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Beso alevoso por Pandora09

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Notas del fanfic:

Un BangLo simple antes de volver a desaparecer.

- ¿Qué mierda significa esto?

Un grito histérico lo arrancó violetamente del plácido sueño que estaba teniendo, un dulce aroma a pino y el recuerdo de los vasos de whiskey que lo perseguían desde lo que parecía una eternidad.

Se acurrucó contra la almohada e inhaló el aroma de sus sueños, con una sonrisa infantil y casi pervertida en el rostro, sintiendo un golpe caer sobre su hombro, seguido de una sacudida que terminó de quitarle el sueño cuando las mantas escaparon de su cuerpo y el aire gélido se coló por entre sus piernas y arañó el resto de su cuerpo con saña.

- ¡Hyung! –masculló alargando la palabra innecesariamente, para luego refregarse los ojos con las mangas del polerón con que estaba durmiendo. También parpadeó varias veces, buscando eliminar las lagañas y humectar sus ojos antes de exponerlos a la luz de la lámpara a su derecha.

- ¿Quién eres tú?

- ¿Qué?

Levantó la cabeza para fijar la mirada en el dueño de aquella desconocida voz y se encontró con alguien a quien nunca antes había visto.

- ¿Quién eres tú?

De un rápido movimiento, se sentó y cruzó las piernas en posición de indio, escondiendo sus manos en el hueco que estas dejaron luego de quitarse el gorro del polerón rojo que no le pertenecía.

El tipo que lo miraba vestía un grueso abrigo de piel –esperaba que fuera sintética-, tenía el cabello oscuro como la noche y el rostro más delicado que había visto alguna vez.

- ¿Qué haces en la cama de mi novio?

- Dormía –soltó un bostezo que ocultó con las mangas que olían a pino y un desvanecido toque de perfume masculino-. ¡Espera! ¿Novio?

Esa simple palabra logró espantarle el sueño por completo y, por si fuera poco, la figura a la que no veía hace una par de años y el principal culpable de estar durmiendo en aquella cama, apareció bajo el marco de la puerta.

- Channie, ¿qué pasa? –el silencio los ahogó durante unos segundos, segundos infernalmente largos que ambos utilizaron para reconocerse, para recrearse con la imagen que se había difuminado en su memoria como un corazón roto oculto en un mohoso baúl de recuerdos-. ¿Zelo, qué haces en mi cama?

El menor de los tres soltó un suspiro cansado y fijó la mirada en el reloj digital sobre el velador. Excelente, eran casi las cinco de la madrugada y él estaba congelándose por la llegada inesperada del Bang menor.

- Dormía –se levantó de golpe de la cama y, forzándose a ignorar las dos miradas curiosas, se dirigió a la habitación contigua-, iré a la cama de YongNam hyung.

El gemelo mayor dormía plácidamente, abrazando una almohada con fuerza, como si fuera otro cuerpo humano en el que buscaba calor y refugio. Estuvo realmente tentado a meterse entre las mantas y tomar el lugar de la almohada, solo para entrar en calor, no era que quisiera meterse entre los brazos de su cuñado y fingir ser su hermano para recibir algo de cariño, pero se sentía repentinamente carente de amor.

Con otro suspiro cansado y con todo el sigilo que pudo, removió las prendas del mayor al interior del closet hasta dar con el abrigo más grande y grueso que poseía para luego volver a la puerta y atravesar el pasillo que lo llevaba de vuelta a la sala. Silenciosamente, pasó frente a la habitación de YongGuk y escuchó los enfurecidos murmullos del tipo con rostro de mujer sin llegar a entender sus palabras o las respuestas del mayor, no le importaba nada que ellos tuvieran que hablar.

Se deslizó por el piso y, cuando estuvo a una distancia prudente, saltó sobre el sillón más grande y se acomodó hasta estar completamente cubierto por el abrigo de YongNam, que olía a pino y madera.

- Bienvenido a casa, pequeño Junnie –gruñó por lo bajo, sintiendo que el frío volvía a colarse por sus piernas desnudas.

- ¿Cuándo volviste?

Volvió a gruñir, pero de forma más animalesca y se giró de costado para enterrar el rostro en el acolchado respaldo de cuero del sillón.

- ¡Quiero dormir, mierda!

Soltó un gemido lastimero y quiso hacer una pataleta cuando sintió el cojín hundirse cerca de sus piernas flexionadas. Estaba cansado, realmente cansado. El viaje desde Japón había sido un jodido desastre por culpa del maldito mocoso que iba a su lado jugando con figuras de acción y lanzándoselas a la cabeza cada vez que comenzaba a rendirse ante el sueño.  Al bajarse del avión y buscar su equipaje, se dio cuenta de que había sido mal etiquetado y que llegaría tres horas después, en el siguiente avión. Como si eso fuera poco, pasó una hora y media de las tres que debía esperar intentado contactarse con algún miembro de su familia, por supuesto que los tres ignoraron completamente sus llamadas e innumerables mensajes pidiendo auxilio.

Cuando su equipaje llegó, afortunadamente a salvo, decidió que la sorpresa estaba arruinada, porque la lluvia caía de forma estruendosa sobre la ciudad y él no encontraba taxi, sus llamadas no eran contestadas y estaba tan oscuro que apenas podía ver un metro frente a él. Su sorpresa estaba arruinada por su flagrante torpeza y el odio infundado del mundo hacia él.

Unos quince minutos después de estar empapado bajo la lluvia y sin hallar un lugar para guarecerse, consiguió un taxi que le cobró todo el efectivo que le quedaba para llevarlo a su casa, solo para llegar y encontrarse con todas las luces apagadas y las puertas firmemente cerradas.

Gracias al cielo, Bang YongNam, su adorable cuñado, aceptó recibirlo en su casa cuando lo encontró en porche con la apariencia de un abandonado y triste perro mojado.

Para colmo, como si su suerte no fuera ya lo suficientemente deplorable, justo cuando conseguía dormirse luego de una batalla campal contra la hipotermia, su estúpido amor de adolescencia aparecía con su flamante novio a refregarle en la cara que había seguido adelante, no como él, que seguía estancado en sus anhelos pasados.

Hasta quería llorar por la impotencia.

- ¿Qué te pasa?

- ¡Que estoy cansado, joder! Que mi día fue una soberana mierda y tú tienes que llegar a arruinarlo, como si ya no estuviera lo suficientemente cagado por mi cuenta –quitó uno de los cojines de debajo de su cuerpo y golpeó al mayor con él hasta que se hubo cansado-. ¿Qué cojones haces acá?

- Estás en mi casa –YongGuk se defendió como pudo sin llegar a atacarlo.

Zelo estaba cansado, exhausto, y estaba rozando la psicosis por la falta de sueño y el frío, quería golpear a YongGuk, gritar y llorar en posición fetal hasta caer inconsciente, pero todo lo que consiguió cuando suspiró para serenarse fue encontrarse con preocupada mirada marrón oscuro del dueño de sus pesadillas.

Mierda, habían pasado dos años y seguía sintiéndose como ese jodido adolescente que lamía el piso por donde YongGuk pasaba.

De un salto, se alejó de él y corrió hasta la habitación de YongNam para sacudirlo escandalosamente y despertarlo.

- ¡Las llaves de mi casa! –ordenó cuando el Bang mayor encendió la lámpara junto a su cama y buscó la fuente de su caótico despertar.

JunSeo siempre había confiado de más en las personas y YongNam era el único que realmente se lo merecía, por lo que sus padres le permitían tener una copia de las llaves de su casa en caso de que JunSeo perdiera las suyas y ellos no se encontraran cerca, al menos durante el tiempo que Zelo estuviera estudiando en Japón.

- ¿Qué pasa? –rebuscó en el cajón del velador hasta dar con el llavero que tenía unas diez llaves de diferentes colores colgando de un llavero con forma de conejo que Zelo le había regalado a su hermano hace una eternidad sin ninguna razón en especial.

Sin responder, le arrebató las llaves de las manos y corrió de vuelta a la habitación del gemelo menor, se quitó el polerón y lo tiró sobre el tipo que dormía enfurruñado sobre las mantas desordenadas, para luego dirigirse como alma que lleva el diablo, al exterior, arrastrando su jodidamente ruidosa maleta y con los cables de los audífonos colgando desde el bolsillo mal cerrado de su mochila.

De repente, sin saber muy bien por qué, detuvo sus pasos apresurados y giró sobre sus talones, solo para encontrarse con YongGuk mirándolo preocupado desde la acera, con un paraguas de color rosa en la mano derecha, solo entonces Zelo se dio cuenta de la lluvia que caía como fina escarcha sobre su cuerpo, humedeciendo las pocas prendas que llevaba y provocándole temblores cuando el mayor lo alcanzó y lo cubrió con él.

Sin decir palabras, aceptó ser acompañado por el mayor, que le quitó la maleta y la arrastró a su lado el resto del camino.

 

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El interior de su casa estaba casi tan frío como el exterior y no le sorprendió, sus padres siempre habían sido unos tacaños y ahorraban tanta electricidad como podían. Corrió hasta la cocina mientras le explicaba a YongGuk que sus padres habían viajado con JunSeo a ver a su abuela en Mokpo, mientras que él había tenido la brillante idea de caerles de sorpresa el mismo día que ellos habían partido.

- JunSeo dijo que volvías en dos meses.

- Sí, pero adelanté un par de materias y me gradué antes, es una excepción que hacen en la academia con estudiantes extranjeros –eso sin decir que estaba cansado de los colsplay, las tiendas de Totoro y los árboles de sakura con sus pétalos cubriendo todo y despertando su más molesta alergia dormida. Y sí, también quería verlo, porque seguía aferrándose al poder de sus hormonas y no moriría tranquilo si no tenía un pedazo de él.

Encontró apenas un tarro de café a la mitad y un paquete de galletas vencidas en un gabinete, era lo suficientemente bueno para él que solo necesitaba entrar en calor y quitarse la ropa mojada.

Mientras el café se calentaba en la cafetera, se dirigió junto al mayor a su polvorienta y olvidada habitación, el colchón estaba desnudo y los escasos muebles estaban cubiertos de una capa de polvo.

- Excelente –sin pensarlo mucho ni preocuparse por su acompañante, quien lo miró fijamente durante todo el proceso, se quitó la ropa mojada y rebuscó en su maleta algo con lo que cubrirse del frío.

¡Qué cómoda y caliente había sido la cama de YongGuk!

Luego, volvieron a la cocina y Zelo lo invitó a tomar un café, junto a la comodidad de estar en casa y su cuerpo entrando en calor, se sintió bastante cómodo como para invitar al mayor a tomar una taza de café con él. Su ataque de histeria había acabado cuando lo vio bajo la lluvia con ese afeminado paraguas rosa de Natasha que tenía un agujero y provocó que el mayor se mojara un hombro. Solía tenerlos constantemente, aunque no eran tan extremos como los de JunSeo, que acababa tirando los platos contra las paredes, y le agradecía al cielo por los gemelos Bang y su paciencia divina.

- ¿Qué hacías en mi cama? –preguntó el mayor luego de verlo verter los últimos restos de azúcar que había encontrado en un azucarero olvidado junto al lavaplatos.

Se preguntó si sus padres pensaban volver de Mokpo o si se habían ido para siempre.

- Habría sido un poco extraño dormir con mi cuñado y se suponía que no volverías hasta mañana –se encogió de hombros y le dio un largo sorbo al café hasta que el estómago le ardió.

- ¿Y por qué dormías con mi polerón?

Zelo lo miró desvergonzadamente y sus miradas se encontraron traviesas y coquetas, casi como en el pasado.

- Fue lo más abrigado que encontré y es el que me prestabas cuando era menor y no me quisiste regalar cuando me fui a Japón –volvió a sorber el café, asegurándose de no quemarse-. Perdóname por dejarme llevar por la nostalgia.

YongGuk soltó una carcajada y bebió su café sin azúcar.

- Así que –no sabía cómo sacar el tema, nunca había sabido disimular algo o ser sigiloso, simplemente era demasiado directo para sus cosas y no sabía si aún le agradaría así al mayor-, ¿Channie?

- Es HimChan, Kim HimChan, debes recordarlo.

Lo intentó, podría jurar que luchó contra el sonrojo que se apoderó de sus mejillas, pero perdió patéticamente y YongGuk enarcó una ceja cuando el calor explotó con violencia en su rostro. El tipo afeminado era HimChan, Kim Jodido HimChan, el tipo que había pasado sus últimos meses en Corea burlándose de su infantil amor no correspondido. El mismo que había roto el corazón de su mejor amigo diciéndole que nunca sería suficiente para él.

El mismo Kim HimChan que le había declarado la guerra cuando ambos comprendieron que estaban enamorados de la misma persona. El mismo que nunca dejó de jactarse ser el único que tenía una oportunidad con YongGuk porque el moreno nunca podría fijarse en un mocoso insípido como él, en sus propias palabras.

- Lo recuerdo como una bola de grasa –masculló de forma mordaz y se bebió el último trago de café-, ¿cuándo se operó?

- No se operó, solo comenzó a cuidarse, no estaba tan gordo como cuando era menor –y eso era lo peor de todo, que siempre tuvo facciones perfectas y un cuerpo envidiable, solo que tendía a crecer demasiado en ciertas temporadas-. Está trabajando como modelo desde hace un año.

Mierda, dos años lejos habían sido demasiado tiempo. Y como si le importara una mierda los datos rosas de la vida de su enemigo natural.

- Hasta que caíste en sus encantos –negó con la cabeza, fingiendo fingir decepción.

- Es que tú nunca caíste en los míos.

Si supieras.

- Te dije que por lo menos debías invitarme a una cita, no podía simplemente decir que sí a los sucios ofrecimientos de un pervertido –se agarró desesperadamente a la muletilla que utilizaba cuando era más joven y le aterraba la idea de aceptar sus propios sentimientos (aunque tenía bastante claro lo que sentía por el mayor) y embarcarse en una relación adulta con él. Había sido un niño inmaduro y marica que había dejado pasar la única oportunidad de su vida. Y cuando llegó a Japón, convencido de que solo era un amorío infantil que moriría con el tiempo, y salió con hombres, mujeres y sujetos sin género definido, comprendió que nadie sería tan bueno o buena como Bang YongGuk.

Su única referencia positiva en cuando a relaciones amorosas era la relación de JunSeo y YongNam, a veces pensaba que ellos fueron creados para estar juntos, como si hubiesen nacido para pertenecerse, porque no había recuerdo en su memoria en que su hermano no estuviera felizmente aferrado al gemelo mayor. Y todo era gracias a la paciencia infinita de YongNam, porque Zelo podría jurar por sus propias manos que JunSeo no se merecía a alguien tan bueno a su lado.

Y él quería algo así, porque JunSeo también amaba perdidamente a YongNam.

- No me esperaste, hyung, no pasaron dos meses y ya andabas tomando a otras personas de la mano.

Repentinamente, el ambiente agradable del reencuentro tibio del café, se volvió gélido y tenso, como si sus palabras no fueran la broma que Zelo quiso disimular, porque no era una broma y eso le seguía rompiendo el corazón.

Los minutos siguientes fueron un fluir de incoherencias que intentó camuflar la incomodidad de los recuerdos y el rechazo, pero ninguno de los dos pudo tragar la desagradable sensación de que ambos la habían cagado y parecía no tener vuelta. Zelo fingía perfectamente no estar interesado en el mayor y YongGuk estaba felizmente emparejado con HimChan.

- Siempre me pregunté, hyung –susurró luego de despedirse en la puerta, el cielo ya no lloraba y YongGuk, que lo miraba desde el antejardín, podía esconder perfectamente el paraguas rosado-, si tus labios realmente saben a whiskey… lástima que ya tengas correa y debas ser fiel.

 

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Zelo tenía pocos recuerdos memorables de su infancia y adolescencia y en todos ellos estaban presentes JunSeo y los gemelos Bang.

JunSeo era el tipo de hermano mayor que combinaba perfectamente la sobreprotección con el libertinaje y solía olvidar que todo tenía un límite, en especial ese que en su relación de hermano mayor y hermano menor debía existir, simplemente vivía como quería y arrastraba consigo al menor. Aunque Zelo debía agradecerlo, JunSeo le había mostrado cada arista de la vida y le había permitido decidir por sí mismo lo que era bueno y lo que no. De esa forma, y siempre bajo el ala protectora de su mejor amigo, Zelo vivió libremente cada experiencia que un adolescente debía vivir antes de lanzarse definitivamente a la vida adulta.

Siempre supo que JunSeo era homosexual, o que estaba perdidamente enamorado de Bang YongNam, al menos, pero de todas formas fue quien lo hizo ver su primera película para adultos, una heterosexual. Zelo siempre recordaría haberse esforzado por concentrarse en la película, no en su apasionante trama ni en la profundidad espiritual de sus personajes. Recordaba a las mujeres, sus gemidos y la forma en que sabía que debía sentirse y no lo hacía. No había nada llamativo en las imágenes frente a él, incluso se quedó dormido y JunSeo se burló de su estupidez durante un año completo.

También recordaba perfectamente su primera experiencia con el alcohol, que casualmente estaba estrechamente relacionada con su primera experiencia sexual.

Fue en su cumpleaños número dieciocho. JunSeo decía que cada cumpleaños debía significar algo especial, su primer porro, su primera cerveza y su primera paja. No era un recuerdo grato y aquello no se debía únicamente al vómito de madrugada ni la resaca al día siguiente, se debía únicamente a que su mente había estado llena de imágenes de Bang YongGuk besándose con su novia mientras él y Moon JongUp se escondían en la oscuridad de su habitación y descubrían por qué ninguno se emocionaba con los grandes pechos y los prominentes traseros.

Zelo no tenía la más remota idea de lo que había pasado por su cabeza aquella noche, tal vez se debía a las incontables ocasiones en que JunSeo le relató, con lujo de detalles, las proezas de las que era capaz Bang YongNam en la cama. O tal vez fue culpa del mismo YongGuk, que en un arranque de estupidez, impulsado por la cantidad exorbitante de alcohol en su organismo, lo había toqueteado por sobre la ropa hasta que gimió su nombre y buscó, patética e infructuosamente, su boca.

Después de eso, Zelo evitó concienzudamente a YongGuk durante una tortuosa semana. También evitó a JunSeo, YongNam y JongUp. No podía mirar a la cara a su hermano porque el muy maldito conocía sus sucios pensamientos y lo incitaba a buscar satisfacción en el Bang menor. El alejarse de YongNam era entendible, se decía, tenía la misma jodida cara de su hermano gemelo y Zelo no se sentía con estómago como para confundirlos. Y JongUp, su mejor amigo, se sentía tan avergonzado de haber llamado a otra persona mientras eran sus manos las que lo tocaban, incluso si ambos habían concluido que no había nada emocional en su encuentro, que era solo un experimento para que ambos aclararan sus gustos.

Y vaya que lo hicieron. JongUp llegó a la conclusión de que le gustaba un poco Zelo, aunque eso no llegó a nada cuando Kim HimChan apareció frente a él y lo cegó con su ponzoñosa belleza. Mientras que Zelo, bueno, estaría de más decir que comenzó a cuestionarse su cordura.

Y todo empeoró cuando creyó volver a la normalidad, cuando se convenció de que todo había sido producto del alcohol y del descaro de YongGuk de jugar con él para luego ir a desfogarse en los brazos de su novia escuálida y sin gracia. Porque intentó fingir que nada había pasado, pero las experiencias pasadas y las hormonas disparándose a cada segundo en su cuerpo, en especial cuando el gemelo menor estaba cerca, le decían otra cosa, una que no quería aceptar. Y podría haber jurado que el maldito podía presentirlo, olerlo, porque su sonrisa se ensanchaba, obscena y deslumbrante, sus manos se acercaban y Zelo podía sentir el camino que recorrían en sus muslos mientras la familia Bang y los hermanos Choi cenaban. Todo lo que el menor podía hacer era morderse los labios y lanzarle miradas deseosas cuando pensaba que nadie lo miraba.

Y no era solo tensión sexual, porque Zelo seguía siendo un niño soñador que esperaba por algo de fantasías y YongGuk solo tenía polvo para darle. Y no, no era polvo mágico.

Zelo fue un idiota, siempre se lo repetía, porque había dejado ir la única oportunidad real que pudo tener con Bang YongGuk por ir en busca de una ilusión.

YongGuk no sería capaz de abandonar su vida de conquistador rompecorazones por un niño idiota como él. Y Zelo no se habría conformado con un momento de pasión ahogando sus deseos en el mayor para luego fingir que nada había pasado, que no había volcado todos sus sentimientos y su alma misma en el acto, porque sí, era un idiota.

Y un día, sin esperarlo, se dio cuenta de que estaba enamorado. No tenía idea de si se trataba de una pareidolia creada por las constantes ensoñaciones de JunSeo o por su propia fascinación, pero había algo en su interior que quería destrozarlo cada vez que YongGuk estaba cerca, incluso cuando pensaba en él o escuchaba su voz sin tenerlo presente. El mundo de Zelo había comenzado a girar en pos del Bang menor y no sabía si debía sentirse feliz por tener la capacidad de amar tan apasionadamente o si debería haberse suicidado en el momento en que lo comprendió.

No podía recordar el nombre de la chica con que vio a YongGuk una tarde de verano –es que no recordaba el nombre ninguna, porque para ambos siempre habían sido solo cuerpos y nunca rostros- pero recordaba la devastación abriéndose paso en su interior a medida que las manos del mayor recorrían su cintura de abeja y ella de derretía por las caricias. Zelo comprendió, en una milésima de segundo, que no quería ser como ella, que todos esos coqueteos y toques descarados no debían acabar con un polvo rápido y una sonrisa de despedida cuando llegara el amanecer. Y fue cuando todo se derrumbó frente a sus ojos, porque era a todo lo que podía aspirar con alguien como YongGuk, era todo lo que podía pedir y no quería sentirse patético y usado, quería que YongGuk se quedara a su lado y que acunara su cuerpo contra el suyo como si fuera un objeto sagrado. ¿Qué otra razón debía haber para eso que no fuera el estar perdida y estúpidamente enamorado de un imposible?

Entonces hizo lo más lógico y maduro que se le pasó por la cabeza. Entre sus olvidados cuadernos, encontró un desgastado folleto de propaganda de una prestigiosa academia de danza en Japón. Zelo odiaba Japón, volar en avión y conocer gente nueva, pero escapar de Corea le resultaba la solución perfecta para olvidar a su amor adolescente sin morir en el intento.

Y lo hizo, por un tiempo. Olvidó que su corazón había quedado guardado en su habitación en Corea, a la espera de un idiota que no lo necesitaba. Olvidó que había soñado. Y había soñado tanto que las fantasías se arrastraban bajo su piel sin que fuera capaz de darse cuenta. Creyó que podría amar como un hombre maduro y que amar significaría ver en el otro el mismo cariño insulso que él entregaba. Creyó que para amar no necesitaba entregar nada de sí mismo, que amar era ser uno mismo simplemente al lado de otra persona. Entonces también olvidó las mariposas, las hormonas, el extrañar a otra persona y la seguridad del cariño. Nunca fue capaz de entregarse a alguna persona, nunca dijo un “te quiero” con sinceridad, como si todas esas cosas hubieran quedado en el pasado, en el adolescente que fue y del que se despidió cuando besó a YongGuk antes de abordar su avión. Pensó que ese era el adiós.

Pensó y se equivocó.

 

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Su familia regresó de Mokpo dos semanas después de su arribo a Corea y a ninguno le sorprendió su apariencia desordenada y miserable, aunque sí se burlaron de su altura, que aumentó considerablemente en la tierra del sol naciente -sí, Zelo se había percatado de que incluso superaba a Bang YongGuk.

JunSeo, que era el único emocionado por su regreso, decidió que sería una buena idea hacerle una fiesta de bienvenida -sí, incluso dos semanas después lo seguía considerando su bienvenida.

De alguna forma, todo el vecindario acabó hacinado en su pequeña casa mientras los señores Choi tenían una cita romántica para revivir las llamas de su relación. Zelo no quería pensar en sus padres tirando en algún motel cutre, le resultaba repugnante.

Desde los infaltables hermanos Bang hasta los casi olvidados Jung DaeHyun y Yoo YoungJae, que habían sido sus amigos de infancia junto a Moon JongUp. Incluso la diva del barrio, alias Kim HimChan, entró a su casa con una sonrisa socarrona. No quería ser morboso, pero Zelo podía imaginarse a sí mismo cortándole la lengua y ahorcándolo con ella hasta que su delicada cabeza de conejo explotara sangrientamente.

La música se oía en cada rincón, reverberando en los cristales de las ventanas a un ritmo estridente. Zelo amaba la sensación de las melodías golpeándole los tímpanos, perderse completamente en la música, en las vibraciones violentas de su cuerpo y la forma en que sus pensamientos se ahogaban cada vez que veía al gemelo Bang menor.

A veces –al menos durante esas semanas-, pensaba que debía madurar, dejar ir cada sueño que había tenido mientras crecía habitando esa ciudad, pero también sentía que estaría renunciando a una parte de sí mismo. Ya se sentía hasta viejo, y no se le puede enseñar trucos nuevos a un perro viejo. ¿Por qué dejar de amar a alguien cuando podía hacerlo en secreto y eternamente?

Aunque, secreto tan secreto no era. JunSeo lo sabía y, por la forma en que Bang YongGuk lo miraba con burla sentado desde el sillón junto a Kim HimChan, que recordaba viejos tiempos con DaeHyun y YoungJae, los gemelos y toda la cuadra también lo hacía.

Queriendo sentirse ajeno al mundo, Zelo simplemente se sacudía al ritmo lánguido de la música que JunSeo tanto amaba. Suavemente, se movía de un lado a otro, sosteniendo un vaso que estaba intacto desde que lo sirvió. No se emocionaba por estar ahí, pero no le importaba realmente estar en ese lugar o en medio de la calle moviéndose al son del viento y la noche.

- Bienvenido –se detuvo de golpe y algo del líquido trasparente del vaso le corrió por la mano y mojó las mangas de su polera manga larga.

Moon JongUp le sonreía de forma deslumbrante, con una sonrisa incluso más grande que la mueca inocente que le regalaba en el pasado. Habían pasado unos tres o cuatro años desde la última vez que se vieron, cuando Kim HimChan decidió que JongUp no era suficiente para él. Y Zelo no podía comprender esa decisión, su amigo era la persona más bonita que conocía, tenía un sentido del humor extraño y una sonrisa deslumbrante, sin contar con un cuerpo esculpido por el baile como por un cincel divino. Era el paquete completo, lástima que fuera su mejor amigo y ninguno fuera capaz de ver al otro como algo más.

- ¡Uppie! –sin pensarlo mucho, dejó caer el vaso y se dejó caer en los brazos de su mejor amigo. Había olvidado los rostros de la mayoría de los habitantes de Mokpo durante su estancia en Japón, pero Moon JongUp era imposible de olvidar.

- ¿Por qué no me avisaste que volverías?

- ¿Por qué tú no me dijiste que estabas acá?

- ¿Sorpresa? –el rostro inocente de JongUp hizo que toda su frustración se esfumara en un segundo.

Repentinamente, todo para Zelo se iluminó. ¿Por qué debía amargarse la vida por un idiota? Había regresado a Mokpo para reencontrarse con su familia, volver a ver a sus antiguos amigos y disfrutar de sus últimos años de juventud y libertad antes de convertirse definitivamente en un adulto.

Moon JongUp era un excelente bailarín y gran parte de la inspiración de Zelo. Había soñado un montón de veces compartir escenario con él y demostrarle lo mucho que había pulido sus habilidades en Japón, quería mostrar que esos dos años lejos no habían sido en vano.

Ambos muchachos se dirigieron, sin palabras, a la improvisada pista de baile en la sala, donde un par de principiantes mostraban sus habilidades que quedaron en el suelo cuando la pareja les demostró lo que era el verdadero talento.

Escuchó exclamaciones de sorpresa y admiración a medida que el sudor le perlaba la frente por el esfuerzo y los minutos pasaban en canciones agitadas y ensordecedoras, hasta que la lista de reproducción se volvió un vomitivo especial de baladas y, bailar pegado a JongUp, un poco incómodo.

Decidió que salir un poco al antejardín le ayudaría a recuperar el aliento y refrescarse. Fue poco tiempo el que estuvo con JongUp, pero había recuperado una parte de él que se había amargado completamente estando solo en Japón.

A veces era bueno estar en casa.

- ¿Te diviertes?

A veces, solo a veces.

Soltó un suspiro y giró sobre sus talones para encarar a Bang YongGuk, que le tendía un vaso con un sospechoso líquido color naranja.

- Bastante, ¿y tú?

- También, ¿fue muy emocionante tu reencuentro con Moon JongUp?

Zelo sonrió abiertamente y asintió con fervor, sinceramente alegre de haber encontrado tan pronto a su mejor amigo, había temido nunca volver a verlo y solo podía culpar al bastardo de Kim HimChan por eso.

- Es mi mejor amigo, sería extraño no emocionarme por verlo después de tres años.

- ¿Sigue siendo tu mejor amigo? –preguntó el mayor, mirándolo extrañado y Zelo casi le escupió en el rostro el líquido que estaba bebiendo.

- ¿Por qué no lo sería?

- Han pasado mucho tiempo sin verse.

En silencio, Zelo se preguntó si eso tenía verdadera relevancia. El tiempo y la distancia. Él seguía amando a sus padres y su hermano a pesar de no haberlos visto en dos años. Cada vez que tenía una nueva anécdota que contar pensaba en llamar a JongUp y, cada vez que se sentía solo, pensaba que YongGuk sería un buen compañero para su alma, exactamente igual que en el pasado.

- Eso no importa, hyung.

Tristemente –pensó Zelo-, el tiempo no cambia la forma en que me siento. La distancia no hizo mucho en contra de mis sentimientos por ti. Yo sigo siendo el mismo.

YongGuk sonrió y Zelo pensó que podía vomitar ante lo obscenamente exquisita que era esa sonrisa dentada.

Suspiró y le dio un último sorbo al vaso de vodka con néctar de naranja y se devolvió hacia el interior de la casa, seguido de cerca por el mayor.

- ¿Entonces sigues siendo el mismo adolescente que me rogaba por invitarlo a una cita?

El carmín tiñó furiosamente su rostro y se esforzó por creer que se debía al alcohol, nunca había sido buen bebedor, después de todo.

Volvió a girar sobre sus talones para encarar al mayor, pero esta vez con una sonrisa perversa en el rostro. Sin decir palabras, se acercó con cortos y sensuales pasos para tomarle una mano y arrástralo hacia la sala, donde varias miradas, en especial la asesina de Kim HimChan, se fijaba en sus movimientos.

YongGuk lo sostuvo de las caderas mientras Zelo lo incitaba a mecerse al son de una suave balada. Habían hecho eso en el pasado, cientos de veces, tantas que se había perdido la emoción de estar así de cerca, Zelo con sus centímetros de más y YongGuk con su agarre firme, como si no quisiera dejarlo ir nuevamente.

Tal vez Zelo se había rendido a ser correspondido por el mayor. Tal vez había dejado en el pasado todas las ilusiones infantiles, pero necesitaba hacer algo que lo comprobaba, como dejar ir de una vez por todas a YongGuk.

Ya no importaba mucho si era otro más en su lista, ya no importaba si todo lo que podía tener era una noche entre sus brazos, estaba cansado de ser el único que lo había deseado todo y no había obtenido una mísera migaja. Y tampoco le importaba entregar su estúpida virginidad trasera si con eso dejaba de ser un niñato y lo superaba.

Pero seguía siendo un idiota porque, cuando se apoderó de los labios del mayor bajo la mirada atenta de un montón de gente, creyó que ese sería el final. Y no era más que el comienzo de ese círculo vicioso en el que volvía a llorar por los rincones.

Los labios de YongGuk eran suaves y ardientes, se acoplaban perfectamente a su boca, como si fueran piezas de un rompecabezas destinadas a permanecer unidas eternamente. Y Zelo descubrió en él el suave y dulce sabor del whiskey, tal como lo había imaginado. Besar a YongGuk era como beber ambrosía en lo más alto del Monte Olimpo, y era patético al darse cuenta de que nunca podría dejarlo ir.

- Error –comentó de golpe cuando se alejó del mayor, sobrecogido por las emociones que galopaban con fuerza bestial en su pecho-, tu boca sabe a vodka.

 

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Nuevamente, como dos años en el pasado, volvió a escapar.

Debía reconocer que había sido una sensación sublime el ver a Kim HimChan ardiendo en furia cuando recorrió el pasillo que lo llevaba a su habitación, pasando descaradamente por su lado, burlándose en su cara de él, porque el maldito de Bang YongGuk había respondido a su beso como si hubiese pasado años deseándolo.

- Sí, soñar es bonito.

Pateó su mochila luego de tropezarse con la ropa que estaba regada en el piso de la habitación, llevaba apenas dos semanas y el lugar parecía más un basural que una habitación útil. ¿Quién podía culparlo? Se había acostumbrado a vivir entre el desorden cuando todo lo que podía hacer en Japón era llegar a su dormitorio a colapsar por el cansancio sobre un desgastado e incómodo futón.

Olvidó lo que era el orden y las comidas calientes, el contar con alguien al llegar a casa y, al parecer, también olvidó su dignidad, considerando lo que acababa de pasar.

Había besado a Bang YongGuk, y no había sido una caricia torpe, desordenada y ensalivada como su primera experiencia juntos, había sido casi asquerosamente mágico, con las manos del mayor aferrándose a su cintura y su boca moviéndose con maestría sobre sus labios. Había sido perfecto, jodidamente perfecto.

- Debes dejar de hacer eso, en serio.

Dio un respingo ante la sorpresa de escuchar esa voz en la oscuridad silenciosa de su habitación, tal fue la sorpresa que tropezó con sus propios pies y, gracias a cualquier ser divino en el que no creía, cayó sobre su esponjosa cama desecha.

- ¿De qué hablas? –preguntó agitado, sosteniéndose el pecho con una mano mientras intentaba regularizar su respiración.

- De besarme y escapar, ¿qué es lo que quieres, que te siga al fin del mundo?

Zelo soltó un suspiro y pensó que eso no sonaba tan mal. Tal vez le habría gustado que YongGuk lo siguiera a Japón y decidieran hacer su vida ahí, quizás hasta habría amado ese jodido país.

- Como si fueras a hacerlo –apenas quitándose los zapatos se cubrió hasta la cabeza con las mantas, apenas había bebido pero sentía que todo en su interior se revolvía-, ¿no deberías estar dándole explicaciones a Kim HimChan?

- ¿Quieres que me devuelva a ver cómo está?

- ¿No es tu novio o una mierda así?

Repentinamente, una mano fría le recorrió el estómago y soltó un grito afeminado ante el frío y la sorpresa.

- ¿Qué mierda haces? –gruñó intentando alejarse del tacto gélido, también queriendo derretirse en él.

- Antes disfrutabas estar así conmigo, ¿qué pasó?

Zelo entrecerró los ojos y buscó su figura en la oscuridad, queriendo fulminarlo con la mirada. Antes lo disfrutaba y, en el presente, más aún. Pero no quería hacer comentarios que revelaran su sentir, había visto demasiadas películas y dramas como para caer en esa trampa y ya se sentía demasiado patético.

Simplemente devolvió la caricia y se acurrucó en el pecho del mayor, como había hecho incontables veces en el pasado, como había vuelto a desear hacer otras incontables veces mientras estaba lejos.

- Te extrañé.

- Yo también, hyung.

- No, JunHong, realmente te extrañé –para su sorpresa, una de las manos ahora tibias del mayor buscó su barbilla y lo obligó a mirarlo a los ojos que se iluminaban escasamente por la luz que entraba por entre las cortinas.

- Sí –respondió amargamente, alargando innecesariamente la sílaba-, por eso corriste a los brazos de Kim HimChan, lamento haberte roto el corazón de esa manera –lo último lo agregó con burla y un rastro de amargura.

- ¿Qué debía hacer? Me rechazaste toda tu vida y al final te marchaste, ¿acaso debía esperar a que volvieras por mí?

Zelo tragó saliva, no esperaba que esas palabras fueran más que un juego, pero tampoco podía evitar el fuego que estaba navegando en sus venas ante la ínfima posibilidad de que algo así fuera posible, como si YongGuk fuera un ídolo y él, un simple mortal condenado a arrodillarse eternamente a sus pies.

No quiso responder y dejarse en evidencia, porque él si había esperado que lo hiciera, así mismo como él había sido incapaz de entregar completamente su corazón y su cuerpo a otro ser humano.

- Nunca te rechacé, imbécil.

Y mentía, porque escapó y eso era un rechazo. Porque tuvo miedo de no saber realmente lo que quería, del contacto con otro ser humano, de no ser suficiente para alguien tan asombroso como Bang YongGuk.

- Tampoco me aceptaste del todo –durante unos segundos, permanecieron en silencio, hasta que Zelo se dio cuenta de un par de cosas.

- ¿Y todo esto qué coño significa? ¡Anda y termina con Kim Jodido HimChan y luego vuelve a reclamarme lo que quieras, puñetero Bang YongGuk! –exclamó histéricamente mientras empujaba al mayor de la cama y lo pateaba un par de veces en el suelo, sin mucha fuerza-. ¡Estúpido e hipócrita Bang YongGuk!

- ¡Mierda! Lo mío con HimChan terminó la noche que volviste –gruñó el mayor de vuelta, acorralándolo entre su cuerpo y el colchón, que ya estaba a la mitad en el aire-. ¡Te estaba esperando!

- ¡Sí, claro! Maldito pervertido, todo lo que quieres es meterte en mis pantalones –pataleó con todas sus fuerzas, pero no pudo hacer mucho contra la fuerza de YongGuk, que le inmovilizó las manos sobre la cabeza y metió un muslo entre los suyos, friccionándose con saña contra su cuerpo-. ¡Pederasta!

- ¡Mierda, Zelo! –gruñó YongGuk cuando el menor le mordió el hombro, buscando estúpidamente la liberación.

- ¿Me vas a violar?

- ¿Qué? –YongGuk detuvo sus movimientos y se sostuvo con los codos sobre el colchón, mirándolo con el ceño fruncido-. ¿Qué concepto tienes de mí?

- El peor de los peores.

Con una sonrisa triunfante mal disimulada en el rostro, Zelo lo vio suspirar profundamente para luego sentir una tierna caricia sobre su mejilla, inconscientemente ladeó el rostro para poder besar la palma que lo tocaba.

Entonces YongGuk volvió a suspirar y lo sorprendió besándolo castamente en los labios.

- Ven conmigo.

Sin olvidar esta desconocida suavidad –porque los gemelos Bang eran expertos en eso de ser suaves y pacientes con los Choi-, le tomó una mano y lo arrastró de vuelta a la sala, donde la música era más lenta y un montón de invitados yacían en el suelo rozando el coma etílico. En una esquina, Moon JongUp se aferraba a las caderas de Kim HimChan mientras ambos se comían la boca de una forma que le revolvió las tripas. No podía creer que su mejor amigo siguiera teniendo el mismo estómago.

- Él también estaba esperando a alguien –YongGuk se encogió de hombros a su espalda y Zelo se volteó para dejar de ver a su mejor amigo alimentarse de su peor enemigo, le resultaba simplemente asqueroso.

- ¿Y eso dónde nos deja?

YongGuk le regaló una sonrisa ladina y Zelo se mordió el interior de las mejillas, reconociendo las ganas de vomitar que le producía esa mueca asquerosamente adorable, entonces el mayor se acercó para lamerle los labios de golpe y besarlo hasta quitarle el aire.

Y cuando Zelo comenzó a derretirse -es que él siempre había soñado con los labios del mayor, había deseado besarlos a cada segundo de su vida y solo había tenido esos retazos evanescentes del beso a medias que se dieron en la despedida, y estaba aprendiendo que su imaginación no era digna de evocar al mayor cuando la realidad era imposiblemente exquisita-, YongGuk simplemente se alejó de su boca y habló directamente sobre su oído erizado, al igual que el resto de su cuerpo.

- En donde nada de lo que pase esta noche será una violación, porque tú no pondrás resistencia.


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