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Tus manos por loveOver

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Notas del fanfic:

Este es un regalo de cumpleaños para ClowReed, ella eligió a pareja y me dejó algunas pistas de lo que ella deseaba ver.

Clow:

Feliz cumpleaños hermosa, sé que está cortito, pero es que no soy el rey de los one-shot; ojalá que este día y todos los siguientes sean hermosos y felices para ti. Te adoro.

Leorio x Kurapika para todos, cortesía de ClowReed

Caminó por el pasillo a toda prisa, la marea era muy fuerte y no era conveniente correr sólo para llegar a un destino al que finalmente llegaría; además, el principio de proteger su integridad para hacerse cargo de la de alguien más era básico para alguien que tenía vocación de médico como la tenía él. Confiaba en que su amigo tuviera la suficiente fortaleza para resistir hasta reponerse.

—Te has tardado —musitó el rubio cuando le vio entrar.

Intentó sentarse pero el golpe de su costado le hizo frenar la idea. Al menos pudo girarse para mirar de frente al moreno que mantenía su postura con sus manos en la cintura, esperando a que dejara su berrinche.

—Sí tú te tardaras, de vez en cuando, podrías evitar desastres. Deja los dramas para otro momento, ahora me haré cargo de ti.

—No hace falta.

Enfrentaron sus miradas. Kurapika detestaba haberse equivocado en esta, estuvo tan cerca y la vez, reconocía que se había equivocado, el cuarto príncipe de Kakin no era un tipo con el que pudiera andarse con suposiciones.

—¿Lo viste?

Leorio prefirió ignorar su reclamo, se colocó los guantes de látex y se acercó lo más posible a la cama, para alcanzar el delgado cuerpo del rubio que apenas se dejó tocar. Casi a regañadientes, Kurapika se dejó desnudar el torso, de modo que el moreno podía ver el daño.

—Sí, lo vi… —contestó casi sin aliento, se sentía intimidado ante la mirada escrutiñadora del moreno— el príncipe es… es siniestro, lo subestimé.

Intentó desviar su atención. Leorio era a única persona que hasta ahora le había visto de ese modo, débil, en un mal estado, y sobre todo, semidesnudo; detestaba admitirlo, pero también era la única persona que hasta ahora había tenido acceso a su cuerpo con tanta libertad, con la posibilidad de deslizar sus dedos por su piel. Estaba de acuerdo con que no debía sentirse así, deseoso de caricias, siendo que su amigo sólo le estaba examinando en busca de alguna repercusión seria.

—Yo no sé mucho de estrategias, no soy como Killua o tú, pero sé que no era necesario que te dejaras llevar por tu ira.

El príncipe se había atrevido a hacer mención de ojos de escarlata, frente a él, en una reunión con varios príncipes; fue una desgracia que él estuviera presente. Al principio se había esforzado por mantener su mente fría, no dejarse llevar, pero entre broma y broma, terminó por hartarse. Lo siguió a su dormitorio, donde finalmente le atacó y descubrió con amargura que no estaba solo ni mucho menos estaba enfrentando a un novato. El tipo respondió con toda su ira. Por suerte no se había presentado con su apariencia real, llevaba puesto un disfraz, a petición de la madre que protegía en el barco, pero jamás esperó verse tan tonto en un momento crucial.

—Tienes razón, fue mi falta de estrategia, la próxima vez…

—Iré contigo. La próxima vez iré contigo y esto no va a pasar.

Aunque era impulsivo, disfrutaba mucho cuando Leorio mostraba su lado más amable, le hacía recordar que la humanidad estaba compuesta de muchos tipos de personas, que él aliviaba su venganza y le traía de vuelta a un hogar. Era mucho mejor que escuchar un simple discurso de auto-respeto y dignidad, como los que Senritsu solía darle.

Sintió que los dedos del moreno se dirigían a su vientre bajo y se sobresaltó.

—¿Q-qué haces?

—¿Qué más haría?, te estoy revisando.

—Pero ahí…

—¿Ahí?, ¿dónde?, ¿te duele?

No estaba ni cerca de ser algo sexual, pero su naturaleza estoica le hacía sentirse intimidado ante cualquier acercamiento, incluso con buena intención, podría e iba a ser tomado de un modo diferente. Se ruborizó y no quiso responder nada más.

Leorio esperó paciente una respuesta, pero sólo vio el rubor de su amigo y al no tener respuesta, lo tomó por buena señal y siguió. En realidad no estaba herido con seriedad al menos no en el torso, quizá tendría un hematoma en el costado, uno bastante grande que le dolería; su pierna izquierda sí tenía una herida profunda, pero sólo hacía falta limpiar y coser, porque el mismo rubio se había encargado de frenar la hemorragia.

—No, no es eso.

—¿Entonces?

Bajó la mano, deslizándola todavía más de un extremo a otro, provocándole cosquillas irresistibles.

—¡Leorio!

En realidad era consciente de lo que le ocurría. Fingía no darse cuenta porque le divertía bastante las reacciones que el muchacho solía tener durante sus revisiones, cuando le quitaba la ropa, cuando lo tocaba. No lo hacía de un mal modo, pero en secreto pensaba que estaba muy mal de su parte el seguir actuado con doble intensión; el colmo era que Kurpika era perfecto para esto, un tipo cerrado, tímido, que no había sido tocado por nadie más, salvo él. Dejar pasar la oportunidad era de tontos.

—Ya, ya —retiró la mano— déjame ver tu pierna.

Sintió una pena especial por dejar de sentir la mano del moreno en su cuerpo, no había sido su intención el apartarlo, pero no podía confesarle lo bien que le hacía sentir cuando eran sólo revisiones y nada más. Quedaría como un grandísimo pervertido. Con cuidado se sentó, y permitió que Leorio cortara la tela de su pantalón para mostrar la herida. Todavía sangraba un poco, por suerte no era nada para alarmarse.

Respiró profundo cuando la anestesia le fue aplicada; de sobra sabía que le coserían, al menos un par de puntos se había ganado, eso y no poder enfrentar al príncipe por un tiempo, no le era conveniente pelear en esa condición, cualquier desventaja, por mínima que fuera era peligrosa.

—¿Kurapika? —le llamó, el rubio llevaba buen rato en silencio, ni una queja por dejarse tocar.

—¿Eh?

—¿Puedo ver tu otra pierna?

—No tengo nada.

Lo retó con la mirada. No era necesario revisar su otra pierna, tal como lo había indicado, pero él tenía el afán de ver qué más pasaría si continuaba tocándolo. Siempre tenía esa curiosidad, qué tan lejos podía llegar. Kurapika era muy diferente al resto de personas que conocía, tan bueno como malo, tan fiel como traidor, y tenía esa fachada delicada, cuando en realidad era todo lo contrario; le atraía como un imán, pese a que él desde el inicio le había rechazado, tenía esa imperante necesidad de estar junto a él; saber de él, meterse en su vida, y su belleza andrógina tan atrayente era una trampa mortal. Más para él, un hombre heterosexual aunque sin prejuicios, Kurapika era como aquello prohibido que hacía falta sobrepasar. Cuando lo miraba a la cara era cuando comenzaba a prevaricar, le ganaba el deseo, después recordaba que no era una chica y ahí su dilema finalizaba.

—Déjame revisar, si no tienes nada te dejaré en paz y ya.

El rubio le lanzó una mirada de pocos amigos y se sintió desanimado a continuar. Se rió nerviosamente para disimular, pero al ver que Kurapika cedía, abriéndose paso entre las sábanas, para mostrar su otra pierna; se deshizo de su pantalón por completo, para sólo quedar con un bóxer cómodo, cubriendo sólo lo esencial.

—Date prisa, quiero ir a mi cuarto por más ropa.

Leorio lo contemplo, siempre le fascinaba ver ese contraste entre lo delicado y lo rudo. Le habría creído que tenía prisa de no ser porque sus palabras desentonaron con su rostro, estaba por completo ruborizado y se le notaba bastante el nerviosismo.

En cuanto puso sus manos sobre su pierna, recorriéndola con una suave caricia, presionando la piel; dejando una marca suave, roja en su camino, sintió que poco a poco el ambiente se tornaba hostil.

—¿Por qué lo haces?

Escuchó que le preguntaba.

—Sabes bien que no tengo nada, ¿por qué sigues queriendo desnudarme y ponerme en estas situaciones?

Nunca imaginó su corazón sería descubierto de ese modo, no tenía argumentos para dar. Simplemente había creído que Kurapika era tonto y no se daría cuenta de lo que hacía porque él era el doctor, el experto que sabía lo que hacía, y él no; ahora se percataba de cuan equivocado estuvo al ir con sus juegos e insinuaciones creyendo que pasaría por un buen amigo, preocupado por el bienestar de los otros.

Primero quedó paralizado, dejó de respirar, y se hizo hacia atrás, dispuesto a apartarse por completo de su amigo. Abochornado a más no poder. El problema fue que el cuarto no era lo suficiente espacioso para huir, apenas pudo dar un par de pasos hacia atrás y terminó por derribar un mueble que derramó a su vez un contenedor lleno de agua. El ruido fue tal que incrementó su vergüenza. Ahora sí que no tenía modo para fingir que no entendía el reclamo.

—Ki-Ku-Kura… —su rostro estaba rojo, parecía que humeaba de nervios.

Temblaba, y en parte parecía bastante tierno, como un niño descubierto en medio de su travesura. Kurapika creyó entender todo, al fin comprendía por qué tomaba ese comportamiento siempre que había oportunidad. Creía que Leorio era torpe para comprenderse a sí mismo en algo tan simple, pero él no era así. Si bien era cierto que había permanecido apartado de la sociedad, seguía siendo un ser humano, deseoso de ser comprendido y amado, podía intuir cosas de sentido común. Se le ocurrió que quizá podría ayudar a su amigo a terminar con su curiosidad, fue un arranque de un segundo que quizá cambiaría todo lo que hasta ahora había ocurrido entre ambos. Se atrevió a tomar su mano, sintió como se convulsionaba de miedo; probablemente Leorio creía que le lastimaría, pero lejos de eso, lo atrajo a su cuerpo. Puso la mano de su amigo sobre su pecho.

—Si tanto quieres saber lo que soy, dímelo. Está bien, soy consciente de que tengo estas facciones, no soy tonto, pero deja de confundirme con una chica de una vez…

Leorio se dio cuenta de una cosa más. Pese a que Kurapika se había mostrado serio al descubrirle, en realidad sólo había visto la punta de iceberg, no era que la curiosidad por confundirlo con una chica le incitaba a propasarse con él, sino algo más, una cosa que él mismo no podía explicar.

—Ah… s-sí —movió su mano desde su pecho hasta su abdomen, mirándole siempre a los ojos— lo siento.

—Adelante.

Mirándolo a los ojos, dejó que el aspirante a médico moviera su mano sobre su cuerpo; paseándose por sus pectorales hasta subir a su cuello y sostener su rostro. La tensión sexual era increíble a este punto, ambos no paraban de preguntarse por qué no se detenían. Entonces, en un nuevo impulso fuera de su control, Leorio subió su rodilla a la cama, apoyándose para no caerse, y sin decir palabra alguna le besó en los labios.

Kurapika quedó sin aliento, esto había sido más de lo que había calculado, cerro sus ojos y se dejó llevar. Era su primer beso. Los labios de Leorio se sentían calientes, más que los suyos, y se movían con mucha lentitud como si con ello le pidieran perdón por ser tan irresistible. Apenas duró unos segundos, que se sintieron como muchos minutos. Todavía con los labios humedecidos se separaron en silencio, esta vez sin atrever a argumentar sobre lo currido.

Probablemente pasaría mucho tiempo antes de que ambos se dieran cuenta que en realidad la atracción entre ambos estaba quemando sus nervios y su resistencia poco a poco. Leorio terminó por tocarle un poco más antes de marcharse y dejar a un muy confundido Kurapika que tardaría en reponerse más allá de las heridas físicas. 

Notas finales:

LoveOver apestas con los finales :) yay

Aprovecho para recordarles que estamos por volver con el fanfic "Y", para continuar con 93 en Babel, espero estár listo este jueves 27 (2016)

Un abrazo <3


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