Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Muerte le Tienta por Ari_123_love

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Un one-shot pensado a partir de la primicia: Si ya tengo una historia con Taemin como "monstruo", ¿por qué no habría de tener uno con Minho siendo lo mismo?

Notas del capitulo:

No sé si tiene, exactamente, el sentimiento de Halloween, pero está totalmente influenciado por las fechas. Espero les guste >:D ♥ 

Siempre detestó a los humanos. Le parecían abominables, con su arrogancia, sus ínfulas de altruismo que no era más que una hipocresía bien disimulada. Siempre corriendo contra el tiempo, sin darse cuenta que lo inevitable no se puede aplazar de ninguna forma. Inventando cosas como la muerte, cuando él mismo era la prueba de que la muerte no era algo tan real.

     

Pero, la sonrisa que ahora se posaba en los labios de Minho, iba en contra de su propia naturaleza. No lograba comprender por qué había pasado, pero si alcanzaba a atisbar porqué había sido él. Aquella criatura oscura, dañada por todo aquello que los humanos habían creado a su alrededor. Ese pequeño joven suicida había sido la obsidiana que logró resplandecer entre todo lo que ardió a su alrededor, dándole matices de todos los colores, hasta oscurecerle por completo.

   

Minho le adoraba, adoraba contar cada noche las nuevas marcas rojizas sobre su piel, secar las lágrimas frescas que adornaban el rostro aperlado que dormía con tormento. Porque, cada noche, desde la primera vez que le vio en aquella azotea, intentando tentar a la muerte, no había podido evitar seguirle a través de los piso, hasta llegar a ese apartamento atestado de recuerdos dolorosos. Le miraba con cautela, esperando otra señal que indicara que una vez más danzaría entre los fríos dedos de la muerte, escapándose  de ella con una experiencia, que se negaba a aceptar.

 

Así, con cada noche que pasaba, Minho le observaba cada vez más atento. Sonreía, sin saber del júbilo que gozaba al ver que aquella criatura era totalmente diferente a los demás. Tal vez por eso había huido de ellos de tal manera, negándose a hablar. Hervía de ganas de escucharle hablar, de oírle pronunciar cualquier tipo de sonido. Ya que, entendía que sería debido a él, le forzaría a decir palabra alguna, tendría que hacerlo, para poder conocer su voz, antes de que la tonta muerte le arañara la poca y diferente humanidad que poseía.

 

Delineó con su lengua sus dientes, recordando el filo de sus colmillos. Ansiaba tanto poder ser él quien trajera la esperada muerte al chico, hundiendo sus colmillos en aquel cuerpo, mientras la vida del joven se escapaba junto con su último aliento, entreverado con aquella voz que sólo podía imaginar. Le abrazaría hasta dejar su cuerpo vacío de vida, trayéndole de regreso, junto a él. Sería suyo, por siempre, aunque él no lo supiera aún.

 

La luna se encontraba en su punto alto, totalmente llena, resplandeciendo en la oscuridad de la zona. Minho brincó con brío por los tejados, hasta pararse en el pequeño balcón que permitía a una persona de pie, para poder observar mediante las ventanas francesas el interior del departamento. Cruzó sin dificultad a través del vidrio, mirando con aburrimiento las tontas medidas de seguridad de los humanos. Cuando llegó al pie de la cama, no pudo evitarlo, se cernió sobre aquel cuerpo dormido, arrastrando sus dedos por su cuerpo, hasta llegar a esa parte del brazo, donde la manga de su camisa ya no le permitía cubrir. Presionó con fuerza, escuchando un resuello entrecortado debido al dolor escociendo en las nuevas heridas. Amaba esa alma atormentada, porque todo el dolor que sentía la habían vuelto la más pura de todas.

 

-Te lo prometo, Taemin, me convertiré en tu todo. Hasta en tu dolor.- Le habló al oído, terriblemente tentado a morderle, despertarle con aquel grito de dolor que tendría que soltar. Pero se abstuvo.

 

Si quería la adoración del pequeño roto, la tendría que ganar, no sólo arrebatársela. Le convencería, le obligaría a sólo mirarle, con la misma esperanza en que tentaba a la muerte. Esa humana muerte, inexistente, a la que tanto le rezaban. Envidió esa deidad humana, que aunque le temieran, no dejaba de ser eso: una deidad. Si lograra convertirse en la deidad de Taemin, no buscaría nada más en ningún lado, los humanos le aburrían, los aborrecía; sólo quería algo de ellos. Quería a Taemin, se los arrebataría, sin dejarles saber aquello tan valioso que les estaba a punto de robar.  

 

Saltó del alfeizar, escondiéndose de la luz del sol que amenazaba en traer un nuevo día a la vida asfixiante de su pequeño dolor. Pasó toda la noche velando sus pesadillas, memorizándose cada expresión que hacía ante tan vívido sueño de horror. Después de esta noche, no le permitiría volver a tener esas pesadillas, le invadiría hasta en sus sueños, porque no lo soportaba más. Empezaría su caza, robándole las noches hasta volverle loco.

 

Evitó sentir algún sentimiento por tener que dejarle, se tenía que concentrar en buscar una víctima de quien beber, para mantener sus fuerzas. No se atrevería a beber de Taemin, jamás, se abstendría de hacerlo hasta el momento indicado. Ese instante le disfrutaría por completo.

 

Y así, con la mejor decisión de su existencia, Minho fue capaz de alejarse de aquel departamento, dejando que los últimos minutos de sueño de Taemin fueran los últimos que tendría que pasar solo de ahora en adelante. 

 

 

 

 

 

 

Para cuando la tarde pardeó, dejando una ligera capa púrpura tras de sí, Minho ya se encontraba de nuevo vigilando aquel balcón por dónde podía observarle con claridad, algo que ningún humano podría. Taemin llegó a casa pasadas las siete, desnudándose de sus mundanas ropas que parecían arderle en la piel. Entonces se vistió con aquel pijama ya algo viejo, que obviamente debía de sentirle como una segunda piel. Caminó a la cocina, buscando un trozo de carne cruda que mal troceó con las tijeras. Él no tenía la costumbre de cenar, pero su compañero sí.

 

Salió al pequeño balcón, dejando el tazón con la carne sobre el barandal, mientras esperaba con silencio. Un gato callejero que vagaba entre los tejados se había mal acostumbrado a hallar al pobre humano en aquel balcón a la misma hora siempre; y Taemin, alérgico a su propia humanidad, había encontrado algo de consuelo en aquel gato negro.

 

Todo eso era algo que Minho siempre observaba desde su lugar. Detestaba a aquel gato, le tenía celos, de saber que ese ser había logrado penetrar en la barrera que el chico construyó a su alrededor. Miró con envidia cuando el gato comió del tazón, permitiéndole a Taemin acariciarle la espalda y detrás de las orejas. Una pequeña sonrisa se esbozó en su rostro, desgañitándose de inmediato. El gato subió la mirada, enfadado por el cambio de humor en el humano, obligándole a sonreír de nuevo y seguir acariciándole. Minho bufó, ¿cómo se atrevía ese gato a ordenarle a su Taemin cómo actuar?

 

Tuvo que esperar a que Taemin terminara de observar al gato, antes de que el chico entrara de nuevo al departamento, preparándose para ir a dormir. Entonces Minho bajó con rapidez por los tejados, hasta encontrarse a uno del edificio donde aquel departamento se encontraba. Taemin se deslizó entre las sábanas de su cama, cerrando los ojos con fuerza, como si le aterrara la oscuridad que le rodeaba, cuando era su único placer. Minho entonces saltó al balcón, abriendo las puertas francesas lentamente. El viento se coló dentro de la habitación, pero a Taemin no pareció importarle; se encontraba más concentrado en lograr quedarse dormido.

 

Minho le observó, dejando pasar las horas lentamente, quieto, hasta saber que el lindo chico suicida se encontraba profundamente dormido. Entonces entró a la habitación. Decidido, llegó hasta la cama, sonriendo con lascivia. Se acomodó a horcajadas sobre el durmiente, escuchando y sintiendo la respiración del muchacho. Le escucharía hasta su último aliento, con tal parsimonia, digna de un enamorado. Se lamió los labios, acercando su boca al cuello del chico. No le mordería, aún, pero podía permitirse dejarle varios besos. Le escuchó jadear, moviéndose entre las sábanas, perturbado por primera vez por algo que no eran sus sueños.

 

Le encantaría despertarle, para poder ver qué había dentro de su mente, a través de sus ojos. Sin embargo, sabía que no haría eso, porque podía asustarle. No le quería perder antes de poder tenerle. Lo que si podía hacer, sería susurrarle lo que le obligaría a soñar. Le habló con suavidad, haciendo uso de su poder hipnótico, provocándoles sueños que no se parecían en absoluto a sus pesadillas; aunque tampoco fueran sueños sobre caramelos y mariposas. Le habló sobre la bella oscuridad después de su muerte, lo que encontraría más allá, que la soledad le dejaría en paz mientras se mantuviera a su lado. Le llamó entre sueños, diciéndole que le siguiera, que se entregara con total devoción a su persona. Le prometió todo lo que anhelaba, sólo pidiéndole a cambio que jamás se apartara de su lado.

 

Pero eso era sólo el inicio. Noche tras noche, le susurró, envenenándole con sueños de algo nuevo. El chico despertaba sin saber del ser que le provocaba aquel extraño anhelo. Para Taemin sólo eran extraños sueños, que empezaban a agradarle lentamente. Cuando Minho consideró que era suficiente de eso, que el chico ya había perdido la mente ante esa idea, consideró prudente acostumbrar su cuerpo.

 

Poco a poco, cada noche nueva que llegaba, Minho se acercó a ese cuerpo, primero con besos, después con caricias. Lo hacía sobre su ropa, dejando besos, cuidadoso de no tocar la piel con sus colmillos. Pero, su paciencia también tenía un límite, y llegó a él más rápido de lo que trató evitar. Entonces, una noche, mientras le besaba, sus manos corrieron debajo de su ropa, no sólo acariciando, también rasguñando. Taemin se agitó, moviendo los labios como si gimiera, con sorpresa y un vago dolor ante eso. Las uñas de Minho eran terriblemente filosas, y dejarían marca en la piel del menor, sobre su vientre y pecho, similares a las que Taemin portaba en sus brazos. Y como cada marca en el cuerpo del chico, Minho no evitó alzarle la camisa y besarlas, escuchando de nuevo al chico quejarse por ese dolor.

 

Las besó, cubriéndolas por completo con sus labios. Besó cada trozo de piel, dejando rastros de saliva (que como es sabido, no permite la cicatrización), queriendo morderle con todas las fuerzas de su existencia. Abstenerse era algo casi tan doloroso para Minho, como el permanecer bajo el sol todo el día. Le sostuvo firmemente, subiendo a su cuello, besando más de lo debido, memorizándose el aroma del cabello del joven, hasta descifrarle. Arrastró su boca sobre la piel, encontrando un camino hasta los labios de Taemin. Le besó, tentado a hacerle una herida con sus dientes, pero no se había controlado tanto para nada.

 

Tras vaciar sus ganas de comerle, Minho decidió que si permanecía un segundo más en la habitación, las cosas se arruinarían. Entonces se alejó de aquel cuerpo, moviéndose hasta el balcón, donde le miró una vez más. Taemin, por primera vez en un largo tiempo, dormía plácidamente. Como Minho había dejado de rasguñarle, el no sentir eso, implicaba una falsa paz en su dormir. Minho hizo una mueca de medio lado, esperando ansioso porque la siguiente noche ya llegara, cuando apenas estaba ésta por terminarse.

 

 

 

 

 

 

Taemin despertó, haciendo a un lado las sábanas de inmediato. Sentía esa extraña comezón que viene después de que una herida empieza a cerrarse. Algo dubitativo levantó su camisa, observando con sorpresa las marcas rojizas en su cuerpo. No las recordaba...Miró instintivamente al balcón, las puertas se encontraban abiertas de par en par, dejando que el viento ensuciara con hojas secas el suelo.

 

Se levantó de la cama, pies descalzos, escuchando cómo crujían las hojas bajo de sí. Caminó con cautela hasta detenerse en el marco de la puerta que le dejaba salir al balcón. Tenía la necesidad de salir y revisar si no había alguien observándole desde algún punto afuera; pero no lo hizo. En cambio, dio un paso hacia atrás y cerró con seguro las ventanas largas, corriendo las cortinas automáticamente.

 

Esa misma noche, Minho ignoró que Taemin cerrará las ventanas de aquel balcón con seguro, después de su diaria cita con el gato. Entró con cautela, esta vez apareciéndose dentro, en vez de atravesar el vidrio, caminando con firmeza silenciosa hasta llegar al lado del chico dormido. Entró en aquella cama, dejando que la sábana cayera fuera de esta. Se colocó sobre él, sonriendo con malicia, mientras su mano se encargaba de acariciarle el pecho hasta llegar a la orilla de la camisa, alzándola. Le dio un prolongado beso, siendo cortés, a pesar de que el humano estuviese dormido. Tenía que iniciar las cosas de manera suave, porque lo que llevaba claro en mente era que ya no podía seguir entreteniéndose con besos y caricias.

 

Bajó su boca hasta el pecho del menor, besando y lamiendo a su paso. Delineó uno de los pezones del chico, succionando con fuerza, mientras sus manos corrían por el vientre, hasta llegara al pantalón de la pijama.  Le bajó el pantalón junto con la ropa interior, encontrándose con la desnudez del chico. Taemin solía ducharse por la mañana, así que Minho no había tenido la oportunidad de verle tan desnudo como ahora. Se encontraba deleitado con lo veía, salivando ligeramente. Acarició la cadera del chico, bajando sus dedos, hasta llegar al miembro dormido. Le tocó, con movimientos largos, lentos, disfrutando de ver como los sentidos del muchacho se despertaban, sin que él lo hiciera. 

 

Le masturbó, disfrutando de verle soltar jadeos sordos entre sueños, moviéndose, tratando de alejar al Minho dentro de su cabeza que le hacía las mismas cosas; porque Minho se había encargado de susurrarle al oído que debía soñar con él cada noche, inconsciente de que todo era más que un sueño. Minho le comía con la mirada, recorriendo ese cuerpo  con su boca, mientras le seguía excitando. Cuando terminó de besarle, llevó su boca hasta el miembro erecto del humano, y empezó a chuparlo. No tardó en tener un ritmo, mientras sus manos rozaban con insistencia los muslos de Taemin.

 

Le estimuló por varios minutos, haciendo que Taemin empezara a retorcerse, mientras su boca se habría, imitando los movimientos de labios al gemir. Minho no detuvo la felación hasta verle demasiado cerca de un imperioso orgasmo. Primero debía cumplir con su misión autoimpuesta. Le volvió a acariciar, dejando que sus labios tocaran el cuello del chico, sintiendo como su corazón arrojaba chorros de sangre continuamente a través de las venas, recorriendo su cuerpo, con tal velocidad y pasión, que era casi imposible imaginar que ese cuerpo ya no quería seguir viviendo. Decir que moría de ganas por morderle, era una mera expresión, pero realmente necesitaba que los días pasaran un poco más rápido, para tenerle pronto a su lado.

 

Regresó su boca a su antigua tarea de felación, mientras que con su mano izquierda le masajeaba en la ingle, haciendo círculos cortos con su pulgar. Cerró los ojos, disfrutando de su traviesa tarea. Su mano derecha rasguñaba con cierta diversión el muslo izquierdo del chico, hasta hacerle sangrar un poco. Ah, eso era algo que adoraba tanto de esa alma quebrada, por más dolor y excitación que experimentaba, no soltaba ni una sola palabra. Saboreó el preseminal, sabiendo que el chico se correría pronto. Ahora no se detuvo, siguió adelante, sabiendo bien que no iba despertar. Tragó el semen, sintiendo como el cuerpo debajo suyo se tensaba hasta culminar. Entonces se relajó.

 

Minho se lamió los labios, observando su obra. Dentro de poco le tendría por completo para sí, sólo suyo. Sonrió, imaginando lo muy feliz que le haría. Taemin jamás había experimentado la felicidad, y Minho se había propuesto ser el primero en dársela. Caminó con altivez por el pequeño departamento, hasta llegar a aquel balcón. Abrió las puertas, sin intención de cerrarlas, parándose afuera observándole con ahínco. Pronto, se lo repetía una y otra vez, pronto sería. Entonces desapareció, dispuesto a adelantarse a la mañana, para que Taemin no le descubriera aún.

 

 

 

 

 

 

Taemin despertó sobresaltado. Había tenido un sueño algo...húmedo, que le había provocado una gran incomodidad durante la noche. Se llevó la mano a su entrepierna, notando que al menos ahora ya no tendría que recurrir al fastidioso problema de masturbarse para bajarse la erección. No obstante, había algo más, esa extraña sensación que le obligó a quitarse los pantalones y descubrir el ligero ardor que tenía en su pierna izquierda.

 

Una vez más. Miró con horror y sorpresa que volvía a tener marcas en su cuerpo. Cortadas que no habían sido hechas por él. Tenía pequeñas perlas de sangre seca sobre las heridas, como si se hubiese mantenido en una posición que no permitió que la sangre se escurriera hasta manchar la cama. Se tocó el muslo, notando que era un pequeño dolor que ya había experimentado antes, y que no le causaría mucha incomodidad. Suspiró, remarcando las heridas con sus dedos. ¿Cómo llegarían a él tales marcas de sus sentimientos? Cerró los ojos, apretando sus dedos contra las líneas rojas, hasta sin querer reabrir unas cuantas, escurriendo de nuevo algo de sangre. Gruñó por lo bajo, poniéndose de pie para ir al baño. Buscó en el botiquín alcohol y algodón, empapándolo por completo para así limpiar la herida. A pesar del escozor, mantuvo el algodón contra su pierna, hasta deshacer la sangre seca. Entonces se terminó de desnudar, abriendo la regadera mientras el agua fría se tornaba caliente y empañaba el espejo del baño.

 

Después de bañarse, retomó su rutina, ajeno a que quizás estaba en sus últimos días de aquella vida tan monótona que había estado viviendo por ya tanto tiempo.

 

Esa misma noche, Minho disfrazado de mariposa color ámbar voló dentro de la habitación, pasándose en los labios del chico. Luego revoloteó alrededor, hasta volver a su forma natural. Le miró, adoraba la manera en que el cabello negro del chico enmarcaba su rostro. Se acercó a él, acariciándole la mejilla con amor y devoción. Quería hacerlo suyo, de inmediato, despreocupadamente. Respiró hondo, una vez más frenándose. Había planificado matarle y traerle consigo durante la siguiente luna llena, y ya que apenas estaba menguando la luna, tenía mucho tiempo aún para disfrutar ese cuerpo vivo que le tentaba de sobremanera.

 

Jaló la sábana, descubriéndole, encontrándose de nuevo con aquel pijama que tanto le agradaba a Taemin. Minho lo detestaba, porque cubría ese cuerpo que tanto deseaba. No tardó en desnudarle, siendo cuidadoso, y muy paciente. Le gustaba observarle desnudo, admirando cada trazo dibujado en la piel del muchacho. Taemin jamás se vendaba las heridas, y de este modo Minho pudo ver la curación que el humano se había hecho en su pierna izquierda, tras la noche pasada. Sonrió, alzándole la pierna, acercando su boca y delineando con su lengua aquellas marcas. Estaría más que dispuesto a volvérselas a abrir, pero sabía que si le lastimaba de más, entonces dejaría de ser un juego divertido para Taemin, y al final no le entregaría su alma. En cambió le besó, subiendo por el muslo, llegando a la cadera, tuvo que contenerse de morderle el hueso. Eso sería lo primero que haría después de matarlo, morderle por todos lados, hasta saciar sus ganas de marcar cada centímetro de esa piel blanca. Le volvería suyo, por completo, escribiéndole su nombre con cada beso y mordida, con cada rasguño con el que lastimaba su cuerpo.

 

Gruñó, conteniendo la propia excitación que comenzaba a sentir. Lo malo de beber la sangre de humanos, es que al mezclarse con sentimientos, los realza. Y Minho acababa de beber aquella noche. Sin duda, quería hacerle el amor, de esa manera tan ruda en que sabría le gustaría al chico, invitándole a ya dar ese paso después de la vida. El aroma del cabello de Taemin le estaba volviendo loco, incitándole a tal vez no cumplir su muy tramado plan para enamorarle lento, por partes, volviéndole loco.

 

Dejándose llevar un poco, pero sin quitarse de la mente su plan, volvió a besarle el torso, bajando hasta la cadera del chico, donde dio largos lengüetazos hasta llegar al pene de Taemin. Le lamió a lo largo, observando con atención las reacciones del hombre vivo. Oh, vaya que quería hacerle el amor. Le lamió de nuevo, disfrutando de los ligeros movimientos de Taemin, respingando cada vez que Minho repetía esa acción. No tardó en metérselo todo a la boca, usando su lengua para friccionarle con insistencia. Pensaba hacerle llegar rápido, manteniendo su cuerpo en tensión, mientras sus dedos se colaban indiscretamente dentro del cuerpo del muchacho. Primero fue uno, al ritmo de la felación, abriendo con poca suavidad el cuerpo del joven. Luego metió el segundo, siendo un poco más fuerte. Taemin se arqueaba, sintiendo sin poder defenderse. Minho consideró hacerle ver que todo era más que un sueño, despertarle y asustarle con toda la situación, pero tenía que admitir que también disfrutaba bastante teniéndolo a su merced de esta manera.

 

Le siguió masturbando, hasta hacerle eyacular, con ayuda de sus dedos acariciándole la próstata. El cuerpo de Taemin, sin embargo seguía tan tenso, como si supiera lo que se avecinaba. Minho sonrió, alegre de ser el primero, lo sabía, no por nada había aprendido todo del chico mientras le observó noche tras noche. Se había enamorado perdidamente de esa alma rota, hasta obsesionarse con tenerle en todos los sentidos, por completo. Bajó su boca, besando y acariciando con sus labios hasta llegar a aquella entrada. Siguió estimulándole, con besos, usando su lengua, sosteniéndole fuerte para que dejara de retorcerse y tratar de apartarle. Le hizo correrse un par de veces más antes de que la amenazante luz del sol le hiciera tener que soltar el cuerpo del durmiente. Entonces Minho tuvo que apartarse, disfrutando con exactitud de la imagen que tenía. Era tan bello ante sus ojos, que no dejaría que los sucios humanos siguieran teniéndole por mucho tiempo más.

 

 

 

 

 

 

Taemin despertó de golpe, mirando con temor el desastre en su cama. No era tanto el hecho de no estar cubierto por sábanas, él fácilmente las podía haber tirado mientras dormía. Pero…Se encontraba desnudo, y no tenía que ser un genio para saber que lo que escurría de su cuerpo, y manchaba la cama, era semen. Una gran cantidad como para creer que se había desnudado dormido, mientras tenía un simple sueño húmedo.

 

¡Pero ahí estaba! Algo borroso en su mente, un vago recuerdo de lo que soñó durante la noche, y que sabía era un sueño que se repetía a lo largo de los días. Era ese sueño de hostigamiento que noche tras noche tenía, y que no entendía por qué. No se trataba de una pesadilla, de esas había tenido tantas, era algo más. Un llamado en la oscuridad, una mano que le invitaba a tomarse de ella y seguirle por un camino desconocido, pero terriblemente ansiado. Sintió entonces que su rostro se calentaba tanto, que debía de parecer un tomate. Se avergonzó de estar desnudo, a pesar de saber que nadie le observaba. Necesitaba bañarse, olvidarse de ese sueño que tanto le inquietaba. Corrió al baño, cubriendo rápidamente de vapor el espejo, sin tener que verse en él.

 

Después del baño, observó su cama, tenía mucho que lavar. Quitó todo de su cama, recogiéndolo en un cesto, para bajar lo más rápido posible al cuarto de lavandería sin chocar con ninguno de sus vecinos. Lavó todo, incluyendo su viejo pijama, deshaciéndose del rastro de aquel sueño borroso. Tras acabar su tarea, y volver a arreglar su cama, se dejó caer contra la pared. ¿Quién era aquel hombre con el que estaba soñando? No podía recordar su rostro, pero su voz…Tenía una voz muy sensual. Imaginó esa voz entre sueños, diciéndole que se entregara sólo a él. No quería, pero esa voz le volvía loco.

 

Miró el reloj sobre su cómoda, se le hacía tarde para su propia vida. Dejó escapar un largo suspiro, poniéndose en pie. Tenía que olvidarse de esos sueños, que le permitían pensar en otra cosa que no fuera el color gris diario. Se alistó, sin prisa, ni temor a llegar tarde a su trabajo, después de todo no habría alguien que se sintiera preocupado de verle llegar tarde. Y tampoco le importaba el regaño, después de todo casi siempre se lo dejaban pasar debido a su condición. Echó una rápida ojeada a su reloj de pulsera. No era tan tarde como imaginaba, tal vez podría comer algo en la cafetería del edificio antes del trabajo.

 

No notó la mariposa color ámbar que le siguió durante su camino a aquel lugar. Tan extraña mariposa, que se suponía no debía existir en aquel lugar del mundo. Tampoco la notó cuando terminó su turno, caminando de regreso a casa. Aquella mariposa le acechaba, colocándose en su hombro varias veces, mientras el muchacho se encontraba distraído. Regresó al departamento, quitándose su tonto disfraz de sociedad, entrando de nuevo en ese pijama que implicaba una soledad que tanto le encantaba. Y como dictaba la rutina, en punto de las siete salió al balcón con un tazón lleno de carne cruda para su acompañante. El gato no tardó en llegar, deslizando su cuerpo entre las casas y departamentos contiguos. Se acomodó en el barandal, balanceando su cola de lado a lado, hasta saber que tenía la total atención de Taemin. El chico sonrió, acariciándole la espalda, disfrutando del suave ronroneo de aquel gato negro. Era ese momento del día, donde el alma atormentada no sentía que todo a su alrededor le lastimaba. Deslizó sus dedos una vez más por el pelaje del minino, despidiéndose de él. Quizás él era ese motivo por el que aún no había tomado cartas en el asunto acerca de su vida.

 

Dejó ir al gato, regresando al departamento inmediatamente. Hacía un poco más de frío que las noches anteriores, así que no dudó en cerrar las ventanas-puertas del balcón, luego yéndose a buscar una manta más para su cama. Se coló dentro, tiritando con algo de frío. La oscuridad a su alrededor hacía que el lugar se viera mucho más grande, tanto que le causaba tormento. Y bajo ese tormento se quedó dormido, esperando a ese recurrente sueño.

 

Minho no tardó en hacer aparición, observando en la oscuridad con esa habilidad que le hacía no necesitar luz absoluta. Miró el cuerpo bajo las mantas, notando aquel temblor por el frío. Sonrió, subiendo sobre aquel cuerpo, deshaciéndose de las sábanas que le cubrían. Era tan silenciosamente perfecto, por más que quisiera escuchar esa voz. Le besó en los labios, disfrutando de lo helados que estaban debido a la falta del calor de las mantas.

 

-Yo me encargaré de que no sientas frío.- Le susurró, deslizando su rostro sobre la mejilla del muchacho, hasta llegar a ese cuello que tanto deseaba.  Le besó, sintiendo en sus labios aquel palpitar que sólo demostraba la vida que Taemin aún poseía. Quería beberla, consumirla, para así poder acabar con él y darle un nuevo inicio.

 

Le acarició, calentándole rápidamente, mientras le sacaba la ropa con cuidado. Le cubrió con besos, restregando su propio cuerpo con el contrario. Tenía tantas ganas de comerle, que pronto no le bastarían tampoco las mordidas que juraba darles después de matarlo. Recorrió con azorada desesperación el pecho del chico, hasta llegar al ombligo. Le besó, hasta el cansancio. Quería hundir sus colmillos sobre esa piel, donde quiera que fuera. Necesitaba hacerlo, marcarle, y hacer que todos vieran que era suyo, que le había escogido por ser tan bella criatura.

 

Le abrió de piernas, masturbándole al mismo tiempo. Esta vez lo haría hasta el final, tenía que marcarle como suyo de algún modo. Con algo de tacto le dilató, observando con placidez el gesto que el chico tenía en su rostro. Quería hacerle el amor con tanta efusividad, que si no le despertaba, sería una buena señal de que debía seguir con su plan ya trazado.

 

Taemin se agitó, tratando de alejarle entre sueños. Minho rio, tomándole de las manos para tenerle quieto. Se lo dijo, le habló al oído, ordenándole que no peleara, que disfrutara. Taemin dejó de moverse, cayendo presa de esa voz que escuchaba dentro de sus sueños. El placer que Minho sentía al verle así era suficiente dicha como para dejar de agobiarle. Pero no lo haría. Después de haberle visto por primera vez, Minho descubrió que quería más de él. Siempre iba a querer más de Taemin, sin saciarse.

 

Le tomó de la cintura fuertemente al momento de penetrarle. Taemin apretó los ojos, arqueando un poco la espalda, pero sin decir palabra alguna, menos hacer algún tipo de sonido con su garganta. Minho le tomó del rostro, moviéndose lentamente, disfrutando de esa primera vez. La primera vez de Taemin. Movió su pelvis con ritmo, haciéndole el amor despacio, siendo cuidadoso debido a la ocasión.

 

Sus dedos se habían clavado con fuerza en la cadera del chico, dejando marcas obvias. No le importó; iba a dejarle cualquier tipo de marca que pudiera hacerle, para que el chico se hiciera a la idea de que le pertenecía a alguien. Se cernió más sobre ese cuerpo, mientras llegaba al clímax. Quería derramarse dentro de él, dejarle su huella. Pero quería la plena conciencia del chico para eso.

 

Salió de su cuerpo segundos antes, derramándose sobre su vientre. Gruñó de placer, más deseoso que nunca por morderle, despertarle y volver a hacerle el amor. Le quería de una maldita vez a su lado, que le mirara con devoción, le adorara por la eternidad. Le necesitaba fiel y consagrado a él, justo como lo había estado siendo mientras le cazaba. Le enseñaría a vivir del otro lado después de la vida, le daría todo lo que siempre había querido.

 

Volvió a frotarse contra aquel cuerpo, juntando su frente con la del hombre humano, mientras terminaban las últimas notas de su orgasmo. Debía tranquilizarse, sabía que estaba a nada de ya convertirle, no tenía porqué apurarse, sino disfrutar del momento. Le besó el rostro, al mismo tiempo le rasguñó por todos lados, inclusive sobre las marcas que tenía en los brazos. Fue cuidadoso de no abrir de más las heridas, para que no se marchara de sangre la cama. Su cuerpo sobre el del muchacho, aún en ese roce. Minho entonces le volvió a masturbar, hasta hacerle correrse.

 

Faltaba poco para que el plan de Minho culminara, la luna estaba finalizando su cuarto menguante, y el cuerpo de Taemin estaba listo para despertar en la realidad. Le besó con pasión, despidiéndose, para después salir por el balcón, como había estado haciendo noche tras noche.

 

 

 

                 

              

   

Taemin despertó, sin moverse, ni querer mirar a ningún lado. Lo podía sentir en su cuerpo, así que no tenía que hacer memoria de su sueño. De igual modo, sabía que no le iba a recordar. Cerró los ojos, con fuerza, pasando sus manos por su cuerpo. Desnudo, como imaginaba. Se levantó, sin mirarse, ni la cama. Estaba en modo automático, entrando al baño. Abrió la regadera, dejando que el agua lavara su cuerpo. No tenía ganas de pensar, su mente se encontraba tan cansada, que ni siquiera tenía deseos de ir a trabajar. Después del baño buscó su cartera. Tenía un hambre inexplicable, y su nevera estaba vacía por completo. Salió de su departamento, bajando por las escaleras hasta salir del edificio. Él sol le caló en los ojos, apenas lo suficiente como para obligarle a hacer una mueca. Se cubrió con el dorso de su mano, buscando refugiarse bajo la sombra de un toldo hasta haberse acostumbrado a lo brillante del sol.

 

Hizo las compras, asegurándose de llevar suficiente carne, para las visitas nocturnas del gato. Volver al departamento fue más cansado de lo normal. Se sentía exhausto, y más cuando su mente hacia un esfuerzo por recordar su sueño, cuando se distraía. Entonces consideró ir a trabajar, mantenerse distraído por la tarde, hasta olvidar la sensación en su cuerpo, ese ardor que no se debía a sus heridas, y que le hacía querer rebuscar en su mente hasta saber qué había pasado ahora con el hombre que aparecía en sus sueños.

 

Taemin entonces perdió la tarde, olvidando las ansias en su piel. Terminó su turno, regresando a casa por el camino largo, que implicaba detenerse un par de minutos en el parque, observando la tarde terminar. Se sentó en uno de los columpios, balanceando su cuerpo de atrás hacia adelante, disfrutando del color lila del cielo. Exhaló, debía de volver pronto, para darle de comer a ese gatito callejero que le hacía compañía desde hacía mucho tiempo. Al pobre gato no le gustaba cuando llegaba tarde, así que mejor sería no hacerle enfadar, o le dejaría de visitar.

 

Se puso en pie, metiendo sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta. El aire frío le revolvía el cabello, haciéndole sentir escalofríos, y como si estuviese siendo perseguido. Echó la vista por encima de su hombro varias veces, asegurándose que en efecto nadie le seguía. Mordió su labio inferior, esa sensación de paranoia le desagradaba tanto. El último tramo antes de llegar a su departamento la caminó intranquilo, con algo de prisa por llegar. Brincó varios escalones entre pasos, llegando rápidamente al cuarto piso, donde su departamento se encontraba. Entró cerrando la puerta rápidamente, respirando profundamente mientras calmaba el ritmo de su corazón. Estar en casa no representaba ningún alivio, así que buscó refugio en la única cosa que le daba sensación de amabilidad. Se sacó la ropa, colocándose su pijama. Tomó algo de la carne que había comprado en la mañana y la cortó en trozos aceptables, colocándola en ese tazón color verde que había comprado para el gato que había conseguido su cariño. Entonces salió al balcón, recargándose en las puertas cerradas. Esperó con cautela a su inusual amigo, mientras observaba el color lila pasar a un negro profundo. No había luna, y si sus cálculos eran correctos, en este momento estaba presenciando el interlunio, aunque durante las siguientes horas tampoco se presenciaría la luna. Detestaba la luna nueva, que el cielo se viera tan oscuro le hacía pensar en que era un reflejo de su propia vida. En cambio, cuando había luna llena, encontraba un falso consuelo en ella.

 

El gato bajó entre los techos, como siempre, saludándole con un quedo maullido, a pesar de saber que el humano no le diría nada. Taemin el acarició detrás de las orejas, haciéndole ronronear, bajando a lo largo de su lomo, hasta llegar antes de la cola que se movía suavemente de un lado a otro. Taemin le miró, no quería tener que dejar de ver ese gato noche tras noche. Ni siquiera sabía por qué pensaba que tendría que dejarle, pero lo preocupaba de sobremanera el ya no contar con su compañía. Le tomó por el vientre, acercando al gato contra su pecho. Se había acostumbrado tanto a él. Le acarició la cabeza, despidiéndose de él, mientras le soltaba sobre el barandal del balcón.

 

Dejó escapar el aire, algo triste. No sabía qué era lo que presentía, pero intuía que era el fin de algo muy grande. Entró al departamento, sin molestarse en cerrar las puertas del balcón. Apagó las luces descuidadamente, privándose de darse cuenta de la figura de un hombre parado en su balcón. Se metió en su cama, con el mismo cansancio mental que con el que despertó. Por eso, no tardó en quedarse dormido, siendo observado por aquel ser sobrenatural desde el balcón.

 

Minho entró al departamento, con la mayor sonrisa que pudo plasmar en su rostro. Encontró el cuerpo del chico donde siempre, arropado por las mantas y ese horrible pijama. Se acercó, sin ser cuidadoso, no le importaba ya mantenerle dormido, puesto que era el día en que le mantendría consciente. Ya había envenenado su mente, su cuerpo estaba totalmente acostumbrado a su tacto. Por otro lado su consciente, ese era el más importante, porque le quería conscientemente a su lado. Necesitaba que él dijera que sí, para entonces tomarle con fuerza de ese mundo, alejándole por completo.

 

Se acomodó sobre él, besándole en la mandíbula, mientras sus manos se colaban bajo la camisa del chico. No tardó en quitarle la camisa, besándole el pecho con singular alegría. Le dejó unas cuantas marcas a lo largo, mientras le sacaba el pantalón y los boxers. Adoraba ese cuerpo, y ya faltaba poco para tenerle a su lado por siempre.

 

Esta vez no le masturbó (no al menos aún). Le besó en cada rincón, mientras se deshacía de su propia ropa. Estaba tan ansioso por despertarle, que no dudó en rasguñarle el vientre y la cadera, jugando con ese cuerpo comestible. Entonces no lo soportó más, le tomó de los muslos, jalándole con algo de rudeza. Lo iba a comer, y el chico tendría que estar consciente de eso.

 

-Despierta.- Su voz sonó grave, en todos los rincones de ese pequeño departamento.

 

Taemin abrió los ojos, observando con algo de terror al hombre que le atrapaba bajo su cuerpo. Minho le había recibido con una sonrisa, siendo sus colmillos lo primero que Taemin lograra notar en esa oscuridad que les rodeaba.

 

-No tienes idea de cuánto he estado fantaseando con este momento.- Jadeó, acercando su boca a la del chico. Le lamió el labio inferior, después besándole con rudeza hasta saciar sus propias ganas. –Eres la criatura más hermosa que he visto jamás, y te voy a hacer mío, ¿entendiste?

 

Taemin simplemente no se movió, su mirada ya se había acostumbrado a la oscuridad, así que podía ver con claridad a ese…vampiro…sobre su cuerpo. Sintió que el aire le faltó cuando él le declaró que sería suyo. Esa era la voz que escuchaba en sus sueños, no tenía que recordar sus sueños para saberlo, le quedaba en claro. Él era el hombre que se encontraba sobre él cada noche, dándole una sensación de ardor y querer arañarse todo el cuerpo. Había pensado inconscientemente tanto en ese hombre. No era una criatura hermosa, ¿cómo él lo podía pensar? Entonces cayó en cuenta, él era quien le causaba las heridas, quien le había hecho eyacular…¿Entonces él se colaba a su habitación noche tras noche?

 

-Piensas demasiado, bonito.- Minho agudizó la mirada. Ahora que le tenía despierto, podía ver en el fondo de su mente, a través de sus ojos. Era algo que necesitaba tanto, acceder a su mente consciente y tomarle desde ahí. –Veo que estas cosas no te asustan.- Delineó sus colmillos con su lengua, en un gesto terriblemente sensual. –En cambio, piensas en otras cosas.- Rio bajo. –Sí soy yo; he venido noche tras noche por casi un mes, preparándote para el momento en que te haga mío.- Le habló al oído, usando su lengua como un gran distractor. –Te gusta tentar a la muerte, Taemin. Te encanta bailar entre sus manos, y burlarte de ella al escapar intacto como siempre. Y, aunque lo intentes negar, sabes que es verdad.- Le miró, sus ojos color ámbar resaltaban en esa oscuridad, hipnotizando al chico humano. –La muerte se cansó de que te burles, tú te cansaste de vivir. Así que heme aquí. Soy tu muerte, querido Taemin. Y, vas a ser mío por siempre.

 

Taemin abrió la boca, sin dejar escapar ruido alguno. ¿Ser suyo? Miró con sorpresa a ese hombre. ¿Qué le pensaba hacer? Le miraba con esa sonrisa concupiscente, que no podía dejar de mirar.

 

-Tsk, tsk, tsk,- Minho chasqueó su lengua. -Ya lo sabes Tae. Sabes lo te he estado haciendo desde hace tiempo.- Talló sus dientes con mucho cuidado en la oreja del chico; su mano le acariciaba el vientre, hasta llegar a su miembro, cogiéndole con fuerza. -Te he dejado ver en sueños lo que hacemos, amor.- Fue irónico. -Sabes lo mucho que me gusta tu cuerpo, y que por eso estoy aquí, noche tras noche. ¿Lo recuerdas, TaeTae? Lo que hice anoche...Cómo te violé.- Susurró, mirándole atento, sabiendo que le tenía dominado, hipnotizado bajo su mirada, y que por eso no daba pelea para liberarse de aquellas manos y boca.

 

-Pero tú no le temes a eso, mi lindo humano. Estás tan cansado de la vida, que no esperas nada bueno.- Rio. -Eres tan ingenuo, que la vida no te da lo suficiente como para que salgas de la ignorancia en la que vives.- Le acarició la mejilla. -Así que decidí tomar cartas en el asunto. Eres tan bello, que si la vida no te quiere, te arrancaré de ella, lastimándola eternamente cuando se de cuenta lo valioso que ha perdido.

 

Taemin le miró con confusión, incapaz de hacer algo. No podía moverse, ni despegar la mirada de aquella ambarina. Se sentía tan embriagado, tan perdido. Esas manos sobre su cuerpo, tocándole sin misericordia, los rasguños, el dolor. Ah, sentía el dolor tan real, que le quedaba más que en claro que no era otro de sus sueños. Quería cerrar los ojos y disfrutar entonces del momento. Escuchar esa voz mientras sentía sus manos, sus uñas.

 

-¿Te gusta esto, amor?- Minho le hizo una ligera cortada en el muslo izquierdo. -Te haré disfrutar más.

 

Le lamió el cuello, rozando sus colmillos sobre la piel, siendo cuidadoso de no rasgarle. Bajó su boca, sabiendo de la mirada que seguía cada uno de sus movimientos, como si estuviera imantada. Sonrió, dejando besos en el vientre del chico, hasta llegar a su cadera. Delineó aquel hueso con su lengua, sintiendo el escalofrío que recorrió al cuerpo del muchacho. Encantado con eso, bajó más, introduciéndose en la boca el pene del joven. Le lamió lento, seductor, tentandole para poder escuchar esa ansiada voz. Quería ya poder oírle, aunque fueran simples gemidos carnales. Siguió con la felación, ayudándose de una de sus manos. Pero Taemin no gemía, ni se movía, sólo le miraba fijamente.

 

Minho bufó, estúpida hipnosis. Tenía un muñeco de porcelana, en vez de aquella linda obsidiana que ardía tan fácilmente. Se irguió, mirándole serio, con una mueca en los labios. Volvió a hacer ruido con la lengua, llamando su atención. Le tomó por rostro con la mano, clavándole sus dedos en un rudo agarre.

 

-Jadea, gime, llora.- Le ordenó, con esa voz imperiosa que tenía.

 

Taemin alejó la mirada, a pesar de no poder mover su rostro. Estaba empezando a enfadarse con ese ser extraño, y la verdad no era porque esa cosa le estaba haciendo, o le había hecho las noches pasadas. Le enfadaba que aquel vampiro le llamara criatura hermosa, y no se explicara por qué. Además, entendió claramente, que si no podía moverse, si batallaba tanto para despegar la mirada, era por esos ojos que le estaban quemando dentro de su cabeza.

 

Minho le hizo regresar la mirada bruscamente. Podía ver a través de él tan fácilmente. Di mi nombre. Le ordenó, sabiendo que Taemin escucharía su voz dentro de sus pensamientos. ¡Dilo!

 

-Sé que lo conoces, Tae. Dilo.- Le exigió.

 

Taemin frunció el ceño, mirándole atentamente, a pesar de que le estaba costando cada gramo de su ser el poder mantenerse silencioso. Minho rio, apretando la mano sobre el miembro del menor, para ver por cuánto tiempo podría seguir con su resistencia. Pero, muy a su pesar, Taemin fue capaz de mantenerse cuerdo por un momento más. Podría parecer que su hipnosis fallaba, pero ese acto de rebelión era lo que más le fascinaba a Minho. Eran esas cosas las que le encantaban tanto del humano. Le sonrió, juntando su boca con la del chico, hundiendo su lengua dentro de esa boca en un dominante beso. Le acarició con premura, seduciendo al humano por todos lados. Su lengua incitaba al chico, le pedía que le siguiera el paso, mientras le provocaba al frotar su cuerpo con el contrario.

 

Taemin sintió que se derretía ante el calor que ese ser le estaba dando. Sentía de nuevo ese ardor que le quemaba por todos lados, quería que fuera él, que él le arañara, que enterrara sus uñas en cada lugar, que le mordiera hasta hacerle morir desangrado. Nunca antes sintió necesidad, no así de fuerte, pero le necesitaba, necesitaba su voz dentro de su cabeza, y que siguiera tocándole de ese modo. No se resistió, gimió, aturdido por escuchar por primera vez un vestigio de su voz en años. Tras ese suave sonido, Minho se alejó, sonriendo con sorna, atento a escuchar una vez más la linda voz del humano.

 

-Di mi nombre, amor.- Minho volvió a masturbarle con suavidad, poniendo una mirada sobre el chico, como si estuviera esperando un segundo de debilidad para comerle.

 

-...Minho...- Se dejó vencer, sucumbiendo ante las exigencias de ese vampiro. Había escuchado ese nombre en sus sueños, tanto, que le era imposible decir por qué no podía recordarlo cuando despertaba cada día. -Ah~, Minho.- Gimoteó, al sentir la boca del alto recorrerle el cuerpo hasta llegar a su miembro erecto. Le lamió por completo, jugando, desesperándole, sabiendo cómo llevar a Taemin a la locura. -Agh, no...Ah, ah...Minho, ah~.

 

Entonces Minho le soltó, sonriendo con algo de burla. Definitivamente era la voz perfecta para ese rostro tan bello; y lo había conseguido, le robó ese importante momento.

 

-Me encantas. Pusiste resistencia a mis órdenes, sólo porque no te he respondido el porqué te considero una criatura hermosa. Y, sin embargo, con la pequeña distracción, como lo es el beso, logré hacerte pensar que me necesitas. Amo esa ingenuidad en ti. Acabo de hacer que me entregues tu posesión más valiosa: tu voz. ¿Y todo para qué? No sabes a ciencia cierta si todo lo que te digo será cierto. Tal vez sólo quería escuchar esa voz, y lo he logrado de la manera más ruin posible.- Sus ojos brillaron ante la nota de pánico que apareció en el rostro del chico. -Eres temerario, amorcito, estabas dispuesto a hacerme frente, por respuestas, pero tu manera suave de ser te vuelve débil. Por eso la vida te desprecia, no encajas en ella; no obstante, encajas muy bien conmigo. Eres una criatura bella, ¿lo entiendes ahora? Tienes todo lo necesario para la perfección. Mientras todos a tu al rededor, la buscan sin parar, no te notan. No alcanza a ver el resplandor tan bello que tienes, mi hermosa obsidiana.

 

Pasó su lengua por la pierna izquierda de Taemin, hasta llegar a la ingle. Bajó un poco más, escuchando al muchacho y sintiendo bajo sus dedos la manera en que este se retorcía desesperadamente.

 

-D-deten-te...- Le suplicó, provocando que Minho subiera la mirada una vez más.

 

-...Te voy a tomar, una vez más, y tú estarás de acuerdo conmigo.- Le ordenó, entrando dentro de su mente, en donde su raciocinio no fue capaz de negarse.

 

Le abrió de piernas, besando las nalgas, hasta llegar al anillo de músculos apretados que no le permitían el paso. Le besó, lamió, chupó, logrando dilatarle un poco con su lengua. Entonces no dudo en meter uno de sus dedos, escuchando con regocijo el jadeo de sorpresa de Taemin. Eso sólo le incitó a continuar con su intromisión, introduciendo un segundo dedo, haciendo movimientos de tijereta. Usó sus dedos con movimientos rápidos, entrando y saliendo con insistencia, hasta saber que era suficiente tomando como señal la disminución de los quejidos del chico. Ya no quiso postergarlo más, le abrió rudamente de las piernas, lo más posible, hasta escuchar un ligero click de las articulaciones del muchacho, abalanzándose sobre él para penetrarlo cuanto antes.

 

Minho soltó un gruñido cuando al fin pudo sentirse dentro de Taemin. Le tenía firmemente agarrado, dejando las marcas de sus dedos en aquella piel nívea, mientras su cadera se movía acompasadamente sobre él. Taemin gimoteaba, sin tener la posibilidad de oponerse. Sólo le quedaba ver lo que aquel ser le hacía, mientras de su boca salían sin permiso esos lloriqueos.

 

-Uhm, Tae, no tienes idea cuánto me gustas.- Jadeó, hablando sobre los labios del chico. –De que me vieras hacerlo.- Le besó, ahogándolo en ese largo ósculo hasta escucharle jadear por la falta de aire. –Bello, bello, bello, eres tan bello.- Sonrió con sorna. -¡Pero! Te advierto, Lee Tae Min: nunca has dejado que nadie entre a la cama contigo. Y en estos siete días que quedan, no harás excepción alguna, ¿entendiste?- Le miró, obligándole a asentir suavemente. –Bien, tienes que tener muy claro que el único al que debes de tener en tu cama soy yo. Me he metido a la fuerza, y no pienso irme.- Le besó, dejando besos regados por todos lados, bajando por el cuello, los hombros, escuchándole quejarse suavemente ante eso.

 

Minho siguió haciéndole el amor toda la noche, pasando su lengua por cada lugar en el que quería morderle, para ir marcando con pequeñas equis, como si fuera un mapa de color lechoso. Le rasguñó en los muslos, en el vientre, dejando que sus ojos se engancharan fácilmente con los del humano. Gracias a ese vago hechizo había podido escuchar su voz, y no pensaba perder esa conexión, que mantenía tan dócil al chico.

 

La interacción entre los cuerpo no se detuvo, hasta que Minho logró percatarse del amanecer. Entonces dejó en paz a Taemin, soltándole lentamente, mientras su boca dejaba las últimas marcas debido a tantos besos. Le sonrió, hipnotizándolo con eso, mientras se vestía. Taemin no fue capaz de comprender qué ocurría, hasta que vio a Minho parado en el balcón, dejándose caer hacia el vacío. Taemin se levantó en seco, no fijándose en el protestar de su cuerpo. Se colocó el pantalón de su pijama rápidamente, para poder correr hasta el balcón y fijarse. La luz naranja del amanecer iluminaba el suelo varios pisos abajo, donde ni siquiera un carro se encontraba cruzando. Golpeó con fuerza el barandal, Minho había desaparecido.

 

Entonces, el estar ya de pie, solo, le hizo comprender la situación. Un loco vampiro se había colado furtivamente a su departamento, tocándole y violándole –varias veces para ser exactos-, mientras le mantenía bajo control. Pero, lo que más le molestaba, era que, le había hecho hablar. Tocó su garganta, frunciendo el ceño. Minho le había hecho hablar, porque le consideraba bello, y quería escuchar su voz. Cerró con fuerza sus puños. Si ese vampiro se encontraba tan enamorado, ¿por qué le había quitado su valioso silencio? Tenía que verle, llamarlo, hacerle tantas preguntas, ahora que no valía la pena seguir en silencio.

 

Corrió a la cocina, cogiendo un cuchillo del taco de madera donde tenía su colección de cuchillos para cocina. Ni siquiera dudó, pasó el filo sobre su antebrazo, cortando transversalmente. La sangre se escurrió, ensuciando el suelo.

 

-¡Minho!- Gruñó, esperando a que aquel tonto vampiro hiciera acto de presencia ante su llamado. -¡Minho!- Dio un golpe al suelo con su pie, entonces decidiendo moverse al balcón, por donde había visto a aquel idiota tirarse a una limpia caída libre de al menos ocho metros. Se apoyó contra el barandal, asiendo presión con su brazo lastimado, haciendo que bufara por lo bajo. -…Minho.- Gimoteó desesperado.

 

Poco sabía Taemin que Minho ni siquiera había rozado el suelo, o que ya no se encontraba cerca de aquel departamento que visitaba fervientemente cada noche. No había notado aquella mariposa succionadora de sangre volar a su alrededor cuando corrió tras Minho después de verle caer, ni que esta había volado lejos siguiendo la dirección del aire. Taemin estaba solo, con un desastre de sangre en la cocina, y otro poco en aquel balcón. Le maldijo, por no contestar a su llamado, por hacerle hablar, por haberse colado en sus sueños hasta hacerle sentir que si no le volvía a ver, realmente ya no quería seguir en su consciente vida.

 

Esa misma noche, Taemin esperaba en su cama, con sus piernas contra su pecho, observando con recelo aquel balcón que había dejado con las puertas abiertas. Sabía que Minho entraría por ahí, no por nada le había soñado parado ahí varias veces. Frunció los labios, al ver el reloj sobre su mesa de noche. Dos de la mañana, y el idiota vampiro no aparecía. Se estaba desesperando, hasta el grado de sentir que le temblaba el labio por el enojo que eso le causaba. No esperó escuchar aquella risa a su costado, menos ver como aquella figura alta se materializaba a su lado, obligándole a deshacer su posición y quedar semi recostado, ya que Minho se encontraba encima de sí. Instintivamente conectaron miradas.

 

-No me mires así, cariño. He entrado por ahí, tan sólo que tú no me has visto.- Se explicó. –Demandas muchas respuestas, ¿sabes? Eres como un adorable niño pequeño pidiendo las respuestas de todo.- Rio. Entonces quitó su gesto del rostro, observando el brazo vendado de Taemin. Le tomó, quitándole la venda primero, después acercándolo a su boca. -Querías tentarme, ¿cierto?- Habló con una voz baja y sensual, delineando sus colmillo con su lengua. Después pasó su lengua sobre la herida que empezaba a cerrarse de mala manera. Taemin hizo un gesto de dolor, la saliva de Minho le estaba ardiendo, provocando que la herida empezara a abrirse de nuevo. –Si llegara a probar tu sangre a estas alturas, me volvería loco y no me detendría ni a pensar en tu bienestar.- Le advirtió, alejando el brazo de su boca. Si volvía a lamerle, la herida se abriría suficiente como para hacerle sangrar de nuevo, y eso sería malo, muy malo.

 

Taemin bajó la mirada, pegándose el brazo al pecho, mientras volvía a colocar la venda que se había puesto en la mañana. No quería verle, porque sabía que Minho vería su pregunta, y tenía un poco de miedo de quedar decepcionado de la respuesta. Sin embargo, Minho le había observado por tanto tiempo, que no necesitaba de ver dentro de su mente como para saber qué rondaba por ahí.

 

-No seas modesto, adoro escuchar esa sensual voz que tienes.- Se burló, obligándole a alzar el rostro, mirándole, amando cada rasgo que conocía tan bien.

 

-¿Vas a matarme?- Susurró, deseando que la respuesta realmente no le decepcionara.

 

-Tsk…Tae…- Rio. –Tentaste a la muerte por tantos años, dejándole entrar a tu hogar, y no dándole lo que quiere. Es lo menos que puedo hacer. Usurpar su lugar, convertirme en tu muerte. Así fue como logré colarme dentro de este departamento. Me dejaste pasar desde la primera vez que deseaste morir, mucho antes de que esta tarea me fuera encomendada.- Le terminó de recostar, quedando por completo encima de él. –Y me encuentro totalmente excitado de ya poder hacerlo.- Le sonrió, abusando de la boca del menor rápidamente.

 

-…Gracias.- Taemin jadeó, cuando logró separarse de aquella boca. Estaba tan harto y desesperado, que aquel piadoso acto del vampiro, le causaba una enorme gratitud. Quería que le arrebataran esa precaria vida que estaba llevando, perderse para siempre en la oscuridad y silencio de la muerte. Subió su rostro, devolviendo el beso que Minho le había dado, dejando que él tomara el control rápidamente, ahondando en su boca hasta sofocarle.

 

Minho volvió a hacerle el amor esa noche, descubriendo que Taemin era mucho más dócil tras haberle confesado que le mataría, que cuando le tenía hipnotizado. Y eso era otra cosa que adoraba de él. Pero, era obvio que le adoraría, le amaba por completo. Su misión ahora, era hacer que el chico le adorara, para obtener su fidelidad por siempre; que le deseara, como ahora deseaba la muerte.

 

Sin embargo, esta noche, con el chico tan dócil, se dejó llevar. Taemin se había aferrado a él, permitiéndole tomar diferentes posiciones, en las que los dos tuvieron que involucrarse al momento de tener relaciones. Taemin gemía, arqueando su espalda ante el toque de Minho. Sus uñas, contándole la piel a penas lo suficiente. Quería que Minho lo hiciera más fuerte, para sangrar, y así ver como el vampiro se descontrolaba, hasta beber la última gota de sangre.

 

Les llegó el amanecer mucho antes de lo esperado. Apartándose, Minho besó el dorso de la mano de Taemin, despidiéndose brevemente, para así dejarle descansar a penas lo suficiente como para seguir ese día tan horrible que el chico debía vivir.

 

Realmente no hubo más información de por medio, sino hasta la cuarta noche, faltando tres días para que la luna volviera a estar en su punto más alto. Había sido un espantoso día para Taemin, y tras cumplir su obligada cita con aquel gato, había entrado en cama durmiéndose rápidamente. Se sentía exhausto. Sus sueños también se sentían exhaustivos, como si fuera un barco tratando de mantener el equilibrio mientras que una tormenta azotaba a su al rededor. Una compleja tormenta eléctrica.

 

No fue capaz de percatarse cuando Minho entró a su departamento, o cuando le sacó la ropa. Minho le desnudó con una parsimonia, como si de nuevo no quisiera despertarle; aunque sus planes fueran otros. Se acercó a su oído, susurrándole sus peculiares palabras de amor, mientras su mano rápidamente encontraba el tan conocido camino al pene del chico. Le masturbó con algo de morbo, esperando a que el chico despertara rápidamente. Así que no fue cuidadoso, le hizo llegar a punto muy pronto, sonriendo con algo de malicia.

 

-Despierta, mi amor.- Le habló claro, luego pasando su lengua por el cuello de Taemin, entendiéndose mucho ahí.

 

Taemin se arqueó, la mano sobre su sexo, la lengua de Minho, su voz. Las tenía tan presentes dentro de sus sueños, que acató órdenes. Abrió los ojos, encontrándose con aquella ya usual vista de su cuerpo siendo tocado por aquel vampiro tonto. Se arqueó aún más, jadeando mientras su cabeza se echaba hacia atrás con placer. Odiaba tanto como se sentían las manos de Minho, porque le daban tanto placer, aun cuando sabía que estaba a pocos días de morir.

 

-Te encanta que te toque.- Minho rio, con algo de burla. Delineó las clavículas del chico con su lengua, fingiendo morderle, notando como la piel del chico se crispaba ante eso. Subió a su cuello donde succionó, haciendo que el chico temblara ante la expectativa de algo que no sucedió. -Ardes en deseo de que te muerda.- Habló en susurros, moviendo su lengua en círculos sobre la piel del muchacho. -Quieres que te muerda y te desangre.- Rio, cambiando el ritmo con el que le estaba masturbando. Lo volvió más rápido y rudo. -Pero no, cariño. Este no es el lugar en donde lo haré.- Movió su boca, hasta llegar al pecho, justo un par de dedos arriba del pezón. -Lo haré aquí.- Marcó una equis con su lengua, apuntando justo a la altura del corazón. -Tu muerte será instantánea, pero te aseguro que lo sentirás por toda la eternidad.- Le besó, habiendo un ligero ruido de succión cuando se separó. -Y, te mantendré a mi lado.- Le miró, sus ojos iluminados en ese halo ámbar mantenían la atención del muchacho. -Te traeré a este lado de la muerte, y conocerás que aquí conmigo la soledad no existe. Tampoco el silencio. Morir es mucho más divertido que vivir.- Rio, notando ese pequeño cambio en la erección de Taemin. Deslizó sus dedos sobre el glande, lubricándole con el preseminal. -Vaya, vaya, mi pequeña obsidiana. Te excita que te hable de tu muerte.- Bajó su otra mano, metiendo dos dedos dentro del ano del humano. -No tienes idea de cuánto me encantas.

 

Le masturbó, dilatándolo al mismo tiempo. Taemin se retorcía, gimiendo, mientras se sostenía con fuerzas a las sábanas de la cama. Los movimientos del chico demostraban el placer que llegaba a sentir con aquellas manos tocándole de esa manera. No le importaba dejarse, ese loco ser le había prometido más de lo que jamás deseó en toda su vida.

 

-Realmente quiero hacerte el amor esta noche.- Le molestó. –He bebido hace poco, y cuando la sangre humana se mezcla con la mía, sirve como catalizador para los deseos y las emociones.- Sus ojos brillaron en un halo particularmente amarillo, alejándose de su color usual.

 

Taemin frunció el gesto, sin poder controlar su cuerpo para detenerle y decir algo en contra. Simplemente estaba bajo control de Minho, y lo único que podía lograr hacer era bufar molesto.

 

-¿Celos?- Rio. –Eres interesante, cariño. Me llamas idiota y tonto, sobretodo cuando no estoy cerca (porque claro que siempre estoy lo suficientemente cerca como para vigilarte). Pero te molesta que beba la sangre de alguien más.- Le besó en la mejilla. –No te preocupes, la única sangre que deseo beber es la tuya.

 

Minho le giró de lado, alzando la pierna izquierda de Taemin, sacando sus dedos para remplazarlo rápidamente con su propio miembro. Le tomó firmemente, haciéndole el amor con algo de fuerza extra, motivado debido a los gritos, jadeos y gemidos que el humano profesaba.

 

Toda la noche se les fue entre jadeos y cuerpos chocando una y otra vez. Taemin se aferró a Minho, encontrando con placer que aferrarse a él, entregarse, era lo único que bastaba para que su propia existencia dejara de ser fastidiosa. La noche culminó, haciendo que ese par de cuerpos se tuvieran que separar de mala gana. Minho desapareció por el balcón, haciendo que Taemin empezara a odiar por completo ese lugar del departamento.

 

Las siguientes noches fueron iguales. Cuando Taemin empezaba a sentir que su necesidad se saciaba, Minho se iba ante la luz del sol, haciéndole sentir que detestaba aún más la vida tan mala que tenía. Detestaba cada punto de los días insufribles que pasaba, contando las horas, los minutos, que faltaban para que el sol cayera y así pudiera volver a ver al algo insufrible vampiro que le hacía sentir tan completo y lleno de una extraña felicidad.

 

Pero, la luna completo su ciclo. Se encontraba en el punto más alto, llena por completo, iluminando la noche como una farola. Esa luz indirecta hacía que Taemin se preguntara si a Minho no le dolería esa luz, como debía de serlo la luz del día. Miró con ansias las puertas del balcón, por donde una corriente de aire fría entraba, agitando las ligeras cortinas. Entre ellas se materializó una figura oscura, era un hombre alto, que le miraba con ojos ambarinos. Taemin hizo una mueca, parecida a una sonrisa, ansioso por que llegara su tan esperado momento de morir. Se había preguntado cómo sería ese momento toda la semana, que, ahora que estaba tan emocionado temía decepcionarse.

 

-No te decepcionaré, amor. Todo será como te lo prometí.- Minho le advirtió, acercándose a pasos largos y medidos.

 

Taemin se crispó. Probablemente ahora, lo único que odiaba de ese idiota vampiro era la poca privacidad que tenía de su propia mente. Minho le miraba, y sabía qué era lo que pensaba. Lo detestaba, hasta el grado de no querer mirarle. Sin embargo, era debido al control que Minho tenía sobre él, que le era imposible no mirarle y dejarle acceder hasta al último rincón de su mente.

 

Minho se acomodó de esa única manera en que lo hacía sobre el chico, hundiéndolo en la cama. Le regaló un beso, subiendo sus manos por debajo de la ropa, hasta sacarle la camisa. Recorrió con sus uñas la piel del chico, hasta llegar al lugar designado para darle muerte.

 

-¿Estás listo?- Minho susurró, sabiendo que Taemin le prestaba atención absoluta.

 

-...S-sí.- Jadeó, sintiendo como la adrenalina, la serotonina y la dopamina era liberada en su torrente sanguíneo. Eso fue algo que Minho no pasó desapercibido. Ese aroma, escuchar como la sangre corría con fuerza bajo la piel del joven hombre.

 

Le atacó rápidamente, enterrando sus uñas en la cadera de Taemin, mientras le besaba y pasaba sus dientes a penas lo suficiente por encima de la piel. El viento entró con fuerza, moviendo las cortinas del balcón, iluminando todo con los rayos de luna. Entonces Minho perforó el corazón de Taemin. Le mató, succionando su sangre, mientas dejaba que su propia saliva entrara en la herida. Taemin empezó a convulsionar ante aquel ataque. La saliva del vampiro era tan venenosa, que si se mezclaba con una excesivamente grande pérdida de sangre, Taemin estaría mucho más allá que la muerte.

 

Todo dependía de Minho, si le quería a su lado tendría que detenerse a tiempo y dejar que el veneno hiciera efecto en la poca sangre que debía quedar en aquel cuerpo. Pero, había deseado tanto poder beber de Taemin, probar su sangre hasta saciar su sed, que le era más que difícil separarse de ese cuerpo que había dejado de moverse hacía segundos, estando totalmente inerte ahora.

 

Le costó notar que aquel par de ojos abiertos ya no brillaban, ni siquiera eran negros, como el tono de su cabello. Ahora eran de un café opaco. Le soltó, mirándole con cuidado, esperando no haber bebido de más. Si Taemin seguía ahí, tendría que beber de la sangre de Minho para terminar su círculo. Cuando, logró ver ese suave movimiento en el tórax del chico, de una respiración moribunda, supo que era el momento. Se rasgó el brazo, provocando una herida bastante profunda como para sangrar. Tomó un largo trago de su sangre ya mezclada con la que había bebido de Taemin, y pegó su boca con la del chico. Su sangre con la de Taemin, mezcladas con aquella saliva venenosa era el tiro de gracia que terminaría de matar lo que quedaba de aquel humano.

 

Taemin tragó con dificultad, sintiendo como aquella mezcla le quemaba la garganta. Si su corazón había seguido latiendo –por un extraño motivo- después de ese largo trago, se detuvo. Y como Minho prometió, fue instantáneo. No sintió más dolor, y su cuerpo se dejó de mover por completo, sólo necesitaba descansar un poco más. Sólo un poco más.

 

Oficialmente Lee Taemin murió en el corto inicio de un nuevo día, cuando apenas se habían cumplido ocho minutos y veintisiete segundos. Claro que, eso nadie lo supo hasta el día siguiente, que, tras haber recibido una misteriosa llamada anónima diciendo que había problemas en ese departamento, los policías habían encontrado el cuerpo sin vida de quien hubo sido un joven con una vida muy atormentada.

 

 

 

 

 

 

Minho se encontraba sobre el tejado de unas casas, mirando hacia aquel acostumbrado edificio. ¿Sería normal sentir tal clase de nostalgia? No lo sabía, pero tampoco le interesaba. Ahora tenía algo más importante que hacer.

 

-…¿Minho?- Una vocecilla trémula le llamó desde atrás, obligándole a que se girara.

 

Minho lo hizo, encontrándose con la vista de su perfecta obsidiana negra. Aunque ya no era del todo oscura. Taemin había obtenido un curioso color de ojos rojo, como las cerezas, que brillaba demasiado cuando se emocionaba con algo. Eso Minho lo descubrió a las pocas horas que bajó a la morgue a recuperarle. Jadeó, resignado, asintiendo con suavidad ante la pregunta no pronunciada del chico. El menor simplemente sonrió, brincando de techo en techo, hasta quedar cerca de aquel balcón que estaba seguro no volvería a ver en su vida.

 

Eran las siete en punto, Taemin había bajado a su usual cita con aquel gato que había significado un poco de alivio durante su vida. Cuando le vio llegar sonrió, no pudo contenerse, tomándolo con suavidad para cargarle contra su pecho.

 

-Hoy no tengo comida para ti…- Susurró. –Pero tengo algo mejor.- Rio, cerrando los ojos y dejando que su instinto le hiciera materializarse a lado de Minho. No había podido dejar atrás lo único bueno que había experimentado en aquel tiempo. No le pensaba dejar. Le abrazó con cariño, sintiendo como Minho le tomaba de los hombros y les guiaba a su nuevo mundo. A su nuevo hogar. 

Notas finales:

Tengo planeado hacer un epílogo, ¿qué les parece? 
Espero poder trabajar en él este fin de semana, y poder subirlo cuanto antes ^-^ ¡Gracias por leer! Besos n.n


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).