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Después de la tormenta por Crazyana

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Damián...
 
Había dormido muy poco en la noche sabiendo que Enzo se encontraba en la otra habitación. Montones de recuerdos y preguntas invadían mis pensamientos y no había forma que dejara de pensar en él. Por ratos me invadía la bronca y las ganas de entrar a su habitación y gritarle por qué se había ido sin decir nada, lo mal que había estado cuando desapareció. Me costó mucho conciliar el sueño.
 
Ahora estaba frente al espejo con la peor cara que se podría tener cuando pasas una mala noche, no quería enfrentarlo todavía, no podía.
 
Estaba por bajar cuando escuche al perro que había traído Enzo ladrar ansioso y la voz de Enzo diciéndole "buen chico".
 
Decidí que en verdad no había forma de que lo enfrentara, no después de como me había usado y había desaparecido sin más. Agarré mis cosas y baje las escaleras tan silenciosamente como pude. Lo hubiese logrado si el pequeño sarnoso no me hubiese delatado.
 
— ¿Ya te vas?
 
Me quedé congelado con la mano en el picaporte, mientras el sarnoso intentaba llamar mi atención parado en dos patas y arañando mi pierna ladrando sin parar.
 
Me di vuelta dubitativo, quise decir algo, como "hola" pero no me salieron las palabras.
 
— Preparé mate —. Dijo en un tono muy amigable. Como si el tiempo no hubiera pasado... pero sí pasó y él antes no hubiese sido tan amigable.
 
Y ahí estábamos frente a frente, en mi mente estaba la posibilidad de salir por la puerta corriendo muy rápido o enfrentarlo y pedirle una explicación en una charla acalorada por mi estrés de falta de sueño, bronca acumulada y angustia.
 
— Unos mates estarían bien —. ¿Qué esperaban? Soy un cobarde, me odié por eso.
 
Dejé la mochila en la pequeña mesa a un costado de la puerta de salida y lo seguí a la cocina.
 
Me senté frente a él a la mesa pero mi vista estaba clavada en el celular que tenía entre mis manos, todavía apagado.
 
Levanté solo un poco la vista y vi su mano extendida ofreciéndome el mate y lo noté. Noté las cicatrices de su mano. Estaba exactamente igual, no se las habían operado como el rostro. Claro, debí notarlo cuando está haciendo casi treinta grados afuera y el anda con camiseta de mangas largas. 
 
La angustia y los recuerdos me invadieron de repente, levanté mi vista para verlo a los ojos y su expresión tan sólo me decía que tomara el mate. Ya no me pude contener y estallé.
 
— ¡¿Qué creíste?! ¡¿Qué sería divertido pagarme con una revolcada?! —. Me puse de pie. Mi tono de voz iba en aumento y sabía que el color rojo de mi rostro también —. ¡Y luego irte sin decir nada?! ¡¿No pensaste en mis sentimientos?! —. Me miraba inmutable, ni siquiera bajó la mano en que tenía el mate ofreciéndome, por supuesto yo tenía mucho que decir pero... mi voz se quebró y no quería que me viera llorar.
 
Pegué un golpe de puño a la mesa y salí de ahí sin mirar atrás, solo quería que me tragara la tierra.
 
No me di cuenta en qué momento llegue a la tienda pero ya estaba parado en la puerta sin animarme a entrar. No duró mucho porque Pamela me vio del interior y se acerco ella a la puerta.
 
— ¡¿En dónde diablos estabas?! ¡Mil veces te llamé! ... — me lance sobre ella abrazándola con mucha fuerza y me largue a llorar como no lo hacía desde que Enzo había desaparecido —. Ooh ¿qué pasó, bebe? —. Dijo en un tono lastimero mientras me correspondía el abrazo.
 
Me arrastro dentro de la tienda, imagino que porque estábamos dando un espectáculo. No sé cuanto llore abrazado a ella, pero fue un rato muy largo. Cuando me pude recomponer mis mocos y lágrimas corrían a lo largo de su espalda, pero no pareció importarle. Cuando la liberé ella se levanto y volvió de inmediato con una toalla, la agarre y me tape la cara, me senté en el piso y nos quedamos un rato en silencio. Agradecía eso.
 
Sentí su mano en mi hombro y retire la toalla para verla, me estaba ofreciendo un vaso de agua. Su rostro reflejaba la preocupación y la angustia que le estaba transmitiendo. Bebí el agua, me soné los mocos con la toalla, inspire profundamente y fingí una recuperación total.
 
— Estoy bien —. Mentí con una firme convicción.
 
— Oh, sí —. Tiro ella en un tono sarcástico y lastimero.
 
XOXOXOXOXOXOXOXO
 
Enzo...
 
Pensé que tres años habían sido suficientes para que me olvidara, pero no fue así. No corrí tras de él porque no quería verlo llorar, necesitaba tiempo para manejar la situación. 
 
Aquella vez cuando dormimos juntos, quise hacerlo como una forma de regresarle todo lo que había hecho por mí. Y cuando me confesó que estaba enamorado de mí tendría que haber retrocedido, pero en ese momento lo deseé. 
 
Ahora no sabía cómo manejar esto, se me había salido de control.
 
Me quedé sentado en la mesa mirando a la nada, tratando de ordenar mis pensamientos pero en todos ellos terminaba con alguien destruido emocionalmente y ese era Damián. O tal vez es lo que me estaba maquinando en mi cabeza y Damián ya me había olvidado y tan solo estaba enojado por no haberle dado una explicación de mi partida. 
 
Lo que era seguro es que no podía, ni quería manejar una relación con él y tenía que hacérselo entender. Con un novio de por medio iba a hacer mucho más fácil para él manejarlo. Eso esperaba.
 
Cuando volviera hablaría con él, porque si íbamos a seguir viviendo juntos tendríamos que llegar a un acuerdo. 
 
El mate ya estaba frío, cuando me levantaba de la mesa me di cuenta que se había olvidado el teléfono. 
 
Estuve trabajando casi todo el día desde mi computadora, ni siquiera salí a comprar porque Damián tenía la heladera bastante surtida. Estaba concentrado en unas cuentas cuando sonó el timbre.
 
No me sorprendió verlo parado en la puerta.
 
— No está —. Dije escuetamente, rápido caí en cuenta que no buscaba a Damián —. Pero imagino que eso ya lo sabías —. Afirmé haciéndome a un lado de la puerta —. Pasa.
 
Entró y se dirigió a la cocina, "pasa y ponte cómodo", sacó dos cervezas de la heladera y me tendió una, "sí, cómo en tu casa". Mis pensamientos deben haberse reflejado en mi rostro porque dijo:
 
— Tengo una llave también-. "sí, por supuesto, por qué no tendrías una" —. Espero no te moleste —. Le dio un trago a su cerveza. 
 
— Para nada. Eres su novio ¿no?
 
— ¿Por qué regresaste ahora? —. Derecho al punto. Iba a decir que estaba en todo mi derecho y que si por no lo sabía, ésta es mi casa pero siguió hablando —. Estábamos a un final de irnos al diablo de acá —. Eso me descolocó —. En dos semanas rinde el último final y se recibe. Ya tiene una oferta de trabajo en Mendoza, nos vamos a vivir allá el año que viene. Pero ahora que estás acá —, me miró con desaprobación — lo vas a arruinar todo —. 
 
De repente ya no me sentía cómodo con ésta conversación. Le di un trago a mi cerveza y cuando le iba a aclarar los puntos, a ambos nos distrajo el ladrido del cachorro y la llave girando en la puerta. 
 
— Llegó temprano —. Susurró Isacc.
 
Un momento después estaba parado en la entrada de la cocina intercambiando miradas entre uno y otro, su expresión denotaba molestia y asombro, finalmente sus ojos se clavaron en la mesa, en el celular más precisamente.
 
— Lo olvidé esta mañana —. Sonó a una especie de disculpa y lamento para su novio, creo que imaginaba que su novio se encontraba ahí porque no se pudo comunicar con él, si supiera.
 
Agarró el celular de la mesa y miró a su novio.
 
— ¿Podemos hablar? — me miró de reojo y agregó —. En privado.
 
XOXOXOXOXOXOXOXO
 

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