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Jesús y Yuber por Crazyana

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Notas del capitulo:

A pedido de un lector.

Para Jesús y Yuber.

Estaba con el libido por las nubes en mi mente solo había una cosa, sexo.

Sabía que le gustaba a Sabrina, la chica más popular de la escuela. Era viernes y en la noche habría una fiesta en su casa, donde esperaba que yo me declarara, según mis amigos. Pero yo no quería una novia, ¡quería sexo! así que por la noche tenía pensado pasar directo a la acción y probar algo nuevo que me había recomendado mi hermano mayor.

Ya me había dado las pastillas mágicas que le vendía un compañero de la universidad. Una tenía que tomar yo para que mi erección durara por horas y la otra la chica, la cual iba a hacer que hiciera todo lo que yo quisiera sin resistirse.

Estaba ansioso, así que antes de encontrarme con ella decidí tomar la mía. Una era azul y la otra roja, no había prestado atención cual era la que tenía que tomar yo, así que supuse que era la azul ¿no?... rojo nenas, azul nenes.

La tomé con un vaso de cerveza y fui a buscar a Sabrina luego de despedirme de los chicos.

La casa era grande y de repente se volvió más grande y el sonido abrumador. Comencé a sentirme mareado y estaba transpirando frio, las piernas me empezaron a fallar y chocaba con las personas. Tal vez había sido mala idea de tomar la pastilla con alcohol, me sentía ebrio.

Salí al patio a tomar aire porque la música no me dejaba pensar claro, no sé hacia donde iba pero afuera estaba más silencioso. Tropecé y unos brazos fuertes detuvieron mi caída. Los ojos verdes que me devolvían la mirada eran los ojos más preciosos que había visto alguna vez.

—Era a quién buscaba— dije y me abalance hasta chocar mis labios con los suyos.

 

No sabía dónde me encontraba, sólo que estaba en una cama con alguien moviéndose sobre mí y todo daba vueltas. La sensación en mi parte baja me estaba volviendo loco, aunque la posición en la que estaba no era la que alguna vez hubiese imaginado estar. Me aferré con fuerza al cuerpo caliente que estaba sobre mí, para sentirlo más profundo.

El orgasmo que me sucumbió fue el  mejor que había sentido en mi corta y activa vida sexual.

 

Me desperté muy cómodo y no veía luz de sol, así que no me moví de la cama. Pero breves imágenes de la noche anterior fueron apareciendo y recordé que mi madre abre las cortinas temprano para fastidiarme, eso hizo que me incorporara rápido y tratara de reconocer a mi alrededor.

No era mi habitación, unas cortinas negras impedían el paso de la luz. Salté de la cama y las abrí. Estaba solo y desnudo. En la habitación todo era negro estilo Dark, había una cama doble, pósters de grupos de rock y una computadora. No vi nada que me indicara quién era el dueño. Me vestí rápidamente, aunque no encontré mi bóxer y salí de la habitación en silencio. Vi unas escaleras y bajé rogando que no hubiese nadie…

­–¡Buenos días!– Me quedé petrificado al borde de la escalera, mi corazón iba a salir de mi pecho en cualquier momento–. Va… ya buenas tardes. Pero vení, ¡No seas tímido! mi hijo me dijo que volvieron temprano de la fiesta— no podía ni articular palabra para responder, pero si me dice quién es su hijo se lo voy a agradecer–. Él salió por una urgencia, pero siéntete cómo en tu casa ¿quieres algo para comer?

–N-no, no... Ya me voy... mi mamá debe estar preocupada—. Dije mientras terminaba de bajar la escalera y miraba a todos lados menos a los ojos de la mujer.

De repente se me ocurrió que la mujer podría saber lo que habíamos hecho en la noche y el calor me subió al rostro, me imaginaba que estaba como un tomate. Por favor dígame donde está la salida.

—Me alegra que mi hijo tenga más amigos de los que parece—. La palabra “amigo” alivió un poco mi ansiedad.

—Gracias… y disculpe las molestias.

—Para nada querido. Eres bienvenido cuando quieras.

 

Le ofrecí una sonrisa que no llegó a los ojos y por suerte me dirigió a la puerta sin que se lo necesitara pedir. Salí de ahí disparado, no tenía idea dónde  estaba, ni con quién había estado... me quería morir.

Caminé rápido tratando de encontrar una calle conocida, cuando reconocí la zona me di cuenta que estaba al otro lado de la ciudad, pero aun así preferí caminar hasta mi casa. Me dolía horrible la cabeza y las imágenes en mi mente precisamente no eran de Sabrina, ni siquiera de una mujer... y la molestia que tenía en mi cuerpo tampoco era algo que hubiese tenido planeado hacer… jamás.

Cuando entré a mi casa esperaba no encontrarme con mi mamá porque no tenía ganas de jugar a las veinte preguntas. Por suerte no había nadie y daba gracias por eso. Puse a cargar el celular porque estaba apagado y entré al baño.

Siempre tardo mucho para bañarme pero esta vez debo haber tardado unos tres minutos, porque cuando me tocó lavarme el culo me revolvió el estómago la sensibilidad que tenía en la zona. Tomé un ibuprofeno y me metí a la cama. Aunque estaba sin comer del día anterior no tenía hambre.

 

Me desperté con la luz del sol en la cara, mi mamá había abierto las cortinas. Miré la hora, eran las diez. Me levanté desganado, ni quise prender el celular. Mentí a mi mamá con que tenía tarea para hacer y así poder quedarme en mi habitación, aunque no era mentira pero tampoco iba a hacerla,  no quería salir ni hacer nada, ni pensar en nada, lo cual estaba siendo difícil. Así que me llevé mucha comida chatarra conmigo y prendí la Play, jugué hasta que ya no podía ver y me caía del sueño.

 

El lunes amanecí sin ganas de ir a la escuela porque no quería darles explicaciones a mis amigos. No sabía si alguien me había visto con quién me fui y mucho menos sabía quién era la persona con la que me había ido e intentaba ignorar mis breves recuerdos del sábado, pero esos ojos verdes volvían a mí una y otra vez.

 

Así que estaba caminando rápido hacia el salón de clases. Pero no fue lo suficientemente rápido, Carlos uno de mis amigos saltó sobre mi espalda, haciendo que casi me diera un infarto.

—¡Jesús!— gritó mi nombre— ¡Gracias a tu papá que apareciste!— Odiaba ese chiste malo, ¿por qué mi mamá me tuvo que llamar así?— ¿Dónde estuviste el fin de semana? No te llegaron mis mensajes, te llamé y me daba apagado.

—¿Qué pasó? Largá todo ¿Con quién te fuiste?—. Ese era Santiago, que caminaba de espaldas mientras me interrogaba.

Me invadieron tan rápido con preguntas que me congelé, aunque ya había inventado una excusa pero primero tenía que saber qué es lo que sabían. Pablo me miraba serio, esperando, él me ponía nervioso porque nunca sabías realmente que estaba pensando.

Los cuatro éramos amigos desde la primaria. Pablo era el más maduro y serio de los cuatros. Carlos era el más pequeño de edad y altura, pero el más enérgico. Santiago era la mente del grupo y yo el deportista que se llevaba las chicas.

—Me fui con...

—Con Sabrina no, porque la vimos toda la noche con sus amigas y parecía bastante enojada cuando se dio cuenta que desapareciste—. Me interrumpió Carlos.

Hice silencio mientras reorganizaba mis pensamientos, mientras me miraban esperando que les contara.

—No... Me fui con...

El timbre sonó y di gracias por eso, los apuré para que fuéramos a clases. Pablo me miró con los ojos entrecerrados, sabía que era excusa porque nunca tenemos apuro para entrar a clases y por lo general llegamos después del profesor.

 

Cuando ingresamos al salón, mi mirada se desvió con ansiedad al pupitre que estaba frente al mío, mi cuerpo se relajó cuando lo vi vacío. En verdad no recordaba la persona con quien había estado, pero muy dentro de mí, sin saber, lo sabía.

Poco duró el alivio, porque cuando lo vi entrar por la puerta mi corazón se detuvo y comencé a transpirar.

—¿Te pasa algo? Te pusiste blanco—. Ese era Carlos que se encontraba sentado a mi derecha.

—Sí... creo que todavía me dura la resaca...— dije, aunque era imposible que tuviera resaca por tres días. Mientras simulaba buscar algo en la mochila, no quería levantar la vista.

—¿Sí?—sonaba incrédulo— Pero todavía no contaste nada como te fue con la chica del sábado—. Dijo Santiago que estaba detrás de mí ¡¿Por qué diablos no se callan?!— ¡Debiste pasarla bomba! ¡Qué envidia!

Los dos hablando a toda jeta y frente a mí, sentándose, la persona con la que mi cerebro me gritaba que la había pasado bomba. Quería que me tragara la tierra. Su silla golpeó contra mi escritorio, supe que significaba algo. En otro momento hubiese saltado como leche hervida y tal vez lo hubiera amenazado, pero ahora no quería ni mirarlo.

Sin darme cuenta me encontré observándolo toda la clase, por más que intentara desviar mi atención al profesor, no podía. Yuber, así se llama, nunca presté demasiada atención pero creo que tenemos la misma altura. Lleva el pelo corto atrás y largo arriba, es de color negro. Se viste de negro y… acabo de notar que se pinta las uñas del mismo color y su piel… ¡¿Qué está pasando conmigo?! ¡No puedo estar checando a un hombre! Lo que debería estar pensando es en cómo sacarle la mierda a golpes por haberme violado…

Agradecí el timbre de salida, porque habían faltado dos profesores. Hice tiempo para que salieran los demás primero, a toda costa quería retrasar el momento de enfrentarlo. De todas maneras ¿qué le iba a decir?... no tenía idea… tal vez tan sólo dejarlo pasar, no es como que tenemos algo de qué hablar y tampoco quiero hacerlo…

—¿Viste cómo te miraba, boludo? No te sacaba los ojos de encima— dijo Santiago mientras golpeaba amistosamente mi hombro.

—¡¿Quién?!— Por un momento dejé de respirar.

—¿Cómo qué quién? Sabrina.

Y me volvió el alma al cuerpo.

—¿Te pasa algo? ¿O tomaste antes de venir a la escuela? Estás raro–. Dijo Carlos mientras me observaban los tres.

— … me duele el estómago.

—Entonces ¿no vas a ir a entrenar?

—Sí, sí voy.

Jugamos softbol, venimos siendo campeones desde hace tres años. En nuestro país el juego no es muy popular así que tampoco hay mucha competencia.

—Entonces vayamos a tomar algo para hacer tiempo… y así nos contás como te fue el sábado—. Agregó Pablo, en un tono que no supe comprender, pero me puso paranoico.

Cuando salíamos y menos lo esperaba, ahí estaba, frente a frente a la salida de la escuela. Me congelé cuando lo vi caminar hacia mí, pero pasó como si jamás en la vida nos hubiésemos visto o cruzado; tan solo pasó por mi lado, ni siquiera desvió la mirada, nada. Debería sentirme aliviado que me ignorara, pero me sentí molesto. Tal vez me había equivocado y no era él esa persona… pero…

 

Inventé una chica con la que supuestamente la pasé bomba el sábado, para dejar conforme a mis tres acosadores de amigos que tengo. Pero Pablo me miraba con una expresión de “no te creo una mierda”.

 

XOXOXOXOXOXO

Notas finales:

Gracias por leer!!!


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