchas ganas de conocerte, y ahora estaremos siempre, siempre juntos, Yukari-chin.


Akashi observo al par abrazados para después hacerlo él. Los amaba. Amaba a su familia.


“Porque no me importa, si no te importa. Porque yo no brillo, si tu no brillas.


¿Puedes leer mi mente?”

Notas finales:

¿Les gusto?

Espero que si! 

Gracias por su tiempo, leer y si lo dejaron, por su RW!


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