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L'appel de la vie por Girlyfairly

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Notas del capitulo:

Hola, Hola. 

Lamento la demora, como Gasheta (?) dijó, prefiero hacerlo pausado pero que yo quede conforme, debo cuidar a mis musas xD. Y es que entre trabajar y estudiar es difícil, más cuando por una estupidez cometí el error de borrar un fic T.T quizá algún día lo reponga 

Sin más por el momento. A empezar bebés.

2.DÉCOURAGEMENT

Solo una mano fue la que salió de entre las cobijas para con ella tantear la mesita de noche hasta que logró apagar la estresante alarma, 4h20. Se pasó la mano con pesadez por todo el rostro, intentando despabilarse para poder tomar fuerzas de salir de la cama y enfrentarse al frío de la madrugada. Ya eran algunos años de repetir las mismas acciones cada mañana, no por nada esas ojeras bajo sus ojos iban cada vez más negras.

Con desgano se rascó la panza bajo la floja camisa, sus ojos aún lucían adormitados y sus pasos eran torpes mientras intentaba no caer en la casi oscuridad que solo era rota por la tenue luz brindada por la vieja lámpara que estaba sobre la mesita de noche.

Cada día era lo mismo; levantarse junto al gallo para empezar su rutina, bañarse con agua helada porque un calentador es muy costoso, tomar cualquier cosa para ir comiendo durante el camino para luego pasar cuarenta y cinco minutos estancado en el tráfico, llegar a una monótona oficina donde estaría encerrado las próximas diez horas y, por último, llegar a casa, así de simple.

Le daba miedo reconocer que esa emoción por regresar a su hogar se había esfumado. Recordaba los primeros años cuando lo único que podía pensar durante sus horas laborales era en volver a ver esos ojos color miel. Su relación parecía haber perdido esa chispa, ese toque que la mantenía viva. Como la vez que Light le combinó un par de viagras en su tarta favorita, el castaño no podía parar de reír y él, aunque jadeando, también lo encontraba gracioso; claro, la diversión y lo excitante solo había durado un par de horas, antes que ambos terminarán en el hospital por esa erección que no bajaba. Light había pasado pidiéndole perdón una semana entera jurándole que no volvería a jugarle ninguna estúpida broma.

Como hubiese deseado que Light jamás cumpliese esa promesa, no era como si la relación hubiese cambiado abruptamente, pero el tiempo pesa.

Siempre supo que fijarse en alguien menor que él no era propio de alguien que se caracterizaba por ser cauteloso, mucho menos el pedirle matrimonio cuando Light apenas tenía veinte años. No era como si hubiese deseado esperar más o que no lo amase, más bien era el hecho que Light apenas iba iniciando su carrera en la universidad, un estudio del cual él tuvo que hacerse cargo luego que los Yagami no aceptarán dicho matrimonio. Y tampoco se arrepentía, pero vamos, su sueldo tampoco era una maravilla.

Y así se formaba la combinación perfecta para ir apagando cualquier relación; un poco de estrés debido al trabajo por aquí, le agregamos falta de tiempo por los estudios y finalmente añadimos carencia de detalles. Ambos pasaban más concentrados en sus mundos distantes; Lawliet en su trabajo y Light en la universidad, poco a poco prestaban menos atención al mundo creado por ambos, donde solo ellos importaban, donde solo su amor era relevante.

Pero no era como si no lo amase, o ya ni eso tenía claro. ¿Era amor o simple costumbre?

Encendió la luz de la sala mientras llevaba la toalla en su hombro para dirigirse al baño que se encontraba al otro lado, pero se sorprendió al ver el lugar completamente ordenado; la mesita de centro en su lugar y sin papeles sobre ella, el piso completamente limpio y todos los útiles de Light ordenados correctamente en el estante de madera que Lawliet le había comprado unos años atrás. Aunque quizá ni siquiera fue el impecable orden lo que sorprendió al azabache, fue algo que a parte de sorprendido, lo hizo sentir culpable. Light dormía en uno de los sillones. ¿Cuando había dejado ese hábito de besar la frente de su esposo cada vez que se despertaba?, si aún la mantuviese, hubiese notado la ausencia del castaño en la cama. Pero aunque le daba miedo admitirlo, Light no fue el primer pensamiento que cruzó por su mente al abrir los ojos.

Con pesadez y cierta culpabilidad arrastró sus pies hasta ponerse de cuclillas frente al sofá donde Light yacía dormido, no podía decir "plácidamente" porque el sofá no era tan largo para alguien con la estatura del castaño. Le acarició el cabello, sentía extraña esa suavidad y el olor a miel que desprendían al revolverlos, ¿hace cuanto no se detenía a apreciar esos pequeños detalles que en algún momento fueron su perdición?, ¿cuando el adictivo olor a miel de su esposo dejó de hacer efecto?

Como era de esperarse, Light se removió un poco y tuvo que apretar los ojos al percibir la luz del bombillo.

—¿Por qué te has quedado aquí?— Cuestionó tan pronto percibió el más ínfimo movimiento. Su voz era neutra, no estaba molesto, quizá un poco avergonzado por no haber notado la ausencia del castaño. Pero aquella voz carente de emoción no fue algo que sorprendiese a Light, ya estaba acostumbrado a ella, no la encontraba extraña, por ello solo se sentó sobre el sofá con toda naturalidad mientras se restregaba los ojos.

—Terminé hace algunas horas. No deseaba despertarte, supongo.

En parte era cierto, siempre trataba de molestar en lo más mínimo al azabache, estaba consciente de todo el esfuerzo que su esposo hacia para mantener esa casa y seguir pagando sus estudios. Sin más se puso de pie, estirándose para desentumecerse, pasando por alto que él también faltaba a la promesa que había hecho en una de esas primeras noches donde todo lo que revoloteaba por el ambiente era amor. "Prometo que besarte será lo primero que haga cada que despierte".

—Aún te faltan algunas horas antes de tus clases, ve a descansar un poco a la cama, ¿si?— se le acercó por detrás, rodeándole la estrecha cintura con sus brazos, aferrándose a ella y hundiendo su rostro entre los omóplatos del castaño, quien se quedó quieto tomando con sus manos los brazos de su esposo.

—Si, claro. Pero puedo prepararte algo para que desayunes— se volteó, levemente emocionado. Esos acercamientos, por simples que fuesen, siempre le emocionaban. Enmarcó el rostro del azabache con sus manos, mordiéndose los labios al no poder disimular su estúpida sonrisa. Quizá el matrimonio se había vuelto monótono, pero aún le amaba, le quedaba claro cada que lo tenía así de cerca, el corazón se le aceleraba y las piernas se le debilitaban como cuando aún eran novios.

—Sabes que no me gusta comer tan temprano, me compraré algo de camino al trabajo— su voz era suave, apenas un susurro por la corta distancia que había entre sus rostros. Sin más se acercó por completo, apresando el labio inferior del castaño, quien volvió ese leve roce rápidamente en un beso.

Rodeó con sus brazos los pálidos hombros de su pareja, quien lo atrajo más hacía él tomándole posesivamente de la cintura. El beso era con necesidad, ambos intentaban impregnarse del sabor del otro, con los ojos cerrados sus otros sentidos se hacían más agudos, podían percibir ese peculiar aroma que sabían solo podía pertenecer a su pareja, reconocían a cabalidad la suavidad de sus labios, sus dedos paseaban lento de un lado a otro, provocando una leve corriente eléctrica en el contrario.

No podía negarlo, amaba a Light. Light era su ancla, quien lo mantenía con los pies sobre la tierra, que si bien a veces sentía que no podía con esa vida que se le hacía tan aburrida, tampoco se imaginaba un futuro sin su esposo. Si, sabía que era un maldito por mantener una relación con Takada, muchas noches no podía conciliar el sueño debido a la culpa, no solo por estarle fallando a Light, también por ella. Porque había notado de un tiempo acá que Kiyomi lo veía de manera diferente, lo acariciaba con ternura, lo besaba delicadamente. Y aunque muchas veces había intentado dejarla, siempre regresaban a lo mismo, con ella saciaba su cuerpo y podía olvidar sus responsabilidades, aunque fuese algo efímero y falso.

Hubiese deseado lanzarlo sobre el sillón y despojarlo de sus prendas, poseerlo con esa necesidad de volver a recorrerle el cuerpo, de poder sentir su piel ardiendo mientras se impregna con su aroma. Pero tuvo que detener el beso de manera lenta, en parte porque sabía que Light lo hubiese rechazado y en parte porque tampoco podía perder tiempo para ir al trabajo.

—No harás horas extras hoy, ¿verdad?— sus frentes estaban pegados mientras aún sus dedos se perdían en el suave cabello azabache, queriendo no romper esa calidez que se había formado alrededor de sus cuerpos.

—No, mi jefe no me las ha aprobado, dice que hoy no será necesario— bufó, levemente molesto ya que realmente necesitaba el dinero. No era como si vivían en malas condiciones, la casa era pequeña pero suficiente para ambos, su auto no era último modelo pero al menos funcionaba, pero claro, siempre tenían que estar bastante apretados, agradecía enormemente que al menos Light se hubiese esforzado para al menos obtener media beca, así el gasto era menor.

—Yo solo debo presentar mi proyecto y hacer un parcial, así que estaré de regreso temprano— sonrió, perdiéndose en esos profundos orbes. Lawliet, por su parte, solo asintió, manteniendo una sonrisa de igual manera


-_-_-

El proyecto había salido mejor de lo esperado, el catedrático había quedado fascinado. Ahora podía disfrutar de un sandwich de pollo comprado en la cafetería con leche de fresa, los nervios antes de la presentación no le habían permitido probar bocado, pero luego de ver que todo su esfuerzo había valido la pena, podía decir que aquel emparedado era el más delicioso que había probado en su vida.

—Nadie podía quitarte la vista de encima— comentó Misa, cuyas piernas entrelazadas se balanceaban bajo la mesa situada en el patio del campus, notoriamente emocionada por su amigo.

—Es que el licenciado ha exagerado mucho a la hora de felicitarme— sus mejillas se sonrojaron levemente y tuvo que agachar la mirada. No era como que no se sintiese orgulloso, pero tampoco le gustaba alardear.

—¡Ay, no seas tan modesto, Light!, acepta que la presentación te salió perfecta, seguro te graduarás con honores y serás el mejor abogado de este país.

La efusividad al momento de expresarse era algo que la caracterizaba, su sonrisa de oreja a oreja mientras sus manos se juntaban eran prueba de ello.

—Para eso faltan dos años aún... mejor hablemos de otra cosa— dijo antes de darle otro sorbo a su leche, viendo hacia todos lados esperando que ningún alumno hubiese estado cerca luego del último comentario de su amiga. La envidia era normal, causa suficiente para que no tuviese más amigos que la rubia de ojos azules. Y aunque ser "el ignorado" era algo que no le importaba, tampoco era como que deseaba con ansias ganarse el desprecio de los demás.

—¡Argh, como quieras!— apoyó su codo sobre la mesa para luego recostar su quijada sobre la palma de su mano, haciendo un puchero mientras pensaba en otro tema de conversación —Entonces dime cómo vas con Elle, ¿todo bien entre ustedes?

El sándwich se detuvo a medio camino y tuvo que pensar un poco antes de contestar. ¿Que debía decir?, ¿bien debido al lindo momento de la mañana?, ¿o mal debido a la discusión de la noche anterior?

 La fresca brisa otoñal le revolvió algunos cabellos mientras Misa lo veía expectante, atinando nada más a encogerse de hombros.

—Digamos que ahí vamos— Comentó y el sándwich al fin llegó a su boca. Su voz no había mostrado ninguna emoción, quizá porque le hubiese encantado decir que eran el matrimonio más feliz, pero no pudo evitar sentirse decepcionado al reconocer que no era así.

—¿¡"Ahí vamos"!?, ¿otra vez esa seca respuesta?

Light enarcó una ceja, no por haber notado el cejo fruncido de su amiga, más bien por su contestación. Ni él había notado que no era la primera vez que decía lo mismo.

—Tenemos problemas como cualquier pareja.

—Y no lo dudo. Pero siempre que te pregunto, tus respuestas son como: "todo normal", "ahí vamos", "cosas de pareja"— finalizó, imitando a la perfección la forma apagada de su amigo al contestar, algo que sacó una sonrisa al castaño.

—Bueno, si jamás te cuento es porque no quiero molestarte con mis problemas— le tomó ambas manos sobre la mesa, sintiéndolas heladas por el clima.

—Pregunto porque los dos me caen muy bien, se me hacen tan lindos— sonrió una vez más, soltando las manos de Light para luego esconderlas en su abrigo rosado y poder calentarse. Se había hecho amiga de Light a los pocos meses de iniciar la universidad, aunque no estudiaban la misma carrera, coincidían en algunas clases. Era por ello que también conocía a la pareja del castaño, lo había conocido en la primera feria de ciencias que la universidad había organizado, que si bien Light no participó, sí asistió tomado de la mano de su bien parecido esposo.

—Está bien, no es nada que no sepas de igual forma. Ya te he dicho que creo que nuestra relación se ha hecho monótona, yo de la universidad a la casa y de la casa a la universidad, lo mismo pasa con él y su trabajo. Ambos siempre estamos cansados y estresados— suspiró con pesadez, subiéndose por completo la cremallera de su suéter por el frío que le había causado aquella realidad.

—¿Y?, lo dices como si fuese el fin. Si la llama se apaga solo debes encenderla de nuevo— se cruzó de brazos, escucharlo hablar con ese tono de derrota casi la exaspera.

—No podemos hacer ningún viaje juntos, ambos pasamos ocupados, además, tampoco es como si el dinero sobrase— se removió algunos mechones de la frente, conversar con Misa solo estaba logrando deprimirlo más en lugar de animarlo. No por ella, más bien porque en la universidad era el único lugar donde podía olvidar ese frío y soledad que había en su casa.

—Light, el dinero no es necesario para poder reanimar la relación. Traten de cenar siempre juntos, jamás se vayan a la cama estando enojados, bésense cada que tengan la oportunidad, elogien eso que aman del otro.

La voz de Misa había sonado más sería, sorprendiendo al castaño cuyos ojos se abrieron levemente. La mayoría del tiempo la voz de la rubia resultaba ser un poco aniñada y desesperante si se lo proponía, pero era esa neutra tonalidad la que le hacía erizar la piel.

—En serio que no entiendo cómo es que estas soltera— bromeó, ganándose un pequeño golpe a puño cerrado sobre su hombro.

—Los solteros somos expertos en amor— se puso de pie, tomando consigo su mochila llena de cosas brillantes. Podía ser que algún día se convirtiese en la mejor profesora, pero Light dudaba si podía dejar todas esas cosas infantiles tan característicos de ella —Te veo luego, mi próxima clase empieza en diez minutos— se encorvó un poco para plantarle un sonoro beso en la mejilla antes de verla desaparecer entre la multitud de alumnos que iban de regreso hacía el interior de las instalaciones.

Él decidió quedarse un poco más, al menos para terminarse su leche y esperar que el cúmulo de alumnos se disipara, no deseaba ser empujado ni apretujado en ese desorden. Además, las palabras de Misa le daban vueltas por la cabeza, quizá su amiga no había dicho ningún secreto, pero si una gran verdad. Fácil le había resultado decir que la relación ya no era lo de antes, pero tampoco era como si hiciese algo para recuperarlo.

El sexo se había convertido en algo esporádico y aburrido, un beso por aquí, una escueta caricia por allá, un flojo vaivén y luego cada quien a su lado de la cama para dormir. Admitía que muchos encuentros eran fallidos debido a sus constantes rechazos a las caricias del azabache, con la excusa que se sentía cansado. Quizá no era excusa, entre estudiar y tantas tareas, sí se sentía exhausto, pero debía recordar que a parte de ser un estudiante, era esposo de alguien.

Inevitablemente una sonrisa se formó en su rostro mientras le daba el último sorbo a su cajita de leche. Recordaba que él regresaría temprano a casa, solo debía presentar un parcial y podía partir, o sea que probablemente estaría de regreso alrededor de las 14h y tomando en cuenta que Lawliet no haría horas extras, quería decir que vería a su esposo alrededor de las 17h. Era perfecto, muchas veces alguno llegaba cuando el otro ya dormía y las veces que se veían, ambos estaban muy cansados. Pero no iba a permitir que el cansancio fuese el causante de arruinar su idea. Misa tenía razón, creía que no era solo responsabilidad suya el avivar la relación, pero no tenía nada de malo en dar el primer paso, muchas parejas pierden la oportunidad por estar a la espera que la otra persona reaccione. Pero eso no iba a pasar con la suya.

Se puso de pie mientras buscaba su celular en su bolsillo, el corazón le latía con fuerza y sentía las manos más heladas aún, quizá por el viento o quizá por la emoción mientras escuchaba el teléfono sonar con ese tono tan aburrido.

—¿Bueno?

La voz neutra de su esposo no le ofendió en lo absoluto, sabía que probablemente se encontraba ocupado y que no debía estarle quitando el tiempo.

—Perdón por llamarte en horas del trabajo, pero quería saber si te gustaría que fuésemos a cenar hoy, puedo hacer reservaciones en el Authentique bistro de Paris— dijo con una sonrisa, la cual desapareció al escuchar un leve bufido al otro lado de la línea

—Sabes que no podemos costearnos una cena en ese restaurante— Lawliet se masajeaba la sien al otro lado, intentando hablar bajo para que su jefe no lo descubriese.

—Lo sé, pero sabes que mi madre siempre me manda dinero a escondidas de mi padre, he ahorrado un poco, sé que tengo lo suficiente para poder darnos ese gusto— se quedó de pie en medio del campus, la desesperación comenzaba a embargarlo y no deseaba que alguien lo viese mal en el interior.

–También sabes que me gusta que guardes ese dinero para cualquier cosa que tú necesites.

—Si, pero solo será...

—¡Light!, no iremos a cenar ahí, entiéndelo— le interrumpió, elevando un poco la voz pero cubriéndose la boca con una mano para evitar ser descubierto.

—Está bien...— aceptó vencido, pero la chispa de esperanza tampoco desaparecía de su pecho —Entonces... ¿que te parece si preparo costillas?, sé cuánto te encantan— su voz sonó un poco seductora, sabiendo como persuadirlo.

Lawliet sonrío al otro lado de la línea y negó con la cabeza suavemente.

—Eso si te lo acepto, pero que sea a la barbacoa, odio lo picante, no sé cómo puedes amarlo.

—Será como tú quieras— dejó escapar una suave risilla, pero aferrándose al teléfono por la emoción que le embargaba. Quizá no sería un cena en un fino restaurante mientras brindaban con champagne, pero cenarían juntos, él se encargaría de hacerlo especial —Elle, antes de cortar. He visto que cerca de tu trabajo hay una tienda de chocolates. ¿Podrías comprarme algunos?, una caja pequeña sería suficiente, no sé porqué pero desde hace días realmente tengo antojo por uno de esos.

—Haré lo posible.

Una seca respuesta pero lo suficiente para provocar una sonrisa en los labios del castaño, quien acercando el celular a la boca le susurró un "te amo"

—Yo también.


El tono de la llamada desconectada le invadió el odio antes que guardase de nuevo su celular en el bolsillo. Se colgó la mochila de lado y se apresuró a buscar su salón, presentaría el parcial y regresaría a casa. Iba a encargarse de hacerlo especial, Lawliet dijo que podía usar el dinero de su madre en cosas para él, sabía que se refería en algo referente a la universidad, pero tampoco es como si estuviese mal comprarse alguna linda camisa. Total, deseaba verse bien para su esposo, ¿Y por qué no?, comprarse algún suspensor masculino de cuero para darle el postre en la cama. No pudo evitar sonrojarse ante el último pensamiento, así que solamente decidió apresurar sus pasos para tener el tiempo suficiente de prepararse.


-_-_-


El día había sido igual de largo y aburrido, teclear durante horas le hacía doler los dedos y su vista se sentía cansada debido a la luz del monitor. Lo único bueno es que el clima era exquisito, el frío aire se colaba de vez en vez por las ventanas, dando un ambiente ideal. De no ser así, la oficina seguramente se hubiese caldeado debido a todos los cubículos ordenados perfectamente en una pequeña habitación rectangular, haciendo menos llevadero la jornada.

—Elle, luego de la oficina iremos por unas cervezas, ¿te gustaría venir?— le preguntó alguien con voz baja a su lado izquierdo, quien había detenido la revisión de archivos para inclinarse un poco hacia él y llamar su atención. Lawliet alzó la vista, reconocía al hombre de cabellos afro pero no era como si tuviesen una relación cercana de amigos, así que la invitación se le hizo un poco extraña, hasta que el compañero que tenía enfrente se volteó para hacerle la misma propuesta.

—Si, Elle. Sabemos que es jueves y aún debemos trabajar mañana, pero solo serán un par. El jefe no tiene porque enterarse— le susurró alguien de cabellos cortos y negros, de los más jóvenes del grupo y a la vez el más tranquilo. Esta vez Lawliet sonrío a Matsuda, una invitación por parte de él no le ofendía, de hecho era con la única persona con quien compartía en las horas de almuerzo, tampoco creía considerarlo amigo, pero al menos era alguien que le agradaba.

—Lo siento, pero realmente deseo regresar a casa y descansar.

—¿Es que acaso tu esposa no te da permiso?— El tono burlón de Aizawa le molestó y escondió la mano bajo el escritorio al percatarse que éste no dejaba de verle el anillo en su dedo.

—No seas tonto, Shuichi— Interrumpió rápidamente Matsuda, claramente incomodo por el comentario tan fuera de lugar. Él sabía que la pareja del azabache no era una ella sino un él, aunque no era la homosexualidad de su amigo lo que había vuelto levemente tenso el ambiente, más bien era el hecho que Aizawa se hubiese atrevido a lanzar una broma cuando ni siquiera tenía la confianza suficiente —Yo te entiendo, Elle. La verdad es que esta semana has hecho horas extras a lo loco. Te mereces un descanso.


Lawliet sonrío asintiéndole para regresar a su trabajo y terminar con sus archivos, ignorando completamente al malhumorado compañero de su lado, quien también volvió a su trabajo entre bufidos.

El reloj seguía avanzando y cada vez eran menos los minutos que faltaban para poder partir. De verdad que estaba deseando en regresar a su casa, quizá tomar un largo baño y envolverse entre las sábanas, no se había percatado de lo cansado que se sentía, solo pudo notarlo hasta que el reloj marco las 16h, hora de guardar todo y partir. Estaba consciente que ahora debía enfrentarse al tedioso tráfico que le esperaba de regreso, pero aún así quería marcharse lo antes posible.

Fue el primero en salir al tener ya todo listo, se abrió espacio entre los cubículos mientras se aflojaba la corbata y quitaba el saco para despedirse de manera simple de sus compañeros, sin detener sus pasos.

—¡Amor!— la chillante y efusiva voz le resonó en la cabeza. No supo adivinar ni cómo ni de dónde había aparecido, pero se había lanzado casi apercollándolo con los brazos una vez sus pies pisaron la acera frente al edificio.

Sintió las miradas curiosas de sus compañeros que venían detrás de él mientras la pelínegra no dejaba de abrazarlo.

—Kiyomi... ¿Qu-Qué haces a-aquí?— fue imposible que no titubease mientras intentaba separarse de la mujer, claro, sin hacerlo demasiado notorio. ¿Desde cuando ella sabía donde trabajaba?

—Te extrañaba demasiado. ¿Te molesta que haya averiguado la dirección?– se separó del azabache pero agachó la mirada y junto sus manos como cachorrillo regañado, esperando que su puchero fuese suficiente para no enojarlo.

—Debiste preguntármelo a mí directamente— contestó con dureza mientras escondía la mano que portaba su anillo dentro del bolsillo del pantalón.

—¡Elle!

El aludido ladeó el rostro al reconocer la voz de su compañero quien se aproximaba hacia dónde él estaba. Sin perder tiempo, decidió ser él quien se acercase al grupo que lo veía curioso a unos metros, haciéndole una señal a Takada para que lo esperara.

—¿Que sucede Matsuda?

—¡Linda novia, Elle!— Gritó alguien desde atrás, el más alto y corpulento del grupo. Lawliet decidió ignorar dicho comentario, pero no pasó desapercibido el sonrojo que se apoderó del rostro de la pelínegra a lo lejos.

—Ella no es "Light", ¿verdad?— susurró su compañero, sin dejar de ver con desconfianza a la chica. Lawliet frunció el entrecejo, viendo cómo Matsuda se seguía acomodando su gabardina y bufanda debido al clima, un clima que a él no le había molestado quizá por la sorpresa de tener a Takada fuera del edificio donde trabaja, pero que ahora comenzaba a calarle en lo más profundo.

—Es una amiga, es todo. Aunque tampoco es como si sea de tu incumbencia, ¿verdad?

Matsuda dio un leve respingo y tragó grueso luego de la frialdad que Lawliet había puesto en aquellas palabras. Aunque lo entendía, eran buenos compañeros pero no amigos y aunque fuesen amigos, ¿que tenía que estar entrometiéndose en la vida de los demás?

—Tienes razón. No me incumbe, que te diviertas y nos vemos mañana— fingió la sonrisa que mejor pudo antes de retirarse y regresar con el pequeño grupo que había decidido ir a beber un poco. Admiraba demasiado a Lawliet y quizá era esa la razón por la que le había molestado verlo con alguien que claramente no era su pareja, tampoco conocía a Light, solo sabía lo que su compañero le contaba, pero no podía evitar sentir pena por él.


-_-_-

—¿Te llevo a tu apartamento o qué?— se abrochó el cinturón de seguridad antes de encender el motor del auto. A él no le había causado ninguna emoción la sorpresita que Takada había decidido darle.

—¿Crees que he venido hasta aquí para que me lleves a mi casa?— se cruzó de brazos, no molesta con él porque sabía que esas cosas no funcionaban, pero si decepcionada. Decepcionada porque amaba a ése hombre, pero Lawliet no había mostrado ni la más mínima pizca de alegría por verla.

—¿¡Entonces a que viniste!?— apretó con fuerzas el manubrio, manteniendo su vista al frente mientras sentía su sangre hervir. Nadie en su trabajo conocía su vida personal, así que era algo que lo tenía sin cuidado. Más bien era el hecho de sentir que todo se le salía de las manos lo que realmente le desesperaba, no quería ni imaginarse a su amante averiguando la dirección de su domicilio y presentandose en su casa.

Esta vez Kiyomi dejó su semblante serio y se encogió en el asiento al verlo tan molesto. Comenzó a sudar nerviosa y con lentitud llevó su mano al bolsillo de su suéter, buscando lo que ella creía que podía alegrarlo.

—He comprado esto— sacó dos pases y los elevó con un poco de temor. Lawliet ladeó el rostro y no pudo ocultar su sorpresa y alegría al verlos —Sé cuanto amas el béisbol y Jeannette me consiguió estos— sus ojos brillaron al notar que el semblante del azabache había cambiado a uno más relajado y hasta sonriente.

—...El juego de esta noche...— susurró, tomando con sus trémulas manos los boletos, sus ojitos brillaban cual niño. Hace mucho que no iba a un juego de ningún deporte. Light detestaba todo lo que tenía que ver con esfuerzo físico, lo cual era curioso para alguien que era muy bueno en tennis. Pero por ello se había alejado de esos domingos llenos de emoción viendo algún partido de fútbol, ya no visitaba las canchas porque a Light no le gustaban y a él tampoco le gustaba mucho ir solo.

—¡Si!, pensé que podíamos ir juntos y luego quizá cenar algo— sus manos se juntaron y las llevó a su boca, queriendo controlar el temblor que parecía recorrerle el cuerpo.

Lawliet alzó la vista, saliendo de su trance al cual había entrado gracias a las letras doradas que se podían leer sobre los boletos. Vio las mejillas de Kiyomi sonrosadas y como los ojos le brillaban, por impulso llevó una mano a la nuca de ella y la jalo hacia sí, buscándole los labios inmediatamente.

Kiyomi podía sentir las manos heladas del azabache sobre su piel, debido al clima y también porque éste no estaba utilizando su gabardina para protegerse del frío. Sin embargo, tampoco le molestaba los gélidos roces, se dejó llevar y correspondió al beso de la mejor manera que sabía, abrió sus labios y dio lugar a la lengua de su amante, quien pronto le sostuvo de la cintura posesivamente.

—Eres la mejor...— le susurró una vez cortó el contacto, sintiendo el cuerpo de la chica temblar debido a sus palabras.


-_-_-


Al ser un lugar pequeño, el aroma a comida había invadido por completo la casa. A Elle le gustaba el orden, por lo que había invertido un poco de tiempo en limpiar, pero lo que más le enorgullecía era el resultado de la decoración de la mesa, que si bien era simple, sabía que le gustaría a su esposo. Había conseguido un blanco mantel barato pero que siempre tuviese ese pequeño aspecto de delicadeza con unos finos bordados; había sacado la vajilla especial que solo utilizaban en las esporádicas ocasiones que sus padres decidían visitarlo, los platos de un color blanco y brillante donde podía ver su reflejo; había comprado un cabernet sauvignon y lo había colocado en medio de la mesa para seis, junto al ramo de rosas violetas, las cuales yacían en un jarrón dorado en medio de dos candelabros; la bandeja de vidrio que guardaba las costillas recién salidas habían sido colocadas a un lado; las papas aún se encontraban en el horno y las verduras al vapor solo era cuestión de servirlas.

El reloj ya marcaba las 17h, Lawliet podía aparecer en cualquier momento, por ello decidió encender las dos velas rojas incrustados sobre los candelabros de plata, un obsequio de boda. Tomó asiento y aunque no deseaba sentirse nervioso, era imposible que sus pies no se moviesen inquietos bajo la mesa. De vez en vez pasaba su mano sobre sus cabellos, acomodándolo hacia un lado y luego hacia otro, ¿de que lado podía verse mejor?, Se cercioró que su camisa nueva color salmón no tuviese ninguna arruga y que todos los botones estuviesen correctamente. El corazón le palpitaba con fuerza, pero definitivamente el sentir su trasero al aire chocando con la gruesa tela del jeans negro debido a los suspensores era lo que le hacía reír con cierta picardía, estaba ansioso por ver el rostro que haría Lawliet una vez estuviesen en la cama, no iba a negar que aquello le hacía sonrojar, siempre había sido más tímido que su esposo para todo lo referente a la sexualidad, pero no era que no le gustaba ni que no le emocionara, de hecho podía sentir un escalofrío recorrer su miembro con solo imaginar el postre que ambos se comerían en la habitación.

Pero los minutos comenzaron a pasar demasiado rápido y pronto su reloj de muñeca ya mostraba las 17h45. Su quijada descansaba de mala gana sobre la palma de su mano, mientras veía como la cera de las velas ya no solo se conformaba con acumularse sobre el brillante candelabro, sino que ahora goteaba manchando el mantel nuevo. Los nervios de emoción se habían esfumado, aún seguía nervioso pero era algo más mezclado a miedo. Se pasó la mano por la frente, quitando las gotas de sudor que se acumulaban en ella, en su otra mano sostenía el celular, sin perder de vista la pantalla, esperando que esta se encendiera en cualquier momento. Una llamada, un mensaje, lo que sea pero algo que explicase su tardía.

Quería detener el maldito tiempo, éste solo seguía avanzando sin piedad. El sol se había ocultado y las velas se habían consumido por completo hace ratos. Con miedo vio una vez más su reloj y el nudo en su garganta se desató al ver que ya eran las 20h, se cubrió la boca en un intento de mitigar su llanto, no deseaba sentirse triste, no era como si fuese la primera vez que no cenaban juntos, entendía que el trabajo de su esposo le quitaba tiempo. Pero se había hecho ilusiones, joder, se había comprado una camisa nueva, se había esforzado en preparar algo decente, se había pasado horas en la ducha aseándose y colocando las miles de cremas sobre su piel, había pasado frente al espejo intentando convencerse como llevar su cabello esa noche. ¡Había sido en vano!, Pero aún conservaba una pequeña esperanza, debía haber alguna razón, algo que lo entretuviese. Por ello llevó el celular a su oreja luego de marcar el número telefónico de su esposo.

"Your call has been forwarded to an automatic voice message system"

Lanzó el teléfono contra la mesa una vez la llamada fue dirigida automáticamente al correo de voz, el maldito teléfono estaba apagado, ¿lo había olvidado? No, no podía haberlo olvidado, no podía, ¿verdad? Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano para luego ponerse de pie, lo único que le importó guardar fueron las costillas, las cuales metió con todo y bandeja a la pequeña refrigeradora, pero por lo demás ni se molestó, si se arruinaba le daba igual, le valía un carajo la demás comida. Tomó el ramo de rosas y lo sacó del jarrón, las vio con desprecio, con su vista aún nublada. Violetas... el color que le gustaba a su esposo, no pudo evitar formar una cara de asco ante la última palabra, como deseaba tenerlo enfrente y deshacerle las rosas en la cara. Tomó los petalos y con furia los arranco, sintiendo las lágrimas bajarle por las mejillas, incrustándose las espinas en la otra mano.

Ni siquiera se preocupó por buscar un pijamas o por quitarse los maldito suspensores, solamente se desabotonó la camisa y se lanzó a la cama, importándole poco si se resfriaba debido al frío que se colaba por el ventanal. Solo hundió su rostro en la almohada y no pudo evitar llorar, de tristeza, de coraje, de decepción...

-_-_-


La sonrisa de estúpido no se la quitaba nadie, el partido había estado más emocionante de lo esperado, toda la gente estaba eufórica, agregándole más entretenimiento al asunto. Los tacos en una esquina cualquiera tampoco habían estado mal, acompañados con un par de cervezas que terminaron por relajarlo. Definitivamente la había pasado bien, como acompañante Kiyomi era genial, era divertida, energética, ingeniosa. Pero detuvo sus pasos en seco una vez abrió la puerta de su casa, el lugar estaba completamente oscuro, pero un peculiar aroma llegó a su olfato... costillas.

Inevitablemente las llaves se estrellaron con el piso, provocando un estruendoso sonido debido a la tranquilidad que ofrecía la noche. Se agachó sin perder tiempo, esperando no haber despertado a Light. Con una mano se tomó del cabello mientras lo jalaba hacia atrás, ¿como podía haberlo olvidado? Light lo iba a matar, ¡lo iba a matar!, más cuando el reloj ya marcaban las 22h.

Subió el switch que se encontraba a un lado de la puerta, iluminando por completo la sala, esperando que Light no estuviese escondido en las penumbras. Respiró al ver que no había nadie, pero despacio se acercó al arco de pared que estaba al lado contrario, a la cocina. Tuvo que morderse los labios al ver el lugar, la mesa manchada por unas velas que se habían consumido en su totalidad, pétalos de rosas violetas regadas por el suelo, la botella de vino dejada en el medio de la mesa aún. Se dio un leve masaje en las sienes, Light tenía todo el derecho de enterrarlo vivo.

Con miedo tomó la perilla dorada de su habitación, no sin antes apagar las luces de la sala y cocina. Tuvo miedo de abrirla, cualquier cosa podía impactarle; alguna almohada, la alarma, o los gritos de Light que se escucharían por toda la cuadra, pero no pasó ninguna de las posibilidades que su cabeza maquinó. Se adentró siempre con la misma cautela y fue hasta que estuvo cerca de la cama que pudo verlo, cobijado hasta el pecho mientras le daba la espalda, pero lo que sorprendió al azabache fue notar que sus ojos estaban abiertos. Tragó grueso, un poco confundido por no recibir los ya esperados reclamos.

—Realmente lo siento...— con cuidado se hincó sobre el colchón, deslizándose despacio para tocarle el hombro con su mano, pero Light rechazó su caricia cubriéndose hasta la cabeza con las sabanas.

—No i-importa...

Lawliet se quedó estático ante la voz quebrantada del otro. Retiró la mano con cierto temor, ése que le invadió al verlo temblar bajo las sábanas. Quiso acercarse, abrazarlo, pero no pudo. Menos cuando los sollozos se comenzaron a hacer más sonoros, sabía que Light trataba de retenerlos porque se escuchaban levemente ahogados, como si se estuviese cubriendo la boca con su mano, pero que de nada le servía. Se deslizó bajo la cobija en su parte de la cama, con los ojos anegados en lágrimas. Sacó el anillo de su bolsillo, donde había pasado oculto las últimas seis horas, pero no lo regresó a su dedo, lo dejo sobre la mesita de noche luego de acomodarse en el colchón. No era merecedor de portarlo, no cuando el llanto de Light era lo único que invadía la habitación, pero que la brecha entre sus cuerpos se hacia más grande.

 

Notas finales:

Ña, debo agradecer por sus reviews. El capítulo lo empece ayer, pero me venció el sueño. Así que hoy no pare hasta terminarlo. Aquí son las 17h09, mi familia dice que soy asocial:3

 

¡Hasta la próxima!


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