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El rey que obligaron a convertirse en tirano por ami4alice

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Notas del capitulo:

Bueno aquí les dejo el final, final que les prometí le daría.. <3

Como siempre KKM no me pertenece, si lo hiciera Wolfram y Yuuri se fuesen casado desde el comienzo <3

recomiendo escuchar esta canción mientras leen: https://www.youtube.com/watch?v=B0VsCaUk30Y

para más dramatismo <3

 

Muchos años después.

Una pequeña niña de cinco años, de cabello negro y ojos verdes se encontraba sentada en un banco meciendo sus piernas mientras veía a las personas pasar a unos pasos del banco. Mientras estaba sentada se pudo escuchar la voz de un ciudadano. Como siempre, estaba gritando cosas que no entendía, pero por las expresiones de las personas parecían ser malas noticias.

-¡De nuevo el rey a tomado otro reino! –Grito a lo que todos mostraron su cara de angustia, pero no duro mucho.

La pequeña niña quien miraba extrañada a las personas seguía agitando sus pies hasta que oía su nombre en una voz conocida, giraba su rostro para ver con una sonrisa a su querida abuela.

-¡Abuela! –Decía con alegría mientras se bajaba del banco de un brinco y tomaba la mano de la mujer mayor –Abuela…

-¿Qué sucede Mimi? –Preguntaba la mujer morena.

-¿Es malo que nuestro rey tome otros reinos? –Pregunto con curiosidad.

-¿Malo? –La mujer quedo un tanto pensativo mientras caminaba tomada de la mano de la pequeña.

-Todos siempre fruncen el ceño y luego tienen caras relajadas, como cuando mamá se resigna por lo que ha hecho mi hermano mayor. –Comentaba la pequeña dando un ejemplo ilustrativo. La morena río antes de detener su andar para llevar su mano libre al cabello rizado y negro de la niña.

-Eso se debe a que no es correcto. –Comento con una pequeña sonrisa.

-Si no es correcto, ¿Por qué lo sigue haciendo? ¿No deberíamos hacer algo?

-Eso debería ser así, pero nadie puede hacerlo…-Comento en un suspiro.

-¿Por qué? –Pregunto con curiosidad mirando fijamente a la mayor con sus ojos verdes.

-Nadie puede odiar la tiranía de nuestro rey. Nadie puede hacerlo desde ese momento… -Comento en un suspiro.

Ella, ya teniendo tantos años aun lo recordaba perfectamente. Himeko, amiga de la infancia del tirano que ahora los gobernaba recordaba perfectamente aquel día en que todo cambio para el reino. Ambos reinos que vivieron en guerra ahora eran una solo, ahora no eran ni el reino humano ni el demonio, eran el gran imperio de Shin Makoku. Tanto los humanos como los demonios que quedaron luego de aquella guerra que marco su historia, todos ellos terminaron en un mismo reino, sin poder despreciar las acciones de su rey.

Nadie lo podía odiar, nadie le podía juzgar y nadie lo podía cambiar. La única persona capaz de lograrlo ya no se encontraba en ese mundo y no se encontraría nunca, esa había sido la decisión del pueblo, así que no podían decir nada ante aquel final, de la decisión que tomaron por su cuenta. Si tan solo todos se hubiesen dado cuenta de lo que en verdad pasaba, si hubiesen pensado con la cabeza fría en aquel entonces nada de aquello estuviera pasando.

Tenían ahora estrictas reglas que si no se cumplían tenían pena de muerte, sus soldados estaban en constantes guerras en busca de más territorio. Ni siquiera los antiguos soberanos pudieron lograr aliviar el dolor que había quedado en su heredero. Ni siquiera ellos, siendo exiliados del reino pudieron ayudar a su hijo, quien se transformo en un ser tirano y cruel. Nadie le importaba, nadie protegía, nadie salvaba, solo buscaba agrandar más, torturar más y tener más poder.

Si aquel día hace tantos años el pueblo no hubiese pedido justicia quizás las cosas serían diferentes. Himeko había intentado en aquel entonces junto a los anteriores soberanos apaciguar la gran ira del pueblo ante el culpable de todo aquel desastre de hace años atrás, pero sus esfuerzos fueron en vano. Aquel día, el día en que el reino demonio cayó bajo la mano de su gobernante, aquel día en que el rey del reino demonio se entrego como el culpable de todo aquel caos. Aquel día en que el actual pueblo de Shin Makoku pudo presenciar una muerte honrosa que nunca debió pasar.

Wolfram se había declarado el culpable de hincar aquella guerra que destruyó casi por completo a ambos reinos, por esa razón el pueblo pedía que fuera castigado por sus pecados. Shoma, como Miko intentaron ver que no había sido culpa del rubio todo aquel caos, pero Wolfram no los ayudaba, sin siquiera dudar se echo toda la culpa de aquella ruin guerra. Entonces el día en que se decidió que sería condenado a muerte, fue el día en que quedo grabado para todos los ciudadanos. Todo estaba preparado, la persona que decapitaría al culpable estaba listo con su ropa negra y cubierta la cara.

Entonces cuando los soldados traían a un rubio atado, el pueblo comenzó con su abucheo. Himeko que se mantenía entre la multitud intentando detener todo aquello no podía llegar a aquel lugar donde ahora se encontraba Wolfram. El pueblo miraba con acusación a Wolfram mientras que este tenía una mirada tranquila en su rostro, al encontrarse arriba de aquel ridículo espectáculo miró a todos fijamente antes de abrir su boca y comenzar a hablar al pueblo.

-Sé que ustedes están llenos de odio en este momento, pero quiero que quede una cosa clara. –Comento Wolfram con una pequeña sonrisa –Yo no estoy siendo obligado por nadie para estar en este lugar, tampoco estoy diciendo con esto que me encuentro huyendo diciendo que no soy el culpable…

>>Por el contrario. He venido por el hecho de que estoy aceptando la culpa que he tenido por todo este caos causado. Con mis malas decisiones he provocado que mucha gente muera en la guerra, fui débil en el momento que debí ser fuerte, no solo eso, he lastimado a las personas que fueron tan amables conmigo.

Pueden creer que lo que estoy diciendo es toda una mentira, que simplemente lo estoy haciendo para eliminar todos mis pecados, pero quiero decirle que se equivocan. No estoy aquí para acabar con mis pecados o eliminar mi culpa ante sus ojos. Yo, Wolfram von Bielefeld he venido a este momento, delante de todos ustedes para hacerles una última petición egoísta…

Todos deben pensar que no tengo derecho a pedir algo. Por eso mismo haré un nuevo acto egoísta y se las diré de todas formas. Ahora mismo moriré delante de todos ustedes, y lo que quiero no es que me perdonen, sino que, todo ese odio que están sintiendo en este momento, todo ese gran odio que tienen entre ustedes. Ese gran odio que los está comiendo lentamente… Quiero que todo ese odio lo dirijan a este momento y entonces… Muera junto conmigo.

No odien a nadie más, no se odien entre sí, no odien a la persona de al lado. Todo ese odio que ahora los consume diríjanlo todo a mí, yo me haré responsable y con mi muerte me lo llevaré por completo. De esa manera podrán ser completamente libres. Con mi muerte me llevaré todo ese odio que ahora mismo tienen, esa es mi última petición egoísta… -Y de esa forma finalizo el discurso de Wolfram antes de que todos vieran como la espada se posicionaba en su cuello hasta terminar finalmente con su vida.

Esas fueron las palabras de aquella persona que murió ante sus ojos. Minutos después vieron a su actual rey llegar, entonces pudieron ver como todo terminaba acabando en un mal final. No pudieron molestarse, ni siquiera se entristecieron pues esa había sido la decisión de todos en aquel entonces, ahora no podían odiar al actuar dictador que tenían como rey, pues ellos mismos se lo habían buscado con sus acciones.

De esa forma había sido que el mismo pueblo se condenó. Todos los ciudadanos continuaron con su vida diaria solo soltando suspiros al momento de escuchar las atrocidades que realizaba su rey, con su propio pueblo y con los otros que comenzó a conquistar. Nadie decía nada ni lo juzgaba por sus actos, nunca estuvo en boca de nadie que el rey fuese un dictador. Himeko mejor que nadie sabía perfectamente que ni siquiera ella podía odiar los actos de Yuuri, ni ella, ni nadie en Shin Makoku.

-Abuela, abuela… -La pequeña Mimi llamaba a su querida abuela mientras le jalaba de la manga de su ropa -¿Pasa algo malo? –Comento mirándola fijamente con aquellos ojos verdes.

-No, nada, simplemente he divagado. Regresemos a casa. –Soltó la mujer mayor en un suspiro.

-Sí. –Contesto con una sonrisa la pequeña.

Ambas mujeres continuaron su camino por aquellas calles hasta llegar a una casa que quedaba algo cerca del bosque que había en Shin Makoku. Himeko camino a la puerta de la casa mientras la pequeña correteaba por el patio.

-Mimi, no vayas muy lejos ¿Bien? –Comento la morena mientras con una risa entraba a la casa.

La pequeña correteo por el bosque siguiendo a una pequeña mariposa que había visto, entonces, luego de un rato de haber corrido pudo ver al animal detenerse en algo blanco que parecía moverse. Se ocultó detrás de unos arbustos buscando ser sigilosa para atraparlo. Su intento fue interrumpido cuando notó que la mariposa volvía a prender vuelo, pero en vez de irse se posó de nuevo en la mano que le dio base.

Mimi, fijo su mirada en aquella escena delante de ella, observando como la mariposa parecía estar bien en aquella mano ajena. Llevo sus orbes verdes a la persona dueña de la mano donde se posaba la mariposa, tenía un traje bastante despampanante, no solo eso, en su espalda tenía el escudo del reino. Primero pensó que podía ser un soldado, pero cuando se giró para susurrarle algo a la mariposa (así lo vio Mimi), descubrió que era el rey. Lo supo al momento de ver aquella corona en su cabeza.

Tensó sus hombros nerviosas creyendo que si se quedaba mucho tiempo en ese lugar sería castigada, no había escuchado cosas buenas de ese rey que no había visto hasta esos momentos. Sin darse cuenta no se movió del lugar y fue destensando sus hombros sin dejar de observar a aquel hombre mayor. No sabía si eran solo cosas suyas, pero aquel rey delante de sus ojos no se veía como alguien tirano, más que tirano para Mimi se veía era solitario. Según su lógica, nadie que tratara a aquella mariposa con esa delicadeza y suavidad podía ser alguien malo.

Entonces la mariposa volvió a agitar sus alas alejándose de la mano de aquel hombre y por el hecho de tener su mirada fija le hizo notar aquellas lágrimas que caían directo a la grama y se perdían en esta. Aquel rey solitario estaba llorando, sin poder evitarlo la morena frunció el ceño lleno de tristeza, ¿Cuál podía ser la razón para que aquel rey estuviera llorando? Mimi no la sabía, pero se encontró queriendo saberla.

Se separó del arbusto donde estaba dispuesta a llegar junto a aquel hombre, pero una mano en su hombro la detuvo. Se giró, pero tuvo que usar su brazo para tapar un poco la luz que pego en su rostro al hacerlo, una rubia cabellera había alumbrado su rostro. Miró a aquel hombre joven, deducía que era joven por su apariencia, tenía un traje azul bastante elegante y una sonrisa en su rostro. Llevo una mano hasta sus labios indicándole que hiciera silencio antes de negar con la cabeza. Entonces la miro directamente y pudo ver aquellos orbes verdes como los de ella.

Abrió la boca dispuesta a decir algo, pero antes de poder hacerlo tuvo una encogida de hombros de parte del otro. Antes de que pudiera hacer algo vio a aquel joven caminar en dirección del otro. Parpadeo un par de veces frotando un poco sus ojos, la escena que había presenciado aun no la podía creer. Unas pequeñas luces comenzaron a flotar por el aire, entonces, aquel rey canoso y lleno de arrugar comenzó a tomar color. Mimi pudo ver el color real de aquel rey, era tan negro como su propio cabello.

El rey termino teniendo la misma edad que aquel joven rubio cuando este se encontró a su lado. Pudo ver cómo le colocaba su mano en el hombro y hacía girar al otro, fue ahí donde pudo notar aquellos ojos negros lleno de una gran tristeza. Al momento en que se giró las lágrimas se hicieron evidentes en su rostro, había estado llorando y más lagrimas comenzaron a caer cuando la mirada de los dos hombres se encontraron, así lo sintió Mimi. Entonces la voz de aquel hermoso rubio llego a sus oídos.

-¡Henakochi! ¿Qué demonios haces aquí llorando? –Le escucho decir al rubio.

-¡¿Por qué eso es lo primero que dices?! –Soltó entre sollozos el moreno.

La pequeña niña que observaba salió de su escondite tomando el borde de su falda sin dejar de observar a los otros dos delante de ella. Ambos se silenciaron un momento, pero aun así Mimi sentía que muchas cosas eran dichas en ese silencio. El rubio se agacho para quedar al mismo nivel que el moreno manteniendo la misma sonrisa que minutos antes le había mostrado a ella, llevo su mano a donde se encontraba la del moreno mirando un instante en otra dirección. Creyó que primero hablaría aquel hombre rubio, pero su sorpresa fue que la primera voz que escucho fue la del moreno.

-Te he extraño… -Dijo casi en un susurro entrelazando la mano que tenía unida al rubio.

-Sí, yo también lo he hecho. Te has tardado mucho en llegar Yuuri. –Dijo riendo levemente con su último comentario.

-Sí, pero esta vez no llegaré tarde… -Dijo en respuesta también en una risa el moreno.

Mimi quien aún sostenía con insistencia su falda miraba aquella escena y sin poder evitarlo sintió su garganta arden de pronto, junto a un gran dolor que comenzó a crecer en su pecho. Apretó con fuerza sus pequeños labios antes de sentir como por sus mejillas comenzaban a correr sus lágrimas, soltó un extremo de su falda para llevar un brazo a su rostro intentando limpiar las lágrimas.

-¡Buaaaaa! –Comenzó a llorar con fuerza sorprendiendo a los otros dos.

Los dos hombros se miraron un momento con la sorpresa encima, pero luego de unos minutos mirándose suspiraron antes de observar a aquella pequeña niña moreno llorar con intensidad. Rieron juntos al unísono antes de dirigir su vista de regreso a la pequeña niña. Wolfram estiro su mano en dirección de la niña con una sonrisa en su rostro.

-Mimi, todo está bien ahora… -Dijo con una sonrisa.

-Vayamos juntos a casa. –Finalizo el moreno luego del otro.

La pequeña niña contuvo un llanto mirando a los dos hombres unos minutos, soltó su falda destensando sus hombros. Sintiendo como aun las lágrimas caían por su rostro no dudo en salir corriendo a donde se encontraban los otros dos hombres.

-¡Papás! –Grito Mimi mientras corría junto a Wolfram y Yuuri.

 

 

 

 

 

Una mujer mayor salía al patio de su casa mientras gritaba un nombre, pero de pronto se encontró en silencio, el nombre que minutos antes pronunciaba lo olvido. Se quedó unos minutos ahí parada pensando, ¿A quién estaba llamando? Fuese continuado ahí parada en la helada noche si no fuera porque la voz de su hija la interrumpía.

-Madre, ¿Qué haces aquí afuera?

-Sarah, lo siento, simplemente había salido a buscar a alguien.

-¿A alguien? ¿A quién? –Pregunto su hija cruzándose de brazos.

-No lo sé, no lo puedo recordar. –Dijo en un suspiro Himeko.

-Tal vez se ha marchado.

-¿Eh?

-Tal vez la persona que estás buscando se ha marchado a un mejor lugar. –Le dijo su hija con una leve risa –Ya madre, vamos adentro, pegaras un resfriado si continuas afuera.

Finalizo su hija entrando de regreso a la casa. Himeko miro un instante en dirección del bosque aun con aquella pregunta en su mente junto a las palabras de su hija. La persona que estaba llamando ¿Había ido a un mejor lugar? Cuando tuvo esa pregunta en su mente no pudo evitar sentir un alivio en su pecho, tal vez su hija tenía razón. Ya no tenía que preocuparse, seguro aquella persona había logrado encontrar lo que buscaba.

-Espero que estés bien donde quiera que estés Mimi. Seguro que ahora estas donde debes. –Palabras que soltó al aire la morena y que minutos después las olvido.

Después de aquella noche al día siguiente se anunció la desaparición del actual gobernante de Shin Makoku. No importo cuantas veces lo buscaron o donde lo buscaron, nunca lograron dar con su paradero, muchos terminaron rindiéndose indicando que quizás estaba muerto. Ya el rey era bastante viejo así que no era raro imaginarse ese hecho. Muchos se sintieron aliviados con la noticia, tal vez simplemente se había ido para finalmente ser feliz.

Nadie conocía su paradero pero tampoco encontraron su cuerpo. El rey Yuuri Shibuya desapareció sin dejar rastro en ninguna parte. Desde aquel momento nadie logro dar con él en ningún sentido. Con la desaparición del tirano rey también comenzó un rumor entre los viajeros, un rumor que comenzó a andar en la boca de todos los pueblerinos. El rumor que anda corriendo por boca de todos es…

Si en algún momento te encuentras perdido o sin saber qué hacer, lo más seguro es que te topes con unas tres personas. Una pequeña familia de tres personas, una niña y dos hombres. Nadie certifica la apariencia de esas tres personas, pero lo que si aseguran es que… Al momento de estar perdido esas tres personas aparecerán y te ayudaran a salir del problema. Porque esa pequeña familia feliz ayuda a toda persona que se encuentre perdida, viajando por todas partes ayudando a quien lo necesite.

Notas finales:

Espero les halla gustado, con esto llegamos al final de la historia... Espero la hallan disfrutado como yo lo hice escribiendola <3

nos vemos en otra historia 

(como la que debería terminar que tengo(?) xd) 


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