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The cursed son and the Beast por Whitekaat

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del fanfic:

hola les traigo la razón por la cual estuve desaparecido todo este tiempo.

Partiendo con advertencias del fic.

  • Tal como en otro trabajo que hice este será un crossover entre el Aioria de la pelicula Legend of sanctuary y el Saga del espisodio G. era justo y necesario hacerlo de esta forma.
  • Violencias varias, pero sin afectar la integridad de los protagonistas.
  • Inspirado en la bella y la bestia pero algo más darks.
  • Tiene tres partes y el fic ya está temrinado subida de capítulos hoy(duh'), y la siguientes dos partes durante la semana a más tardar la última el viernes.

 

 

Notas del capitulo:

Espero les guste, enserio lo espero, un saludo a todos, gracias de ante mano por leer, cual quier duda del fic me dicen, cual quier cosa a un review, siempre los respondo, Saludos y aquí la primera parte

 

THE CURSED SON AND THE BEAST

I PARTE

 

Su cuerpo comenzaba a temblar, con cada paso que daba perdía más calor y fuerza para seguir avanzando, sus cabellos plateados estaban cubiertos de los copos de nieve que habían caído sobre él, helado por el frío, mojado por la nieve, el color de su piel había dejado ser de aquel natural tono blanquecino para ser cambiado por colores morados y rojizos distribuidos en varias partes de su cuerpo, sus ropas húmedas y nada con lo que cubrirse del tempestuoso clima, el hijo maldito había sido desterrado tal cual encontraron.

Saga gruño y maldijo a todos los habitantes del pueblo, les deseó un fin horrible en el cada uno tuviese una muerte horrible tal cual como esperaba que fuese a venir la suya, porque de algo estaba seguro  y eso era de que no duraría mucho tiempo más bajo tan tempestuoso clima, clima por el cual lo habían culpado a él, al chico de cabellos plateados y ojos zafiro,  al hijo de la bruja, al hijo huérfano que la hechicera había dejado en el pueblo, el hijo que nunca conoció a su madre, el cariño de un abrazo y un reconfortante arrullo.

Poco había conocido de ella, sólo sabía de rumores, de cosa que los mismos aldeanos le habían dicho a él cuando lo insultaban, como tenía un hermano el cual había muerto, como había logrado engañar a un bondadoso hombre para que le diese cobijo pero que a los pocos años había muerto, como la culpaban a ella de lo que comenzó a ocurrir en el bosque desde el año en el que ella llegó y lo dio a luz.

La tormenta de nieve que no conocía temporadas, el invierno que duraba primavera, verano y otoño dejando al animado pueblo que siempre había sido en una congelada depresión, pero esto no fue lo único, era sólo la punta del ice berg. El bosque prohibido tenía ese nombre no debido a una leyenda, no debido a simples inventos e histeria colectiva, no, era el bosque donde era la guarida de un ser monstruoso que robaba el alma de todo aquel que atravesara la espesura del bosque.

 El primer caso fue de la hija del alcalde Kido, Saori Kido quien un día desapareció cuando fue a buscar flores al bosque, la joven fue encontrada, con su rostro desfigurado, con su cuerpo lacerado por garras de algún animal, a ella le siguieron un mercader  de nombre Ángelo, la esposa del herrero, Marín, el mismo herrero que salió a buscarla durante la tormenta, el hijo de Aldebarán, al sacerdote Shaka que se aventuró a bendecir el bosque y la lista seguía, cuerpo a cuerpo eran encontrados al cabo de días  o inclusive meses, hasta que prohibieron el paso al bosque porque habitaba  un animal que era capaz de matar a su presa sólo por diversión y ver el sufrimiento, una bestia.

Y ahora Saga estaba ahí, un chico, un adolescente que sería el cordero de sacrifico del pueblo para calmar al clima, calmar a la bestia y deshacerse de la maldición que significa el que él estuviese con vida.

No tuvo el tiempo de detenerse a descansar, no tuvo tiempo ni siquiera de pensar que era mejor morir, el aullido de los lobos estremeció todo su ser y tal vez por simple sentimiento de supervivencia comenzó a correr tan rápido como sus piernas podían sin mirar hacia donde corría esquivando árboles, piedras, desniveles y troncos caídos pero sin percatarse hacía donde sus pasos lo llevaban. Saga sentía que su cuerpo no podría más los lobos estaban casi pisándole los talones todas sus esperanzas se habían acabado hasta que vió un  muro y un gran portón de hierro.

Saga jadeó contra el suelo escuchando el gruñido de los lobos que estaban al otro lado del muro abriendo sus hocicos de probar la tierna carne del joven, se había salvado, pero sus fuerzas se habían acabado tras cerrar la reja y alejarse de ella, su nariz dolía y cada bocanada de aire congelado ardía dentro de sus pulmones, su cabello plateado pegado a su frente por la humedad de la nieve y el sudor, uno de sus pies más congelado que antes tras perder uno de sus zapatos, parte de su camisa rasgada tras ser alcanzado por la boca del lobo.

Cuando fue capaz de normalizar su respiración y levantarse notó donde se encontraba y se preguntó por qué nunca nadie había hablado del imponente palacio que estaba frente a él, todo debió lucir hermoso alguna vez pensó, pero ahora sólo era una edificación lúgubre donde la nieve tapaba el piso, estatuas y la fuente que estaba en patio, donde la piedra lucía más oscuras, los ventanales rotos y una atmosfera que le erizaba más la piel que él mismo eterno invierno.

Pero de todas formas se había aventura a buscar cobijo, a buscar un techo donde resguardarse  y buscando las pocas fuerzas que el quedaban se encaminó hasta la enorme puerta de la entrada que abrió con lentitud para comenzar a adentrarse en aquel lugar misterioso.

— ¿Hola, hay alguien aquí? — su voz era tembloroso, tanto por el temor y el frío.

El lugar por dentro no estaba mucho mejor que afuera, todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo, no había iluminación sólo había aquel tenue fulgor del día que se colaba por entre las ventanas, Saga vio la gran escalera frente a él  cubierta peldaño a peldaño por un alfombra  de color azulado que contrastaba con el color de la escalera hecha de piedra blanca.

— Hola, lamento irrumpir en su propiedad— Saga habló una vez más pero sin escuchar nada como respuesta pero sintiéndose extramente observado.

— ¡Que haces en mi palacio! —El grito lo tomó por sorpresa, tan alto, tan fuerte lleno de odio y de una voz inhumana, como la de un animal, Saga gritó de pavor en respuesta mientras se agachaba y se cubría con ambos brazos el rostro.

—La…lamento haber entrado sin permiso. — habló el chico aún en la misma posición sintiendo su cuerpo estremecerse de miedo— unos…unos lobos me seguían pero me iré en…enseguida—

— ¡Todo aquel que entre a mi palacio no saldrá jamás! —se escuchó otro grito por parte del hombre que estaba frente a él. Saga sentía el miedo recorrer sus venas pero de todas formas bajo sus brazos para observa a la persona que estaba detrás de él.

— ¡No te atrevas a mirarme a la cara maldito plebeyo! — Saga sólo alcanzó a observar una imponente ensombrecida a contra luz para luego sentir como su cabeza era agachada contra el suelo por una mano que alcanza cubrir su cráneo.

—Lo lamento, no me haga daño— comenzó a sollozar, a sollozar de miedo, de impotencia de pensar que quizás debió dejar que los lobos lo devorarán, que debió dejar el pueblo cuando tuvo la oportunidad.

—Ahora eres mi prisionero, ahora vivirás en mi palacio y si te atreves a huir tan sólo  una vez será tu culpa lo que suceda—Saga sentía el gruñido y el aire caliente chocar contra su nuca mientras asentía con su cabeza.

—Las reglas de este lugar son: uno, no puedes contradecirme— dijo el hombre— dos, debes bajar a comer cada vez que te lo exija; tres, no puedes salir del palacio; cuatro, está prohibido que me mires ;cinco, no puedes ir al ala oeste del palacio durante el día, está prohibido y seis… no puedes salir por la noche de tu habitación— el hombre enumeró cada regla con cuidado y en cada uno sentía que la presión sobre su cabeza aumentaba y él sólo podía asentir con ella sin poder decir ninguna palabra.

 

****°***

 

Saga se había desecho de su ropa húmeda y había envuelto su cuerpo con el cobertor de la cama de la que ahora sería su habitación, el joven temblaba de frío, de miedo, de incertidumbre, de verse a atrapado en un jaula de oro junto a un feroz monstruo que en cualquier momento podría clavarle los colmillos en el cuello, su piel comenzaba a dejar atrás esos tonos azulados y poco a poco el temblor de su cuerpo se apaciguaba.

Todo el camino por el palacio tuvo su mirada pegada al piso, temiendo en si quiera pensar en levantar su vista, sólo seguía el sonido de los pasos que lo guiaban hasta la habitación que ocuparía, tenía demasiadas preguntas pero el miedo era más fuerte que su curiosidad. Saga sólo entró a la recamara para escuchar cómo era cerrada la puerta detrás de sí, no era un huésped o un invitado, no, él era un prisionero y maldijo una vez más a todos aquellos que lo orillaron a encontrarse en aquella situación.

Miró a su alrededor notando con detalle la habitación de donde estaba, una enorme cama para el solo con doseles de un color verde apagado, frente a él un tocador  de madera de color blanco con un gran espejo ovalado y al costado un mueble donde se podría guardar ropa, techos altos adornados con algunas cuadros y una puerta francesa al fondo de la habitación que daba a lo que parecía ser un balcón, era más de lo que alguna vez pudo haber tenido o deseado, pero en ese momento no lo quería, quería estar fuera de aquella horrible habitación, lejos de ese hombre y lo más lejos de aquellas tierras malditas, poco  a poco sus ojos comenzaron a pesar y lentamente aún envuelto con la ropa de cama se quedó dormido.

 

****°***

 

— ¡Despierta! —una voz grave se escuchó por la habitación— en quince minutos más la cena será servida y no te aconsejo llegar tarde— volvió a decir.

Saga levantó su cuerpo asustado por aquella voz y con su mirada barrió la habitación para ver de dónde provenía encontrándose con el absoluto nada, se preguntó si aquella voz había sido parte de un sueño y pasando el susto inicial volvió a respirar con calma una vez más.

—Levántate no te queda mucho tiempo— la voz volvió a resonar por el lugar haciendo que Saga se preguntara si es que estaba perdiendo la cordura.

— ¿Quién es? —respondió el gemelo al aire esperando oír una respuesta que no sabía si llegaría.

— ¿Quién soy? Eso a ti no debe importarte pobre campesino, jamás tendrás el honor de decir con tus asquerosos labios mi nombre— La voz era despectiva, burlona, hiriente como muchas veces había escuchado a otros dirigírsele, aquellas palabras sólo buscaban humillarlo.

Pero la persona la cual hablaba nunca apareció, por más que su mirada buscara no pudo encontrarla hasta que se fijó en el espejo frente a él y aun conociendo lo descabellado que sonaba en ese momento su idea se acercó  y se sentó frente al tocador al momento de que la imagen de un chico  de cabello rubio, ojos de un color celeste casi sobrenatural y unos años mayor que él lo horrorizaron, en el espejo no estaba su imagen , ni su silueta sólo estaba aquel hombre que lo miraba altanero, con repudio y desprecio.

—Esos cabellos— susurró el chico apretando los dientes mientras lo miraba.

— Te quedan diez minutos — Dijo sin más sintiendo otro pequeño infarto por parte de Saga.

— ¿Co…cómo es que estas ahí? ¿Qué clase de lugar es este? ¿Quién eres? —Pregunto temblado el geminiano volviendo a ver una mueca de desagrado por el chico frente a él.

— Como estoy aquí no debe importarte, este lugar será tu hogar mientras dures claro está— la mueca parecida a una sonrisa que hizo el rubio erizó la piel de Saga— y como ya te dije quién soy, no te importa inmundo y vulgar bastardo— Saga no se podía enojar por lo que él otro le había dicho, el miedo que sentía dentro de él opacaba cualquier reclamo, cualquier palabra que pudiera usar para defenderse siendo  arrastrado por extraño color de ojos frente a él.

— En la cómoda hay ropa que puedes usar para al menos botar esas tirillas de pordiosero con las que llegaste, si no te apuras se enojará  y eso no te gustará; ah… y por cierto te aconsejo cubrir tu cabeza, quizás él aún no lo ha notado pero cuando vea tu cabello probablemente desearás estar muerto, hasta pronto — el chico despareció del reflejo de espejo dejando ver su imagen sentado frente al mueble con una cara de espanto por lo que acaba de vivir.

 

***°***

 

Saga suspiró cuando volvió a su habitación, dentro de aquellas cuatro paredes se sentía a salvo, protegido, pero lo más importante es que se sentía ajeno a todo lo que le estaba ocurriendo, se sentía en un sueño que cuando parpadeaba se transformaba en pesadilla, rodeado de  lujos, un lugar donde podía estar, lejos de los aldeanos del pueblo, con comida deliciosa, porque de aquello no se podía quejar, era primera vez desde que tenía memoria que pudo comer hasta zacearse con toda variedad de platos que en su vida conoció, pero luego recordaba quien estaba al otro lado de la larga mesa del comedor, recordaba aquel hombre enorme que cubría su cuerpo con una capucha al igual que él lo hacía para cubrir su cabello.

La cena no tuvo contratiempos, no hubo plática, sólo dos hombres comiendo bajo la luz de unas velas con una tensa atmosfera sobre ellos, tras comer las únicas palabras que dijo aquel hombre fue para advertirle una vez más las reglas de no escapar, de no mirarlo y de no salir de su habitación por la noche a las cuales él sólo asintió con su cabeza para luego ser mandado a su habitación.

***°***

El cielo estaba obscuro, desde que llegó a su cuarto no había podido dormir ni un solo segundo, no podía por más vueltas que diera en la cama, no sabía qué hora era pero sí que llevaba demasiadas horas intentando dormir. La obscuridad tan sólo  lo dejaba  ver hasta no más allá de sus manos, su habitación no poseía luz, no habían velas para iluminar y como siempre desde el cielo caían copos de nieves desde unas densas nubes obscuras, el aullido de los lobos lo hizo temblar, agradecido en parte de no encontrarse afuera con aquel cruel clima y con aquellos animales.

El sonido de la puerta lo tomó desprevenido, su corazón palpitaba, sus piernas flaqueaban de temor, ya era de noche, se suponía que no debía salir de su habitación, se suponía que después de la cena no tendría que ver a aquel hombre, pero el nuevo golpeteo de la puerta lo dejó pálido si saber si era una prueba por parte de su captor o si es que algo raro ocurría.

— ¡Rápido abre la puerta tenemos que huir!— La voz de un hombre venía detrás de la muralla que los separaba.

Saga seguía dudando, algo no le daba buena espina ¿Cómo es que alguien estaba ahí intentado ayudarlo? Si en el palacio las únicas personas eran él y el  misterioso hombre, pero aquella voz se escuchaba diferente a la de quien lo tenía prisionero con tonos similares pero no poseía aquella entonación sobrenatural de otro.

—Sea quien sea, lárguese, no puedo salir de mi habitación—respondió Saga, no se atrevería a contradecir una de las reglas no cuando en su mente aún tenía los recuerdos de aquella mano aplastándolo contra el suelo y la sonrisa del chico en el espejo.

— Esta es la única oportunidad que tienes para escapar, ven conmigo, rápido antes que él se dé cuenta— Saga no sabía qué hacer, si era una trampa o no o la única oportunidad que tendría para escapar.

Saga no dudó más y giró el pomo de metal para encontrarse frente a un hombre mucho más alto que él, la sombra sólo dejaba ver una silueta, no podía ver cómo eran sus ojos, ni su rostro, la mano de Saga fue tomada con rudeza y obligado a correr por los pasillos, sus pulmones intentaban adaptarse al esfuerzo que intentaba hacer por correr y seguirle el ritmo al otro.

Con cada paso que daba sentía que podía ver un poco más, lo primero que notó fue la mano que lo llevaba, después una espalda ancha, ropas que probablemente pertenecían a alguien de la nobleza y sí, mientras baja escaleras pudo notar perfectamente el cabello rubio y despeinado del chico que lo llevaba corriendo por los pasillos.

Una tenue luz se alcanzaba  filtrar por las ventanas, el amanecer vendría pronto, algo raro había, no se escuchaba nada más que ellos dos andando por el palacio hasta que se encontró frente a la entrada principal; su frente cubierta de sudor, su piel hormigueando, su rodilla temblando y amenazando con fallarle cuando bajaba el último peldaño de la escalera.

El rubio abrió la puerta principal y caminó hacía el otro lado pero en ese momento Saga dudó y soltó la mano de quien lo llevaba quedándose dentro del palacio aún mientras el otro permanecía afuera.

— ¿Qué haces? ¡Rápido, debemos irnos! — dijo exasperado el chico al momento que se daba la vuelta dejando ver aquellos mismos ojos celestes, aquel mismo cabello rubio, las mismas facciones varoniles pero un poco más adulta de las que había visto en el chico del espejo además de vellos de color claro como su cabellos adornado el contorno de su boca.

— ¿Quién eres? —preguntó Saga con pavor dando un paso atrás cuando lo vio, no quería avanzar, aquella mirada lo llenaba de terror, otra vez comenzó a temblar de miedo cuando vio aquel rostro acongojado y de preocupación que había visto hace unos segundos en el rubio cambiar rápidamente a una sonrisa que lo heló.

—Te me escapaste pequeño— dijo lamiendo sus labios al momento que dejaba soltar una carcajada— si tan sólo no hubieses soltado mi mano ahora serías completamente mío, como deseaba marcar esa hermosa piel— continuó diciendo mientras aún permanecía afuera de la puerta viendo como la nieve caía sobre él.

— ¡Tú eres la bestia! — gritó despavorido recibiendo un sonrisa malvada como respuesta.

— Mírame bien pequeño, no luzco como una ¿Cómo puedes decir eso? — pronunció el mayor con falsa inocencia.

—Es hora de que me vaya, espero que volvamos a vernos mañana en la noche— el amanecer llegó y con ello aquel hombre que estaba frente a él comenzó a cambiar, de su cuerpo creció pelo, sus manos y pies se transformaban en patas de animal con afiladas garras, del cuello comenzó a crecer un voluminosa mata de pelo café obscuro y su cara se trasformó en algo parecido al rostro de un lobo, pero aquellos ojos, aquellos extraños y sobrenaturales ojos celestes permanecieron iguales, llenos de odio, llenos de ira y cuando el proceso parecía haber terminado la bestia dejó escapar un poderoso gruñido que hizo dejar a Saga sentado sobre el piso petrificado por el miedo y con sus ojos cubiertos de lágrimas.

— ¡Te dije que no salieras! — Le gritó otra vez con esa poderosa voz monstruosa— ¡Te dije que estaba prohibido salir! —Volvió a gritarle acercándose y entrando al palacio— ¡Que no me contradijeras! ¡Que no me vieras! ¿Así es como pagas mi hospitalidad? — le gritó frente a él haciendo que Saga se echara hacía atrás al momento que la capucha que había estado cubriendo su cabeza cayera y dejara ver aquellas hermosa hebras color plata.

—Cabello plateado— dijo la bestia sorprendido— ojos como zafiro— y otro grito volvió a salir al momento en que era empujado contra el suelo con una mano puesta en su delgado cuello reduciendo el espacio que poseía para poder respirar.

— Lo…lo lamento… por...por favor no me hagas daño—Sollozaba el chico mientras sentía que la mano apretaba aún más su tráquea sin permitirle hablar una vez más.

— ¡Fuera! — Aquel grito retumbó en todo su ser, y vio como la mano que estaba aprisionando su garganta ahora apuntaba hacía el bosque y sin querer desatar aún más las furia de la bestia Saga corrió lo más rápido que pudo fuera del castillo.

 


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